Voy ligeramente atrasado con mis revelados. Tenía varios rollos de negativos en color, los de mayo, que tardé una semana en mandar a revelar desde que terminé el último. Las fotos que os traigo hoy las he revelado esta semana, pero ya hace dos fines de semana que las hice. Y las del fin de semana pasado, todavía no sé cuando las voy a revelar. Bueno... me lo tomaré con tranquilidad y poco a poco iré encontrando huecos.
De momento, hablemos de las fotos de hoy. En Semana Santa le di una oportunidad a un rollo de Kodak TMax 400, que hice paseando por la ciudad con la Leica M6 y mis más modernos y capaces objetivos para esa cámara, el Summicron 35/2 ASPH y el Zeiss Planar 50/2 ZM. Esta vez decidí que quería volver a darle una oportunidad a la película de Kodak. Y que quería utilizar mi objetivo más veterano fabricado por Leitz, el Elmar 50/3,5 que venía con mi Leica IIIf, del año 1951. Un objetivo sencillo, con sólo cuatro lentes en tres grupos, una fórmula muy similar a la de los Tessar de Zeiss, que no tiene el contraste de los objetivos actuales, pero cuyos materiales habían avanzado lo suficiente para ofrecer unos resultados muy buenos en su época y bastante utilizables en su momento.
Como es un poco incómodo de accionar su diafragma y le puse el filtro amarillo y el parasol dedicados de la marca, prácticamente, salvo en un par de ocasiones, hice todas las fotografías a f/8, que es su apertura óptima. Midiendo la luz con el fotómetro parcial incorporado de la Leica M6, bastante preciso si sabes donde apuntar, fui ajustando las velocidades de obturación de forma acorde. El revelado, igual que el rollo de Semana Santa, con una dilución Kodak HC-110 B (1+31) durante 5 minutos y 30 segundos a 20 ºC, diez inversiones tranquilas del tambor de revelado al principio del primer minuto y cinco al principio de los siguientes hasta el final del revelado. Los negativos están digitalizados con una cámara Panasonic Lumix y el objetivo macro de 45 mm y f/2,8 asférico que firma Leica para el sistema micro cuatro tercios. Que va muy bien para esto.
El resultado me ha sorprendido... negativamente. Me encontré a la primera inspección con unos negativos con poco contraste. Especialmente con unas luces muy grises. Las sombras aparecieron perfectamente conservadas. Mi primera suposición es que más que una subexposición en la cámara, pueda ser un revelado insuficiente. Pero aparentemente hice todo exactamente igual que con las fotos de Semana Santa, que quedaron muy bien. La película se secó bien, y quedo perfectamente plana, sin problemas para digitalizar, lo que me sorprendió gratamente, porque las Kodak suele curvarse bastante.
El Elmar 50/3,5 tiene un contraste más limitado que los objetivos más modernos. Pero tiene una buena nitidez, era un muy buen objetivo para su época, y es un objetivo perfectamente usable en la actualidad. Yo lo he usado con una cámara digital con buenos resultados. Así que no sé muy bien qué ha podido pasar para esos negativos tan escasamente contrastados y tiernos. Al digitalizar, me he limitado a invertir los tonos para obtener el positivo y ajustar los puntos negros y blancos. Y como el grado de intervención al hacer esto ha sido mayor que con los negativos de Semana Santa, el grano es bastante más apreciable. Alguna foto he tenido que bajarle también los tonos medios para un aspecto final agradable. Aun me queda algún Kodak TMax 400 más en la nevera. Ya veremos que pasa con el en un futuro.
Estoy en proceso de reinstauración en mi vida de instrumentos musicales. En su momento, y durante años, tuve en casa una flauta dulce soprano en Do de plástico Hohner, un armónica Hohner Preciosa de 24 orificios en Do, y una guitarra Serrallonga, comprada al mismo Antonio en su tienda de la calle Loscos de Zaragoza. Pero tras diversas cesiones, se supone que ya sólo tengo en casa la armónica. Y el domingo la estuve buscando. Encontré la caja, donde esperaba encontrarla. Pero no la armónica. A cambio, encontré un paquete de negativos fotográficos en color expuestos en los años 80 y principios de los 90. Los reservé para empezar a digitalizarlos, porque encontré cosas interesantes. Y he empezado por un rollo de Kodak Gold 400 procedente de una cámara de un solo uso, también de marca Kodak, de la primavera de 1992. Creo que fue en mayo cuando la usé. Pero podría ser principios de junio.
Las cámaras de un solo uso, o desechables, han existido desde hace décadas, pero se empezaron a popularizar en la segunda mitad de los años 80 del siglo XX, con las QuickSnap de Fujifilm, y las FunSaver de Kodak, aunque también otros fabricantes de película vendieron sus modelos como Konica y Agfa, bajo sus propias marcas o licenciadas bajo marca de terceros. La forma básica era una cámara de plástico, negra, cubierta de un cartón con los colores de la marca y datos de la película e instrucciones, que llevaba un visor muy sencillo y una lente de plástico con focal y aperturas fijas, y un rollo de película, originalmente de ISO 400. Luego se popularizaron las ISO 800. La película venía previamente bobinada en uno de los ejes de su receptáculo, y conforme ibas haciendo las fotos la ibas introduciendo en el chasis. Así se ahorraban la palanca de rebobinado. Con posterioridad comenzaron a salir variantes. La más inmediata, con un flash incorporado alimentado por una pila AA sencilla. Como la apertura era fija, y en el entorno del f/9-f/13 para dar suficiente profundidad de campo a una focal de entre 30 y 35 mm, sólo eran aptas para hacer fotos al aire libre. Con el flash, podías hacer fotos en interiores, aunque el alcance del flash era limitado a unos pocos metros. Después salieron las "panorámicas" en las que la focal era más angular, y se recortaba el negativo por arriba y por abajo, para unas proporciones de algo más del 2:1 en lugar del 3:2 tradicional. Usé una de ellas durante unas vacaciones en París en agoto de 1991. Y también salieron las que venían recubiertas por una carcasa de plástico estanca al agua y permitía usarlas en un entorno acuático, e incluso sumergirlas unos pocos metros. Todo muy lúdico.
En este ambiente, fotolúdico, en la primavera de 1992, un grupo de amigos nos fuimos a hacer una bajada en rafting en Sort, provincia de Lérida, en un tramo del río Noguera Pallaresa. Fue la primera vez que hice esta actividad, sumamente divertida. Luego estuve alguna otra vez en el mismo tramo de río con otros amigos, y también lo he practicado en el río Gállego, en un tramo en las cercanías de Riglos y Murillo de Gállego. El caso es que en aquel momento, en el que me había adentrado ya bastante en mi afición fotográfica, la opción más lógica para aquella actividad fue probar una de aquellas desechables sumergibles. Y me llevé una. Como no la terminé, de hecho, con el trajín de la actividad no llegué a hacer ni 10 fotos de las 24 que tenía el rollo de película, un fin de semana más adelante el mismo año, en Salou, provincia de Tarragona, con los mismos amigos, la terminé, entre un parque acuático próximo y la playa de la popular localidad de vacaciones.
Las fotografías que se obtienen nunca son muy nítidas. Y el encuadre es muy aproximativo. Pero son muy divertidas de usar, especialmente si hay buena luz. Hay que evitar los contraluces, y limpiar alguna gota de agua que se quede delante de la lente, salvo que quieras amplificar las imperfecciones del objetivo. Pero está muy bien, y la creatividad personal es el límite. Con los años he hecho algún rollo más con estas cámaras. No muchos. El más destacado, la cámara Fujifilm QuickSnap Waterproof con un rollo de Superia Xtra 800 que nos llevamos a las cataratas del Niágara y con cuyos resultados quedé encantado. ¿Son recomendables? Para las circunstancias adecuadas, sí. Pero seamos sensatos medioambientalmente. Son un derroche de plástico. Desecharlas apropiadamente. Y si no vais a sumergirlas, optad por haceros con alguna cámara compacta de segunda mando, con ópticas más competentes, y que no suponga un aumento de los residuos. De hecho, recientemente están surgiendo las cámaras "reusables" como alternativa más sostenible medioambientalmente que las desechables. Pero ya digo que hay cámaras de segunda mano compactas, muy baratas, de los años 90, que dan mejores resultados.
Hace unas semanas me reencontré con Luis. No es su verdadero nombre, pero por motivos que no vienen al caso no lo voy a dar, y modificaré ligeramente sus circunstancias personales, de forma pactada con él, cuando me dio permiso para hablar un poco de su historia personal en esta entrada sobre fotografía. A Luis lo conocí cuando hice mi primer curso de fotografía. Yo había empezado a trabajar recientemente en mi "empresa" actual, tenía 29 años. Luis es más joven. Todavía estudiaba. Tendría entonces 22 o 23 años. En el curso de fotografía había 10 personas más. Todos dentro de un intervalo de edades parecido, entre los 20 y los treinta y pocos.
Y de acuerdo al paradigma del momento, casi todo el mundo llevaba alguna de las cámaras réflex recomendadas entonces para "aprender" fotografía. Cámaras como mi Pentax P30N, de enfoque manual, aunque ya se vendían muchas cámaras de enfoque automático de Canon, Nikon y Minolta, pero eran apreciablemente más caras. De todas formas, predominaban las Yashicas FX-3 y las Minoltas X-300. Eran lo que te vendían entonces. Y eran cámaras capaces; sencillas, pero eficaces. Y efectivamente, adecuadas para aprender. Tenían su modo de exposición manual y, la mayor parte de ellas algún automatismo con prioridad al diafragma. Mi P30N tenía también prioridad a la velocidad y modo programa. Pero Pentax cometió el pecado de no incluir una compensación de la exposición o la posibilidad de modificar manualmente la sensibilidad ISO, que era leída por los contactos DX. Así que, como cámara escuela, había que usarla en modo manual.
Luis era el raro. Estaba estudiando todavía, pero tenía posibles. Y se había comprado un capricho. Él mismo lo reconoce. Es un caprichoso. Sus compras, más allá de la necesidad o el interés funcional que tengan los objetos, siempre tienen un punto de capricho. Como era de "buena familia", en el sentido figurado de la expresión, en el real, ciertamente es una buena familia, le habían regalado, o se había comprado con un dinero que le habían dado, una Canon EOS 700. Esta cámara de enfoque automático, era más bien pequeña y manejable y tenía una serie de elementos que le daban originalidad. Por un lado, el objetivo con el que venía, un EF 35-80/4-5,6 PZ estaba motorizado. Lo de PZ venía de Power Zoom. Lo cual siempre me pareció una lata. Menos preciso y rápido que uno manual. Por otro lado, al colocar la película, esta quedaba extraída por completo de su carrete, con el motor de avance de la misma, y al hacer las fotos estas quedaban automáticamente rebobinadas en el carrete conforme se exponían. A mí esto siempre me pareció un buen inventó, pero no se generalizó.
Pero el tema más curioso eran sus modos de exposición. La rueda de selección de modos de exposición tenía dos caras. Si la montabas por un lado, sólo tenías modos de exposición programados a base de modos escénicos; retrato, paisaje, macro, nocturno... así hasta ocho de ellos. Si la montabas por el otro lado, convertía el aparato en una cámara con prioridad a la velocidad de obturación, incluido un modo B para largas exposiciones, aunque no tengo ni idea de qué diafragma colocaba la cámara en ese caso. No tenía ningún control para corregir la exposición, ni tampoco se podía modificar la sensibilidad ISO que se leía mediante contactos DX. Por lo que, no había más remedio que aceptar la exposición programada para la cámara. Lo cual la hacía inconveniente como aparato escuela. Pero llamaba la atención. Y lo pasamos bien en el curso. No se le daba mal la cosa, y encuadraba y componía con gusto. Pero sus negativos, en escenas en clave alta o en clave baja, no quedaban expuestos correctamente. Aunque la latitud de exposición de la película negativa hacía que el problema no fuera grave. Pero en la práctica era como una cámara compacta con objetivos intercambiables.
Hicimos un cierto grado de amistad. Después del curso quedábamos de vez en cuando a tomar algún chisme o a hacer algunas fotos. Yo me compré no mucho después mi Canon EOS 100, por lo que le podía prestar algún objetivo EF con más posibilidades que su objetivo zoom motorizado. Nunca se compró más objetivos. Entendió que la cámara tenía unas limitaciones que frenaron sus deseos de expansión. Y por otra parte, un año y medio más tarde terminó la carrera y encontró trabajo fuera de Zaragoza. Y hay perdimos contacto. Todavía no estaba generalizado internet, que sólo lo veíamos aparecer tímidamente en algunas empresas y, más frecuentemente, en las universidades.
Hace un par de años... más bien tres, me localizó por internet y me contactó por las redes sociales. Retomamos un cierto contacto a distancia, pues seguía viviendo fuera. Y cuando terminó el periodo de confinamiento de la pandemia, en verano pasado, empezó a venir a Zaragoza con frecuencia por motivos familiares. Y hace dos meses se ha vuelto a establecer en su ciudad natal. Y hablando de fotografía en el reencuentro en vivo y en directo comprobé... que sigue siendo un caprichoso. Cuando empezó a trabajar, en seguida se sitúo muy bien en su empresa, con un buen sueldo, y cuando sustituyó la EOS 700, lo hizo nada más y nada menos que con la Canon EOS 3 con la que he hecho las fotos de hoy. Nunca entendió bien que lo importante eran los objetivos... y se conformó con el ¿infame? EF 28-135/3,5-5,6 IS USM, uno de los primeros objetivos estabilizados de la gama de ópticas de Canon, pero que siempre me ha parecido flojo en sus prestaciones ópticas. Tengo uno. Hablaré más de las características de la EOS 3 en otro artículo, cuando venga revelado un rollo de película en color que he hecho.
Me la ha dejado. Y es interesante de usar. Es un pedazo de cámara. Aunque el eterno policarbonato de los años 90 la hace parecer más "barata" de lo que era y de lo que merece. Pero sus prestaciones son impresionantes. Demasiado grande para mi gusto. Pero lo mejor de la gama Canon EOS para película tradicional, aunque las distintas iteraciones de la EOS 5 gozaran de más popularidad. Dejando aparte las distintas iteraciones de la EOS-1, claro. Muy rápida. El primer rollo que le hice, podéis ver algunas fotos, es un Ilford FP4 Plus, expuesto a su sensibilidad nominal, ISO 125, revelado en Kodak HC-110 C (1+19), durante 5' 15" a 21 ºC. Ha quedado fenomenalmente expuesto. No he usado su objetivo zoom. Las fotos las hice con mi EF 50/1,4 USM. No la vende. Aunque no la usa. Luis dice que aunque nunca la usó mucho, nunca aprovechó su potencial, es su capricho y la tendrá para siempre. Pero me la deja. Y como ahora vivimos cerca, pasaré alguna que otra vez a que me la deje. Pero el sigue siendo un caprichoso. Por supuesto, se pasó al digital en cuanto fue posible, durante muchos años con Canon EOS digital. Pero ahora, como buen caprichoso, y aunque siga sin sacarle partido a sus cámaras, va por el mundo con una Leica SL y un objetivo SL Vario-Elmarit 28-90/2,8-4. Que usa de pascuas a ramos porque es un talabarte. Una pena, porque sigue teniendo buen gusto para encuadrar y componer. Ya he tirado alguna foto con la Leica SL... pero más allá de la pijadita del círculo rojo, me produce poca emoción. Es como mi Lumix G9, pero más grande y estilizada y con el sensor grandote.
Hablaré más de la Canon EOS 3 en un futuro. Especialmente, del enfoque guiado por el ojo.
En febrero de 2020 encargué, entre otros, dos rollos de película Bergger Pancro 400 en formato 120 que planteaba usar en una ocasión determinada y fundamentalmente para retrato. De esos rollos que habitualmente no muestro en público por la privacidad pactada con los/las modelos. Pero en esto que llegó cierta pandemia y se suspendieron, indefinidamente al principio, y por completo al final, aquellas sesiones de retrato. Y ahí se me quedaron colgando los dos rollos de Pancro 400. Que es un emulsión que no me disgusta, pero que no tiene suficientes ventajas sobre otras de uso más flexible para que me plantee usarlas de forma habitual. El caso es que se quedaron olvidadas, relativamente, en mi nevera.
Cuando llegó la tormenta de nieve Filomena en enero y salí a hacer unas fotos... vi los rollos en la nevera y cogí uno. Luego resultó una idea no muy afortunada, porque necesité forzar el revelado una par de pasos, por la carencia de luz suficiente a primeras horas de aquella mañana de sábado. El caso es que aquel revelado, no recomendado en principio, con Kodak HC-110 en dilución A (1+15) durante 7 minutos a 20 ºC, no quedó mal. El contraste de los negativos fue razonablemente adecuado. Y no hubo un aumento muy destacable del grano, especialmente considerando que estaba usando formato medio. Pero no le di más vueltas al asunto. Y el otro rollo quedó rondando en la nevera de casa.
Como una especie de repetición de la jugada, hace dos domingos era el Día Internacional de los Museos, era día de entrada libre en algunos de ellos, y hacían actividades especiales. Así que agarré la Hasselblad 500CM con el visor PM 51 y el Planar 80/2,8 CF, abrí la nevera, vi la Pancro 400 y la cogí, y me fui al Museo Pablo Gargallo, donde el artista plástico Steve Gibson estaba "soltando palomas" por todo el museo. Normalmente, con una sensibilidad nominal ISO 400, tendría que haber sido suficiente para hacer fotos a mano alzada con una velocidad de obturación de 1/60 s y una apertura f/2,8 o f/4. Por lo menos, en buena parte del museo. Pero la lluvia y el nublado cerrado que hubo toda la mañana del domingo me obligó, nuevamente, a exponer para IE 1600 y repetir el revelado que usé en enero. Una vez más, aunque el HC-110 no está recomendado para esta película, y menos para un revelado forzado, el resultado no quedó mal.
El problema es que tuve muchos problemas de nitidez en los fotogramas por la escasa profundidad de campo en tomas relativamente cercanas, fotografiando casi todo el rato a f/2,8. No sé si puede estar asociado a algún problema con el visor, que hasta ahora casi no había usado a distancias tan cercanas y con diafragmas tan abiertos, o a que pequeños movimientos de cámara hacia adelante o hacia atrás en el momento de la toma, hicieron que me fuese del enfoque adecuado. Tengo pendiente de revelar un rollo de película en color de ISO 800 en la rosaleda del Parque Grande de Zaragoza, en la que añadí un tubo de extensión de 10 mm al Planar 80 mm. Pero los diafragmas usados fueron más cerrados, porque las condiciones de luz fueron mejores. Me daría mucha rabia haber tenido los mismo problemas de enfoque incorrecto. Ya veremos... que dijo un ciego a otro ciego.
las fotos de la entrada de hoy son de un rinconcito de los pinares de Venecia de Zaragoza en el que crecen unas varas de una orquídea de larga lengua, Himantoglossum hircinum u orquídea lagarto, que tiene florecen en largas espigas que constituyen un conjunto estéticamente atractivo, pero no tan fácil de fotografiar como podría parece, porque el conjunto queda relativamente abigarrado.
Me chivó el lugar una compañera de trabajo, el viernes fui a explorar, el lugar está a unos 30 minutos caminando desde mi casa, e hice algunas fotos a mano alzada con la Panasonic Lumix G100 y el Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH OIS.
Ayer sábado fui con un equipo más completo, ya que me fui con la Lumix G9, algún objetivo añadido, el trípode, algún filtro y lente de aproximación, etcétera. Lo malo es que se levantó una tormenta, con pocas consecuencias en términos de agua caída, pero que me robó luz y tiempo, y me añadió algunas ráfagas ligeras de viento, suficientes como para que tuviera que subir el ISO de la cámara para compensar con un aumento de la velocidad de obturación el movimiento del sujeto.
El resultado..., unas fotos no tan nítidas como me hubiera gustado.
Ambos días pude encontrar en una de las varas de orquídeas una arañita, Synema globosum o araña Napoleón, tímida, pero no huidiza. Y con un abdomen de un vistoso color rojo