Primero, un poco de historia personal. Yo soy un chico de ciencias. Muy de ciencias. El pensamiento y el método científico, sus dosis de sano escepticismo y su necesidad de un proceso ordenado de creatividad y razonamiento, siempre se han adaptado bien a mi forma de ser. Me orientaron en mis elecciones académicas y profesionales, me ayudan a una toma de decisiones rápida y sensata y me resuelven un porcentaje alto de situaciones cotidianas. No desdeño, sin embargo, muy al contrario, las ideas y las formas de trabajar que surgen de las humanidades, de las letras o de las artes. Frente a quienes tienden a contraponer, yo las veo como disciplinas complementarias. Pero voy a ser muy duro. A lo largo de mi vida, me he encontrado con muchos más dogmáticos e intransigentes entre las personas del mundo de las letras y las humanidades que desprecian las ciencias, que en el caso contrario. El escepticismo inherente al pensamiento científico es una vacuna eficaz contra los dogmas y las intolerancias.
Como consecuencia, todo tema relacionado con las ciencias siempre me ha interesado. Y uno de los que más, es inevitable si te planteas la clásica pregunta del ¿qué hago yo aquí?, es mirar al universo e intentar descubrir que es y como funciona. Y para mirar al universo, sólo tenemos que hacer algo. En una noche sin luna, lejos de las ciudades, mirar hacia arriba. Al cielo. Y eso es algo que empecé a hacer muy joven. Tengo un razonable conocimiento del paisaje del cielo nocturno en el hemisferio boreal. A ver cuando encuentro la ocasión para ir a disfrutar del austral.
Curiosamente, a pesar de la afición por la afición que me surge en un momento dado en los años 80 del siglo XX, me costó tiempo asociar ambos centros de interés. Y nunca los he conseguido acomodar juntos; han discurrido de modo paralelo. Con algunos jalones por el camino... por ejemplo, la visita del cometa Hale-Bopp.
El cielo del hemisferio boreal en la primavera de 1997 fue un espectáculo impresionante, con aquel gran competa, el Hale-Bopp, que nos visita cada 2537 años. Con sus dos colas visibles, una azulada, apuntando al sol, otra amarilla, más curvada, y una tercera no visible a simple vista, es uno de los cometas más llamativos de los que se tiene constancia, si no el que más. Tras observarlo en varias ocasiones, me armé de mi Pentax MX, el SMC-M 50/1,7 y un carrete de Fujicolor 1600 y me fui a fotografiarlo en las cercanías de Castejón de Valdejasa. Hoy hubiera elegido un equipo muy distintos y hubiera obtenido mejores resultados, pero el que no sabe... hace lo que puede. Además, el núcleo del cometa estaba muy cercano en apariencia a la constelación de Casiopea, y eso lo hacía más bonito. ¿No lo veis claro? Os lo remarco.
Esto despertó en mi las ganas de hacer fotografía astronómica. Aunque mis conceptos no estaban muy centrados. Lo reconozco. Durante un tiempo acudí con la Agrupación Astronómica Aragonesa a observar en sus salidas nocturnas a Monegrillo. No hice fotos. Me recomendaron que antes de ponerme a acoplar la cámara de una forma u otra a un telescopio, me tenia que acostumbrar a observar con estos instrumentos, y a moverme ágilmente por el cielo. Cuando ya me estaba animando, mi madre cayo enferma y dejé de acudir. A lo que falleció me madre, en 2003, yo estaba con la cabeza en otras cosas. Y la fotografía empezaba a avanzar por caminos muy distintos. De ese año es también mi primera cámara digital.
El caso es que durante más de diez años volvieron a ser dos centros de interés que caminaron por caminos distintos no convergentes.
Hace unos días, José Miguel Aznar (Masjota), un amigo y excelente aficionado a la fotografía, especialmente de naturaleza, propuso en el grupo Fotógrafos en Zaragoza una salida nocturna para la noche del sábado 27 al domingo 28 de mayo. El objetivo era, aprovechando la luna nueva, ligeramente creciente, que iba a aparecer muy tarde en el cielo, ya de madrugada, hacer fotografías de la Vía Láctea.
Vayamos con la primera que hice que me servirá para comentar las circunstancias de la noche.
Tomada poco después de la medianoche en algún lugar de Los Monegros elegido por el elegante pitón rocoso que permitía tener un buen primer plano en el paisaje nocturno, nos muestra que tuvimos un problema de presencia de nubes durante toda la noche. Que además reflejaban la luz de los núcleos de población y hacía que tuviéramos más contaminación lumínica de la esperada.
En cuanto al equipo digital, también me llevé una cámara para película tradicional de la que hablaré después, opté por uno ligero. Que fuese adecuado al trípode de viaje, porque el más grande iba a estar ocupado con la otra cámara. La Olympus OM-D E-M5 era la opción más razonable. Estuve pensando en llevar o el zoom Olympus 12-40/2,8 que me daba más ángulo de visión a 12 mm (equivalente a un 24 mm en formato de 24 x 36 mm) o el PanaLeica 15/1,7, más cerrado (equivalente a un 30 mm en formato de 24 x 36 mm), pero un paso y un tercio más luminoso que el anterior. Al final opté por este. Ambos son buenas ópticas. Pero los 30 segundos que di en esa primera exposición fueron excesivos, y las estrellas no eran puntuales. Pasé a usar durante el resto de la noche una exposición de 15 segundos con el objetivo a f/1,7. Una de las ventajas del micro cuatro tercios es que la profundidad de campo es mayor, y es más fácil conseguir el conjunto enfocado. El inconveniente, más con mi ya veterana cámara, que va a cumplir 5 años, es que el ruido electrónico es más aparente que con otros sistemas de captores de imagen más grandes.
En mi segunda exposición,...
Las cosas mejoraron. Las estrellas aparecían genuinamente puntuales, elegí una porción del cielo que me parecía más limpia de nubes, y la vía láctea estaba ahí presente. Manteniendo cierto interés el suelo del paisaje, gracias a las siluetas de los montes y a las luces de la civilización en la distancia.
Además, me aparecieron dos estelas, que en estos momentos no me siento capacitado para decir si son satélites artificiales o si por ventura alguna de ellas pudo ser un meteorito entrando en la atmósfera terrestre. ¿Quizá la más débil?
A partir de ahí, todo fue ir haciendo pruebas toda la noche.
Poco a poco, con una reflexión razonada de hacia donde apuntar, pero manteniendo los ajustes de enfoque y exposición, fui consiguiendo imágenes de la Vía Láctea en la que esta se veía más claramente. Es cierto que poco a poco comprendí hasta que punto un angular más amplio es interesante para conseguir una visión más espectacular de la misma. Pero ahí estaba. Se diferencian claramente las nubes terrestres, de tono amarillento por la contaminación lumínica de las poblaciones, de las acumulaciones de gases y polvo que se acumulan cuando miramos hacia la regiones centrales de nuestra galaxia, de tonos más azulados.
Por supuesto, es clave para conseguir estas imágenes el procesado posterior, que yo he realizado en Adobe Photoshop Lightroom. Hay que jugar con cuidado y habilidad con los controles de exposición, contraste, claridad y la herramienta "neblina (dehaze)" para ir resaltando la galaxia en la que vivimos sobre el fondo del cielo. Mi versión de Lightroom, que no es la de suscripción, no tiene la herramienta "neblina (dehaze)". Pero conseguí hace tiempo unos preajustes que la replican muy bien. También se puede conseguir con combinaciones de las herramientas "contraste" y "claridad", de los que tengo que tirar en caso de ajustes zonales, que no afecten a todo el conjunto de la imagen. Pero en cualquier caso, este es un ámbito en el que tengo mucho margen de aprendizaje todavía. Y también en el de corregir el color, tema que en cualquier género de fotografía siempre me genera muchos dolores de cabeza.
Esta última imagen tomada con el 15 mm podría haber estado muy bien si no fuera por la impertinente nube que me tapa lo más interesante de la galaxia. Una pena.
Como curiosidad, también llevaba encima mi ojo de pez/tapa de cuerpo de cámara de 9 mm de focal y f/8 de apertura fija. Hice un par de fotos con él, aumentando la exposición a 30 segundos y la sensibilidad a 3200 ISO en lugar de 1600 ISO, para compensar la mucha menor luminosidad. Pero no lo neguemos. Aunque me ha funcionado en algunas ocasiones en modo reportaje, el objetivo es una calamidad óptica y causa unos destrozos en la delicada imagen del cielo nocturno que no te quiero ni contar. Estos es lo más razonable que he conseguido a partir de esta óptica.
Pero como os he contado, hubo otra cámara en juego. Una para película tradicional. Me llevé la Hasselblad 503CX con el Distagon 50/4, un gran angular equivalente a un 28 mm por decir algo en el formato de 24 x 36 mm, y algún rollo de Fujifilm Neopan 100 Acros. Esta película me pareció especialmente adecuada para mis fines por los siguientes motivos. Ofrece unos negros profundos, es de grano muy fino, y se ve muy poco afectada por los fallos en la ley de la reprocidad. Hasta 2 minutos de exposición no se ve afectada, y a partir de ahí sólo hay que corregir el equivalente a un paso de exposición.
El objetivo era obtener paisajes nocturnos de largas exposiciones, con las estelas de las estrellas girando sobre nuestras cabezas. En realidad somos nosotros los que damos vueltas, bajo un cielo relativamente estático, pero estamos hablando de movimientos aparentes. De entrada intenté una circumpolar, apuntando a la Estrella Polar, en la Osa Menor. Tiempo de exposición, 30 minutos. Apertura, f/4. Enfoque, a la hiperfocal, usando la escala de la que dispone el objetivo a tal fin.
Revelada en Kodak HC-110 durante 7 minutos a 20 ºC en una dilución E (1:48), después de digitalizar el negativo he ajustado el contraste un poco. Dejando aparte que al encuadrar a oscuras el horizonte me ha salido más alto de lo que me apetecía, para ser mi primera circumpolar, con un tiempo modesto de exposición, no está mal. Hay una misteriosa línea negra que va de arriba a abajo en el negativo y que desconozco a qué se debe. Sólo aparece en los dos negativos que expuse esa noche.
El siguiente lo hice apuntando aproximadamente al ecuador celeste. En dirección opuesta a la anterior. Idénticos parámetros salvo un tiempo de exposición de 20 minutos en lugar de media hora. Aquí he eliminado esa línea negra con el pincel corrector en Affinity Photo, que es el programa de tratamiento de imagen donde he realizado el procesado posterior a la digitalización. El ecuador estaba un poco más alto de lo que yo pensaba y las estrellas que aparecen son ya del hemisferio austral celeste por lo que la curvatura es inversa a las de la circumpolar.
En líneas generales, teniendo en cuenta que es mi primera noche en serio con este tipo de fotografía, me encuentro bastante satisfecho. Obviamente, me queda mucho margen de aprendizaje. Pero no está mal.
Terminaré con flores. El carrete de Fuji Acros admitía doce exposiciones y sólo hice dos en esa noche. Por lo que el resto lo disparé a mis orquídeas en casa. Os dejo con una de las fotos.
Hace algo más de dos meses publiqué un artículo en estas páginas sobre la Cinestill 800T en su versión para formato medio, en rollos de formato 120. Fue una prueba bastante controlada, en un museo, con iluminación más o menos controlada, sin follón, con tiempo para medir correctamente la luz. Y la cosa fue bastante bien. En las semanas siguientes fui exponiendo otros rollos de los que había recibido por participar en la iniciativa de financiación colectiva para el desarrollo de la película. Y ya yace un tiempo que tenía ganas de completar las sensaciones que tenía sobre la película.
Por ejemplo, en casa, con la cámara sobre el trípode, para la naturaleza muerta o bodegón, con iluminación continua de tungsteno.
Pocas quejas aquí. La situación era parecida a la del artículo sobre las fotos realizadas en el Museo Pablo Gargallo. Expuesta con la Hasselblad 503CX y con medición cuidadosa del motivo, con la luz controlada en todo momento, la principal diferencia radicaba en que los tiempos de exposición eran más largos y que para acercarme a a las orquídeas que constituyeron el motivo principal, hube de usar tubos de extensión. Ambas circunstancias pueden conllevar un riesgo de subexposición. Por el fallo en la ley de la reciprocidad en la exposición cuando los tiempos de obturación son largos y por la luz que se comen los tubos de extensión. Pero midiendo con cuidado, este último factor quedó fácilmente compensado, y a las velocidades usadas, de pocos segundos, el fallo en la ley de la reciprocidad no pareció importante.
Otra cuestión fue salir a la calle con una cámara más pensada para el reportaje, y midiendo sobre la marcha las escenas callejeras.
Todas las fotografías a partir de aquí en adelante están realizadas con la Fujifilm GS645S Wide 60 Professional. Cámara telemétrica de formato 6 x 4,5 cm, con un objetivo fijo de 60 mm f/4. Un objetivo a caballo entre un angular muy largo y un estándar muy corto, focal polivalente propia de reportaje, similar a un 37 o 38 mm en el formato de 24 x 36 mm.
La conclusión es muy sencilla. Mientras a la película le llegue suficiente luz, como en las tres fotografías anteriores, las cosas van bien. Estamos ante una película negativa, y tenemos que recordar que con las película negativas hacemos aquellos de exponer para las sombras. No permitir que estas queden empastadas y sin detalle. Si intentamos recuperar una sombras negras, empezaremos a tener problema de grano, que en principio se mantiene muy contenido.
Ningún problema tampoco con los escaparates a poco que estén uniformemente iluminados.
Pero cuidado con quedarnos cortos de exposición, porque entonces los colores son más difíciles de controlar y el aspecto de las zonas menos iluminadas es más feo o sucio. El revelado me lo han hecho aquí en Zaragoza en Revelatum Revelado Analógico, con mucho cuidado y esmero. Pero donde yo no he dado previamente suficiente luz a la película, milagros el buena amigo Alex no puede hacer. De todas manera, muy buen trabajo.
Con las cámaras como esta Fujifilm, hay que tener en cuenta que disponen de un fotómetro incorporado que no mide a través del objetivo y que mide un ángulo de luz aproximadamente igual o un poco inferior al de la visión del objetivo incorporado en la cámara. Pero son más proclives a errores de exposición que un fotómetro puntual o parcial, o una medición de la luz incidente del sujeto principal. Por lo tanto, en caso de que no se esté tan familiarizado con las características de la medición de la luz, puede ser una medida de precaución ajustar un índice de exposición de 400-500 en lugar de usar los 800 ISO de sensibilidad nominal de la película.
También me he encontrado con otro problema, que ha aparecido en uno de los negativos, y es que pueden aparecer artefactos luminosos debidos a descarga de electricidad estática dependiendo de como sea el sistema de avance la película y las condiciones de sequedad/humedad de la atmósfera.
Aunque hay gente que parece que le hacen ilusión estas cosas, yo creo que cuando estás pagando entre 11 y 15 euros por un carrete de formato 120, que no puedas controlar el resultado de tus fotografías y estés al albur de fenómenos aleatorios es un problema. Espero que en los lotes de producción habitual esto no suceda.
Por lo tanto, estamos como ya preveíamos, ante una película bastante utilizable, una vez que se resuelvan algunos de los problemillas detectados. Como el de la electricidad estática o el de la longitud un poco excesivamente ajustada de la tira de película que comenté en la entrada anterior.
Por lo demás, la película va bien, y ofrece lo que promete. Una sensibilidad alta con un grano contenido para nuestras cámaras de formato medio. Aunque cara, eso sí. Habrá quien prefiera tirar de Kodak Portra 800, una película muy versátil, y que se puede forzar algún paso sin mucho problema. Eso sí, teniendo en cuenta que cuando fotografiemos con luz artificial perderemos algún paso de sensibilidad. Por el filtro corrector, o por que aunque compensemos con un filtrado del color en la copia o digitalización, tendremos que tener en cuenta la distinta sensibilidad para los colores de la película. Un revelado forzado un paso de Kodak Portra 800, supondría haber expuesto en luz artificial de tungsteno como poco a un índice de exposición de 1000. A penas 1/3 de paso más que la sensibilidad nominal de la película, teniendo que forzar en el revelado, como hemos dicho, un paso.
Eso sí... Uno de los negativos de mis carretes de Cinestill 800T 120 fue realizado con luz de día... Y con el ajuste correspondiente en la digitalización no quedó mal. Pero volvemos a lo mismo, en ese caso conviene sobrexponer un paso la película, y para eso ya tenemos excelentes productos como la Kodak Portra 400.
Después de un domingo de descanso en esta sección casi semanal debida a mi viaje por el norte de Italia y por las regiones adyacentes a la frontera germanosuiza, vengo con una nueva edición de mis recomendaciones semanales, muy asociada a este viaje. Aunque habrá alguna cosita más. Lo que pasa es que la noche de este sábado al domingo, trasnochamos mucho para ir a hacer fotografías nocturnas de la bóveda celeste. Y me daban casi las seis de la madrugada cuando me acostaba. Así que he ido todo el día como los zombis. Y además con una novedad fotográfica en la familia de la que os hablaré en unos días. Por ello, he trasladado mis recomendaciones fotográficas al lunes.
Todo ello aderezado con algunas fotografías del viaje.
En los días que estuve de viaje, los cinco primeros me alojé en Milán. En casa de unos amigos muy queridos, que me apetecía ver. En los últimos años, hemos coincidido en distintos viajes por Italia durante mis vacaciones de Pascua, pero este año no pudo ser. Así que lo he compensado haciéndoles una visita. No voy a entrar ahora en mis actividades en la ciudad "meneghina" y sus alrededores, que ya he comentado previamente. Decir que cursé visita al Museo del Novecento, situado en la Piazza del Duomo, adyacente a la majestuosa catedral milanesa. Tratándose de un museo dedicado al arte moderno y contemporánea, esperaba ver alguna muestra del arte fotográfico... pero mi gozo en un pozo. Hasta cierto punto... En las muestras de la colección permanente no había representantes de la fotografía. Pero con motivo de una exposición temporal denominada "New York, New York" sobre arte contemporáneo norteamericano, en el archivo del museo había una exposición dedicada al viaje y estancia del fotógrafo italiano Ugo Mulas, con un interesante libro de fotografías que publicó en el que nos muestra su relación con "The Factory" de Andy Warhol. Por cierto, que no me importaría hacerme con una copia de ese libro, pero sólo he encontrado de momento una, usada, es de 1967, y cuesta más de 1.100 euros. Va a ser que no.
Donde sí que pude disfrutar abundantemente de la fotografía fue en la Fotostiftung Schweiz, oficialmente Schweizerische Stiftung für die Photographie (Fundación Suiza para la Fotografía). Esta es una fundación privada, aunque colabora con los poderes públicos suizos para mantener el Fotomuseum Winterthur, museo de la fotografía de la ciudad de Winterthur, uno de los centros más prestigiosos para la conservación, el impulso y el estudio de la fotografía en Suiza y en Europa.
Voy a explicar la peripecia un poco más despacio. Cuando hace unos meses comprobé que mi Plaubel Makina 67 tenía algún problema que hacía que precisase un paso por un servicio técnico busqué y pregunté en Internet. Y hay trabe contacto virtual con una persona, un aficionado a la fotografía que yo estaba convencido era alemán. No doy sus detalles porque el es una persona muy privada y me pidió expresamente que lo mantuviese en el anonimato. De hecho, me enteré de su nombre, lo conocía por pseudónimo, cuando nos encontramos en Constanza para cenar un día. Pero resulta que no es alemán, sino suizo. Vive en Kreuzlingen, que es la ciudad fronteriza adyacente a Constanza. De hecho, cuando quedamos ese martes a cenar, vino a recogerme a la puerta del hotel caminando, porque le suponía un ligero paseo. Yo le hablé de mi interés por el museo de la fotografía de Winterthur. Y se ofreció a acompañarme. Me preguntó qué iba a hacer al día siguiente, y le hable de mi plan de coger un barco por la mañana para hacer la travesía del Rin hasta Schaffhausen y visitar las cataras del Rin (Rheinfall) en Neuhausen).
Manifestó que, si no me importaba, le gustaría acompañarme. Y así hablaríamos largo y tendido sobre fotografía. Me pareció estupendo. Esta persona es muy privada, pero he deducido que es en gran medida por timidez. Porque es absolutamente encantadora y amable. Así que tras visitar las cataratas, cogimos un tren a Winterthur. Y un poco después de las cinco de la tarde llegábamos al museo en Winterthur. Fuimos afortunados. Era miércoles. Y los miércoles el museo cierra a las 20:00 horas en lugar de las 18:00 horas, lo que nos permitía visitarlo con calma. Y encima, ese día, es gratuito. Que no es barato, habitualmente.
Tiene dos edificios, uno sería el de la fundación y el otro el del museo, aunque hay salas de exposición en ambos. Y un "bistro" muy mono, tienda-librería, etcétera, etcétera, etcétera. Bueno, y la para de trolebús más cercana se denomina "Fotozentrum". Así que no es difícil saber como ir.
Pero vamos a lo importante. Las exposiciones.
La primer que vimos fue una dedicada al fotorreportero suizo Dominic Nahr, bajo el título "Blind Spots", dedicada a lo conflictos en África que han perdido su "interés de actualidad" y permanecen como conflictos ignorados por la mayor parte de la gente y la prensa, aunque con graves consecuencias humanitarias para las poblaciones locales. Mali, Somalia, Sudán del Sur, República Centroafricana,... son algunos ejemplos.
Me gustó mucho, tanto por el compromiso del fotógrafo como por la calidad técnica y estética de la obra, con un dominio del color, de la composición y de la oportunidad excelentes.
En la segunda exposición, "Situations", nos encontramos con presencia española. Entre otros autores, ya que se trata de una colectiva, encontramos a Cristina de Middel, con un trabajo que me recordó mucho a su proyecto Party. Si en aquel partía de los textos de Libro Rojo de Mao Ze Dong para reconstruir la realidad de la población china actual, eliminando párrafos enteros y dejando algunas palabras que formaban frases totalmente fuera del contexto original, en esta ocasión este trabajo lo hace con las primeras planas de grandes periódicos. En los que además, sustituye las fotografías originales por otras cuyo contenido son gatitos, flores o brécol. El tema de la exposición es la falsedad en los mensajes de los medios de comunicación y de los políticos en el mundo actual. Eso que han llamado algunos la época de la "posverdad", no sé muy bien porque no le llaman directamente "época de las mentiras". Los mensajes se maquillan, las noticias que interesan se ocultan y se nos hace creer que vivimos en un mundo diferente. Puro Orwell. El problema es que tienen razón.
Había otros fotógrafos y autores presentando su obra sobre el mismo tema pero con distintos enfoques. Me interesó especialmente el trabajo audiovisual "Cloud Bomb Atlas" de Forensic Architecture, en el que este colectivo evalúa a partir de los vídeos tomados con los omnipresentes móviles, los puntos de impacto de los bombardeos en distintas partes del mundo, y que muchas veces llevan a lo que se llaman "daños colaterales". Es decir, muerte de civiles, a veces equipos humanitarios en hospitales y escuelas, con muerte de niños, por bombas que no necesariamente son lanzadas por los "malos". Con frecuencia son bombardeos de aquellos países que dicen defender la democracia.
Pero sin duda, la exposición estrella del momento es la dedicada al fotógrafo nortemericano Danny Lyon. Con 75 años que cuenta actualmente, todavía está en activo, desde la década de los años 60, en la que es conocido por su profunda implicación y compromiso con el movimiento de los derechos civiles, siendo un defensor destacado de la causa de las comunidades afroamericanas a través de sus fotografías, que tuvieron un impacto real en varias ocasiones. Véase el caso de las adolescentes retenidas ilegalmente conocido como Leesburg Stockade. Un caso como muchos otros que debería avergonzar profundamente a un país como Estados Unidos que en la posguerra mundial se autoproclamaba defensor de la democracia. Y no. Lyon estudió también algunos grupos de la cultura "underground", fue crítico con la guerra, allá donde se produjese, analizó y criticó los destrozos urbanísticos en Nueva York, se involucró con los grupos estudiantiles críticos con el sistema o se introdujo en las cárceles más duras del sur de los Estados Unidos. Desde mi punto de vista, un auténtico defensor de la democracia y la libertad, y un excelente fotógrafo documental. También ha realizado a lo largo de su vida varios cortometrajes.
Con respecto al viaje, no tengo más que decir. Un par de comentarios, aunque sean breves, sobre cuestiones que han surgido en estas dos semanas.
En el blog de Vantage nos hablan de cinco colectivos de fotógrafos, procedentes de centros educativos del Reino Unido, que nos comentan será interesante seguir en los próximos tiempos. Se trata de los siguientes:
Es interesante conocer lo que hace la gente más joven en el mundo de la fotografía.
Finalmente, en Believe In Film, nos hablan del saber aparentemente desaparecido con el colapso de algunas empresas que en su momento fueron importante o lo fueron todo en su campo, y en este caso en el de la fotografía. Es el caso de Eastman Kodak, empresa casi sinónimo de fotografía en otros tiempos y que hoy está convertida en una sombra de lo que fue. Sin embargo, acumuló mucha experiencia y mucho saber, que están en riesgo de desaparecer. Afortunadamente, en internet se pueden encontrar mucchos documentos. En particular nos recomiendan buscar en archive.org los documentos de Eastman Kodak, y nos ofrecen los enlaces a siete de ellos, como ejemplos de documentos de interés. Dada la naturaleza de la página que lo hace, relacionados con el mundo de la fotografía argéntica y fotoquímica. Desde luego, hay para pasarse muchas hora revisando documentos de todo tipo.
Si no recuerdo mal, la última vez que me fui de viaje con una cámara réflex de objetivos intercambiables fue en septiembre de 2009, en una escapada de cuatro días a Lisboa y alrededores. Me fui con la Canon EOS 40D y tres ópticas fijas. Recuerdo el calor que hacía y el dolor en el cuello y la espalda al final del día. Y cómo llegada la tarde prefería hacer fotos con la pequeña compacta Panasonic Lumix LX3 que con la réflex.
Ese mismo verano, precisamente por lo cansado que me resultaba viajar con las réflex de Canon, había probado a viajar por Suiza con un equipo Pentax. La K10D, que compré muy barata de segunda mano, y algunas ópticas fijas y muy ligeras de la marca. Los 10 megapíxeles de aquella K10D competían más que dignamente con los de la EOS 40D. La cámara no era mucho más ligera, algo sí, pero los objetivos sí. Pero por algún motivo, no me llevaba bien con el color que me ofrecía aquella Pentax. Además, en aquel viaje a Suiza, concretamente en una tienda de fotografía de Berna, ya estuve contemplando y admirando una de las primeras Olympus Pen digitales. Pocos meses después adquiría mi primera cámara micro cuatro tercios, y desde entonces no me había vuelto a llevar una cámara réflex digital de viaje. Y mi cuello y espalda, agradecidos.
Por lo tanto, llevaba casi ocho años sin sacar a pasear una réflex digital fuera de las fronteras de nuestro país. O mejor dicho, fuera de las fronteras de Aragón. Eso sí. Siempre he tenido en funcionamiento alguna Pentax digital para aprovechar mis ópticas de la marca, de las que tengo unas cuantas. Siempre compradas a bajo coste, de segunda mano o en "outlets". Mi actual Pentax K-S1 me costó unos 320 euros con un objetivo zoom de kit que no uso. La uso especialmente con el SMC 100/4 Macro, para fotografía de aproximación. Y a pesar de ser una cámara planteada como de baja gama, siempre me ha sorprendido su capacidad par ir tirando y la calidad de su sensor Sony de 20 megapíxeles. Y además, al contrario que aquella K10D, me gusta mucho los colores que ofrece.
Siendo una cámara también de tamaño muy contenido y ligera, he decidido llevármela al viaje que acabo de hacer. En una primera parte del viaje, en Milán y alrededores, donde he estado visitando a unos amigos.
Me la he llevado con los tres objetivos DA-Pentax de la serie Limited que tengo. Tres ópticas muy compactas, 21/3,2, 40/2,8 y 70/2,4, casi dentro del concepto de objetivo "pancake", en las que sacrificas la luminosidad por una ligereza y portabilidad superiores, las llevas en el bolsillo sin enterarte, y que tienen una calidad óptica, en general, entre buena y muy buena, con algún pero.
Su primer fogueo serio durante el viaje fue en una excursión que hice a Bérgamo, durante las horas laborales de estos amigos, antes de volver por la tarde a Milán para pasar con ellos la velada.
Viendo la fotografía del insecto os preguntaréis si alguno de los objetivos es macro. No. No lo son, pero no tienen mala distancia de enfoque mínimo, y con la ayuda de una buena lente de aproximación, que tampoco resulta obstrusiva en el equipaje, te apañas para acercarte bastante, como en esa instantánea obtenida en el jardín botánico de Bérgamo.
Al día siguiente, paseé por Milán, que ya conocía. Llena de gente, la propia fauna humana que habita las calles de la ciudad "meneghina" se convierte en el principal motivo de interés.
No tardé en volver a percatarme de algo que ya sabía, pero que no tenía en mente hasta el momento de empezar el viaje. De los tres objetivos, el angular, ese DA-Pentax SMC 21/3,2 que equivale a un 32 mm en formato de 24 x 36 mm, no hace honor al famoso revestimiento de las lentes que aplica la marca japonesa, y se maneja mal en los contraluces o con puntos de luz intensa en el encuadre, produciendo pérdidas de contraste. Un pena. Pero eso hizo que poco a poco, en lugar de usar como objetivo principal ese angular moderado, que mi costumbre habitual, usase con mas frecuencia el objetivo estándar y el teleobjetivo. Este último el mejor del trío por calidad óptica, sin duda.
No obstante, cuando el sábado salimos todos de excursión al lago de Orta, a visitar la localidad de Orta y la isla de San Giulio, el angular tuvo que trabajar los suyo.
De otros viajes, conocía ya los cuatro grandes lagos de mayor tamaño, Maggiore, Lugano, Como y Garda. En el fin de semana que pasé con estos amigos, hicimos excursiones a dos más pequeños. Uno de ellos, como ya habéis visto, el lago de Orta. Y el domingo, en un día de calor, y mucha gente huyendo de las ciudades, al lago Iseo. En concreto, nos dedicamos a recorrer el Monte Isola, una de las mayores si no la mayor isla lacustre de Europa, creo.
La luz fue dura, muy contrastada, de verano, pero a pesar de eso, las buenas cualidades del sensor de la K-S1 hicieron que absorbiese sin muchos problemas estos contrastes, y al final tener fotos, si no buenas, al menos pasables como recuerdo de la excursión.
Tras estos días en el norte de Italia, en lo que más importante que hacer turismo, que se hizo, era estar con la gente a la que echas de menos por la distancia, cogí un par de trenes, y atravesé por mi cuenta Suiza para llegar a Constanza, a orilla de lago del mismo nombre o Bodensee, en el sur de Alemania. Esta es una ciudad fronteriza, coqueta y tranquila, bonita, famosa por el concilio con el que se dio por terminado el Gran Cisma de Occidente de la Iglesia Católica a principios del siglo XV.
Aparte de pasear un par de ratos por la coqueta ciudad alemana, el primer día completo de estancia en la región utilicé los servicios de transporte público en barco por el Bodensee o lago de Constanza para visitar un par de punto de interés. Por una lado, la pequeña pero bonita localidad de Meersburg en la orilla opuesta del lago. Por otro, la visita imprescindible de la zona, el gran parque botánico de la isla Mainau, un lugar donde disfrutar de todo tipo de plantas y vegetación... y de las mariposas.
A estas alturas del viaje, mis impresiones sobre llevar como cámara principal la pequeña réflex de Pentax con respecto a los equipos micro cuatro tercios habituales estaba claras.
A favor de la Pentax está el sensor más grande y de buena calidad, con un 25% más de pixeles, más grandes, que los de las Olympus y Panasonic que uso habitualmente en los viajes. Buena representación de los colores, abundancia de información, buena dinámica ante escenas con alto contraste, son ventajas que se notan.
La cámara es algo más grandota que la Olympus OM-D E-M5, pero con un volumen y un peso asumibles para seguir diciendo que viajas ligero. Las ópticas son muy ligeras. A costa de perder luminosidad. Pero como la cámara da al menos un paso más de sensibilidad usable, se compensa. Además el cuerpo es estabilizado. Lo suficiente para aguantar en situaciones difíciles.
Quizá donde más clara esté la diferencia a favor de las micro cuatro tercios es en las ópticas. Los actuales objetivos de Panasonic y Olympus son claramente mejores que esta serie DA Limited de Pentax para cámaras con sensor APS-C. No son malas, ni mucho menos. El 70 mm está realmente muy bien. Pero el mal comportamiento del 21 mm en contraluces y en presencia de luces intensas y un autofoco menos competente y más ruidoso que las micro cuatro tercios, se lleva mal. He echado de menos al Panasonic Leica G-Sumilux 15/1,7 ASPH. También, usar como focal estándar un 40 mm, en APS-C,... es una focal que resulta larga.
Pero en su conjunto estoy satisfecho. He traído fotos, de las cuales algunas harán un reportaje razonablemente presentable.
Me queda decir que el último día antes del de regreso, por la mañana me lo tomé con calma y me embarqué en una travesía de casi cuatro horas de duración hasta Schaffhausen en Suiza, donde se encuentran la famosa Rheinfall, las cataratas del Rin.
Esa misma tarde, un tren de cercanías me llevó a Winterthur, donde tenía ganas de conocer el Fotostiftung Schweiz, museo de fotografía del que os hablaré dentro de un par de días, así como de las exposiciones que tuve ocasión de disfrutar.
Espero que os haya gustado el resumen fotográfico del viaje.
Aunque sea en un día no habitual, un lunes en lugar del domingo anterior, no quiero dejar pasar mis recomendaciones sobre fotografía, habituales en mis fines de semana. Más cuando el próximo domingo no podré escribir esta sección habitual. Sólo estará activo mi Cuaderno de ruta, y en modo sólo fotos. Los habituales del Cuaderno de ruta ya imaginará lo que significa. Nada malo, eso seguro.
En fin... vamos con unas poquitas recomendaciones, que acompañaré con algunos paisajes periurbanos de Zaragoza. Habiendo puesto en marcha de nuevo la Canon EOS 100, entre otras cosas para las dobles exposiciones que os mostraba el otro día, aun con una película sencilla y barata como la Fujifilm C200, si la luz es adecuada, se pueden hacer foto. Bueno. Algunas están hechas con la Canon EOS 650 de la que os hablaba hace pocos días. Como curiosidad, activé la función de fechar las fotos. Pero no siempre se ve bien... A ver si la encontráis.
No me acuerdo dónde encontré esta recomendación. Pero sé que me llamó la atención la serie Sylvania de Anna Beeke. Y a partir de aquí estuve revisando el trabajo más personal de esta fotógrafa norteamericana que me parece bastante interesante. Espero que vosotros opinéis de forma parecida.
Sí que tengo perfectamente recogido el enlace en L'Oeil de la Photographie donde encontré las ensoñadoras fotografías de Bernard Descamps, realizadas en un blanco y negro muy suave, en formato cuadrado, muy sencillas, pero con excelentes encuadres, superposición de planos y de conceptos, para esos instantes decisivos que tanto nos cuesta conseguir.
Y hablando de contemplar fotografías, me suscribí no hace mucho al canal de Youtube Eīhwaz, que se dedica a recoger series de fotografías de excelente calidad y de fotógrafos muy diversos, simplemente por el gusto de difundirlos. Os dejo los dos últimos con obra de Robert y Shana ParkeHarrison y Elin Høyland.
En Lenscratch nos han mostrado el trabajo de Brandon Thibodeaux, que con su cámara de película tradicional en blanco y negro y formato cuadrado, consigue retratar el paisaje natural y especialmente el humano, con excelentes retratos del Delta del Misisipí, un lugar donde se mezcla la tradición, la poesía, pero también la pobreza y la vida dura. A mí me han gustado mucho estas fotografías.
Normalmente, en mis recomendaciones de cada semana, empiezo hablando por los clásicos. Pero hoy voy un poco caótico. Porque Douglas Kirkland, que aunque vivo todavía, y en activo hasta recientemente si no todavía, se puede considerar un clásico. Canadiense, se enroló muy joven entre los fotógrafos que trabajaban para algunas de las revistas ilustradas norteamericanas más conocidas. Y a fotografiado a muchas leyendas del mundo del cine. Que es lo que me atrajo del artículo que apareció en L'Oeil de la Photographie.
Un fotógrafo que no sólo es un clásico sino que se puede considerar uno de los más grandes fotógrafos de la historia del medio como expresión artística y documental es Irving Penn. Un fotógrafo de referencia, que ha influido mucho a sus contemporáneos y sucesores, sea en retrato, en bodegones, en fotografía de moda, o en fotografía documental. Sus composiciones y manejo de la luz son prácticamente perfectos. No me canso de ver sus fotografías. Como por aquí aparecerá de vez en cuando, en este ocasión es con la excusa de una artículo en L'Oeil de la Photographie.
Las fotografías de Marjolein van der Klaauw, de luces duras, saturadas, contrastadas, y muy directas, no son quizá el género que más me gusta. Quizá porque nos muestran bien a las claras que la condición humana, por mucho que nos creamos tan especiales, tiene también sus limitaciones y sus miserias. Incluso en momentos de felicidad, cuando muchos europeos del norte o del centro del continente acuden a ponerse rojos como langostinos a la plancha en las feas urbanizaciones de hoteles y apartamentos del litoral español. También lo vi en L'Oeil de la Photographie, que esta semana pasada ha sido mi principal fuente de información para estas recomendaciones semanales. De todas formas, ha su mirada no le falta simpatía y empatía por las personas a las que fotografía.
Hoy en día, es el reinado de la fotografía digital. Y aunque hay excelentes equipos dedicados en el campo de las cámaras de sistema y ópticas intercambiables, son las pequeñas cámaras integradas en los teléfonos móviles las que realmente reinan. Pero como nos cuentan en Yorokubu, la integración de cámaras digitales con otros dispositivos electrónicos viene de largo. Y nos hablan del trabajo de Davit Ruiz. Con la cámara que se ofrecía como opción para la famosa Nintendo Game Boy. Adquisición de la imagen en blanco y negro, resolución bajísima por no decir ridícula, y calidad de imagen nefasta. Pero con eso, un fotógrafo que tenga una idea, también se puede expresar. Estamos hablando de una cámara rotable, cuya lente es equivalente a un 50 mm, y que podía realizar treinta imágenes monocromáticas con una resolución de 118x112 píxeles. Es decir, algo más de 13.000 pixeles.
Por último, hoy mismo, esta mañana, he visto un artículo en Albedo Media (DSLR Magazine) en la que hacen un repaso de procesos fotográficos antiguos, fundamentalmente del siglo XIX, y de cuál es el sentido de utilizarlos hoy en día. Nos prometen que van a seguir hablando de ellos. Quizá un serie de artículos. Esperándolos estoy.