La fotografía como afición y otras artes visuales

CARLOSCARRETER.ES

Home / Essays / olympus

Aprendiendo a iluminar - Probando con distintos sistemas

Tradicionalmente me he considerado aficionado a fotografiar con luz ambiente. Con la luz natural en exteriores, o con la luz artificial disponible en interiores o en las ciudades de noche. Era mi preferencia, decía. Aunque desde hace unos años me venía picando la curiosidad las cosas que hacen algunos fotógrafos con uno o dos flashes. Para acabar de enredarla, hace un par de meses leí una afirmación de estas que te pican: "Aquellos que alaban la naturaleza de la luz ambiente frente a la luz de los flashes, y se niegan a usarlos, es que no saben utilizarlos". Algo de eso hay. Aparte del puntito de vagancia a la hora de acarrear un trasto (o varios) más en la bolsa.

Después ha venido otra inquietud. La de iniciarme con interés en la naturaleza muerta o bodegón. Y darte cuenta que no puedes depender siempre de tener una ventana estratégicamente situada. Que a veces hay que complementar con otra fuente de luz, o directamente crear tú la iluminación que te interesa. Nos decía Alfred Stieglitz que la principal fuente de aprendizaje del fotógrafo es observar. Y de la observación se deduce fácilmente que muchos de las más interesantes o bellas naturalezas muertas fotográficas resultan de un control muy cuidadoso de la luz.

Ya comenté hace unas semanas que estaba probando un flash para Olympus que definitivamente voy a adquirir, el FL-600R. Tiene un tamaño relativamente compacto, que tiene la ventaja de que no da tanta pereza acarrearlo, y el inconveniente de que no puede ser tan potente como los buques insignias de otras marcas. Admite una multiplicidad de modos: TTL (medición through the lens, a través del objetivo), A(utomático), M(anual), A SL(ave, esclavo), M SL y RC (remote control, control remoto). Todo tipo de formas de compensar la exposición, y se puede controlar cómodamente desde la cámara compatible en modo RC; incluso si se maneja en exposición manual, en mi caso la Olympus OM-D E-M5. Lo cual te evita toquitear en los botones y en la pantalla trasera del aparato, que no está mal, pero es mejorable. Cabezal totalmente orientable, y una luz LED continua que en un momento dado puede venir bien como luz de modelado. Permite mediante un modo estroboscópico sincronizar a todas las velocidades de obturación, a costa de perder potencia. Pero viene bien para usar como flash de relleno, ya que se puede usar con los objetivos con el diafragma bastante abierto. Para poderlo usar como esclavo sin cables, hay que disponer del pequeño flash que viene como accesorio con la cámara y que hay que instalar en la zapata de accesorios.

Tengo también un flash para Canon EOS, un Speedlite 420EX. Algo más potente que el anterior, no mucho, y también más grande, pero con un grave inconveniente. Sólo se puede usar en modo TTL, montado sobre la cámara o como esclavo, eso sí. También tiene modo estroboscópico para sincronizar a todas las velocidades de obturación, y también se puede controlar desde la cámara aunque no con todas las posibilidades que admiten los modelos más modernos. Para usarlo como esclavo sin cables, ya que la EOS 5D Mk II no tiene flash incorporado, hay que tener un flash compatible instalado sobre la zapata de accesorios. En mi caso, el pequeño Speedlite 90EX que me vendieron de segunda mano hace unos meses.

En ambos sistemas, se puede configurar para que el pequeño flash accesorio dispare el principal, pero sin que su luz intervenga en la exposición de la escena. Así que son dos sistemas muy similares, aunque el de Olympus es muchísimo más versátil por la variedad de modos de la que dispone.

De los tiempos de la cámara Pentax, tengo un flash Metz, un poquito menos potente que los anteriores, y que sólo admite los modos M y A. Ya veremos si con el tiempo lo puedo integrar en el ajo o no. Tengo una célula accesoria para que pueda ser disparado a distancia, por el destello de otro flash. Pero es mucho más simple que los anteriores.

Recientemente he adquirido un kit para iluminación que consta de un trípode para el flash, con un cabezal que permite poner el flash y un paraguas difusor o reflector, y un paraguas blanco difusor. También un conjunto de reflectores de luz 5 en 1 (blanco, translúcido, dorado, negro y plateado). Según la página de Strobist (también en español), muy respetada por quienes se inician en estos menesteres, este es el equipo mínimo para iniciarse. También se me ha recomendado que en lugar de paraguas utilice una ventana difusora, y por la mínima experiencia de este fin de semana empiezo a entender algunos porqués, pero el coste del kit con el paraguas incluido frente a los elementos comprados por separado, sin paraguas era un euro más caro. Aparte el coste de la ventana. Iremos aprendiendo con esto y luego ya iremos ampliando.

Puestos ya con todo este material, y con un juego de baterías AA de Ni-Mh cargadas, este fin de semana me he puesto a familiarizarme con el material. Nada de crear "arte" todavía. Eso no es posible si no estás perfectamente cómodo con la técnica. Es difícil tener la cabeza en dos sitios a la vez, se diga lo que se diga. Empecé el sábado con el material Canon. Como el Cosina AF 100/3,5 MC Macro intentó suicidarse y sufrió ciertos daños, decidí usar el Canon EF 70-210/3,5-4,5 USM junto con el juego de tubos de extensión de Kenko, en caso de que necesitase una distancia de enfoque más favorable. Como en los diafragmas a usar, entre f/8 y f/16, este objetivo va bastante bien, no necesitaba nada más sofisticado. Veamos la instalación.

En las recomendaciones semanales de ayer, ya se podían ver algunos ejemplos de las fotos realizadas. Todas ellas a base de bodegones muy sencillos con frutas frescas, de lo que tenía en la nevera. De paso que hacía fotos, merendaba.

Lo cierto es que no me costó casi nada familiarizarme con el funcionamiento del sistema, y el sistema E-TTL de Canon disparado a distancia funcionó de forma muy consistente. Como no tengo flashímetro, hice un par de tomas de prueba, determiné la corrección que tenía que introducir en el flash, y a funcionar. Como veremos en la siguiente prueba, el uso del reflector dorado, dotaba a las imágenes de un tono algo más cálido, que me resultaba agradable. Aunque en las frutas resultaba más natural.

Ya el domingo por la tarde, decidí a poner en serio a leerme el manual de instrucciones del FL-600R de Olympus. Porque por muy intuitivo que me pareciera el aparato en las semanas anteriores, había algunas cosas que no me estaban quedando bien. Tras comprobar todas las posibilidades, acabé probando el aparato en modo TTL y en modo manual. La instalación, más sencilla que el día anterior. El modelo otra de mis cámaras antiguas. De fondo, el partido de rugby del Seis Naciones entre Irlanda e Inglaterra, en el que la Pérfida Albión mordió el polvo.

Nuevamente, ambos modos mostraron su consistencia. Teniendo en cuenta que el fondo, y la mayor parte del fotograma, está dominada por el gris neutro de una carta Kodak, al medir la intensidad del tono y su descomposición en los tres colores primarios en Lightroom, pude medir la consistencia de la exposición.

Decir que en la parte central de la fotografía, si los valores medios teóricos tenían que ser R (rojo) 50% G (verde) 50% B (azul) 50%, lo obtenido fue aproximadamente R 46,9% G 46,4% B 46,0%. O sea casi en la diana. La exposición casi perfecta, aunque probablemente la fotografía se beneficiaría de una corrección de +1, para luego resituar los valores en Lightroom. Es decir, se podía "derechear" el histograma. Había margen para ello. Aunque no la muestro aquí, con el flash en manual, con un diafragma f/16 e ISO 200, la óptima para la OM-D E-M5, con 1/16 de potencia obtuve esa exposición que luego me podría dar el mejor resultado tras revelar el archivo RAW.

Terminé jugando con un pequeño pero eficaz difusor Walimex que compré para usar de forma portátil, sujetándolo en este caso con la mano desde el lateral, y reflejándolo contra el reflector. También con buen resultado.

En fin. Como ya he dicho, un par de tardes para familiarizarme con el material, para que poco a poco sea más instintivo su uso. Con el tiempo, espero que vengan los resultados.

Olympus mju-II, una todoterreno con un objetivo excelente

Una estupenda cámara compacta que me da problemas.

Hacia mediados de los años 90 del siglo XX Olympus sacó al mercado una cámara compacta que acabó siendo una de las más apreciadas por los conocedores de la época. Se trataba de la Olympus mju-II. Con un tamaño muy ajustado, difícil de hacer más pequeña, esta cámara para película perforada de 35 mm llevaba un excelente objetivo, un 35/2,8, que la hacía ideal para reportaje. Además gozaba de protección contra el polvo y las salpicaduras. No era sumergible, pero te la podías llevar a la playa, o llevarla en el interior del anorak cuando subías a esquiar, sin miedo a que dejase de funcionar. Yo por aquel entonces llevaba como compacta una Minox 35 ML, pero aunque muy divertida de usar y eficaz, era mucho más delicada de manejo. Así que me hice con una mju-II, y las alternaba según las circunstancias de la jornada.

La cámara era poco más grande que un paquete de tabaco, tenía un pequeño flash, y la podías llevar sin problemas en un bolsillo del pantalón.

Este era uno de los grandes atributos que atraía a los fotógrafos más exigentes. Un objetivo de focal fija de 35 mm, muy luminoso para una compacta de película perforada de 35 mm. Ese f/2,8 era extraordinario en este tipo de cámaras, y así de compactas. Y era muy nítido, aunque la programación de la exposición favorecía las aberturas más abiertas, que tenían la menor definición en las esquinas.

Además del botón para hacer la foto estos son los únicos mandos de la cámara. Un botón para seleccionar el modo de flash y otro para el temporizador/mando a distancia. Un problema es que no guardaba la configuración, y al apagar la cámara (cerrando la cobertura deslizante del frontal) y volviéndola a encender, volvía a la configuración de base. Y otra cosa positiva. La exposición por defecto era multizonal en todo el fotograma. Pero pulsando simultáneamente ambos botones, podías escoger la exposición puntual en el centro. Esto permitía afinar mucho la exposición, y yo usaba diapositivas sin problemas.

La selección de la sensibilidad de la película era por código DX, aunque sólo tenía 4 contactos. Por lo tanto sólo admitía valores enteros (100, 200, 400, 800,…) y no los intermedios. No suponía especial problema con las películas habituales de la época.

En el pasado viaje a Nueva York, como ya conté, me la llevé con película Ilford FP4+ de 125 ISO. La usé sin ningún problema. Sin embargo, para las fiestas del Pilar de Zaragoza, le puse un carrete de Portra 400, y aquí empezó a dar guerra.

Como se ve, da la impresión que en el lateral derecho del fotograma se ha interpuesto una banda de algún material translúcido.

He revisado toda la cámara y no he podido hallar el problema. Necesita una limpieza del polvo acumulado con los años, pero no he localizado nada más.

Recientemente me la he llevado a un viaje en el día a Barcelona, el mismo problema ha aparecido en algunos fotogramas. De todos modos, el carrete de este viaje, un Ilford Delta 400, está muy dañado ya que en el momento de cargar el carrete de el tambor de revelado, hubo un accidente, y se veló en parte. Os dejo algunos ejemplos de ese carrete.

Este fotograma de la Estación de Francia de Barcelona muestra un cierto velado en la parte inferior del mismo, y la banda lateral problemática a su derecha.

En esta fotografía tomada en el camino entre el Museo Picasso y el mercado de Santa Caterina la banda problemática no aparece, está hecha con posterioridad a la anterior, peor aparece un cierto grado de velado en ambos laterales.

En la calle del Bisbe, todos los problemas se suman: el velado en los laterales y la misteriosa franja en esta ocasión en la parte de abajo al ser la fotografía vertical.

En la primera versión de este artículo, que hasta aquí he replicado fielmente, terminaba diciendo que era una pena todos estos problemas, porque por lo demás es una cámara discreta y estupenda para reportaje. En esta segunda versión acabaré de un modo más optimista. Un poco después de escribir el artículo en Medium, me di cuenta que el problema de base se debía a una entrada indeseada de luz en la cámara oscura por la ventanilla de lectura del tipo de película en la tapa de la cámara. La espumilla que garantizaba la estanqueidad a la luz está algo deteriorada y por eso se producía esa franja velada en ese extremo del fotograma. La solución puede ser de dos tipos. Cambiar la espumilla y, la más sencilla, tapar la ventanilla con cinta aislante negra opaca. Así lo hice, lo de la cinta aislante, y la cámara funciona sin ningún problema.

Probando el flash externo OLYMPUS FL-600R - Al aire libre

Una semana casi sin salir de casa por culpa de la gripe y sus complicaciones. Y yo con el flash para la Olympus a medio probar. No es que no haya trasteado por casa... pero quería salir al aire libre. Al final, este viernes, aprovechando que por la tarde hacía una temperatura muy templada en Zaragoza, he salido a pasear por el Parque Grande, con la cámara, un par de objetivos y el flash.

La idea era utilizar el flash para dar alguna nota de luz que mejorase la que ofrecía una tarde un poco demasiado gris y sin contrastes para la fotografía. Pero no me he sentido ni muy hábil, ni muy inspirado. Además de cansado, después de buena parte de la semana en reposo... ¡Qué paradoja! ¿No es así?

Bueno os dejo algunas fotografías con un poco de color... Pero tengo que entrenarme más y despejar mi cabeza,...

El 21mm en ciudad y blanco y negro - Siguiendo con la prueba del Olympus OM Zuiko 21/3,5 Auto-W con la Canon EOS 5D Mk. II

No son pocos los fotógrafos de reportaje documental o callejero que juran por sus grandes angulares cuando se trata de salir al mundo con su cámara fotográfica.

Por lo tanto, tras la prueba del 21/3,5 de Olympus paisajeando en el soto de Cantalobos, al día siguiente, un domingo de suave luz otoñal y no poco viento, lo saqué a pasear por la ciudad. Cierto es que por circunstancias ajenas a los objetivos de estos artículos, con poco convencimiento fotográfico. Pero bueno. Algo se hizo.

Un 21mm es un objetivo que a menos de dos metros de distancia encaja en el fotograma sin problemas una figura humana adulta al completo, así que te la juegas a distancias cortas.
Evidentemente, con 81º de ángulo de toma en horizontal y 59ᴼ en vertical, hay margen suficiente para los paisajes urbanos más ajustados.
Si bien es cierto que en los grandes angulares hay riesgo de aberraciones cromáticas, especialmente en las esquinas y cuando los contrastes son intensos y bruscos, el blanco y negro elimina estos problemas, y se convierte en una opción perfectamente razonable para usar estos objetivos en ambiente urbano y callejero.
La combinación de objetivo de calidad más que razonable y cámara con un sensor de buen tamaño hace que el fotógrafo pueda afrontar las escenas con contrastes importantes, conservando el detalle en todo el fotograma.

Por lo tanto, considero aceptable el rendimiento obtenido, aunque no sea perfecto. No nos podemos olvidar que estamos emparejando un objetivo lanzado al mercado en 1973, aunque todavía no he localizado la fecha exacta de fabricación de mi ejemplar, con una cámara lanzada al mercado en 2008. Pero además estamos ante un objetivo que no nos pesa casi nada en la bolsa y que no nos dará pereza llevar con nosotros, combinándolo por ejemplo con un objetivo estándar. El EF 40/2,8 STM si queremos ir ligeros, o el EF 50/1,4 USM si queremos tener la opción de fotografiar con poca luz o con una reducida profundidad de campo. Cualquiera de estos dos objetivos es más voluminoso que el 21/3,5 de Olympus. Incluso el 40 mm, que es considerado un “pancake”.

Por otro lado, la diferencia de ángulo de vista entre el 21 mm y el 40 mm es suficientemente amplia, y no como cuando se combina esta óptica estándar con un 28 mm. Una diferencia mucho menor que parecía no justificar llevar los dos objetivos. Más marcada si se combina con el 50 mm.

A partir de ahora, raro será que cuando salga a fotografiar con la Canon EOS, este 21 mm no me acompañe en todo momento gracias a su tamaño compacto, y para cualquier situación fotográfica.

Un 21mm de hace 40 años para una EOS digital de hace 4 años - Usando el Olympus OM G.Zuiko 21/3,5 Auto-W con la Canon EOS 5D Mk. II

Como ya he comentado en algún artículo previo, últimamente me ha entrado el gusanillo por utilizar un gran angular potente de vez en cuando. En estos momentos, como óptica estándar suelo usar un 40 mm (o equivalente según el formato), y los 28 mm (o equivalentes) que tengo me resultan demasiado próximos. Hay diferencia clara entre lo que ve uno y otro, pero no lo suficiente para que marque una diferencia notable en la forma en que tengo que pensarme la foto.

Una vez probado el Tokina ATX Pro 12-24/4, con resultados pasables, pero siendo incómodo por su tamaño para luego poder utilizar sólo una parte reducida de su gama de focales, me decidí a buscar un gran angular fijo, no zoom, compacto y que pudiese ofrecer una calidad optica de buen nivel, aunque sin pedir maravillas. Y después de darle vueltas a la cosa, consideré la posibilidad de coger alguna óptica de enfoque manual de tiempo, con prestigio, aunque hubiese que tirar de adaptador y perder algunas funciones. Consideré dos. El Leica R Super-Angulon 21/4, una óptica concebida en realidad por Schneider-Kreuznach para las réflex de la prestigiosa marca alemana, y el que hoy nos ocupa, por el que me decanté.

Concebido por Olympus para sus reflex OM en los años 70 del siglo XX, su diseño tiene alrededor de 40 años, pero hay cierto acuerdo en que es una óptica de buen nivel. Gracias a su modesta apertura máxima, f/3,5, es un objetivo muy compacto y ligero, y no desentona en exceso con el macizo cuerpo de la EOS 5D Mk. II. Aunque se ve chiquito.

Una de las utilizaciones típicas de los grandes angulares es en paisaje, y me he ido a probarlo al soto de Cantalobos, en la ribera del río Ebro, aguas abajo en las afueras de Zaragoza.

El camino que sale junto al azud del Ebro en Zaragoza en dirección a la Alfranca de Pastriz es por donde me dirigiré al soto para ir probando el objetivo con la luz de las últimas horas de la tarde.

El objetivo se monta en la cámara mediante un adaptador entre la montura OM original del objetivo y la EF de la Canon EOS. El que he adquirido yo es el que vende Leitax, que está pensado para atornillarlo de forma estable sobre la montura del objetivo, de forma que mejora la estabilidad y el acople sobre lo que ofrecen otras monturas provisionales. Como estas monturas pierden toda la información que electrónicamente se transmite entre los objetivos dedicados de la marca, la he cogido con el chip Dendalion incluido, con el fin de obtener al menos la confirmación del enfoque. Con un objetivo de este tipo, esto sólo tiene importancia cuando usas su máxima apertura, f/3,5, o cuando usas una distancia de enfoque muy corta. La mínima de este objetivo es de sólo 20 cm.

Uno de los usos más interesantes que he encontrado cuando probaba el objetivo es en fotografía de aproximación. Con sólo 20 cm de distancia de enfoque mínima, se pueden combinar detalles muy cuidados, con el ambiente general que procura la focal angular, y con el desenfoque, estupendo, debido a la ampliación conseguida en los objetos.

Cuando utilizamos el objetivo a diafragmas medios, el chip no es importante. Pensemos que enfocando la distancia hiperfocal a f/8 es de 186 cms. Enfocando a 2 metros con esta apertura tendremos profundidad de campo entre casi 1 metro e infinito. Y a f/16 prácticamente tenemos profundidad de campo desde 60 cms a infinito. Así que el hecho de perder el enfoque automático no tiene prácticamente ninguna importancia. Usando la escala de profundidad de campo del objetivo, y enfocando por zonas, en realidad la rapidez de operación es superior a la de un objetivo de enfoque automático, que suelen carecer de estas ayudas.

A f/8 y preenfocando a la hiperfocal, uno puede ir tomando escenas del entorno a gran velocidad. Uno ajusta la prioridad de diafragma, y la cámara escoge la velocidad adecuada. En un momento dado lo único que hay que hacer es decidir si conviene algo de sobre o subexposición según la escena.

uesto que el enfoque no es un problema, salvo en horas nocturnas el visor de la EOS 5D Mk. II es suficiente para encuadrar aun con el diafragma cerrado a su posición de disparo. Se oscurece algo claro está, pero no ha resultado ningún problema el encuadrar con precisión.

También he usado la pantalla LCD para enfocar cuando he fotografiado a corta distancia del motivo principal y con el diafragma totalmente abierto. Y la verdad es que ha funcionado sin ningún problema. Aunque en este caso es mejor usar el modo manual (M) que la prioridad a la apertura (Av). Por algún motivo, no he apreciado correctamente las correcciones de exposición en este modo.

Fotografía tomada casi a ras de suelo, enfocando y encuadrando con la pantalla LCD de la cámara en lugar del visor réflex de la misma. La excelente rueda de enfoque, el largo recorrido que tiene, superior a las de las ópticas de enfoque automático, y su tacto, hace que este sistema sea más agradable de usar que con los objetivos de la marca.

Una de las torturas que siempre hay que hacerle a un objetivo cuando se prueba o se empieza a usar es comprobar cómo tolera los contraluces o la inclusión de luces potentes en el encuadre. Para no llevarse sorpresas desagradables al ir a realizar un fotografía importante. Quizá este aspecto ha sido donde el objetivo a mostrado indicios de su ya provecta edad. El sol del atardecer ha causado alguna que otra luz parásita en algunas imágenes, aunque no pérdidas de contraste enormes. He de decir que no dispongo en estos momentos de un parasol adecuado para este objetivo. En varias ocasiones he evitado estos artefactos ópticos simplemente haciendo sombra con la mano sobre el objetivo.

Esta fotografía presentaba algunas luces parásitas de forma hexagonal (número de palas del diafragma), que he podido elemininar fácilmente en Adobe Lightroom.
Aquí, con el sol de frente en el encuadre, y diafragmando a f/16, no hay una pérdida excesiva de contraste, pero se ven las luces parásitas, e incluso una amplia circunferencia luminosa en la parte inferior del fotograma.
En esta toma a diafragma totalmente abierto, f/3,5, aparecían luces parásitas originadas por la luz lateral. Simplemente haciendo sombra con la mano, resuelto el problema. Tengo que hacerme con un parasol adecuado.

En cuanto a la definición y el detalle, en el centro de la imagen sin problema en todas las aberturas de diafragma, y las esquinas con más problemas como es tradicional en los grandes angulares para cámaras digitales de sensor grande. Pero con menor pérdida de definición a los diafragmas medios que con el Tokina que comenté hace poco. Lo que unido a la poca pereza que da transportar un objetivo tan pequeño, hace que me parece que he acertado con la compra. Evidentemente, no tiene la calidad que objetivos que cuestan más de 1000 o 1200 euros,… pero es que me ha costado una quinta parte o menos de lo que cuestan esas maravillas. Coste del adaptador aparte.

Con el diafragma a plena abertura, puesto que hay menos profundidad de campo, la falta de nitidez en las esquinas en realidad tiene menos importancia.

En fin, que tengo la posibilidad de explorar un terreno fotográfico que tenía bastante abandonado. Cuande se dé el caso ya os contaré como va en otras situaciones distintas de la tranquila fotografía de paisaje.

Con poca luz ya, me he ido retirando hacia Zaragoza de nuevo, despidiendome del río Ebro a su paso por el soto de Cantalobos.