Este jueves pasado tuve que desplazarme a La Rioja por unos asuntos personales. Tomamos un tren muy de madrugada, a las seis de la mañana, para ir a Logroño, pasamos una parte de la mañana en la capital riojana haciendo unas gestiones, y nos desplazamos en coche a Haro para otras. Terminamos las gestiones justo antes de comer. Y después de comer nos quedaban un par de horas hasta el tren que nos debía devolver a Zaragoza, donde llegó poco antes de las ocho de la tarde. No era un viaje por turismo, pero siempre echo en la mochila alguna cámara por si es posible hacer algunas fotos.
Lo más socorrido es llevar alguna cámara compacta. Pero en estos momentos ando mal de opciones sobre este tipo de cámaras. O son viejunas con algún problemilla de funcionamiento, o han dado mal resultado. De todos modos, tengo que ponerme a volver a activar la Leica D-Lux (Type 109), porque no iba mal. El principal problema es el comportamiento de una de las ruedas moleteadas para modificar algún parámetro (un problema muy frecuente en cámaras fabricadas por Panasonic), y que sus 13 megapíxeles se hacen escasos en tiempos en los que 20 megapixeles parecen un mínimo. Aunque en realidad dan de sobra para muchas cosas.
En la mochila eché dos cámaras; la pequeña Minox 35 GT-E con algún rollo de película en blanco y negro y la Olympus OM-D E-M5 Mark III con dos objetivos extremadamente compactos. De la Minox y sus rollos ya hablaré otro día. Expuse uno de los rollos, que ya tengo revelado, pero no digitalizado ni trabajado. Y de lo que quiero hablar es de lo que me llevé con la E-M5 Mark III, puesto que son dos objetivos que tenía prácticamente olvidados.
Se trataba de llevar un equipo extremadamente compacto, pero con posibilidades de escoger entre varias longitudes focales con razonable competencia. Uno podría pensar en llevar el Olympus 12-40 mm f2,8… pero este objetivo, compacto en relación con los de otros sistemas, es grandote para lo que pretendía. Así que recordé que andaba por ahí el Lumix Vario 12-32 mm f3,5-5,6 de Panasonic, que venía con la Lumix G100. Otra cámara que sufre los problemas de la ruedas moleteadas de Panasonic, como me pasó con la Lumix GM5 con la Lumix LX3. Es extraordinariamente compacto. Y da buena calidad óptica, siempre que usemos los archivos JPEG generados por las cámaras, que corrigen la enorme distorsión en barril del objetivo, o una aplicación para procesar los archivos raw con perfiles que hagan la misma operación, como así sucede con Capture One 22, que es la que uso actualmente. Hacía mucho que no la usaba, pero lo cierto es que va mucho mejor de lo que uno podría imaginar. Sólo le encuentro un problema. No se puede enfocar o corregir el enfoque manualmente.
Para el caso en que necesitase un poquito más de alcance o algo más de luminosidad, me llevé el Olympus 45 mm f1,8. Uno de mis favoritos en tiempos, lo cierto es que en los últimos tiempos ha quedado marginado por la polivalencia y la excelencia del Lumix Vario 35-100 mm f2,8 II, cuando voy de viaje. Es más grandote, pero va de maravilla. O cuando me dedico al retrato, uso con más frecuencia el Sigma 56 mm f1,4 Contemporary, que con su focal algo más larga y su mayor apertura, consigue desenfoques del fondo más agradables. Pero el 45 mm de Olympus sigue siendo una excelente óptica, que puedes llevar en el bolsillo sin que te enteres de que la llevas.
El conjunto cabe en cualquier lado, no molesta nada, cuando lo usas es extremadamente discreto, y las fotografías tienen una calidad intrínseca entre muy buena con el 45 mm a bastante buena con el minúsculo 12-32 mm. Siempre, como he dicho, que se corrija adecuadamente la enorme distorsión de los archivos brutos. Este problema de la distorsión no es único de esta óptica. Casi todos los objetivos zoom de kit de cualquier marca lo tienen. Lo que sucede es que se corrige automáticamente por el firmware de la cámara o por el programa desrawtizador. También pasa con otros objetivos. Es notorio el RF 16 mm de Canon, cuya distorsión es tan brutal que cuando es corregida deja una calidad de imagen poco asumible en fotografía fija, aunque aceptable para los vloggers que la usan para sus vídeos de Youtube.
En fin… un pequeño y ligero equipo con el que sin duda se pueden hacer unas vacaciones y volver encantado con las fotos conseguidas. Otra opción podría haber sido llevar el Lumix Vario 35-100 mm f4-5,6 de Panasonic, algo más grandote que el 45 mm de Olympus, pero muy razonable de tamaño, que va muy bien. Y con más opciones de focales. Pero preferí llevar algún objetivo con gran luminosidad, cosa en lo que falla este simpático zoom que tan buenos servicios me prestó en el pasado en algún viaje. Para conseguir fotos majas en viajes, no hay que arruinarse en equipo, ni romperse las cervicales acarreándolo. Os lo aseguro.