Hace unos meses hubo un nacimiento en la familia. Una niña que ahora va para seis meses, Daniella, y que nació en Estocolmo, cuando por Estocolmo entendemos el área metropolitana de la capital sueca. No entraremos ahora en más detalles del municipio exacto porque a efectos prácticos tiene poca importancia. Mi hermana con mi sobrino empezaron a hacer planes para ir a conocerla… pero yo me lo tomé con calma. No hice especiales planes, había otros planteamientos viajeros encima de la mesa… en fin, todo se andaría. Pero en mayo nos invitaron al bautizo de la niña, que iba a ser el 12 de agosto. Justo en la época en que yo he cogido unos pocos días de fiesta desde hace muchos años, para pequeñas escapadas de cuatro o cinco días. Si podía encajarlo con mis obligaciones laborales, por diversos motivos que ahora no vienen al caso, había que ir.
Cuando comprobé que podía hacer el viaje sin problemas, seis días, cinco noches, saliendo el 10 de agosto y regresando si falta el 15 de agosto, me planteé como iba a ser fotográficamente hablando. Y en aquel momento, a principio de junio, me lo planteé de forma muy lúdica. Previamente había visitado en dos ocasiones Estocolmo, tengo bastantes fotos digitales de la ciudad, algunas muy majas, la luz en el norte de Europa es más agradecida que en el Mediterráneo. Y lo cierto es que en ese momento me planteé un equipo hasta cierto punto similar al de Semana Santa en Basilea. Una cámara con película negativa en color, probablemente la Leica M6 en lugar de una de medio formato para ir más ligero, la Minox 35 GT-E con la tradicional Ilford XP2 Super en blanco y negro, y una cámara ligera digital, probablemente la compacta Sony ZV1. Y a divertirse los ratos que diese para pasear. Con la ZV1, fotos familiares y para compartir en redes sociales, la Leica y la Minox para los aspectos más creativos. Y así empecé a organizarme.
Pero he aquí que unos días antes del viaje, me pidieron que hiciese un reportaje del bautizo. Nada que exigiese un nivel profesional, pero sí algo digno que permitiese tener un recuerdo de cierta calidad del día a la familia. Y con eso en perspectiva cambié de parecer. Con intención de no aumentar el volumen del equipaje, deseche la Leica M6 y la película en color, e incluí la Canon EOS RP con un objetivo polivalente de calidad como el EF 24-105 mm f4L IS USM, con el adaptador EF-RF, claro, y un par de focales fijas, el RF 50 mm f1.8 STM y el recientemente adquirido RF 16 mm f2.8 STM. Mantuve en el equipo la Minox 35 GT-E con algunos rollos de Ilford XP2 Super. Las fotos que ilustran esta entrada están realizadas con este último equipo.
No voy a hablar de lo que hice con la Canon EOS RP, ni me voy a extender sobre el reportaje social del día del bautizo. Digamos simplemente que la cosa fue bien. Opté por ese equipo en lugar del micro cuatro tercios por dos motivos. La Olympus OM-D EM-5 Mark III recibió un golpe en San Francisco, en Sausalito más bien, y funciona, pero conviene mandarla a reparar. Además, el flash que tengo para las Canon es más potente y competente. Si queréis ver algo hecho con esa cámara, id a la entrada correspondiente de mi Cuaderno de Ruta, o visitad mi página viajera en Instagram, como aquí o aquí.
En cuanto a lo que es la fotografía con película para negativos en blanco y negro, poco hay que decir que no haya contado en los viajes que he realizado en los últimos años. La combinación de la Minox 35 GT-E con la Ilford XP2 Super es un valor seguro. Un cámara que puedo llevar cómodamente en un bolsillo del pantalón, siempre dispuesta a hacer una fotografía cuando convenga de forma ágil. Sin pérdida de tiempo.
Con un índice de exposición entre 200 y 320, con el diafragma preajustado siempre a f8 o f11 según las condiciones de luz dominantes, con el enfoque ajustado a la hiperfocal, eventualmente enfocando por zonas estimando la distancia del sujeto principal, la cámara es muy eficaz. Y muy eficiente. Todo el mundo piensa que cuesta más tiempo hacer una fotografía con película fotográfica tradicional. Con esta cámara, si tienes clara la foto,… la mayor parte de las veces cuesta menos que con una cámara digital. Y sé que algunos no me creerán. Pero es así. En cualquier caso, lo único que lamento es que, por todo el entorno de actividad familiar y de acontecimientos sociales, he hecho muchas menos fotografías de las que pensaba. Pero las que he hecho… pues bien, oye.