Hace ya mes y medio que fuimos a fotografiar los castillejos de la sierra de Armantes, no lejos de Calatayud. Ya os mostré en su momento algunas de las fotografías que realicé con la pequeña Panasonic Lumix GM5, y si os interesa en estos momentos están apareciendo en mi cuenta de Instagram algunas "polaroids" en blanco y negro que realicé en aquel momento.
Pero hubo más en aquella excursión, que en parte se vio gafada por la mala suerte. Ya comenté en su momento que mi teléfono móvil me abandonó en algún lugar del bosque de pinos que hay que atravesar caminando para llegar a los castillejos desde el lugar donde dejamos el coche. Y también tuve un percance con los carretes de película negativa en color que llevé.
Para esta excursión, y siguiendo la tónica que había adoptado durante el verano, me llevé un cámara con un 50 mm. En esta ocasión, la Leica M2 con el Carl Zeiss Planar 50/2 ZM. La M2 es una cámara ligera y muy agradable de manejar. El 50 mm de Zeiss es uno de los mejores objetivos que tengo. Creo que sólo hay otro que lo supera en nitidez, y comparte la misma montura con él. Cuando llegamos al estacionamiento, cargué la cámara con un carrete de Fujicolor C200.
La Fujicolor C200 es una película modesta; la más económica del catálogo de Fujifilm. Como en otras marcas, han optado por la sensibilidad de ISO 200, una sensibilidad un poco en tierra de nadie, para su producto más asequible. Con Kodak pasa lo mismo, el carrete que me regalaron en Seúl para probar la Leica Minilux también era un 200. Son películas que dan resultados aceptables, pero que no brillan por nada en especial. No tiene un grano más fino ni más nitidez que las de ISO 400 más prestigiosas, que son mucho más útiles cuando la luz empieza a fallar y cuando quieres conseguir profundidades de campo extendidas en paisaje. Y tampoco tiene la sutileza y reproducción de las películas de menos sensibilidad. Pero son baratas y no dejan de ofrecer buenos resultados, bien utilizadas. Es decir, no subexponer nunca, ni pasarse con la sobreexposición, para evitar desaturar en exceso los colores. Estas películas procuro exponerlas bien o sobreexponerlas un paso, pero no más.
Dicho lo cual, en combinación con el Planar 50 mm, midiendo con cuidado con un fotómetro externo, la M2 no lleva fotómetro incorporado, he obtenido negativos bien expuestos, con una aceptable gama de valores, sin luces empastadas ni sombras empastadas, y colores razonablemente fieles.
Dicho lo cual, hay que reconocer una cuestión. A la hora en que llegamos, el sol todavía estaba alto, la luz todavía no tenía una calidad muy adecuada, las escenas eran muy contrastadas, y por lo tanto, las fotografías no son las mejores que se puede conseguir en ese entorno. Mi idea era hacer un primer carrete con esa Fujicolor C200, pero llevar preparado otro con mejores características para el final de la tarde.
La película que llevaba preparada era la Fujicolor Superia XTra 400, que ya he venido utilizando con asiduidad durante el verano. Tiene un paso más de sensibilidad. Tiene un grano y una nitidez al menos del mismo nivel que la C200 si no mejores. Ofrece unos colores más saturados, adecuados para fotografía de paisaje. Y por lo tanto, si se sobreexpone un poco, aunque pierda un poco de saturación, se mantiene a buen nivel.
Si a todo lo anterior le sumas que la luz fue mejorando y haciéndose más agradable, y que llevaba encima el trípode y el cable disparados para permitirme seguir haciendo fotos cuando la luz se hiciese más débil, la cosa pintaba bien... pero no.
El problema de las Leica de hace cinco décadas o más es que tienes que tener mucho cuidado al cargar la película. No es su punto fuerte. De hecho son un verdadero grano doloroso en salva sea la parte. Y aunque estaba convencido de que había cargado correctamente el carrete de Superia 400, lo cierto es que no. Y me puse a hacer fotos que no impresionaron superficie sensible alguna. Cero. Nada.
La tarde estaba parcialmente gafada. Lo del teléfono y esto. Otra vez será. Nos tendremos que contentar con lo hecho hasta ese momento. Y eso sí, la cámara muy agradable de usar, salvo por sus problemas para cargar la película, en combinación con una óptica tan nítida como la del Zeiss Planar 50/2, ofrece mejores resultados que cualquiera de las opciones usadas previamente durante este verano para excursiones similares. Pentax MX con SMC-A 50/2, Canon EOS con EF 50/1,4, Nikomat con Auto-S 50/1,4,... todas ellas son buenas soluciones, pero menos nítidas que las que ofrece el Planar. Convencido estoy.
Surgió la idea como consecuencia de las actividades del III Encuentro Analógico, cuya excursión a Muel os conté en tres partes (1, 2 y 3), y que se realizaron esta primavera en la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza (AFZ). Durante las mismas se habló con Laura (Lura Photos), una simpática y animada aficionada a la fotografía de Ejea de los Caballeros, que de vez en cuando tenemos la suerte que nos acompañe en nuestras actividades en Zaragoza. En esta ocasión, tocaba devolver visita y acudir nosotros a Ejea, hacer fotos y, de paso, conocer mejor la capital de las Cinco Villas, sus calles, sus fiestas y su iniciativas culturales.
Como el contenido principal de esta entrada estará orientada a lo fotográfico, diré simplemente que por la mañana recorrimos las calles de la ciudad, y estuvimos en las actividades del mercado y la recreación medieval que se organizan para las fiestas de San Juan. Visitamos también dos centros culturales y de exposiciones, La Espiral y el Centro de Arte y Exposiciones de Ejea. Después de comer, con una visita guiada, conocimos las dos iglesias románicas, San Salvador y Santa María de la Corona, así como otros edificios e historias de la ciudad. Tuvimos la suerte de que el calor no fue tan agobiante como en los días anteriores, e incluso disfrutamos de una cierta brisa.
Tenía ganas de experimentar durante esta excursión, así que me llevé una variedad de cámaras y materiales. Eso sí, que las cámaras no ocupasen ni pesasen mucho. Veámoslo en un cierto orden.
Olympus mju-II con Fujicolor Superia XTra 400
Nunca he utilizado mucho las películas negativas en color de Fujifilm, así como en tiempos, prácticamente sólo utilizaba las diapositivas de esta marca. Pero tras la experiencia con la cámara de un solo que me llevé a Muel, he empezado a usarlas. Y especialmente tenía ganas de usar la Fujicolor Superia Xtra 400, una todoterreno muy respetada, con una cámara que tuviera una óptica de mejor calidad. Así que cargué un carrete de esta película en la Olympus mju-II. Sobretodo la usé por la mañana, callejeando la ciudad y durante la recreación histórica medieval.
Unos colores vivos, un grano muy muy muy contenido y una amplia latitud de exposición la hicieron ideal para un día de sol radiante, no importando si el objeto de interés estuviera al sol o en la sombra, ya que la generosa sensibilidad nominal de ISO 400 así como la luminosidad del 35 mm f/2,8 de la Olympus, permitían un amplio abanico de posibilidades.
Película para todo uso muy recomendable, aunque para trabajos donde se exija una mayor matización de los tonos de color, y especialmente en retrato, creo que sigue siendo preferible la familia de las Kodak Portra, especialmente las 160 y 400. Pero está muy bien esta película. A tener siempre una reserva en el frigorífico.
Leica CL con Summicron-C 40/2 y película Fujicolor Natura 1600
La película Fujicolor Natura 1600 está reservada en principio por la marca japonesa a su mercado interno, en el País del Sol Naciente. Pero es posible adquirirla en Europa a través de algunas de las tiendas alemanas más especializadas en la fotografía argéntica, como Macodirect, donde compré hace unas semanas algunos carretes. No son baratas, aviso. Pero me apetecía probarla.
Puesto que parte de una sensibilidad nativa de ISO 1600, la usé con una óptica también razonablemente luminosa, reservada para interiores con menos luz. Los dos museo que visitamos y que mencionado anteriormente fueron los mejores lugares para usarla.
Siendo una película de tan elevada sensibilidad, el grano está muy presente, como no podía ser de otra forma. Como sucede en tantas y tantas otras películas negativas en color, conviene no subexponerla, para evitar tener desviaciones desagradables en los colores así como un contraste y tonos armoniosos.
En los negativos en los que la luz llegó en cantidades generosas, probablemente expuestos a un índice de exposición de 800, los colores fueron todavía más saturados y agradables y el grano se hizo notar mucho menos. Así que no sería de extrañar que su sensibilidad real se acercase a esos ISO 800 aunque con margen para exponerla a 1600. Donde más se nota es en las fotografías realizadas en el Centro de Arte y Exposiciones de Ejea. Podréis deducir fácilmente qué negativo iban más sobrados de exposición y cuales iban más justos.
Leica M2 con Summicron 35/2 ASPH y película Kodak Tri-X 400
Mi intención original fue llevar la Leica M2 con el 35 mm todo el día cargada con película en blanco y negro de todo uso, como es la todoterreno Tri-X 400. Y así lo hice durante buena parte de la mañana. Con el margen que da además para hacer alguna fotografía en interiores si la luz es suficiente y con la buena luminosidad del Summicron.
Por lo tanto, fue la película que utilicé durante buena parte del paseo por la mañana, asistiendo a la recreación medieval e incluso sirviendo para alguna foto arquitectónica en el interior de La Espiral, como veréis a continuación.
Como de costumbre, la Tri-X ofrece una estructura de grano bien marcada y unos negativos contrastados. Es cierto que tendí a la sobrexposición, como explicaré más adelante, pero se compensó en el revelado... debido a mi vagancia. Cuando consulté los tiempos de revelado para Rodinal a 1:50 y 20 ºC, que es lo que estoy utilizando en estos momentos, vi que la Tri-X tenía un tiempo revelado recomendado de 13 minutos. Y la ADOX que comentaré a continuación de 12 minutos. Así que decidí que en tiempos relativamente largos como estos, me iba a contentar con sacar la media, dejarlo en 12'5 minutos y confiar en los márgenes que ofrecen estos materiales para obtener buenos resultados. Con la Tri-X, sin problema.
Quiero avisar que no estoy usando el Rodinal habitual, sino el que ofrece ADOX bajo la denominación APH 09. Esta es la fórmula usada a principios del siglo XX hasta la Segunda Guerra Mundial, y que siguió usándose tras el telón de acero, mientras que Agfa modificaba ligeramente al fórmula de su Rodinal, el único que podía llevar esa denominación. Dicen que daría algo más de grano, aunque su uso es exactamente igual. Yo no estoy encontrando diferencias.
Leica M2 con Summicron 35/2 ASPH y película ADOX Supermax 100
La Tri-X es cómoda de usar,... pero yo no estaba suficientemente cómoda con ella. Básicamente, con un día de luz radiante como ese sábado, me obligaba a utilizar un diafragma de f/16 y una velocidad de obturación de 1/500 segundo, o su equivalente de f/11 y 1/1000 segundo. Pero nunca me gusta usar una diafragma tan cerrado por el efecto de la difracción, ni aun con una óptica excelente como el Sumicron asférico, ni me gusta llegar a velocidades de 1/1000 en cámaras mecánicas, ya que los márgenes de precisión a estas velocidades son menores. Por ello, prácticamente todos los negativos, salvo los de interiores, de Tri-X esta sobrexpuestos un punto, para exponer de f/11 y 1/500 hacia abajo.
Y también por ello, cuando terminé el primer carrete de Tri-X, decidí usar el de ADOX Supermax 100 que llevaba en el estuche. Aunque eso me iba a limitar la posibilidad de usar el blanco y negro en interiores. Pero una foto en color siempre se puede convertir a blanco y negro, y al revés, no.
De entrada, he de decir que esta película de ADOX se caracteriza por su elevado contenido en plata, lo que junto a su sensibilidad media, garantiza un grano mucho más contenido. La diferencia con la Tri-X es muy notoria, ofreciendo unos tonos más continuos y menos estructura de fondo. También tiene un contraste más suave que he tenido que corregir en el digitalizado de los negativos.
No me gusta tanto como la Fujifilm Neopan 100 Acros, y no es necesariamente superior a la mucho más accesible y probada Ilford FP4 Plus. Sí mejora el nivel de grano que ofrece la Fomapan 100 Classic, que se puede encontrar fácilmente también como Lomography Earl Grey 100. Por lo tanto, no creo que después de haberla probado vaya a usarla con frecuencia. Pero es una película muy razonable.
Aún me atreví a usarla en un momento dado en interiores, en el Centro de Arte y Exposiciones de Ejea, más iluminado que La Espiral.
Y tuve un desliz después de comer. Durante la mayor parte del día, con la película en blanco y negro estuve estimando la exposición a ojo, partiendo de la famosa regla "soleado f/16", que encontrábamos antaño, quizá también ahora, en los carretes de película para aficionado de Kodak o en algunas cámaras antiguas que no disponen de fotómetro. No suelo errar. Pero después de comer, debió de ser por la digestión, sí que hice unas cuantas tomas que resultaron subexpuestas.
Algo compensaría este error el hecho de que he revelado el negativo durante medio minuto más de lo aconsejado, debido al ataque de vagancia que he comentado antes. El tiempo recomendado era 12 minutos y lo usé con la Tri-X a 12'5 minutos. Pero por mucho que aumentes los tiempos de revelado, si en unas sombras no hay plata... pues negro se quedará. Aun a costa del incremento del contraste, que podéis apreciar en la imagen anterior.
Por lo demás, a la luz del día, me sentí más cómodo con esta sensibilidad que con la de la Tri-X.
Y un defecto...
Los más observadores verán que algunos negativos en blanco y negro presentan una larga raya recta transversal a la dimensión más larga, de color negro, que afecta a todos los negativos de Tri-X y a bastante de Silvermax. No sé a qué se debe. Se parece mucho a una que aparece en los dos negativos de largas exposiciones nocturnas que hice hace unas semanas. Pero entonces era otra cámara, la Hasselblad 503CX, y otra película, la Fujifilm Neopan 100 Acros. No sé a qué se debe. Y es una lata eliminarla tras su digitalización. Todavía no he comprobado si está en el negativo, o se produce por algún motivo al digitalizarlos. Por su coincidencia con su aparición con los de la Hasselblad. Esperemos que desaparezca del todo.
Un objetivo razonablemente luminoso, un carrete de negativo color ISO 400, y experiencia en velocidades de obturación bajas es todo lo que hace falta.
Siempre me ha maravillado una cosa. Hoy en día, suspiramos por cámaras fotográficas digitales con capacidad de ajustar la sensibilidad del sensor a índices de exposición (IE) bien altos. Recientemente, el mundillo de los tecnófilos fotográficos saludaban la llegada al mercado de la Nikon Df, cámara digital de aspecto retro, de la que se dice que puede ser disparada a un IE de 204.800. Como alguien dijo, diríase que el principal motivo de interés de los fotógrafos modernos son los gatos negros que rondan de noche por las carboneras con las ventanas cerradas.
El caso es que si retrocedemos en el tiempo, podemos ver fotografías realizadas por fotógrafos documentalistas en condiciones de luz realmente limitadas, a mano alzada, y en épocas donde la sensibilidad de las películas rondaba los 320 — 400 ASA (ISO en la actualidad), y que en caso de necesidad se exponían a IE uno o dos pasos por encima, forzando el revelado posterior. Es decir, prolongando el tiempo de revelado.
Una de las ventajas que se han otorgado a las cámaras telemétricas sobre las cámaras réflex es su aptitud para se disparadas a velocidades de obturación inferiores a las de estas últimas. Al no disponer de un mecanismo de espejo que puede producir trepidación de la imagen, en lugar de seguir la regla de seguridad de disparar como mínimo al inverso en segundos de la distancia focal en milímetros del objetivo, se podría disparar a velocidades más lentas. Lo anterior referido al formato estándar de película perforada de 35 mm. Así por ejemplo, con una focal de 50 mm, se recomendaría no bajar de una velocidad de obturación de 1/50 segundos en una cámara réflex, pero un fotógrafo entrenado podría obtener resultados aceptables, no trepidados, con velocidades de 1/30 a 1/15 segundos. Incluso menos para los más mañosos. Con las cámara digitales esta regla no se considera válida. Los sensores digitales perdonan menos las ligeras trepidaciones de la cámara, y habría que multiplicar por dos los valores anteriores, para todos los casos. Por tres en el caso de los sensores con más resolución espacial. Pueden bajar los valores, cuando se dispone de un mecanismo de estabilización de la imagen, bien sea acoplado en el objetivo, bien en el sensor de la cámara.
Una de mis cámaras favoritas, aunque aun no hace un año que me hice con ella, es la Leica M2. Una telemétrica fabricada en el año 1961 que es sumamente agradable de utilizar, muy precisa en su enfoque por telémetro, e idónea para entrenarse en las técnicas de nuestros ancestros para hacer fotografía documental en condiciones de luz escasa. Os cuento una experiencia con fotos.
En primer lugar os presento la cámara. Como digo, según su número de serie, está fabricada en 1961, tiene más de 50 años, pero está en un estado impecable. El objetivo que lleva habitualmente es un Carl Zeiss C Biogon 35/2,8 ZM, moderno de fabricación pero con una concepción clásica, con el que me hice para acompañar por defecto el aparato. El visor de la cámara presenta marcos para encuadrar las focales de 35, 50 y 90 mm, lo cual me conviene a mi parque de objetivos compatible con esta Leica totalmente mecánica.
Vista desde arriba se observa todo lo que se necesita para hacer fotografías. En el objetivo, una rueda para seleccionar la apertura del diafragma en tercios de paso, y una rueda de enfoque con una generosa escala de profundidades de campo, muy útil para no perder el tiempo enfocando. En el cuerpo, una rueda de selección de velocidades de obturación entre 1 y 1/1000 segundo, más posición B y la velocidad de sincronización del flash de 1/50 segundo, simbolizada por un rayito rojo. No tiene fotómetro. O se usa un fotómetro externo o se estima la exposición. Más clásico, imposible.
Aunque muchos consideran el mando de rebobinado un “coñazo” por su lentitud, a mí me parece una monada. En la actualidad se puede encontrar en la Leica MP, cámara que se puede comprar nueva, y que es básicamente como la M2, pero con fotómetro y algún refinamiento cosmético más. Su visor también admite objetivos de 28 mm de longitud focal. Pero eso puede considerarse como una ventaja o un inconveniente, según gustos. Se usa básicamente igual, pero cuesta casi siete veces más de lo que me costó a mí la M2.
Levantando la tapa trasera podemos ver las entrañas de la cámara. Esta tapa permite un enhebrado de la película más cómodo que con las cámaras de montura de rosca anteriores.
Como la experiencia que narro tiene que ver con la fotografía con luz escasa, va a llevar montado un objetivo Canon S 50/1,8 de segunda generación. Objetivos para montura de rosca M39, compatibles con las Leicas de rosca, y también con las de la serie M con tal de incluir el adaptador correspondiente. Su mecanismo de enfoque se acopla con el telémetro de coincidencia, por lo que la funcionalidad de la cámara es total.
Su calidad óptica no es tan reputada como los Leitz de su época, pero no funciona nada mal. Desde luego tiene buen rendimiento a diafragmas medios de f/5,6 y f/8, pero también se puede usar a plena abertura salvo con el sol de frente. Y tiene algunas ventajas sobre los Leitz. Por ejemplo, el ajuste del diafragma no está en la parte superior del objetivo, sino a 45º en dirección a la ventana del visor. Eso hace que cuando encuadras, por la ventana del visor puedas ver qué abertura estás usando. Con muchos Leitz, eso no pasa.
Para esta prueba de fotografía con luz ambiente escasa, bien nocturna, bien en interiores, opté por cargar la Leica M2 con un carrete de Kodak Portra 400. A partir de ahí, y puesto que sistemáticamente íbamos a encontrarnos en situaciones de luz escasa, situamos los parámetros de exposición en el diafragma más abierto, f/1,8, y con la velocidad de obturación mínima de 1/30 segundo. Si se apreciaba algo más de luminosidad, a 1/60 segundo para evitar trepidaciones. Claro que una velocidad tan lenta no puede fijar el movimiento de una persona al caminar.
La película Kodak Portra 400 tiene mucha latitud de exposición. Dejando más o menos fijos los parámetros podemos asumir que en determinados momentos estamos con una exposición correcta para un IE 400, su sensibilidad nominal, pero en ocasiones sobrexpondremos y en otras subexpondremos.
En lo que se refiere a escenas nocturnas el resultado ha sido razonablemente bueno en lo que se refiere al contraste y los colores. Sin embargo, ha habido un cierto número de imágenes trepidadas. Yo no me puedo considerar un fotógrafo ducho a la hora de disparar a mano alzada con velocidades lentas. Tampoco muy torpe, pero no puedo evitar tomas movidas, salvo si tengo tiempo para preparar el disparo.
Si las fotografías anteriores corresponden a un sábado por la tarde-noche, al día siguiente domingo fuimos a las tiendas de libros y arte del entorno del patio de las Armas, coincidiendo con el mercadillo que se celebra el segundo domingo de cada mes. Aquí, asumiendo mejor iluminación la exposición fue de f/2 y 1/60 segundo. En general, también quedaron correctamente expuestas, siendo aceptables los resultados incluso cuando se detecta que el IE fue mayor que la sensibilidad nominal de 400 ISO.
Con un poquito de entrenamiento, se pueden afinar mejor la combinación de valores de diafragma y velocidad de obturación para mejor rendimiento de la película y con menor número de tomas trepidadas. En cualquier caso, queda demostrado que no hay que tener tanta ansiedad por los IE elevados, si bien es cierto que con cámaras digitales, al necesitar velocidades de obturación más rápidas, el ISO a ajustar en la cámara necesitará ser uno o dos valores más elevados. En cualquier caso, no más de 1600 o como mucho 3200 ISO. Que ya es bastante. ¿Para qué 204.800?