Pocos días antes del 15 de marzo, del comienzo del estado de alarma por la epidemia de covid-19, me llegó una cámara a fondo perdido. Alguien tenía una Pentax MX en un armario. Sin objetivos, sólo el cuerpo. Supone que perteneciente a su padre... pero no lo sabe, porque nunca le vio usarla en vida. Y sobretodo, sin objetivos. Un misterio familiar. No les interesa, saben de mi afición a la fotografía. No saben que hacer con ella. No quieren molestarse en ponerla a la venta ni nada por el estilo; valoran más su tiempo que el dinero que les puede suponer. Así que voy a buscarla y la depositan en mis manos. En la práctica, me la dan.
Como podéis apreciar en la foto, es prácticamente idéntica a la que ya tengo. La recién llegada está a la izquierda, con una correíta que venía puesta. A la derecha está la que tengo desde mediados de los años 90. Ambas están en similares condiciones de conservación. No se aprecia ningún desperfecto. Tengo la sensación, por varios detalles en su estado de conservación que esta cámara no ha estado desatendida durante muchos años, pero eso sólo aumenta los misterios sobre la misma. Los dos objetivos son míos, los dos 50 mm, el f2 y el f1,4, que tengo en funcionamiento.
La única diferencia en la práctica entre ambas cámaras se aprecia al mirar por el visor. La pantalla de enfoque es diferente. La mía original parece el modelo SG, de vidrio mate con cuadrícula y círculo central, sin más ayudas al enfoque, que no es difícil una vez que te acostumbras. El visor es bastante luminoso. La de la recién llegada parece la pantalla estándar SC-1, de vidrio mate con telémetro de imagen partida y corona de microprismas, similar a la de tantas otras de casi todas las marcas. Me he acostumbrado a la primera, y el telémetro de imagen partida me molesta. Usado con objetivos luminosos,... ahí que te va. Pero le he puesto en una ocasión el SMC-A Macro 100/4, y se oscurece con cierta frecuencia.
Decidí probarla de inmediato, y decidí hacerlo con un rollo de película negativa en color que mandaría a revelar a un laboratorio de confianza. Le puse un rollo de Kodak Portra 400, auténtico todoterreno, que he expuesto a un índice de exposición de 200. Medición de la luz con el exposímetro incorporado, que parece igual de fiable que en la que ya tengo, o con el fotómetro externo Gossen Digisix. Correctamente utilizado, ofrece las mismas conclusiones sobre los parámetros de exposición que con el interno. Mi intención siempre fue dedicarle un par o tres de días a exponer el rollo en paseos urbanos, y luego mandarlo a revelar. Pero llegó el estado de alarma de la covid-19. Y todo se lío.
En resumen, tardé más de un mes en terminar de exponer el rollo, y sin unas ideas muy claras de cómo hacerlo, así que me han salido un batiburrillo de fotos, sin coherencia entre sí, y que la única ventaja o gracia que tienen es que muestran que la cámara funciona correctamente. Cono lo que ahora viene la segunda cuestión. ¿Qué hago con ella? En el momento en el que la recibí mi composición de lugar era la siguiente. "En Semana Santa me voy a los Países Bajos, me llevaré cámara de película como cámara principal. Como las MX son ligeras y abultan poco, puedo llevar dos con dos tipos de película distintas. Uno en color y otro en blanco y negro. O uno de sensibilidad media o baja y otro de sensibilidad alta. Como funcionan igual, no hay lío de adaptación entre una y otra..." Parecía casi ideal. Y solución discreta. Pero ni viaje ni leches. En este momento, no sé nada.
Supongo que la aguantaré en mi poder un tiempo. Si recibiese una oferta muy interesante por ella igual la vendía, si no me supusiese mucho trabajo la transacción. Pero si no... puedo esperar y ver qué pasa en el futuro. En cualquier caso, ya sé que con las Pentax MX soy feliz haciendo fotos. Por cierto, se me olvidaba. Las fotos de esta entrada están realizadas con el SMC-A 50/2 y el revelado ha sido realizado en Carmencita Film Lab. En estas páginas, la Pentax MX ha aparecido con frecuencia. La que compré en los años 90. El artículo de presentación está por aquí desde hace exactamente 6 años. No he elegido el día a propósito.
Llegan mis negativos revelados de la sexta semana en vigor del decreto que regula el estado de alarma. Ahora que tanto se habla de "fases", un la distopía orwelliana en la que nos hemos visto inmersos, en la que todo quisque, empezando por políticos y plumillas gacetilleros, utiliza neologismos y frases sacadas del manual de lo políticamente correcto para referirse a lo que va a suceder próximamente en el devenir de la pandemia de covid-19, sería la "fase" del aislamiento social, antes de que este vaya desapareciendo y la actividad pública retomándose. De momento, yo he tomado una decisión. Mi propósito de ir exponiendo un carrete en blanco y negro a la semana en tiempos del nuevo coronavirus, se mantendrá hasta la octava semana, la que coincide con el establecimiento de la "fase 0" de la "desescalada"... teóricamente la que empieza a suavizar las condiciones de aislamiento, previa a la "nueva normalización" progresiva de la actividad social. Luego,... seguiré haciendo fotos, pero con otros ritmo e intenciones.
Por motivos que no vienen al caso, durante la mencionada sexta semana, los cinco días laborales que fueron del 13 al 17 de abril, y que además coincidieron con la última semana en la que trabajé en turno de tarde, utilicé como película fotográfica la Ilford XP2 Super 400. Preví que en el fin de semana siguiente no tendría ocasión de revelar el rollo de película. Y además estaba terminando un rollo de película en color del que hablaré en otra ocasión. Por lo tanto, tomé la decisión de usar una película con revelado C-41, que junto con la película en color sería enviada lo antes posible a Carmencita Film Lab para su revelado y digitalizado. En Carmencita se han portado diligentemente y eficazmente. Correos,... no tanto. Por lo que el resultado ha llegado en esta semana, en la que tenía previsto contarlo, por lo pelos. Pero aquí está.
Como cámara usé la Canon EOS 650 con el objetivo, también de Canon, EF 40/2,8 STM. Algo más grande que los equipos que venía usando hasta el momento, durante este periodo, pero con la ventaja de que el proceso de realizar la fotografía es más rápido, a poco que estes familiarizado con las peculiaridades del tempranero mecanismo de enfoque automático de la cámara. Recordemos que se trata de la primera cámara de enfoque automático del sistema EOS, que apareció en el mercado en 1987, precursora de un sistema que todavía perdura. Aunque quizá desaparezca tarde o temprano fagocitado por las monturas RF de las cámaras sin espejo de Canon. A las que siguen llamando EOS, según algunos, siglas de Electro-Optical System. Otros dicen que fue escogido por el nombre de la diosa de la Aurora en la mitología griega, Eos, la responsable de entreabrir los velos del cielo para dejar pasar a Helios, el sol, y su luz.
¿Por qué esta precaución por el tamaño, o sea discreción, y la rapidez? Porque algunos miembros de las fuerzas de seguridad del estado, de bolígrafo y talón de multas rápido, que interpretan las normas rigurosa y literalmente, pueden decidir dejarte una "receta" de 601 euros por pararte y no comportarte como un perpetuum mobile, incluso si en ese momento no tienes a nadie cerca, no ya a 2 metros,... ni a 20 metros, como me sucedía las ocho y media de la tarde durante la semana en que usé el equipo mencionado.
En cuanto al rendimiento de la película, el ya conocido. Es una película que yo suelo exponer a un índice de exposición de 200 en lugar de al 400 de su sensibilidad nominal, porque se obtiene un grano más fino. Ofrece una imagen nítida y bastante contrastada, aunque tiene buena latitud de exposición. Pero los resultados más agradables son los de las fotografías que realicé en interiores, en mi lugar de trabajo. Durante esa semana, entre las dos y media y las ocho de la tarde, me encontraba solo en un planta en la que habitualmente, sin epidemias, por las mañanas trabajamos unas cuarenta personas. Sin agobios de espacio. De vez en cuando estiraba los músculos moviéndome y haciendo fotos aprovechando la luz de la tarde.
A las ocho de la tarde, me iba a casa entre aplausos de la muchedumbre en los balcones, que no se cómo se habían enterado que había realizado un trabajo "ejemplar" y "decisivo" para la sanidad de los aragoneses. Y bueno... me iba caminando a casa, que son 50 minutitos, haciendo alguna que otra foto. La XP2 Super es una película que no resulta siempre del agrado de los "talibanes" del blanco y negro tradicional, pero que a mí siempre me ha gustado. Por eso la uso mucho en los viajes. Aunque en este caso el contraste casi resulta excesivo en alguna escena soleada, en la que me hubiera venido bien que el archivo que mandan de Carmencita hubiese sido un TIFF 16 bits en lugar de un JPEG 8 bits, para atenuar un poco los tonos en un posprecesado digital. Pero en general, bien.
Estamos en la séptima semana desde que entró en vigor el decreto del estado de alarma por la epidemia de covid-19. Y todos analizando con cuidado cuándo y cómo podemos salir a pasear. No me quejo. de 6 a 10 de la mañana y de 8 a 11 de la noche van a ser las mejores horas para caminar y tener buena luz para hacer fotos. Especialmente si, como anuncia la previsión del tiempo, mayo llega con subidas importantes de temperaturas. Pero todavía estoy trabajando las fotografías que hice durante la quinta semana, que hoy os presento aquí.
Aunque tenía intención de variar, con otras cámaras, lo cierto es que una serie de circunstancias, relacionadas con mis horarios laborales, me llevaron a optar por un pequeño equipo. Así que volví a salir con la pequeña Minox 35 GT-E. Como mis recorridos de ida o vuelta al trabajo caminando iban a ser predominantemente en horas centrales del día, opté por la Ilford FP4 Plus 125. Sensibilidad más que de sobra para la inmensa mayoría de las fotografías a la luz del día, incluso enfocando por zonas o a la hipeerfocal, aprovechando la escala de profundidades de campo de la Minox.
Pero habiendo observado los resultados de unos cuantos rollos expuestos con esta cámara, me había quedado con la sensación, una sensación que me acompaña desde que compré la cámara en 2001, después de perder en Bélgica la Minox 35 ML que la precedió, que la cámara sobrexpone. Así que lo que hice durante esa semana fue ajustar el fotómetro de la cámara a un índice de exposición de 250, como si subexpusiera un paso. Pero luego revelé como si hubiera expuesto a su sensibilidad nominal.
Y no me ha fue mal. Con un revelado en Kodak HC-110 dilución C (1+19), durante 5 minutos y 30 segundos a 21 ºC, los negativos han quedado con una densidad y contraste bastante razonables. Lo cual ha sido especialmente importante, porque también he modificado algún aspecto en la digitalización de los mismos.
En los últimos tiempos, para el formato pequeño, los negativos de 24 x 36 mm, o inferiores, sobre película de 35 mm, venía usando la Panasonic Lumix G9 con el Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH OIS. En formato "raw" claro, para aprovechar al máximo. Pero eso me daba unos ficheros originales con un contraste bajo, con mucho con lo que trabajar para dejar el archivo final en una luminosidad y contraste adecuados. Pero si el grano de la película era discreto en el fichero original, al aumentar el contraste, necesariamente en la mayor parte de las ocasiones, este aumentaba considerablemente, se hacía muy notorio e incluso afectaba a la nitidez de la imagen. Si usaba el Epson Perfection V600 Photo, podía ajustar la luminosidad y el contraste antes de escanear, y el grano quedaba muy discreto. Pero la resolución y la nitidez de la imagen con unos archivos prácticamente la tercera parte en tamaño de los que ofrece la Lumix G9, era inferior. Los dos métodos tienen sus problemas.
He decidido arriesgar y sacrificar unas cosas en favor de otras. Este rollo lo he digitalizado con la Lumix G9, en modo de alta resolución, pero directamente en JPEG y ajustando los valores de contraste del mismo dentro de la cámara al máximo. El resultado ha sido unos archivos JPEG bastante buenos en su mayoría en tono y contraste, ajustando cuidadosamente la exposición con el histograma de la cámara, y controlándola a distancia para minimizar vibraciones con el iPad. Y con un grano discreto, más adecuado a la película que eso sí. La intervención posterior posible sobre los mismos, siendo archivos JPEG, es muy inferior. Aunque al partir de archivos de 40 megapíxeles (alta resolución), hay más margen del que parece, teniendo en cuenta que el archivo que usaré para imprimir la imagen final es como mucho la mitad. Estoy repitiendo el proceso con otros rollos, rescatando negativos antiguos de principios de los años 90, y sigo satisfecho. En cualquier caso, con los medios disponibles, siempre hay que buscar un compromiso y renunciar a algo.
Por cierto, estoy analizando las tomas para deducir porqué tiendo a encuadrar en vertical últimamente.
Hace casi dos años, en junio de 2018, realizamos un agradable viaje de vacaciones por Francia y Suiza, algunas ciudades de ambos países que teníamos pendientes de conocer. Una de las ciudades suizas que visitamos, esta ya la conocía yo de antemano, fue Lausana. Y en Lausana, para mí, es imprescindible visitar el Musée de l'Elysée, coqueto museo de la fotografía situado en un palacete junto al Parque Olímpico y no lejos de la ribera del lago Leman. Un lugar muy agradable, con bellos jardines y vistas. Y con una envidiable actividad museística, con excelentes exposiciones y excelentes fondos propios. Y también tienen una tienda muy cuca, donde además de comprar libros y revistas de fotografía y de arte contemporáneo en general, hay otros objetos decorativos o didácticos relacionados con la fotografía. Estando allí me llamaron la atención unos sobre con lo que tenía todas las pintas de ser hojas preparadas para la realización de cianotipias. Y lo comenté.
La persona que venía conmigo pensó que podría ser algo adecuado para trabajar la curiosidad de los niños. Yo también estoy de acuerdo. Y compramos dos sobres, uno en formato cuadrado de hojas previamente sensibilizadas de aproximadamente 10 x 10 cm, y otro con hojas de tamaño Din-A4... que en estos momentos están en paradero desconocido. Pero las encontraremos. El caso es que la niña destinataria de las hojas, especialmente estas pequeñas, se trasladó con sus padres a residir a otra ciudad al poco de volver de aquellas vacaciones, y el tema quedó olvidado. Hasta que llegó el confinamiento por la Covid-19, que me acordé de ellas. Encontré las pequeñas, y decidí ir trasteando con ellas.
Dentro del sobre de cartulina, hay otro sobre de plástico negro, estanco a la luz, con doce hojas de papel sensibilizadas por una de sus caras. Son de papel muy fino, muy sencillo. Y se acompañan también de un plaquita de metacrilato transparente con el fin de mantener lo que se quiera colocar sobre el material sensible plano y ajustado, para evitar desenfoques y mantener la mayor nitidez posible. A pesar de eso, en las primeras pruebas que hice alguna me quedó algo desenfocada, por irregularidades en la base donde coloqué todo el invento.
Muchas de las personas que se inician en el proceso, lo hacen colocando objetos cotidianos sobre las hojas sensibilizadas. En el enlace sobre realización de cianotipias que encontraréis en el primer párrafo podéis leer como prepararlo vosotros mismos. Pero yo decidí que, aprovechando que dispongo de hojas de acetato transparente aptas para ser impresas en la impresora de chorro de tinta en casa, quería hacer un copia física de algunas de las fotos de mi fototeca. Tanto fotografías digitales como fotografías sobre película digitalizadas. No me decidí a usar negativos directamente como origen; quizá alguno de los de 6 x 9 cm podrían haber estado bien, pero no encontré ninguno interesante.
Las instrucciones suministradas en el producto indicaban que para exponer la cianotipia había que situar en un lugar soleado durante un tiempo entre 1 y 5 minutos, evitando pasarse de tiempo. Pero sin ninguna indicación de cómo evitar pasarse de tiempo. Pero para más lío, en mi casa, en mi balcón, en primavera sólo tengo sol directo en un intervalo de tiempo que va de las 10:15 a las 11:45 de la mañana. Y que el sol no siempre es radiante. Que en ocasiones está matizado por la neblina o la nubes ligeras, o que estas pasan por delante del mismo, ocultándolo un instante para luego volver a dejarlo lucir. Así que he realizado pruebas en todo tipo de situaciones, con tiempos de exposición que van desde los 2 hasta los 15 minutos, según las circunstancias. Sólo se me estropearon dos por motivos diversos.
Poco a poco vas comprobando cosas. Si el sujeto está muy contrastado, pasarse un poco de exposición no importa. El contraste queda marcado y la imagen es muy gráfica. Comprobar más arriba las cianotipias de la torre Eiffel de París. Pero si los tonos presentan una gradación amplia y son matizados, hay que tener cuidado de dar la exposición justa para que no se pierdan. Hay que adquirir cierta experiencia. El color de la cara sensibilizada de la hoja de cianotipias es azul. Conforme se va exponiendo al sol, va cambiando de color, llegando a casos extremos a tomar casi un tono más cálido. En cualquier caso, perdiendo tonalidad azul. Con estas hojas, he comprobado que hay que irse fijando y evitar que la tonalidad azul desaparezca del todo. Si no, será difícil mantener la gradación tonal en la copia final.
Todas las cianotipias de esta serie menos una, la segunda de las de orquídeas, están realizadas a partir de internegativos sobre acetatos. Es decir, para que en la cianotipia salga la imagen en positivo, la imagen en el acetato tiene que ser un negativo, tener los tonos invertidos. Y como no hay reproducción del color, pues mejor en blanco y negro, con un tratamiento cuidados del contraste. Las segundas orquídeas eran de color fucsia oscuro, pero las quise reproducir como blancas, por lo que no use un internegativo sino un positivo. Una vez expuestas las hojas al sol, se revelan simplemente bañándolas en agua durante un minuto o así. Y luego hay que dejar secar. Y como es papel muy finito, hay que "plancharlo" un tiempo dentro de un libro para quede liso a la hora de exponerlo o escanearlo. Otra cuestión. La cianotipia no alcanza su tono azul definitivo hasta que no culmina los procesos de oxidación sobre los reactivos. Por lo tanto, hay que dejar pasar unos días. O bien, añadir en los segundos finales un poco de agua oxigenada, peróxido de hidrógeno, al agua de revelado, para acelerar la oxidación. A mí me explicaron en su momento, que con el peróxido de hidrógeno se intensificaban los tonos y aumentaba el contraste. Pero he comprobado, y así me dijeron en un grupo de fotografía analógica, que sólo acelera. Que a la larga, con o sin el peróxido de hidrógeno, los tonos definitivos son similares.
Bueno... quiero más. Tengo que localizar las hojas en Din-A4, he pedido otras hojas distintas a Fotoimpex, y cuando termine el estado de alarma por el Covid-19, tengo que comprar los reactivos para preparar mis propias hojas con papel adecuado. A ver si para el verano podemos hacer algo interesante.
La cuarta semana del estado de alarma en vigor por la pandemia del nuevo coronavirus coincidió con las "fiestas" de Semana Santa. Yo sigo yendo a trabajar cotidianamente, a turnos semanales de mañana y tarde de lunes a viernes; escribo esto estando ya muy avanzada la sexta semana del estado de alarma. Pero en esos días sólo fui de lunes a miércoles. Por lo tanto, las 36 exposiciones de un rollo de 135 normal me parecía excesivas. Por ello, opté por el formato medio. Consideré que las 12 exposiciones que ofrece el formato medio en 6 x 6 cm serían suficientes. Tampoco sabía muy bien qué tiempo iba a hacer. Las predicciones del tiempo variaban con rapidez.
Puesto que todavía se percibía una necesidad de aislamiento extremos por la calle, ir por la misma cargado con una Hasselblad hubiese sido demasiado conspicuo. La mejor calidad, pero hacer números para que me parase la policía, y tener que dar explicaciones. Llevo mi "salvoconducto" oficial,... pero es un rollo tener que explicar que llevo encima la cámara para no morirme de asco el fin de semana y seguir teniendo cosas que hacer, que no es que me falten, además de tener un registro visual de mis vivencias de estos extraños tiempos. Así que opté por llevar una cámara retráctil. Después de darle vueltas al asunto, opté por la Agfa Isolette I, como la más razonable. Ya hablé de ella en su momento. De sus características y sus limitaciones.
Como película, seguí fiel a la Ilford FP4 Plus 125, que se empieza a convertir en mi película por defecto. Da buenos resultados a su sensibilidad nominal o con índices de exposición próximos a ella, con un paso de sobreexposición o subexposición. Y ya he tenido algún ejemplo de que a un IE 400 me ofrece un contraste más potente que su prima la HP5 Plus 400. Lo único que hay que cuidar es que las sombras no se bloqueen. Tenía la intención de exponer a un IE 250, y revelar un poco más largo para aumentar el contraste... pero...
Lo cierto es que las condiciones de luz fueron muy diversas. Y mi cabeza estuvo absolutamente en la luna por cuestiones que no vienen al caso aquí en este blog de fotografía. Y cuando llegó el momento de revelar el rollo, no tenía muy claro qué había hecho con él. Estuve exponiendo por estimación, sin fotómetro. Cosa que no suelo hace mal. Pero no tenía claro si en todo momento tenía en la cabeza el índice de exposición para el que estaba exponiendo. Como durante los días festivos de esa semana se me acumuló también un Delta 400 del que ya os hablé y, paradójicamente, a pesar del encierro, estaba liado con una multitud de cosas, decidí ir por lo cómodo y hacer un revelado desatendido de 45 minutos en Kodak HC-110 1:160 a 20 ºC, con unas ligeras inversiones al principio y a mitad del tiempo de revelado.
No han quedado mal. Un contraste muy moderado pero sobre el que se puede trabajar, ninguna sombra bloqueada, ninguna luz empastada. La nitidez, limitada por el sencillo objetivo que lleva la Isolette. Y de alguna forma, un resultado final que se ajusta al melancólico ambiente de aquellos días. Os dejo algunos ejemplos.