Desde 1993, si no me equivoco, desde que realicé un viaje a los Países Bajos ese año, siempre he llevado dos cámaras cuando salgo por el mundo; una cámara de sistema, con objetivos intercambiables y demás, como cámara principal, y una pequeña compacta como reserva, y también para variar mi forma de expresarme fotográficamente. Durante los años 90, solía llevar una cámara réflex con película diapositiva, una Canon EOS 100 a partir de la fecha que he indicado, y una compacta con película en blanco y negro en el bolsillo. La más de las veces fue una Minox 35 ML, hasta que la perdí en 2001 en Bélgica. Se salió del bolsillo de las bermudas en un calurosísimo día mientras viajaba en tren desde Lieja a Lovaina. Pero también, sobretodo en invierno, a la nieve, o a la orilla del mar, la pequeña Olympus mju-II, protegida contra polvo y salpicaduras.
Durante años, trasladé el modelo a la fotografía digital. Porque durante muchos años hubo una abundancia de ofertas de cámaras digitales compactas en el mercado; muchas de ellas se podían llevar en un bolsillo, mientras que la cámara principal iba colgada del cuello o en el macuto. En alguna ocasión me salvaron la vida fotográfica, como cuando el obturador de la Canon EOS D60 entregó su alma en la isla de Suomenlinna, en la costa del Báltico frente a Helsinki. Pero las cámaras digitales compactas siempre han tenido un problema. Con alguna excepción, si les das mucho tute, tienen una vida limitada. Acaban funcionando regular de alguna forma. Por lo que cada varios años… había que buscar una nueva. Cada vez con mejores resultados. Hasta que llegó la crisis.
Cuando los teléfonos móviles inteligentes empiezan a incorporar cámaras fotográficas decentes, y todo el mundo lleva un teléfono a cuestas, las cámaras digitales compactas dejan de tener sentido para la mayor parte de los seres humanos. Y dejan de tener sentido comercial para los fabricantes… que, además, entran en crisis por la pérdida de ingresos que les supone esta situación. Desde hace unos años, lo de llevar una compacta encima se ha puesto complicado. Lo de llevar dos cámaras encima, una de repuesto, lo he mantenido. Pero dejaron de ser bolsilleras. La única que merecía ese apelativo desde 2014 hasta la fecha fue la Fujifilm XF10. Pero como ya he comentado en ocasiones, es una cámara fallida. Y encima, empezó a dar guerra con ruedas o botones malfuncionantes muy pronto. Lo dicho, las compactas que llevan mucho ajetreo, dan problemas.
Recientemente, tras mucho investigar, he dado un paso adelante para resolver esta carencia. Para mí es una carencia, porque condiciona mis opciones fotográficas, mi comodidad y mi felicidad en los viajes. Por ejemplo, en viajes cortos, en escapadas, me he planteado varias veces llevar una cámara principal para película fotográfica, de objetivos intercambiables incluso, y una pequeña compacta digital para cuando venga bien. Lo hice en Berlín en agosto de 2019 y, a pesar de los incordios de la XF10, me fue bien. Pero ahora no estaba en condiciones de hacer eso, y me limitaba a usar la Minox 35 GT-E, que sustituyó a aquella ML de la que he hablado antes, como acompañante. Y me he decidido por una cámara que, paradójicamente, salió al mercado con la vocación de grabar vídeos personales para subir a redes sociales, la Sony ZV1.
Como podréis comprobar en alguna foto, es muy compacta. Sólo ligeramente más grande que la pequeña Olympus mju-II, aunque más pesada. Se puede llevar sin problemas en el bolsillo del pantalón. Tiene un sensor de imagen del tipo 1″, que es pequeño pero no demasiado. Su objetivo, en equivalencias con el formato 24 x 36 mm, es un 24 mm – 70 mm, bastante luminoso. A 24 mm es un f1,8. Pero a partir de los 30 mm y hasta los 70 mm es un f2,8. Dado el pequeño tamaño del objetivo, hay que olvidarse de jugar demasiado con la profundidad de campo. A f2,8 hay que plantearse que las profundidades de campo serían las de las focales equivalentes a f8. Por ese motivo, no me complico la vida. Lo uso en modo P (Program), accediendo de vez en cuando al compensador de exposición. Cuando me acerco, o en retratos a 70 mm, hay un botón que inmediatamente te ajusta la cámara a la menor profundidad de campo posible. Pues ya está bien. Se puede usar a cualquier longitud focal… pero con poco sentido.
Por su vocación de cámara de video, carece de flash, aunque tiene una zapata con un contacto central, por si le quieres poner uno. Pero si automatismos que ayuden, claro. Sólo tiene un contacto central. No tiene visor al ojo, ni óptico ni electrónico. Hay que usar la pantalla trasera, completamente articulada, que se ve bastante bien. No hay mucho problema. Además, tiene un sistema que permite encender y apagar la cámara simplemente abriendo o cerrando la pantalla. Muy muy cómodo. Estoy sorprendido de lo bien que me estoy llevando con la cámara. Viene con una cordón para sujetarlo a la muñeca, y un “ratón peludo” para amortiguar el sonido del viento cuando grabas vídeo y usas el micrófono incorporado. Lo podéis ver en la foto. Estaba de oferta por navidades, casi un 30 % por debajo de su precio oficial. Sony vende un trípode que hace de mango y disparador a distancia, con conexión bluetooth, pero que aumenta el precio del conjunto un 40 %. Por la cuarta parte del dinero de ese minitrípode puedes comprar uno de marca X, que tiene las mismas funciones, pero conectándose mediante un cable USB. Para uso habitual, gastaría en el original de Sony. Para un uso esporádico, el de marca X.
Ya había probado en alguna ocasión alguna cámara con este tipo de sensor, pequeño, pero no demasiado. Y no me pareció mal. Soy consciente de las limitaciones en la calidad de imagen. Esta es, en general, bastante buena, y más que adecuada en el 95 % de las situaciones. Pero hay que tener en cuenta que estos sensores pequeños tienen un intervalo dinámico más reducido, y se ven afectados por el ruido digital a sensibilidades elevadas mucho antes. Si es posible, hay que evitar usar por encima de ISO 1600. Y si se hace, evitar usar la imagen muy ampliada. Pero vamos. No es algo por lo que agobiarse. El objetivo está estabilizado. Y parece que la estabilización, no tan competente como las de Olympus y Panasonic a las que me acostumbré, es razonablemente competente.
Considerando todo lo dicho, creo que es una cámara que resolverá sin problemas la carencia que sentía desde hace tiempo. Me he acostumbrado a ella enseguida, aunque no uso más que una mínima parte de sus posibilidades de configuración. Porque mis necesidades son muy sencillas; formato raw, dado el pequeño tamaño del sensor el modo P, y un acceso al control de compensador de exposición que podría ser mejor, pero que ya me vale. Encuadrar y hacer la foto. Sin más. Y encima es fácil hacerse una selfi, sólo o con amigos. Que me dure muchos años es lo que hace falta.