La fotografía como afición y otras artes visuales

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El 2016 en fotos (1): De viaje con la cámara al hombro

Comienzo como otros años con mi resumen y balance del año. El 2016 que se nos va, que como muchos años ha tenido sus cosas buenas y sus no tan buenas. Pero mi recuerdo de los años siempre lo expreso en forma de fotografías, que muchas veces llevan asociadas recuerdos. Y también muchas veces, esos recuerdos pueden ser íntimos o privados, aunque las fotografías que los representan sean públicas. Soy celoso guardián de mi intimidad, mis recuerdos más próximos son míos. Pero hay imágenes próximas que los representan y puedo y quiero publicar. Y como digo, empiezo el balance con los viajes.

No me quejo. En absoluto. Ha sido un buen año en lo que se refiere a los viajes de larga distancia y recorrido, con algún incidente, pero sin mayores consecuencias. Sin embargo, siento que no he podido aprovechar tanto en miniviajes, esas escapadas de un día o un fin de semana, que también son muy necesarias, y a las que he tenido que renunciar durante el año en varias ocasiones, por motivos diversos. Lo dicho, celoso guardián de mi privacidad.

Tras los dos primeros meses, en los que se puso de manifiesto que iba a ser un año raro y complicado para las excursiones y escapadas de fin de semana, un sábado por la mañana de marzo hubo una pequeña excursión de Fotógraf@s en Zaragoza a Anento. Fue como un punto de partida. Por sencillo que fuera.

Aguallueve de Anento, Aragón (España).

Pocas semanas más tarde llegaba mi primer viaje internacional del año. Ya se ha convertido en un clásico mi escapada a Italia de Semana Santa, que este año, por mor de unos festivos que se nos debían, se estiró algo más. Y el destino fue las ciudades de la Umbria y el sur de la Toscana. Lugares de gran belleza, física y cultural, y que además carecen de las aglomeraciones de otros destinos más afamados en la península itálica.

Vista de Perugia al anochecer.
Estación de Asís tras un cansado día de recorrer sus alrededores y sus calles.
Enamorados quedamos de la ciudad medieval de Gubbio, en un día frío pero bello.
Tomando unos cafés y el sol en la Piazza Grande de Arezzo.
El sol comienza a descender en la tarde de Cortona.
Interior del impresionante duomo de Orvieto.

Vuelta tras las vacaciones de Semana Santa a los fines de semana gafados hasta que a principios de junio consigo escaparme un sábado a Madrid para visitar algunas de las más destacadas exposiciones en PhotoEspaña 2016.

Buscando donde refrescarnos en un día de calor moderado en Madrid.

También con el comienzo de la primera mitad de mis vacaciones de verano pude escaparme con Fotógraf@s en Zaragoza al valle de Tena y Jaca, en una excursión muy divertida.

Pantano de Búbal con Peña Telera de fondo.

Y llega el viaje estrella del año. Islandia era un destino deseado desde hacía muchos años. Aunque siempre habían surgido problemas para hacer realidad el deseo. Incluso este año estos problemas surgieron hasta la misma víspera del viaje, pero mi decisión era clara y al final aterricé en la bella isla cercana al ártico, y a caballo de dos placas continentales. Difícil resumir la variedad de paisajes y estímulos visuales de esos días.

Emanaciones geotermales.
Harpa en Reikiavik.
El Geisyr que da nombre a todos los géiseres... o uno vecino.
Paisajes entre lo agreste y la llanura.
Mil y un salto de aguas.
Las imponentes masas de hielo de los glaciares.
Playas de negra arena y aguas batidas por el viento.
Grandes extensiones de cenizas arrastradas por las aguas en apocalípticas catástrofes geológicas.
Navegando entre los icebergs en las lagunas glaciares.
O paseando por la playa entre bloques de hielo.

En julio, aprovechando todavía algunos días de vacaciones, aprovecho otro día para volver a visitar algunas exposiciones más de la interesante edición 2016 de PhotoEspaña. Y la exposición del Bosco en el Prado. Esta vez con visita a lugares poco conocidos del Jardín Botánico de Madrid.

En agosto me proponen visitar el sur de Suecia, quizá Copenhague, y si hay suerte Estocolmo. Voy de acompañante en un viaje... llamémoslo de negocios,... pero que me permitió conocer mucho del arte moderno y contemporáneo en aquellas tierras escandinavas. Y los tres lugares nos dio tiempo a visitar.

Pirámide de madera en Lousiana, museo de arte moderno cerca de Conpenhague.
Volks Wagen Beetle deconstruido en la Konsthall de Malmo.
Cenando al atardecer en Fotografiska de Estocolmo.
En una de las salas infinitas de Yayoi Kusama en el Moderna Museet de Estocolmo.
Y una premonitoria foto final en Estocolmo, junto al ayuntamiento, de lo que iba a ser mi futuro viajero.

Septiembre fue saludado con una nueva escapada con Fotógraf@s en Zaragoza, que han sido los que me han permitido escapar en parte a mi maldición de las excursiones de este año. En esta ocasión, una divertida excursión a la comarca del Matarraña en la provincia de Teruel.

Accediendo al casco histórico de Valderrobres, Aragón (España)

Y con la segunda mitad de mis vacaciones, entrado ya el otoño a principios de octubre, surge un viaje relativamente inesperado, y que va a resultar también un éxito, rico en experiencias y visualmente muy interesante. Nos vamos a Hong Kong. Y desde la antigua colonia inglesa en China, me escaparé también a visitar Macao. También difícil de resumir visualmente las experiencias de esa semana.

Ladies Market en Mongkok.
Templo de los Diez mil Budas en Sha Tin.
Tranvías bajo la lluvia en Causeway Bay.
Monasterio Po Lin en la isla de Lantau.
Pescadora en Tai O, isla de Lantau.
Jardines Nan Lian.
Jardín de los Pájaros en la calle Yuen Po.
El ocaso en Victoria Harbour.
Una mañana por Central Hong Kong y el SOHO.
Hong Kong desde The Peak.
Contraste entre lo moderno y lo antiguo en Macao.
A la salid de la casa del Mandarín en Macao.

Octubre fue también la ocasión de compartir una día de intensa fotografía con unos estupendos colegas, esta vez de ASAFONA (Asociación aragonesa de fotógrafos de naturaleza), a la que me apunté a principio de año, y que no he aprovechado ni la cuarta parte de lo que pensaba. Me voy a dar otro año de oportunidad, a ver cómo funciona. En esta ocasión, fotografiando la flor del azafrán en Monreal del Campo, provincia de Teruel.

Y en noviembre, organizamos una quedada de amigos diversos en Madrid, con la excusa de la exposición de Renoir en el Thyssen-Bornemisza. A pesar de la lluvia, lo pasamos bien.

Roy Lichstenstein admirado por un visitante asiático en el Museo Thyssen-Bornemisza.

Cerraremos el año con una escapada cercana a fotografiar el viaducto de alta velocidad de Rodén, en un mes de diciembre en el que también se han frustrado un por de excursiones por el mundo... Esperemos que esto mejore en 2017.

Es la única fotografía que he puesto realizada con una cámara de película en este resumen viajero, pero mañana lo compenso.

En Madrid con la Olympus Pen EE3

En tanto en cuanto voy preparando futuros artículos sobre fotografía, voy realizando distintas actividades fotográficas que tendrán su reflejo en estas páginas, os traigo una nueva serie de fotografías del último carrete de fotografías que hice con la pequeña y sencilla Olympus Pen EE3. Y es que me llevé esta cámara a Madrid para el día que pasé en la capital el 4 de noviembre de este 2016.

Quiero recordar someramente las características de la cámara. Especialmente para que entendáis que pudo no ser mi mejor opción para llevarme justamente ese día a Madrid. La Olympus Pen EE3 es una cámara de los años 60 del llamado medio formato (no confundir con el formato medio), es decir, proporciona fotogramas de 24 x 18 mm a partir de película sensible de 35 mm de ancho con doble perforación. La clásica película en carrete de toda la vida, vamos. Por su menor tamaño, la mitad que los fotogramas habituales. En un carrete de 36+ exposiciones obtenermos 72+ exposiciones. El objetivo es un 28 mm f/3,5 de enfoque fijo. Equivale, aproximadamente, a un 40 mm, un estandar corto, en el formato más popular de fotograma de 36 x 24 mm.

La exposición es automática. La cámara lleva un fotómetro de selenio que genera al recibir la luz la suficiente corriente eléctrica para poner en marcha un programa que elige entre las dos velocidad de obturación disponibles, 1/40 y 1/200 s, y un diafragma entre f/3,5 y f/22. Suficiente habitualmente para disparar al aire libre con una película de 100 ISO, las más habituales con una calidad razonable en la época en que salió al mercado. Pero también permite disparar a plena luz de día con una película de 400 ISO. Siguiendo la regla "soleado f/16", a plena luz del día con sol, la exposición correcta sería 1/400 s y f/16 a 400 ISO. O 1/200 s y f/22, ajuste que permite la cámara. En la actualidad, con mejores emulsiones, una película de 400 ISO daría más flexibilidad. De todos modos, lo que llevaba cargado en esos momentos en la cámara era una Fujfilm Neopan 100 Acros, película excelente de grano fino, que las prefiero para estos negativos tan pequeños, pero que justamente en el lluvioso y gris día que ese 4 de noviembre amaneció en Madrid, iba muy muy muy justa de sensibilidad. Especialmente en calles estrechas o cuando la tarde empezó a avanzar.

De todas formas, aun así pude traerme algunos fotogramas representativos del día que hizo. Bien es cierto que para las fotografías en interiores, en las exposiciones que visitamos, usé una cámara digital con capacidad para salir airosa del brete de fotografíar con luz más escasa. Con la pequeña Olympus Pen EE3, en algún caso me salté el automatismo con el fin de obligarle a hacer la fotografía. La cámara, si detecta que no hay luz suficiente, te saca un disco rojo en el visor, y no deja hacer la foto. Pero hay un modo pensado para fotografiar en flash, en el que usa la velocidad de 1/40 s, y puedes seleccionar manualmente el diafragama de acuerdo a la distancia al sujeto principal y la potencia del flash. Esto me permite sacar fotos cuando en automático no me deja. Aunque con un riesgo grave de subexposición.

Otro problema es el enfoque. La distancia de enfoque es fija. Así que tienes que decidir, dónde está enfocada la cámara, porque es algo que no he encontrado con claridad en ningún documento. El caso es que mi experiencia me dice que, cuando hay poca luz, no pongas objetos importantes a distancias más cortas de 3 metros ni más largas de 5 o 6 metros. Con abundante luz, y la cámara seleccionando diafragmas cerrados, es fácil que trabajemos dentro de la hiperfocal.

Probablemente, las velocidades de obturación anunciadas, dada la edad de la cámara de casi 50 años, ya no son realistas, por lo que hay quien propone considerar como más reales 1/125 y 1/30 s. En ese caso, hay que tener cuidado al disparar con poca luz por el riesgo de trepidación. Obsérvese la fotografía anterior. En cualquier caso, es una cámara divertida de usar, y cada vez me apetece más llevarla encima conmigo.

Para aquellos a quienes no convenza el tema del medio formato y prefieran trabajar con el fotograma tradicional de 36 x 24 mm, Olympus sacó un modelo similar, la Olympus Trip 35, que sólo tenía una diferencia sustancial en su manejo, dejando de lado el tamaño del fotograma. Debido a este último, era más difícil conseguir fotografías enfocadas a diafragmas abiertos en situaciones con poca luz con un objetivo de foco fijo. Así que pusieron un mecanismo de enfoque por zonas, asistido por un sistema de pictogramas, para ayudar al fotógrafo en la toma de decisiones. Ya se sabe... un señor = retrato próximo, un señor y un niño = retrato de cuerpo entero, varios señores = foto de grupo y unas montañitas = paisaje. También gusta mucho esta cámara. Y en ambos casos se disfruta de las excelentes ópticas Zuiko de Olympus.

Entre la pintura de Renoir y las fotografías de tres grandes en Madrid

Son las diez y media de la mañana aproximadamente del viernes 4 de noviembre de 2016 cuando desembarcamos del AVE que nos deja en la estación de Madrid-Puerta de Atocha. Llego a la capital del reino acompañado de una amiga que, después de comer, a primera hora de la tarde, seguirá viaje hacia Sevilla donde reside en estos momentos. Pero mientras tanto, nos hemos fijado algunos objetivos relacionados con el arte y la cultura para esta mañana lluviosa, que yo continuaré por la tarde ya por mi cuenta y con otra compañía.

Desde hace unas semanas, el Museo Thyssen-Bornemisza está celebrando una exposición "casi antológica" del pintor francés Pierre-Auguste Renoir, uno de los más prolíficos y conocidos del grupo de los impresionistas. Aunque como comprobaremos durante la exposición, su estilo evolucionó a lo largo de su extensa vida artística hacia otros estilos.

He puesto entre comillas lo de "casi antológica". Resulta hasta cierto punto sorprendente que en estos momentos se estén haciendo la competencia, en lugar de sumar esfuerzo, dos instituciones de prestigio en el mundo de la difusión del arte como es el Thyssen-Bornemisza y Fundación Mapfre. Esta última tiene simultáneamente otra exposición en Barcelona sobre el pintor en colaboración el Museo de Orsay y la Orangerie de París, por lo que no encontraremos estas obras representadas en la exposición que se celebra en Madrid. Imaginaos cuanto más rica hubiese sido una colaboración entre instituciones, con exposiciones en ambas ciudades pero con una muestra mucho más integral y antológica del pintor, que hubiese sido un acontecimiento histórico en el mundo del arte.

No me voy a extender aquí "descubriendo" a un pintor como Renoir, ampliamente conocido y respetado en el mundo del arte moderno. Sí que quiero avisar de una cuestión, por algunas conversaciones que he tenido estos últimos días. Son muchos los que asocian a Renoir con su etapa fundamentalmente impresionista. El impresionismo, en su momento, cuando surgió, mal visto por las instituciones establecidas en el mundo de las bellas artes, con el tiempo se ha convertido en uno de los estilos pictóricos más apreciados y más populares. La alegría que desprenden muchas de sus obras, el romanticismo asociado a París, el colorido, el hecho de que sea un arte figurativo y por lo tanto fácil de comprender, han hecho que gane una legión de adeptos por todo el mundo. Pero Renoir no se mantuvo fiel al estilo durante toda su vida, e incluso alternó estilos dependiendo del motivo al que se enfrentaba. Lo cual hace que algunas secciones de la exposición puedan ser menos apreciadas por algunos visitantes. Grave error. Conviene visitar la exposición sin prejuicios. Toda ella es interesante.

Como suele suceder en las exposiciones temporales de los museos, en la misma no estaba permitida la fotografía. Aunque había una sala destinada a experimentar con sensaciones tactiles y olfativas donde al parecer se hacía la vista gorda al no haber obras originales en exposición. Y donde tomé las fotografías ilustrativas que habéis podido encontrar más arriba.

Como estaba incluido en el precio de la entrada, si perder mucho tiempo visitamos algunas salas de la exposición permanente del Museo Thyssen-Bornemisza donde sí que está permitida la fotografía sin flash, centrándonos especialmente en las salas de arte moderno y contemporáneo. Aunque no de modo exclusivo.

Tras la visita al Thyssen-Bornemisza y antes de comer con unas amigas madrileñas con las que habíamos quedado, fuimos a visitar la exposición retrospectiva de fotografías de Bruce Davidson en la sala de exposiciones Bárbara de Braganza de la Fundación Mapfre. He de reconocer que tuve "suerte" de que nuestro nivel de información fuera escaso, porque a pocos metros de allí, en la sala Recoletos de la misma fundación, hay una exposición dedicada a los fovistas, breve movimiento pictórico postimpresionista. Mi amiga lo hubiera preferido, y me hubiera convencido. Pero como no sabíamos, y las horas que nos daban para entrar no le venían bien, tocaron fotos.

No hice fotos en esa sala de exposiciones, porque es muy sosa. Decir que Bruce Davidson es un magnífico fotógrafo documentalista norteamericano, que como muy bien se dice en alguna de las cartelas informativas de la sala de exposiciones está a caballo entre la aguda mirada de Cartier-Bresson, y la profundidad e introspección que pone en sus sujetos de W. Eugen Smith. Componiendo tan bien como cualquier de los dos. Nos gustó mucho. Compré el catálogo.

Tras esta visita, que realmente nos gustó mucho, nos dirigimos a comer. Seguía lloviendo y, aunque las temperaturas se mantenían moderadas, apetecía relajarse un poco sentados y libres de la humedad del exterior.

Después de comer, habiendo despedido a mi amiga que se iba camino de Sevilla, el resto nos fuimos a Embajadores para ver la exposición "Cespedosa" del fotógrafo Castro Prieto en Tabacalera-Promoción del arte. Castro Prieto fue el Premio Nacional de Fotografía del año 2015, el más reciente, y sin duda es uno de los fotógrafos españoles más significativos, tanto por la profundidad de sus temas como por la perfección técnica con la que trabaja. Muchas de las obras que presenciamos están tomadas con cámara de gran formato para hojas de 20 x 25 cm.

No conocíamos, o por lo menos yo, las salas de exposiciones que se encuentran en la antigua Fábrica de Tabacos de Madrid. Este edificio, aunque adecuadamente arreglado y acondicionado, tiene un aspecto antiguo, un ambiente, que lo hace especialmente adecuado a una exposición como esta de Castro Prieto que despide recuerdos y nostalgia por todas partes. Cespedosa de Tormes es el lugar de origen de la famila del fotógrafo nacido en Madrid. Lugar que ha visitado con frecuencia, del que no se ha desligado y que le ha marcado profundamente. Lugar de sus abuelos y padres. De otra familia y de amigos. De juegos infantiles suyos y de sus propios hijos.

Al contenido, muy personal y con mucha carga introspectiva por parte del fotógrafo, hay que sumar el virtuosismo técnico del que hace gala. Como ya he comentado, muchas de sus tomas están realizadas con cámara de gran formato, para placas de nada más y nada menos que 20 x 25 cm, lo cual permite una riqueza enorme en la recogida de información visual, un modelado de las formas y las texturas sin igual, y una gestión de la profundidad de campo muy precisa que no es posible con cámaras más ligeras. Exige asimismo una profunda reflexión en el momento de la toma, que nunca es precipitada, que nunca es espontánea, que responde a una profunda observación y un apego emocional hacia las personas, los lugares y los objetos representados.

La exposición también dispone de un catálogo que se puede adquirir en la propia exposición o a través de la página web del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, que ha editado el libro junto con Auth'Spirit, empresa del propio Castro Prieto que publica sus propios libros, y donde también se puede adquirir el volumen. La calidad de impresión es bastante buena, aunque la encuadernación podría ser mejorable. Tiene un relativamente modesto coste de 25 euros.

Aprovechando la cercanía de Fotocasión, en Ribera de Curtidores, tras visitar la exposición de Castro Prieto nos pasamos por esta popular tienda de fotografía madrileña para aprovisionarme de material sensible. Película tradicional tanto en formato 120 como 135. Lo cierto es que ya que estaba allí, cargué para una temporada y a unos precios relativamente convenientes.

Y vamos con la última de la exposiciones que visitamos, "Capa en Color" en el Círculo de Bellas Artes. Traída en colaboración con el International Center of Photography de Nueva York, los contenidos de la misma corresponde con el libro que adquirí ya hace algún tiempo; la obra desconocida del húngaroamericano Robert Capa usando película en color y que ha sido organizada y rescatada por esta institución. A través del libro, ya conocía lo que iba a encontrar.

Desde mi punto de vista, en su conjunto, la obra en color de Capa no alcanza los niveles de la obra en blanco y negro. Lo cual no quita para que haya fotografías muy notables entre las mismas. Pero Capa da un sentido a su obra en color muy distinto. Más frívolo, más alegre. Hay otros fotógrafos precursores del color más inspirados que Capa. Pero merece la pena conocer este trabajo.

Capa empezó utilizando como material sensible la película diapositiva Kodachrome, una película ya desaparecida, con mucha personalidad para unos resultados muy buenos, compleja de procesar. Por esto mismo, cuando estuvo disponible utilizó también las diapositivas Ektachrome, también de Kodak, con un procesado más sencillo, con menos personalidad, y que tienen el inconveniente de que se degradan mucho más deprisa en el tiempo. La exposición nos ofrecía alguna muestra de esto.

Las dos diapositivas superiores son Kodachrome, y apenas han perdido sus colores originales, mientras que las dos inferiores son Ektachrome, y han sufrido mucho más el paso del tiempo. Supongo que en ambos casos serán copias de los originales. Por lo tanto, las copias en papel expuestas proceden de un proceso de cuidada e intensiva restauración del material sensible original.

Otro documento muy interesante es la grabación radiofónica de 1947, en la que Capa hablaba de sus memorias como reportero gráfico en la guerra mundia, "Slightly out of focus", y de su experiencia con John Steinbeck en su visita a la Unión Soviética en pleno inicio de la guerra fría. Es la única grabación que se conoce con su voz original. Os lo voy a poner porque es muy interesante, aunque no tiene el subtitulado en castellano que nos ponen en la exposición.

En la entrevista uno se da cuenta de varias cosas. Independientemente de lo gran fotógrafo que era, era un tipo simpático, con don de gentes. E indudablemente era un redomado caradura. Un sinvergüenza, aunque fuera un sinvergüenza simpático. En la entrevista cuenta su versión de cómo llegó a ser "Robert Capa", su nombre original era Endre Ernő Friedmann. Lo cuenta como una ocurrencia personal, aunque hoy en día se sabe que pudo deberse a su amante, también fotógrafa, Gerda Taro, y que al principio era la marca para las fotografías de ambos. Incluso hay fotografías de aquellos años 30, especialmente de principios de la guerra civil española cuya asignación a uno u otro es dudosa. También cuenta de una forma muy teatrera cómo obtuvo la foto del miliciano caído, versión también en entredicho. Pero es muy ameno y divertido contando anécdotas.

Cuando salimos del Círculo de Bellas Artes, la tarde estaba muy avanzada y sólo quedaba tiempo para ir paseando tranquilamente hasta la estación de Madrid-Puerta de Atocha para coger el AVE a las siete y media de la tarde. A pesar de la lluvia, el conjunto del día fue muy agradable, y las exposiciones visitadas muy muy recomendables. Si pensáis ir por Madrid próximamente, no os las perdáis, o haced lo posible por visitar alguna de ellas.

El 2014 en fotos (1): De viaje con la cámara al hombro

No ha sido un año fácil para viajar. De hecho, ha habido sobresaltos en alguno de mis viajes. Pero ha sido un buen año y productivo. Quizá con el hito más importante el del viaje a JAPÓN, un par de veces aplazado por distintos motivos, y que este año, aunque con miedo, nos decidimos a hacer y disfrutar.

Pero ha habido más cosas. Tanto en viajes al extranjero, como moviéndonos en cercanías. Os lo cuento como es tradicional con fotografías.

Varias excursiones con Fotógraf@s en Zaragoza; la primera al Monasterio de Rueda y las saladas de Sástago. Y frecuentemente me he llevado alguna cámara de película tradicional. Paisaje del río Ebro en Escatrón,
Durante todo el año he estado montando un equipo de formato medio Hasselblad. Probé el sistema por primera vez en las trincheras de Alcubierre.
Nueva salida con Fotógraf@s en Zaragoza; en esta ocasión a Uncastillo.
El viaje a Italia en Semana Santa empieza a ser una tradición. Disfrutando de Riomaggiore, en la costa de las Cinque Terre.
Un lugar no carente de magia es el cementerio de Staglieno en Génova.
Y desde Génova, un viaje relámpago a Florencia, a disfrutar del sol de la Pasquetta a orillas del Arno.
No es mi primera visita al yacimiento arqueológico de los Bañales. Y en ambas he llevado una cámara de formato medio para película tradicional.
Otro día, a finales de primavera, por las Cinco Villas, cerca de Erla, también con un carrete de película en blanco y negro.
Nuevamente de excursión con Fotógraf@s en Zaragoza; en esta ocasión mezcla de historia y naturaleza en el Monasterio de San Juan de la Peña.
En verano a Suecia y Copenhague, con base en Malmo.
En Copenhague, visité por primera vez el notable museo de arte contemporáneo Louisiana.
El viaje por Suecia se vio interrumpido por problemas familiares. El último lugar visitado fue el casco histórico de Ystad.
La excursión de enero a las saladas de Sástago-Bujaraloz me dejó con ganas de más, así que una tarde de verano con tormenta me acerqué de nuevo.
El viaje a Japón estuvo pendiente de un hilo por lo problemas familiares hasta pocas semanas antes. Pero al final pude disfrutar de lugares como Fushimi Inari Taisha en Kioto.
También disfrutamos de una tarde casi perfecta en Kasuga Taisha en la ciudad de Nara.
El populoso cruce de Shibuya en Tokio bajo la lluvia.
Paseando entre los lugares sagrados de Tosho-gu en Nikko.
Desde mi infancia quise ver con mis propios ojos al Daibutsu de Kamakura; deseo cumplido.
Y un viaje a Japón no puede estar completo si el Monte Fuji.
La alegría del viaje a Japón se vio ensombrecida por la melancolía de las semanas siguientes, paliada en parte por una escapada a Córdoba, donde no faltó la visita a la mezquita-catedral.
Una cierta melancolía acompañó mi escapada a Madrid; típica alpargatería y cordelería en la Calle de Toledo.
Un tono más alegre tuvo la excursión familiar a Barcelona unas semanas más tarde, con visita al acuario incluida.
La guinda a los viajes del año la puso mi visita a París en diciembre; por primera vez visité el Museo Rodin. Debería haberlo hecho antes.
En París tuve el tiempo gris propio de finales de otoño; aunque con excepciones, como la hermosa puesta de sol que me sorprendió en el Centro George Pompidou.
Y a París me acompañó también una cámara de película tradicional, y con esta vista del Sena, el puente de Jena y la Torre Eiffel me despido hasta próximos viajes. Feliz año 2015 viajero.