Ya comenté en su momento sobre “la compleja cuestión de la compacta digital”… esa cámara que, cuando quieres centrarte en la fotografía digital, te puede servir de respaldo. O que cuando necesitas ir ligero de equipo por cualquier motivo, te sirve para hacer tus fotos cuando viajas, sin el remordimiento de lo que podrías haber hecho con tu equipo viajero habitual, la Olympus OM-D EM-5 Mark III con sus objetivos, o alternativo, Canon EOS RP con sus ópticas. Durante mucho tiempo pensé que la alternativa de calidad lógica, aun sacrificando la versatilidad de llevar distintas focales, era la Fujifilm X100V. Pero no es posible comprar esta cámara a un precio razonable. No fabrican las suficientes. Yo creo que no fabrican. Que van sacando sus existencias fabricadas, mientras la cadenas están con otros modelos. Y que cuando se acaben sacará un nuevo modelo y ya está. Y las van sacando poco a poco y se agotan sobre la marcha.
Esto me hizo replantearme toda la cuestión y me llevó a recordar los viajes de hace trece o catorce años, o los que sea, cuando no me importaba hacer viajes cortas, escapadas urbanas, simplemente con una o dos cámaras compactas. Sin más. A París… o a Berlín (creo que fue este viaje a la capital alemana… pero podría haber sido otro)… Así que acabé comprando en enero la pequeña Sony ZV-1. En viajes de un día, llevo tres en lo que va de año, ha funcionado de maravilla. Pero en esta Semana Santa le he pedido más. Y me he ido a Basilea con ella como única cámara digital. Pero bueno hay más cosas que contar.
El viaje surgió en enero. Desde hace unos años tengo un corresponsal en Kreutzlingen, Suiza, junto a la ciudad alemana de Constanza, con quien dialogo sobre fotografía con película tradicional a través de las redes sociales. Es un tío majo. A tal punto que ya me he ido un par de veces a pasar unos días en Constanza, para conocernos personalmente, recorrer lugares majos, y hablar de fotografía. En primavera de 2017 y en el verano de 2018. En ese último viaje, ya fue una cámara para película tradicional mi principal interés. En enero se puso en contacto conmigo y me propuso volver a quedar en esta Semana Santa pasada. En ese momento los billetes de avión a Zúrich tenían un precio razonable y los saqué. Aunque hasta mucho después no determinamos exactamente lo que íbamos a hacer. Finalmente hemos estado en Basilea. De haberlo sabido con tiempo, hubiera volado directamente a esta ciudad, aunque con el coste del desplazamiento en tren desde Zúrich a Basilea incluido, dudo que me hubiese resultado mejor.
En la ciudad suiza fronteriza con la Alsacia francesa y el Baden-Wurtemberg alemán coincidimos con una pareja alemana, conocida de Andreas, un matrimonio de aficionados a la fotografía con película tradicional. Aunque se alojaron en un hotel distinto, lo cierto es que hemos hecho todo el viaje en común. Cada cual con sus equipos preferidos de fotografía analógica, como se le llama ahora. Los alemanes llevaban sendas Leica, él un Leica MP con un Summicron 50 mm, y ella una Leica M7 con un Summicron 35 mm. Andreas suele llevar una Hasselblad 503CW con un Planar 80 mm y un Distagon 50 mm. Y yo me llevé mi habitual Minox 35 GT-E y la recién reparada Plaubel Makina 67. Cuando tenga revelados los rollos de película, iré hablando de estas. Pero como veis… una entretenida partida que ha llamado la atención de otras personas durante todo el viaje. Siendo el caso más característico una señora francesa que también viajaba con una Hasselblad 503CW, con la que nos cruzamos en el puente internacional entre Rheinfelden (CH) y Rheinfelden (Baden). O sea entre dos poblaciones con el mismo nombre en cada orilla del Rin, una en Suiza y otra en Alemania.
Andreas llevaba el teléfono móvil para los recuerdos instantáneos en fotografía digital. Los alemanes compartían una Fujifilm X100F. Y yo llevaba la pequeña Sony ZV-1. ¿Cómo se ha portado? Pues un poco en lo esperado. Obviamente, desde el punto de vista ergonómico, no es lo mismo que llevar una cámara con más empaque. Lo que más he echado en falta es un visor óptico. El pequeño tamaño del sensor de 1″ no ha afectado mucho la calidad de las fotos. Con un sistema de estabilización bastante aceptable, no tan bueno como los de Olympus o Panasonic, pero razonable, cuando ha faltado la luz he usado la prioridad a la velocidad de obturación, bajándola a unos valores que me permitían usar ISO aceptables, sin trepidación. En general, puesto que no permite mucha gestión de la profundidad de campo, la suelo usar en modo P, dejando que la cámara escoja valores de exposición que suelen funcionar. De vez en cuando pulso un botón muy simpático que automáticamente abre la apertura al máximo, y suele venir bien para retratos o primeros planos, con profundidad de campo reducida.
En resumen, con el añadido de las cámaras para película tradicional que viajaban en la mochila, la experiencia no es muy diferente de las de hace unos años, cuando viajaba en viajes de pocos días con sólo cámaras compactas. Pero con una mayor calidad de imagen, por ser un sensor algo más grande, y mucho más evolucionado. Quizá porque mis expectativas eran muy moderadas con esta cámara, dado que los resultados están bastante bien… pues estoy muy satisfecho. Lo cual no hace que deje de pensar que esa cámara del tipo Fujifilm X100V sería ideal,… aunque con otras limitaciones.