Utebo es un pueblo de la provincia de Zaragoza (España) a unos 13 kilómetros por carretera del centro de la capital de la provincia, algo menos en línea recta, cuyo término municipal está casi rodeado por completo por el enorme término municipal de la capital, y que con el desarrollo urbanístico de las últimas décadas poco a poco se ha convertido en una pequeña ciudad dormitorio que poco a poco se acerca a los 20.000 habitantes. No obstante, aun conserva lugares característicos de su origen rural con más personalidad, como la estupenda torre octogonal de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señor de estilo mudéjar aragonés, aunque en contra de lo que yo pensaba no está incluida en el catálogo de monumentos que constituyen la Arquitectura mudéjar en Aragón como Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO. Pero es el estilo. Quizá demasiado moderna como para estar incluida en dicho catálogo.
Pero no vamos a hablar de la población sino de su patrimonio natural. Y es que en las proximidades se conserva alguno de los escasos sotos naturales, bosques de ribera, que antaño flanqueaban de forma mucho más abundante las orillas del río Ebro. Y allí nos fuimos guiados por un residente de la población unos cuantos aficionados a la fotografía a pasar la tarde del pasado domingo.
Fui poco previsor. Y me encontré con la mayor parte de las cámaras de objetivos intercambiables con las baterías agotadas o a punto de ello. La única que tenía reservas energéticas suficientes para pasar la tarde con garantía era la Leica ME. Sin embargo, esta cámara que ofrece una elevada nitidez, especialmente con los objetivos Leitz que le son propios, no es nada apropiada para naturaleza por estar poco adaptada a la utilización de teleobjetivos, y especialmente cuando hay que enfocar de cerca. El sistema de telémetro no permite distancias de enfoque muy cortas. Paisajes con grandes angulares sin problema, pero macro o fotografía de aproximación... chungo, chungo.
Aun así me llevé tres objetivos: el habitual de la cámara, un Summicron 35/2 Asph, un teleobjtivo ya veterano, el Elmar-C 90/4 pensado para la Leica CL, y un gran angular más amplio, un Voigtländer Color-Skopar 25/4, que aunque está un escalón por debajo en calidad de los Leitz, ofrece unos resultados más que dignos con la Leica digitales, si tienes un poco de cuidado al usarlo.
Primero recorrimos un poco el interior del soto.
Como veis, ahí usé fundamentalmente el Elmar-C 90/4. No dispongo todavía de las fotos, pero me llevé también la Fujifilm GS645S Wide Professional, por lo que las fotografías con un angular moderado las hice con película tradicional.
Después, nos desplazamos por un camino rural hacía otro punto a orillas del Ebro. Algunos campos de cultivo y algunos árboles frutales fueron los objetos fotográficos de preferencia en este trayecto, usando tanto el 90/4 como el Summicron 35/2 Asph.
De este modo llegamos al mirador sobre el Ebro, donde tomé ya plena conciencia que este soto y este mirador son lugares que yo visitaba con frecuencia en mi adolescencia, cuando venía con mis padrinos y sus amigos a pescar. Yo pensaba que aquellos sotos habían desaparecido, pero no. Son estos. Y me alegré de reencontrarme con ellos, y con la idea de volver a menudo con un equipo más adecuado para la fotografía de naturaleza.
En cualquier caso, para el atardecer y la puesta de sol opté por el Color-Skopar 25/4, con un ángulo de visión mucho más amplio, y que sólo baja de nivel cuando el sol entra de lleno en el objetivo, momento en el que las imágenes sufren una notable pérdida de contraste. Por lo demás, sin problemas.
Aunque la tarde estuvo muy luminosa, la calidad de la luz sin ser mala no fue la mejor para paisajes espectaculares, con un sol muy intenso hasta el momento de su ocultación, y con una casi total ausencia de nubes en el cielo. Vamos, que no serán paisajes que pasarán a la historia de la fotografía.
Pero sí que fue una tarde muy agradable, con una buena compañía, que se cerró tomando unas cervezas en el pueblo ya al anochecer. Para repetir en más ocasiones.
Aunque formalmente no estamos en primavera todavía, no hemos llegado al equinoccio astronómico que será mañana día 20 de marzo a las 10 horas y 29 minutos de la mañana, el tiempo ya es primaveral en Zaragoza. Por ello, cuando este sábado por la mañana decidí dar un paseo relajante que me llevó por el Parque de Grande de Zaragoza, opté por coger un equipo para macrofotografía. Para empezar a acercarme fotográficamente a las pequeñas plantas y flores que aparecen ya en estas fechas.
Además del habitual Pentax SMC-A Macro 100/4 que suelo llevar con la Pentax X-S1, y que me ha dado ya varias satisfacciones, llevé otro objeto y objetivo. Hace unos días hice reordenación de equipos fotográficos, especialmente del más antiguo y del dedicado a la película tradicional, como ya os mostré. Y me apareció por ahí un anillo inversor para montura Pentax K. Esto es, un anillo que por una cara tiene la montura de bayoneta de Pentax y por el otro una rosca de filtro, en este caso de 49 mm. Esto sirve para montar un objetivo del diámetro de filtro adecuado de forma invertida, y de ese modo alcanzar notables ratios de aumento en fotografía macro. Para usarlo me llevé el Pentax SMC-A 35/2,8. No tenía muy claro cómo me saldrían las fotografías con este último montaje, y además la cámara me hacía cosas raras a la hora de medir la luz. Pero creo que al final me hice con ella. Os iré poniendo fotos mientras os hablo de las recomendaciones de hoy.
Porque os hagáis una idea de la ampliación, el sensor APS-C de las Pentax digitales tiene unas dimensiones de 23,5 x 15,7 mm. Pues bien, en eso 23,5 mm podemos encajar un objeto de unos 19 mm. Es decir, la escala de reproducción es aproximadamente de x 1,24. Con el 100/4 macro y la lente de aproximación de Cosina que uso con el mismo llego a x 1. Eso sí, el 35 mm con el anillo inversor tiene una distancia mínima de enfoque minúscula. Estás a unos cuantos centímetros del objeto. Mucho más favorable la del 100/4.
Vamos ya con las recomendaciones. En Iconic Photos nos han mostrado algunas de las fotografías de la llamada masacre de Pančevo en la antigua Yugoslavia, tomadas por Gerhard Gronefeld (traducción en Google Translate de la página de la Wikipedia en alemán sobre el fotógrafo), que tomaba fotografías para un periódico del ejército alemán, y que ocultó durante más de 20 años. Los alemanes siempre han defendido que los criminales fueron los nazis y no todo el pueblo alemán. Y que el ejército alemán, la Wehrmacht, no cometía crímenes de guerra, que eso era cosa de las SS. Pero estas fotografías mostraron al mundo que eso no fue así. Aun hoy en día, estas fotografías levantan ampollas entre los veteranos del ejército alemán, sus familias, y los actuales militares alemanes. Pero ahí está el documento. 18 hombres, civiles, fusilados, y otros 17 hombres y una mujer ahorcados. Fue una represalia contra la población civil por la muerte el día anterior de un soldado alemán en combate contra los partisanos.
Más amable es la noticia de L'Oeil de la Photographie que nos permite conocer la colección de Marcel Thomas. Este fue un fotógrafo aficionado, cuyo principal interés era ir a la caza de famosos. Y se hizo con una notable colección de retratos de gentes del mundo del cine sobre todo, que luego ampliaba en las modestas copias de 6 x 9 cm en blanco y negro. Las delicias de los fotógrafos aficionados y a veces desconocidos.
Hace ya unos años compré un libro del holandes Ed van der Elsken, Love on the Left Bank, sobre la bohemia de la orilla izquierda del Sena a su paso por París. Pero lo tenía relativamente olvidado. Hace unos días, en Lomography Magazine publicaron un artículo que recordaba su obra, y quedé especialmente prendado de la fotografía de la muchacha en el metro de Tokio. Ya la conocía, pero últimamente no se me va de la cabeza.
Organizada la actividad por la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza (AFZ) de la que soy formalmente socio desde hace un mes, aunque mantenía relación con algunos de sus integrantes desde hacía un tiempo, asistimos unos cuantos a la exposición en la galería Spectrum Sotos del fotógrafo Eduard Olivella, bajo el título Imatges Cosides (Imágenes cosidas). Grandes transparencias realizadas con imágenes apareadas, los retales de los carretes de diapositivas que quedan en los extremos cuando se revelan, y que se montan para que el espectador imagine una historia a partir de las mismas. Guiada y comentada por Julio Álvarez, dueño de la galería. Un placer.
Hace unos días os hablaba del documental Refugee que había podido ver unos días antes en Netflix. Uno de los fotógrafos participantes en la iniciativa es el senegalés Omar Victor Diop. Pues bien, casualmente esta semana hemos tenido oportunidad de ver en L'Oeil de la Photographie algunas de sus fotografía de su Project Diaspora. En ella critica los tópicos con los que se ve en occidente a las personas originarias de África, a través de unos retratos coloridos, vestidos con indumentarias imposibles.
A principios de enero, comentando una serie de libros, mencionaba de pasada que un tiempo atrás adquirí un pequeño librito de una editorial independiente y muy modesta. Se trataba de Føroyar del belga Kevin Faingnaert, un fotógrafo que ha aparecido ya varias veces por estas páginas sin ser muy conocido. Pues bien, este trabajo en el que Faingnaert nos mostraba el paisaje y las condiciones de vida en las remotas islas Faroe ha merecido el premio de fotografía Zeiss 2017. Lo cual me parece muy bien, porque la verdad es que me parece un trabajo que me gusta mucho. Con una forma de entender el paisaje, el retrato y el reportaje documental que se aleja de las modas actuales que se difunden por internet, pero con virtudes estéticas y éticas notables.
En un tono de fotografía también contemporánea, me han interesado los retratos de Alexandra Polina en nos han mostrado en Creative Boom, y que también intentan luchar contras los prejuicios existentes en una sociedad occidental como la de Alemania sobre la imagen y las forma de ser de las minorías, de las personas que se han instalado en el país procedente de otras culturas. Retratos conceptuales, muy dignos, en un elegante formato cuadrado.
También muy curiosas e interesantes las fotografías de la taiwanesa Cielo Yu (es su página en Flickr, donde también hay mucho relleno sin interés, como en su Instagram; también podéis seguirla en Facebook). Nos las han mostrado en Artnau, y son retratos nada convencionales en lugares por otro lado sumamente convencionales. Modelos siempre o casi siempre femeninos, siempre parcialmente ocultos.
No me acordé, o no me dio tiempo, ya no me acuerdo, de comentar la semana pasada el número 96 de marzo de 2017 de Fraction Magazine. Pues vamos hoy, destacando tres de los cuatro porfolios habituales.
El trabajo Hamara Ghar (Our Home) del nortemericano de origen indio musulman Saleem Ahmed, reflexionando sobre el concepto de hogar, el desarraigo y la aculturación.
Con un estilo distinto, pero con reflexiones no muy distantes está el trabajo A Form of View de Yoav Friedlander, que se define como israelí americanizado.
Y por último el trabajo An Aesthetic del japonés Junya Suzuki, que reflexiona sobre el sentido estético conocido como wabi-sabi, en el que se prefiere en general las cosas mundanas e imperfectas frente a lo espectacular, el silencio frente a la elocuencia y el gritería, y la quietud frente al movimiento. Él lo considera como un sentido estético más profundo que el entorno eternamente cambiante en el que vivimos.
Terminaré con algo que no es fotografía,... aunque maneja un concepto relacionado. No recuerdo la fuente, pero llegué hace unos días a un cortometraje de animación en Vimeo que se titula Astigmatismo. El astigmatismo es una de las aberraciones ópticas primarias, monocromática, que afecta a los sistemas ópticos, entre ellos nuestro ojo y los objetivos de nuestras cámaras fotográficas. Supone una pérdida de la nitidez en el objeto enfocado, por una deformación de los puntos que se enfocan, que se reproducen como pequeños segmentos lineales. En este corto de animación juegan con la idea de un niño con astigmatismo que pierde sus gafas y tiene que explorar un mundo borroso que se le hace desconocido y poblado de caracteres extraños. Os lo dejo puesto.
El problema de los refugiados, personas desplazadas de sus hogares por motivos bélicos o políticos, también por causa de la pobreza o el hambre, ha sido una de las costantes de la historia del siglo XX y en estos principios del XXI, probablemente en escalas mucho más importantes que en otros tiempos de la historia, aunque los desplazamientos más o menos masivos de poblaciones se han registrado a lo largo de toda la historia.
Han sido muchos los fotógrafos que han trabajado y documentado el tema, creando imágenes que en muchas ocasiones se han considerado un icono de una época, un conflicto o una situación. La actual situación de conflictos en el mundo, especialmente, aunque no sólo, en el mundo islámico, sumado al reforzamiento de las derechas populistas, generalmente racistas o xenófobas, la crisis financiera de 2007/2008 cuyas consecuencias todavía se arrastran y otros factores han hecho que en los últimos años las noticias sobre los problemas de los refugiados encabecen con frecencia los programas de noticias de los medios de comunicación.
Traduzco a continuación libremente la nota de prensa que se publicó con motivo de la misma, y que servirá para comentar el contenido del documental. El cortometraje sigue las andanzas de cinco fotógrafos de fama internacional que fueron encargados por la Fundación Annenberg para realizar fotografías de personas desplazadas en los cinco continentes de cara a la exposición que hemos mencionado.
Lynsey Addario, de quien os hablé hace unos días a propósito de su libro autobiográfico, cubre los problemas de los musulmanes rohinyá, minoría religiosa desplazada de sus hogares en Birmania, país de mayoría budista. ¿No habíamos quedado que los budistas eran buena gente y muy pacíficos y tolerantes? ¿No es eso lo que nos vende el dalai lama?
Omar Victor Diop, fotógrafo de moda senegalés, ha fotografiado retratos de mujeres de la República Centroafricana que han huido con sus bebés al vecino Camerún.
La mejicana Graciela Iturbide, una de las más destacadas continuadoras de la excelente tradición de fotógrafos documentalistas de ese país, con obra en muchos de los museos de arte moderno más conocidos en el continente americano, ha documentado las familias de desplaciados internos de colompia, que huyen de la violencia de los conflictos con las guerrillas y con los cárteles de la droga.
Martin Schoeller, conocido por sus intensos retratos en primer plano de destacados líderes políticos y otras figuras destacadas del mundo de la cultura y de las artes, retrata a los refugiados reasentados recientemente en los Estados Unidos.
Y el británico Tom Stoddart sigue los pasos de los refugiados de Oriente Medio que a través de Turquía llegan a Europa a través de las islas griegas del Egeo, pasan por el infierno de los Balcanes, donde quedan frecuentamente en tierra de nadie, para finalmente llegar a Berlín.
Como narradora actúa la actriz australiana Cate Blanchett, que entre otras actividades filantrópicas, desde 2016 es embajadora de buena volunta de ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados.
El documental, como ya he dicho antes, tiene una duración de sólo 23 minutos, en los cuales poco se puede profundizar en el tema. Y evidentemente tiene un tono complementario a unas fotografías de las cuales aparecen algunos ejemplos, pero que como conjunto expositivo suponemos más ricas. Pero nos da una idea, aunque sea somera, de la forma de trabajar de estos fotógrafos. Es además dinámico, y con imágenes que no dejan indiferente, aunque la imaginería del problema de los refugiados y poblaciones desplazadas en general haya empezado a saturar las sensibilidad, por otra parte lábiles, de la población privilegiada del mundo occidental. Que tampoco hace tantas décadas que sufrieron en sus propias carnes las sensaciones de ser refugiados. Por lo tanto, es un documental recomendable, tanto para el aficionado a la fotografía como al que no. Que nunca sobran este tipo de producciones.
Aunque haré pública esta entrada de recomendaciones fotográficas el domingo 12 de marzo, el lector más observador y avispado observará en el título de la misma que estas recomendaciones sólo abarcan el período de tiempo hasta el sábado 11. Bien... digamos que estoy publicando esta entrada "en diferido". Que sé que este domingo no voy a tener tiempo para redactarla y que me he adelantado un poquito.
Ha sido una semana entretenida. Normalmente, entre semana publico de promedio una entrada fotográfica. Y en estos días atrás han sido tres. Y en el mismo período de tiempo he mandado a revelar varios rollos de película a Carmencita Film Lab... Entre ellos varios dedicados a los paisajes de las choperas de cultivo en la Ribera Alta del Ebro, cerca de Alagón. También hice algún rollo en blanco y negro con el respaldo A16S de la Hasselblad. Es decir, ese que en lugar de 12 exposiciones de 56 x 56 mm ofrece 16 exposiciones de 42 x 42 mm. Y aquí os dejo algunas de esas fotografías.
Hoy empezaré por el siglo XIX, en concreto por las interesantes fotografías coloreadas a mano de Suzuki Shin'ichi, uno de los dos fotógrafos de ese nombre que hubo, y que mantuvo un estudio de fotografía que nos ha dejado importantes testimonios etnológicos de cómo eran las gentes, la vida y los paisajes en el Japón de la época. Y a mí me parecen unas fotografía bellísimas en ocasiones e interesantes siempre. Me priva la del gran buda de Kamakura. Nos lo contaron en Timeline.
Si hace unas semanas repasábamos cómo había quedado reflejada en las fotografías la vida y el estilo de la pintora Georgia O'Keefe, hoy, por gentileza de L'Oeil de la Photographie, haremos lo mismo con la de Frida Kahlo, también pintora, pero del vecino del sur, de Méjico. Un personaje muy atractivo por el que el interés ha ido en aumento conforme ha pasado el tiempo, especialmente como icono feminista en el mundo de la cultura. Encontramos fotografías de la suiza Lucienne Bloch y, quizá las más interesantes, de Nickolas Muray, que fue amante de la artista.
La holandesa Rineke Dijkstra ha sido la merecedora en este 2017 del Premio Internacional de Fotografía Hasselblad. Es uno de los premios más importantes del mundo de la fotografía. Dotado con un buen pellizco económico. Su especialidad es el retrato, especialmente observando a niños y adolescentes, reflejando la especial vulnerabilidad de estas edades, la inseguridad ante los cambios corporales. También ha seguido a algunos de sus sujetos durante años, observando sus cambios vitales. A mí me resulta un poco fría su fotografía, técnicamente irreprochable y con el dominio habitual de la luz y el color que les viene a los artistas de los Países Bajos desde el renacimiento, pero un poco fría. Me pasa con cierta frecuencia con fotógrafos de esta nacionalidad. Y no digamos con algunos alemanes de la escuela de Duseldorf. Nos lo contaron en muchos sitios, pero me quedo con el artículo que le dedicaron en Clavoardiendo Magazine.
Y seguiré con un fotógrafo holandés que tiene un estilo distinto, pero un tema emparentado con los de la anterior. Se trata de Hendrik Kerstens, un fotógrafo que lleva fotografiando a su hija desde 1995, buscando también reflexionar sobre los cambios asociados con la transición a la adolescencia. Pero luego siguió con ella imitando los retratos de la pintura holandesa del siglo XVIII. Lo que pasa es que cuando nos fijamos bien, las ropas y complementos de Paula, la chica, no son los propios de esa época, sino objetos cotidianos, como bolsas de plástico, servilletas, manteles de papel, papeleras... Lo cual da una extraña sensación a tan elegantes retratos. Nos lo contó Rafael Roa, y podemos ver un vídeo del artista y su hija Paula en Youtube.
Supongo que padre e hija se llevan estupendamente y se lo pasan mejor todavía. Aunque las fotos tienen aspecto de gravedad y seriedad.
Hablemos ahora de una fotógrafa de 24 años en la que se han fijado en el MoMA. Por algo será, digo yo. Se trata de la canadiense Petra Collins, de ascendencia magiar, actualmente viviendo en la gran manzana. En el blog Creative New York del famoso museo de arte moderno en el que se fijan en la vida cultural de la ciudad entrevista a la joven fotógrafa, que se plantea extender su ámbito creativo, pero que de momento realiza todo su trabajo con película tradicional fundamentalmente en color. Sus sujetos de preferencia, sus raíces familiares, la gente de su generación que la rodea, retratos en general. Muy intimista, pero no rechaza los encargos comerciales y editoriales. Menos intimistas. Ya ha trabajado para marcas de moda muy importantes.
Y si mezclamos fotografía y performance, nos encontramos a la artista Ana Esmith, un chica que representa para sus fotografías el papel de Miss Beige, un color anodino propio de atuendos anodinos, y que usa para denunciar la hipersexualización de la mujer o los excesos de la sociedad de consumo. En Yorokubo nos muestran algunas de sus fotografías y le han entrevistado.
Cine y fotografía siempre están relacionados... Y no es frecuente que ambos artes se influyan mutuamente. La directora española Isabel Coixet también se ha apuntado a llevarse la cámara de fotos a los rodajes, y a retratar a la gente con la que rueda. Lo cual me parece muy bien, aunque últimamente sus películas me digan poco. Ha salido la noticia en varios sitios, pero donde más completa en imágenes en L'Oeil de la Photographie.
Y hay otra cuestión... una película, sea corto o largometraje, no deja de ser una sucesión de fotografías que se proyectan sucesivamente a una velocidad de 24 por segundo. Y si extraemos algunos de esos fotogramas, son verdaderas maravillas de fotografías. Así lo han entendido en Cultura Fotográfica, que le han dedicado un artículo a Raoul Coutard, que aunque empezó de fotoperiodista, acabó de director de fotografía para gente tan significativa como Demy, Godard o Truffaut. Algunas imágenes significativas no sólo cinematográficamente hablando sino también como iconos fotográfico vienen de películas como Bande à part (Banda aparte), Jules et Jim (Jules y Jim), À bout de souffle (Al final de la escapada), Alphaville,... por decir algunas.
Hace unos días dedicaron una entrada en L'Oeil de la Photographie dedicada a tres maestros de la fotografía erótica, siendo estos Sam Haskins, Francis Giacobetti (¿culpable del uso de las persianas venecianas en el desnudo hasta la saciedad?) y Kishin Shinoyama. Interesantes los tres, pero a mí dejadme que prefiera la obra del japonés. Que por cierto, en alguno de sus más interesantes fotografías manda a freir churros la moda actual de las mínimas profundidades de campo, consiguiendo resultados mucho más interesantes con su nitidez extendida desde el primer plano hasta el horizonte.
Ha habido mucha presencia femenina en esta semana. Y además fue el día internacional de la mujer, parece que ya sin "trabajadora" como originalmente. Por ello en Lens Culture nos proponen treinta nombres de mujeres fotógrafas para descubrir este año. Vamos... que hay para un rato.
Hace unos días os hablaba de mi primer rollo de la nueva película del fabricante francés Bergger, la Pancro 400. Una película de la que me sentía muy satisfecho, y que de hecho estoy pensando en que sea mi película de elección para trabajos de interés. Para un uso más casual, tengo pensado tirar de Fomapan. Pero de eso hablaré otro día. Más adelante.
Esta nueva película, como su nombre indica, es pancromática. Es decir, es teóricamente sensible a todo el espectro de luz visible, como la mayor parte de las películas modernas. Pero eso es algo cierto en parte. Voy a ponerme un poco técnico y voy a poner aquí la curva de sensibilidad espectral de la película, que no es muy distinta a la de otras películas pancromáticas. Está obtenida directamente de la versión en francés de la ficha técnica de la película ofrecida por el fabricante a fecha de enero de 2017.
Como vemos, la película es sensible entre las longitudes de onda de 400 nanometros y aproximadamente los 660 nanometros aproximadamente donde comienza un brusco descenso de sensibilidad para que esta sea nula a partir de los 680 nanometros. El espectro visible, aunque hay variaciones entre individuos va entre el violeta, que comienza e los 380 nanometros y los 780 nanometros del rojo más profundo. Ciertamente los valores más extremos están sujetos como digo a cierta variabilidad personal, y hay muchas personas que no llegan a ser sensibles a los rojos más profundos, por lo que en la práctica no es infrecuente ver mucho textos donde redondean y nos dicen que el espectro visible esta entre 400 y 700 nm.
El caso es que incluso en las películas pancromáticas como esta Pancro 400, siempre hay una menor sensibilidad, aunque sea ligera, a los tonos cálidos que a los tonos fríos. Normalmente, en escenas tomadas con luz de día, no tiene mayor importancia. Pero cuando fotografías en interiores con luz artificial, especialmente luz de tungsteno o aquellas que la imitan, hay predominio de tonos cálidos y las películas se pueden quedar cortas de sensibilidad. Algún fabricante, no muchos, lo avisan, y te dicen que la sensibilidad de la película para esas situaciones es menor. Por ejemplo, 320 ISO en lugar de 400 ISO. No es el caso de la Pancro 400. Pero yo decidí probarla con luz artificial.
Para ello, cargué la Hasselblad 503CX con un carrete de Pancro 400, la iluminé con mis lámpara habituales del salón, halógenas o de LED con tonos cálidos, e hice un pase de modelos de mi colección de cámaras para película tradicional, aunque solamente aquellas que están en funcionamiento, aunque sea con alguna limitación.
Estas son las dos primeras que fotografié, la Canon EOS 100 (1992) y la Leica CL (1973) (Entre paréntesis el año de fabricación aproximado para el modelo del que dispongo). Van juntas porque entre 1993 y 2004 fueron las responsables de ir de viaje conmigo. La primera hasta el año 2001, la segunda con posterioridad. El buen resultado de la Leica CL y su mayor ligereza me condicionaron para ser de los primeros en adoptar las cámaras micro cuatro tercios, comparables en tamaño, como cámaras viajeras por excelencia.
Desde el punto de vista del rendimiento de la película, creo que ciertamente su sensibilidad real cuando la fuente de iluminación es luz artificial cálida es algo inferior. Los negros del cuerpo de la Leica CL tendrían que tener algo más de materia. No obstante, la película, como ya comenté, se comporta muy bien y se traga los pasos de contraste sin ningún problema.
Sigo con el pase de modelos. Ahora ya sin interrupciones sobre las características de la película.
Además de la Leica CL ya vista, dos telemétricas de la marca alemana más, la Leica M2 (1961) con montura de bayoneta para los objetivos y la Leica IIIf (1951) con montura de rosca.
Otras dos telemétricas, pero de formato medio, y por lo tanto bastante más grandes. La Fuji GS645S Wide (1983) es una telemétrica para rollos de película de 120 y 220 sobre los que se obtienen 15 o 30 negativos de 6 x 4,5. Mientras que la Plaubel Makina 67 (1985) con su objetivo Nikkor 80/2,8 fabricado por Nikon, retráctil, tiene un cuerpo metálico, es más consistente, y admite sobre los mismos formatos de película 10 o 20 negativos de 6 x 7. Ambas hacen fotos sin problema, con elevada calidad, pero la Makina 67 necesita pasar por taller por filtraciones de luz en el fuelle del objetivo retráctil.
Dos cámaras réflex, una Pentax MX (1977) y una Praktica MTL 5 (1985). La primera con su popular montura K de bayoneta, la segunda con una montura de rosca M42 que Pentax había abandonado ya diez años antes de que saliera al mercado este modelo de Praktica. Mi primera cámara réflex, de 1989, fue una Pentax P30N que no conservo. La vendí para comprar la Pentax MX que usa todos aquellos objetivos de focal fija de Pentax que fui comprando de segunda mano poco a poco y que van muy bien. Por ello, le tengo un cariño especial. Además va estupendamente, es una de las cámaras más agradables de usar, siendo además muy compacta de tamaño.
Vámonos hacia atrás en el tiempo con estas dos Agfas. La primera, la Agfa Jgestar 8,8 (1928, posteriormente conocida como Agfa Billy, bajo cuyo nombre se declinaron muchas cámaras similares de iniciación) es una cámara de objetivo retráctil con fuelle, sencilla, con un objetivo de tres elementos que no ofrece mucho contraste y moderada nitidez, pero que con sus negativos de 6 x 9 sobre película de formato 120 da información de sobras para disfrutar de la fotografía. También tiene alguna filtración de luz, y hay que protegerla de la luz directa en el momento de hacer la foto. La Agfa Synchro Box (1953) representa a las populares cámaras de cajón cuyo concepto básico no varió desde la primera Brownie de Kodak de 1900. Admite también película de 120 produciendo negativos de 6 x 9, pero su objetivo muy sencillo, un simple menisco, acarrea todo tipo de aberraciones ópticas. Para ampliar con muuuuuuucha moderación. Pero divertidas de usar, ambas.
Dos nuevas cámaras de objetivo retráctil para película de formato 120, produciendo ambas negativos cuadrados de 6 x 6. Conceptualmente muy similares, aunque la primera, la Zeiss Ikon Ikonta modelo 521/16 (1948) es algo más latosa de usar que la Adox Golf 63 (1955). Curiosamente, la primera no sufre de las filtraciones de luz en el fuelle de las que sufre la segunda, que hay que proteger de la luz directa al usarla para evitar luces parásitas en exceso.
Un recuerdo especial para las cámaras que originalmente no fueron mía sino de mi familia. desde la Viking (1964) que usaba mayormente mi padre durante mi infancia, pasando por la Kodak Pocket A-1 (1977), que yo usaba cuando me iba de campamento cuando era un adolescente y que usa cartuchos de película de formato 110 con sus minúsculos negativo, hasta la Olympus μ(mju:)-1 (1993) que compré para mi familia con el fin de que tuvieran una cámara de cierta calidad pero sencilla de usar, una vez que yo ya me había aficionado a la fotografía.
Unos años más tarde, me compré para mí mismo esta Olympus μ(mju:)-2 (1997), descendiente de la anterior, más compacta, con un objetivo más luminoso y protegida contra las inclemencias del tiempo. La pongo en comparación con la Olympus Pen EE3 (1973), una de las populares compactas de medio formato, la mitad del tradicional formato popularizado por Leica, que hacían que los carretes de 36 exposiciones ofrecieran cerca de 80 si las cargabas con cuidado para aprovechar al máximo la longitud de la película.
Mezcla de estilos en esta ocasión. En el centro, una noble Yashica Mat 124G (1970), reflex binocular con un objetivo tipo Tessar que hace unas fotografías excelentes, pero que tengo con una funcionalidad algo "estorbada" porque como consecuencia de una caída, la lente de enfoque no se sujeta correctamente. Por lo demás va muy bien. A reparar en cuanto tenga ocasión. Y con las otras dos entramos en el terreno de lo lúdico. De las cámaras-juguete. Pero que hace fotos. Por dos euros en un mercadillo conseguí la Cámara Safari de Indiana Jones (1987), que es una variante de la Werlisa Club Color B, una cámara que se fabricó en España como churros desde los años 70. Es muy elemental en su uso, pero hace fotos. Conceptualmente similar es la Vivitar Ultra Wide & Slim (2001), pero con la peculiaridad de que tiene un objetivo gran angular de 21 mm. También se puede conseguir por pocos euros. Su ergonomía puede producir algún dolor de cabea que otro, pero las fotos que se hacen con ella pueden ser muy simpáticas. Pasad de las Lomography, y buscad este tipo de cámaras si queréis diversión.
Diversión que también se puede conseguir con las chinas Holga, de las que yo tengo dos. Una Holga 120W PC y una Holga 120N. Ambas son fabricadas en 2015. El PC de la primera viene de Pinhole Camera, y es efectivamente una estenopeica. Ambas son para formato medio, rollo de formato 120. La estenopeica puede hacer fotografías de 6 x 9 y 6 x 12, la 120N de 6 x 6 y 6 x 4,5. La calidad en la estenopeica es la esperable en este tipo de cámaras. La de la 120N es simpáticamente lamentable.
Y dos estenopeicas más... La Camara Pinhole Automontable (2015) comprada en la librería del CaixaForum de Zaragoza. Tengo pendiente sustituir la lámina del estenopo por otra más fina. El estenopo me salió con un diámetro excesivo y la nitidez que ofrece es demasiado baja. Aunque no deja de ser curiosa de usar. Se vendía en piezas, y te la montas tú mismo. Admite carretes de 35 mm normales y corrientes, pero el avance es muy aproximativo. La otras es una Ondu 6x12 Multiformat (2016), que con un sistema de tabiques móviles permite usar sobre película en rollo tipo 120 los formatos de 6 x 6, 6 x 9 y 6 x 12. Está hecha artesanalmente de madera, las piezas se mantienen en su sitio con imanes de vanadio, y es muy bonita.
Llevo 11 fotografías con 24 cámaras presentadas hasta el momento. Normalmente la idea es que todas menos una cámara cupiesen en los 12 fotogramas que permite la Hasselblad en un respaldo tipo A12. Pero un error en el primer fotograma hizo que hasta aquí llegáramos. La siguiente fotografía está realizada con la Leica M-E, digital, calzada con el Elmar-C 90/4 para suplir esa carencia.
A pesar de que parecía que esta tecnología iba a desaparecer, la fotografía instantánea esta viviendo un simpático resurgir. Hay quien tira de los nuevos productos desarrollados por Fujifilm. Pero otros preferimos rescatar las viejas Polaroid y usar la (carísima) película instantánea de Impossible Project. Yo dispongo de una Polaroid Image System SE y una Polaroid Supercolor 635. Esta última es un modelo muy sencillito, que ofrece las típicas fotos cuadradas de Polaroid. La primera ofrece mucha mayor calidad y posibilidades, pero hay que usar el formato especial tipo Spectra, algo más alargado.
Y queda una cámara... la que ha hecho la mayor parte de estas fotos...
Y aquí tenemos la reina de las cámaras, una Hasselblad de la serie V, en concreto una Hasselblad 503CX (1989), con su clásico Carl Zeiss Planar 80/2,8, fotografiada con la Polaroid Image System SE. En realidad este modelo no salió tal y como se ve de fábrica, ni se vendió tal cual, ya que está montado a partir de distintas piezas. Las Hasselblad para película eran fundamentalemente un concepto modular. La 503CX el cubo central, pero el respaldo vino por otro lado, el objetivo por otro, y el visor que se ve... no es Hasselblad. Es Kiev, soviético. Pero funciona correctamente.
Y este es mi repaso a mi colección de cámaras para película tradicional en funcionamiento, aprovechando mis pruebas con la Bergger Pancro 400.