No siempre me he encontrado cómodo con la Kodak Ektar 100. La película de sensibilidad baja, antaño se consideraba media, grano fino y alta saturación del antaño gigante americano venido a menos no siempre es fácil de manejar. Desde luego no es una película generalista. El rendimiento de sus colores puede ser adecuado en ocasiones... y bastante menos adecuado en otras.
Hace unas semanas decidí trabajar un poco esta película sobre una cámara de formato medio. Y elegí para ello la Hasselblad 500CM con un objetivo que uso poco el Carl Zeiss Sonnar 150/4 C T*. Es un teleobjetivo corto. Me cuesta hablar de equivalencias entre las focales de las Hasselblad, con fotograma de 56 x 56 mm aproximadamente, y las de las cámaras más habituales de formato pequeño, con fotograma de 24 x 36 mm. Aunque se pueda hablar de "equivalencias" basadas en las dimensiones de la diagonal del fotograma, lo cierto es que el formato cuadrado de la Hasselblad tiene exigencias específicas distintas de las fotografías casi panorámicas de la relación 3:2 del más común de los formato en película fotográfica. Por ello nos quedaremos con la idea de que es un teleobjetivo corto.
Hace tiempo que me he sumado a la idea de que el teleobjetivo corto es una focal tan respetable como cualquier gran angular para la práctica del paisaje. La idea, aislar el motivo principal, destacarlo. Con teleobjetivos cortos, es posible incluir suficiente información a su alrededor como para dar una idea del entorno, sin que este se "coma" al motivo principal. Un teleobjetivo largo tiene más dificultades para ejercer esta misión. Por ello los teleobjetivos largos en paisaje, sobretodo en digital, los uso para componer panorámicas o fotografías compuestas. Más información para ángulos de visión finales propios de focales más cortas.
La fórmula óptica de los Sonnar, muy querida a Carl Zeiss, fue la que la marca alemana usó para sus objetivos más luminosos en la era anterior a los revestimientos antirreflejos. Permitía utilizar un número de elementos ópticos adecuado a una corrección de la mayor parte de las aberraciones, permitiendo aperturas amplias que sus Tessar no permitían, y su limitado número de interfaces vidrio-aire permitía un mayor contraste que los Planar/Biotar que tenían un número de elementos parecido pero separados en más grupos. Los Sonnar siempre tuvieron el inconveniente de un importante curvatura de campo, lo que hacía delicado el calibrado de su enfoque en las amplias aberturas que se proponía. Pero en los teleobjetivos este es un problema menor que en ópticas más cortas, y la fórmula de los Sonnar siguió presente en el catálogo de Carl Zeiss.
En las fotos que muestro aquí podéis comprobar la visión que se obtiene a través de uno de estos objetivos. Con luz suficiente, la sensibilidad de la Ektar no supone ningún problema si se usa a mano alzada. Aunque en cuanto la luz empieza a bajar, el enfoque se vuelve delicado. La escasa profundidad de campo de estos objetivos hace que el enfoque por debajo del f/8 exija mucha atención. Y mi vista para las distancias cortas ya no es lo que era. En cualquier caso, es en estas situaciones de paisaje, aunque sea periurbano o suburbano, cuando la película brilla por la intensidad de sus colores, especialmente de los tonos rojos y naranjas, que todos asociamos al otoño. Espero que os gusten. Insistiré en esta combinación en un futuro, cuando las circunstancias lo permitan.
Como viene sucediendo en los últimos años, el otoño en Zaragoza tiene un carácter bastante benigno hasta que no llega noviembre. Y aun así, aunque refresca, puede haber alguna lluvia, o levantarse algo de viento, parecen haber desaparecido las desapacibles nieblas que hace unos años llegaban por estas fechas. Pero volviendo al mes de octubre, se convierte más en una especie de segunda primavera. O el veratoño, que dicen algunos.
Una de las consecuencias es que, cuando sales a caminar por las zonas verdes de la ciudad, cuesta encontrar los colores ocres en las hojas de los árboles caducifolios. Las hojas permanecen verdes, quizá con una tendencia hacia el amarillo, pero rara vez aparecen los colores más cálidos y más intensos. Luego, en cuento llega el tiempo más fresco, y se levanta el viento, las hojas caen directamente sin haber recorrido todo el espectro cromático que nos gusta a los fotógrafos.
Aprovechando las temperaturas benignas, durante los fines de semana de octubre y el puente del primero de noviembre, realicé una serie de paseos por las zonas verdes de la ciudad "armado" con cámaras para película tradicional y distintos tipos de película negativa en color. De esta forma, poder tener al final un recorrido por los distintos matices cromáticos que cada una de estas películas pueden proporcionar a nuestras fotografías.
Las que hoy os muestro, junto con las que aparecieron en la entrada de mi Cuaderno de ruta del pasado domingo, están realizadas con la Canon EOS 650 calzada con el objetivo estándar EF 50/1,4 USM. Un objetivo curiosamente poco apreciado por algunos "sabios", y que a mí me parece un objetivo muy digno para su precio. Probablemente, a su apertura más abierta f/1,4, no pueda ser comparable a los modernos 50/1,4 de diseño telecéntrico, con aubundancia de elementos ópticos, grandísimos y carísimos. Estamos hablando de los 300 y poco euros que me costó este objetivo frente a los más baratos, de Sigma, que doblan este precio. Y no digamos los más de 1000 euros para los objetivos de marca más prestigiosa. Pero a aperturas medias... me cuesta entender que la inmensa mayoría de la gente encuentre alguna diferencia.
Como material sensible, la muy modesta Fujifilm Fujicolor C200, una de las películas negativas en color más baratas del mercado, que sin embargo da buenos resultados con tal de que seas un poco fino al exponer sus fotogramas, poniendo especial interés en no subexponer. Sus tonos me parecen adecuados para un uso polivalente, pero en especial para paisajes sutiles, sin estridencias en los colores.
Nada nuevo en realidad en esta ocasión. En bastantes ocasiones he traído a estas páginas tanto la cámara Pentax MX como la película Ilford FP4 Plus 125. Juntas o con otras combinaciones de cámara y película. Ambos son dos productos fiables, que permiten realizar una fotografía de un modo tradicional, como se ha hecho durante décadas de forma eficaz.
Un recordatorio para quienes no estén al tanto. La Pentax MX es una cámara de los años setenta del siglo XX, de funcionamiento absolutamente mecánico, una de las que inauguraron la serie M de Pentax, cámaras de pequeño tamaño pero muy fiables. La MX tuvo aspiraciones profesionales, y realmente estaba construida sólidamente. Ya he mencionado la fiabilidad varias veces. Admitía el cambio del cristal de enfoque, así como la colocación de un motor para el avance de la película. Aparte de este, la única electrónica de la cámara es la del fotómetro, de medición ponderada al centro, y que sigue funcionando cuarenta años después sin ningún problema. La cámara puede funcionar sin pilas, en todas sus velocidades de obturación, midiendo la luz con un fotómetro externo o estimando a "ojímetro" la exposición.
La FP4 Plus 125 de Ilford es una película con una sensibilidad, evidentemente, de ISO 125, lo cual antaño se consideraba una sensibilidad media, hoy en día, baja. De tecnología tradicional, grano cúbico, tiene gran tolerancia a los errores y se puede usar sin miedo a cometer algún error en la medición o en el revelado, que mientras no sean muy importantes, apenas se notan, que puede con todo. El grano no es tan fino como las más modernas películas de grano tabular, pero es fino y de estructura agradable. Se puede usar sin problemas a un índice de exposición de 50, rebajando el tiempo de revelado, para bajar el contraste de las escena, o a 200-250 aumentando el tiempo de revelado, para el efecto contrario, aumentar el contraste. Los resultados son buenos. Hay quien incluso empuja más arriba los índices de exposición... pero existiendo buenas películas de ISO 400 es algo que no me parece que tenga sentido, salvo que no quede más remedio.
Las fotografías de esta ocasión son el resultado de hacer ejercicio, caminatas por Zaragoza y alrededores, llevando siempre alguna cámara encima. Y lo que surja por el camino, sin más pretensiones. Un forma de entrenamiento, físico por la caminata, fotográfico por la atención al mundo que nos rodea. La cámara llevaba el SMC-M 50/1,7 con la que venía cuando la compré de segunda mano. Pero cuando ya terminé el rollo, sufrió un percance, y me temo que el objetivo va a ser baja. Ya veremos si me contento con el SMC-A 50/2 que también tengo, o me hago, siempre que encuentre una buena oferta, con un 50/1,4. El objetivo llevaba un filtro amarillo, Heliopan #8,o rojo, Helipan #25, según la conveniencia de la escena.
Datos de procesado de la película: revelador Kodak HC-110, dilución A (1 + 15), 4 minutos y 30 segundos a 20 ºC, con una agitación inicial continua de 30 segundos y cuatro inversiones del tanque revelado cada minuto a continuación. Sin más.
Hace aproximadamente un mes os comentaba los resultados que había obtenido con el primer carrete de película Kodak Pro Image 100 que había utilizado en mi vida. Incluso unos días más tarde, de alguna forma lo comparaba con la Kodak Gold 200, llegando a la conclusión de que con los precios actuales, merecía la pena más esta última, que además nos da una ligera reserva de sensibilidad extra que puede venir bien en alguna ocasión.
Cuando hace pocas semanas estuve probando el teleobjetivo 100-300 mm de Panasonic que me prestaron, me llevé también en el macuto de nuevo la Canon EOS 650, calzada con el EF 40/2,8 STM para mayor ligereza, y con un nuevo carrete de Kodak Pro Image 100 de los varios que adquirí en su momento. Y lo cierto es que tras recibir los resultados... ya no tengo tan claras las conclusiones de mis artículos anteriores.
Fundamentalmente estoy hablando de fotografía de paisaje en entorno semiurbano, o en zonas verdes dentro de la ciudad. Y también en distintas horas del día.
La primer tanda de fotografías del carrete se corresponde con un amanecer. Un amanecer en el que la atmósfera no estaba todo lo limpia que podría estar, lo cual es propio del verano en Zaragoza, y con ausencia de nubes en el cielo. Eso nos da unos tonos rojizos en los primeros minutos de sol del día, que progresivamente van virando al amarillo, hasta que el cielo se instala lo suficientemente alto en el firmamento como para ofrecer la dura luz del verano en estas latitudes.
Ese mismo día, fuimos luego caminando, con el sol ya alto durante la mañana, por la desembocadura del río Gállego hasta el puente sobre este río en el barrio de Santa Isabel. Condiciones de luz muy distintas.
En cualquier caso, ambas seres de fotografías resultaron en buena tonalidad de color. Quizá el digitalizado ofrecido por Malvarrosa Film Lab peca de un cierto sesgo hacia los tonos cálidos en las horas en que el sol está alto. En ese momento, la luz que ofrece el astro rey, sumado al azul de la bóveda celeste hace que la luz general sea considerablemente más fría que en las primeras horas de la mañana tras la salida del sol. Pero unos ligeros toques del deslizador de temperatura de color en Lightroom lleva la fotografía a sus tonos realistas. Sobre si eso hace que la fotografía quede mejor que con unos tonos más cálidos, pero menos comprometidos con la realidad, es cuestión de gustos. A mí no me acaba de gustar que el azul del cielo se mezcle con tonos cálidos cuando no debe. Puestos a alterar algo la imagen, habrá que reservar y modificar por zonas; no realizar un desplazamiento global de los tonos.
Unos días más tarde, habiendo quedado para ver una película en el cine a las ocho y media de la tarde, salí con tiempo con el fin de caminar un rato por el Parque Grande de Zaragoza y la orilla del río Huerva antes de acudir a las salas de cine. Y así, terminar de exponer el carrete de Kodak Pro Image 100. Las condiciones de luz estuvieron entre nublado, cerrado pero no muy intenso, y la puesta del sol en el que las nubes se abrieron algo y los rayos de sol volvieron a iluminar el paisaje urbano y suburbano. En general, el rendimiento tonal de la película también resultó bastante adecuado.
El resumen de esta segunda experiencia con este tipo de película es que definitivamente la forma en que nos devuelve los tonos y los colores me gusta. No alcanza los niveles de películas de más postín como la Kodak Portra 160 o 400, o la Fujicolor Pro 400H de la que os hablé recientemente, pero están muy bien. Y debe ser que mi forma de exponer la película en este carrete ha sido más detallista y atinada, por lo que el grano resultante aparece más fino. Aunque en principio la cámara es la misma, con el mismo fotómetro incorporado y la misma técnica de evaluación de la exposición. Todavía me quedan unos cuantos carretes de esta película. Ya os iré contando.
Cuando uno mira e investiga sobre las mejores películas negativas en color disponibles en la actualidad, es frecuente encontrar comparativas o comentarios que comparan dos películas que tienen usos muy similares; Kodak Portra 400 y Fujicolor Pro 400H. He usado con cierta frecuencia la Portra 400. Realmente es una película fenomenal, que ofrece unos colores estupendos, con una gran latitud de exposición... y cara. No había utilizado hasta ahora nunca la Pro 400H... porque no es tan fácil encontrarla en mi entorno. De Fujifilm, es fácil encontrar las Fujicolor C200 y la variedad de Superias, pero no esta película profesional. El caso es que en un momento dado me hice con dos rollos y hace unas semanas me llevé uno en la mochila, junto con la cámara Fujifilm GS645S Wide. No sabía si lo iba a usar. Pero las incluí, junto con una cámara digital.
Subimos a casa de los padres de unos amigos un sábado por la tarde, no lejos de Sabiñánigo en la provincia de Huesca, para ayudarles con unos cambios en su casa. Terminamos pronto y sugerí a mis acompañantes ir a ver algo. No conocía el paraje en el que se encuentra el dolmen de Ibirque, un lugar con un bello paisaje en el que he estado en un par de ocasiones. Podéis encontrar algunas fotos realizadas por mí en ese paraje aquí, aquí y aquí.
Aunque todo lo que había leído sobre la Pro 400H hacía referencia sobretodo a su uso en retrato y reportaje social (bodas, comuniones, etcétera), la usé para reflejar el paisaje de esa parte de las sierras adyacentes al Pirineo. He de decir que pude haberla usado mejor. Me explico. Cuando llegamos al lugar, eran las siete y media de la tarde y faltaba casi dos horas para el ocaso. Pregunté si nos íbamos a quedar todo ese tiempo para aprovechar la mejor luz, o si nos retirábamos pronto. No hubo una respuesta clara por parte de mis acompañantes así que empecé a hacer fotos. Al cabo de un rato, me dijeron que sí, que les apetecía ver la puesta del sol. En ese momento lamenté haber disparado la cámara tan liberalmente y no haber echado a la mochila el otro carrete de película que se había quedado en el frigorífico en casa.
En cualquier caso, aunque no aproveché de la mejor forma posible el intervalo de tiempo de la tarde con mejor luz, la verdad es que quedé contento con el rendimiento de la película en el paisaje. Los colores son bastante naturales. Y aunque la saturación no se acerca al nivel de otras películas como determinadas diapositivas o la Kodak Ektar 100, la imagen queda con suficiente vivacidad. O al menos con unos tonos que me parecen ajustados al recuerdo del momento vivido. El revelado lo mandé a Malvarrosa Film Lab, en Valencia, que trabajan de forma muy similar a sus vecinos más veteranos de Carmencita Film Lab. Aunque son algo más baratos. Últimamente tiro de Carmencita cuando quiero el nivel de resolución más alto en la digitalización de los negativos, como con las fotografías de Berlín. La calidad que ofrecen ambos laboratorios es muy similar, siendo esta opinión basada exclusivamente en mi experiencia personal.
Finalmente, ¿mejor o peor que la Portra 400? No he llegado a una conclusión todavía. Pero por la calle van diciendo que poco se llevan todos.