Leía hace unos días, y he visto varios comentarios después, que Leica había dado carpetazo a la Leica CL. Evidentemente, se refería la noticia a la cámara digital con captor de imagen de tamaño APS-C que sacó al mercado en 2017, y que pretendía, y de ahí el nombre, volver al concepto de “mi” Leica CL, la que salió al mercado en 1973, para película de 35 mm biperforada, y con montura de bayoneta M, compatible con la prestigiosa gama de telemétricas de la marca. Siendo la CL una cámara de enfoque por telémetro de coincidencia. Compré mi ejemplar de segunda mano en la feria de material clásico y de ocasión que se celebraba en Huesca durante la primavera hace más de 20 años, junto con el Summicron-C 40 mm f2 dedicado. Posteriormente compré también el Elmar-C 90 mm f4.
La Leica CL fue una cámara muy interesante. Fue un desarrollo conjunto con Minolta. Los dos objetivos mencionados, con la misma fórmula óptica, fueron fabricados bajo distintas denominaciones tanto en Alemania para las cámaras Leica CL como en Japón para las cámaras Leitz Minolta CL, pero cada fabricante con su propios vidrios ópticos. Probablemente equivalentes, pero no iguales. Era bastante compacta para ser de objetivos intercambiables. La montura era exactamente como la de las Leica M, pero con alguna diferencia que hizo que se corriera la especie de que los objetivos diseñados para las unas podían generar alguna inexactitud en el enfoque con las otras. Nunca he observado tal cosa en mis ejemplares. Probablemente un rumor surgido del propio fabricante para evitar la canibalización de las ventas de sus productos más caros y rentables. De hecho, la breve vida comercial de la Leica CL se atribuye a su éxito de ventas, más que a su fracaso. La gente prefería esta pequeña cámara para entrar en el ecosistema Leica, con fotómetro incorporado a través del objetivo, que las caras Leicas tradicionales, muchas de ellas sin el fotómetro.
Cuando compré la cámara, yo estaba habituado a viajar con la réflex Canon EOS 100 y un par de objetivos de focal variable polivalente junto con algún objetivo de focal fija muy luminoso para situaciones de poca luz. Y me llevé la Leica CL con sus dos objetivos, más un pequeño gran angular de 25 mm Voigtländer, fabricado por Cosina, a algún viaje. Mucho menos peso, mucho más discreto, buena calidad de imagen… y la obligación de esforzarse más en la composición al ser ópticas fijas, se reflejaron en mejores fotografías. Y eso cambió mi forma de entender el equipo necesario para viajar hasta la fecha. Sólo he encontrado un problema importante con la cámara. La pila que alimenta el fotómetro, para lo único que hace falta pues tiene un funcionamiento mecánico, era de una pila de mercurio PX625 o PX13, de 1,35 V, prohibidas desde hace tiempo por la toxicidad individual y medioambiental del mercurio. Las alternativas, alcalinas (PX625A) de 1,5 V o de óxido de plata (S625PX) de 1,55 V… pues unos dicen que van bien… y otros que no. Ahora estoy probando una alcalina con la Nikomat FTn, y las mediciones del fotómetro parecen correctas. Hay otras alternativas más exóticas.
En cualquier caso, he decidido volver a usar la Leica CL con frecuencia, porque va bien. Ya comenté hace unos días que fue la cámara que usé para algún rollo de Ilford Delta 400. Incluso me planteé llevármela a Venecia y el Tirol, porque la focal de 40 mm me parece preferible para uso general que la de 35 mm de la Minox 35 GT-E, y por la posibilidad de llevar también el 90 mm. Pero es más grande. Y aunque es posible introducirla en los bolsillo de mis pantalones viajeros con el 40 mm puesto, no quiere decir que vaya con la misma comodidad.
Durante el mes de mayo, le puse un rollo de Kodak Pro Image 100. En principio para un paseo fotográfico por el meandro de Ranillas con un grupo de aficionados a la fotografía de Zaragoza. Ese día, con el Summicron-C 40 mm. Pero hice pocas fotos. Como nos reencontrábamos mucha gente que hacía tiempo que no nos veíamos, por la pandemia, hablamos mucho y fotografiamos poco. Luego la llevé mucho en el recorrido desde mi casa al trabajo, que ahora hago regularmente caminando. A primera hora de la mañana, durante los meses de mayo y junio, puede haber una luz interesante. Me apetecía usarla con el Elmar-C 90 mm, pero no fue una buena idea en términos generales. Una focal más del doble de larga y una apertura cuatro veces menos luminosa que el Summicron-C, con una sensibilidad nominal ISO 100, llevaron al límite la posibilidad de hacer fotos, y varias resultaron trepidadas, por arriesgar con velocidad de obturación bajas. Me la llevé también al último viaje de mi Toyota Avensis… que en paz descanse. Finalmente la terminé en un paseo fotográfico con compañeros de la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ. En general, contento con esa combinación de cámara y película, aunque eché de menos una sensibilidad nominal ISO 400 en muchas ocasiones.