Tras la resaca fotográfica del viaje a San Francisco que ha ocupado estas páginas en estas últimas semanas, volvemos al normal discurrir de mi actividad fotográfica. Ante alguna cuestión que me ha llegado en las últimas semanas, he de decir que no, no todas mis fotos están representadas aquí. Algunas fotografías, tanto en digital como en rollo, realizadas con grupos de personas, amigos en general, no aparecen por aquí, por la preferencia de muchos de ellos por no figurar en las redes sociales o el mundo en línea. Por ello, aquí aparecen mis pruebas, la toma de conocimiento con el material fotográfico que me permite ser más eficaz en otros proyectos más “serios”, y mis viajes. Porque sinceramente, usar la Minox 35 GT-E con la Ilford XP2 Super no se puede considerar ya pruebas… es algo consolidado.
En el mes de abril, tras volver de las vacaciones de Pascua, desempolvé la Hasselblad 500CM. La he usado poco en los últimos tiempos. La comodidad y eficacia, por un lado, de la Fujifilm GS645S Wide 60, así como la expectación sobre la Plaubel Makina 67 reparada a principios de marzo, hicieron que el sistema Hasselblad permaneciera apartado durante un tiempo. Pero en abril decidí que era preciso actualizar mi práctica en una serie de frentes. Y creo que la cosa ha funcionado. Algunas de las impresiones cogidas con estas fotografías de aproximación a las rosas y tulipanes del Parque Grande de Zaragoza, ya las he trasladado a unos retratos que realicé hace unos días con éxito.
En lo que se refiere al material sensible, opté, contra toda lógica aparente en una mañana soleada y luminosa por la película Lomography Color Negative 800. Pero voy a comentar porqué la elección no fue del todo ilógica. Por un lado, durante el invierno ya comprobé, y he comentado, que a esta película no le sienta nada mal la sobreexposición de un paso. Porque este rollo en formato medio lo expuse a un índice de exposición 400 en lugar de a su sensibilidad nominal, ISO 800. Por otro lado, cuando haces fotografía de aproximación con una cámara pesada y a pulso, el extra de sensibilidad te permite disfrutar de velocidades de obturación más rápidas que he evitan la trepidación y aumentan la nitidez de la imagen. Y su procedencia más que probable de los “establos” de Kodak, probablemente una Kodak Ultramax 800 que ahora no se comercializa como tal, pero se ve en las compactas de un solo uso de Kodak, Fujifilm y otras marcas, ha demostrado que no carece de calidad.
En el ámbito de la óptica, opté por una combinación del Carl Zeiss Distagon 50 mm f4 C T*, plateado, con un tubo de extensión de 21 mm. Las especificaciones del objetivo hablan de una distancia mínima de enfoque de 50 cm. En realidad, en el barril de objetivo, la distancia de enfoque más corta grabada es 0,5 metros, pero el barril sigue girando por debajo de esta distancia de enfoque, por lo que es probable que la distancia mínima de enfoque real sea de 45 cm, como nos comenta Ken Rockwell. Haciendo las cuentas correspondientes con la calculadora de Cambridge in Colour, la magnificación que conseguimos con el tubo de extensión de 21 mm es superior a 1:2, en el entorno de 1:1,75. Que no está nada mal. Con el gran tamaño del formato medio, comparado con el 35 mm, no lo parece. Pero es bastante notable.
Los resultados los podéis intuir en las fotografías que muestro. Colores brillantes, pero con la saturación justa, tirando algo a la baja, probablemente por la sobreexposición. Grano de la película que está ahí, pero que no molesta cuando procede de un negativo de la superficie del 6 x 6, unos 56 x 56 mm reales. El ángulo de visión generoso que proporciona el 50 mm, que algunos comparan a un 28 mm en 35 mm, pero que no es del todo así, por no ser homólogos los formatos, 1:1 frente a 3:2. La experiencia con retratos es distinta. Usando el 80 mm o el 150 mm en lugar del 50 mm, con el tubo de extensión para conseguir primeros planos más exagerado, el ángulo de vista es distinto, pero otras propiedades de la imagen se mantienen. Para bien del retrato. Así que la considera una opción muy válida.