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La focal estándar corta en formato medio - Fujifilm GS645S Wide 60 con Kodak Ektar 100

De forma más o menos racional, más o menos arbitraria, en fotografía se dividen las distancias focales de los objetivos fotográficos entre angulares, normales o estándares y teleobjetivos. El parámetro importante para incluir un objetivo en cada uno de estos grupos es el ángulo de visión. Los que tienen una visión más amplia, con una gran ángulo de visión se denominan angulares o grandes angulares. Los que tienen un ángulo de visión estrecho y sirven para magnificar los objetos distantes son los teleobjetivos. Y los que están en medio, los normales o estándares. También tienen una repercusión en su diseño, los objetivos normales o estándares han sido tradicionalmente más sencillos de fabricar. Por lo que uno podría pensar que tradicionalmente han sido considerados como "normales", porque eran los que se incorporaban a las cámaras con un compromiso calidad-coste adecuado.

Siempre ha habido un problema con el parámetro principal del objetivo. En lugar de darse en forma de ángulo de visión, por ejemplo, un objetivo de 40 º de visión en su dimensión horizontal... se da en forma de distancia focal, en mm o en cm. Para un fotograma de 24 x 36 mm, esos 40 º de visión en su diagonal de alrededor de 43 mm, es una distancia focal de 50 mm. Pero en formato medio puede rondar entre los 60 y los 105 mm, y en formatos más pequeños puede estar entre los 24 y los 32 mm, según el tamaño del negativo. Me refiero a los sistemas con objetivos intercambiables. Si añadimos cámaras compactas, teléfonos móviles y otros... todavía hay más variabilidad. Un lío. Por ello, con frecuencia se habla de focales equivalentes a la del formato de pelicula 35 mm o full frame en digital, ese negativo que popularizo Leitz Camara (Leica) a partir del diseño de Oskar Barnack, de 24 x 36 mm.

Cuando yo empecé en la fotografía me dijeron... "entre 40 y 60 mm, es normal; 35 mm o menor es un angular; 70 mm o mayor es un teleobjetivo". Por supuesto, como he dicho, en el formato de Oskar Barnack. En otros lugares, hay otras clasificaciones parecidas, por con límites que varían un tanto. Por ejemplo, en la clara y comprensible, siempre que leas en inglés, Cambridge in Colour, dan esta clasificación, con los usos asociados más frecuentes;

Menos de 21 mm: Super gran angular - Arquitectura.

Entre 21 y 35 mm: Gran angular - Paisaje.

Entre 35 y 70 mm: Normal - Fotografía documental y calle.

Entre 70 y 135 mm: Teleobjetivo medio - Retrato.

Entre 135 y más de 300 mm: Teleobjetivo - Deportes, aves y vida salvaje.

Ni qué decir tiene que cada cual utiliza sus objetivos con sus distancias focales como mejor le conviene. Pero son los usos que en esa página entienden como más frecuentes.

Para mí, durante años, en la práctica, el 50 mm y equivalentes en otros formatos era la focal estándar. El 35 mm es angular moderado. El 70 mm el teleobjetivo corto. Y a partir de ahí... lo que fuese. Hasta que compré mi pequeña Leica CL con su Summicron-C 40 mm f2. Me enamoré de este objeto, y de su distancia focal. Desde entonces, empecé a considerar que el 50 mm era un estándar con ínfulas de teleobjetivo. Y que la focal que realmente me acomodaba como estándar eran esos 40 mm. Y desde ese año 2000 hasta la fecha, durante 22 años, ha sido mi punto de partida. Por eso, mi focal más usada en micro cuatro tercios es el 20 mm asférico de Panasonic. Por eso, desde que Canon sacó al mercado el EF 40 mm f2,8 STM es el objetivo que más he usado en el formato completo digital. Por eso, me encuentro más cómodo en cámaras compactas con los 40 mm de la Leica Minilux o de la Olympus Trip 35, que con los 35 mm de la Minox 35 GT-E o de la Olympus mju-II. Aunque las diferencias no sean muy grandes, pero desde luego no despreciables. Por supuesto, es una preferencia personal.

Por ello también, desde que me la traje de Nueva York en 2013, una de las cámaras de formato medio con la que siempre me he sentido más cómodo es la Fujifilm GS645S Wide 60. Las fotografías realizadas con un rollo de Kodak Ektar 100 el día 29 de diciembre del año pasado en esta cámara ilustran esta entrada. Una combinación de cámara y película que me encanta. Y si la luz es adecuada, abundante, pero no extrema ni muy contrastada, es una paisajista estupenda. Especialmente, si el paisaje está en ese lugar que ni es la ciudad ni es eso que llamamos "el campo".

Hemos de advertir sin embargo que, si hacemos las cuentas, ese Fujinon 60 mm f4 fijo que lleva la cámara, en cuanto a las diagonales, para un fotograma de 56 x 42 mm se correspondería más bien con un 37 mm en el formato de Oskar Barnack. Pero la tendencia de la cámara a usarla en formato vertical y el hecho de que la relación de ese fotograma sea 4:3 en lugar de 3:2 hacen que para mí esté más cerca en su uso de los 40 mm que de los 35 mm. Y esta querencia por este equipo, al que sólo le faltaría una factura más consistente, menos plasticosa, menos endeble, hacen que en un momento dado me empezara a fijar y a seguir esa Fujifilm GFX 50R con el GF 50 mm f3,5, que en su visión se aproxima mucho mucho en digital a lo que hace la GS645S en película. Por eso, el día siguiente a la llegada de la GFX 50R salí a la calle con las dos cámaras. Las fotos de hoy son las de la cámara de película tradicional.

Sigma 56 mm f1,4 DC DN Contemporary para sistema Micro Cuatro Tercios

Hace tiempo, años, que este objetivo de Sigma me había entrado por el ojo. Sin embargo, en el listado de pros y contras, que pasaré a comentar, no había un hecho decisivo que inclinase la balanza de la decisión hacia el platillo de la compra. Al final ha sucedido. Y comentaré el porqué, al mismo tiempo que comento las características de esta óptica, que creo bastante interesante.

Siempre he considerado que mis mejores fotos, especialmente cuando viajo, han salido de ópticas fijas, no de objetivos de focal variable, los populares zoom, y que básicamente sólo necesito dos o tres de ellas para reflejar documentalmente y de forma adecuada cualquier proyecto viajero. Si voy con dos, un angular moderado, o incluso un estándar corto, 40 mm en el cuadro completo, 20 mm en el micro cuatro tercios, y un teleobjetivo corto son suficientes. Fue la dupla de objetivos que se presentó con la Leica CL de los años 70, el Summicron-C 40 mm f2 y el Elmar-C 90 mm f4, y que va muy bien. También coincide con los dos primeros objetivos fijos que Panasonic sacó al mercado cuando se sumó al sistema micro cuatro tercios, el Lumix G 20 mm f1,7 ASPH y el Leica DG Macro-Elmarit 45 mm f2,8 ASPH OIS. Luego ya, si da para un tercer objetivo, mejor un angular más amplio (24-28 mm en el formato de cuadro completo), aunque no extremo, y un estándar un poco más cerrado (50 mm en el formato de cuadro completo).

Las únicas fotos aprovechables realizadas con el 56 mm durante mi viaje a Andalucía.

Aunque los teleobjetivos cortos más frecuentes rondan los 85-90 mm en el formato de cuadro completo, 40-45 mm en el micro cuatro tercios, tengo experiencia dentro de Pentax en el uso de focales algo más larga. En las cámaras para película, he usado el SMC-A 100 mm f4 Macro, y en las digitales APS-C, el SMC-DA 70 mm f2,4 Limited. Este último me gusta mucho, y tiene una focal equivalente en el formato de cuadro completo de 105 mm. Y para los que gustan de una gran separación del sujeto principal respecto de los fondos, con el desenfoque de estos, os aseguro que la apertura máxima de f2,4 es más que suficiente. Si además lo acompañas de un lente de aproximación, ligera y de buena calidad, ya tienes además un objetivo adecuado para la fotografía de aproximación. Lo que le fallaba al trío de Pentax es que las focales de 21 mm (31,5 mm en equivalente con el marco completo) y 40 mm (60 mm en equivalente con el marco completo) eran un poco largas, especialmente el estándar, y poco luminosas.

El Sigma 56 mm f1,4 DC DN Contemporary encajaría en esa posibilidad de un teleobjetivo moderado, pero algo más largo, en el caso de la versión para micro cuatro tercios. Porque esta óptica es un diseño para cámaras APS-C, donde es el equivalente de un 85 mm en el marco completo, pero que también se vende con montura micro cuatro tercios, donde la equivalencia de ángulo de visión se sitúa en los 112 mm. Quizá un poquito más largo de lo conveniente, situándose en las estribaciones de los llamados teleobjetivos medios, más que cortos. Como consecuencia de su gran apertura máxima, que es un atractivo indudable de esta óptica, y de que es capaz de cubrir la superficie de un sensor APS-C, es más grandota de lo que es habitual en un objetivo micro cuatro tercios, no se equilibra bien, aunque es perfectamente utilizable, con una cámara ligera como la Panasonic Lumix G100, por hablar de las cámaras que uso actualmente, pero le va muy bien a la sólida y bien plantada Panasonic Lumix G9.

En el lado de la balanza contrario a la compra estaba un hecho muy subjetivo. A lo largo de mi historia fotográfica, tengo muy malas experiencias con objetivos Sigma. Mis primeros objetivos de focal variable, para Pentax K, eran malísimos. Ni siquiera ofrecía un exposición consistente a lo largo de su intervalo de focales. Y el objetivo más decente que he usado de la marca, un Sigma 28 mm f1,8 para montura Canon EF de los años 90, que es decente, no brillante, pero decente, no es compatible con las nuevas EOS desde la Canon EOS 10D, que salió al mercado en marzo de 2003. Así que ha quedado reservado a su uso con cámaras EOS para película tradicional. Lo uso poquísimo. Cierto es que en la última década, la marca japonesa, Sigma, ha adquirido un prestigio notable a la hora de fabricar objetivos de muy buena calidad óptica, calidad constructiva suficiente y precio ajustado. Pero las malas experiencias pesan.

El 56 mm de la gama Contemporary, forma un triada interesante con un 16 mm f1,4 y con un 30 mm f1,4, siempre y cuando se usen con una cámara APS-C. Forma la triada de angular, estándar y teleobjetivo corto que he comentado y que me gusta bastante, especialmente para moverse en el entorno urbano y con cierta discreción. Pero en micro cuatro tercios, el 16 mm y el 30 mm son demasiado largos. Especialmente este último. Les pasa un poco lo que comentaba con los objetivos Limited de Pentax, aunque con la ventaja de su mayor luminosidad. Para ser perfectos sólo les falta ser resistentes a las inclemencias del tiempo, salpicaduras y polvo especialmente, y estar estabilizados.

Finalmente, un objetivo que rondaba desde que lo sigo en el mercado entre los 425 y los 575 euros, según momentos, monturas y circunstancias del mercado, apareció en oferta recientemente por sólo 325 euros,... y eso hizo que la balanza finalmente se decantara del lado de la compra. Un objetivo pensado, en mi sistema, para ser usado con la Panasonic Lumix G9, en retratos, o como complemento a un angular moderado o estándar corto en fotografía urbana. Haría compañía al Leica DG Summilux 15 f1,7 ASPH y al Lumix G 25 mm f1,7 ASPH. Para la Lumix G100, una cámara más ligera, reservaría el Lumix G 14 mm f2,4 ASPH, el Lumix G 20 mm f1,7 y el Olympus M.Zuiko Digital 45 mm f1.8. Una combinación mucho más ligera, pero más limitada en algunas cuestiones. En fotografía de naturaleza, o cuando las condiciones atmosféricas son malas, la Lumix G9 con el Olympus M.Zuiko Digital 12-40 mm f2,8 y el Lumix G Vario 35-100 mm f/2,8 ASPH OIS II, son adecuadas por su mayor capacidad de ajuste del encuadre y por ser resistente a tormentas con lluvia, que no impiden que se pueda seguir usando.

Mi intención era probar extensivamente el 56 mm durante mi reciente viaje a Andalucía. Pero el hecho de que mi Lumix G9 siga sin estar arreglada de una avería que lleva desde hace meses, está en su tercera visita al taller, y que el tiempo fuera bastante lluvioso, hizo que lo usase muy poquito, en Jerez, y no mucho, reservando las focales más largas al resistente 35-100 mm. Como antes del viaje estaba más preocupado en saber si la G9 funcionaba o no, en ese momento parecía que sí, las fotos que hice esos días son tomadas sin ton ni son,... y muy sosas. Por eso, aprovecho las realizadas ayer en un paseo de mañana ventosa, en la que entre un ratito en el Museo Pablo Gargallo aprovechando que era primer domingo de mes y entrada libre y gratuita. Con la Lumix G100. Por si no lo había dicho todavía, la calidad óptica a simple vista me parece irreprochable.

Problemas con los adaptadores M42 a Pentax K - Pentax MX con Fomapan 100 Classic

Siempre he tenido problemas de nitidez cuando uso los adaptadores de objetivos con montura de rosca M42 con las cámaras Pentax de bayoneta K. Y sin embargo, cuando se desarrolló esta última se hizo de forma que fuese posible usar con el aro adaptador correspondiente las ópticas Pentax Takumar con montura M42 con las nuevas cámaras con montura K que la marca japonesa empezó a fabricar a principios de los años 70. No tengo un adaptador original de la marca. Tengo dos adaptadores modernos, uno lo compré, el otro me lo dieron por no usar. La cuestión es que, independientemente de si los objetivos que usara fuesen el Takumar SMC 35 mm f2 de Pentax o cualquiera de los objetivos rusos o alemanes orientales que tengo, en ocasiones, las fotos realizadas usando estos objetivos y estos adaptadores no quedaban nítidos.

A estas alturas, quienes hayan leído las entradas de este blog durante el verano sabrán que he venido usando varias de estas ópticas fabricadas tras el telón de acero durante la guerra fría, con una diversidad de cámaras. Nunca he tenido problemas de nitidez, dentro de la calidad esperable con estos objetivos, con las cámaras de montura M42 o con las Canon EOS usando el adaptador. Así que decidí, para finalizar el verano, usar alguna de ellas con la Pentax MX. Para no arriesgar mucho coste, usé el rollo de película más barato que encontré, un Fomapan 100 Classic, le puse el Meyer Optik Görlitz Trioplan 50 mm f2,9 convenientemente adaptado con los aros correspondientes, y me fui a hacer fotos.

No tuve necesidad de revelar el rollo. Simplemente mirando por el visor réflex de la Pentax MX, que es bastante bueno, uno era consciente de que el objetivo no enfocaba a infinito. Sin problemas con las distancias cortas, pero con las lejanas y los paisajes, no se veía nítido. Como funcionan a diafragma cerrado con el adaptador, sí que podía observar que el problema era más grave cuanto mayor fuese la apertura usada. Pero en general, difícil encontrar un visión nítida a distancias largas de enfoque. Sólo expuse esa mañana algo así como la mitad del rollo. Y paré. Para no desperdiciar tontamente película. Y además... daba la impresión de que aumentaban los problemas de reflejos parásitos, incluso fotografiando con el sol a la espalda.

Llegando a casa me puse a pensar, llegando a una conclusión. Si los objetivos con otras cámaras, y la cámara con otros objetivos, enfocan siempre sin problemas a infinito... ¿el problema estará en el adaptador? Veamos los dos adaptadores.

Como se puede comprobar, uno de ellos tiene el aro más ancho que el otro. Cuando se monta sobre el objetivo, genera un aumento de la distancia entre la montura del objetivo y el plano de la película. Luego no puede enfocar a infinito. Y en todos estos años,... no me había dado cuenta. ¡Seré burro! Porque además es el que tendía a usar, cuando los usaba, hasta que me harté y compré el adaptador para la montura Canon EF, porque es más sencillo de montar y desmontar. El otro tiene su intríngulis, y hay que usar una pieza para desmontarlo, que hay que llevar consigo si se quieren alternar los objetivos M42 y los propios de bayoneta K. Un incordio. Pero quizá ese adaptador es el que hacía que de vez en cuando los objetivos con rosca M42 sí que enfocasen correctamente. Así que decidí probarlo. Con el Takumar 35 mm.

De entrada, estaba claro. En el visor de la cámara, usando este adaptador, la imagen se veía perfectamente nítida a todas las distancias de enfoque. Cierto es que también podría ser porque estaba usando distinto objetivo. Pero hice la prueba con una Pentax digital, para no gastar película, y efectivamente, el adaptador era el culpable. Así que termine el rollo con el adaptador difícil de usar y el Takumar... y todas las fotos salieron perfectamente nítidas. Misterio resuelto.

Con respecto a la película, se expuso a su sensibilidad nominal ISO 100, y se reveló durante 6 minutos a 20 ºC en Kodak HC-110 dilución B (1+31) que es la recomendada por el fabricante de la película para revelado en tanque pequeño. Aunque en ocasiones he usado la más corta para revelado en tanque rotatorio sin problemas. Bueno... quedaron bien. Digitalizados como de costumbre con una Panasonic digital y el Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 OIS ASPH. De todos modos, creo que seguiré usando estos objetivos con las EOS... porque son más sencillos de usar los adaptadores, y por la comodidad del modo con prioridad al diafragma. Aunque en la práctica, al usarlos a diafragma cerrado con la Pentax MX es como si los usases con prioridad al diafragma.

Blanco y negro con el pequeño Industar-50-2 - Canon EOS 650 e Ilford HP5 Plus 400

Nuevamente uno de los últimos y diversos rollos que expuse durante la segunda mitad del mes de agosto pensando en la #CrappyCommieCameraParty de la que os he estado hablando durante todo el verano, en la que he participado utilizando mis cámaras y objetivos fabricados en los países del antiguo bloque prosoviético durante la guerra fría. Siempre he sido más "de ópticas" que "de cámaras". Siempre me han interesado más los objetivos que los cuerpos de cámara, especialmente durante la época de la película tradicional. Los vidrios que atraviesa la luz antes de llegar a la superficie sensible influyen mucho más en la calidad final de la imagen que la cámara. Esta es importante por otras cosas. Lo segundo que influye en esta calidad es la superficie sensible, es decir, la calidad o características de la película o la calidad o características del sensor digital.

La óptica que me interesó en esta ocasión fue el minúsculo objetivo soviético Industar-50-2 50 mm f3,5. Con una fórmula óptica de cuatro lentes en tres grupos, no deja de ser una copia más de los Tessar de Carl Zeiss. Creo que originalmente se fabricó para montura de rosca de 39 mm, compatible con la de las telemétricas Leica originales, antes de la serie M. De hecho, tengo un Industar 50 mm f3,5 para esta montura. Aunque necesitaría de un engrasado y limpieza para que su mecánica funcionara correctamente. Pero luego se fabricó también para cámaras réflex, Zenit, primero con montura de rosca 39 mm, pero con mayor distancia de brida [distancia entre el plano de la montura y el plano de la película] que los fabricados para las telemétricas, por lo que no son compatibles, por no enfocar a infinito en uno de los dos sistemas, y luego con la popular montura de rosca de 42 mm. Uno de estos es el que he usado en esta ocasión.

Poco después de hacerme con este diminuto objetivo, que compré en una feria de coleccionismo por cuatro perras con una Zenit E conmemorativa de los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, baratísimo todo aunque la cámara dejó de funcionar después de tres rollos, encontré una oferta en la que vendían seis filtros dedicados para este objetivo, con una rosca de filtro de 35,5 mm, son diminutos, que también son compatibles con el Meyer-Optik Görlitz Trioplan 50 mm f2,9. Entre ellos hay un par de lentes de aproximación, un filtro de densidad neutra que resta dos valores de exposición, un filtro naranja que todavía tengo que estudiar si es para corregir contraste o para usar película calibrada para luz de tungsteno a la luz del día (está marcado de una forma, pero tiene aspecto de la otra), y dos filtros amarillos de distinta intensidad, uno resta un valor de exposición a la luz que llega a la película, y el otro resta dos valores de exposición.

Como ya he comentado en más de una ocasión, estos objetivos con montura M42 son más agradables de usar con una Canon EOS con el adaptador de montura correspondiente, que con las cámaras originales para los que se construyeron. Me refiero a las cámaras de la Alemania oriental o de la Unión Soviética, que solían tener ergonomías "dudosas" y controles de calidad en su fabricación más dudosos todavía. Tampoco van mal con otras monturas, como con mi Pentax K, también con el adaptador correspondiente. Aunque las EOS son más cómodas; en modo automático de prioridad a la apertura consigues un gran agilidad, visión permanente en el visor de la profundidad de campo y buena precisión en la exposición. En esta ocasión he usado la Canon EOS 650, que es la más ligera de las Canon EOS que uso.

He usado el filtro amarillo x4, es decir, el que resta dos valores de exposición a la luz que llega a la película, el más denso, con el fin de mejorar el contraste sobre película en blanco y negro. En esta ocasión, el material sensible utilizado ha sido un rollo de Ilford HP5 Plus 400, creo que el último que me quedaba en el frigorífico en formato 135. Con la pérdida de dos valores de exposición por el filtro, en caso de usar un fotómetro externo hay que ajustarlo a un índice de exposición de 100 en lugar de a la sensibilidad nominal, ISO 400. Pero como he usado el fotómetro incorporado en la EOS 650, he dejado el ajuste automático a ISO 400 por la codificación DX del carrete, y medido la exposición con el filtro incorporado. No supone ningún problema.

Revelada la película en Kodak HC-110, dilución B, 5 minutos a 20 ºC, como de costumbre, he obtenido unos negativos bien expuestos y bastante contrastados, especialmente dadas las condiciones de luz del verano, aunque he evitado usarla en días de luz excesivamente intensa y contrastada. Digitalizada con la Panasonic Lumix G100 y el Leica DG Macro-Elmarit 45 mm f2,8 ASPH OIS, he obtenido unos archivos de 20 megapíxeles, un poco menos, por no ser los formatos del sensor y de la película homotéticos, a los que he ajustado el punto negro, el punto medio y el punto blanco sin problemas, con un grano más contenido que en otras ocasiones, me parece a mí. Por lo demás, las fotos han quedado correctas en una diversidad de situaciones. Cámara, película, revelador y equipo para digitalizar los negativos son totalmente fiables. El único elemento que podía condiciona el resultado ha sido el pequeño Industar, que con tal de que no lo apuntes hacia una fuente de luz muy intensa, a poco que cierres el diafragma un par de pasos o más, ya va bien, también.

¿Día mundial de la fotografía?... Pues bueno... Trioplan 50/2,9 y Kodak ProImage 100

Reconozco que cada vez paso menos tiempo en internet mirando cosas. La red de redes está llegando a una peligrosa saturación de información... inútil. Y consciente de la inutilidad de mucha de esa información, poco a poco voy dedicando menos tiempo a buscarla. Creo que finalmente internet será un mercado de servicios, y cada uno acudirá a los que realmente le interesen, ignorando por completo el resto. La utopía de foro público mundial de intercambio de ideas, propuestas, creaciones... se irá deshaciendo o desvaneciendo por la basura y el ruido de fondo que la infesta. Y quizá por eso, ha sido a toro pasado cuando he leído los recordatorios de que ayer 19 de agosto era el día mundial de la fotografía. Bien es cierto que me joroba un poco que en ese día se homenajee a Daguerre, que fue un aprovechado, en lugar de recordar a Niepce o Fox Talbot que fueron quienes realmente se curraron el invento.

Aunque sea con un día de retraso, ¿cuál es la mejor forma de celebrarlo? Pues con fotos claro. Que es de lo que se trata. De mantener viva la fotografía como arte y forma de expresión, más allá de la banalidad que impregna hoy en día la facilidad con la que se envían noticias intrascendentes gracias a la facilidad de uso de las cámaras de los móviles para hacer fotos espantosas, pero que hacen gracia a las abuelas y a los abuelos, porque en ellas salen los nietos y las nietas haciendo monerías. O cualquier otra banalidad similar de nuestra vida cotidiana que muchas veces no interesa realmente ni a aquellos a quienes les remitimos las imágenes, y que las vitorean con la esperanza de ser correspondidos con similares vítores cuando ellos publican o remiten en las redes sociales sus propias banalidades intrascendentes.

Luego estamos los que seguimos complicándonos la vida, mayormente incomprendidos por otros, que fingen sorprenderse o interesarse por lo que hacemos, utilizando equipos del año de la polka y siendo fieles a los procedimientos fotoquímicos a la película con emulsiones de haluros de plata, con o sin pigmentos cromogénicos incorporados. Es decir, en color o en blanco y negro. Y a eso voy, porque poco antes de coger vacaciones me dio tiempo a comprobar que tal le sentaba a un objetivo tan simplón y elemental como el Meyer-Optik Görlitz Trioplan 50/2,9 una película negativa en color actual como la Kodak ProImage 100.

Lo del Trioplan es algo curioso. Es un objetivo que se fabricó en los años 50 en la Alemania oriental, para equipos económicos de gama baja. Con una fórmula óptica básica, un triplete de tres elementos en tres grupos, ni siquiera tenía las mejoras de las fórmulas más consolidadas como las Tessar, que convertía uno de estos elementos en un doblete cementado, que aumentaba considerablemente la corrección de ciertas aberraciones y mejoraba así la nitidez de la óptica. Y sin embargo, en estos momentos se cotiza de segunda mano a precios muy superiores a los de otras ópticas mucho mejores. Incluso ciertos caraduras replicaron recientemente el objetivo a unos precios absolutamente demenciales. Pero lo de vender tajo bajo a precio de solomillo es algo que se empieza a ver con cierta frecuencia, como un anuncio reciente de Cosina, que va a comercializar bajo la marca Voigtländer un objetivo con una fórmula anticuada y calidad discutible (le llaman carácter) a un precio en torno a los 800... dólares o euros... no sé muy bien.

En cualquier caso, mi copia del Trioplan fue adquirida antes de que el mercado se volviera loco y me costó una tercera parte de lo que cuestan en la actualidad. Pero siempre lo había usado con película en blanco y negro. Diafragmando mostraba una nitidez razonable en el centro de la imagen, pero en las esquinas hay una pérdida apreciable de nitidez, aunque si la composición es resultona puede pasar desapercibida por el espectador de la fotografía. La película en color es más exigente, puesto que se ponen en juego las aberraciones asociadas a los distintos comportamientos de las distintas longitudes de onda de la luz, que pasan más desapercibidos en la fotografía en blanco y negro.

Por ello, decidí confrontar el Trioplan con un rollo de Kodak ProImage 100, que cada vez me convence más como película todo uso en días soleados. Con colores bien definidos y saturados, pero sin pasarse, y un rendimiento tirando a cálido, pero agradable en su conjunto, y un precio más ajustado que la Kodak Ektar 100, es una película interesante. Aunque ya he dicho en alguna ocasión que una Kodak Portra 160 o una Kodak Portra 400 a un índice de exposición de 200, ofrecen mayor nitidez, colores más naturales, mucho menos saturados que la Ektar,... aunque también a un precio elevado en estos momentos.

La combinación de Trioplan y ProImage 100 la use una mañana de verano con algunas nubes en el cielo, lo que matizaba y suavizaba la habitualmente excesivamente contrastada luz de estos meses veraniegos. Aunque la usé en escenas muy diversas, el mayor número de fotografías corresponden a la mezcla de estilos arquitectónicos que se pueden observar en el Arrabal y otros barrios de la margen izquierda del Ebro en Zaragoza, donde se mezclan los modernos edificios de viviendas, funcionales, con los edificios industriales de hace un siglo. Con una nueva urbanización en algunas zonas en las que han ido apareciendo espacios más abiertos y jardines. El caso es que el rendimiento de la película fue muy bueno, se confirma que es una película muy adecuada para cuando hay luz abundante, y las fotos quedan razonables a pesar de las debilidades del objetivo, a condición de que usemos aperturas de f/8 o f/11. Las más abiertas, f/2,9 y f/4, muestran sus debilidades. Feliz día de la fotografía.