Con la vuelta de vacaciones a principios del mes de junio, y con la llegada de los primeros calores cuando todavía no había terminado la primavera astronómica, me sucedió un cierto fenómeno que todavía perdura. No es ni bueno ni malo. Simplemente es. Y lo que me pasa es que en cuanto pasan las nueve y media de la noche, en una época del año en la que todavía hay luz en el exterior, estoy que me caigo de sueño. Y si me acuesto, por pronto que sea, desde luego muy pronto para los estándares hispanos, caigo redondo. Como contrapartida, me despierto muy pronto también por la mañana. Perfectamente descansado, puesto que he podido dormir mis ocho horas. Pero realmente puede ser en algún momento entre las seis y las seis y media, cuando tan apenas ha dado tiempo a que salga el sol. Entre semana me viene bien, porque es la hora de prepararme para salir a trabajar. Pero en el fin de semana… Bueno. Una opción es aprovechar las buenas temperaturas de esas horas, la buena luz del amanecer, coger una cámara de fotos y salir a caminar a fotografiar.
Unos días después de volver de mis vacaciones, en uno de los primeros sábados de junio, es lo que me pasó y es lo que hice. Y como no había planificado, cogí lo primero que me vino a mano; la pequeña Olympus Trip 35 y uno de los rollos de Adox Color Mission 200 que me quedan. Ya os he hablado de esta película (y aquí), en tirada limitada, comercializada para financiar el desarrollo de una película negativa en color por Adox en Alemania. Lo cierto es que, si me lo hubiera pensado, o lo hubiera planificado, hubiese elegido esa película, pero hubiera utilizado otra cámara. Me explicaré.
Nuestros sentidos no son fiables. Aunque para la mayor parte de nuestras actividades cotidianas nos sirven bien, no siempre nos podemos fiar de ellos. Nuestro cerebro, al procesar la información que recibimos, por ejemplo a través de nuestros ojos, realiza ajustes para que nuestras percepciones se adapte a las necesidades para las que surgieron y se ajustaron. Que no son necesariamente para hacer fotografías. Así, cuando ya hay luz por la mañana al amanecer, pero el sol todavía está muy bajo sobre el horizonte, o incluso no ha salido, nos parece que la escena tiene más luz de la que realmente hay. Y con ese engaño, dejé que la Olympus Trip 35 hiciera su trabajo en automático, como estoy acostumbrado. Y tendría que haber hecho varias cosas.
La primera, asumir que la velocidad de obturación sería 1/40 segundo, y por lo tanto, dado lo ligera que es la cámara, con muy poquita inercia, exige que se pulse el disparador con cuidado y con la cámara bien sujeta, porque existe más riesgo de trepidación en la imagen. La segunda, asumir que la cámara iba a elegir diafragmas muy abiertos, que la profundidad de campo sería escasa, y que el enfoque por zonas podría no funcionar correctamente. Tendría que haber estimado la distancia del sujeto en metros y utilizar la escala de distancias, en lugar de los pictogramas para el enfoque por zonas. Al confiar en el automatismo de la cámara, algunas de las fotografías, especialmente al principio del paseo, cuando menos luz había, han quedado algo faltas de nitidez. Más por la escasa profundidad de campo que por la trepidación. Aunque de esto también hay algún caso. Una cámara algo más competente en este aspecto hubiera mejorado la situación. O una película ISO 400.
No obstante, la mayor parte de las fotografías son correctas y están bien expuestas. Y la verdad es que me apetecía usar la Adox Color Mission 200. La mayor parte de los laboratorios comerciales, al digitalizar los negativos, usan preajustes por tipo de película, para alcanzar el mejor rendimiento posible del color. Pero para películas poco frecuentes o exóticas no tienen preajustes previstos. Y en general, suelen introducir un exceso de dominantes cálidas. Supongo que porque entienden que es mejor recibida por los usuarios. Previendo esto, solicité que las digitalizaran con tonos fríos… y han quedado bastante neutrales, y muy próximos a como era la luz en esos momentos. Con puntos cálidos donde recibía la luz del sol de forma directa o reflejada, pero con una cierta frialdad en el ambiente derivada de que casi todo estaba iluminado por la bóveda azul celeste de los primeros momentos del alba tras el crepúsculo.
En esta ocasión, en condiciones de iluminación distintas de las dos anteriores, la Adox Color Mission 200 se ha comportado bastante bien. Con tonos contenidos en la mayor parte del espectro luminoso, destaca sin embargo cuando entran en escena algunos colores más llamativos, que aparecen más saturados, generando puntos de atención. El grano se ha mostrado manifiesto, pero contenido; lo propio de unos negativos ISO 200, en una película que no es excesivamente puntera en este ámbito por lo que se ha visto, pero que están correctamente expuestos. En general, una mañana agradable y aprovechada. Eso sí, cuando volví a casa poco antes de las diez de la mañana, tenía unos cuantos kilómetros ya en las piernas. Ya había cumplido con mi ejercicio cardiosaludable de ese día.