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Nuevo teleobjetivo de focal variable para micro cuatro tercios

Nunca he sido aficionado al teleobjetivo. Para el estilo de fotografía que hago yo, que tiene más de documental que otra cosa, el teleobjetivo no proporciona habitualmente el entorno del sujeto necesario para comprender la situación. Y un uso excesivo del mismo me resulta monótono. No quiere decir que de vez en cuando no venga bien usarlo, pero en un porcentaje relativamente pequeño de las fotografías que constituyen una serie, un reportaje... o lo que sea.

Para mi equipo viajero, basado en cámaras micro cuatro tercios, generalmente me he conformado con teleobjetivos cortos, como el 45/1,8 de Olympus en viajes, o el 45/2,8 Macro de Panasonic Leica para naturaleza. En un momento dado, en una venta outlet, tuve ocasión de adquirir por un precio tirado un pequeño Panasonic Lumix G Vario 35-100/4-5,6 ASPH, con una calidad óptica sorprendentemente buena para su precio, aunque con una serie de desventajas en su construcción, en la rapidez del enfoque y en la apertura máxima. Con él me acostumbre a componer "panoramas" en fotografía de paisaje que me han funcionado muy bien. Y con el tiempo me ha llevado a entender que viene bien tener un teleobjetivo competente, no tan limitado en algunos momentos como este pequeño pero honesto objetivo. Que eso sí, tiene la ventaja de que puedes llevarlo en un bolsillo.

El sistema micro cuatro tercios ofrecía varias posibilidades tanto en focales fijas como variables. Me fijé en estas últimas. Tras comprender que las focales muy muy largas tienen un interés mucho más limitado para mí, por tentadoras que sean, las descarté. Probé el Lumix G Vario 100-300/4-5,6, que me pareció un objetivo muy honorable, pero con un interés limitado para mí. No necesitaba tanto, aunque... si pudiese ser. Vamos a ver las opciones:

La más económica, buscando bien en internet, es el Panasonic Lumix G Vario 35-100/2,8 Power OIS II. Buenas prestaciones ópticas, buena construcción, tamaño contenido para su luminosidad. Os recuerdo que sus focales son equivalentes a un 70-200 en formato de sensor o de fotograma de 24 x 36 mm. La única desventaja que le encuentro es que no admite multiplicadores de focal.

La opción de Olympus, Olympus M.Zuiko Digital ED 40-150mm f/2,8 PRO, tiene más alcance, tiene la posibilidad de usar multiplicadores de focal, pero es mucho más grande y apreciablemente más caro. Mucho menos portable, que el anterior.

La opción más lujosa de Panasonic, Panasonic Leica 50-200mm f/2,8-4 ASPH, es algo más grande que el primero, más compacto que el segundo, no tiene una apertura constante, lo que facilita su tamaño contenido, aunque no compacto. Admite multiplicadores de focal. La calidad de imagen se anuncia excelente. Pero me salía prácticamente por el triple que el primero.

El último de los tres me parecía el más interesante... pero decidí que no tenía ningún sentido gastar tanto. Así que me conformé con el primero, porque además conseguí una buena oferta, muy por debajo de su precio de catálogo.

Lo he estado probando en los últimos días antes de llevármelo a Japón durante dos semanas. Paseando por los alrededores de Zaragoza, y también con un poquito más de acción en la tradicional bajada festivo-reivindicativa por el Canal Imperial de Aragón a su paso por Zaragoza.

Los resultados no han sido ningún misterio; el objetivo, en su segunda versión, funciona bien. Es sólido de construcción, de un tamaño contenido, muy competente ópticamente desde su plena apertura, aunque con más viñeteo del que yo esperaba, y razonablemente rápido, sin alcanzar los niveles de otros mucho más caros. En general un excelente compromiso, que no da pereza echarlo en la mochila en cualquier caso. En los últimos tiempos he sufrido una reactivización en mi tendinitis en el antebrazo derecho, una epicondilitis de las tradicionalmente llamadas "codo de tenista", aunque hace seis años que no juego en serio al tenís, y tres años desde la última vez que fui con mi sobrino. Llevar peso en esa mano puede ser un suplicio conforme pasa el rato. Pero el peso de este objetivo es suficiente llevadero como para pasar una mañana fotografiando con la cámara en la mano.

Ahora sólo me queda salir de viaje próximamente e intentar sacarle el mayor partido posible.

Por último, revelado en blanco y negro, un panorama realizado con este objetivo, una vista clásica del Ebro desde la pasarela del azud, uno de los usos más interesantes a los que dedico este tipo de objetivos. Incluso si no son vistas tan amplias como esta. Pero la posibilidad de aumentar la resolución final de la fotografía montando varias vistas parciales me parece muy interesante en determinadas ocasiones, y viene bien que el objetivo usado sea de buena calidad óptica.

En los Alpes; un objetivo sencillo, y barato, unas condiciones difíciles, una herramienta de procesado digital

El sábado pasado volví de un viaje de 12 días por el sudeste francés y el lago de Lemán en Suiza. Una variedad de paisajes, urbanos y naturales, y de circunstancias de luz y meteorológicas. Y el compromiso de hacer mis fotos, pero no ser demasiado pesado para no aburrir a mi acompañante. Constricciones habituales en cualquier viajero o turista aficionado a la fotografía.

El equipo que me llevé, como llevo haciendo desde hace unos cuantos años, una cámara de objetivos intercambiables del sistema micro cuatro tercios. Adquirida esta primavera, la Panasonic Lumix G9, que cumple su segundo viaje conmigo, y que realmente va muy bien. Es un poquito más grande de lo que me gustaría, pero este inconveniente lo suple con muchas otras ventajas; doble ranura de tarjeta de memoria que garantiza la copia de seguridad inmediata, cuerpo totalmente protegido contra las inclemencias del tiempo, un buen enfoque automático y una excelente reactividad, un sistema de estabilización de la imagen muy notable (he llegado a conseguir nítida una exposición de cuatro segundos, aunque nunca arriesgo tanto),... En fin, sólida y eficaz, aunque no demasiado glamurosa.

Las ópticas, varias. Pero no para llevarlas todas encima. Sí que llevo siempre encima el Olympus 9 mm f/8 Body Cap. Un "juguete" óptico, poco más que una tapa para el cuerpo de la cámara con lentes y un diafragma elemental, que ofrece una visión gran angular. No pesa nada, no abulta nada, y algún rendimiento le saco. Calidad óptica baja, por eso. Luego, dos combinaciones. Si el tiempo es seco, o con poca probabilidad de lluvia, dos ópticas fijas luminosas; el Panasonic Leica DG Summilux 15/1,7 ASPH y el Olympus M.Zuiko Digital 45/1,8. Si el tiempo es lluvioso, o el ambiente hostil, por ejemplo una playa con viento y arena en sus pensión, el Olympus M.Zuiko Digital ED 12-40/2,8 Pro. Ambas soluciones me valen, aunque la primera es más ligera, y me siento más cómodo.

Eventualmente, puedo añadir el modesto telezoom Panasonic Lumix G Vario 35-100/4-5,6 Mega OIS. Este objetivo añade su estabilización integrada a la del cuerpo de la cámara. Me costó muy barato. Es muy ligero y compacto. Y contra todo pronóstico tiene una calidad de imagen bastante notable. Inferior a soluciones más nobles, con mayor apertura y mejor calidad de construcción, pero una nitidez sorprendente para un chisme que me costó menos de 200 euros en un outlet.

No soy persona que guste de fotografiar mucho con teleobjetivos. Tienen sus utilidades, pero para el modo en que fotografío en los viajes, más en modo reportaje que otra cosa, no les encuentro razón. Prefiero las focales angulares o normales, y como mucho un teleobjetivo corto. Pero cada vez constato más que, frente al dogma de paisaje=gran angular, los teleobjetivos son muy interesantes en este ámbito de la fotografía, especialmente entre las focales entre 100 y 200 mm o sus equivalentes según el formato de la superficie sensible (entre 50 y 100 mm para el micro cuatro tercios). Tanto para seleccionar detalles, como centrarse en las formas y las texturas de los sujetos de paisaje, como para tomar una serie de fotografías para construir la imagen uniéndolas, y consiguiendo una mayor resolución. La primera de las fotografías de este artículo está realizada a partir de cuatro imágenes individuales, permitiéndonos una visión de conjunto del macizo del Mont-Blanc visto desde Chamonix, susceptible de ser impreso a un tamaño de 100 x 50 cm sin mucho problema.

Por lo tanto, este pequeño Lumix telezoom, que no pesa nada y abulta muy poco, me ha acompañado mucho, aunque lo he utilizado en momentos muy concretos.

Pasamos en nuestras últimas vacaciones tres días en los Alpes, en Chamonix - Mont-Blanc, donde confiábamos en poder disfrutar de los paisajes de las grandes montañas europeas de más de 4 000 metros de altitud. El problema es que el tiempo ha estado revuelto. Con frecuencia ha habido cierto grado de bruma, en el ambiente, cuando no alguna cortina de agua de lluvia; o las montañas se han puesto su boina de nubes, impidiendo una visualización clara. A pesar de todo, con la ayuda del pequeño Lumix Vario, fui tomando una serie de imágenes, sin tener muy claro el aprovechamiento que podría sacarles después.

A la hora de procesar las imágenes, no me gustan los "revelados" digitales intempestivos, con fuerte intervenciones, que con frecuencia producen resultados irreales. Especialmente con el paisaje, donde muchos fotógrafos tienden a abusar de la saturación, de la claridad o de las técnicas de alto rango dinámica (HDR por sus siglas en inglés). Intento restituir un ambiente lo más natural posible. Pero en esta ocasión, eso supondría dejar fotografías con una expresividad casi nula. Así que me he tenido que plantear un tratamiento más intenso.

Una de las herramientas que hace un tiempo incluyó Adobe Lightroom es la "dehaze", o "neblina" en castellano. Su misión es corregir las pérdidas de contraste por la bruma, las neblinas o el polvo en suspensión de la atmósfera, que generan imágenes muy planas y con poco detalle. O lo contrario, generar un efecto de neblina sobre una imagen perfectamente contrastada. Es una herramienta que mezcla las acciones de "claridad" y "contraste". El caso es que sólo está en las versiones de Lightroom por suscripción, y en mi versión de programa autónomo que adquirí hace años no está, ni la han incluido en las actualizaciones.

No obstante, algunos manitas han generado algunos preajustes (o "presets") que simulan con bastante eficacia el efecto de esta herramienta. Con estos preajustes he afrontado el procesado de estos paisajes de alta montaña.

Uno de los principales peligros de estas herramientas es pasarse. Abusar de ellas. Utilizar intensidades excesivas. Eso genera imágenes artificiosas, muy poco naturales, y que a mí me resultan raras o feas. Saturaciones de colores extrañas, artefactos en forma de halos, modificaciones extrañas del color. Por eso, yo suelo recomendar usar niveles de aplicación por debajo de lo que uno se siente con ganas de aplicar, y luego utilizar otros controles como luminosidad, claridad, contraste o saturación, con mucha calma y parsimonia, para justar la imagen final. El caso es que los resultados son bastante prometedores.

Las imágenes que aquí os presento, tomadas con el pequeño Lumix Vario y procesadas con los presets "dehace", son bastante prometedoras. No son versiones definitivas. Como he dicho, la utilización de estas herramientas de procesado de imagen ha de hacerse con cuidado para evitar la introducción de artefactos, poco naturales, en las fotografías. Y en las que os presento, algunos hay. Habrá que ir trabajando un poco más. Pero el camino no es malo. Y lo que sí puedo asegurar es que el pequeño Lumix Vario es uno de los objetivos más "rentables" de mi equipo. Lo cual no quita para que si progreso adecuadamente, un día los sustituya por otro con un poco más de empaque. Pero ya veremos... que dijo un ciego a otro ciego.

Y de regalo... una Lumix GM5

A principio de la semana pasada me llegó un mensaje por correo electrónico. De una empresa de transporte que me anunciaba la llegada de un paquete a mi nombre para el miércoles o el jueves de esa misma semana. Decía quién era el remitente, pero no lo que incluí el paquete. Sólo un mensaje del remitente: "Hay más colores además del negro". O así. No venía en castellano.

Cuando llegó el paquete y lo abrí, apareció esto.

Se trata de un cámara fotográfica digital Panasonic Lumix GM5, de objetivos intercambiables para el sistema micro cuatro tercios. No es algo que necesitase, tengo demasiadas cámaras, pero me hizo mucha ilusión por distintos motivos. Obviamente, en parte al menos, el mensaje tenía que ver con el color de la cámara. Habitualmente, salvo mis cámaras clásicas, o simplemente antiguas, compro mis cámaras de cualquier color siempre que sea negro.

La cámara es pequeñita. Realmente pequeñita. Y viene con un objetivo de focal variable, un 12-32/3,5-5,6 estabilizado, cuya gama de focales equivale a un 24-64 mm si lo trasladamos al formato tradicional de 24 x 36 mm. He de reconocer que los fabricantes saben como dotar de aburrimiento a sus objetivos de kit, aunque por lo menos Panasonic ha conseguido un conjunto realmente compacto para el tamaño del captor de imagen. Eso sí, le puedo pone cualquier otro objetivo con montura micro cuatro tercios de los que tengo. Desde ese punto de vista, el regalo no iba mal encaminado. Veamos algunos ejemplos.

Con un objetivo 14 mm 1:2,5 se ve lo pequeñita que es si la comparamos con una reflex APS-C hecha para durar y llenar las manos del fotógrafo.
Aunque más grandote, va muy bien con el 15/1,7 de Panasonic diseñado por Leica. Aquí lo lleva montado, aunque la vista es trasera, para apreciar su clásica disposición de botonería según los parámetros de la marca.
Y realmente queda un poco extravagante con el 12-40 mm 1:2,8 de Olympus, uno de los objetivos orientados al profesional del sistema. Y que es mucho más grande que la propia cámara.

Las primeras fotografía que realicé con la pequeña GM5 fueron las del reportaje del taller de bodegones que publiqué el martes de esta semana. Las del reportaje; los bodegones los fotografíe con la Olympus OM-D E-M5. Pero los objetivos de ambas cámaras son intercambiables.

Cuando la compacta Leica D-Lux 5, que os presenté hace un tiempo ya, empezó a dar señales de senectud y a no funcionar bien y me planteé un reemplazo, una de las opciones que contemplé fue esta cámara. Aunque probablemente en negro. Lo cierto es que al final me decanté por otra compacta de objetivos no intercambiables, la Leica D-Lux (typ 109), de la que ya os he hablado y que he usado en todos mis viajes desde entonces, además de acompañarme en casi todos mis desplazamientos por la ciudad.

He de decir que la D-Lux está también fabricada por Panasonic. De hecho es un clon con modificaciones cosméticas de la Panasonic Lumix LX100. Y tiene componentes en común con esta GM5 que me llegó la semana pasada. Casi con toda seguridad, el sensor de 16 megapixeles que viene con la GM5 es el mismo que el de 12,8 megapixeles la D-Lux. La diferencia en el número de megapixeles efectivo está en el modo en que el cambio de formato del fotograma está previsto en la D-Lux para conservar la misma longitud en la diagonal de la imagen en todos los formatos salvo el 1:1. Y ese es un sensor de imagen que claramente funciona muy bien.

Toma realizada con el Panasonic Leica 15/1,7.

De hecho, las ventajas de la GM5 sobre la D-Lux son el mayor número de megapixeles aprovechables y que los objetivos son intercambiables. Las ventajas de la D-Lux sobre la GM5 son un visor electrónico más grande y claro, sin que sea mal el de la GM5, y que el objetivo de focal variable integrado tiene una gama de focales más amplia que el trasto que viene con la GM5 y es mucho más luminoso y de gama de focales algo más amplia (equivalente a un 24-75 mm 1:1,7-2,8). Realmente, normalmente no necesito más en un 90% de los casos.

Otra gran ventaja de la D-Lux es que el objetivo está permanentemente estabilizado. Y de forma muy eficaz. Sin embargo, el cuerpo de la GM5 no lo está, y la estabilización óptica depende del objetivo que le pongas.

Este objetivo 15/1,7, con su aro de diafragmas en el frontal del barrilete, es de los más agradables con ventaja para utilizar con la GM5.

A pesar de que el objetivo que viene con el kit de la GM5 no me llama la atención, lo cierto es que desde el domingo y durante esta semana lo he llevado puesto y lo cierto es que, salvo por el hecho de que sus aperturas son excesivamente modestas, la calidad de imagen no es mala. Aunque tiene otras carencias. Por ejemplo, es imposible corregir con el enfoque de forma manual. A cambio, está estabilizado ópticamente.

La GM5 se come bien las situaciones relativamente contrastadas de un mediodía dominical, el primero del otoño.

Hasta hace que Panasonic comenzó con esta serie GM, esta es su segunda declinación, cuerpos de cámara tan compactos sólo se veían en cámaras con sensores de imagen mucho más pequeños. Y más si eran de objetivos intercambiables. La calidad de imagen que ofrece es muy superior.

Evidentemente, la ergonomía de un aparato tan pequeño hace muchas concesiones, y seguramente hay muchos aparatos de mayor tamaño más cómodos de manejar. Pero su tamaño la hace extremadamente portable. Tanto como cuerpo de reserva para un sistema micro cuatro tercios más completo, como si es la cámara principal en algún paseo o en un viaje corto.

Otra escena de alto contraste que, con un poco de tratamiento en el procesado del archivo RAW, queda razonablemente bien expuesta.

Una vez analizados sus pros y contras y los compromisos que ha de soportar dado su pequeño tamaño, y que creo que he dejado aclarados, viene el principal inconveniente de la cámara, y que puede hace que no viaje mucho por el mundo y quede relegada a un uso urbano, en mis desplazamientos por la ciudad. Su batería tiene una capacidad  muy escasa. Apreciablemente más escasa que cualquier otra cámara que haya usado hasta el momento. Creo que para ir con ella por el mundo no basta con llevar la batería puesta y otra de reserva. Creo que necesitaría por si acaso una tercera batería, o bien ser muy riguroso y parco en la toma de fotografías, incluso en situaciones que invitan a hacer fotografías. Eso hace que de cara a un transporte, necesite también más de un cargador de batería, lo que hace que empiece a no compensar la reducción del tamaño de la cámara.

Por lo demás, de verdad que es una cámara muy disfrutable.

Bodegón improvisado durante una comida familiar.