En mis últimas vacaciones fuera de España, en la República de Corea, no pensé en dedicarme a hacer compras de ningún tipo. Bueno... cuando viajo, salvo algún recuerdo o detalle para mi hermana y mi sobrino, no me suelo dedicar a ir de compras. Salvo libros, en determinados destinos, y, si se tercia, algún chisme fotográfico con el que incrementar significativamente mi colección. Pero sinceramente, en esta ocasión, no llevaba nada pensado ni planificado. Y menos teniendo en cuenta que un incidente con el teléfono móvil una semana antes del viaje me supuso desembolsar una significativa cantidad de dinero en uno nuevo.
Pero el diablo está siempre al acecho. Así que el día 2 de octubre llegué a Seúl, a primeras horas de la tarde. Entre que me acomodé y no en el hotel, cuando salir a dar un paseo de orientación por la ciudad, quedaban ya muy poco ratito de sol y luz. Pero fui a ello, y a unos 400 metros del hotel en dirección a Nandaemun, la Puerta Sur de Seúl, me encontré con una colección de unas diez tiendas de fotografía, todas ellas con unas vitrinas abundantemente surtidas de cámaras de segunda mano y ocasión, algunas de ellas muy "apetitosas". He de reconocer que en principio me resistí a mirar con excesivo detalle o a entrar a preguntar.
Los días siguientes fueron festivos o semifestivos en Corea del Sur por lo que, cuando pasé eventualmente por las cercanías de estos comercios, estaban cerrados y con las persianas metálicas echadas. Es cierto que el día en que me fui de Seúl en dirección a Busan, camino de la estación pasé por delante de ellas,... y estaban abiertas. En concreto, en una de ellas vi una preciosa Fujifilm Klasse W, una cámara compacta de alta gama que sólo se comercializó en Japón, y tal vez en algún otro país vecino como pudo ser Corea del Sur. Pregunté precio... y se salía de todas mis previsiones. Una pena. Así que abandoné Seúl y no le di más vueltas al asunto. Hasta que volví.
El día en comencé el regreso a Zaragoza tenía unas horas disponibles desde el momento en que llegué a la estación de Seúl hasta la hora conveniente para dirigirme al aeropuerto de Incheon. Así que dejé la maleta en una taquilla de equipaje en la estación y me fui a pasear en una tarde excelente. Y volví a pasar por delante de estas tiendas. Y en una de ellas me encontré una bonita Leica Minilux, un modelo de compacta de alta gama que ya hace veinte años que mí era un objeto de deseo fotográfico. Entre a preguntar precios, entré en conversaciones, algunas cuestiones... unas dudas, aclaraciones y...
Con un precio no barato pero muy razonable y dentro de mis posibilidades, compré la compacta de Leica. E incluso empecé a usarla con el carrete de Kodak SuperColor 200 que me regalaron en la tienda. Di que siendo por la tarde, y con lo pronto que oscurece en esos países en los que no adaptan su horario al verano, pocas fotos pude hacer. Pero bueno, ahora os lo voy contando. Primero, las características de la cámara.
Es una cámara compacta para película tradicional de 35 mm, con una objetivo fijo Summarit 40 mm f/2,4, de exposición y enfoque automáticos, flash incorporado y fabricada en materias nobles. Principalmente titanio forrada parcialmente con piel. Sus líneas son austeras, es básicamente un paralelepípedo con las esquinas y los bordes ligeramente redondeados, de tamaño contenido pero más grande que otras similares de la época. Vista de frente es muy elegante y parece más pequeña de lo que realmente es. Pero es ligera y cómoda de usar.
He dicho que la exposición y el enfoque son automáticos, y así es. Pero se pueden controlar manualmente, al menos de forma parcial. La cámara puede funcionar en modo prioridad a la apertura, seleccionando manualmente las aperturas entre f/2,4 y f/16 en pasos completos. Bueno, entre f/2,4 y f/4 hay un 1,5 pasos de exposición. Y también se pueden seleccionar las distancias de enfoque manualmente, entre 0,7 metros e infinito. Más que un enfoque manual es una forma de indicar a la cámara donde tiene que enfocar cuando acciones el motor de enfoque en el momento de accionar el disparador de la cámara.
Tiene tres botones más. El primero, el relojito tradicional, es el temporizador del disparador, el segundo, EV, es un compensador de exposición entre -2 y +2 pasos de exposición, un detalle estupendo, y el tercero, MODE, sirve para seleccionar el modo de activación o desactivación del flash, una de cuyas opciones es la de flash desactivado y exposición B (bulb), para largas exposiciones. Para ello, en un lateral de la cámara hay un conector jack 2,5 mm para un cable disparador dedicado, que como no es muy caro, he encargado por eBay de segunda mano. Como accesorio lleva también una funda de cuero, muy práctica, y opcionalmente una máscara para modo panorámico, que reduce el área del negativo a 12 x 36 mm. No le veo sentido. Es preferible usar todo el área del negativo, y luego reencuadrar como se prefiera. De todos modos, las guías para este modo se encuentran en el visor, por lo que se puede prever a la hora de realizar la fotografía.
Como traje cargada la cámara con el modesto pero eficaz carrete de Kodak SuperColor 200, el día 13 de octubre, después del regreso y plenas fiestas del Pilar de Zaragoza, salí a reportajear un poco.
Las principales virtudes de la cámara saltan a la vista en seguida. Su objetivo es casi mítico. El Summarit 40/2,4 es un objetivo doble gauss de 6 elementos en 4 grupos, un tipo de diseño muy popular durante el siglo XX, cuyos paradigmas tradicionalmente han sido los Planar de Carl Zeiss, ampliamente imitados por todos los fabricantes de objetivos fotográficos. Pero se ha dicho que este Summarit es el mejor 40 mm que se ha diseñado y fabricado. El tiquismiquis Erwin Puts, especialista en ópticas Leica, que ha publicado muchos estudios y libros sobre las ópticas del fabricante alemán, ha dicho que este objetivo a aperturas medias es comparable al Summicron 35 mm asférico, una de las mejores ópticas en este tipo de focales, y también algo mejor que el Summicron 50 mm no asférico. Este objetivo habría alcanzo el máximo de calidad posible para este tipo de diseños ópticos. Hay quien compra la cámara para desmontar el objetivo, y con cierta destreza mecánica adaptarlo para su uso en cámaras de ópticas intercambiables.
Este objetivo es el motivo por el que me apetecía tener esta cámara. De lo mejor de la maestría óptica de Leica pero a un precio muy inferior a lo que habitualmente se estila.
La siguiente gran ventaja de la cámara es la posibilidad de preseleccionar una distancia de enfoque. El enfoque automático de la cámara no va mal, pero no está adaptado a la fotografía de reportaje. Con un único sensor central, está más adaptado al retrato o al uso en situaciones de luz justa y distancias cortas, en las que con tranquilidad enfocar automáticamente, y luego reencuadrar. Con una película de suficiente sensibilidad, si se escoge una combinación de distancia de enfoque y diafragma adecuados, las cosas pueden ser más idóneas para fotografía de reportaje. Digamos que con un diafragma de f/8 y seleccionando una distancia de enfoque de 2,5 metros o 3,5 metros se pueden realizar con facilidad algunas de las fotografías anteriores, confiando en que la profundidad de campo obtenida perdonará las diferencias en la distancia de enfoque. Eso sí, mejor usar como mínimo una sensibilidad de 400 ISO.
Aquí viene un pequeño problema. El punto de corte de la cámara son precisamente los 400 ISO. ¿Qué quiere decir esto? Pues como el diafragma más cerrado es f/16 y la velocidad de obturación máxima es 1/400 segundo, en situaciones de sol radiante el uso de sensibilidad superiores a 400 ISO nos daría fotogramas sobreexpuestos. Con película negativa, especialmente en color, un paso o dos de sobreexposición tampoco es mucho problema. Con diapositiva, sería catastrófico. Pero estas tampoco están de moda últimamente.
Y donde es muy cómoda de usar es en paisaje.
Es cierto que muchos fotógrafos paisajistas preferirían focales más angulares. Pero veamos. Si seleccionamos el punto de enfoque a 5 metros, la posición entre 3,5 y 7 metros, y un diafragma de f/11, tenemos enfocado aproximadamente entre 2,5 metros e infinito. La hiperfocal para negativos de 24 x 36 mm, una focal de 40 mm y f/11 es 4,75 metros. Si seleccionamos el punto de enfoque a 7 metros, nos acercamos a la hiperfocal para f/8, con un intervalo enfocado entre 3,5 metros e infinito. Más fácil imposible.
La cámara nos avisa mediante unos diodos verde y rojo, según cómo se encienden o parpadean, si la velocidad de obturación es suficiente para evitar fotos trepidadas. La cámara es muy conservadora. También da la información del par apertura/velocidad de obturación en la pantallita LCD, y el parpadeo de velocidad lenta empieza por debajo de 1/60 segundo. Pero con una focal de 40 mm no veo problemas para disparar a 1/45. Y a la espera de alguna prueba, y teniendo en cuenta que no tiene un mecanismo de espejo réflex, quizá a 1/30.
También he probado la cámara con un carrete de película negativa en blanco y negro.
El único carrete que tenía disponible era un Fomapan 100 Classic, una sensibilidad que me parece insuficiente para un uso generalista con una cámara de este tipo. Esta película la había usado con buenos resultados en formato medio. Era la primera vez que la usaba en formato pequeño. Expuesta a su sensibilidad nominal, la he revelado siguiendo instrucciones del fabricante en Rodinal 1+37 durante 6,25 minutos a 20 ºC. Se me ha olvidado decir que la cámara ajusta la sensibilidad por codificación DX. Cuando el carrete no tiene esta codificación, se ajusta a ISO 100.
He de decir que no me ha convencido el uso de esta película en formato pequeño. Hay películas de sensibilidad ISO 200 o 400 que me ofrecen una granularidad igual o más discreta. No he estado cómodo con ella. En cualquier caso, las conclusiones que saco son similares a las que he comentado para la película en color. Nada nuevo que aportar.
Habiéndome encontrado una concentración de Seiscientos por las calles de Zaragoza, confirmar que la reactividad de la cámara es un poco justa para la fotografía de acción, y que hay que tener un buen nivel de anticipación. Desgraciadamente, el modo de enfoque "manual" sirve para decirle a la cámara como tiene que accionar el motor de enfoque. Pero no preajusta la óptica a esa distancia de enfoque, lo que acortaría el tiempo de reacción a la hora de hacer la foto.
A parte de las ya mencionadas relacionadas con la fotografía de reportaje y de acción, ¿cuál es la principal pega de la cámara? La cámara está diseñada con Leica, pero fabricada en Japón. Aunque en la actualidad uno de los principales socios de Leica para las cámaras compactas es Panasonic, durante décadas el principal socio nipón de la marca alemana fue Minolta. Y con ella hizo cosas muy interesantes como las cámaras de la serie R o la pequeña Leica CL. También las compactas electrónicas eran una colaboración con Minolta. Y parece que hay un consenso en que la electrónica de la cámara es un poco débil y hay cierto riesgo de avería en el obturador superior al que se supone para una marca del prestigio de Leica. Es el principal miedo que tengo. Una vez que has probado la cámara apetece mucho usarla. La capacidad de intervención sobre la misma, el buen tacto, la calidad de las imágenes, son incentivos para llevarla encima con frecuencia. Pero mejor no llevársela a aventuras que exijan un uso intensivo o en circunstancias extremas. Mejor dedicarla a pasear con tranquilidad, aprovechando entornos calmados y con luz agradable. Quizá algunos paisajes tranquilos en la naturaleza, algo de fotografía de arquitectura. Y con una apertura máxima de f/2,4, algún retrato entre los amigos y familiares.
Hace tres semanas ya, poco antes de salir de viaje hacia Corea del Sur, la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza - AFZ, la que pertenezco, organizó una actividad en el Parque del Agua de la ciudad con el fin de trabajar los atardeceres y las puestas del sol, y que los asociados más bisoños pudieran contrastar conocimientos y opiniones con las más experimentados. La tarde fue muy agradable. A mí me apetecía mucho ir. Pero tuve una tarde de locos, muy apresurada. De hecho, por no leer bien la convocatoria llegué diez minutos tarde, aun pensando que llegaba veinte minutos pronto... un lío. Este apresuramiento tuvo consecuencias como veréis.
Opté por llevar la Hasselblad 503CX, con su trío de objetivos de 50, 80 y 150 mm de Carl Zeiss, es decir, gran angular, estándar y teleobjetivo corto. Y como material sensible, Kodak Ektar 100, la más apropiada para paisajes y con un grano muy fino. También llevaba la Leica M2 con el Summicron 35/2 ASPH, porque la había estado utilizando unos días antes en la sierra de Armantes y quería terminar el carrete. Aquí empezaron los problemas, porque al rato me di cuenta de que había cargado mal el carrete y estaba haciendo fotos en la nada.
El apresuramiento de la tarde me hizo cometer un segundo error. Cogí un respaldo equivocado. Para la Hasselblad tengo tres respaldos de película, todos ellos para formato 120. Dos A12 de distintas épocas pero que funcionan igual, que me ofrecen 12 fotogramas de 56 x 56 mm, y un A16S que me ofrece 16 fotogramas de tamaño superslide, o sea 40 x 40 mm. En este hay un factor de recorte. Y para saber cómo componer hay que poner una máscara en el visor... que yo no llevaba. Componía para 56 x 56 mm, más amplio de lo debido, lo cual iba a causar problemas en el resultado final. Me di cuenta cuando llegué a 12 exposiciones y comprobé que la cámara me dejaba hacer una decimotercera. El caso es que a pesar de todo un porcentaje elevado de los fotogramas son salvables. No está todo lo que yo quería sacar en la foto, pero lo que sale no queda mal.
La película Kodak Ektar 100 es la preferida en estos momento por mucho fotógrafos para fotografía paisajística, por sus colores vivos, saturados. Siendo más sencilla de manejar que las Velvia, antiguas y modernas, diapositivas en color de Fujifilm que tienen una latitud de exposición muy reducida y son muy difíciles de exponer, precisando constantemente el uso de filtros degradados. Con la Ektar, esto no pasa. Bien Es cierto que me cuesta acostumbrarme a la forma en que reproduce los tonos rojos,... lo que hace que incluso para paisaje prefiera muchas veces la familia de las Portra, aunque sus colores sean menos vivos.
Las fotografías que presento aquí están sin retocar, son como me las entregado directamente tras ser digitalizadas por Revelatum Revelado Analógico. Y se aprecia la intensidad de los tonos rojizos del ocaso. Menos en la serie de las plumas que Beatriz buscó... Ahí los tonos variaban según los cielos que nos cubrían en cada momento.
La tarde terminó tranquila, aunque con un regusto amargo por los errores cometidos. Aun hice un par o tres de fotos estimando adecuadamente el encuadre. Digo estimando porque al no llevar encima la máscara adecuada al respaldo, me tenía que imaginar los márgenes del mismo.
Un poco rabioso por esta concatenación de errores, al día siguiente, que tuve la tarde mucho más tranquila, con el viaje ya completamente preparado y sin grandes obligaciones por estar de vacaciones, volvía a cargar la Hasselblad, esta vez con el respaldo adecuado, y otro rollo de Ektar 100. También me llevé la Fujifilm GS645S Wide 60 con un rollo de Bergger Pancro 100, cuyas fotos mostré este domingo pasado. Cada vez me gusta más esta película francesa en blanco y negro, que ofrece unos resultados, con unos negros profundos, que me gustan mucho. Incluso si el revelado que le di no fue el más adecuado.
He de decir que las condiciones de la puesta de sol no estaban tan buenas como el día anterior. Había pocas nubes. El cielo estaba muy limpio, por lo que los tonos fueron más bien amarillos hasta el final, aunque la Ektar reproduzca algunos de los tonos amarillos-anaranjados como rojizos. Y hubo una transición muy brusca de luz a no luz. Pero bueno, también tuve la anécdota de entablar relación con unos pescadores que se dedicaban a coger unos pececillos que se tiraban a las cucharillas, los señuelos que se usan para pescar, como locos.
Teniendo en cuenta que hace tres semanas que no publico esta sección dominical en estas páginas, lo de "recomendaciones semanales" del título me suena raro. Por otra parte, dado que de esas tres semanas, casi dos de ellas he estado fuera, de viaje, en Corea del Sur, pues sí podemos considerar que el número de días activos para recopilar recomendaciones ha sido, efectivamente, aproximadamente una semana. Y las ha habido, o las he buscado.
Acompaño la entrada con fotografías mías. En esta ocasión corresponde a un carrete de Bergger Pancro 400 que expuse con la Fujifilm GS645S Wide 60 antes de ir de viaje. Los de Fujifilm se podrían ir cambiando el nombre. Parece que en 2018 nos van a dar el disgusto de finiquitar con la que puede ser la mejor película en blanco y negro de sensibilidad media-baja que existe, la Fujifilm Neopan 100 Acros. Desde luego, mi favorita. Hace tiempo que los nipones han renunciado a su compromiso con la película tradicional, salvo que sea en forma de consumibles de uso inmediato como son las cámaras y las películas de la serie Instax. Una pena. En cualquier caso, aquí estamos con una película francesa, la Pancro 400, que se ha instalado en mis preferencias a la chita callando. Salió al mercado a principios de año,... y me gusta. En las fotografías de hoy, sin embargo, por no disponer casi de tiempo cuando las revelé, utilicé un revelado desatendido en Rodinal a 1:100 durante una hora a 20 ºC que ha dejado efectos secundarios no deseados. Se aprecia algo de arrastre de bromo en algunas fotografías. Así que ya que con esta película tengo que evitar esta práctica de revelado.
En el boletín de noticia de Cultura Fotográfica de hace unas semanas me llegó una recomendación de las de siempre. De las que son válidas en todo momento y que seguro que ya ha aparecido en estas páginas. Se trata de la aportación del norteamericano William Eggleston a la fotografía artística elevando a este nivel la fotografía en color. Quizá no fue el primero. Quizá otros gusten más, y eso que Egglesto es buenísimo. Pero indudablemente fue quien impulsó el color a las galerías de arte y los museos de arte moderno como nadie lo había hecho previamente, cuando todavía se pensaba que la fotografía en color era para los aficionados y la fotografía familiar y la fotografía "seria" era en blanco y negro. Cuán equivocados están. Y cuán más difícil es el color a la hora de crear...
Durante mi viaje a Milán hace unos meses, tuve ocasión de ver fotografías del italiano Ugo Mulas en mi visita al Museo del Novecento, correspondientes a su libro "New York New York". Hace un par de semanas fue Oscar Colorado quien en una de sus pedagógicas "galerías+mini bio" nos hablaba del italiano y nos mostraba una amplia selección de imágenes que nos permite conocer y comprender la valía de este fotógrafo que se codeo con lo más granado de la escena artística de los años 60 del siglo XX.
He estado de viaje en Corea del Sur. Salí de viaje el domingo el 1 de octubre para llegar al país asiático al día siguiente, donde he permanecido hasta el 12 a las 0:55 de la mañana. Visitando Seul, Suwon, Incheon, Busan y Gyeongju. Por ello, cuando unos pocos días antes del viaje apareció en Feature Shoot este artículo sobre cómo fue antaño el pequeño país peninsular, me hizo mucha ilusión. En él se habla y se muestra el trabajo del fotógrafo coreano Han Youngsoo. Según las costumbres asiáticas, el apellido va delante del nombre. Con una estética sencilla pero eficaz, Han documentó la vida cotidiana de los coreanos tras la devastadora guerra que padecieron a los años 50. El país pasó de la pobreza a ser la cuarta economía asiática en las décadas que siguieron. Pero quedan restos de lo que fue antes de ese tremendo cambio, que sin duda ha producido desajustes en la sociedad coreana. Y el testimonio fotográfico de este fotógrafo nos permite establecer puentes entre el pasado y el presente.
Dicho lo cual, en estos días que han pasado desde que regresé a casa el día 12, he buscado algunas referencias sobre fotógrafos contemporáneos coreanos, y no me han faltado referencias. Tengo la intención de dedicar tiempo esta semana que viene a revisarlas, os las enlazaré a continuación, y quizá el domingo que viene sea un monográfico de fotografía contemporánea coreana. Del sur, claro. Quizá.
Por último, en estos primeros días de octubre ha salido publicado el número 103 de Fraction Magazine. Que curiosamente también está dedicado a fotógrafos orientales. Es curioso, Fraction Magazine tenía una edición japonesa muy interesante, desde mi punto de vista más que la americana, pero que no publica nada nuevo desde junio de 2016. Una pena. Bueno, os comento lo que más me ha interesado de este número "asiático".
The East Was Red, de la china Sheila Zhao. Fotografías antiguas chinas de la época de la Revolución cultural modificadas para eliminar los elementos propagandísticos del régimen, que sin embargo es obvio que están ahí. Visitad su página web, que tiene otras cosas muy interesantes.
Limbo, del filipino Kenji Mercado. Fotografía expresionista en blanco y negro, que muestra una época vital de indecisión y frustración. Entre el paisaje y la experiencia cotidiana.
Saori, del japonés Taro Karibe. La vida de relación en pareja desde hace seis años de un hombre de 61 años con "Saori", una "love doll", una muñeca que reproduce a tamaño real las características de una mujer, con fines de autosatisfacción sexual, pero que lleva a dar un paso más allá en este hombre solitario. Este reportaje me ha parecido tremendo, desde múltiples puntos de vista.
Entre el día 2 y el 11 de octubre he estado recorriendo una parte de la República de Corea, país más popularmente conocido como Corea del Sur, para distinguirlo con su precisión de su incómodo vecino la República Democrática Popular de Corea o Corea del Norte. El día 1 salí de España y me lo pasé viajando, y el 12 hice el recorrido en sentido inverso, en ambas ocasiones vía Amsterdam, usando vuelos de KLM y Korean Air. El avión de esta última, un Airbus 3algo0 entre Schiphol e Incheon, uno de los más cómodos y agradables que jamás haya volado. Tomo nota.
El país no es muy grande. Toda la península de Corea tiene el tamaño aproximadamente de la isla de Gran Bretaña. Pero tiene casi 50 millones de habitantes, así que está muy poblado. Y tiene una historia y una cultura muy rica aunque muy desconocidas en comparación con las potencias locales, china y japonesa. Esta última, además, ha puesto bastante empeño en diversos momentos de la historia, el más reciente en la primera mitad del siglo XX, en destruir y reducir a la nada a la cultura coreana, con una actitud que tiene un tufo racista considerable. Los nipones son muy cultos, honorables y educados... salvo cuando no lo son.
A pesar de estos avatares, Corea tiene una serie de lugares reconocidos por la UNESCO como Patrimonio Cultura de la Humanidad, algunos de los cuales he visitado en todo o en parte, y os traigo aquí.
Palacio de Changdeokgung en Seúl
En Seúl hay varios palacios, cinco creo, de la época Joseon (pronúnciese algo así como "choson"), de los cuales he visitado cuatro. De ellos, el más vistoso es el de Changdeokgung, que además incluye un jardín que probablemente motiva la inclusión del palacio en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad. He de decir que la visita al palacio por sí mismo merece la pena. Parece mentira en un momento dado, que recorriendo sus estancias entre arboledas y jardines, estés en medio de una de las mayores metrópolis asiáticas, que es lo mismo que decir del mundo.
Desgraciadamente, coincidió la visita con la víspera de una fiesta nacional coreana, y en unos días en los que los monumentos nacionales eran gratuitos para todos los visitantes. Por lo tanto, aunque pocos turistas, había muchos coreanos disfrutando de sus fiestas en familia. Y la visita a los jardines es en números reducidos. Ante la avalancha de visitantes, me quedé sin poder acceder. Pero como digo, la visita en sí mismo, está muy bien.
Y a cambio, pude observar a la diversidad de gentes del país, así como ver numerosos ejemplos de personas vestidas con el tradicional hanbok, especialmente chicas y mujeres.
Santuario de Jongmyo en Seúl
Situado no lejos del palacio del Changdeokgung, este santuario es el más antiguo de los santuarios confucianos reales del reino de Joseon. En el se llevaban a cabo las más importante ceremonias de estado. Grande pero austero, tiene gran valor cultural. Y está situado en un gran parque, también en medio de la ciudad de Seúl.
Fortaleza Hwaseong en Suwon
Suwon está cerca de Seúl. A 30 km en tren o poco más. 30 minutos de recorrido, que se deben más a las paradas que a lo que está en movimiento el convoy. Pero visitar la fortaleza de Hwaseong en Suwon, así como otros lugares de interés en la ciudad lleva su rato. No es una pequeña ciudad periférica ni nada de eso. Es una capital de provincia con un millón de habitantes largos. De hecho, prácticamente hay una continuidad urbana entre la capital y Suwon. Pero la orografía de la península de Corea es compleja, y por todos lados surgen colinas y pequeñas montañas, que motean de verde la geografía urbana. Pequeños o grandes parques naturales que hace que los más urbanitas de los coreanos puedan vestir sus galas montañeras los días de fiesta y dedicarse a hacer senderismo desplazándose hasta el punto de partida en el metro o en el autobús urbano.
Por las colinas que rodean parte del núcleo urbano de Suwon se extienden las fortificaciones de Hwaseong, convirtiéndose en un recorrido sobre la muralla de casi seis kilómetros de longitud. En la muralla van a aparecer puertas, torres de vigilancia, puestos de arqueros, puertas secretas y pabellones. Hay que ir bien calzado y bien hidratado para hacer el recorrido completo, que puede llevar buena parte del día. Y que luego se puede complementar con una visita al palacio real de Hwaseong Haengung, en el interior de la zona fortificada. Muy nutrido también en el día de fiesta nacional.
Gruta de Seokguram y templo de Bulguksa
Situados en la laderas de unos montes a unos 15 o 20 kilómetros al sur de Gyeongju, antigua capital del reino de Silla, son dos de los monumentos más notables del arte y arquitectura religiosa de Corea, especialmente del budismo, religión abrazada por la clase dominante durante siglos en los reinos que se sucedieron en esta península del extremo oriente, hasta que el confucianismo procedente de China fue tomando fuerza en los mismos. No es que el budismo carezca de influencia, siendo como es una de las religiones con mayor poder político del mundo, aunque formalmente prediquen su desapego a las cuestiones terrenas.
En la gruta de Seokguram hubo que lidiar con la sorprendente incoherencia que observo en los templos budistas. En teoría el budismo es una religión no vinculada a dios de ningún tipo. Sin embargo, observo que los fieles y guardianes de estos templos observan una notable idolatría hacia las imágenes de sus budas y boddishattvas, que suele llevar implícita la prohibición de fotografiar, con más intensidad en unos casos que en otros. En la mencionada gruta, la vigilancia era estrecha, pero conseguí llevarme alguna imagen para ilustrar el lugar.
Más relajado era el ambiente en el armonioso templo de Bulguksa, donde todo era más tranquilo y amable. Lo cual se agradece. Sobretodo porque me había quitado de encima las aglomeraciones de gente de los días anteriores. Para los coreanos era día de labor, y los turistas extranjeros son pocos en estas fechas. A pesar de que por temperatura y escasez de lluvias hacen de ellas una época ideal.
Zonas históricas de Gyeongju
Como ya he dicho, Gyeongju fue la capital del reino de Silla, un reino que unificó políticamente la península de Corea durante buena parte del primer milenio de nuestra era y los tres siglos iniciales del segundo. Dicen que en su momento de mayor esplendor llegó a tener un millón de habitantes. Buena parte del patrimonio cultural se perdió en la invasión japonesa del siglo XVI que causó estragos en la península. Pero todavía se conservan restos interesantes. Planificar la visita a esta zona es complejo. Todavía no sé si como lo hice estuvo bien o mal. Además de Bulguksa y Seokguram, visité en el núcleo urbano de Gyeongju los túmulos funerarios de la antigua Silla y la pagoda de Bunhwangsa. Haber visto más cosas hubiera obligado a dedicar más días, y perder otras experiencias. En los viajes hay que tener claro el coste de oportunidad de tu tiempo. En fin. No estoy descontento, aunque hubiera otras formas de planificar el viaje que también hubiesen tenido sus ventajas... e inconvenientes.
Material fotográfico utilizado
Hace tiempo que viajo ligero por el mundo. Con cámaras de formato micro cuatro tercios, que son ligeras y competentes, hace tiempo que digo que un angular moderado y teleobjetivo corto son suficientes. Siempre llevo algo más como redundancia. En esta ocasión dos cámaras y cuatro objetivos, que abultan muy poquito. La Panasonic Lumix GM5 ha ido casi siempre unida a al Panasonic Leica DG Summilux 15/1,7 ASPH o al Panasonic G 20/1,7 ASPH. Dos objetivos con una diferencia de focal suficiente para que, aunque pudiera haber elegido sólo por uno de ellos, me adaptase al entorno en que me moviese. La Olympus OM-D E-M5, que está empezando a dar señales de estar mayor, solía ir unida siempre al Olympus Micro Zuiko Digital 45/1,8. De esta forma, no tenía que cambiar de objetivo en la cámara. Según la focal necesitada, usaba una u otra cámara, fácilmente accesibles en la bolsa de bandolera. La E-M5 también era la cámara principal cuando la luz era escasa y necesitaba el estabilizador de imagen. Pero he usado más la GM5 porque su capacidad de conexión inalámbrica con el teléfono móvil permite usarlo para compartir imágenes durante el viaje.
También he llevado el pequeñísimo Pansonic G Vario 12-32/3,5-5,6, que venía de kit con la GM5. Es un objetivo sorprendentemente nítido para sus características, que además me ha permitido extender mi capacidad de gran angular y aporta estabilización a la GM5 aunque perdiendo luminosidad. Pero no lo uso de continuo porque, a pesar de las correcciones por firmware que hace la cámara, tiene unos niveles de distorsión muy notables, y molestos en la fotografía de arquitectura. Pero no está mal, y algún uso le he dado. Y es muy pequeñito. Se pierde en un bolsillo.
Espero que este resumen os haya resultado interesante. Así que os dejo con este retorcido árbol que ha crecido en uno de los túmulos funerarios de la ciudad de Gyeongju, y que está tomado con el pequeño zoom, con una de sus focales intermedias, menos habituales para mí.
Durante el mes de agosto he sido anfitrión ocasional de un matrimonio suizo, residente en el cantón del Tesino, no lejos de Lugano. Han venido a Zaragoza por motivos de trabajo, aunque también para conocer sus raíces. Los padres de él son españoles, aragoneses, aunque por vicisitudes de la vida nunca había tenido ocasión de visitar la tierra de origen de sus progenitores. Como vinieron acompañados y recomendados de buenos amigos míos, les acompañé a mi vez a alguna de sus andanzas por tierras aragonesas y limítrofes. Eso explica, parcialmente, las excursiones a Loarre, a Sástago y al castillo de Zafra. No entraré en más detalles, puesto que se sale de los propósitos fotográficos de estas páginas.
El caso es que, conocedores de mi afición a la fotografía, me enviaron un regalo. Por la fecha en que me llegó, aún no se habían ido cuando lo encargaron. Fue un detalle simpático...
En un cuco paquetito de papel reciclado llegaron tres carretes de película de 35 mm de la marca KONO!, de una empresa que se denomina Reanimated Film. Al parecer, esta gente que parece que opera desde Austria, recicla no sólo el papel donde empaqueta los carretes de película, sino también las propias carcasas de los carretes y la propia película. En lo que yo entiendo, se trata de retales procedentes de película cinematográfica, que rebobinan en carretes reciclados de película fotográfica de 35 mm ya usados. Veamos lo que aparece al levantar la etiqueta de papel del que ya he utilizado.
Sí,... casi con toda seguridad ese carrete originalmente contuvo película negativa en color de Kodak.
De los tres carretes, uno es película en blanco y negro de ISO 100-200, otra es un negativo en color equilibrado para luz de tungsteno de ISO 400, y el tercero es un negativo en color del tipo redscale con ISO 100-400. Supongo que más que valores ISO, deberíamos considerarlos como índices de exposición recomendados.
Nos dicen en las páginas en internet que son películas que nunca fueron pensadas para su uso con cámaras fotográficas, sino para las más "hambrientas" cámaras de cinematografía. Puestos en esta tesitura, mi primera suposición es que la película en blanco y negro podría ser del tipo de la Double-X, y las dos de color, da la familia Vision 3, probablemente la Vision 3 500T, una puesta del derecho y la otra con la emulsión del revés, para obtener la desviación rojiza de los colores. Pero no lo puedo asegurar.
Estos es lo que me he encontrado tras exponer y revelar el primero de los carretes el de la KONO! Rekorder 100-200 Experimental Film.
He seguido rigurosamente las instrucciones del envasador de la película, que no fabricante. He expuesto a IE 100. Con revelador Rodinal, propone una dilución de 1+25, y unos tiempos de revelado a 20 ºC entre 6 y 6' 30". Supuse que el tiempo más corto sería adecuado para un IE 100 y el más largo para un IE 200. Así que usé el segundo. Suponía que la película, como he dicho, estaba emparentada con la Kodak Eastman Double-X, por lo que esperaba obtener una gradación suave de los tonos y un contraste más bien bajo, que compensase la dureza de la luz de las horas centrales del día. Para realizar las tomas usé la Pentax MX con el SMC-A 50/2 y un filtro Hoya amarillo.
Pues no. Me encontré con unos negativos extraordinariamente contrastados que he digitalizado con la Pentax K-S1 y el objetivo SMC-A 100/4 Macro. A pesar de haber usado todas más habilidades en el procesado digital combinado con Adobe Photoshop Lightroom y Affinity Photo para ajustar el contraste y la gama de grises,... ha sido misión imposible. El resultado me recuerda más bien al de las películas ortocromáticas para la reproducción de documentos, que ofrecen elevados contrastes salvo que se expongan de formas especiales y se revelen con reveladores especiales, lo que permite obtener tonos continuos.
En algunos de los negativos he encontrado impresas algunas letras y números.
Aunque por el elevado contraste de la imagen no se ve bien, en uno de ellos se distingue perfectamente la palabra EASTMAN sobre impresa, por lo que realmente no estaba muy equivocado sobre el fabricante original de la película. Parece que es Rochester, en el estado de Nueva York, el origen de la misma.
Después de exponer y revelar la película, sorprendido con los resultados, hice una búsqueda un poco más exhaustiva que lo que me dice el envasador austriaco. Y me encontré que en las tiendas Lomography también las venden... Caramba, estos también aseguran que son vieneses... aunque vete tú a saber. Y allí sí que advierten que el resultado es relativamente impredecible y, preferentemente negativos muy contrastados y brillantes. Las muestras en la página de Reanimated Film son imágenes contrastadas, pero con tonos continuos, las de las páginas de Lomography son mucho más contrastadas.
Las líneas de los dibujos se perfilan mejor, y los mismos contrastan sobre las fachadas de las casas donde se exponen y sobre el entorno que los rodea.
Una cosa os puedo asegurar. El procesado digital de estos negativos me ha hecho sudar la gota gorda hasta encontrar los ajustes precisos para cada uno de ellos. En unos he tratado de suavizar el exagerado contraste todo lo posible, mientras que en otros he abrazado sin miedo las posibilidades visuales que este me ofrecía.
Es notable también cómo se producen halos cuando se producen confluencia de las zonas más luminosas de la imagen con las más oscuras. Esto se deba probablemente a algún tipo de proceso añadido del material sensible. O tal vez al revés,... que hubieran necesitado algún tipo de procesado distinto. No sé. La película cinematográfica en blanco y negro suele ser compatible con los reveladores normales usados en fotografía, aunque en esa industria usan reveladores específicos adaptados al revelado de largas bobinas de película.
El resultado final no me ha disgustado. De hecho, en estos momentos, cuando contemplo estas fotografías me parece que tienen un carácter especial que merece la pena.
¿La volveré a usar? En estos momentos están sin existencias. Y los precios son altos. Más de 10 euros por carrete más los gastos de envío. Eso para una capacidad prometida de 24 exposiciones, aunque la verdad sea dicha, a mí me salieron 30 negativos aprovechables. Pero caro. E impredecible. Porque supongo que cuando consigan otro lote de retales de película cinematográfica, podrá tener las mismas o parecidas características, o tal vez no. Así que tal vez fuera aventurado intentar repetir la misma estética... ya veremos.
Aún me quedan los dos carretes de negativos en color. Que todavía no sé en qué circunstancias voy a usar, ni qué me encontraré en ellos. Pero cuando lo haga, no dudéis que os lo contaré.