Aunque ya había sido anunciada hace unos meses, a mediados de febrero de este 2017 salió al mercado una nueva pelicula en blanco y negro. Algunos dicen que es el primer desarrollo original en este campo en los últimos diez años, ya que otras novedades en el mercado en este periodo de tiempo no serían más que evoluciones o adaptaciones de productos ya conocidos previamente. Pero la firma francesa Bergger, que ya venía fabricando papel sensible y película para gran formato, ha desarrollado y sacado a la venta esta Bergger Pancro 400, con características a priori interesantes, para formatos 135 y 120.
Si alguien ha pulsado el enlace anterior, comprobará que dirige a la versión de formato 120, para cámaras de formato medio, que es la que encargué para probar esta película. El primer rollo lo expuse a la luz del día, al caer la tarde pero todavía con sol, hace unos días, con la Fuji GS645S Wide Professional, que me ofrece la posibilidad de obtener hasta 15 negativos de 6 x 4,5 cm (en realidad 56 x 42,5 mm aproximadamente).
Como se puede deducir de su nombre, se trata de una película sensible a buena parte del espectro visible, desde el violeta hasta el rojo, aunque siempre la sensibilidad a este color está un poquito limitada. Pero para esta primera prueba a la luz del día no tiene mayor trascendencia. La sensibilidad nominal es de ISO 400/27º. Y nos informan de que tiene dos capas de emulsión sensible, una de bromuro de plata y otra de ioduro de plata, con distinta tamaño de grano, y que deben servir para aumentar la latitud de exposición de la película. La película incluye también una capa antihalo.
Bergger nos ofrece unas indicaciones muy concretas para el procesado de esta película. La película debe ser atemperada antes del revelado en un baño de agua a la misma temperatura del baño de revelado. Al menos un minuto, pero si utilizamos alguno de los reveladores específicos de la marca nos habla de cinco minutos a una temperatura de un grado superior a la del revelador. No es el caso. En cualquier caso, si para algo sirve este baño de atemperado es para llevarse consigo la capa antihalo de color verdoso.
He utilizado mi fiel Kodak HC-110. Nos ofrecen una tabla para los tiempos de revelado con los reveladores más habituales. En el caso del HC-110, 9 minutos a 20 ºC en dilución B (1:32), con los ritmos de agitado habituales. En mi caso, medio minuto de inversiones del tambor iniciales, y cuatro inversiones no excesivamente enérgicas cada minuto. Ofrecen también una tabla de equivalencias en tiempo según la temperatura del revelador, manteniendo las características de contraste y granularidad. Para mi rollo, como de entrada conseguí del grifo una temperatura de 23 ºC clavados en mi termómetro, decidí adaptar el tiempo de revelado a 7 minutos, sin molestarme en bajar la temperatura del revelador. Sin problemas.
La única precaución extra que nos aconsejan es que aumentemos el tiempo de fijado hasta los 6 minutos, usando los fijadores rápidos habituales. Los tiempos habituales aconsejados para la mayor parte de las películas son entre 3 y 5 minutos. Yo suelo dar 4 minutos.
Una vez secados los negativos, mi primera impresión fue un poco escéptica. Había realizado las mediciones con mucho cuidado. Alguna de las escenas, véase la primera de las fotografías de este artículo, presentaban un contraste notable. El revelado lo hice con mucho cuidado, siguiendo escrupulosamente las instrucciones. Sin embargo, mi primera impresión fue de negativos muy "transparentes", como si se me hubiesen quedado subexpuestos. No tenía claro cuánta información iba a obtener en las sombras en alguno de ellos.
El digitalizado de los negativos, como suelo hacer con el medio formato, lo hice con el escáner Epson Perfection V600 Photo, con el software Epson Scan.
A partir de ahí empezaron a llegar las noticias positivas. A pesar de ese aspecto de negativo subexpuestos, la información estaba allí. Los negativos se digitalizaron todos sin ningún problema, a archivos TIFF de 16 bits por píxel, y los ficheros resultantes tienen abundancia de información tanto en las sombras como en las luces. Y a pesar de eso, los negros son profundos, aunque sin perder detalles. De acuerdo a lo que he podido leer en algún otro sitio donde han experimentado con la película, merece la pena ser expuesta de forma muy fina, a esos 400 ISO nominales, sin dejarse llevar por la tendencia a la sobreexposición que nos permite asegurarnos de que las sombras están a salvo. La película encaja unos contrastes notables, manteniendo materia tanto en luces como en sombras.
Además, el grano es muy contenido para la sensibilidad de 400 ISO. Desde luego, mucho más discreto que lo que consigo con las Kodak Tri-X e Ilford HP5 Plus.
Lo cierto es que los resultados obtenidos con este primer rollo de película me han gustado mucho. Las imágenes digitales que se ven en pantalla, salvo que se observen en una buena pantalla bien calibrada pueden no hacer justicia en las fotografías. He impreso en papel de alta calidad un par de fotografías, y hacía tiempo que no conseguía en casa unas fotografías en blanco y negro con un aspecto tan convincente.
Las fotografías presentadas, una vez digitalizadas, han sido procesadas en Adobe Photoshop Lightroom, pero con un mínimo de ajustes. Ajuste del punto negro, del blanco y poco más. Prácticamente son tal cual salieron del escáner. Las que han sufrido alguna modificación más intensa, aunque con moderación, son la primera y la última, en las que he aumentado la claridad del conjunto para obtener los detalles que conserva la fotografía tanto en sombras como en las luces, pero que por elevado contraste de las fotografías no se apreciaba. Pero estaba ahí. Y han salido sin que hayan aparecido artefactos en la fotografía debido al tratamiento digital.
Esta película me está gustando mucho. Os presentaré pronto una nueva entrada con fotografías realizadas con este tipo de película. Pero con predominio de la luz artifical de tungsteno... En breve.
En 1888, George Eastman registró la marca Kodak y diseñó y lanzó al mercado una sencilla cámara, como un cajón, con un rollo de película incorporado en el que se podían hacer 100 fotografías circulares, con un sencillo menisco como objetivo, con el lema "usted apriete el botón, nosotros hacemos el resto". Se trataba de extender el uso de la fotografía, reservado hasta ese momento a equipos aparatosos y profesionales o aficionados con posibles, a todo el mundo. O por lo menos a una parte más amplia de la sociedad.
En 1900, Eastman Kodak lanza al mercado la primera de muchas cámaras que llevarán el nombre de Kodak Brownie. La ventaja con respecto a las anteriores era su bajo costo, y la posibilidad de cambiar el rollo de película sin necesidad de entregar todo el aparato para su recambio en fábrica o en un taller especializados. El propio aficionado podía cambiar el rollo con facilidad. Distintos formatos de película fueron usados a lo largo del tiempo:117, 127, 120, 620... incluso el diminuto 110 tuvo su Brownie.
En 1902, por ejemplo, se lanzó al mercado la Kodak Brownie Nº 2, que estuvo en el mercado hasta 1935, y que en lugar de las fotografías cuadradas de su antecesora proporcionaba las más grandes alargadas del formato popularmente conocido como 6 x 9. Durante muchos años, en una campaña con un componente indudablemente sexista, se popularizó el concepto de las Kodak Girls, puesto que estas cámaras eran tan sencillas que hasta una mujer joven, una chica, las podía usar. Y fue una campaña con éxito. Os dejo a continuación un ejemplo de cómo una de estas "chicas Kodak" que viajaba a borde del Carpatia fotografió las consecuencias del hundimiento del Titanic con una Brownie Nº 2 pocas horas después de la catástrofe.
No tenía hasta el momento ninguna cámara de estas en mi pequeña colección de cámaras para película tradicional. Me refiero al concepto, la cámara sencilla de cajón, y la forma. No a una marca en particular. Es fácil encontrar Brownies de los años 50 y 60 en los mercadillos y rastros, pero con el inconveniente de que Kodak optó en su momento por el formato 620 de película, muy similar al 120, pero que sólo ellos comercializaron. Así que hoy en día no funcionan si no es con adaptaciones molestas de los ejes de avance de la película.
El caso es que hace unas semanas me encontré con una oferta interesante. Una Agfa Synchro Box de los años 50, en estado impecable, con bolsa e instrucciones originales por poco más de 20 euros. Os la presento.
Con una bonita decoración art decó, tenemos una caja de metal, con un objetivo que es un simple menisco que equivale aproximadamente a una focal de 105 mm. La cámara carga película de formato 120, para 8 negativos de aproximadamente 56 x 88 mm. Grandes y poderosos. Hay dos visores, una para el formato vertical y otro horizontal, que dan un aspecto de "ojos" al frontal de la cámara, que producen una imagen invertida y que convierte el acto de encuadrar la fotografía en un arte relativamente impreciso.
Tiene un sistema deslizante de tres aperturas. Un amplia que puede estar entre f/8 y f/11, otra reducida que sería entre f/11 y f/16, creo que el manual dice que es f/16, y otra similar a la primera pero con un filtro amarillo, útil como veremos para aumentar el contraste en fotografías en blanco y negro.
Dispone de un obturador con una única velocidad de obturación, que hay quien sitúa en 1/50 segundos, pero dada la facilidad con la que se producen las fotografías trepidadas si no tienes cuidados, es muy probable que esté más bien en los 1/30 segundos. Por lo tanto, el disparo es una operación delicada. Tiene también posición B, para exposiciones prolongadas, rosca para cable disparador, que yo recomiendo usar porque hace que haya menos probabilidad de trepidación, y un par de roscas para montar el trípode.
El objetivo, que como he dicho es un menisco, muy sencillo, tiene todo tipo de aberraciones, y por lo tanto la nitidez es baja. Probablemente sufre dosis apreciables de aberración cromática, esférica y astigmatismo. La calidad en las esquinas es terriblemente mala. Y las esquinas empiezan mucho más cerca del centro de lo que estamos acostumbrados con el material moderno.
El foco es fijo, se supone que está pensado para un enfoque en la hiperfocal, con nitidez entre 3 metros e infinito, siempre que contemos con ampliaciones pequñas de las fotografías. Con casi 6 x 9 cm de negativo, muchas de estas fotos se positivaban por contacto, y por lo tanto la nitidez resultaba aceptable para una foto que se podía llevar en la cartera.
El contraste es limitado, y la resistencia al contraluz floja, pero superior a lo que yo pensaba.
El primer carrete con el que la he usado fue un Ilford XP2 Super de 400 ISO que tenía suelto por casa, y que para no perder tiempo revelé con un procesado típico de blanco y negro en Kodak HC-110 a pesar de estar pensado para el procesado C-41 similar a la película cromógena de negativos en color. En un día de sol radiante, el resultado fueron negativos extraordinariamente densos, pero que se escanearon sin problemas en el Epson Perfection Photo V600. Aguantan lo que les eches estas películas, especialmente si te "equivocas" del lado de la sobrexposición.
Otra cuestión a tener en cuenta es que hay que acordarse de pasar la película, porque si no el riesgo de dobles exposiciones es muy alto. Me ha pasado en dos ocasiones. Si luego, por azar, los resultados quedan simpáticos o no, es otro cantar.
Como el socarrón de los negativos con 400 ISO fue excesivo, hice otra prueba con película Ilford FP4+ de sensibilidad nominal 125 ISO. Hay que tener en cuenta que en la época en que se fabricó esta cámara, los años 50 del siglo XX, la sensibilidad habitual de las películas estaba en torno a los 50 ISO. Por lo tanto, con un diafragma f/16 y obturación de 1/30-1/50 segundos, es lo adecuado para exponer a pleno sol. Con la posición en filtro amarillo, la pérdida de luz por el filtro se compensaba con el mayor diámetro de la apertura. Y con la máxima apertura sin filtro amarillo era una posición idónea para fotografiar con nubes. En interiores, se podía usar flash, tiene un contacto para sincronizar, es la especificidad de este modelo, el más avanzado en cámaras de cajón, o la posición B del obturador.
En la prueba con la FP4+ realicé la misma foto, en un día de sol radiante, en dos posiciones. Con la apertura cerrada al máximo, o con la apertura con filtro amarillo. Según las instrucciones de la cámara, se debería esperar una mayor nitidez de las fotografías con la apertura cerrada al máximo. Por el aumento de la profundidad de campo. Pero lo cierto es que no he notado mucha diferencia, salvo quizá en algún objeto situado en primer plano, y el mayor contraste que produce el filtro amarillo hace que haya preferido sistemática esta versión de las fotos, que son las que os pongo aquí de preferencia. Sólo la del muñeco de las letras corresponde a la versión de apertura mínima.
La nitidez es muy baja. Las fotografías son aprovechables sólo con ampliaciones muy limitadas de las fotografías. Ni pensar que por el hecho de tener un negativo de 6 x 9 vamos a poder ampliar a lo grandes. Se pondrían muy de manifiesto todas las aberraciones del sencillo menisco que tiene como objetivo. Además, encuadrar correctamente es difícil, por lo que para que las fotos aparezcan correctamente equilibradas hay que recortar y enderezar una vez digitalizadas.
¿Qué sentido tiene por lo tanto usar una de estas cámaras? Pues el de despojarse de todo lo superfluo para fotografiar con lo esencial, como un ejercicio de creatividad en el que tienes que pensar cómo conseguir una imagen que pueda tener su interés dadas las limitaciones inherentes de la cámara. Estamos demasiado acostumbrados a cámaras que hacen tan sencillo hacer la foto que eso hace que el número de fotografías absolutamente banales que realizamos es enorme. Con una cámara así, con sólo ocho disparos por carrete y teniendo que trabajar en contra de los limitaciones del aparato, estamos obligados a pensar. Y a crear. Ted Forbes lo explica mucho mejor que yo en el vídeo que os dejo para terminar. Eso sí. Sólo lo tengo en inglés. Y que traducido se titula "El reto de las cámaras baratas".
La primera de las recomendaciones de esta semana es la que ha decidido cómo voy a acompañar fotográficamente esta entrada dominical. En Yorokubu nos hablaban hace unos días del proyecto de la fotógrafa norteamericana Jade Doskow, Lost Utopias, en el que recorre con su cámara los restos abandonados de antiguas exposiciones universales o internacionales. Algunos de esos "restos" se han ganado su permanencia y su admiración permanente, como la torre Eiffel en París o el Atomium en Bruselas, pero no es infrecuente que queden como olvidados restos oxidados y abandonados de algo que pudo ser y no fue. En mi ciudad, en Zaragoza, tuvimos en 2008 una exposición internacional que también nos dejó una serie de infraestructuras características. Con la crisis económica y financiera que surgía al mismo tiempo que se celebraba la exposición, algunas de esas infraestructuras han tenido utilidad, algún puente, parques, algunos edificios, un acuario fluvial,... pero otras son cáscaras vacías por muy emblemáticas que se consideraran o se consideren.
Recogidas con cámaras de pelicula tradicional en el último año, aparecerán en esta entrada algunos de esos paisajes.
Hace unos días dedicaron una serie de artículos en L'Oeil de la Photographie a Erwin Blumenfeld. Llegado a Estados Unidos en 1941 huyendo de los nazis que imperaba en su país natal, Alemania, y que estaban llevando la guerra y la destrucción por toda Europa, pronto se consolidó como uno de los fotógrafos más imaginativos y elegantes del mundo de la moda, con un maravilloso uso del color. No me suele atraer mucho la fotografía de moda, pero Blumenfeld me gusta mucho, especialmente desde que tuve la ocasión de ver una exposición dedicada a él en París hace unos años.
El fin de semana pasado se celebró la entrega de los Óscar. Dejando de lado el excesivo impacto, desmesurado podríamos decir, que tuvo el error en la entrega de premios, lo cierto es que el evento ha dado lugar a unos cuantos artículos en los que la fotografía se une al cine.
Una de las candidatas a mejor actriz, y que en mi opinión hizo un trabajo tan merecedor del primer premio como la ganadora, fue la británica Ruth Negga. En AnOther Magazine nos muestran una serie de fotografías de la actriz realizadas por Collier Schorr, de stilo clásico, en un bello blanco y negro que sacan partido de la belleza natural de esta bella actriz de origen etíope e irlandés.
En American Photo nos muestran el trabajo de Mark Seliger para Vanity Fair con los retratos de los intérpretes ganadores de los Óscar con sus estatuillas y a otros protagonistas de la gala posando en una de las fiestas posteriores a la ceremonia de entrega de los premios. Color muy elegante y sobrio, con ciertos toques de decorado art deco, para destacar a estos protagonistas de la noche.
Algo más de profundidad tiene el artículo que dedicaron en Lens Culture a la cinematografía de Moonlight, película ganadora del premio gordo. Aun que no del premio a la mejor dirección de fotografía, que se fue a la colorida La La Land. En cualquier caso, además de mostrarnos algunos ejemplos de la excelente cinematografía de la película, nos muestran algunas de sus influencias fotográficas, como los trabajos de Viviane Sassen o los de Earlie Hudnall Jr.
Si ya hemos comentado la relación entre fotografía y cine en los párrafos anteriores, no hay que negar tampoco las que mantiene con otras artes. A distintos niveles.
Por ejemplo, en otro artículo de AnOther Magazine tratan de descodificar el estilo personal de la pintora norteamericana Georgia O'Keeffe, todo un carácter y un personaje, una de las artistas más importantes del siglo XX. Y lo hacen a través de los retratos que sus amigos fotógrafos le hicieron a través de su vida, más posados o más espontáneos, eso hasta punto da igual. Alfred Stieglitz, Ansel Adams, Todd Webb o Bruce Weber son algunos de los ejemplos de estos excelentes fotógrafos.
En otro extremo, es el propio artista plástico el que utiliza la fotografía para usarla en su obra o para documentar su obra. En L'Oeil de la Photographie nos mostraban hace unos días las polaroid de Duane Hanson en las que recoge sus esculturas hiperrealistas de gente corriente, pero también se sirve de ellas para adquirir ideas para el desarrollo de estas obras. Forman parte, de alguna forma, del proceso creativo del escultor.
Lo digo y lo repito con frecuencia en estas páginas. La fotografía en color me gusta tanto como la fotografía en blanco y negro, y me parece tan capaz como esta de conseguir grandes resultados. Sin embargo, eso no fue una verdad admitida durante mucho tiempo, y por ello admiro y me gusta contemplar la obra de los precursores coloristas.
La tribu de los Nuba en el sur de Sudán, fue objeto del interés de distintos fotógrafos en la segunda mitad del siglo XX. Es relativamente conocido el trabajo de Leni Riefensthal, cuando tras abandonar el cine como consecuencia de su caída en desgracia por su colaboración descarada con el régimen nazi, intentó rehabilitarse mediante la fotografía y un interés etnográfico. Pero antes que ella, fue George Rodger, como nos informa en Magnum Photos, uno de los pioneros en acercarse a la región de Kordofán para fotografiar a esta interesante etnia, hoy en día en peligro por los conflictos violentos que asuelan esta parte del mundo. Y utilizar el color a finales de los años 40 lo convierte en uno de los pioneros de estas técnicas a tener en cuenta.
Conocía ya el trabajo de Gordon Parks, uno de los fotógrafos afroamericanos más comprometidos con los temas relacionados con el movimiento de los derechos civiles, aunque principalmente lo he asociado siempre al reportaje en blanco y negro. Pero como podemos ver en L'Oeil de la Photographie, Parks, que también hacía la fotografía de moda y se movía en el mundo de las artes, dominó también con maestría el color, y es realmente interesante conocer esa parte de su obra.
Y vamos con un poco de miscelánea.
En verano de 2012 hice un viaje breve a Ginebra, desde donde conocí algunas de las localidades y de los paisajes de la llamada Riviera Suiza, a orillas del lago Lemán. Un lugar absolutamente privilegiado desde muchos puntos de vista. Pero en FotoRoom podemos ver el interesante trabajo de Elsa Guillet, una joven fotógrafa natural de esa región, que no puede evitar reflexionar entre los distintos mundos que representan esos paisajes. El de los ricos y ociosos que disfrutan de las belleza y encantos del lugar, y la de los trabajadores que se ufanan para salir adelante y para servir a los anteriores. Y reflexiona con fotografías, que es lo suyo.
Sonia Sieff, la hija del desaparecido y celebrado Jeanloup Sieff, está siguiendo los pasos de su padre y se ha hecho fotógrafa. Hace un par de años ya lo comprobé en una pequeña exposición en París donde se mezclaban los trabajos de padre e hija. En L'Oeil de la Photographie han publicado un artículo a propósito del primer libro de Sonia Sieff. Y se confirma lo que ya percibí. Aunque sigue con los temas del padre, fotografiar a la mujer de forma sensual y de la forma más natural posible, sus fotografías son correctas pero no llegan a la intensidad de las de su progenitor.
Finalizaremos con otro reportaje que nos llega desde L'Oeil de la Photographie, esta vez dedicado al trabajo de Marco Scozzaro, italiano radicado en Nueva York, que mezca la fotografía con la inclusión de elementos digitales en sus fotografías. Pero sin estridencias, y aportando elementos estéticos y conceptuales a las imágenes. Y al mismo tiempo planteándonos dónde empieza o termina la fotografía, y dónde y cuándo hablamos de otras técnicas artísticas. O incluso, si eso es importante.
Lynsey Addario es una fotógrafa norteamericana, nacida en Nueva Inglaterra de ascendencia italiana, que ha dedicado la mayor parte de su vida profesional al fotoperiodismo, especialmente a cubrir regiones en conflicto, incluyendo guerras y revueltas de todo tipo. A lo largo de su carrera ha sido disparada, ha sufrido algún accidente de circulación grave, y ha sido retenida contra su voluntad, o secuestrada según como lo vea cada cual, en dos ocasiones, en una de ellas, en Libia con grave riesgo para su integridad personal.
En el lado de las experiencias positivas, ha recibido varios premios importantes, de los cuales el más famoso es el Premio Pulitzer en 2009 en compañía del conjunto de la plantilla del New York Times, por su cobertura de los conflictos en las regiones fronterizas de Pakistan con Afganistán. A pesar de lo que se lee por ahí en ocasiones, no se le concedió el premio por ninguna de las dos categorías fotográficas que existen.
Entre los medios de más prestigio para los que ha trabajado están The New York Times, The New York Times Magazine, Time, Newsweek y National Geographic. Lo cual da una idea de su nivel.
El libro que aquí nos ocupa se titula en el original en inglés de forma distinta que en su edición en castellano para España. <i>It's What I Do</i> (Es lo que hago) no tiene nada que ver con En el instante preciso, oportunista título que pretende asociarlo todo a la filosofía de Cartier-Bresson. Pero que no es de lo que va el libro. Tras unos capítulos en los que la fotógrafa nos cuenta el entorno familiar y social en el que transcurrió su infancia, así como sus primeros escarceos con la profesión en su juventud, se centra en el grueso de su vida profesional que está vinculado a la evolución del mundo tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en lo que la administración encabezada por George W. Bush llamó War on Terror (guerra contra el terrorismo o guerra al terror). Addario desarrolló su trabajo en muchos de los escenarios relacionados con este conflicto armado.
Como periodista, Addario es fotógrafa, no redactora. Por supuesto, tiene un nivel cultural razonablemente alto, con formación universitaria, pero cuando te enfrentas a este tipo de autobiografías siempre te planteas la duda sobre si está escrita por el supuesto autor o por un "negro". No me parece el caso, la sensación global es que es la propia autora, que probablemente habrá recibido las correspondientes correcciones, la que traslada de su puño y letra sus recuerdos, sensaciones y pensamientos. La redacción del libro destila un cierto grado de ingenuidad en muchos de sus pasajes. Incluso, hasta cierto punto, en los más duros y difíciles. En cualquier caso, el libro tiene una estructura de manual. Comienza por relatarnos un episodio reciente e impactante para agarrarte a la historia, que nos deja sin concluir, para luego recurrir a un flashback general recorriendo toda su vida hasta que retoma en su momento ese episodio impactante con el que empieza. Muy típico en los relatos literarios y cinematográficos de hoy en día, especialmente los que proceden de Norteamérica.
Desconozco si se debe al carácter y personalidad de la propia autora, o si es una adaptación a un público general, especialmente el norteamericano, que en general parece recibir mejor este estilo de cierta ingenuidad, que a mí particularmente a ratos me decepciona un poco. Una mujer profesional de sus características, tan bregada durante tantos años en situaciones de conflicto, la imagino algo más dura. Pero puedo equivocarme.
Para dar un tono humano a su historia, va combinando su relato sobre su vida profesional con apuntes sobre su vida privada, especialmente sobre sus relaciones de pareja. La presencia de algún capítulo que exponga la dificultad de conciliar la vida profesional con la de relación me parece justo e incluso necesario. Pero determinados detalles de lo que nos cuenta sobre sus relaciones personales me parecen respetables, pero poco interesantes.
Yo he leído la versión electrónica del libro, y a este respecto tengo que recomendar que si se opta por este medio, se haga en un dispositivo con calidad de visualización elevada, e incluso en color. El libro está ilustrado con una cierta abundancia de fotografías de la propia autora o a la autora, aunque no es un libro de fotografías, que ganan con una correcta visualización.
Aunque he vertido algunas críticas sobre el estilo y el contenido del libro, no nos equivoquemos. El libro es muy interesante, y a mí particularmente me enganchó una vez que pasó sus capítulos iniciales de infancia y juventud, que podrían haber estado más resumidos. Creo que nos cuenta hechos y aventuras profesionales muy interesantes, que nos ayuda a comprender mucho mejor lo que es ser fotógrafo o periodista en general de conflictos, y la sensación que desprende el conjunto es de razonable sinceridad y honestidad. Sin durezas y sin acritudes, no esconde sus críticas a las situaciones que se encuentra y a quienes las provocaron, aunque es una ciudadana norteamericana que se cree su condición. Y es consciente que escribe para un público fundamentalmente norteamericano. Por lo tanto, tampoco esperemos dardos envenenados contra las actuaciones de sus gobernantes en el periodo de tiempo que abarca. Que razones en abundancia hay para lanzarlos. Pero no es eso.
El libro debería interesar al aficionado a la fotografía, pero también a quien se preocupe de cómo funciona el mundo actual. Hay que tener en cuenta que en la actualidad los medios cada vez gastan menos dinero en procurar que estos profesionales hagan su trabajo. Addario es una profesional consagrada y seguramente seguirá su carrera, tirará para adelante, o sabrá reorientarla conforme cumpla años. Pero hoy en día son muchos los fotógrafos mal pagados, mal protegidos, principalmente autónomos, que no saben si podrán vender sus fotografías a unos medios que están tomando derivas muy cutres, en los que una mala foto realizada con un móvil por la que no pagan nada les basta, en lugar de confiar en la mirada de profesionales con criterio que llegan hasta el lugar de los hecho.
Pero son muchas las instituciones destinadas a salvaguardar la democracia y las libertades en el mundo que están en crisis. Y la prensa es una de las que peor deriva lleva.
Comentaba hace unas semanas sobre la película Eastman Double-X a propósito de la quedada peliculera al pueblo viejo de Rodén. También comentaba el hecho de que, al haber elegido para ese día unos objetivos un poco particulares, que me iban a dar de todo menos una prueba más o menos "objetiva" de cómo iba la película, íbamos a tener que dedicar un tiempo más a conocernos mutuamente. Bueno, pues ya tengo algo más que decir. Tanto a su sensibilidad nominal de 200 ISO, como forzada un paso, con un índice de exposición de 400.
Decir que hay diversos reempaquetadores de esta película cinematográfica para uso en cámaras fotográficas y que algunos la proponen con una sensibilidad nominal de 250 ISO. Poca diferencia es, pero es.
Vamos a recordar las características de la película por si alguno no había oído hablar de ella y se ha sorprendido al ver el adjetivo "cinematográfica".
En origen, la Eastman Double-X Negative Film 5222 es la película que propone Kodak para el rodaje cinematográfico en blanco y negro, en formato de 35 mm con doble perforación. Como Eastman Double-X Negative Film 7222 existe la misma emulsión pero para formato de 16 mm. Kodak anuncia en sus especificaciones técnicas para esta película una sensibilidad de 250 ISO con luz de día y de 200 ISO con luz de tungsteno. Aunque hoy en día la mayor parte de las películas son pancromáticas y su sensibilidad espectral se extiendes desde el azul hasta el rojo, siempre son algo más limitadas en las longitudes de onda más largas del espectro visible, que son más abundantes en la luz artificial de tonos cálidos de los filamentos de tungsteno, y por ello la película es algo menos sensible en esas circunstancias. De ahí la pequeña diferencia. Es algo que debemos tener en cuenta para la mayor parte de las películas en blanco y negro, salvo para aquellas que tienen una sensibilidad extendida hacia el rojo e incluso el infrarrojo, como la Rollei Superpan 200 Pro que también estuve probando hace unas semanas.
La luz artificial de los escaparates puede ser por ejemplo un lugar donde predomine la luz artificial. Fijaos cómo los negros me han quedado un tanto bloqueados.
Para su uso cinematográfico habitual, Kodak propone usar el revelador D-96, pero la película se puede revelar con cualquier revelador habitual para blanco y negro convencional. Yo utilizo mi habitual y fiel Kodak HC-110, que cunde un montón, dura mucho una vez abierto y da resultados bastante más que aceptables. Además, puedes jugar con la concentración del revelador para revelados más o menos compensadores.
Un domingo, con luz un poco modorra por el nublado que dominaba la ciudad de Zaragoza, expuse un carrete a la sensibilidad nominal propuesta por el reempaquetador de la película para uso fotográfico, que como ya he dicho es 200 ISO. Usé una cámara bastante precisa en la medición de la luz como es la Canon EOS 100, y un objetivo ligero pero bastante nítido a todas las aperturas y especialmente las medias, como es el Canon EF 40/2,8 STM.
Esperaba, por lo que había leído sobre la película, algo más de contraste en los negativos. Pero la verdad es que quedaron un poco planos, y he tenido que ajustar bien los niveles tras el digitalizado de los mismos para obtener unas fotografías con un mínimo de chicha.
Por otro lado, me sorprende comprobar, esto sí que lo había leído en algún otro sitio, que la película tiene un grano más evidente de lo que uno podría esperar para la sensibilidad nominal que tiene. He usado películas con sensibilidades de 400 ISO que aparentaban menos grano que la Double-X.
Unos días más tarde, cogí otro carrete y lo cargué en la Leica M2 calzada con el Carl Zeiss Biogon-C 35/2,8. Una óptica todavía más nítida que la anterior de Canon. Eso sí, la cámara no tiene fotómetro y la exposición hay que estimarla o medirla con un fotómetro de mano o similar. Por ejemplo, con el teléfono móvil y una aplicación dedicada a tal efecto.
La estuve exponiendo a un índice de exposición de 400, para luego forzarla un paso aumentando el tiempo de revelado con HC-110.
Las circunstancias de luz fueron las de la caída de la tarde, con tiempo despejado. Luz un poquito más cálida que durante el día, pero con dominante muy azul en las sombras.
Lo cierto es que no sé si es que estuve poco inspirado o qué me paso, pero la mitad de los negativos me quedaron excesivamente subexpuestos, sin que pareciera que el revelado prolongado hubiera hecho gran cosa. Así que probablemente me equivoqué en muchos de ellos subexponiendo más de la cuenta.
La nitidez de la película se mantenía muy alta, ya digo que el pequeño Biogon de Zeiss es también un objetivo muy nítido, y en los fotogramas con una densidad correcta, aunque las sombras pudieran estar un poco bloqueadas por la subexposición sistemática de al menos un paso, el grano no estaba tan presente como imaginaba viendo los resultados a la sensibilidad nominal.
Dado que el contraste era mucho más rico en estos negativos forzados, quiero pensar que el grano algo excesivo en los expuestos a la sensibilidad nominal de 200 ISO se originó en los ajustes del contraste tras digitalizar los negativos. Que el día que expuse ese carrete la luz era tan modorra que las escenas tenían per se poco contraste, y que aunque la exposición fuera correcta a un índice de exposición de 200, igual les hubiera venido bien un aumento en el tiempo de revelado para aumentar el contraste.
Decir que los negativos de ambos carretes los digitalicé con la Olympus OM-D E-M5 y el Panasonic Leica Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH.
Y si he de resumir la experiencia, aunque aun me quedan un par de carretes que aprovecharé, he de decir que no me acaba de convencer esta película como una opción a las habituales ya conocidas. Pero de todo hay que probar.