Siempre recordaré con mucho cariño mi viaje a Hong Kong en octubre de 2016. Fue un tanto improvisado, pero salió muy bien, me divertí mucho. No faltaron peripecias que terminaron con bien. Y además, pasando el final de una tarde entre tiendas de aparatos fotográficos de segunda mano y ocasión, encontré un aparato que no pude evitar comprar; una Plaubel Makina 67 que parecía en perfecto estado. Un formato medio en un tamaño de negativo que me parece ideal, 56 x 68 mm aproximadamente, con una relación de aspecto 5:4, como las placas de gran formato, que dan lugar a unos negativos suntuosos, llenos de información y detalle, incluso si usas sensibilidades altas y revelados forzados. Pero la cámara, aunque en muy buen estado aparente… había estado parada mucho tiempo. Y algunos materiales estaban deteriorados, como los del fuelle de extensión, por lo que hube de remitirla al servicio oficial de la marca en Fráncfort, Alemania.
Llegó devuelta de Alemania con un aspecto todavía más estupendo, y la seguí disfrutando. Pero en un rollo de color realizado en el museo de Zaragoza, volvió a presentarse una avería. Con toda probabilidad un problema en el obturador, que es uno de los elementos más importantes de un sistema fotográfico. En este caso, un obturador Copal de tipo central integrado en el excelente objetivo Nikkor 80 mm f2,8. Y me encontré con otro problema. Una semana antes, el servicio oficial en Fráncfort anunció su cierre. De los servicios de reparación disponibles en Zaragoza no me fiaba. Así que decidí que, cuando tuviera ocasión, lo llevaría en persona a algún buen servicio técnico en Madrid o Barcelona, de los que tienen buenas referencias. Por recomendaciones externas, me comentaron que los mejor sería Casanova Foto. Pero entre unas cosas y otras, sumando pandemias y otros impedimentos, han pasado casi cinco años hasta que la llevé a ese servicio técnico el día 6 de marzo, festivo en Zaragoza, pero laboral en Barcelona. Y en un par de días estaba reparada, y poco después en casa dispuesta a realizar fotografías.
Desde que la recibí la he usado ya en diversas ocasiones. En total cuatro rollos de diverso tipo. Pero hoy os hablaré del primero, con el que hice la prueba que me quitó el miedo del cuerpo ante nuevos problemas. Para ello, usé un rollo de Kentmere 100 en formato 120 de los que compré en diciembre por la curiosidad de probar esta película en este formato, y la expuse en un pase por el centro de Zaragoza a un índice de exposición 64, como recomienda el fabricante del revelador SPUR Acurol-N, para luego revelarlo en este químico en una dilución 1+70 durante 10 minutos a 20 ºC. Sin problemas. Buen resultado. Digitalizado como de costumbre en la Olympus OM-D E-M5 Mark III. Para hacer honores al gran tamaño del negativo, en modo de alta resolución, obteniendo, una vez recortado lo que sobra, unos ficheros de 65 megapíxeles aproximadamente, con gran definición de detalles y grano inaparente. No hizo falta el objetivo macro en la cámara. Con el 12-40 mm a una focal de entre 25 y 35 mm, sin distorsión, diafragmado a f5,6, fue suficiente.
Las cosas que importan fueron bien. El obturador parece preciso. Con el fotómetro incorporado en la cámara, que ofrece una medición parcial, casi puntual, se pueden hacer mediciones de la luz y el contraste razonablemente precisas. Y los diez negativos quedaron bien expuestos. Incluso en condiciones de contraste apreciable. La luz escasa en algunos lugares condicionó apertura amplias y escasa profundidad de campo. Pero donde enfoqué, quedó nítido. Incluso a la distancia mínima de enfoque, entre 90 cm y 1 metro, por lo que el telémetro de la cámara está bien calibrado y funciona sin problemas. Tiene una gran base, por lo que se puede usar a f2,8 sin problemas. En fin… que todo estaba bien. Y suspiré relajado. Espero que la felicidad dure mucho tiempo. Os iré presentando nuevas experiencias poco a poco con esta cámara que tantas ganas tenía de volver a tener operativa.