En los últimos meses he hecho bastantes menos rollos de película negativa en blanco y negro de lo que era habitual. Siempre me ha atraído más la fotografía en color que la monocromática escala de grises. No faltan los que aseguran que el blanco y negro es la esencia de la fotografía, despojada de elementos superficiales. Es cierto que durante un tiempo se vio al blanco y negro como la fotografía “seria”, mientras que el color quedaba en el marco de la fotografía familiar y de aficionado básico, o bien en la publicidad y el producto, eventualmente, si así convenía, la moda. Pero tardo en integrarse en la fotografía documental y en la fotografía considerada como una de las bellas artes.
Últimamente me estoy volviendo “malpensado” y se me ha ocurrido que la fotografía en blanco y negro es “más fácil”. Muchos fotógrafos digitales usan el blanco y negro cuando las condiciones de luz son malas. Luz aburrida, colores apagados, contraste bajo… solución,… conversión monocromática, se ponen un poco burros con los deslizadores de contraste, claridad y similares en el “laitrum” o lo que usen, fuerzan las cosas y ya parece algo que no parecía originalmente. Si a la hora de hacer una buen fotografía, a la composición, texturas, contraste y calidad de la iluminación en general, sumas la integración del cromatismo… aumenta la complejidad. Pero aunque me guste mucho la buena fotografía en blanco y negro, reconozco que me gusta el plus de buena complejidad que dan los colores.
En el mes de noviembre hice un par de rollos en blanco y negro. Ya aviso que, con los cables del cerebro muy dedicados al color en los últimos meses, salvo los rollos hechos en los viajes,… no estuve muy inspirado. Pero no hay que abandonar el “entrenamiento” de la visión monocromática tampoco. El primero de ellos fue un rollo de Foma Ortho 400 en formato 120. Se lo puse a la Hasselblad 500CM calzada con el Carl Zeiss Distagon 50 mm f4 T* C. Pero para que me cundiese algo más, usé el respaldo A16s; “s” de Super Slide. Es decir, en lugar de los típicos 12 negativos de 56 x 56 mm (aproximadamente 6 x 6 cm), ofrece 16 negativos de 4 x 4 cm. Cuatro fotos más, a costa de una menor superficie y aprovechamiento del rollo de película.
Medí la luz con el fotómetro de mano Gossen Digisix, con el que me llevo muy bien, y hago buenas estimaciones de la exposición. Foma sigue sin dar fórmula de revelado con los dos reveladores de los que dispongo y utilizo habitualmente, el Kodak HC-110 y el SPUR Acurol-N. Por ello, tras darle vueltas al asunto, acabé revelándolo al mismo tiempo que un Lomography Potsdam Kino 100 en Acurol-N 1+100 en revelado desatendido, durante una hora, a 20 ºC. Lo digitalicé con la Olympus OM-D E-M5 Mark III y el Panasonic Leica Macro-Elmarit 45 mm f2.8 ASPH OIS, en modo alta resolución para unos archivos finales de unos 60 megapíxeles. El aspecto general de los negativos fue correcto, con buen contraste, marcado, pero respetando el contenido de las luces y las sombras, y buena gradación tonal general.
Los resultados finales no son nada del otro mundo. En parte por las anodinas condiciones de luz, en parte porque tenía mi cabeza en otra parte y me concentré poco en las fotos. A la Foma Ortho 400 no le veo la gracia. Es cierto que no está mal usar películas ortocromáticas, con escasa o nula sensibilidad al naranja y al rojo, que proporcionan una mejor de contraste en determinados casos, y un aspecto de las fotos más intemporal. Pero suelo preferir las soluciones de menor sensibilidad y grano y nitidez más finos. La Ilford Ortho Plus me parece preferible. La Rollei Ortho 25 no está mal, pero no me compensa la escasa sensibilidad de la película, para el beneficio que se obtiene en términos de grano y nitidez cuando usamos película en formato medio. Con película de 35 mm tiene algo más de sentido para mí. Pero bueno, estaba el rollo por casa, me apetecía hacer algo de blanco y negro… y ya está.