La inmensa mayoría de las entradas de este blog están dedicadas a la fotografía con película fotográfica tradicional. La fotografía digital es útil, conveniente, efectiva y eficiente a largo plazo. Pero hablar de sus chismes es aburrido. Y más allá de la satisfacción que sientes cuando consigues una buena fotografía, o cuando la usas en un entorno interesante como en un viaje u otro tipo de actividades atrayentes… es relativamente “aburrida”. Por ello, en lo cotidiano, me gusta la película fotográfica, que tiene otros alicientes aunque no sea tan útil, conveniente, efectiva o eficiente a largo plazo, esto último debido a lo caro que está el material sensible. Pero hoy voy con una óptica que sólo podré usar en fotografía digital.
Os presento mi nuevo Canon RF 16 mm f2.8 STM.
Con un ángulo de visión de 98 º en horizontal y 108 º en diagonal, está dentro de la categoría de los súper grandes angulares. Una categoría cada vez más populares por los avances en el diseño y fabricación de objetivos fotográficos, aunque es difícil de usar, por las dificultades al componer y por las distorsiones derivadas de proyectar un mundo tridimensional y “esférico” en un plano de 24 x 36 mm. Pero todo tiene su momento y su lugar, y hay una diversidad de situaciones en las que una óptica de este tipo viene bien. Yo uso de vez en cuando en mis viajes un Laowa 7.5 mm f2 para micro cuatro tercios y tengo algunas fotos interesantes. Es un óptica ligeramente más amplia que la que estamos hablando aquí, pero muy similar. El caso es que este 16 mm para montura Canon RF sorprendió cuando salió al mercado por su asequible precio, algo más de 300 euros, y por su tamaño relativamente compacto.
En ese momento, yo ya disponía de la pequeña Canon EOS RP, una cámara que compré simplemente por aprovechar mis diversas ópticas Canon EF, perfectamente compatibles con la cámara usando el adaptador que entonces venía de serie en las EOS R. Ahora ya no; ahora hay que comprarlo aparte con las nuevas cámara de esta serie. El único RF que tenía es el 50 mm f1.8. Demasiado útil y conveniente, con un precio suficiente asequible como para no tenerlo. Y el tiempo ha demostrado que fue una buena idea comprarlo. Pero lo del 16 mm no lo tenía tan claro. Su aspecto externo es idéntico al 50 mm, salvo por la inscripción “Canon 16” en lugar de “Canon 50” en su barrilete. El parasol, que no viene de serie, en esto Canon sigue siendo muy cutre, también los diferencia, por que el uno es redondo y el otro de pétalos, para evitar el viñeteo mecánico en las esquinas. Yo los he comprado de terceras marcas que cuestan la tercera parte y son muy similares. Y también comparte alguna de las limitaciones. Ya iremos a eso.
Mis principales reparos al 16 mm era su potencial calidad óptica. Claramente es una óptica más pensada al aficionado al vídeo que a la fotografía. Especialmente el creador de contenidos que se graba a sí mismo y necesita un angular aireado para componer una imagen interesante. En ese caso, las ópticas admiten compromisos. Con más que probables defectos ópticos que son corregidos mediante software o el firmware de la cámara y el objetivo, su calidad es suficiente para el vídeo. Pero para los 24 o más megapíxeles de una fotografía, teniendo en cuenta los estiramientos que sufre la imagen bruta para eliminar los viñeteos ópticos, las enormes distorsiones en barrilete y determinadas aberraciones, ¿aguantará la calidad de imagen para hacer un paisaje, una astronómica o una fotografía de arquitectura? Son áreas de interés propias de este tipo de focales. Mis impresiones eran contradictorias… y de momento no me interesó.
Sin embargo, hace unas semanas, ese desinterés se esfumó. Efectivamente, la calidad en bordes y esquinas no es la misma que en ópticas más prestigiosas, pero con diafragmas a f8 o f11, suficiente para un buen paisaje o un buen interior. Quizá los astrofotógrafos le pongan más pegas. Evidentemente, todo indicaba que no es peor que el Laowa 7,5 mm, que hace tiempo que acepté como válido para mis viajes. En reportaje, en viaje, podía ser perfectamente válido. Y encima estaba disponible a un precio sólo ligeramente superior a 200 euros, oferta que ya ha desaparecido. Con esas condiciones, consideré que es un sinsentido no disponer de esta óptica, que además es muy ligera y no da pereza llevarla a cuestas. Así que la adquirí.
Las primeras rondas de fotografía que he realizado me dicen que he acertado. Me ha sorprendido especialmente el buen comportamiento de esta óptica cuando apuntas al sol, y este está incluido en el encuadre. Una tortura a la que siempre someto los objetivos. El principal inconveniente viene de un problema que también presenta el 50 mm. No tiene conmutador para enfoque manual, por lo que este hay que ajustarlo buceando en los menús de la cámara. Sólo hay un conmutador que permite ajustar el aro del objetivo entre enfoque u otras funciones. Por ser barato carece del doble aro, para enfoque o para otras funciones. Cierto es que hasta ahora no lo he echado en falta el conmutador para enfoque manual. Con el aro para enfoque, es fácil corregir el enfoque y dejarse guiar por el resaltado de enfoque en el visor. Parece que en los nuevos objetivos económicos de Canon esto se corregirá. Ya se viene un “panqueque” de 28 mm que incluye el conmutador para enfoque manual.
En fin… que creo que he acertado. Aunque no sea un objetivo de usar todos los días, sí lo es para llevarlo en el macuto sin que pese, y usarlo cuando convenga.