Ya he comentado en alguna ocasión la historia de mis cámaras Olympus de la serie mju, pero la voy a recordar un poquito. Cuando me independice de mi familia a principios de los años 90 del siglo XX, acarreé conmigo las mejores cámaras fotográficas… que eran mías. Pero mis padres me sugirieron que les orientase en la compra de una cámara sencilla de usar, pero con buena calidad de imagen, para su uso familiar. Hasta ese momento habían dominado los zarrios de plástico y calidad de imagen infame… aunque era lo habitual en muchas familias de la España de la época. La cámara que me llamó la atención, y considero que fue una compra excelente, fue la Olympus mju-1. Buena, bonita, y no excesivamente barata pero asequible. Con una buena óptica fija de 35 mm f3,5, buen agarre, fácil de usar.
Unos años más tarde salió al mercado su sucesora la Olympus mju-II. Con un estilo estético muy similar, era más pequeña, más estilizada y tenía algunas mejoras importantes. Entre ellas un objetivo 35 mm f2,8 reputado como una excelente óptica, un sistema de medición de la luz muy competente con modo evaluativo y puntual, lo suficientemente preciso para usar película diapositiva, y un sistema de juntas de sellado por todo el cuerpo de la cámara que la hacía resistente a entorno con polvo y salpicaduras de agua. Lo ideal para llevármela a esquiar, deporte que practicaba en aquella época con asiduidad, cuando era temporada. La mju-1 la usé poco, pero la mju-II mucho. Cuando hace unos años murió mi padre y vacíamos su piso, me quedé con la Olympus mju-1.
Ambas cámaras están en uso, pero con problemas. La que siempre he considerado como mía, y con cariño, la mju-II, funciona perfectamente, pero cuando llega al final del rollo no rebobina automáticamente. Es algo que tengo que hace en casa, completamente a oscuras y de forma manual. Por lo que no es práctica en usos donde sea necesario cambiar de rollo a lo largo de la sesión fotográfica. Por ello, me puse a activar la mju-1. Podría venirme bien en aquellas situaciones donde la mju-II no fuese práctica. Pero desde hace unos años venía observando que, de vez en cuando, su sistema de enfoque automático falla, y obtienes fotogramas claramente desenfocados.
Por lo tanto, a finales de abril, le monté un rollo de Kodak Portra 160, que quedó expuesto a un índice de exposición 100 por no tener más que cuatro contactos DX y no los seis necesarios para las sensibilidades intermedias entre los múltiplos de 100, y fui haciendo fotos con tranquilidad y cuidado, sin apresurarme y comprobando la adquisición de enfoque, una luz verde, por parte de la cámara. Desgraciadamente, un porcentaje elevado de negativos siguieron quedando desenfocados. Especialmente, escenas con enfoque a infinito y con luz más escasa aunque relativamente abundante. Las que están enfocadas están estupendas, pero las que no… un desastre.
Por todo ello, he decidido retirar la cámara. Realmente, no estando protegida contra polvo y salpicaduras como la mju-II, todo lo que puedo hacer con la mju-1 se puede hacer con la Minox 35 GT-E y con mayor control y posibilidades, y con un cuerpo más compacto. Así que no tiene sentido. Es una pena, porque también le tengo cariño a esta cámara. Pero todos los chismes tiene su periodo de vida limitado. Y en la práctica, a la Olympus mju-1 que compré para mi familia, ya lo ha cubierto. Por cierto, la Kodak Portra 160, a IE 100, muy bien; y eso que me habían dicho que mejor usarla a su sensibilidad nominal.