He estado esta semana pasada en San Sebastián, huyendo del ruido y las masas en las que se han convertido las fiestas del Pilar. Este tipo de huidas llevo haciéndolas muchos años, siempre que puedo. En cualquier caso, por la crisis que tengo con los cuerpos de cámara micro cuatro tercios, no pude llevarme este sistema al viaje, y tuve que recurrir al Canon EOS como en agosto en Estocolmo, en septiembre en Italia, o hace un año en Bilbao.
Lo que sí es cierto es que con la Canon EOS RP y los nuevos objetivos RF de gama de entrada, muy compactos, el impacto en el volumen y el peso durante el viaje se ha amortiguado mucho. Las cámaras con sensor de 24 x 36 mm suelen ser más grandes que las micro cuatro tercios. Suelen. Hay alguna excepción. Pero realmente los problemas vienen con los tamaños y los pesos de los objetivos. Pero la terna que he ido reuniendo en los últimos tiempos con el RF 16 mm f2.8 STM, RF 28 mm f2.8 STM y RF 50 mm f1.8 STM es ideal para viajar. Y con resultados en calidad de imagen sorprendentes, hasta cierto punto.
Ya en el reciente viaje a Turín, pude comprobar que estos tres objetivos resolvían un porcentaje muy elevado de situaciones fotográficas, sin pereza al acarrearlos, lo cual no sucede con el excelente EF 24-105 mm f4L IS USM. Excelente, pero voluminoso, pesado, y desequilibrado con la cámara. Especialmente porque hay que usarlos con el adaptador.
La cuestión que me planteé fue que hacía respecto a la posibilidad de llevarme algún tipo de teleobjetivo. El 24-105 mm tiene esa ventaja. Llevarme el EF 85 mm f1.8 USM también sería una posibilidad, pero la diferencia de focal con el 50 mm es pequeña. Y finalmente consideré la posibilidad de llevarme el EF 70-210 mm f3.5-4.8 USM, que tan apenas uso. Ocupa espacio, pero es mucho más ligero. Sobre su calidad óptica, ahora comentaré.
Para que os hagáis una idea de cómo he usado el equipo que me llevé os daré unos datos de su uso, con los porcentajes de fotografías hechas con cada óptica. Es cierto que esos datos no tienen porqué corresponderse luego con el las fotografías aprovechables… pero es un indicador.
De las fotos hechas en el viaje con cámara digital, un 8.3 % las hice con la compacta Sony ZV-1 que llevé de respaldo. Todas fueron hechas en la última mañana del viaje, en la que fuimos de compras y a pasear relajadamente antes coger el tren, y no quería llevar bulto. Por lo tanto, un 92,7 % las hice con la Canon EOS RP. No hablaré aquí de las hechas con la Minox 35 GT-E con película en blanco y negro. Entonces, el uso de los objetivos Canon fue el siguiente sobre el total de las realizadas con la EOS RP fue:
- RF 16 mm 13.3 %
- RF 28 mm 36.2 %
- RF 50 mm 35.1 %
- EF 70-210 mm 16.4 %
Como de costumbre, mi tendencia tradicional es hacer fotos con angulares moderados o focales normales, de las que prefiero los 40 mm. Pero siendo el EF 40 mm f2.8 STM menos luminoso que el 50 mm, y precisando el adaptador, que elimina la ventaja del factor tamaño, acabo llevándome este último.
El EF 70-210 mm f3.5-4.5 USM es un objetivo comercializado por Canon para su sistema EOS en 1990. Por lo tanto… tiene años en su concepción. Uno de los primeros objetivos de focal variable cuya fórmula óptica no era heredada del sistema FD. Y era de un momento en el que Canon tenía tres gamas de objetivos. Los más sencillos y baratos, con un motor de enfoque automático algo ruidoso y que no permitía la corrección manual del enfoque cuando el objetivo estaba en posición AF. Los intermedios, con un motor de enfoque ultrasónico, silencioso, más rápido, y que permitía la corrección manual del enfoque. Los caros, de la serie L, con vidrios especiales para corregir la aberración cromática, con su aro rojo distintivo. De estos hubo con los dos tipos de motores, aunque la tendencia fue a que tuvieran el motor ultrasónico o USM.
Yo compré este objetivo alrededor de 1994 o 1995. No era barato, pero no te arruinabas como con la serie L. Su luminosidad es modesta pero algo mejor que la mayor parte de los objetivos similares posteriores. Su construcción… la que estaba de moda entonces, con abundancia de plásticos, policarbonatos, que ahora dan la sensación de ser “baratos”, pero que en realidad están bastante bien construidos. Pero quizá lo que me indujo a comprarlo en su momento fue la evaluación que la revista francesa Chasseur d’Images, de referencia en los tiempos previos a internet, hizo de él. Y lo recomendaba. Su calidad óptica no llegaba a la de los muy corregidos teleobjetivos de la serie L, pero era honesta. Especialmente si lo diafragmas a f8. A plena apertura, viñetea mucho, como se puede observar en la foto de cabecera. Y el contraste general tiende a ser bajo. Pero aun hoy en día, a f8 da unos resultados más que honorables, con nitidez suficiente para la mayor parte de los usos, aunque suele necesitar un aumento global del contraste del imagen en el procesado digital. Obviamente, hoy nos parece un objetivo viejuno. Pero ha cumplido. Igual hacía 25 años que no lo sacaba de viaje. Y mira por donde, me ha hecho su papel.