Me sorprende mucho constatar lo complejos que se han vuelto los objetivos fotográficos de hoy en día. Cuando antaño repasabas el esquema óptico de un objetivo, a poco que hubieras visto unos cuantos y te hubieras documentado mínimamente, podías encuadrarlo en un tipo determinado. A mí es algo que me gusta. Me gusta más la cosa de la óptica que la de las cámaras. Pero hoy en día… Todo es por la cosa, resumiendo de forma rápida y un poco grosera, de que los sensores digitales precisan que los rayos de luz les lleguen de forma perpendicular a la superficie del sensor. Recuerdo cuando Olympus justificó el nacimiento del formato Cuatro Tercios, hoy desparecido o evolucionado en Micro Cuatro Tercios, en facilitar el diseño de ópticas telecéntricas para los sensores digitales. Todo muy complicado… con muchas lentes, muchos vidrios especiales, muchas superficies aesféricas… y todo muy caro.
Sin embargo, a mí siempre me han gustado los diseños sencillos, casi básicos, aunque con suficientes prestaciones. Que puede haber más estupendo que un diseño tipo Tessar, con sólo cuatro lentes en tres grupos, y que, a pesar de ello, es capaz de rendir bellas imágenes… dependiendo de la habilidad del fotógrafo, claro. Quizá por ello, cuando volví de mis escapada a Barcelona, donde compré unos cuantos rollos de Kodak Portra 160 pensando en que llegaba el buen tiempo y podríamos permitirnos el lujo de las sensibilidades moderadas o bajas, decidí sacar de la estantería un par de ópticas de antaño para montarlas en la Leica M6. Cámara que ya no tengo en préstamos. Definitivamente, ya es mía.
El primero de ellos es un diseño clásico de Leitz Camera, el Elmar 50 mm f3,5 retractil. Tantas y tantas cámaras Leica para montura de rosca L39 fueron vendidas con variantes de este objetivo desde 1925 hasta que con la llegada de la montura M de bayoneta M en 1954, los avances en los diseños y en los vidrios ópticos y la demanda de ópticas más luminosas hizo que fuera poco a poco abandonado, aunque se mantuvo en catálogo con una variante de apertura f2,8. Mi ejemplar está asociado a mi Leica IIIf. Probablemente ambos fueron vendidos como un kit conjunto, y como tales han permanecido. El número de serie de la cámara lo datan de 1951. Y salvo por su limitada luminosidad y la mala disposición del ajuste de la apertura, siendo ya una óptica revestida, da unos resultados sorprendentemente buenos para una óptica de hace 72 años, con un diseño de hace casi 100 años.
Poca gente apreciará defectos en la imagen cuando el objetivo cierra a f8. Probablemente desde f5,6. Siendo perfectamente utilizable a plena apertura. El esquema óptica parece el de un Tessar, con cuatro lentes en tres grupos. Pero los listos dicen que no es un Tessar, ya que la apertura está en distinta posición dentro del esquema óptico, y la naturaleza de los vidrios usado y la curvatura de sus superficies es diferente. Es una evolución del Elmax 50 mm f2,8, que tuvo una vida escasa en los años 20 del siglo XX, que tenía cinco elementos en tres grupos. Las fotografías del encabezado y las de los cuatro parejas primeras de la entrada están hechas con este objetivo sobre Kodak Portra 160.
Cuando compré la Leica CL en el año 2000 o 2001, siempre olvido la fecha exacta, lo hice con su Summicron-C 40 mm y su Elmar-C 90 mm. Pero en una visita a París en septiembre de 2003, en una de las muchas tiendas de fotografía que había en el boulevard Beaumarchais, todavía quedaban unas cuantas la penúltima vez que estuve por allí en 2014, en 2019 no pude acercarme, vi un ejemplar de Canon S 50 mm f1,8 para rosca L39 en buen estado y a un precio razonable. Lo compré junto con un adaptador para montarlo sobre montura M. Cuando se hace tal cosa, el telémetro de la cámara queda acoplado al mecanismo de enfoque del objetivo y es plenamente funcional. Hay que recordar que Canon copió con el permiso de los vencedores de la guerra mundial los diseños de Leica, por lo que sería una réplica más o menos encubierta de los Summicron 50 mm f2, con seis elementos en cuatro grupos.
Estos diseños eran similares a los Planar de Carl Zeiss, que permitían una ópticas más luminosas que los Tessar. Con el tiempo se impusieron en todas las marcas fotográficas, y aun ahora hay muchos objetivos contemporáneos a la venta basados en estos diseños. Sin embargo, tardaron en imponerse. Frente a los Tessar, por su mayor número de superficies aire-vidrio, eran mucho más propensos a los reflejos internos y a las pérdidas de contraste, por lo que no se popularizaron hasta que se generalizaron los revestimientos de las lentes. El Canon S 50 mm f1,8 para montura de rosca L39 de 1956, como el que yo tengo, tuvo una versión anterior bajo el nombre de Serenar 50 mm f1,8, de 1951, aunque básicamente era lo mismo, pero con diferencias estéticas. Y aun tuvo alguna versión más en 1958. Es posible que hubiera una evolución no declarada en la composición de los vidrios, que irían mejorando sus prestaciones. Y su diseño básico perduró en muchos Canon 50 mm f1,8 hasta llegado el siglo XXI en sus cámaras réflex y sin espejo con montura RF. Mi Canon RF 50 mm f1,8 STM tiene un esquema de 6 lentes en cinco grupos, frente a las 6 lentes en cuatro grupos del objetivo de hace 65 años, y una de las lentes tiene una superficie aesférica, pero ambas se basan en el diseño Planar básico.
También tienen unas prestaciones ópticas muy interesantes, y se puede usar sin problemas por encima de f4. Sin embargo, en las aperturas más amplias sufre algo más, con pérdidas de contraste importantes cuando la luz le llega frontalmente. O laterofrontalmente. Pero con resultados aprovechables en muchas ocasiones. Está muy sólidamente construido. Y la posición de su mando de aperturas hace que se pueda ver por el visor de la cámara y saber en cada momento qué apertura estás usando mientras haces la foto. No tiene el refinamiento de los objetivos Leica, pero se puede usar sin desdoro. La mecánica del mecanismo de enfoque funciona estupendamente. Las fotografías de las tres últimas parejas de fotos que aparecen en esta entrada están hechas con este objetivo. Y si el rendimiento de la fotografía no es tan agradable es porque la luz de las horas centrales del día no es tan favorecedora como la de la caída de la tarde.