Tengo miles de diapositivas en casa. Hasta el año 2004, era el medio fotográfico de preferencia para mí, y para otros, cuando fotografiábamos en color. Había varios motivos para ello.
El precio; un carrete de diapositivas con revelado incluido salía bastante más económico que un carrete de negativos más el revelado más el precio de las copias.
La brillantez de las imágenes; unas diapositivas proyectadas en una pantalla de razonable calidad creaban una sensación muy superior a las "birriosas" copias de tamaño postal que ofrecían a partir de los negativos.
La oportunidad de torturar a los amigos con las sesiones de proyección de diapositivas a la vuelta de un viaje; te lo perdonaban si les invitabas a cenar.
La escasa calidad de los laborantes en los minilabs que imprimían las copias en color a partir de los negativos; en muchas ocasiones, cualquier parecido en tono, color y sensación general entre lo que aparecía en las copias y lo que habías percibido al hacer la foto era mera coincidencia. Irte a un laboratorio "profesional" para una copia decente te salía por un ojo de la cara.
Los inconvenientes también existían. Fundamentalmente, que era difícil y costaba caro obtener una copia en papel decente. Y que exponer una diapositiva correctamente es mucho más delicado que casi cualquier otro medio fotográfico. Aunque eso tiene su parte pedagógica.
La llegada de la fotografía digital, como todo el mundo sabe, afectó profundamente al negocio de la película fotográfica de toda la vida. Y la película diapositiva, muy utilizada por los profesionales, que se pasaron en seguido con armas y bagajes a la tecnología digital, fue probablemente el sector más afectado hasta casi desaparecer. Mi último carrete de diapositivas, un Fujichrome Provia 100, lo disparé en los Pirineos franceses en julio de 2004. Desde entonces y hasta la fecha, sólo uno de los carretes de Kodak Ektachrome 100 caducado desde 2008 que nos repartimos en la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ el año pasado, en 2017, lo he disparado en serio. Con unos resultados simpáticos, si los recordáis.
Hace un par de años, Kodak anunció que iba a resucitar las Ektachromes, con una sensibilidad de ISO 100. Creo que su interés va más al cine aficionado, con el formato Super 8, que a la fotografía fija. Pero desde hace unos meses, les ha costado como un año más de lo que prometieron el sacarla al mercado, disponemos de carretes de película de 35 mm con doble perforación de la nueva Kodak Ektachrome E100. Para proceso E-6; si alguien sueña con un renacer de la Kodachrome, proceso K-14, va dado. Es demasiado complejo. Decidí probarla. Con escepticismo hacia la posibilidad de utilizarla habitualmente en un futuro. Con 13 euros por carrete, el coste-efectividad comparado con la película negativa en color a la hora de obtener buenos resultados es muy desfavorable. Y es más delicada de usar. No lo olvidemos. La película diapositiva tiene una latitud de exposición muy inferior a la película negativa en color. La tolerancia a la subexposición es mínima; la tolerancia a la sobreexposición es prácticamente nula, salvo en escenas de escasísimo contraste.
No obstante, encargué un par de carretes. He de decir que mi película favorita cuando fotografiaba habitualmente con película diapositiva no eran las Ektachromes de Kodak, o su versión para aficionado, las Elite. Yo era de Fuji. Y las Provia 100 eran las películas de mi elección. Como esta película se ha mantenido en fabricación, desconozco qué evolución habrá tenido en su fabricación en los últimos 14 años, decidí encargar también un par de carretes de 35 mm y un par de rollos de formato 120 de esta película japonesa, la Fujichrome Provia 100F. Un detalle, que todavía exista esta película en formato medio. En estas semanas atrás, expuse uno de los carretes de Ektachrome, y los dos rollos de Provia 100F en formato medio. Hoy os cuento la experiencia con la película de Kodak, y dejo para otro día la experiencia con la película de Fujifilm.
En dos sesiones, una matinal y otra vespertina, expuse la Ektachrome E100 con la Canon EOS100. En la sesión matinal, con el objetivo EF 40/2,8 STM, un objetivo de buena calidad, con una perspectiva muy estándar, que me gusta, y que hace del conjunto relativamente "compacto" para ser una cámara réflex.
En esa mañana, comenzamos con niebla, aunque fue despejando, quedando cerca del mediodía un día muy soleado, lo que provocaba en algunas escenas contrastes de luz importantes. En las escenas de niebla, sin problemas para que la película encajara el contraste de las mismas, pero en las escenas más soleadas, con zonas de sombra profunda, empezó a tener problemas, como era de esperar para encajar el contraste de luminosidades. De todas formas, me sorprendió favorablemente. Un caso emblemático es la fotografía bajo el puente, en el que tenemos unas altas luces importantes y unas sombras profundas, encontrando materia en toda la escena.
En la sesión vespertina, le puse a la EOS 100 un objetivo Olympus Zuiko 21/3,5, gran angular también relativamente compacto, diseñado para los tiempos de la película tradicional. Es un objetivo usable en cámaras digitales, pero se nota con estas la veteranía de su diseño. Pero con película tradicional pensé que podría dar buen resultado. La cuestión es que esa tarde también salió muy soleada, y en algunas de las fotografías el contraste era muy notable. Mandado a revelar a Carmencita Film Lab, el amable operador que las ha digitalizado me mandó un comentario sobre que algunas de las diapositivas estaba subexpuestas. En realidad, eso es opinable. Todo el carrete está expuesto midiendo con el modo de medición parcial, mide sólo sobre un círculo que ocupa el 9 % de la imagen. Hay quien llama a esto medición puntual, pero es un punto "gordo" y yo prefiero llamarle parcial. Dejo lo de puntual para cuando sólo se mide sobre un 1 a 3 % de la imagen. En cualquier caso, mido sobre una zona de la imagen que caiga en lo que Ansel Adams consideraría una Zona VI, y con el compensador de exposición en +1. Esto suele proteger las luces suficientemente. Pero a veces deja las sombras, cuando el contraste es muy potente, muy oscuras.
Con el trabajo de digitalización que han hecho en el laboratorio, puedo afirmar que la película es muy nítida, los colores tienen la brillantez que habitualmente se atribuyen a la diapositiva pero sin pasarse de saturación en ningún momento, razonablemente natural. Y no aprecio el exceso de dominante amarilla, cálida le llamaban ellos, que con frecuencia surgía en tiempos en las diapositivas de Kodak y que me hacía preferir las inversibles de Fuji. Nitidez estupenda, y grano... yo no lo percibo.
Por lo tanto, estamos ante un buen producto, ante un material sensible excelente, pero que no sé si es lo que a mí me apetece usar habitualmente. Su limitada latitud de exposición limita las situaciones en las que se puede usar, aunque aprecio que estas son relativamente variadas. Su precio es muy elevado... muy muy elevado. Y no tiene la personalidad o el rendimiento específico de las películas negativas en color, como pueden ser las de la gama Portra o la Ektar. O equivalentes de Fujifilm. La verdad es que para obtener el tipo de imágenes que me ofrece la Ektachrome E100... puedo tirar en digital sin ningún problema. Pero es una muy buena película en mi opinión.
En estos momentos, por lo que he comprobado, se me asocia con mis cámaras de formato micro cuatro tercios y con mi afición a la fotografía sobre película argéntica tradicional. Sin embargo, al sistema que más fiel he permanecido es al sistema Canon EOS. Desde que compre la Canon EOS 100 en marzo de 1993 hasta la fecha, más de 25 años, no he dejado de usar estas cámaras y objetivos. Cierto es que el uso que hago de él últimamente, en su versión digital,... es haciendo fotografías que por su carácter, en el terreno de lo privado, no suelen aparecer en las redes sociales o en estos artículos. Pero lo sigo usando. Recientemente, sí que mostré algo por aquí, a propósito de las carreras de motocross en Motorland Aragón. Pero no mucho más, salvo que tenga que ver con las cámaras para película tradicional, la mencionada EOS 100 o la EOS 650, la que inició el sistema hace más de 31 años.
La cuestión es que si, como comentaba hace unas semanas, mi cámara digital principal en este sistema, la Canon EOS 5D Mark II, ya tiene sus añitos,... no digamos los objetivos. Voy a hacer una relación ordenada por el año en que se pusieron a la venta en el mercado. Vamos allá. Sólo los Canon. Los otros... no los uso ya, ni merecen la pena.
EF 50mm f/1,8(primera versión con montura metálica): 1987. Lo uso poco, desde que compré el f/1,4, mucho más rápido y silencioso al enfocar. Pero con la EOS 650 forman la combinación histórica que vio nacer el sistema EOS. No confundir con su segunda versión, con montura de plástico y sin escala de distancias de enfoque, más cutre, aunque con idéntica fórmula óptica, que lo sustituyo en 1990 y que ha estado en catálogo durante 25 años. Comprado de segunda mano en Foto Casanova, Barcelona, tras dos 50/1,8 II rotos de la misma forma. Golpe frontal no excesivamente fuerte y rotura de las endebles patillas que sujetan el grupo óptico al resto del objetivo.
Extender EF 2X (primera versión): 1987. Con el 200 mm hace un 400/5,6 bastante digno. Ved las fotos de las carreras en Motorland. Comprado por eBay en estado impecable por menos de 100 euros.
EF 70-210/3,5-4,5 USM: 1990. Uno de los primeros objetivos con motor ultrasónico. Pertenecía a una serie intermedia entre los más baratos y los de la serie L, que ya no se hace, y que tenían en los años 90 una calidad bastante aceptable para los aficionados. Había, y hay, que evitar en la medida de lo posible las aperturas máximas. Pero a f/8 u f/11 va sorprendentemente bien; utilizable sobre trípode a esas aperturas para paisajes.
EF 85mm f/1,8. USM: 1992. A pesar de su antigüedad, sigue siendo muy apreciado como objetivo de retrato, que es su uso primordial. Algunos dicen que tendría que ser de la serie L. Pero no, porque la serie L sólo la forman objetivos con lentes de fluorita. Se vino conmigo del Boulevard Beaumarchais en un viaje a París, comprado de segunda mano.
EF 50mm f/1,4 USM: 1993. Un objetivo bastante respetable en tiempos de la película tradicional, perdió enseguida el respeto de los usuarios en tiempos digitales. Aunque diafragmando funciona bien, como casi todos. Y a grandes aperturas, para retratos, no importa que sea poco contrastado y no excesivamente nítido.
EF 28mm f/1,8 USM: 1995. Nunca me he llevado bien con este objetivo. Lo adquirí de segunda mano en tiempos digitales, cuando el Sigma 28/1,8 pasó a ser incompatible con las nuevas EOS; pero realmente no merece la pena porque no tiene sentido no usarlo a sus aperturas amplias. Para eso ya tengo el 24-105, que me ofrece un 28/4 digno. Ahora sólo lo uso con las cámaras para película tradicional. Comprado de segunda mano por eBay a un precio que me pareció razonable. Hoy no lo compraría.
EF 200mm f/2,8L II USM: 1996. Va muy bien. Incluso si casi nadie lo considera oportuno, porque prefieren las iteraciones diversas del 70-200/2,8L. Pero es muuuuucho más barato. Con el duplicador, un 400/5,6 más que digno. Me costó muy barato de segunda mano, comprado a un simpático italiano por eBay.
EF 28-135mm f/3,5-5,6 IS USM: 1998. El segundo objetivo estabilizado de Canon, el primero para el gran público. Le tengo cariño. Pero es un talabarte pesado, y con la tecnología digital se lleva regular. Se me estropeó en 2005 en Milán, y por eso compré el 24-105/4L. Pero luego con los años lo arreglé. Ya he dicho le tengo cariño; me acompañó a bastantes viajes fielmente, y con sufrimiento de mis cervicales. Lo compré nuevo, tras vender el 28-80/3,5-5,6 USM que venía con la EOS 100.
EF 24-105mm f/4L IS USM: 2005. Contestado por la masa en los últimos tiempos, la verdad es que va bastante bien, aunque no tenga un diseño a la última. Lo que pasa es que pesa y me da pereza. Me gusta para paisajes. Sobre trípode y con diafragmas cerrados va bien y es versátil a la hora de encuadrar con precisión. Lo compré nuevo en Fotocasión. Aun sumando el coste del AVE, aun me salió 50 euros más barato de lo que me pedían en Fotoprix en Zaragoza.
EF 40mm f/2,8 STM: 2012. Es mi focal favorita, aunque no mi luminosidad favorita. Es muy ligero, relativamente barato, ideal para pasear con polivalencia. Lo usaría más si el objetivo, o las cámaras, estuvieran estabilizado. Entonces me daría más igual la luminosidad limitada. Nítido, aunque viñetea bastante; se resuelve en Lightroom. Otro de los pocos que compré nuevo.
La antigüedad promedio de sus diseños, contándola desde el momento en que salieron al mercado, no cuando los compré, es de casi 22 años. Sinceramente, hace 22 años no imaginábamos la que se iba a montar unos años más tarde con la tecnología de captura digital. Las últimas cámaras para película con montura EF que salieron al mercado son del año 2004, una EOS 300X y unas EOS 30V/33V. No nos dice Canon cuándo las dejaron de fabricar. Pero no tardarían mucho, en el 2003 ya había salido la EOS 300D que indicaba la intención de la marca de popularizar la tecnología digital en todos los segmentos. Y claramente, el 24-105 salió al mercado para acompañar la primera iteración de la EOS 5D. Así que sólo tengo dos objetivos que salieron al mercado en un ecosistema fundamentalmente digital.
Visto el conjunto, mis tengo claro que, a pesar de mi afición a viajar con formatos más reducidos, me apetece mantener el equipo de encuadre completo a 24 x 36 mm. En ocasiones, prefiero esa estética. Y no me importa usarlo cuando no tengo que acarrearlo a la espalda todo el día. Pero mis necesidades se reducen a tres objetivos fijos luminosos (focal corta, tele corto y el tele medio-largo con el duplicador), y eventualmente, el zoom 24-105/4L. Los otros se quedan para acompañar a las cámaras de película tradicional. O si me surge algún comprador, igual los vendo. Pero el 40mm, por mucho que me guste esa focal, no me satisface del todo para algo que no sea dar un paseo cómodo de vez en cuando. Es poco luminoso. Y ya he dicho que el 28mm no me satisface. Por ello, llevo un tiempo pensando en un 35mm luminoso. Llevo tres años pensando en ello. Esta año he decidido regalármelo para "navidades", aunque ya lo tengo en mi poder.
En la foto lo podéis ver, sin el parasol que trae incluido, montado sobre la Canon EOS 5D Mark II. Que también lleva una empuñadura secundaria que compré muy barata en el "viernes negro"; la echaba de menos en algunas ocasiones, especialmente con el teleobjetivo. Es el Tamron SP 35mm f/1,8 Di VC USD. Odio estos nombres tan largos llenos de siglas. Pero destripando lo que significan; es uno de los nuevos objetivos con diseños específicos para la tecnología digital, de gran rendimiento, con estabilización óptica, motor ultrasónico silencioso y protección contra las inclemencias de la intemperie. Aunque 2/3 de diafragma menos luminoso que los prestigiosos f/1,4 de Canon y Sigma, tiene una excelente reputación en sus cualidades ópticas. Que en lo que llevo visto hasta ahora, es cierto. Con las fotos realizadas con este objetivo hecho mano mucho menos de los deslizadores de "claridad" y "enfoque" de Lightroom. Por algo será.
Salvo la fotografía de la cámara, todas las demás de esta entrada están realizadas con este nuevo Tamron 35/1,8. Enfoca rápido y silencioso. Su luminosidad hace que la visión por el visor réflex de la cámara sea muy buena. Salvo que cambie la pantalla de enfoque, un f/1,4 no la mejoraría. Es nítido, contrastado, y como veis, soporta bastante bien la presencia en el encuadre de fuentes de luz potentes, como el sol, si muchos artefactos ni pérdidas de contraste.
Uno de los elementos más publicitados de este objetivo es su distancia de enfoque mínima de sólo 20 cm. Lo cual está muy bien, ofreciendo una ampliación máxima de 1:2,5. Casi en terreno macro.
Como se puede ver, el famoso bokē, es decir la cualidad de las zonas desenfocadas, es bastante agradable. Aunque claro, cuando vas cerrando el diafragma se vuelve más brusca. Como en toda óptica del mundo mundial. De las dos flores, la primera es un f/1,8 y tiene una profundidad de campo escasa para un objeto principal de ese volumen, y la segunda es un f/5,6, que hace más conspicuo el fondo desenfocado, aunque no esta nada mal.
Hay que decir también que el objetivo viñetea bastante a plena apertura, pero que Lightroom lo reconoce y lo corrige de forma automática sin mayor problema.
En situaciones de alto contraste, podemos encontrar bordes púrpuras o verdes/cian, como podéis ver en el retrato que le hice a la Panasonic Lumix G9. Pero se eliminan fácilmente con Lightroom. Y solamente se dan en situaciones de realmente muy alto contraste. Sólo me lo he encontrado en esa foto. En ninguna otra.
Me la he llevado al IAACC Pablo Serrano, para simular retratos con las esculturas del escultor de Crivillén, y no me ha dado ningún problema. Va muy bien.
Una de las cuestiones que me preocupaba era la eficacia de la estabilización óptica. Ni el carísimo Canon EF 35mm f/1,4L II USM, ni el prestigioso por su calidad óptica Sigma 35mm f/1,4 DG HSM Art llevan estabilizador óptico. Tienen la ventaja de ser 2/3 de diafragma más luminosos. El Sigma tampoco está protegido contra las inclemencias del tiempo. Por lo que siendo más caro y bastante más voluminoso, no me apetecía. Sí que lleva estabilizador de imagen el EF 35mm f/2 IS USM de Canon, apenas menos luminoso que el Tamron, algo más barato, pero sin protección contra las inclemencias del tiempo. Como la ventaja en calidad óptica parece ser mejor en el Tamron por aclamación, que sí tiene protección... pues la decisión estaba clara. Pero como decía, me preocupaba la eficacia del estabilizador de imagen.
Soy normal a la hora de sujetar la cámara, disparando a pulso. Ni el más hábil ni el más torpe. Con las réflex para película, siempre me ha ido bien de no disparar a una velocidad inferior a la inversa de la focal en segundos. Pero con las réflex digitales, siempre he duplicado esa velocidad. Para un 50mm, mejor tirar a 1/100 o 1/125 s que a 1/50 o 1/60. El golpe del espejo tiene esas cosas. Con cámaras telemétricas, tanto de película como digitales he bajado algo más la velocidad de obturación. Al menos un paso. Y estoy malacostumbrado a la eficacia de los estabilizadores de Olympus y Panasonic, que me permiten usar velocidades ridículas incluso con teleobjetivos. El cuarto de segundo para un tele corto no me supone ningún problema para estas cámaras sin espejo. ¿Y el Tamron?
Pues parece que 1/13 segundo es la velocidad que puedo conseguir, que no está mal. Eso sí, mentalizándome y dando lo mejor de mí mismo. No llega a la eficacia de los estabilizadores de las micro cuatro tercios, pero mejora los estabilizadores del EF 28-135/3,5-5,6 IS USM, que nunca me ha permitido ahorrarme mucho más allá de un paso de velocidad, y del EF 24-105/4L IS USM, que como mucho llega a dos pasos, pero no siempre. Con el Tamron estaríamos en tres con suerte. Funciona y mejora la cosa... pero sin las alegrías del pequeño formato de las Panasonic y Olympus. Yo, con una réflex, lo de los cuatro pasos de mejora con estabilizador en el objetivo no lo he visto nunca. Y encima partiendo de una velocidad de seguridad superior. Es uno de los motivos, entre otros, por los que pienso que las réflex están condenadas a desaparecer. Aunque de momento no tengo interés en cambiar de cuerpo de formato completo. la 5D Mark II me sirve perfectamente para lo que la uso.
Ahora pues, queda un equipo que se puede usar con las siguientes configuraciones, con bastante calidad.
5D Mark II con dos objetivos de focal fija, el 35mm y el 85mm, para mis retratos y pequeños reportajes.
5D Mark II con el 24-105mm para paisajear en el campo.
5D Mark II con uno de los anteriores y el 200mm con el duplicador en espectáculos deportivos. También si necesito el 200mm en paisaje.
Para pasear, la cámara con el 35mm o el 40mm, según las características del paseo. Y a tirar una temporada.
A ves me pasa. En lo que llevo de año al menos en un par de ocasiones. A finales de primavera puse un carrete de Kodak Portra 400 en la Pentax MX con el fin de usarla en una tarde del mes de mayo... pero luego el tiempo meteorológico se torció, y ahí se quedó el carrete que fui disparando, sin un plan definido, durante todo el verano, con una mezcolanza de fotos y temas. No hice entrada de ese carrete... porque no tenía nada de especial que no hubiese dicho previamente sobre la cámara o la película.
Pero es que todavía ha sido más grave lo del carrete de Kodak Professional T-Max 100 que le puse a la pequeña Olympus Pen EE3 en el mes de abril. Y que no he terminado de exponer y, finalmente, revelar hasta el mes de noviembre. Bueno, igual es igual de grave. La Portra 400 en la MX da unos 36 fotogramas y tardé tres meses en revelarlo. La T-Max 100 en la Pen EE3 da algo más de 72 fotogramas, el doble, y he tardado en la práctica unos seis meses en terminarlo y revelarlo. El doble, también. Porque vamos a recordar que la Olympus Pen EE3 es una cámara de medio formato, que no de formato medio, para película de 35 mm. Es decir, que en lugar de los tradicionales negativos de 24 x 36 mm, con ocho perforaciones en cada avance de la película, nos da unos negativos de 24 x 17 mm, con cuatro perforaciones en cada avance de la película.
No. No son negativos de 24 x 18 mm como a veces se lee por ahí. El espacio que deja la cámara entre los negativos, para poder gestionarlos con comodidad hace que en lugar de la proporción entre sus lados de 4:3 que muchos afirman que tiene este formato, en realidad quede en 7:5. Adecuada para copiar en un papel de 13 x 18 cm que son, aproximadamente, 5 x 7 pulgadas en el sistema de medidas imperiales.
El caso es que, siendo poco menos que la mitad en superficie que el negativo tradicional de ocho perforaciones de paso, tiendo a usar la Olympus Pen EE3 con película de ISO 100 en lugar de los más cómodos y polivalentes ISO 400, para que el grano no cante en exceso. Soy de los que me agrada la estructura de la película tradicional en blanco y negro, pero no especialmente aficionado al grano como pelotones de Nivea para la playa.
La película con la que más me gustaba usar esta cámara era la Fujifilm Neopan 100 Acros, de grano muy fino, y fantásticas transiciones tonales. Pero sin problemas para usarla también con las películas de ISO 100/125 de Ilford, o con la Ilford XP2 Super 400 a un índice de exposición de 100/200. Tenía de todas formas las curiosidad de probar la película de Kodak de sensibilidad media, la T-Max 100.
Antes de seguir adelante, decir, afirmar, gritar, proclamar con cabreo, que odio la escasa, por no decir nula, estabilidad dimensional de las películas en blanco y negro de Kodak, que hacen que se curven, se doblen, se forman tirabuzones, que incluso tras varios días prensados bajo varias toneladas de libros, aun se resisten a desaparecer. Y si encima te dejas la película en la cámara durante seis meses,... pues te sale el rollo de un rebelde horrible, que luego es mucho más difícil que no acabe cogiendo porquerías, que dan un trabajo horrible para quitarlas, limpiarlas o clonarlas en un proceso mixto con su parte digital. Lo odio. Simplemente por eso, me dan igual las virtudes de la emulsión, lo más seguro que siga con Ilford.
No hay mucho más que explicar del resultado de la película. Revelada en HC-110, en dilución B (1:32 o 1+31, que es lo mismo), durante 6 minutos a 20 ºC, según las "recomendaciones del fabricante", da unos negativos con amplia gama tonal, menos contrastados que su "prima" la T-Max 400, y un grano muy contenido, por lo que no se hace muy notorio a pesar de ser negativos más reducidos que lo habitual. He entrecomillado lo de las "recomendaciones del fabricante", porque Kodak siempre es confuso con las recomendaciones para el HC-110. Supongo que es la diversidad de métodos de revelado que contempla, y la necesidad de desbrozar para qué versión de la película de las variantes en el tiempo o en el formato está establecido el tiempo recomendado.
He digitalizado los negativos con la Panasonic Lumix G9 y el Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH. Lo cierto es que, aunque la óptica de la cámara es bastante decente, no deja de ser una cámara concebida para un uso popular y con limitaciones, por lo que los 19 megapíxeles aprovechable finales son casi excesivos. Aunque con negativos bien expuestos, con buena luz y cuidadosamente digitalizados, el nivel de detalle obtenido no está mal. En fin. Que da igual. Que es un castigo manejar este película, así que seguiré tirando de Ilford.
Para aquellos que sigan estas páginas directamente o a través de los enlaces a las mismas que aparecen en mi Cuaderno de ruta, en Twitter o en Facebook no será ningún secreto que últimamente la película Ilford XP2 Super 400 ha vuelto a ser, ya lo fue durante algún tiempo hace 20 años, mi preferida como película todo terreno. Sea en forma de cámara de un solo uso, con una prestigiosa Leica o con una compacta Olympus, siempre obtengo buenos resultados.
Recientemente volvía a cargar uno de estos carretes en la Leica M2, calzada esta con el Summicron 35 mm f/2 ASPH, objetivo de gran nitidez, probablemente uno de los mejores si no el mejor 35 mm para el formato 24 x 36 mm.
Hace unas semanas me la llevé a un paseo por los Pirineos aragoneses, caminando desde Zuriza hasta el paraje de Taxeras, al pie de la sierra de los Alanos. Uno de mis rincones favoritos de la cadena montañosa que une España y Francia. El día estaba muy luminoso y el contraste podría ser relativamente elevado. No tanto como en verano, ya se empieza a apreciar que el sol va más tumbado sobre el horizonte. Pero el día estaba relativamente radiante.
No importa. Como ya he comentado en otras ocasiones, la XP2 tiene una gran latitud de exposición, y digiere muy bien los contrastes, manteniendo la textura tanto en las luces como en las sombras. Quizá me faltó el filtro amarillo, para mejorar el contraste de los cielos. Aunque es una película bastante pancromática.
De todos modos, no hice muchas fotografías ese día con la M2. Por lo que, con el carrete bastante entero todavía, volvió a viajar al domingo de la semana siguiente. En esta ocasión al circuito de motocross de Motorland Aragón, donde se celebraban algunas pruebas del campeonato de España de esta disciplina del motociclismo.
He de recordar de nuevo que esta película de Ilford es única en estos momentos por ser una película en blanco y negro cromogénica, que se revela en cualquier laboratorio comercial con proceso C-41, que es el habitual para las películas negativas en color. Por lo tanto, es relativamente fácil encontrar un sitio para revelarla. También se puede revelar con química tradicional en blanco y negro con buenos resultados. Pero su gran latitud de exposición y su fino grano se consiguen especialmente con el proceso C-41. Este carrete me lo han revelado en Revelatum Revelado Analógico.
Como decía, la película tiene una latitud muy amplia, y el fabricante nos dice que se puede exponer a índices de exposición entre 50 y 800 sin problemas, con su óptimo en su sensibilidad nominal ISO 400. Eso sí, son muchos los que opinan que su óptimo está más bien en un índice de exposición de 200, puesto que manteniendo la nitidez global, el grano es más fino. Cuando se expone a IE 400 u 800, los resultados son buenos, pero en las sombras se aprecia el incremento del grano, mientras que en las luces apenas se nota. El grano no es feo, pero el desequilibrio en la estructura entre luces y sombras no siempre es lo mejor.
Por ello, yo suelo usarla exponiendo a un IE 200, sabiendo que si falta la luz puedo subir un tanto. En exteriores, esto supone que si le pones un diafragma de f/11 y una velocidad de exposición de 1/250, puedes tirar sin problemas a la hiperfocal y siempre que haya algo de sol, intenso o flojito. Si se nubla, todavía aguanta, aunque es mejor bajar un paso la exposición. Es casi como usar una cámara desechable, pero con una calidad de imagen de primer nivel. No te preocupas del enfoque, ni de medir la luz, sólo de conseguir el mejor encuadre.
Por supuesto, si es necesario, puedes corregir estos parámetros, afinar el enfoque con el telémetro de la Leica, e incluso hacer alguna foto en determinados interiores relativamente bien iluminados. Se puede usar sin problemas la cámara a f/2 y 1/30, sin que trepide. Por lo que considerando un IE de 400 u 800, hay mucho margen. No se dio el caso en estas excursiones.
En fin... que seguiré usando esta película durante mucho tiempo. Especialmente en excursiones y viajes. Muy polivalente.
Estaba programado desde hace dos meses. En la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ se fletó un autobús para este pasado domingo 11 de noviembre, y nos fuimos a Motorland Aragón en Alcañiz para hacer un poco de manos y ojos en fotografía deportiva, aprovechando la celebración de algunas pruebas del calendario del Campeonato de España de Motocross. Sinceramente, a mí el mundo del deporte del motor no me atrae gran cosa. Me aburre bastante, incluso en la comodidad de la televisión en el salón de casa. Pero todo aquello que suponga un desafío fotográfico puede bastar para tenernos toda una mañana de lo más entretenido, poniendo a prueba nuestras capacidades y habilidades como fotógrafos, y los límites de los equipos.
Aquí no voy a entrar a describir las pruebas que se celebraron, ni voy a dar nombres de corredores, ni nada de eso. Por internet es posible encontrar el listado de participantes con sus dorsales para identificar a aquellos que aparecen en las fotos. Pero a mí no me interesan. Sólo los aspectos fotográficos. Pero diré que hubo pruebas diversas de jóvenes y adultos masculinos,...
También hubo una categoría femenina, bastante competitiva, aunque por coincidir con la hora en que decidimos comer algo, tan apenas puede ver ni fotografiar algo de la prueba,...
Y una categoría de críos con unas motillos diminutas que zumbaban como abejorros y que se curraban las carreras como desesperados, como si les fuese la vida en ello.
Hablemos del equipo. Me llevé una cámara de película, la Leica M2, con el Summilux 35/2 ASPH y algún carrete de Ilford XP2. No tengo revelado este carrete todavía, cuando esté, ya os contaré. Pero bueno, fue un poco el capricho de llevarme algo de película tradicional.
Lo que más utilicé fue mi equipo Canon EOS. Que últimamente sale poco de casa. De hecho, tengo pocas tarjetas Compact Flash disponibles, y como en fotografía deportiva se dispara mucho, tenía algo de miedo de quedarme corto. Al final tuve suficiente. La cámara es la ya veterana Canon EOS 5D Mark II que, presentada en 2008, yo adquirí en enero de 2010. Para los ritmos de vida del material digital, antediluviana. Pero nunca he sentido la menor necesidad de cambiarla. Me basta y de sobra para difrutar del formato completo, el 24 x 36 mm, lo que en tiempos de la película tradicional se llegó a llamar formato miniatura... qué cosas. Además del EF 40/2,8 STM,que no usé, sólo sirvió para montarlo en la cámara durante el transporte... abulta muy poco, llevé el EF 24-105/4 IS USM, su primera versión, que compré allá por el año 2006, nuevo, y el EF 200/2,8L II USM, que compré también por aquel entonces de segunda mano por un precio muy ventajoso. Y va de maravilla. Desde hace un par de años, este objetivo suele ir acompañado de cerca por el Extender EF 2x, la primera versión de hace casi treinta años, que va muy bien y está a muy buen precio de segunda mano. Así puedo disponer de un 400 mm f/5,6, que en estas lides conviene.
Sin duda alguna, fue el 200 mm, con o sin duplicador de focal el que más utilicé. Las zonas donde teníamos permitido permanecer los espectadores estaban separadas de la pista por una pista de servicio, que también ejerce de cinturón de seguridad. Por lo tanto, era impensable utilizar focales cortas para tomas dinámicas de la carrera. Especialmente barridos. Estos hubo que hacerlos con teleobjetivo, lo cual hizo que fuera bastante complejo obtener tomas nítidas del corredor, ya que es más difícil controlar el ritmo y velocidad de desplazamiento del teleobjetivo, y además, en una prueba de motocross, la velocidad de los corredores no suele ser constante por lo agreste del terreno, por lo que es difícil seguirlos de forma uniforme. Alguno se intentó, obteniéndose algún efecto "impresionista" curioso.
Quizá por su potencial espectacularidad, son los saltos que ejecutan los pilotos en distintos puntos del circuito lo que más atrae al público, especialmente a quienes llevan una cámara fotográfica con ellos. Obviamente, los más espectaculares son aquellos ejecutados por las categorías con vehículos más potentes. Pero incluso los más pequeños se lanzan a vencer los obstáculos con elevaciones que intentan resolver con la mayor gracia y eficiencia posibles.
En algunos puntos del circuito, la alineación de obstáculos permitía poder ver simultáneamente a varios pilotos volando alineados.
En cualquier caso, no hay que desdeñar las tomas en las que los competidores entraban en terreno más irregular, más blando, con surcos más profundos, y especialmente en las curvas. En esos lugares, la velocidad desciende y el fotógrafo puede centrarse en obtener imágenes que muestren el detalle de la indumentaria y la máquina, que en otras fotografías a más velocidad quedan en un segundo plano.
También pueden ser emocionantes las persecuciones; unos pilotos tratando de alcanzar a los que les preceden, y estos luchando por mantener o aumentar la ventaja que han adquirido.
Finalmente, también recorremos las zonas de boxes. Que no son tremendamente espectaculares. Pequeños pabellones en los que protegidos del sol, que lució con intensidad en este domingo de noviembre, trabajan en la limpieza y el mantenimiento de las máquinas. Y también sirven de exposición para los curiosos que deambulan entre ellos. Algunos con miradas de envidia por no poder montarlas.
Este es el momento de cambiar de objetivo. Dejar a un lado el largo teleobjetivo que hemos venido utilizando casi todo el día y colocar delante de la cámara el versátil objetivo de focal variable, 24-105 mm f/4, que permite ampliar el ángulo de visión y nos introduce más en el ambiente.
Las carreras van llegando a su fin, y debemos regresar. Vemos regresar el autobús que nos trajo a primera hora de la mañana, y nos vamos reagrupando para la vuelta mientras comentamos la jornada.
Yo me quedo pensando con algunas reflexiones personales sobre el equipo fotográfico necesario para estos eventos. Especialmente en estos meses en los que hemos escuchado tantas novedades en el mercado de las cámaras, y escuchamos tantos comentarios sobre las bondades de unas marcas frente a otras. El caso es que yo he disfrutado del día con un equipo que muchos considerarían desfasado e incluso poco apropiado para un evento de este tipo. La 5D Mk II nunca fue vista como una cámara para la fotografía de acción. Más atracción recibió de otros fotógrafos que practican géneros más tranquilos. Su número de sensores de enfoque puede resultar ridículo con respecto a los de hoy en día. Y su velocidad de disparo muy inferior a la de algunas ametralladoras fotográficas actuales. No digamos ya lo de funcionar con un 200 mm y un duplicador para improvisar un 400 mm f/5,6.
Pero el caso es que el número de fallos que tengo entre los disparos realizados debidos a la arreactividad de la cámara son muy escasos. Hay que tener en cuenta que no es mi primera vez en un circuito de este tipo, y no tengo los reflejos adquiridos, ni el conocimiento adecuado para anticiparme adecuadamente a la acción. Aunque... se aprende rápido. Y si conoces las bases de la técnica fotográfica, tampoco es tan complicado lo que pide técnicamente el objeto. El enfoque en modo AI Servo me ha servido bien. Las fotos están nítidas y, sin duda, admiten ampliaciones respetables. Muchas de las fotos presentadas aquí podrían ir en un tamaño DIN A-2 sin mayor problema. Es cierto que el 200 mm con el duplicador de focal viñetea un poco más de la cuenta a su apertura máxima, pero nada que no se pueda corregir en el procesado. Y si realmente disminuye su nitidez en las esquinas... importa poco, puesto que la escasa profundidad de campo con la que se trabaja hace que aparezcan desenfocadas en la mayoría de las ocasiones. Y estoy seguro que, a pesar de todo, es muy superior a las cámaras que se utilizaban con antelación a su aparición en 2008, salvo algún cuerpo ultraprofesional mucho más caro. Y la gente lleva fotografiando acontecimientos deportivos durante décadas. Así que, poco añoro nuevos cuerpos de cámara con sensores grandes; cuerpos pesados, caros, que uso de vez en cuando, y que ya no me llevo nunca de viaje. Que me dure muchos años.