Desde hace más de 20 años he tenido cámaras compactas complementarias de los sistemas de cámara de objetivos intercambiables que consideraba mi equipo principal en mis proyectos fotográficos. Con carácter general, disponer de una cámara compacta es la mejor forma de tener siempre una cámara a mano si surge la oportunidad fotográfica. Especialmente en los viajes, la cámara compacta ha cumplido un doble papel. Por un lado, es una cámara de respaldo, que te permite seguir haciendo fotografías incluso si tienes algún problema. Esto me ha pasado en alguna ocasión. Así que no hay que tomarlo a broma.
Desde hace unos años, mis cámaras compactas de respaldo han sido de la serie de las PANASONIC LX/LEICA D-LUX. Estás compactas para usuarios exigentes estaban desarrolladas conjuntamente por la marca japonesa y la casa alemana. La primera se encargaba de la parte electrónica y la segunda diseñaba la óptica, aunque esta se fabricase también en tierras niponas. El resultado eran unas pequeñas cámaras, con objetivos luminosos, con una gama de focales contenida pero suficiente, y buena calidad de imagen a sensibilidades bajas. Durante los últimos años, he venido usando una LEICA D-LUX 4, que usaba con sensibilidades de hasta ISO 200 gracias a su competente estabilizador de imagen. Por encima de aquí, la calidad de la imagen se resentía por el pequeño tamaño del sensor de imagen, de 1/1,7". Pero he realizado algunos viajes donde una cámara de este tipo ha sido mi cámara principal, en los que necesitaba o quería ir muy ligero de equipaje. Por ejemplo, en PARÍS en 2008 o en BERLÍN en 2009, viajes en los que llevé una PANASONIC LUMIX LX3 como cámara principal, y una CANON POWERSHOT IXUS 860 como cámara de respaldo. Dos compactas, una en cada bolsillo.
Durante el viaje a JAPÓN en el mes de septiembre de 2014, detecté que en el centro de la imagen de las fotografías tomadas con la D-LUX 5 aparecía una mancha oscura, no muy visible en algunas de ellas, pero sí en aquellas en las que un color uniforme, como el cielo, ocupase esa zona. Un aburrimiento el ir corrigiendo las fotografías. Por otra parte, es una cámara que había llevado una vida agitada y se notaba en algunas cuestiones. Así que decidí que había que buscarle una sucesora.
Coincidiendo con tal hecho, resultó que el tándem PANASONIC/LEICA sacó una sucesora con unas características un poco especiales. Se trata de la PANASONIC LUMIX LX100, o en su versión germanizada la LEICA D-LUX (TYP 109). Con elementos heredados de su estirpe anterior, la cámara venía con una serie de novedades muy importantes:
un sensor de tamaño 4/3" de cerca de 13 megapíxeles; en realidad es un sensor de 16 megapíxles, en el que no se aprovecha todo su tamaño para conseguir que los formatos de imagen de 4:3, 3:2 y 16:9 tengan todos la misma longitud en su diagonal, y por lo tanto el objetivo conserve su ángulo de visión para una focal dada, no importa el formato de la imagen;
un objetivo de focal variable, equivalente a un 24-75 mm en formato 24 x 36 mm, con una luminosidad de f/1,7 en su posición gran angular y f/2,8 en su posición tele;
un visor electrónico a la altura del ojo de gran calidad de visión;
unos mandos más clásicos, con selector de diafragma en el objetivo, con rueda de enfoque/focal en el objetivo también y con dos ruedas para la selección de velocidades de obturación y para la compensación de la exposición.
A cambio, presentaba un inconveniente que podía ser importante; un aumento notable del tamaño. Sigue siendo una compacta, pero ya sólo cabe en bolsillos de abrigos, chaquetones, cazadoras o similares. Nunca más en el del pantalón. Eso sí, con la promesa de una mejora en la calidad de imagen, que se pondría a la altura de la de las cámaras micro cuatro tercias, muy superior a los sensores pequeñitos que hasta ahora llevaban las compactas. También perdía el flash incorporado, aunque se suministra con un pequeño flash accesorio, a montar en la zapata prevista a tal efecto.
Después de mucho pensarlo, decidí asumir las desventajas a cambio de la mejora de la calidad de imagen. Opté por la versión LEICA, algo más cara que la PANASONIC, aunque la diferencia no es tan acusada como en el pasado, pero que viene con una licencia oficial para ADOBE PHOTOSHOP LIGHTROOM. Y ha sido mi cámara principal en mi viaje reciente a PARÍS. En otra entrada ya os hablaré de la que ha sido mi "cámara de respaldo".
Aunque no quepa en el bolsillo de un pantalón, sigue siendo una cámara muy compacta. Tan compacta que en algún momento su ergonomía se resiente. El tamaño de su objetivo y la disposición de sus mandos hace que esté bien para usar modos manuales o con prioridad al diafragma, pero hace más complicada la posibilidad de usarla con una sola mano. Cosa que hacía con su antecesora. Bien es verdad que con el pequeño tamaño del sensor de la D-LUX 5, dada su enorme profundidad de campo, la usaba siempre en modo PROGRAM, y sólo usaba la rueda para compensar la exposición. En esta hay que trabajar más.
En su posición teleobjetivo, algunos encontrarán los 75 mm un poco justos. Yo estaba acostumbrado a una focal un poco más larga, los 90 mm. La diferencia no es muy aparente. En cualquier caso, es suficiente para hacer retratos. Su apertura máxima de f/2,8 no va a permitir desenfoques espectaculares, pero es suficiente para aislar al motivo principal del fondo.
Acostumbrado al rendimiento de mi sensor micro cuatro tercios OLYMPUS, esperaba que con una cámara con un sensor del mismo sistema y casi tres años más nueva, el resultado fuera similar. Pero me he llevado una pequeña decepción. Los sensores de las PANASONIC/LEICA siguen estando un paso por detrás con respecto a otras marcas. Desde luego, una sensibilidad utilizable de ISO 1600, combinada con un objetivo luminoso y un sistema de estabilización óptica muy conveniente da mucho de sí. Pero espera algo más.
El balance de estas primeras semanas de uso intenso de mi nueva cámara es que va a ser un aparato que podré disfrutar en múltiples ocasiones, aunque tendré que acostumbrarme a algunas idiosincrasias específicas para sacarle el mejor rendimiento. Durante mi estancia en PARíS, en el CENTRO POMPIDOU donde están tomadas la mayor parte de las fotografías de este artículo, coincidí con una chica japonesa que llevaba la versión de PANASONIC de la cámara. He de decir que quizá sea más recomendable que la versión LEICA. Esta tiene un diseño externo más limpio y cuidado, es más bonita. Pero la LX100 tiene mejor agarre. En estos momentos, yo optaría por ésta sin lugar a dudas. Aunque no me arrepiento de la compra.
Pero me preguntaba en qué medida el objetivo de la pequeña PERKEO II, un COLOR-SKOPAR 80/3,5 con una fórmula similar a los afamados TESSAR de CARL ZEISS tendría realmente buen rendimiento con negativos en color. Los años en que se fabricó la cámara fueron una época en la que a nivel aficionado o doméstico dominaba el negativo en blanco y negro, y el revelado en color resultaba caro. Por lo tanto, los fabricantes no necesariamente se esforzaban en las cámaras de su segmento más doméstico en calzarles objetivos especialmente competentes en este campo. Bien es cierto que en este caso el nombre del objetivo proclamaba su competencia.
Por lo tanto, hace unos días cogí unos carretes de formato 120 y me fui con ella a dar un paseo por los alrededores del camino de MIRAFLORES en ZARAGOZA, aprovechando una tarde en la que por primera vez en el otoño había una luz que no tenía la agresividad de los días de verano.
Es una zona suburbana, propicia a practicar el paisaje alterado por el ser humano, y además próxima a una vía férrea, por lo que eventualmente se puede jugar con los elementos ferroviarios e incluso con el paso de algún convoy. Bien entendido que la PERKEO II no está pensada para la fotografía de acción precisamente.
Mi técnica habitual con los negativos KODAK PORTRA 400 es, siempre que las condiciones de luz lo permiten, exponerlos a un índice de exposición de 200, con el fin de conseguir unos tonos ligeramente más saturados, con un grano más fino. El revelado lo confié como vengo haciendo últimamente a CARMENCITA FILM LAB, pidiéndoles un digitalizado de los negativos a una resolución muy moderada. En torno a los 9 megapíxeles. No necesitaba más para los propósitos de probar el rendimiento de la cámara.
Las fotografías están expuestas en esta entrada tal como me llegaron del laboratorio, sin ninguna modificación de contraste, tono o luminosidad. Sólo una de ellas ha sido enderezada por tener el horizonte demasiado inclinado. El resultado ha sido unos negativos con un contraste suave, adecuado a las condiciones de luz, ligeramente cálidos, pero que también restituyen bastante bien el ambiente de la tarde en que se tomaron y perfectamente utilizables. Muy agradable.
Incluso me permití el lujo de pillar un tren al vuelo. Desde luego que la cámara se puede utilizar y la utilizaré con negativos en color. Todo el cuestión de buscar la situación y el momento adecuado.
En el artículo anterior ya he comentado las circunstancias que me unen al único modelo de cámara Nikon que he usado, además de una Nikkormat, cuyo modelo exacto no recuerdo, que me prestaron durante un breve tiempo allá por el año 1994. El carrete que utilicé en mi prueba ya comentada fue un Kodak Portra 400, película negativa para copias en color.
Suave gradación de grises la de la APX 100 actual revelada con Rodinal 1+25.
Antes de devolver la cámara, quería probar también con película negativa en blanco y negro. Así que, a propósito de una escapada a Lérida el sábado 2 de noviembre de 2013, cargué la cámara con un rollo de Agfaphoto APX 100. A pesar de que la marca y el nombre de la película coincidan con aquel que usaba a principios de los años 90 cuando me iniciaba en los misterios del revelado en blanco y negro, tengo serias dudas de que se trate en realidad de la misma película. No sé, a mi no me lo parece.
En el interior de la estación de Zaragoza-Delicias, las condiciones de luz son las justas para disparar con la FM2 y el 50 mm a mano alzada.
En cualquier caso, expuse el carrete en tres momentos durante el día. De camino a la estación de ferrocarril de Zaragoza Delicias, en la exposición de fotografías de Wim Wenders en la Fundación Sorigué de Lérida, y visitando la Seu Vella de esta ciudad catalana.
Lo mismo podemos decir de las salas de exposición de la Fundación Sorigué en Lérida, que no están mal iluminadas, pero viene justito.
La verdad es que no creo que vuelva a usar este tipo de película. Tiene una estabilidad dimensional lamentable, por lo que es un verdadero suplicio colocar las tiras de película en el portanegativos de mi escáner doméstico, un Epson Perfection V600 Photo, que no hace maravillas, pero que con otras películas me ha procurado resultados dignos para ampliaciones moderadas, manteniendo mi afición por el uso de cámaras clásicas.
Por supuesto, en exteriores, con una suave luz de otoño, paseando junto a la Seu Vella ilerdense, la combinación de cámara y película se encuentran en su medio idóneo.
En cuanto a la cámara, da igual usarla con película en blanco y negro o en color. Es muy divertida de usar. Y a pesar de la escasa sensibilidad de la APX 100 para los tiempos que corren, con el diafragma completamente abierto he realizado tomas con condiciones de luz escasa. Aunque no tengo habilidad suficiente, nunca la he tenido, para disparar con una cámara réflex a una velocidad de obturación igual a la inversa de la focal usada, sin un sistema de estabilización ayudando. Con las telemétricas, me atrevo a usar un paso de velocidad más lento.
Incluso en el interior de la catedral y sobre la imagen reflejada en un espejo, la Nikon FM2 con el 50 mm cumple perfectamente con su misión.
En algún momento os he hablado de la PENTAX MX. Bueno, pues la FM2 de NIKON es como esta pero mejor. Y pudo ser mi cámara principal en un momento dado.
Estos días atrás, Nikon ha estado lanzando una serie de avances publicitarios en forma de cortos vídeos de algo más de 30 segundos de duración. En ellos, vemos a un fotógrafo en distintos parajes y paisajes escoceses. Un “glen”, un bosque, la orilla de un “loch”, las calles de Edimburgo, un castillo en las “Highlands”,… Y va armado con una cámara de la que se va desvelando algo más en cada “episodio” de esta serie.
En el último de ellos, por lo menos hasta la fecha, los podéis encontrar en Nikon Asia — Pure Photography (youtube),vemos ya bastante de una cámara digital pero con líneas que semejan a las cámaras de enfoque manual de hace 30 o 40 años, y cómo parece que el fotógrafo usa su objetivo como si fuese de enfoque manual. Nos la están vendiendo como si se tratase de un FM2 “digital”.
Durante un par de semanas he estado usando la Nikon FM2 del amigo Pepo (pepojus39), con un AF Nikkor 50/1,8. Plaza de los Sitios de Zaragoza.
La Nikon FM2 fue una cámara de enfoque manual, de funcionamiento totalmente mecánico, las pilar sólo alimentaban el exposímetro de la cámara, no llevaba más electrónica, que salió al mercado a principios de los años 80 del siglo XX, y que se mantuvo en el mercado hasta muy avanzados los años 90, sufriendo alguna modificación en ese tiempo, como consecuencia del avance de la tecnología.
Las principales diferencias que podemos encontrar respecto a otras cámaras similares son su excelente fabricación, la gran calidad de su visor réflex, y las excelentes prestaciones de su obturador, que alcanzó una velocidad máxima de obturación de 1/4000 s, y en sus versiones más avanzadas 1/250 s de sincronización de flash. Sin ser una cámara réflex diminuta como podía ser la Pentax MX o algunas Olympus, era de un tamaño contenido y muy llevadera.
Con una película de ISO 400/27º y con el 50/1,8 totalmente abierto, nos permite tomar a mano alzada con la escasa luz del crepúsculo. Gran Vía de Zaragoza.
Como ya comenté en su momento en mi Cuaderno de Ruta, cuando en la primavera de 1993 decidí que mi Pentax P30N se me quedaba muy corta, estuve dudando a la hora de comprar una cámara más avanzada. La duda en principio fue de orden filosófico. Optaba por una de las modernas cámaras electrónicas con enfoque automático que en ese momento se habían instalado como reinas del mercado de las cámaras réflex, o prefería una cámara de concepción más tradicional pero de altas prestaciones para una fotografía más serena, más contemplativa, y que fuera más didáctica en su manejo. Si hubiera optado por esta segunda opción, no tenía la menor duda, la cámara elegida hubiese sido una Nikon FM2.
Una cámara de este tipo invita a una fotografía reposada, contemplativa, pensando bien lo que quieres hacer y previsualizando los resultados. Eso no quiere decir que, con el entrenamiento adecuado y con un objetivo conveniente, no se capaz de funcionar perfectamente como cámara de reportaje. Plaza de Aragón de Zaragoza.
Finalmente me dejé llevar por los cantos de sirena de la modernidad, y acabé comprando una Canon EOS 100, una cámara con una filosofía muy distinta. Aunque tampoco me arrepentí nunca. Es una cámara de gran calidad, que todavía tengo y funciona, muy capaz de ayudarte a obtener excelentes fotografías. Depende de tí y tus capacidades.
Pero la idea de una cámara mecánica, que no necesitase ni las pilas para funcionar, siempre me atrajo. De hecho, unos años más tarde troqué la Pentax P30N por una una Pentax MX. Muy similar conceptualmente a la FM2, pero una generación anterior. Tiene un tamaño más compacto, pero su obturador es más limitado, y su visor, que no es malo, tampoco tiene la misma calidad. Es también muy divertida de usar.
Quizá el mínimo inconveniente que he encontrado en estos días es que el objetivo 50/1,8, preparado para cámaras de enfoque automático, no tiene la precisión de manejo de los Nikkor de enfoque manual, seguramente mucho más agradables de usar. Aunque calidad óptica no le falta. Terraza del IAACC Pablo Serrano, Zaragoza.
Como empezaba diciendo, en esta ola de moda retro en el diseño de cámaras que hemos visto en diversas marcas fotográficas, como Olympus, Fuji, recientemente Sony,… llega ahora Nikon ofreciéndonos una FM2 “digital”. Esto es imposible. Por el simple hecho de que una digital nunca podrá prescindir de las baterías que alimentan su electrónica. Es otra cosa. Se podría haber comparado con otros modelos, como la FE2, que era similar a la FM2, pero con obturador electrónico.
Finalmente, lo que pasará es que aprovecharán los elementos electrónicos de algunas cámaras que ya están en el mercado, los introducirán en una cámara algo menos grandota que las habituales réflex para formato de 24 x 36 mm, le quitarán algunas de las funcionalidades que muchos fotógrafos consideramos superfluas en una cámara, para que se parezca a las de antes, y la cobrarán como si realmente hubiesen hecho algo nuevo, más cara. Casi seguro. Son las paradojas de la mercadotecnia. Aunque también estoy casi seguro que será estupenda de usar, especialmente si la acompañan de algún objetivo rediseñado para un uso agradable en enfoque manual.
Nunca compraré esa cámara. Estoy más que servido en lo que se refiere a réflex digitales de buena calidad; condicionado desde aquella decisión que tomé en la primavera de 1993, pero no arrepentido. Y mi apetito por las cámaras con otra filosofía lo resuelvo de otras formas. Como usando cámaras clasicas. Propias, o prestadas. Como la FM2 del buen amigo José Manuel Abanses “Pepo” (pepojus39).
Me despido con esta toma realizada con el diafragma totalmente abierto en la Plaza de los Sitios de Zaragoza.
Os contaba hace un par de días acerca de las características de la Zeiss Ikon Contessa 35, la primera cámara clásica que compré y usé. Aquí os pondré un par de ejemplos de su uso, uno afortunado, con negativos en color, cuando la compré, y otro desafortunado, con negativos en blanco y negro, la última vez que la usé.
No recuerdo que negativo usé la primera vez que utilicé la Contessa en mayo de 1996. Probablmente alguno de Kodak, 100 o 200 ISO. Fue el día que se examinó un amigo de su permiso de vuelo sin motor, en el aeropuerto de Monflorite. La Contessa, usada a diafragmas medios, f/5,6 a f/11, y con una focal que es un estándar, es estupenda para el paisaje o el entorno que nos rodea.
Aunque no te puedes meter tanto en la acción como con un angular, es razonable para ir siguiendo las evoluciones de los protagonistas del acto. Aquí viene bien el enfoque por zonas, para no perder el tiempo enfocando con el telémetro de coincidencia, aunque este es razonablemente preciso. Como las circunstancias de luz eran muy estables, y con contrastes suaves, medí un par de veces la luz y fijé los parámetros apropiados, y en la mayor parte de los fotogramas sólo me preocupé en encuadrar.
Donde flojea más es cuando se trata de fotografía de acción. Con una velocidad de obturación máxima de 1/500 segundo, no es suficientemente rápida para congelar el vuelo de la avioneta; y haciendo un barrido, tampoco tiene la ergonomía adecuada para un buen resultado.
Después de un uso ocasional entre 1996 y 2002, quedó de ornamento en una estantería hasta enero de 2012 que con motivo de una quedada “analógica” de Fotógraf@s en Zaragoza, le puse un carrete de Ilford XP2 Super, negativo blanco y negro para procesado C41, y salí con ella. Pero los resultados no fueron buenos.
La medición de la luz no me parecía consistente, y las velocidades de obturación no parecieron funcionar correctamente. De hecho me salieron muchas fotografías trepidadas. Desde entonces, volvió a la estantería, y tengo pendiente llevarla a hacerle una revisión. Una pena, porque la usaría de vez en cuando. Era divertido, y los resultados razonablemente buenos.