“Clásicos” digitales (II) – Canon Powershot G6 (noviembre de 2004)

Segunda entrada en este repaso a mis primeras cámaras digitales significativas, después de la primera parte e introducción de hace unos días. Después de un par de años trasteando con una pequeña compacta de 4 megapíxeles, que no tengo claro si puedo volver a poner en marcha, no lo he intentado, decir dar un salto hacia adelante en el nivel de prestaciones de mi cámara digital. Lo de las réflex digitales todavía estaba ahí ahí… desarrollándose, y eran carísimas. Pero habia un segmento, que dio en llamarse en el mercado anglosajón cámaras prosumer, acrónimo que combinaba los calificativos professional + consumer. Es decir, cámaras compactas avanzadas, menos compactas, más completas, y que solían permitir grabar las fotos en formato raw, y permitir un revelado más afinado, no destructivo y sin pérdida de calidad, como sucedía con los JPEG de las compactas más sencilla.

Hubo una serie de gamas interesantes. Algunas Coolpix de Nikon, Camedia de Olympus, rarezas de Sony, desarrollos compartidos interesantes de Panasonic y Leica… Y estuve considerando varias de ellas, hasta que me decidí por una Powershot de Canon, la Canon Powershot G6. La gama Powershot G era muy respetada por los fotógrafos más dedicados por ofrecer buena calidad de imagen para la época, buenas ópticas y buena ergonomía en su cámaras, pero sin excesivas originalidades. No eran tan llamativas como algunas de sus competidoras. Pero estamos hablando de unos años en los que Canon se comía el mercado con facilidad. Hasta ese momento, el número que seguía a la G del modelo indicaba los megapíxeles. G4… 4 megapíxeles, G5… 5 megapíxeles, luego G6… ¡7,1 megapíxeles! Esa fue la baza comercial de la casa japonesa, cuando se popularizaban los sensores de 6 megapíxeles, ofrecieron uno más con similar calidad.

En su uso práctico, la calidad de imagen era bastante buena para la época. Evidentemente, con un sensor del tamaño de una uña, de tipo 1/1,8 como el de la Finepix F10 de la que os hablé hace unos días, hay unos límites inherentes que no se pueden obviar. Y estamos en 2004. Por ello, el uso común de la cámara era con sensibilidades ISO entre 50 y 200. Hice alguna con ISO 400, en Roma, en diciembre de 2004, y luego en otros viajes, como en Irlanda o la Toscana en Italia, pero con ampliaciones limitadas. Sin embargo, con fotografías realizadas a ISO 50, si estaban echas con esmero, llegué a hacer alguna ampliación tipo póster. Aún tengo colgada en el salón de mi casa un póster de 70 x 50 cm echo por mí, con una foto de la piazza di Spagna de Roma de 40 x 50 cm. Quizá los más exigentes, si se acercan mucho a la foto, fruncirán el entrecejo; para para el 95 % de los mortales, vista un metro de distancia, se ve muy bien.

Una de las grandes cualidades de la cámara era su óptica. Un objetivo de focal variable 7,2 – 28,8 mm f2,0-3,0. Traducido a las famosas equivalencias “en 35 mm”, sería un 35 – 140 mm notablemente luminoso. Dado que con este tamaño de sensor, la difracción empieza a degradar la imagen con aperturas no demasiado cerradas, su apertura máxima estaba limitada a f8, y convenía utilizar aperturas máximas de f4 y poco más. Con una sensibilidad basal ISO 50 y una velocidad máxima de 1/2000 segundo, no había problemas de limitaciones con luz solar en las horas centrales del día. Tenía un visor óptico, pero que no ofrecía informaciones, y recortaba mucho la imagen real, por lo que se solía usar con el LCD de su pantalla articulada. Que como la mayoría de la época, era más bien pequeño, y con luz intensa de día perdía visibilidad. Aunque yo creo que era de los mejores. No recuerdo mucho sufrimiento en su uso en estas condiciones.

Utilizándola hoy en día, se nota que es viejuna. Pero hay varias cosas que sorprenden. Una de ellas, algo por lo que siempre ha sido aclamada Canon, y es que los colores son muy agradables. Incluso haciendo fotos en las horas centrales del día. Su óptica es fundamental para disfrutarla. Es cierto que su focal más corta,… resulta larga. Pero bueno… era lo habitual en la época. Lo que sí podemos asegurar es que nada impide hacer buenas fotos, aunque no tenga la calidad técnica intrínseca de las cámaras actuales. Pero para un observador externo… eso no suele ser algo en lo que se fije. Siempre he pensado que su compra fue un acierto. Aunque por lo deprisa que avanzaba la tecnología en aquellos momentos, su vida activa real no pasó de dos años. Aunque fueron dos años muy intensos, y viajó lo suyo.