La fotografía como afición y otras artes visuales

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Desechables de viaje - Ilford XP2 Super Single Use

A principios de la primavera, en un pedido que hice de material sensible para tener durante esta estación, encargué dos cámaras desechables, de un solo uso, Ilford XP2 Super Single Use. Su destino iba a ser determinada actividad lúdica con unos amigos, que finalmente se canceló. Como ha sucedido con tantas actividades fotográficas de esta primavera que han hecho que buena parte de aquel material sensible siga intacto. Pero encontré la ocasión de dar buen uso de estas dos cámaras desechables en el viaje que hace un mes realizábamos por el sudeste francés y el lago Lemán en Suiza.

La primera fotografía tomada de las dos cámaras, en la estación de Nimes.

Llevo usando cámaras de un solo uso de forma muy esporádica desde hace casi treinta años. Algún día tengo que recuperar, de donde sea que se encuentren, los negativos de cuando hacíamos rafting en Sort, o de las panorámicas que hice en 1990 viajando por Francia y Bélgica. La cámara que he usado en esta ocasión ha sido una novedad para mí. La cámara, el tipo de película no, que ya somos viejos conocidos. Y esta en una imagen obtenida del sitio web de Ilford Harman. Espero que no les moleste su uso en esta página.

Como veis, es una cámara muy sencilla, como la mayor parte de este tipo de cámaras. Fabricada en plástico, este modelo esta recubierto por una funda en cartón con la imagen de marca, y una carcasa de plástico transparente que otorga algo de protección a la cámara, aunque no para hacerla sumergible o resistente a inclemencias del tiempo importante. Con ligera lluvia sí que la he usado sin más problema que ir secando las gotas que caían en el objetivo de plástico. Una recomendación, llevar siempre a mano una toallita de microfibras, que no rayan las lentes, para secar el material de inmediato cuando se moja. En tiendas de deporte como Decathlon las hay muy baratas y útiles.

Un par de instantáneas tomadas en Arlés.

Otras características importantes de la cámara son, según el documento técnico del fabricante, las siguientes. El objetivo tendría una longitud focal de 30 mm, con una apertura fija de f/9,5. La velocidad de obturación, también fija, es de 1/100 segundos. Está enfocado teóricamente a la hiperfocal, permitiendo imágenes nítidas entre 1 metro e infinito. Si calculamos la hiperfocal para estas condiciones en la Online Depth of Field Calculator, esta estaría a 3,18 metros, y la zona de nitidez estaría entre 1,59 metros e infinito. Bueno... todo es un poco aproximado, pero razonablemente útil.

Estasa dos instantáneas son de Aviñón, con tiempo más nublado que en Arlés.

Estas cámara llevan un flash incorporado, que hay que activar con un botón frontal, y que permiten iluminar hasta 3 metros de distancia. Útil como flash de relleno. Obligatorio en interiores. Nos anuncian que llevan un rollo de 24+3 exposiciones de película Ilford XP2 Super 400. Es una película en blanco y negro pero con tecnología cromogénica, que se revela en la sopa común del proceso C-41, la habitual para las películas negativas en color. Por lo que no debería ser complicado encontrar un lugar donde revelarla. Yo las he mandado a Carmencita Film Lab, donde hacen muy buen trabajo. Solicité un escaneado XL, 5350 x 3590 píxeles, algo más de 19 megapíxeles. Veremos dentro de poco que no es necesario digitalizar a tanta resolución.

En el espectacular Pont du Gard tuvimos también abundancia de luz solar.

Después de esta descripción técnica del aparato, ¿qué resultados da? Pues muy simpáticos, pero con limitaciones. Evidentemente, el sencillo objetivo de plástico, que creo que es un menisco con alguna superficie asférica fabricado en moldes, en el documento técnico no lo pone, tiene sus limitaciones. Razonablemente nítido en el centro del campo, los bordes y las esquinas se degradan rápidamente. Por lo tanto, la definición en la imagen tiene sus limitaciones, aunque el buen contraste de las mismas las dota de un aspecto agradable. En cualquier caso, nos podemos contentar con escaneados a menor tamaño, porque son imágenes que no dan para grandes ampliaciones, y así nos ahorramos algún dinero. Probablemente, un escaneado a 6 megapíxeles sea más que suficiente.

La luz del atardecer en Annecy es menos intensa pero de muy buena calidad.

Una de las claves del éxito con estas cámaras no está en saber cuándo se pueden hacer fotos, sino en saber cuándo no merece la pena, absteniéndonos y reservando fotogramas para los momentos adecuados. Si aplicásemos la regla del sunny f/16, aquella que nos dice que en las horas centrales del día con el sol a nuestra espalda iluminando frontalmente la escena la exposición adecuada es f/16 y como velocidad de obturación la inversa de la sensibilidad de la película, tenemos de sobra con esta cámara para fotografiar en condiciones de exteriores nublados. Entre f/8 y 1/400 segundos que nos indica la regla en cuestión y los f/9,5 y 1/100 segundos que nos ofrece la cámara hay una diferencia de en torno a un paso de exposición, a groso modo, para fotografiar con seguridad. Pero a esta película cromogénica de ISO 400, como sucede con otras en color, le gusta la luz. Y una cierta sobreexposición le sienta bien, disminuyendo el tamaño del grano y sin que se bloqueen las luces. Así que es una cámara muy adecuada para exteriores razonablemente bien iluminados. A las sombras les cuesta empastarse, pero cuando la luz general es escasa, la escena aparece pero el nivel de grano es mucho más evidente.

En Chamonix-Mont Blanc tuvimos condiciones de luz muy diversas en cuanto a intensidad, y no siempre de buena calidad; pero la cámara salió adelante.

En interiores, no he hecho ninguno, irá bien con el flash y con el sujeto principal en las cercanías. Si la estancia es muy profunda, los fondos quedarán negros, y si no, algo les llegará de luz del flash más la ambiental y pueden quedar agradables. También va bien el flash como luz de relleno durante el día, en caso de contraluces, o para rellenar sombras fuertes de los rostros de nuestra gente querida.

En cualquier caso, es una cámara que te libera de preocupaciones. Si interiorizas los momentos en los que puedes disparar y los que no según las condiciones de luz, todo es encuadrar y disparar. Y por el resultado de mis fotos, el visor es bastante útil porque se aproxima bastante al resultado final. No he tenido ningún desastroso resultado por errores de paralaje. Lo cierto es que he quedado muy contento. Aunque probablemente, en un futuro, por ejemplo en cierta escapada a Constanza en agosto, preferiré llevarme un cámara compacta con un objetivo decente, que no abulta mucho más tamaño, y conseguir una mayor nitidez en todo el campo. No sé. Si el pronostico es bueno, sin lluvias, la Leica Minilux. Si el pronóstico es húmero, la Olympus mju-II, que está protegida contra las inclemencias del tiempo.

La ciudad suiza de Ginebra y el pueblecito francés de Yvoire, ambos a orillas del lago Lemán, con tiempo soleado radiante, son mis últimos ejemplos de una experiencia muy positiva.

Recomendaciones semanales - especial PhotoEspaña en Zaragoza

Como comentaba en mi Cuaderno de Ruta hace tres días, este fin de semana estoy liado con determinados quehaceres relacionados con mi trabajo, y no tenía claro si iba a poder subir mi sección habitual de recomendaciones semanales. Pero para una cortita y concreta, sí que me da tiempo, así que a ello voy.

Ya está la edición número 21, la del XX aniversario, de PhotoEspaña a pleno rendimiento. En su sede principal en Madrid, pero también sus sedes secundarias y en sus sedes invitadas. Entre ellas, Zaragoza. Tengo el proyecto de viajar a la capital un día a ver algunas de las exposiciones allí presentadas. Quizá con compañeros de la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza (AFZ). Pero si no, a mi aire, que además me puede servir para visitar a la gente que quiero y que le ha dado por vivir en tal lugar. Mientras, Zaragoza. A falta de que inauguren la "Ars Combinatoria" de Chema Madoz en la Lonja, tenemos las dos exposiciones del Centro de Historias. Una de ellas la visitamos de una forma muy especial. Os lo cuento.

El trabajo de Judith Prat (instagram), fotógrafa de la tierra, aragonesa, lo conozco desde hace tiempo. Pero no había tenido yo personalmente la ocasión de coincidir con el ella. Con motivo de la presentación dentro del programa de PhotoEspaña en Zaragoza de su exposición "Expolio", tuvo la bondad de realizar una visita guiada por ella misma para los socios de AFZ. Ocasión que no debía, ni podía, desaprovechar. Así que el pasado miércoles, a las siete de la tarde, allí estábamos todos. Lo cierto es que la exposición, con fotografías de una calidad excelente, en la mejor tradición del fotoperiodismo que combina información, denuncia y una adecuada combinación de ética y estética, se explica por sí misma. Dos escenarios, la República Democrática del Congo y Nigeria, dos materias primas que el primer mundo codicia, el coltán y el petróleo, dos situaciones de violencia enquistada y promovidas por la actitud de ese primer mundo interesado, y dos poblaciones que sufren, con especial incidencia en las mujeres, que sufren formas muy especiales de violencia, con frecuentes agresiones sexuales y con la pérdida de la libertad personal y el sometimiento a situaciones de exclusión social. Pero que te lo explique la autora, de forma clara, sin ambages, centrándose en lo esencial, pero sin olvidar los detalles que nos recuerdan que estos conflictos afectan a seres humanos de verdad, es un plus impagable. Así pues, visita de 10 sobre 10, que se cerró con un breve coloquio ante unas cervecitas en la propia cafetería del Centro de Historias.

Pero la de Judith no es la única exposición de PhotoEspaña en la Centro de Historias. Si con ella habíamos quedado a las siete de la tarde, yo aparecí por el centro alrededor de las seis y cuarto, para tener tiempo de ver la exposición "1968: el fuego de las ideas", del argentino Marcelo Brodsky. Estamos en el 50º aniversario del mayo del 68, y con él, del rosario de protestas y revoluciones, grandes o pequeñas, que surgieron por todo el mundo en aquella época. América latina, Estados Unidos, Europa occidental, la Europa del Telón de Acero,... Brodsky no utiliza fotografías propias, se apropia de las que se publicaron en la época, fotografías de prensa en su mayor parte, pero también extraídas de archivos policiales, en blanco y negro, sobre las que interviene. Les aplica colores y las comenta. No deja de ser una reflexión, bastante profunda, sobre lo que aquellas protestas fueron y lo que han supuesto.

Las conclusiones no dejan de ser agridulces. Cincuenta años, un repaso al estado de las libertades del mundo, y las tendencias que observamos, no dejan mucho margen al optimismo. Aunque también se pueden apreciar cambios positivos que nacieron de aquellas protestas. Pero sigue habiendo ausencia de libertad y censura en muchas partes del mundo, algunos regímenes despóticos han sido sustituidos por presuntas democracias en las que gobiernan opciones populistas, frecuentemente xenófobas y con políticas que abocan a la desigualdad socioeconómica. Países se han disgregado. A veces en medio de situaciones de gran violencia. Véase la antigua Yugoslavia. Y los jóvenes de aquellas protestas no han dejado de ser la generación que ha guiado el mundo a la situación actual.

Algunas de las reflexiones del párrafo anterior pueden ser de mi cosecha. No coyunturales. Las llevo pensando desde hace tiempo, y más con los recuerdos que nos hacen del aniversario de aquellas protestas. Y se deducen con facilidad de las fotografías que selecciona Brodsky y las intervenciones que sobre ellas realiza, los comentarios que en ellas o alrededor de ellas introduce. Por ligar las dos exposiciones vistas en esa tarde, la propia Judith Prat nos comentaba la ausencia de ética en la relación entre los países desarrollados y emergentes con los subdesarrollados, en cuyo subsuelo se encuentran las codiciadas materias primas. O la dificultad de publicar determinados reportajes en una prensa cada vez menos independiente, o con intereses distintos de los que hicieron de ella el llamado "cuarto poder", un poder regulador de los tres oficiales que señalan las constituciones de los países presuntamente democráticos.

En fin. En cualquier caso, visita obligada al Centro de Historias para cualquier aficionado a la fotografía de Zaragoza o que pase por la capital aragonesa en estas fechas. Y para los demás, aunque no seáis aficionados a la fotografía, también.

Recomendaciones semanales - especial BFoto (y Capa en color)

Esta semana me voy a olvidar de posibles marcadores que haya recogido durante la semana, en la cosa fotográfica, y me voy a centrar en la rica jornada que pasamos ayer en Barbastro, provincia de Huesca, en el Somontano de las sierras prepirenaicas. Para los que no la conozca, Barbastro es una ciudad pequeña. Como lo son las de todo Aragón salvo la macrocefálica capital. Algo más de quince mil habitantes, y una fuerte dependencia de la agricultura; es la cabecera de la comarca del Somontano, que alberga una próspera industria vitivinícola, con una denominación de origen que produce caldos de excelente calidad. Pero lo que decía... una población limitada.

Un par de paisajes urbanos del "Barranqué", como es conocida la capital del Somontano, por su encaje en una relativamente angosta zona del valle del Río Vero.

El caso es que esta simpática ciudad es sede de AfiB, Asociación fotográfica y de la Imagen de Barbastro, que tiene ya una trayectoria respetable en el tiempo, que no es producto de la moda digital ya que nació en 1982, y que a pesar de no ser muchos, son dinámicos y activos. Y desde hace unos cinco años organizan el festival de fotografía BFoto, muy dinámico, con una calidad notable en las obras expuestas y las actividades realizadas, y con una preocupación especial por los talentos jóvenes y emergentes. Aunque no faltan los talentos consagrados y los talentos locales.

Algunas instantáneas de la jornada; la segunda fotografía de esta serie está realizada por Emilio Molins, compañero de AFZ, con mi propia cámara, la Panasonic Lumix G9, con el pequeño G 14/2,5 ASPH.

El caso es que desde AFZ, Asociación de Fotógrafos de Zaragoza, se organizó para el día 23 de junio de este 2018 una excursión para pasar el día en compañía con algunos miembros de AfiB y organizadores del festival, atentos y amabilísimos como pocos podrían ser, y visitar las exposiciones. También estuvieron presentes algunos miembros de la asociación de fotografía Litera Full Frame, venidos desde Binéfar. Además de la visita a las exposiciones, comimos todos juntos, intercambiamos fotografías en el Coso barbastrense, y nos tomamos algún chisme para paliar el calor de estos primeros días de verano. Aparte de ir visitando la ciudad de paso.

Pero vamos con las exposiciones y los fotógrafos. La sección del festival que más me ha llamado la atención ha sido la dedicada a los fotógrafos, en esta ocasión fotógrafas, emergentes. Cuatro son las que exponían en El Moliné, excelente centro de exposiciones... y oficina de turismo.

Beatriz Aísa es ya bien conocida por nosotros. Esta geógrafa/fotógrafa, artista en general, ha sido responsable de que entrará a muchos el gusanillo de la fotografía estenopeica y otras técnicas alternativas fotográficas como la cianotipia. El trabajo que presenta es resultado de un programa de residencia de artistas en el Espacio Portalet en el verano de 2017, y a través del uso de la fotografía estenopeica y la solarigrafía nos ofrece su punto de vista y su reflexión alrededor del emblemático Pic du Midi d'Ossau, viejo volcán extinto, pico emblemático del mediodía francés, casi en la frontera con España, desde la que también es una montaña notable,... aunque en este caso mirando hacia el norte.

Cristina Sánchez nos presenta una serie de trípticos, en pequeño tamaño en su mayoría, verdaderos haikus fotográficos, que como los literarios nos hablan de la vida y la muerte, de la naturaleza y del paso de las estaciones.

Marta Pareja nos presenta su conjunto de reflexiones y metáforas visuales sobre la percepción del entorno, el paisaje y la naturaleza. Muchas excelentes fotografías en formato cuadrado en blanco y negro, desconozco si usa equipo analógico o digital, que me gustaron mucho.

Finalmente, la mejicana Rebeca Cordero juega con el equívoco al presentar idílicas escenas domésticas representadas en comercios de mobiliario doméstico.

El tema principal del festival del año 2018 es RURAL, centrándose en la vida, los problemas o el paisaje del mundo de las pequeñas poblaciones, agrícolas en su mayoría, y su relación con el paisaje. Y son diversas las exposiciones que nos hablan de este tema. Voy a comentar algunas... no todas para no hacerme excesivamente prolijo.

Creo que ya he traído a estas páginas al riojano Carlos Traspaderne (también sobre arquitectura brutalista y sobre Adriana en sitios) y su deambular por las riberas del Ebro buscando las edificaciones precarias o efímeras que surgen entre los campos del valle de este río principal en buena parte de la península. Elegante fotografía realizada con una Hasselblad.

Ricardo Cases nos ofrece una visión muy chocante, muy expresiva del mundo de la caza, que no dejará indiferente a nadie. A favor. O en contra. De la caza. Las fotografías son excelentes.

La local Katerina Buil nos presenta una serie muy íntima y próxima al optar por su propia abuela, que vive sola en un pequeño pueblo pirenaico para mostrarnos la dureza y la potencial, y real, soledad de los habitantes de ese medio.

Otro altoaragonés, Antonio Lachós, se toma el paisaje transformado por el ser humano con cierto humor, pero también con reflexión, a través de su serie de coches abandonados en medio del campo.

Junto al anterior, el murciano José Quintanilla busca el aspecto de los procesos antiguos, especialmente similar a la platinotipia, para reflexionar sobre el impacto del paso del tiempo en los objetos, los lugares y el paisaje. Grandes formatos, para una exposición visualmente llamativa, pero que convenció menos que otras.

No tiene un tema explícitamente relacionado con lo rural, pero la serie sobre los miedos nocturnos de una insomne Myriam Correa también llamó la atención.

Como he dicho no voy a ser exaustivo. A lo largo y ancho de Barbastro se pueden encontrar bares, librerías, escaparates de tiendas y otros establecimientos que albergan y exponen obras vinculadas al festival. También los "verotipos", grandes copias de fotografías sobre la mujer rural en los muros de la canalización del río Vero a su paso por Barbastro.

 Como mención especial, en uno de los cafés de la ciudad podemos encontrar una breve representación de una serie de depósitos de agua en poblaciones rurales de la presidenta de AFZ, Beatriz Orduña, que a algunos nos recordó los trabajos de la pareja formada por Bernd y Hilla Becher, aunque ella confesó que no eran una referencia suya.

Una jornada cansada, pero afortunada. Comentar simplemente que para hacer el reportaje fotográfico de la jornada me llevé la Panasonic Lumix G9 sobre la que monté el 95 % del tiempo el pequeño "pancake" G 14/2,5 ASPH de Panasonic. En un par de ocasiones sólo usé el Leica G Macro-Elmarit 90/2,8 ASPH para acercarme un poquito al objeto. Las fotos son directas de cámara, usando el perfil de color para fotografía en blanco y negro que introdujeron hace unas semanas en la actualización de firmware, L.Monochrome D, y que me gusta mucho. Nada de procesado del archivo RAW aquí; el JPEG acompañante tal cual sale.

Hoy domingo, AFZ ha continuado visitando exposiciones, con una visita guiada a "Capa en color", que ya pude visitar hace un par de años en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, pero siempre es un placer revisitar la obra de genial, y algo caradura, Robert Capa. Y aún volveré a verla alguna vez más mientras esté en el Caixaforum Zaragoza. La foto realizada con la pequeña Leica D-Lux.

Imitando a los antiguos - recomponiendo una imagen a partir de sus canales de color

El viernes de la semana pasada fue el último día aprovechable de nuestras vacaciones por el sudeste francés y el lago de Lemán en Suiza. El sábado fue simplemente el viaje de regreso. Y en ese viernes, de tiempo espléndido, nos paseamos al mediodía y para comer por la agradable ciudad de Vevey, a orillas del lago suizo. Antes de comer nos dividimos. A mi acompañante le apetecía relajarse tomando el sol en la orilla del lago, donde realmente se estaba muy bien.

Pero yo no valgo para sentarme al sol y no hacer nada. Mi forma de relajarme es hacer cosas. Cosas que no puedo hacer habitualmente. Y en Vevey hay un museo maravilloso para el aficionado a la fotografía; el Museo Suizo del Aparato Fotográfico. Es la segunda vez que lo visito.

Si la primera vez me centré en contemplar embobado las distintas cámaras, diciendo constantemente hasta provocar las carcajadas de los amigos que me acompañaban "¡Yo quiero una como esa!", en esta ocasión me centré más en los procesos, en las rarezas y en las innovaciones en el tiempo.

Quienes me conocen sabe que me gusta especialmente la fotografía en color. Frente a los defensores a ultranza del blanco y negro como modalidad artística y expresiva por excelencia en fotografía, yo sostengo que el color es su igual desde todos puntos de vista. Incluso más difícil de practicar con éxito, puesto que hay que añadir un componente más a la formación de la imagen. Así que me detuve especialmente en los primeros procesos fotográficos en color. Que parece mentira, pero se retrotraen al siglo XIX. En cualquier caso, me fascinan especialmente los autocromos, de los cuales, la tarde anterior había podido contemplar unos cuantos de Jacques-Henri Lartigue en el Museo del Elysée en Lausana.

Muchos de los procesos anteriores al autocromo, se basaban en la realización de tres placas fotográficas, cada una filtrada con uno de los colores primarios, el rojo, el verde y el azul. Luego estas se teñían y al recomponer la imagen se veía la escena en colores. Así, explicado en trazos groseros.

El caso es que los archivos de fotografía digital que utilizamos habitualmente también se pueden descomponer en tres canales de color para cada uno de los componentes primarios, que se puede transformar en imágenes monocromas.

Veamos un ejemplo.

Están tal cual los he extraído en el programa de procesado de imágenes Affinity Photo, que es el que uso yo como sustituto de Adobe Photoshop. Ofrece prácticamente las mismas funcionalidades y potencia, con un precio ridículamente inferior, sin suscripciones y para siempre.

La cuestión que me planteé fue si podía utilizar este concepto de forma creativa. Así que ayer me fui al parque con la pequeña Leica D-Lux y un trípode ligero. Y de determinadas escenas realicé tres fotografías separadas por unos segundos en el tiempo. A pesar del trípode, es fácil que por la acción del viento u otros elementos móviles, las escenas no sean exactas. Si recomponemos la escena utilizando el canal rojo de la primera fotografía, el canal verde de la segunda y el azul de la última, la fotografía puede tener sutiles cambios que pueden ser interesantes. Veamos el caso de la flor.

Como el tiempo estaba muy calmado, apenas se notan las diferencias. Algunos cambios hay de todas formas. El ligerísimo viento hace que hay ligeros halos de color en la flor y en algunas hojas. El efecto es modesto, pero es una primera prueba.

Un efecto mucho más marcado se produce si engañamos a la escena al recomponerla. Digamos que el canal rojo de la primera foto lo insertamos como el canal azul de la foto recompuesta, y el azul como el rojo. Entonces se produce una mezcla de colores totalmente distinta, con efectos de desviaciones de color notables.

Nuestra rosa ha dejado de ser roja, adoptando unos tonos púrpuras que no son desagradables. Esta es una nueva forma de intervención. Que también se puede usar con imágenes sencillas, utilizando la herramienta denominada "Mezclador de canales". Pero el efecto no será exactamente idéntico. Por supuesto, si modificamos el contraste y la luminosidad de los canales aún obtendremos más cambios.

Pero claro, hay un elemento clave en esta técnica; el movimiento. Si intencionalmente buscamos una escena con objetos en movimiento, otros efectos aparecerán. Así que me fui a las fuentes del paseo principal del Parque Grande de Zaragoza, donde además la luz oblicua del atardecer producía algún que otro arco iris.

¿Qué es lo que sucede si recomponemos la escena a partir de los canales de color de tres fotografías distintas? Pues que la multitud de gotas de agua, blancas en la escena anterior salvo las que producen la refracción de la luz blanca, se nos transforman en gotas de colores, al proceder cada una de una canal de color diferente. El resultado puede ser algo impredecible, aunque supongo que con la experiencia se podrá planificar y prever ese resultado. A cada uno la posibilidad de experimentar.

En los Alpes; un objetivo sencillo, y barato, unas condiciones difíciles, una herramienta de procesado digital

El sábado pasado volví de un viaje de 12 días por el sudeste francés y el lago de Lemán en Suiza. Una variedad de paisajes, urbanos y naturales, y de circunstancias de luz y meteorológicas. Y el compromiso de hacer mis fotos, pero no ser demasiado pesado para no aburrir a mi acompañante. Constricciones habituales en cualquier viajero o turista aficionado a la fotografía.

El equipo que me llevé, como llevo haciendo desde hace unos cuantos años, una cámara de objetivos intercambiables del sistema micro cuatro tercios. Adquirida esta primavera, la Panasonic Lumix G9, que cumple su segundo viaje conmigo, y que realmente va muy bien. Es un poquito más grande de lo que me gustaría, pero este inconveniente lo suple con muchas otras ventajas; doble ranura de tarjeta de memoria que garantiza la copia de seguridad inmediata, cuerpo totalmente protegido contra las inclemencias del tiempo, un buen enfoque automático y una excelente reactividad, un sistema de estabilización de la imagen muy notable (he llegado a conseguir nítida una exposición de cuatro segundos, aunque nunca arriesgo tanto),... En fin, sólida y eficaz, aunque no demasiado glamurosa.

Las ópticas, varias. Pero no para llevarlas todas encima. Sí que llevo siempre encima el Olympus 9 mm f/8 Body Cap. Un "juguete" óptico, poco más que una tapa para el cuerpo de la cámara con lentes y un diafragma elemental, que ofrece una visión gran angular. No pesa nada, no abulta nada, y algún rendimiento le saco. Calidad óptica baja, por eso. Luego, dos combinaciones. Si el tiempo es seco, o con poca probabilidad de lluvia, dos ópticas fijas luminosas; el Panasonic Leica DG Summilux 15/1,7 ASPH y el Olympus M.Zuiko Digital 45/1,8. Si el tiempo es lluvioso, o el ambiente hostil, por ejemplo una playa con viento y arena en sus pensión, el Olympus M.Zuiko Digital ED 12-40/2,8 Pro. Ambas soluciones me valen, aunque la primera es más ligera, y me siento más cómodo.

Eventualmente, puedo añadir el modesto telezoom Panasonic Lumix G Vario 35-100/4-5,6 Mega OIS. Este objetivo añade su estabilización integrada a la del cuerpo de la cámara. Me costó muy barato. Es muy ligero y compacto. Y contra todo pronóstico tiene una calidad de imagen bastante notable. Inferior a soluciones más nobles, con mayor apertura y mejor calidad de construcción, pero una nitidez sorprendente para un chisme que me costó menos de 200 euros en un outlet.

No soy persona que guste de fotografiar mucho con teleobjetivos. Tienen sus utilidades, pero para el modo en que fotografío en los viajes, más en modo reportaje que otra cosa, no les encuentro razón. Prefiero las focales angulares o normales, y como mucho un teleobjetivo corto. Pero cada vez constato más que, frente al dogma de paisaje=gran angular, los teleobjetivos son muy interesantes en este ámbito de la fotografía, especialmente entre las focales entre 100 y 200 mm o sus equivalentes según el formato de la superficie sensible (entre 50 y 100 mm para el micro cuatro tercios). Tanto para seleccionar detalles, como centrarse en las formas y las texturas de los sujetos de paisaje, como para tomar una serie de fotografías para construir la imagen uniéndolas, y consiguiendo una mayor resolución. La primera de las fotografías de este artículo está realizada a partir de cuatro imágenes individuales, permitiéndonos una visión de conjunto del macizo del Mont-Blanc visto desde Chamonix, susceptible de ser impreso a un tamaño de 100 x 50 cm sin mucho problema.

Por lo tanto, este pequeño Lumix telezoom, que no pesa nada y abulta muy poco, me ha acompañado mucho, aunque lo he utilizado en momentos muy concretos.

Pasamos en nuestras últimas vacaciones tres días en los Alpes, en Chamonix - Mont-Blanc, donde confiábamos en poder disfrutar de los paisajes de las grandes montañas europeas de más de 4 000 metros de altitud. El problema es que el tiempo ha estado revuelto. Con frecuencia ha habido cierto grado de bruma, en el ambiente, cuando no alguna cortina de agua de lluvia; o las montañas se han puesto su boina de nubes, impidiendo una visualización clara. A pesar de todo, con la ayuda del pequeño Lumix Vario, fui tomando una serie de imágenes, sin tener muy claro el aprovechamiento que podría sacarles después.

A la hora de procesar las imágenes, no me gustan los "revelados" digitales intempestivos, con fuerte intervenciones, que con frecuencia producen resultados irreales. Especialmente con el paisaje, donde muchos fotógrafos tienden a abusar de la saturación, de la claridad o de las técnicas de alto rango dinámica (HDR por sus siglas en inglés). Intento restituir un ambiente lo más natural posible. Pero en esta ocasión, eso supondría dejar fotografías con una expresividad casi nula. Así que me he tenido que plantear un tratamiento más intenso.

Una de las herramientas que hace un tiempo incluyó Adobe Lightroom es la "dehaze", o "neblina" en castellano. Su misión es corregir las pérdidas de contraste por la bruma, las neblinas o el polvo en suspensión de la atmósfera, que generan imágenes muy planas y con poco detalle. O lo contrario, generar un efecto de neblina sobre una imagen perfectamente contrastada. Es una herramienta que mezcla las acciones de "claridad" y "contraste". El caso es que sólo está en las versiones de Lightroom por suscripción, y en mi versión de programa autónomo que adquirí hace años no está, ni la han incluido en las actualizaciones.

No obstante, algunos manitas han generado algunos preajustes (o "presets") que simulan con bastante eficacia el efecto de esta herramienta. Con estos preajustes he afrontado el procesado de estos paisajes de alta montaña.

Uno de los principales peligros de estas herramientas es pasarse. Abusar de ellas. Utilizar intensidades excesivas. Eso genera imágenes artificiosas, muy poco naturales, y que a mí me resultan raras o feas. Saturaciones de colores extrañas, artefactos en forma de halos, modificaciones extrañas del color. Por eso, yo suelo recomendar usar niveles de aplicación por debajo de lo que uno se siente con ganas de aplicar, y luego utilizar otros controles como luminosidad, claridad, contraste o saturación, con mucha calma y parsimonia, para justar la imagen final. El caso es que los resultados son bastante prometedores.

Las imágenes que aquí os presento, tomadas con el pequeño Lumix Vario y procesadas con los presets "dehace", son bastante prometedoras. No son versiones definitivas. Como he dicho, la utilización de estas herramientas de procesado de imagen ha de hacerse con cuidado para evitar la introducción de artefactos, poco naturales, en las fotografías. Y en las que os presento, algunos hay. Habrá que ir trabajando un poco más. Pero el camino no es malo. Y lo que sí puedo asegurar es que el pequeño Lumix Vario es uno de los objetivos más "rentables" de mi equipo. Lo cual no quita para que si progreso adecuadamente, un día los sustituya por otro con un poco más de empaque. Pero ya veremos... que dijo un ciego a otro ciego.