Hace un tiempo me hice, siempre por precios tirados, mucho más baratos de lo que se puede encontrar hoy, dos o tres años más tarde, con algunas cámaras réflex y algunos objetivos de la antigua República Democrática Alemana (RDA) y Unión Soviética (URSS), con montura siempre de 42 mm. Las cámaras me daban un poco igual, pero algunos objetivos tenían su interés. Y no hay que olvidarse, que durante décadas, y probablemente ahora también, casi no hay objetivos con un diseño racional tipo Tessar o tipo Planar, Biotar les llamaban a estos en la RDA, con el que no se pueda obtener una imagen decente a aperturas entre f/5,6 y f/11. Las grandes aperturas son otro cantar.
Como digo, tenía más interés en los objetivos que en las cámaras. En una feria de coleccionismo en Zaragoza, me hice por 20 euros con una Zenit E, conmemorativa de los Juegos Olímpicos de 1980, con un Industar-50-2 50/3,5 muy simpático y minúsculo. Este objetivo tiene una fórmula óptica similar a los Tessar, 4 lentes en 3 grupos, y como todos los de este tipo son poco luminosos, blanditos en las esquinas y en los laterales, y nítidos en el centro. Conforme diafragmas, son utilizables en todo el campo. Pero la Zenit E tenía un nivel de construcción pésima y no duró más que un carrete. El objetivo lo he usado después con alguna Practika, o con algunas Pentax o Canon con adaptadores.
También conseguí por un precio muy razonable, antes que determinadas operaciones comerciales los elevara irracionalmente de precio, un Meyer-Optik Görlitz Trioplan 50/2,9, un triplete acromático muy sencillito y pequeño, que también conviene usar diafragmado, porque con aperturas grandes la periferia del campo pierde mucho.
Revolviendo hace unos días por eBay, encontré una oferta interesante para una Zenit 3M. Una cámara cuya funcionalidad es básicamente como la Zenit E, muy elemental, sin ningún tipo de fotómetro integrado, pero realizada íntegramente en metal, con un estado de conservación buenísima, con inscripción conmemorativa del 50º aniversario de la Revolución de Octubre de 2017, que como NO todo el mundo sabe fue en noviembre de ese año, sin objetivo, por 19,90 euros más 5,75 euros de gastos de envío. La cámara está realmente impecable, el nivel de calidad de los aparatos soviéticos mejora cuanto más antiguos son, y pensé que combinada con el Trioplan sería un chisme simpático para pasear de vez en cuando y dar que hablar a la gente.
Claro,... la compré así de alegremente porque di por hecho que la montura de la cámara era la de rosca de 42 mm, la M42 tradicional de toda la vida, y que iba a convenir para todos mis cristales de más allá del Telón de acero, así como para algún Asahi Pentax que tengo por la estantería. Pues no... metí la pata. Las primeras Zenit soviéticas no tenían montura M42 sino M39, con paso de rosca de 39 mm similar a las Leica de rosca. Y con una distancia de brida, distancia entre el plano de la montura y el de la película, de 45,2 mm. Las cámaras con montura M42 tenían una distancia de brida de 45,5 mm. Por lo tanto, los objetivos M39 se podían poner en la M42 con una arandela adaptadora, manteniendo el enfoque a infinito, pero al contrario, imposible enfocar a ninguna distancia.
Podréis observar que en la cámara hay montado un Canon 50/1,8 de montura L39, la de las Leica de rosca. Esta montura es físicamente igual, pero la distancia de brida de las Leica y Canon telemétricas es de 28,8 mm. Por lo tanto, al montarlo sobre la Zenit 3M no permite el enfoque a infinito, aunque así a cortas distancias. Es como si al Canon 50/1,8 le hubieses puesto un tubo de extensión de 16,4 mm. Eso quiere decir que enfocado a infinito, el objetivo enfoca como máximo a 27 cm de distancia, con una magnificación de 1:3. Al enfoque mínimo de 90 cm, el objetivo enfoca a 25 cm, con una magnificación de 1:2,5. Es decir, que solo es utilizable para fotografía de aproximación, casi en el terreno del macro.
Como podréis advertir, la cámara no es muy grande, aunque se siente sólida y un consistente en las manos. Tiene el curioso anagrama de celebración del aniversario de la revolución, muy estilizado, en el que podemos ver, además de las cifras 1917-1967, la torre del Kremlin con su estrella roja, un acorazado Potemkin con sus tres chimeneas, y un cohete lanzado al espacio. El modelo Zenit 3M (Зенит 3м) se comenzó a fabricar en 1962... aunque con unas soluciones tecnológicamente periclitadas. De acuerdo a las dos primeras cifras del número de serie de este ejemplar, se fabricó, como era de suponer en 1967. Otra curiosidad para los amantes de la cosa comunista... cuando abatieron a Ernesto "Che" Guevara, entre sus pertenencias se encontró una Zenit 3M.
Por lo demás, los ajustes de rigor. El diafragma en el objetivo. No se cierra automáticamente al disparar. Así que conforme los cerremos a la apertura de trabajo, el visor se oscurece. Ya se sabe, primero enfocar, luego cerrar el diafragma. La velocidad de obturación en una rueda de selección en la parte superior. Velocidades de 1/30 a 1/500 más posición B. Velocidad de sincronización del flash a 1/30. No lleva zócalo para el mismo. La rueda de velocidades gira libremente entre ellas levantándola ligeramente. Pero se recomienda no hacer el recorrido directo entre 1/500 y la posición B. Siempre he pensado que la Zenit E se me arruinó por hacer eso. Tiene un escala de sensibilidades de la película en unidades GHOST, similares a las ASA, luego ISO, aunque con valores peculiares. Por ejemplo, 65 y 130 GHOST en lugar de 64 y 125 ASA. Pero da igual porque sólo está para recordar la película que llevas; no hay fotómetro.
Un engorro... al disparar la foto, el espejo se queda levantado, y no vuelve a su posición hasta que avanzas la película y rearmas el obturador. Con lo cual, no se ve nada. Como en las Hasselblad.
A pesar de las circunstancias, decidí probarla. Usé un Ilford XP2 Super 400 de 24 exposiciones que tenía en la nevera. Me dan rabia estos carretes, porque cuando los llevas a revelar y escanear según el proceso C41 te cobran lo mismo que si fuesen de 36 exposiciones. Así que, como llegó a mí por un errar, lo tenía ahí guardado. Decidí usarlo, pero revelarlo convencionalmente con HC-110 en dilución B (1+31) durante 5,5 minutos a 20 ºC.
Al rebobinarlo se rompió cerca del principio de la película. Probablemente, fue mi culpa por soltar el botón de desembragado del mecanismo de avance, que no permanece fijo y hay que mantener permanentemente pulsado mientras se rebobina.
Por supuesto, tuve que buscar motivo en el ámbito de la fotografía de aproximación, a poco más de 25 cm de distancia del plano de la película.
La experiencia es anecdótica. Pero me apetecía probarla. Con un objetivo adecuado cumplirá su misión. Salir a pasear, preferente en grupo, y dando que hablar al resto del personal, especialmente si son fototrastornados como yo.
Como no me apetece volver a tener los mismo objetivos entre los 50 y los 58 mm que ya tengo en montura M42, he buscado por un precio razonable en eBay un objetivo MIR-1 37/2,8. Sí... 37 mm de longitud focal. Ni 35 ni 40 mm. Cosas de los soviéticos. Que a veces vendían los 50 y los 55 mm como 53 mm, con lo que nunca sabías exactamente que objetivo es cual. En cualquier caso, una buena focal para pasear. Ya os contaré cuando la tenga.
Desde que el año pasado comencé a realizar fotografía en el espectro infrarrojo con película tradicional en blanco y negro con sensibilidad extendida a estas longitudes de onda, y tras una serie de pruebas, creía que tenía claro qué las películas que Macodirect comercializa bajo la marca Rollei, fabricadas por Agfa Gevaert, serían el material de base. Económicas y ofreciendo buenos resultados. Especialmente, la Rollei Superpan 200 y la Rollei Retro 80S. Esta última destacaba por su grano fino y gran nitidez.
Pero los carretes de medio formato que recientemente he usado han mostrado defectos de fiabilidad, con marcas del papel protector que aparecen en la imagen una vez expuesto y revelado el rollo de formato 120, sin que haya encontrado defecto alguno en los procedimientos. También he comprobado que no soy el único al que le ha pasado. Con la Rollei Retro 80S. El caso es que esto ha provocado un pérdida de confianza en el producto de mi parte.
Por ello, he ido a buscar una alternativa en Ilford, la Ilford SFX200, claramente más cara, pero confiando en el buen hacer y en la fiabilidad de la marca británica.
Cargué el sábado pasado dos rollos.
El primer rollo en la Hasselblad 500CM, calzada con el Planar 80/2,8 y un filtro amarillo, para probar su uso como película general. Veamos algunos resultados en las cercanías de Erla.
Las fotos no tienen nada de especial, pero la gama de tonos es correcta. La esperada más o menos para este tipo de emulsión con sensibilidad extendida, en la que he modificado un poco el contraste gracias al filtro amarillo.
El segundo rollo lo expuse con la Fujifilm GS645S Wide 60, con el filtro Hoya IR72, para bloquear la mayor parte del espectro de luz visible.
El día y el lugar no eran quizá los más adecuados para conseguir efectos maravillosos, pero la película funcionó sin problemas. Quizá la principal diferencia, aparte de la gama de tonos por el bloqueo del filtro, sea el aumento de grano, mucho más visible que en el rollo expuesto con la Hasselblad. Por lo demás, una película con la calidad de fabricación habitual de las Ilford, con excelente estabilidad dimensional, lo que viene bien a la hora de escanear, y que se maneja sin problemas.
Los dos rollo se revelaron al mismo tiempo en Adox APH09 (similar al Rodinal), a una dilución 1+25, durante 6 minutos a 20 ºC, con una agitación inicial de 30 segundos seguida de cuatro inversiones cada minuto. Mi forma de revelar estándar. La densidad de los negativos era correcta; la medición fue realizada con el modo selectivo de mi Sekonic. Con un paso de corrección para el filtro amarillo y cinco para el infrarrojo.
Creo que será mi nueva película para fotografía en el infrarrojo.
Lo reconozco. Frente al glamur que desprenden ciertas cámaras o ciertos objetivos, hablar de las bolsas y las mochilas para transportar el equipo fotográfico suena un poco aburrido. Sin embargo, conforme pasa el tiempo te das cuenta de que una buena bolsa o mochila es importante por varios motivos:
Es necesario transportar el equipo de forma segura, y al mismo tiempo accesible.
Tiene que minimizar la fatiga cuando te pegas un día entero recorriendo el mundo con el equipo a cuestas.
Tiene que ser capaz de llevar lo que necesites, no sólo de equipo fotográfico, sino otros complementos personales necesarios cuando vas por el mundo.
Tiene que animarte a echartela a cuestas y salir al mundo a fotografiar. Tiene que ser un antídoto contra la pereza.
Yo nunca he estado especialmente acertado con las bolsas y mochilas fotográficas. Es cierto que cuando viajo nunca llevo mucho equipo. Especialmente, cuando estamos en tiempo fresco y uno lleva puesto un chaquetón, las necesidades de bolsa no son grandes, puesto que los bolsillos amplios del chaquetón resuelven. Pero hay ocasiones en que es necesario prever situaciones diversas. Y luego está la excursión en el día, en la que debes prever una serie de necesidades. Desde que volví de vacaciones por Francia y Suiza, tuve el convencimiento de que necesitaba una mochila en condiciones, algo mejor que lo que estaba usando hasta ahora.
Dos tipos de mochilas se presentaron ante mí a la hora de elegir. Mochilas, sí. No bolsas de hombro. Estas hacen más accesible el equipo, pero al cabo del día producen muchas más molestias en la espalda y en los hombros, aumentando el cansancio. Y llegar cansado al final del día es fatal para el fotógrafo. Es llegar al ocaso y el crepúsculo, momento de luz interesante, sin ganas de hacer fotos ni de ninguna otra cosa. Ahora hay muchas mochilas de acceso lateral al equipo, que se pueden considerar. Pero conviene que sean mochilas para un buen reparto de los pesos.
A partir de ahí, dos posibilidades se me presentaban. Las diseñadas con una clara orientación al viaje y al descubrimiento urbano y las diseñadas para el senderismo y la actividad en la naturaleza acompañada de fotografía. Aun con capacidades similares, los diseños son distintos. Las orientadas a naturaleza son generalmente más cómodas y cantan menos como contenedoras de material fotográfico, de cara a los amigos de lo ajeno. Pero a pesar de todos tienen algunos inconvenientes. Algunos de los cuales los vi venir en lo que se refiere a transportar algunos accesorios importantes.
Yo me he puesto en mi situación más habitual. A lo largo del año hago más jornadas viajeras que senderistas o de naturaleza, aunque algunas de las jornadas viajeras puedan tener un componente mixto. Mi necesidad de capacidad para el equipo fotográfico no es enorme, ya que uso un equipo micro cuatro tercios en viaje, que ocupa mucho menos espacio que los equipos tradicionales basados en cámaras réflex, de formato completo o APS-C. Especialmente en lo que se refiere al tamaño de los objetivos. Pero cada vez aprecio más la conveniencia de tener algún trípode a mano, a pesar del incremento en la calidad de las fotografías a alta sensibilidad, o de la capacidad de las cámaras más modernas estabilizadas para disparar a mano alzada con tiempos de obturación largos.
En cualquier caso, me propuse como escenario la planificación de mis dos próximos viajes. En agosto haré un viaje corto, al sur de Alemania. Cuatro noches. Pero llevaré dos equipos; el digítal y uno analógico con algunos rollos de película, porque voy a encontrarme con gente que practica este tipo de película. En esa zona, cabe esperar buen tiempo en agosto, pero con posibles momentos en los que refresca y alguna tormenta. Luego ha de haber espacio para llevar una chaqueta y un chubasquero. Y me quiero llevar un trípode pequeño, de viaje. Extendamos sobre una mesa el equipo, que incluye algunos cargadores, y otros complementos (tarjetas, paños de microfibra y escobilla para limpieza, algún filtro), y la tablet, el lector de libros electrónicos y el teléfono móvil. Todo, a la mochila. Desde luego para el transporte hasta el destino. Luego ya veremos qué sacamos a pasear cada día.
A finales de septiembre me iré dos semanas a Taiwan. No necesitaré tanto equipaje. Si me llevo algo analógico será alguna compacta. Y no necesitaré ropa de abrigo. Hará calor. Fácil será que en lugar de la chaqueta y el chubasquero me convenga más un paraguas.
La mochila que finalmente elegí es la Manfrotto Advanced Travel Backpack (el precio final ha sido apreciablemente inferior al oficial de la marca), una mochila de carga lateral, con espacio tanto para el equipo fotográfico como para los complementos personales, y que incluye un espacio para llevar el trípode de viaje a cuestas pero de forma discreta. Veamos como queda la mochila con todo lo anterior en su interior. Acomodado sin problemas, sin apreturas. Aunque sin holguras que puedan conllevar zarandeos innecesarios dentro de la mochila.
No es enorme. No es pequeña, pero no es enorme. Se lleva bien. Se sujeta bien al pecho. A la cintura no se sujeta de forma tan adecuada como los modelos destinados al senderismo y naturaleza, pero algún compromiso había que buscar. El trípode de viaje no lo véis. Está en lateral de color rojo que se abre para acomodarlo. Y hay suficientes bolsillos exteriores e interiores para todo tipo de accesorios y documentos. No se ve, pero en uno de los bolsillos hay una funda impermible que cubre la mochila por si llueve fuerte. Si la lluvia es moderada, la mochila aguanta un tiempo.
Ahora nos plantearemos una excursión de un día o de una tarde, caminando algo por el monte y con necesidad de un trípode más serio y competente para la realización de paisajes. Dejaremos en casa el trípode de viaje y añadiremos un trípode más grande así como un par de bastones de senderismo.
Y aquí tenemos el principal motivo por el que elegí este tipo de mochila sobre los de senderismos. En estos últimos, salvo los modelos muy grandes de cuarenta litros o más, las correas exteriores para sujetar el trípode son mucho más endebles. No me merecía, en ninguna marca, ninguna confianza. Mientras que las de la Manfrotto son firmes, cómodas de usar, rápidas para instalar el trípode grande. Y como veis, los bastones ocupan el lugar destinado al trípode de viaje sin problema.
No quería un mochilón enorme. No uso equipos de gran tamaño. No llevo grandes cañones como teleobjetivos, y casi nunca voy con mucho equipo. Selecciono el que voy a necesitar en función de mis intenciones. Creo que en esta ocasión he acertado. Lo único que me molesta es que canta demasiado a mochila de fotógrafo. En eso me gustaba más el aspecto informal de las mochilas de fotógrafo senderista.
A principio de primavera me aprovisioné de película para la temporada. Fundamentalmente carretes de formato 120, para las cámaras de formato medio. Y entre ellas, algunos rollos de Rollei Retro 80S. El año pasado inicié un modesto proyecto de paisaje en el espectro del infrarrojo en las riberas del río Ebro a su paso por la ciudad de Zaragoza. En la mayor parte de las ocasiones utilice película Rollei Superpan 200 Pro, conocida por su sensibilidad espectral extendida al infrarrojo. Pero en el catálogo de Rollei, películas que se fabrican en Bélgica por Agfa-Gevaert y que comercializa Macodirect bajo la antaño prestigiosa marca, contiene otras denominaciones con esta característica sensibilidad espectral extendida al infrarrojo. Entre ellas la Rollei Retro 80S, que por su sensibilidad media baja, ofrece un gran muy fino y una elevada nitidez. El año pasado expuse uno de estos rollos en el espectro del infrarrojo. Quedé satisfecho con el resultado. Así que decidí que este año sería mi principal película para la fotografía en el infrarrojo.
En primavera, las circunstancias impidieron en varias ocasiones el ponerme manos a la obra. Así que después de tres meses conservados en el frigorífico de casa, los rollos han empezado a salir a cumplir su tarea en verano.
Para este tipo de fotografías, sigo usando el mismo equipo. Como cámara, la Fujifilm GS645S Wide60 con el filtro Hoya IR72. Un trípode para garantizar la nitidez de las imágenes, ya que los tiempos de exposición, en días soleados, oscilan entre 1 segundo y 1/4 segundo principalmente. Para medir la luz, en esta ocasión he renunciado al fotómetro integrado de la cámara, y he usado el fotómetro de mano Sekonic Multimaster L-408. Ya comenté en su momento que lo compré de segunda mano en Navidad, me lo mandaron desde Japón, y va realmente muy bien. Me permite medir la luz incidente con la correspondiente esfera blanca integradora, o la luz reflejada con una medición selectiva que no podemos llamar puntual, pero que me permite seleccionar con suficiente precisión las zonas que me interesa. Generalmente, la medición selectiva de la luz reflejada me sirve para evaluar el contraste de la escena y exponer para las sombras.
Por ejemplo, en las dos fotografías anteriores, he medido la luz que llegaba a los oscuros troncos de los árboles, un olivo en un caso, unas palmeras en el otro, y a partir de ahí he ajustado la exposición para que esos tonos quedaran como sombras con abundante detalle. Si la sensibilidad nominal de la película es ISO 80/20º, ajusto el fotómetro aproximadamente cinco paso por debajo. Eso vendría a ser ISO 2. Como no permite ese valor el Sekonic, que no baja de ISO 3... pues a ISO 3, lo que es equivalente a 4 2/3 pasos por debajo de la nominal. Esa diferencia de un tercio de paso no me parece excesivamente relevante.
En la siguiente fotografía sin embargo, utilicé la medición de luz incidente, también ajustando la sensibilidad del Sekonic a ISO 3. El resultado fue igualmente adecuado. Así que usar una u otra forma depende de la situación. Con luz frontal, es decir, con el sol a mis espaldas, prefiero la luz incidente. Con luz lateral, especialmente si hay zonas de sombras que me interesa conservar, utilizo la medición de luz reflejada selectiva.
El revelado lo hice con APH-09, que es una variante del Rodinal que comercializa Fotoimpex, al parecer con la fórmula de este último hasta la Segunda Guerra Mundial. Se utiliza exactamente igual que el Rodinal, y con los mismos tiempos de exposición recomendados. En esta ocasión, la recomendación era de 8 minutos a 20 ºC con una dilución 1+25. Como lo revelé en el mismo tambor que la Ilford Delta 400, de la que os hablé hace poco, y no me importaba aumentar algo el contraste de estas imágenes, le di un tiempo de 8:30 minutos. Quedaron bien. El aumento de contraste lo absorbe la película sin problemas.
Pero sí que observé algún problema en el conjunto de las imágenes. Especialmente en aquellas en las que había amplias zonas de tonos uniformes, como los cielos o las superficies acuosas. Y es que se observaba un granulado grosero; observando con cuidado, se veían que se habían "impreso" los estampados del papel protector de la película.
Al principio no me di cuenta. En el procesado digital tras escanear la imagen le doy un empujón al contraste o una reserva selectiva a los cielos para que aparezcan más oscuros. Pero el problema está ahí. Es la primera vez que me pasa. En preguntado en algunos grupos los motivos. Mi principal teoría es que se debe a que hizo mucho calor esa mañana y la cámara se calentaba mucho al pasearla al sol montada en el trípode. Teniendo en cuenta que el calor se irradia en la radiación infrarroja, eso puede haber afectado a la película. Pero no he conseguido confirmación formal de las causas. Sólo algún testimonio de alguna otra persona a la que les había pasado con esta película, y otras teorías diversas, ninguna de las cuales me ha terminado de convencer, aunque seguro que alguna de ellas es cierta. Antes de ayer me fui a exponer otro rollo, con la Hasselblad, sin filtro infrarrojo, para ver si también estaba afectado por el problema.
Por cierto, que también hice una prueba para comprobar las diferencias entre fotografiar una misma escena con y sin filtro infrarrojo. Opté por los nenúfares de los jardines acuáticos del parque.
La diferencia está clara.
La película me gusta mucho para estos usos. Y he de decir que también puede ser una buena película para uso general. Aunque prefiero la Ilford Delta 100 para estos rangos de sensibilidad. Tiene una elevada nitidez y un grano muy fino, prácticamente imperceptible a efectos prácticos si usamos película de medio formato.
Pero en estos momentos me da miedo arruinar futuras imágenes por el problema que he comentado. Es cierto que con los ajustes de contraste en el procesado posterior hay varias imágenes, las más interesantes del rollo, que son plenamente aprovechables. Pero estoy un poco mohíno con el tema. Muy probablemente, en el siguiente lote, volveré a la Superpan 200 salvo que encuentre alguna explicación lógica que me permita prevenir el fenómeno. La Superpan 200 también ofrece buenos resultados, con una buena nitidez, aunque algo inferior, y con un grano más notable. Es más cómoda de usar, porque los tiempos de exposición son ligeramente más cómodos.
Hace unos días, revisando una documentación que necesitaba por temas laborales en mis cajones, me encontré con un rollo de tipo 120, Ilford Delta 400 para formato medio, expuesto, sin revelar. Por más vueltas que le daba a la cabeza, no conseguía recordar ni cuando ni donde había utilizado ese rollo. Las neuronas que conservaban esa información parecían haber desaparecido de mi cabeza.
Lo revelé y...
Vistas las imágenes que aparecieron, las coordenadas de lugar y tiempo del carrete aparecieron en mi mente con claridad. El rollo fue expuesto el 5 de marzo de este año 2018, en el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza y alrededores.
Durante esos días y anteriores, había dedicado un cierto esfuerzo a usar en ese entorno películas negativas en color de alta sensibilidad, y había olvidado que eventualmente expuse también este rollo de Ilford Delta 400. Por la naturaleza de las imágenes, sin duda lo usé a su sensibilidad nativa, ISO 400, y en interiores en su mayor parte estarán expuestas a su máxima apertura de f/4, y con velocidades de obturación entre 1/30 y 1/60 s.
Por el tamaño de su negativo, resulta evidente que la cámara utilizada es la Fujifilm GS645S Wide 60. Es la única que vengo utilizando con un negativo de 6 x 4,5. Y siendo una cámara de enfoque por telémetro de coincidencia, su distancia de enfoque mínima no es especialmente favorable, por lo que no hay primeros o primerísimos planos de las obras. "Retratos" de cuerpo entero o ambientales para la mayor parte de ellos. Pero están bien. La gradación tonal y el rendimiento de la película está bastante bien. Quizá sea mejorable, pero en general las fotografías son agradables.
Como el domingo tenía listo para revelar un carrete de Rollei Retro 80S del que os hablaré otro día, comprobé los tiempos de revelado de ambas emulsiones con Rodinal o sus derivados. Yo uso en los últimos tiempos el APH-09 de ADOX, que es una formulación del Rodinal anterior a la Segunda Guerra Mundial, pero con la que no encuentro diferencias en los resultados que ofrece. El caso es que para la 80S me proponía 8 minutos a 20 ºC con una dilución 1+25, mientras que para la Delta 400 me proponía 9 minutos a la misma temperatura y dilución. No me importaba, incluso prefería, dar algo más de tiempo de revelado a la película de Rollei para conseguir negativos más contrastados. Así que me arriesgué a perder contraste y algo de detalle en las sombras en la Delta 400, y revelé ambas en el mismo tambor con un tiempo de 8,5 minutos. Lo ciertos es que no he perdido detalle en las sombras, no se han bloqueado, y el contraste suave general de estos negativos les sienta muy bien a los volúmenes y las texturas de las obras escultóricas.
¿Qué podría ser mejorable? Pues alguno podría decir que con un revelador más adecuado, las imágenes podrían tener menos grano. El que presentan no me parece nada intrusivo. Por cierto, que estas alegrías mías con los tiempo de revelado "desmienten" en parte ese mensaje eterno de que las películas Delta, de grano tabular, necesitan más rigor en los tiempos y métodos de revelado. Mi experiencia me dicta desde hace tiempo que son bastante más resistentes de lo que nos cuentan. La única preocupación que tengo es fijar durante cinco minutos, en lugar de los entre 3 y 4 minutos, según la "edad" del revelador, que aplico a otras emulsiones más tradicionales.