El pasado domingo tuvimos el café tertulia fotográfica de Fotógrafos en Zaragoza (FeZ), habitualmente conocido el "CaFeZico". El segundo domingo de cada mes, aquellos que quieren y pueden se reúnen en un café del centro de Zaragoza a las 17:15 de la tarde y charran sobre cosas. Principalmente sobre fotografía. O no. Todo depende. A veces hemos rondado la treintena de personas, otras han estado dos. Este domingo pasado fue una cosa intermedia y animada.
Yo estaba un poco espeso esta tarde. Incluso cometí la tontería de poner en duda que realmente estuviese usando un filtro del tipo IR720 que son los más habituales y que en realidad usase un filtro rojo. Duda que no debí tener, porque las explicaciones de Guillermo eran muy claras. Había usado un IR720. Al final, lo único que se me ocurrió es pedirle que me enviase el archivo raw de la foto y que me dejara unos días para estudiar la cosa.
Aclaremos una serie de cuestiones sobre el equipo:
La auténtica fotografía infrarroja se hace sobre superficies sensibles, sea película tradicional o captores digitales, con sensibilidad exclusiva o extendida fuera del espectro visible, en la región del infrarrojo.
Las cámaras digitales que usamos habitualmente tienen captores sensibles al infrarrojo. Pero para evitar que la fotografía tenga colores poco naturales cuando esta radiación está muy presente, los fabricantes colocan filtros que la bloquean delante de los captores. Lo mismo ocurre con la radiación ultravioleta.
Si queremos hacer fotografía infrarroja con una cámara digital, hay que eliminar ese filtro de bloqueo y sustituirlo por otro sin efecto alguno. Pero si no queremos alterar nuestra única cámara digital, podemos intentar aprovechar que siempre se cuela algo de radiación infrarroja hasta el sensor. Cuando Leica sacó al mercado su primera telemétrica digital, la M8, tuvo problemas porque se colaba demasiada.
Para que se aprecie el efecto efecto hemos de colocar un filtro que bloquee toda la radiación del espectro visible y sólo deje pasar la infrarroja. En realidad es un rojo tan profundo tan profundo tan profundo, que nos parece opaco.
Y debemos aclarar también algunas cosas sobre nuestra percepción de los colores:
El ser humano es capaz de distinguir como colores las distintas radiaciones de onda de lo que llamamos espectro visible, que va desde el rojo profundo en las radiaciones de onda más larga, hasta el azul profundo en las de onda más corta. Lo del color violeta ya lo hablamos otro día. No todas las personas tienen la misma capacidad. Unos perciben un espectro más amplio que otros, pero por ahí va la cosa. En cualquier caso, los que perciben un espectro más limitado "fallan" habitualmente por el lado del rojo profundo. Es el color más difícil de percibir. El más fácil son las gamas de verdes.
Como no podemos percibir la radiación infrarroja, al reproducirla fotográficamente podemos hacer dos cosas. O lo hacemos en blanco y negro, o lo hacemos en colores falseados.
En blanco y negro, la cosa es fácil de reproducir. Aquellos objetos que emiten poca radiación infrarroja impresionan poco la superficie sensible y en la imagen final serán negros o muy oscuros. Los que emiten mucha, serán blancos o muy claros.
En color... las películas diapositivas infrarrojas llevan acoplados colorantes que hacen que adopten unos colores raros. Por ejemplo, las películas de Kodak, a veces vendidas por Lomography, reproducen los verdes del follaje de las plantas como morados, siendo esta una fuente de radiación infrarroja. Pero podrían acoplar otros colorantes y se vería distinta.
En color... en tomas digitales,... pues por ejemplo los astrónomos suelen tomar sus fotografías en blanco y negro colocando filtros que bloqueen distintos intervalos del espectro, y luego componen las imágenes en color superponiendo las obtenidas con distintos filtros, y otorgando unos colores no reales, pero que les ayudan a interpretar la imagen. Y que quedan bonitas.
Asímismo, cuando tomamos una imagen infrarroja de un captor digital, realizamos un proceso, en el que la clave es la inversión de valores de los canales rojo y azul, para asignarles unos colores arbitrarios pero que nos quedan bien. Pero que quede claro, no deja de ser una asignación más o menos arbitraria de tonos.
Pero vamos a la fotografía "problema" y veamos a ver lo que pasó. En primer lugar, veamos como queda sin procesar en absoluto.
Pues nos queda una imagen monocroma con tonos rojos. Evidentemente, si hemos bloqueado el espectro visible y colocamos un filtro de un rojo tan profundo que nos parece opaco, la imagen queda roja. Lo que esperamos, aunque no lo notemos, es que tras el procesado nos aparezca una imagen peculiar, distinta a lo habitual, debido a la radiación infrarroja.
Diremos que la fotografía se realizó con una Canon EOS 50D, una honesta cámara de gama media de Canon, de unos 15 megapíxeles, que salió el mercado en 2008. Si ignoramos el impulso del consumismo compulsivo, una cámara perfectamente disfrutable en estos momentos. El objetivo es un zoom 17-70 mm, supongo que Sigma, y fue usado a una distancia focal de 34 mm. Dado que es una cámara APS-C, equivalente a un 50 mm en formato completo, aproximadamente. El diafragma se cerró a f/11 y la exposición duró 30 segundos, a ISO 100. Lo normal dada la opacidad del filtro Polaroid IR720 al espectro visible.
No juguemos todavía con el color. Veamos como queda en blanco y negro, ajustando luminosidad y contraste.
Y aquí vino mi extrañeza. Porque el domingo, cuando vi por primera vez la foto, no la convertimos a blanco y negro, pero sí corregimos la dominante roja de color, y prácticamente quedó con un aspecto muy similar. Si a mí me preguntan a bote pronto, diría que es una fotografía en blanco y negro realizada con un filtro rojo o naranja, incluso un amarillo profundo, o simulando uno de estos filtros. Me faltan varias cosas. Sobretodo, la radiación infrarroja procedente de las plantas que hace que las hojas aparezcan de color blanco. Pero ahí me ofusqué y no se me ocurrió dar una explicación a por qué no parece una fotografía infrarroja.
Mi primer error fue no preguntar cuando fue hecha. Asumí que era reciente. Pero no. Una vez vista en casa me percaté de que los árboles que tienen hoja son de hoja perenne, y que los chopos o los olmos del fondo están limpios de hojas. Revisado el EXIF de la foto... es de febrero. Un mes bastante más frío que los de finales de primavera o principios de verano. Y aquí está un poco una de las claves del asunto. La radiación infrarroja es más abundante cuando las temperaturas son altas, cuando el sol es más intenso y se refleja en las hojas de las plantas de hoja caduca. De hecho, el calor, cuando se transmite por irradiación, lo hace en forma de radiación infrarroja. También la piel de las personas aparece más brillante en las fotos infrarrojas, por estar más caliente que el entorno que las rodea.
A partir de ahí, me he permitido hacer un tratamiento en color, haciendo la tradicional inversión de canales para obtener un cielo azul, tras ajustar el equilibrio de color, el contraste y la saturación.
No hay mucho de donde rascar, la verdad. La imagen es prácticamente monocroma, aunque se aprecia un poco de tono verdoso en los árboles y arbustos de hoja perenne.
Como quería investigar también el posible efecto del captor de la cámara, he hecho estos días en casa unas pruebas con dos cámaras. La primera es con la Canon EOS 5D Mark II. Esta cámara se anunció en noviembre de 2008, tres meses después de la EOS 50D. Por lo tanto, aunque es de gama superior y podemos aspirar a algunas diferencias, tecnológicamente son cámaras de generaciones similares. Desde el balcón de mi casa, en una calurosa tarde de verano, y con abundante follaje de hoja caduca, he aquí las dos versiones, en blanco y negro y color, obtenidas con ella.
Como veis, el aspecto del follaje de los árboles lo cambia todo. Aparte de que el calor de la tarde hace que los blancos sean muy blancos. Las fachadas están caldeadas por el sol de la tarde de verano. La fotografía está realizada con un EF 50/1,8 de primera generación, que tenía escala de distancias de enfoque y marca para corrección del foco para el infrarrojo, con un filtro Hoya IR72. La exposición fue de f/5,6 y 30 segundos a ISO 400. Es decir, cuatro pasos más de exposición sobre lo que usó Guillermo en su foto. Está bien expuesta. El histograma está de libro, con las altas luces y las sombras profundas respetadas y con sustancia.
Por lo tanto, el captor de la EOS 5D Mark II parece menos sensible al infrarrojo. Además, cosas de ser un captor de formato completo, produce un viñeteo con alteración de los colores muy notable que se puede observar en las esquinas de la versión en color.
Ya podemos empezar a concluir por lo tanto que los captores digitales no modificados y adaptados a la fotografía infrarroja tienen distintos comportamientos en estas situaciones, y no todos son aptos. Desde luego, salvo para efectos especiales, mi 5D Mark II no me acaba de convencer.
He comentado antes que Leica tuvo problemas por la excesiva sensibilidad al infrarrojo, que producía desviaciones del color, en la Leica M8. Yo tengo una Leica M-E, cámara de septiembre de 2012, que es una simplificación de la Leica M9, cámara de septiembre de 2009. Sólo un año posterior a las dos Canon vistas anteriormente. La foto está realizada con una Carl Zeiss Biogon-C 35/2,8 codificado en la cámara como un Summarit 35/2,4, para corregir los artefactos de color en las esquinas del fotograma. Como antes, blanco y negro y color.
Los datos de exposición son de f/11 y 2 segundos a ISO 400, lo que son dos pasos de exposición menos que la EOS 50D y seis pasos de exposición menos que la EOS 5D Mark II. Es decir, el sensor de la Leica es apreciablemente más sensible al infrarrojo que los de las Canon. Y además el resultado es uniforme en todo el fotograma. Con un tratamiento más cuidadoso que el improvisado que hice para este artículo... esta es la cámara que debería usar para la fotografía infrarroja. Se notan las diferencias ¿no? Y queda claro que los distintos captores influyen.
Tengo una Canon EOS 40D que no uso. Llevo tiempo dándole vueltas a la idea de transformar el captor para fotografía infrarroja. Creo que lo haré. Es divertido.
Surgió la idea como consecuencia de las actividades del III Encuentro Analógico, cuya excursión a Muel os conté en tres partes (1, 2 y 3), y que se realizaron esta primavera en la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza (AFZ). Durante las mismas se habló con Laura (Lura Photos), una simpática y animada aficionada a la fotografía de Ejea de los Caballeros, que de vez en cuando tenemos la suerte que nos acompañe en nuestras actividades en Zaragoza. En esta ocasión, tocaba devolver visita y acudir nosotros a Ejea, hacer fotos y, de paso, conocer mejor la capital de las Cinco Villas, sus calles, sus fiestas y su iniciativas culturales.
Como el contenido principal de esta entrada estará orientada a lo fotográfico, diré simplemente que por la mañana recorrimos las calles de la ciudad, y estuvimos en las actividades del mercado y la recreación medieval que se organizan para las fiestas de San Juan. Visitamos también dos centros culturales y de exposiciones, La Espiral y el Centro de Arte y Exposiciones de Ejea. Después de comer, con una visita guiada, conocimos las dos iglesias románicas, San Salvador y Santa María de la Corona, así como otros edificios e historias de la ciudad. Tuvimos la suerte de que el calor no fue tan agobiante como en los días anteriores, e incluso disfrutamos de una cierta brisa.
Tenía ganas de experimentar durante esta excursión, así que me llevé una variedad de cámaras y materiales. Eso sí, que las cámaras no ocupasen ni pesasen mucho. Veámoslo en un cierto orden.
Olympus mju-II con Fujicolor Superia XTra 400
Nunca he utilizado mucho las películas negativas en color de Fujifilm, así como en tiempos, prácticamente sólo utilizaba las diapositivas de esta marca. Pero tras la experiencia con la cámara de un solo que me llevé a Muel, he empezado a usarlas. Y especialmente tenía ganas de usar la Fujicolor Superia Xtra 400, una todoterreno muy respetada, con una cámara que tuviera una óptica de mejor calidad. Así que cargué un carrete de esta película en la Olympus mju-II. Sobretodo la usé por la mañana, callejeando la ciudad y durante la recreación histórica medieval.
Unos colores vivos, un grano muy muy muy contenido y una amplia latitud de exposición la hicieron ideal para un día de sol radiante, no importando si el objeto de interés estuviera al sol o en la sombra, ya que la generosa sensibilidad nominal de ISO 400 así como la luminosidad del 35 mm f/2,8 de la Olympus, permitían un amplio abanico de posibilidades.
Película para todo uso muy recomendable, aunque para trabajos donde se exija una mayor matización de los tonos de color, y especialmente en retrato, creo que sigue siendo preferible la familia de las Kodak Portra, especialmente las 160 y 400. Pero está muy bien esta película. A tener siempre una reserva en el frigorífico.
Leica CL con Summicron-C 40/2 y película Fujicolor Natura 1600
La película Fujicolor Natura 1600 está reservada en principio por la marca japonesa a su mercado interno, en el País del Sol Naciente. Pero es posible adquirirla en Europa a través de algunas de las tiendas alemanas más especializadas en la fotografía argéntica, como Macodirect, donde compré hace unas semanas algunos carretes. No son baratas, aviso. Pero me apetecía probarla.
Puesto que parte de una sensibilidad nativa de ISO 1600, la usé con una óptica también razonablemente luminosa, reservada para interiores con menos luz. Los dos museo que visitamos y que mencionado anteriormente fueron los mejores lugares para usarla.
Siendo una película de tan elevada sensibilidad, el grano está muy presente, como no podía ser de otra forma. Como sucede en tantas y tantas otras películas negativas en color, conviene no subexponerla, para evitar tener desviaciones desagradables en los colores así como un contraste y tonos armoniosos.
En los negativos en los que la luz llegó en cantidades generosas, probablemente expuestos a un índice de exposición de 800, los colores fueron todavía más saturados y agradables y el grano se hizo notar mucho menos. Así que no sería de extrañar que su sensibilidad real se acercase a esos ISO 800 aunque con margen para exponerla a 1600. Donde más se nota es en las fotografías realizadas en el Centro de Arte y Exposiciones de Ejea. Podréis deducir fácilmente qué negativo iban más sobrados de exposición y cuales iban más justos.
Leica M2 con Summicron 35/2 ASPH y película Kodak Tri-X 400
Mi intención original fue llevar la Leica M2 con el 35 mm todo el día cargada con película en blanco y negro de todo uso, como es la todoterreno Tri-X 400. Y así lo hice durante buena parte de la mañana. Con el margen que da además para hacer alguna fotografía en interiores si la luz es suficiente y con la buena luminosidad del Summicron.
Por lo tanto, fue la película que utilicé durante buena parte del paseo por la mañana, asistiendo a la recreación medieval e incluso sirviendo para alguna foto arquitectónica en el interior de La Espiral, como veréis a continuación.
Como de costumbre, la Tri-X ofrece una estructura de grano bien marcada y unos negativos contrastados. Es cierto que tendí a la sobrexposición, como explicaré más adelante, pero se compensó en el revelado... debido a mi vagancia. Cuando consulté los tiempos de revelado para Rodinal a 1:50 y 20 ºC, que es lo que estoy utilizando en estos momentos, vi que la Tri-X tenía un tiempo revelado recomendado de 13 minutos. Y la ADOX que comentaré a continuación de 12 minutos. Así que decidí que en tiempos relativamente largos como estos, me iba a contentar con sacar la media, dejarlo en 12'5 minutos y confiar en los márgenes que ofrecen estos materiales para obtener buenos resultados. Con la Tri-X, sin problema.
Quiero avisar que no estoy usando el Rodinal habitual, sino el que ofrece ADOX bajo la denominación APH 09. Esta es la fórmula usada a principios del siglo XX hasta la Segunda Guerra Mundial, y que siguió usándose tras el telón de acero, mientras que Agfa modificaba ligeramente al fórmula de su Rodinal, el único que podía llevar esa denominación. Dicen que daría algo más de grano, aunque su uso es exactamente igual. Yo no estoy encontrando diferencias.
Leica M2 con Summicron 35/2 ASPH y película ADOX Supermax 100
La Tri-X es cómoda de usar,... pero yo no estaba suficientemente cómoda con ella. Básicamente, con un día de luz radiante como ese sábado, me obligaba a utilizar un diafragma de f/16 y una velocidad de obturación de 1/500 segundo, o su equivalente de f/11 y 1/1000 segundo. Pero nunca me gusta usar una diafragma tan cerrado por el efecto de la difracción, ni aun con una óptica excelente como el Sumicron asférico, ni me gusta llegar a velocidades de 1/1000 en cámaras mecánicas, ya que los márgenes de precisión a estas velocidades son menores. Por ello, prácticamente todos los negativos, salvo los de interiores, de Tri-X esta sobrexpuestos un punto, para exponer de f/11 y 1/500 hacia abajo.
Y también por ello, cuando terminé el primer carrete de Tri-X, decidí usar el de ADOX Supermax 100 que llevaba en el estuche. Aunque eso me iba a limitar la posibilidad de usar el blanco y negro en interiores. Pero una foto en color siempre se puede convertir a blanco y negro, y al revés, no.
De entrada, he de decir que esta película de ADOX se caracteriza por su elevado contenido en plata, lo que junto a su sensibilidad media, garantiza un grano mucho más contenido. La diferencia con la Tri-X es muy notoria, ofreciendo unos tonos más continuos y menos estructura de fondo. También tiene un contraste más suave que he tenido que corregir en el digitalizado de los negativos.
No me gusta tanto como la Fujifilm Neopan 100 Acros, y no es necesariamente superior a la mucho más accesible y probada Ilford FP4 Plus. Sí mejora el nivel de grano que ofrece la Fomapan 100 Classic, que se puede encontrar fácilmente también como Lomography Earl Grey 100. Por lo tanto, no creo que después de haberla probado vaya a usarla con frecuencia. Pero es una película muy razonable.
Aún me atreví a usarla en un momento dado en interiores, en el Centro de Arte y Exposiciones de Ejea, más iluminado que La Espiral.
Y tuve un desliz después de comer. Durante la mayor parte del día, con la película en blanco y negro estuve estimando la exposición a ojo, partiendo de la famosa regla "soleado f/16", que encontrábamos antaño, quizá también ahora, en los carretes de película para aficionado de Kodak o en algunas cámaras antiguas que no disponen de fotómetro. No suelo errar. Pero después de comer, debió de ser por la digestión, sí que hice unas cuantas tomas que resultaron subexpuestas.
Algo compensaría este error el hecho de que he revelado el negativo durante medio minuto más de lo aconsejado, debido al ataque de vagancia que he comentado antes. El tiempo recomendado era 12 minutos y lo usé con la Tri-X a 12'5 minutos. Pero por mucho que aumentes los tiempos de revelado, si en unas sombras no hay plata... pues negro se quedará. Aun a costa del incremento del contraste, que podéis apreciar en la imagen anterior.
Por lo demás, a la luz del día, me sentí más cómodo con esta sensibilidad que con la de la Tri-X.
Y un defecto...
Los más observadores verán que algunos negativos en blanco y negro presentan una larga raya recta transversal a la dimensión más larga, de color negro, que afecta a todos los negativos de Tri-X y a bastante de Silvermax. No sé a qué se debe. Se parece mucho a una que aparece en los dos negativos de largas exposiciones nocturnas que hice hace unas semanas. Pero entonces era otra cámara, la Hasselblad 503CX, y otra película, la Fujifilm Neopan 100 Acros. No sé a qué se debe. Y es una lata eliminarla tras su digitalización. Todavía no he comprobado si está en el negativo, o se produce por algún motivo al digitalizarlos. Por su coincidencia con su aparición con los de la Hasselblad. Esperemos que desaparezca del todo.
Hace unos días os hablaba de mi primer rollo de la nueva película del fabricante francés Bergger, la Pancro 400. Una película de la que me sentía muy satisfecho, y que de hecho estoy pensando en que sea mi película de elección para trabajos de interés. Para un uso más casual, tengo pensado tirar de Fomapan. Pero de eso hablaré otro día. Más adelante.
Esta nueva película, como su nombre indica, es pancromática. Es decir, es teóricamente sensible a todo el espectro de luz visible, como la mayor parte de las películas modernas. Pero eso es algo cierto en parte. Voy a ponerme un poco técnico y voy a poner aquí la curva de sensibilidad espectral de la película, que no es muy distinta a la de otras películas pancromáticas. Está obtenida directamente de la versión en francés de la ficha técnica de la película ofrecida por el fabricante a fecha de enero de 2017.
Como vemos, la película es sensible entre las longitudes de onda de 400 nanometros y aproximadamente los 660 nanometros aproximadamente donde comienza un brusco descenso de sensibilidad para que esta sea nula a partir de los 680 nanometros. El espectro visible, aunque hay variaciones entre individuos va entre el violeta, que comienza e los 380 nanometros y los 780 nanometros del rojo más profundo. Ciertamente los valores más extremos están sujetos como digo a cierta variabilidad personal, y hay muchas personas que no llegan a ser sensibles a los rojos más profundos, por lo que en la práctica no es infrecuente ver mucho textos donde redondean y nos dicen que el espectro visible esta entre 400 y 700 nm.
El caso es que incluso en las películas pancromáticas como esta Pancro 400, siempre hay una menor sensibilidad, aunque sea ligera, a los tonos cálidos que a los tonos fríos. Normalmente, en escenas tomadas con luz de día, no tiene mayor importancia. Pero cuando fotografías en interiores con luz artificial, especialmente luz de tungsteno o aquellas que la imitan, hay predominio de tonos cálidos y las películas se pueden quedar cortas de sensibilidad. Algún fabricante, no muchos, lo avisan, y te dicen que la sensibilidad de la película para esas situaciones es menor. Por ejemplo, 320 ISO en lugar de 400 ISO. No es el caso de la Pancro 400. Pero yo decidí probarla con luz artificial.
Para ello, cargué la Hasselblad 503CX con un carrete de Pancro 400, la iluminé con mis lámpara habituales del salón, halógenas o de LED con tonos cálidos, e hice un pase de modelos de mi colección de cámaras para película tradicional, aunque solamente aquellas que están en funcionamiento, aunque sea con alguna limitación.
Estas son las dos primeras que fotografié, la Canon EOS 100 (1992) y la Leica CL (1973) (Entre paréntesis el año de fabricación aproximado para el modelo del que dispongo). Van juntas porque entre 1993 y 2004 fueron las responsables de ir de viaje conmigo. La primera hasta el año 2001, la segunda con posterioridad. El buen resultado de la Leica CL y su mayor ligereza me condicionaron para ser de los primeros en adoptar las cámaras micro cuatro tercios, comparables en tamaño, como cámaras viajeras por excelencia.
Desde el punto de vista del rendimiento de la película, creo que ciertamente su sensibilidad real cuando la fuente de iluminación es luz artificial cálida es algo inferior. Los negros del cuerpo de la Leica CL tendrían que tener algo más de materia. No obstante, la película, como ya comenté, se comporta muy bien y se traga los pasos de contraste sin ningún problema.
Sigo con el pase de modelos. Ahora ya sin interrupciones sobre las características de la película.
Además de la Leica CL ya vista, dos telemétricas de la marca alemana más, la Leica M2 (1961) con montura de bayoneta para los objetivos y la Leica IIIf (1951) con montura de rosca.
Otras dos telemétricas, pero de formato medio, y por lo tanto bastante más grandes. La Fuji GS645S Wide (1983) es una telemétrica para rollos de película de 120 y 220 sobre los que se obtienen 15 o 30 negativos de 6 x 4,5. Mientras que la Plaubel Makina 67 (1985) con su objetivo Nikkor 80/2,8 fabricado por Nikon, retráctil, tiene un cuerpo metálico, es más consistente, y admite sobre los mismos formatos de película 10 o 20 negativos de 6 x 7. Ambas hacen fotos sin problema, con elevada calidad, pero la Makina 67 necesita pasar por taller por filtraciones de luz en el fuelle del objetivo retráctil.
Dos cámaras réflex, una Pentax MX (1977) y una Praktica MTL 5 (1985). La primera con su popular montura K de bayoneta, la segunda con una montura de rosca M42 que Pentax había abandonado ya diez años antes de que saliera al mercado este modelo de Praktica. Mi primera cámara réflex, de 1989, fue una Pentax P30N que no conservo. La vendí para comprar la Pentax MX que usa todos aquellos objetivos de focal fija de Pentax que fui comprando de segunda mano poco a poco y que van muy bien. Por ello, le tengo un cariño especial. Además va estupendamente, es una de las cámaras más agradables de usar, siendo además muy compacta de tamaño.
Vámonos hacia atrás en el tiempo con estas dos Agfas. La primera, la Agfa Jgestar 8,8 (1928, posteriormente conocida como Agfa Billy, bajo cuyo nombre se declinaron muchas cámaras similares de iniciación) es una cámara de objetivo retráctil con fuelle, sencilla, con un objetivo de tres elementos que no ofrece mucho contraste y moderada nitidez, pero que con sus negativos de 6 x 9 sobre película de formato 120 da información de sobras para disfrutar de la fotografía. También tiene alguna filtración de luz, y hay que protegerla de la luz directa en el momento de hacer la foto. La Agfa Synchro Box (1953) representa a las populares cámaras de cajón cuyo concepto básico no varió desde la primera Brownie de Kodak de 1900. Admite también película de 120 produciendo negativos de 6 x 9, pero su objetivo muy sencillo, un simple menisco, acarrea todo tipo de aberraciones ópticas. Para ampliar con muuuuuuucha moderación. Pero divertidas de usar, ambas.
Dos nuevas cámaras de objetivo retráctil para película de formato 120, produciendo ambas negativos cuadrados de 6 x 6. Conceptualmente muy similares, aunque la primera, la Zeiss Ikon Ikonta modelo 521/16 (1948) es algo más latosa de usar que la Adox Golf 63 (1955). Curiosamente, la primera no sufre de las filtraciones de luz en el fuelle de las que sufre la segunda, que hay que proteger de la luz directa al usarla para evitar luces parásitas en exceso.
Un recuerdo especial para las cámaras que originalmente no fueron mía sino de mi familia. desde la Viking (1964) que usaba mayormente mi padre durante mi infancia, pasando por la Kodak Pocket A-1 (1977), que yo usaba cuando me iba de campamento cuando era un adolescente y que usa cartuchos de película de formato 110 con sus minúsculos negativo, hasta la Olympus μ(mju:)-1 (1993) que compré para mi familia con el fin de que tuvieran una cámara de cierta calidad pero sencilla de usar, una vez que yo ya me había aficionado a la fotografía.
Unos años más tarde, me compré para mí mismo esta Olympus μ(mju:)-2 (1997), descendiente de la anterior, más compacta, con un objetivo más luminoso y protegida contra las inclemencias del tiempo. La pongo en comparación con la Olympus Pen EE3 (1973), una de las populares compactas de medio formato, la mitad del tradicional formato popularizado por Leica, que hacían que los carretes de 36 exposiciones ofrecieran cerca de 80 si las cargabas con cuidado para aprovechar al máximo la longitud de la película.
Mezcla de estilos en esta ocasión. En el centro, una noble Yashica Mat 124G (1970), reflex binocular con un objetivo tipo Tessar que hace unas fotografías excelentes, pero que tengo con una funcionalidad algo "estorbada" porque como consecuencia de una caída, la lente de enfoque no se sujeta correctamente. Por lo demás va muy bien. A reparar en cuanto tenga ocasión. Y con las otras dos entramos en el terreno de lo lúdico. De las cámaras-juguete. Pero que hace fotos. Por dos euros en un mercadillo conseguí la Cámara Safari de Indiana Jones (1987), que es una variante de la Werlisa Club Color B, una cámara que se fabricó en España como churros desde los años 70. Es muy elemental en su uso, pero hace fotos. Conceptualmente similar es la Vivitar Ultra Wide & Slim (2001), pero con la peculiaridad de que tiene un objetivo gran angular de 21 mm. También se puede conseguir por pocos euros. Su ergonomía puede producir algún dolor de cabea que otro, pero las fotos que se hacen con ella pueden ser muy simpáticas. Pasad de las Lomography, y buscad este tipo de cámaras si queréis diversión.
Diversión que también se puede conseguir con las chinas Holga, de las que yo tengo dos. Una Holga 120W PC y una Holga 120N. Ambas son fabricadas en 2015. El PC de la primera viene de Pinhole Camera, y es efectivamente una estenopeica. Ambas son para formato medio, rollo de formato 120. La estenopeica puede hacer fotografías de 6 x 9 y 6 x 12, la 120N de 6 x 6 y 6 x 4,5. La calidad en la estenopeica es la esperable en este tipo de cámaras. La de la 120N es simpáticamente lamentable.
Y dos estenopeicas más... La Camara Pinhole Automontable (2015) comprada en la librería del CaixaForum de Zaragoza. Tengo pendiente sustituir la lámina del estenopo por otra más fina. El estenopo me salió con un diámetro excesivo y la nitidez que ofrece es demasiado baja. Aunque no deja de ser curiosa de usar. Se vendía en piezas, y te la montas tú mismo. Admite carretes de 35 mm normales y corrientes, pero el avance es muy aproximativo. La otras es una Ondu 6x12 Multiformat (2016), que con un sistema de tabiques móviles permite usar sobre película en rollo tipo 120 los formatos de 6 x 6, 6 x 9 y 6 x 12. Está hecha artesanalmente de madera, las piezas se mantienen en su sitio con imanes de vanadio, y es muy bonita.
Llevo 11 fotografías con 24 cámaras presentadas hasta el momento. Normalmente la idea es que todas menos una cámara cupiesen en los 12 fotogramas que permite la Hasselblad en un respaldo tipo A12. Pero un error en el primer fotograma hizo que hasta aquí llegáramos. La siguiente fotografía está realizada con la Leica M-E, digital, calzada con el Elmar-C 90/4 para suplir esa carencia.
A pesar de que parecía que esta tecnología iba a desaparecer, la fotografía instantánea esta viviendo un simpático resurgir. Hay quien tira de los nuevos productos desarrollados por Fujifilm. Pero otros preferimos rescatar las viejas Polaroid y usar la (carísima) película instantánea de Impossible Project. Yo dispongo de una Polaroid Image System SE y una Polaroid Supercolor 635. Esta última es un modelo muy sencillito, que ofrece las típicas fotos cuadradas de Polaroid. La primera ofrece mucha mayor calidad y posibilidades, pero hay que usar el formato especial tipo Spectra, algo más alargado.
Y queda una cámara... la que ha hecho la mayor parte de estas fotos...
Y aquí tenemos la reina de las cámaras, una Hasselblad de la serie V, en concreto una Hasselblad 503CX (1989), con su clásico Carl Zeiss Planar 80/2,8, fotografiada con la Polaroid Image System SE. En realidad este modelo no salió tal y como se ve de fábrica, ni se vendió tal cual, ya que está montado a partir de distintas piezas. Las Hasselblad para película eran fundamentalemente un concepto modular. La 503CX el cubo central, pero el respaldo vino por otro lado, el objetivo por otro, y el visor que se ve... no es Hasselblad. Es Kiev, soviético. Pero funciona correctamente.
Y este es mi repaso a mi colección de cámaras para película tradicional en funcionamiento, aprovechando mis pruebas con la Bergger Pancro 400.
Son prácticamente las últimas fotografías del año 2015. Alguna más hay después... pero bueno... Tras muchos días de niebla en Zaragoza, esta se levanta y nos deja una mañana de luz suave, muy plástica para salir a fotografiar.
Hay un tema que siempre me ha gustado. El paisaje alterado por el ser humano, especialmente en los espacios suburbanos, esos espacios en los que la ciudad se desvanece progresivamente en una naturaleza muy domesticada. Un gusto que me viene de la observación de algunas de las fotografías del grupo de la New Tophographics nortemericana (búsqueda en Google Imágenes). Lo que algunos han dominado buscar la belleza y las virtudes estéticas de lo banal, o aparentemente banal. Porque no está reñida con la reflexión sobre el impacto del ser humano en el entorno. En el ambiente. Una cuestión que cada vez está más presente en nuestras vidas. En nuestras conversaciones. Anoche, en la cena de Nochevieja, no dejó de salir el tema. Incluso dentro del ambiente festivo en el que se desarrolló la cena.
Tengo ya muchas fotografías de un mismo entorno al cabo de los años. Una de las formas que tengo de darme buenas caminatas cuando el tiempo me lo permite, el meteorológico y el cronológico, es salir de mi casa hacia el camino de Miraflores y de ahí pasar hacia la huerta de las Fuentes y el soto de Cantalobos, en el este de la ciudad de Zaragoza. A veces las fotografías pueden parecer repetitivas, pero cuando las contemplo en el tiempo, también hay una sensación dinámica de cambio.
Una de las cámaras que más me gusta para estos amplios paseo es la Leica M-E. A veces con un 50 mm, cada vez más con el 35 mm. Tengo una evolución personal por la que mis preferencias están evolucionando de la focal más larga a la más corta. En cualquier caso, la combinación del sensor de imagen sin filtro de paso bajo de la Leica, y la nitidez del C-Biogon 35 mm 1:2,8 de Carl Zeiss a cualquier apertura pero especialmente entre 1:4 y 1:11, junto con la ligereza del conjunto hacen de esta combinación un equipo casi ideal para estos paseos.
Y así, sin más, os dejo con un pase de fotografías de estas algunas de mis últimas fotografías de 2015.
En estos momentos, Leica es una marca que se identifica con el alto nivel de calidad de sus productos, especialmente por sus reputadas ópticas, pero también con cierto esnobismo, con el capricho de tener un objeto caro, muy caro. Sus cámara duplican el precio de otras de similares características básica, sus objetivos duplican, triplican o cuadruplican los precios de la competencia. Arrastra una historia prestigiosa, en la que numerosos reporteros gráficos usaron sus leicas como herramienta de trabajo discreta y eficaz, aunque también tuvo momentos en los que estuvo a punto de desparrecer como consecuencia del reinado absoluto de las cámaras réflex entre los profesionales.
Hoy en día vive una segunda edad de oro, con una gama de productos muy amplia, como nunca la había tenido, sintiéndose al mismo tiempo orgullosa de mantener sus tradiciones. Y con muchos de sus usuarios como principales voceros de las presuntas cualidades de las cámaras del punto rojo. Pero ¿realmente mantienen sus tradiciones tan fielmente como dicen? Hagamos un repaso.
Yo tengo una Leica IIIf de 1951, una cámara que básicamente responde al diseño original de Oskar Barnack, aun siendo probablemente el modelo más avanzado de los que son evolución directa de aquella “Ur-Leica” de 1914.
Barnack era ingeniero de la empresa Leitz, que en aquellos momentos se dedicaba a hacer microscopios. A Barnack le gustaba el aire libre, los paseos por el campo y por el monte. Y hacer fotografías de los paisajes que visitaba. Pero tenía algún problema de salud, probablemente de tipo asmático, que hacía que le resultase penoso cargar con mucho peso. Con sus conocimientos de óptica y de mecánica, decidió aplicarse al diseño y construcción de una cámara ligera, que aprovechase como material sensible la película en rollos de 35 mm de ancho con doble perforación que se usaba para la filmación de pelìculas cinematográficas, concibiendo un fotograma horizontal con el doble de superficie que los fotogramas de cine. Frente a los 24 x 18 mm de estos, tendríamos un fotograma de 36 x 24 mm. Pequeño para lo que se llevaba en aquellos momentos. Necesitaría una notable ampliación para conseguir una copia de un tamaño razonable; por lo tanto, para conseguir una definición razonable la óptica tendría que ser de muy buena calidad, y usar la películas con el grano más fino posible. No es una cámara que fuesen a usar los profesionales, pero un aficionado la usaría por su portabilidad, ya que dotada de un objetivo retráctil, podría llevarse sin muchos problemas en el bolsillo de un abrigo, chaquetón o chaqueta. Sería algo más pequeña que el modelo que he mostrado anteriormente, ya que en un principio no llevaban visor con el telémetro de coincidencia usado para enfocar. Utilizaban visores más sencillos, y se enfocaba por estimación de la distancia a la que se encontraba el sujeto.
La guerra mundial dejó aparcadas la posibilidad de comercializar un aparato de estas características, cosa que sucedería a mitad de la década de los años 20, con un objetivo estándar de 5 cm de focal, y una formulación óptica que recordaba a los Tessar de Carl Zeiss, aunque se argumentó que no era tal ya que el diafragma estaba situado en otra posición. El Elmar 5 cm 1:3,5 que aparece retraído en la fotografía es básicamente un objetivo con esta formulación, aunque fabricado 25 años más tardes con recubrimientos antirreflejos en las lentes, que además usaban mejores vidrios ópticos. Pero la misma fórmula de 4 elementos en tres grupos.
El caso es que, aunque concebidas para el mercado aficionado como cámaras de calidad, su discreción y portabilidad atrajo a algunos profesionales, especialmente reporteros gráficos y fotógrafos documentalistas que veían en estas cámaras un instrumento ligero y poco llamativo en tiempos y lugares turbulentos. Eso sí, pronto empezaron a echar de menos ópticas más luminosas, especialmente cuando la competencia, Carl Zeiss, empezó a sacar a la luz esos diseños Sonnar, y luego, con los modernos revestimientos antirreflejos, las variantes de los Planar, que ofrecían calidad con aberturas máximas más luminosas que ese 1:3,5 de los Elmar de Leica.
Leitz comenzó a comercializar algunos Summar y Summitar a 1:2, e incluso algunos Xenon y Summarit a 1:1,5. Eso sí. Los profesionales tenían que elegir. Entre las buenas prestaciones en todo el rango de aberturas, con una abertura máxima modesta, u objetivos más luminosos pero con prestaciones ópticas más flojas. Hasta que llegaron los primeros Summicron, nombre que se quedaría establecido ya para siempre para las luminosidades de 1:2, y que sería y es sinónimo de altos niveles de calidad.
El primer Summicron, que es el objetivo que en este artículo nos interesa, era también un objetivo retráctil, como el Elmar. Más voluminoso claro. Y se fabricó tanto en la montura tradicional de rosca como en la novedosa montura de bayoneta M que surgió en los años 50. A continuación vemos un ejemplar que he estado probando estas semanas atrás montado sobre mi Leica M2.
La leicas de la serie M eran cámaras mucho más agradecidas de manejar que las de generaciones anteriores. Su accionamiento era mucho más rápido, su telémetro más cómo, su precisión elevada. Pero a cambio tenían un problema. Ya no eran tan pequeñas como sus antecesoras. Ya no eran tan sencillas de llevar en el bolsillo del chaquetón. Todavía podían ser transportadas con discreción, pero habían crecido de tamaño.
Veamos una comparación entre las dos anteriores.
Se nota la diferencia, ¿no?. Quizá el diseño básico sea el mismo, pero con un tratamiento a base de esteroides. Sin embargo, que la óptica fuera retráctil seguía siendo una ventaja a la hora de mantener un equipo compacto durante el traslado del mismo. Realmente, en la concepción inicial de Barnack estaba que los objetivos de las leicas fueran retráctiles para que mantuvieran al máximo su tamaño compacto.
Sin embargo, el Summicron pronto recibió mejoras en sus características ópticas. Y dado que las cámaras habían aumentado de tamaño,... también en sus características mecánicas, y todas las generaciones posteriores de los 50 1:2 de Leica han sido objetivos no retráctiles, más voluminosos. De una calidad estupenda, en algún caso casi podríamos decir que insuperada durante mucho tiempo para el formato de película de 35 mm. Pero alejándose del concepto original de la Leitz Camera.
Conociendo la existencia de este objetivo, y que sus prestaciones, aunque inferiores a las de posteriores generaciones, son más que dignas, siempre me ha apetecido tener uno, por la polivalencia y la transportabilidad del equipo. Incluso montado sobre un modelo digital, todavía más voluminoso y pesado.
La introducción de la electrónica necesaria para mantener la toma digital han hecho que las leicas de la serie M digitales hayan engordado. A continuación podemos ver una de ellas, con un objetivo Carl Zeiss Biogon-C 35 1:2,8 ZM, que es de lo más compacto que podemos poner en estos días. Si lo comparamos con la fotografía anterior, vemos que sigue el proceso de aumento de tamaño. Ya no estamos hablando de un equipo compacto, aunque sea mucho menos voluminoso que un sistema réflex digital de similares características.
Poco antes de mi reciente viaje a Suiza, una persona a quien conocí no hace mucho me propuso venderme uno de estos Summicron retráctiles. La verdad es que el aspecto cosmético del objetivo es excelente. No se ven prácticamente defectos ni en las lentes ni en los componentes mecánicos. El único pero que se le podría poner desde el punto de vista cosmético es que la escala de distancias estaba en pies y no en metros. Era un objetivo que había sido destinado a su venta en Estados Unidos, que fue comprado por un español caprichoso allí, utilizado escasamente, y ahora un descendiente que no se interesa por la fotografía dispuesto a venderlo.
Con otro modelo, y con una buena oferta económica, me hubiera decidido de inmediato. Pero había leído lo suficiente sobre este objetivo para ser cauto. De hecho, la recomendación de los conocedores es universal. O lo compras en un sitio de absoluta confianza que describa con precisión sus características, o exiges poder probarlo previamente. ¿Por qué? Ahora lo explico.
El objetivo tenía unas características envidiables desde el punto de vista óptico y mecánico. Pero también tenía dos puntos débiles que han hecho que este modelo en concreto de Summicron no envejezca bien. Por un lado, las lentes frontales, las más expuestas, están fabricadas con un vidrio óptico muy blando, que se raya con facilidad. El acúmulo de rayas de limpiado, que pueden ser incluso poco apreciadas, da lugar a una pérdida de contraste en la imagen. Por otro lado, al igual que otros modelos de la época, los cementos y los lubricantes usados en aquel momento se van evaporando poco a poco y depositándose sobre la superficie de las lentes, produciéndose lo que los anglófonos llaman un aspecto “hazy” o “foggy”. Es decir, brumoso o neblinoso. Se pierde contraste y definición cuando se llega a determinados niveles. Y esto puede suceder incluso con un objetivo de aspecto inmaculado. Es uno de esos motivos por los que se recomienda conservar el material fotográfico en lugar seco y a temperatura constante no extrema.
Produciéndose la oferta en vísperas de mi viaje a Suiza, sugerí la posibilidad de probarlo durante el mismo… negociamos las condiciones,... se aceptaron las propuestas,... y he aquí algunos resultados.
No sé si se aprecia del todo bien. Creo que sí. Las fotografías están tomadas con la Leica M2 calzada con el Sumicron 5 cm 1:2 retráctil en pruebas. La película es Kodak Tri-X expuesta a su sensibilidad nominal, revelada en Tetenal Ultrafin a 20 ºC a una solución 1+4 durante 7 minutos. Las condiciones son las mismas que para las fotografías de mis últimas recomendaciones semanales, salvo que en las de esa entrada usé el Carl Zeiss Biogon-C 35 mm 1:2,8 ZM.
Existe una diferencia fundamental. Las fotografías realizadas con el Summicron tienen un contraste menor que las del Biogon-C, incluso cuando las condiciones de la toma era de más contraste, y se aprecia en torno a las altas luces una sensación de difuminado, la famosa neblina o bruma de la que antes hablaba, que se puede aplicar tanto al aspecto de las lentes, como a las de las fotografías tomadas con ellas. Es decir, a pesar del buen aspecto cosmético del objetivo, este no está en las mejores condiciones para ser un buen útil fotográfico, salvo como objetivo de efectos especiales. Y para eso no me interesa.
El mismo efecto lo he observado a la vuelta con algunas fotografías realizadas con la Leica M-E digital. Quizá incluso de forma más marcada. Por lo tanto la conclusión es clara. Es un tipo de objetivo que por su concepción y diseño me encantaría tener, pero con estas prestaciones ópticas, no. Y menos a los precios que se suelen ver cuando están en buen estado cosmético. Una pena… ¿verdad? El potencial vendedor se sintió muy decepcionado. Pero ha visto los resultados brutos de las fotografías realizadas y ha comprendido la situación…
Me despido con esta fotografía tomada con la Leica M-E digital, en la que el contraste está corregido, pero que no se puede evitar apreciarse la sensación de bruma en las altas luces, efecto que nunca he observado por ejemplo en el Carl Zeiss Planar 50 1:2 ZM, y sí en el Industar-22, el 50 mm 1:3,5 de fabricación soviética, muy inferior de partida a todo lo que estamos hablando aquí.