No es frecuente que traiga por aquí artículos dedicados a la fotografía con captura electrónica y procesado digital. Normalmente me resulta más interesante y estimulante los procesos tradicionales fotoquímicos con película fotográfica tradicional. Pero eso no quiere decir que los tenga proscritos. Y si en un momento dado, aprendo o intento hacer algo más o menos nuevo o diferente, no me importa comentarlo.
Hace un año ahora que sustituí como cámara viajera principal mi Olympus OM-D E-M5 por la Panasonic Lumix G9. Una cámara que me tiene muy satisfecho, con la única pega notable... que hubiera preferido un modelo algo más pequeño o ligero, y con forma más similar a las telemétricas o cámaras de visor directo que a las réflex. Pero también es cierto que en determinadas ocasiones, la inercia que proporciona y la comodidad de su agarre, suponen una ventaja en la realización de las fotografías.
No es infrecuente que con ella haya realizado fotografías compuestas, de formato panorámico o no, que se realizan a partir de varias fotografías individuales. La resolución de la cámara, 20,5 megapíxeles, resulta suficiente para el 98 %, por poner una cifra muy alta, de los usos que le doy. Una foto bien ejecutada técnicamente, bien procesada, puede imprimirse sin mayores problemas a tamaños de hasta DIN A2 o similares. Siempre teniendo en cuenta que una fotografía grande se observa siempre a mayor distancia que otra más pequeña. Pero con el uso de varias fotografías para unirlas en una única, es fácil alcanzar tamaños aptos para imprimir en tamaños de hasta DIN A1 o similares. Es decir, manejando imágenes con una resolución espacial de 40 o 50 megapíxeles.
Pero la Panasonic Lumix G9, como otras cámaras del formato micro cuatro tercios, y que ahora se empieza a extender a otros formatos mayores, gracias a su sistema de estabilización integrado en el cuerpo de la cámara, en el captor de la imagen, mediante un sistema de microdesplazamientos de este, permite componer una fotografía de muy alta resolución a partir de varias de tamaño ordinario. Así pues, la Lumix G9 permite obtener fotografías de 80 megapíxeles. Esta técnica tiene algunas constricciones. Básicamente se limita a situaciones en las que la cámara está sólidamente unida a un trípode para evitar trepidaciones o desajustes en el encuadre, y a que los elementos de la fotografía que se están moviendo no aparecerán nítidos, lo cual puede ser un inconveniente... o no. Ahí ya interviene la intención creativa del fotógrafo.
Mi uso de esta técnica es esporádico, tendiendo a anecdótico. Como no suelo precisar semejante necesidad de ampliación... pues no me molesto en ello. Pero no obstante, siempre es conveniente entrenarse en las posibilidades de las herramientas que usas, por si algún día te viene bien. Y mi objetivo en esta ocasión era generar panoramas de alta resolución a partir de los fotogramas individuales de 80 megapíxeles. Estamos hablando de fotografías finales que podrían ser imprimidas a tamaños que rondan los 2,5 metros de anchura por 1 metro de altura.
En un paseo el sábado pasado, muy bien aprovechado porque también llevé una cámara con película en blanco y negro de la que ya hablaré otro día, me propuse elaborar tres panoramas con tres ópticas diferentes.
La primera, el puente de la autopista Z-40 sobre el río Ebro cerca de La Cartuja Baja (Zaragoza), la hice con el objetivo Olympus M.Zuiko Digital 12-40/2,8 a una focal de unos 28 mm, es decir un focal estándar un poquito larga (equivalente a un 56 mm en el formato de fotograma de 24 x 36 mm). La apertura de trabajo fue f/5,6 para un tiempo de exposición para cada fotograma individual de 1/60 segundo.
La segunda, en la huerta de Las Fuentes, en las afueras de la ciudad de Zaragoza, use un objetivo Ricoh Rikenon 135/2,8 con montura Pentax K y el consiguiente adaptador de montura, lo cual supone la utilización de un teleobjetivo largo (equivalente a 270 mm en el formato de fotograma de 24 x 36 mm). La apertura de trabajo fue f/8 para un tiempo de exposición para cada fotograma individual de 1/15 segundo.
La tercera, realizada desde la pasarela del Azud del Ebro en la ciudad de Zaragoza, fue un atardecer mirando hacia el oeste con el objetivo Panasonic Lumix G Vario 35-100/4-5,6 ASPH, ajustado a la focal de 100 mm (equivalente a 200 mm en el formato de fotograma de 24 x 36 mm). La apertura de trabajo fue f/8 para un tiempo de exposición para cada fotograma individual de 1 segundo.
En todas ellas utilicé mi trípode Manfrotto de la serie 109 de fibra de carbono, no recuerdo ahora exactamente el modelo exacto, ya tiene 10 años por lo menos. Es un trípode ligero, pero muy estable, cuyo principal inconveniente es que la rótula de bola que tiene funciona muy bien con carácter general, pero no está bien adaptada para la realización de panoramas, en los que es muy importante que tanto el trípode en su conjunto como la cámara estén perfectamente ajustados respecto al horizonte. No basta con que esté la cámara. Si el trípode está algo inclinado con respecto al horizonte, nos generará problemas de ajuste a la hora de combinar los fotogramas individuales, con pérdida de información importante, e incluso la posibilidad inadvertida en el momento de la toma de recortar algún elemento importante de la composición si esta está muy ajustada. Así que no valen las prisas. Aunque a las horas del atardecer, las condiciones de luz pueden varias más deprisa de lo que imaginamos, especialmente si hay alguna nube en el cielo.
Globalmente, la experiencia la considero satisfactoria. Los objetivos de Olympus y Panasonic, aunque juegan en distinta liga de calidad entre sí, ambos dan buena calidad de imagen a las aperturas de trabajo seleccionadas. Siempre me entran dudas de si f/8 en el 35-100 mm puede dar algún problema con la difracción. En las luces puntuales aparece alguna estrella que otra. Pero por su poca luminosidad, el uso de f/5,6 a la focal de 100 mm supone trabajar con la máxima apertura. Si bien tiene una nitidez muy utilizable, el contraste es un poco bajo. El objetivo Ricoh acusa su edad y, aunque da una nitidez razonable, aunque inferior a los otros dos, lo que más descoloca es su rendimiento de los colores, difíciles de ajustar después en el procesado digital de la imagen.
En ninguno de los panoramas compuesto he tenido problemas de desajuste de la imagen. Incluso en las exposiciones de 1 segundo, la máxima permitida por la Lumix G9 para el modo de alta resolución, no he observado ningún problema de imágenes fantasmas por alteraciones en el encuadre de las fotografías individuales. El trípode tiene estabilidad suficiente para la tarea. Otra cosa es los elementos móviles en la imagen. En el caso del agua del río Ebro... el efecto es interesante y aporta valor estético. Con respecto a otros elementos móviles en el encuadre, algunos desaparecen, se mueven demasiado deprisa, y otros generan puntales pérdidas de nitidez que no afean la imagen, son perfectamente asumibles. En lineas generales, considera la experiencia adecuada, aunque tuve que pelear bastante con la posición adecuada del trípode para conseguir las imágenes adecuadas. Pero bueno... todo es cuestión de práctica.
De la pequeña Olympus Pen EE3 ya he hablado en otras ocasiones. No voy a entrar ahora en muchos detalles sobre las características de esta sencilla cámara de medio formato, que no de formato medio. Es decir, que a partir de un carrete de película biperforada de 35 mm de 36 exposiciones ofrece 72. Aproximadamente. Siempre sale alguna más, si tienes cuidado al cargar la película. Lo cierto es que se puede hacer interminable uno de estos carretes. Aunque en una ocasión que la llevé de viaje, vino bien el aumento de capacidad. Y por cierto, aunque sea la mitad de un fotograma con una relación de aspecto 3:2, la de los negativos de esta cámara no son 3:4. Algo se pierde en el intervalo entre negativos y está más bien en el 5:7. Más que negativos de 18 x 24 mm son, en realidad, de 17 x 24 mm.
Lo cierto es que la disminución del tamaño del fotograma hace que el sacar provecho de la información que contiene por medios caseros sea complejo. La mejor solución que he encontrado ha sido la de fotografiar los fotogramas con una cámara digital y un objetivo macro. Pero la mayor relación de aumento necesaria para reproducirlo, hace que la tarea de encuadre, el paralelismo necesario entre el sensor de la cámara y la película, y el diafragma usado sean más críticos para conseguir todo el fotograma enfocado. Con una mesa de reproducción sería más fácil. Pero con el trípode que tengo, más adaptado para salir al campo, y el iPad como mesa de luz... pues hay más margen para el error que con negativos más grandes.
En esta ocasión, en la que he empleado mi último carrete de Fujifilm Neopan 100 Acros, que da un grano muy fino, decidí conseguir un digitalizado de mayor calidad, y la mandé a revelar a Carmencita Film Lab. Como suele suceder con los laboratorios comerciales, de escanean la película como si fuera de 24 x 36 mm, por lo que obtienes 36 imágenes dobles. Lo cual es aprovechado por muchos fotógrafos para obtener dípticos con significado en sí mismo. Las fotografías que aquí muestro intentan ofrecer paisajes, naturales, urbanos o humanos, que supongan un contraste en cada par de fotografías.
Lo cierto es que la calidad del escaneo se nota. Sin que se aprecie el grano, la gradación de gris es muy buena. Y más nitidez es difícil de pedir, por las limitaciones propias de la cámara. Hay que tener en cuenta que cuando la luz empieza a faltar, abre mucho el diafragma. Y teniendo un foco fijo, el infinito y los primeros planos pueden aparecer poco enfocados, priorizando los planos medios, retratos de cuerpo entero y similares, que sí podrían aparecer bien enfocados. Pero no el enfoque completo que se busca en los paisajes. Aunque cierto aspecto difuminado también ofrece sus virtudes estéticas.
En cualquier caso, estoy parcialmente satisfecho con los resultados obtenidos, puesto que he obtenido algunos dípticos que me parecen interesantes. Aunque tendré que pensar mejor las tomas, para mejorar los resultados globales. Espero que os gusten y os interesen.
Ah... una última cosa. Como dato. A la resolución de escaneo solicitada, el díptico tiene una resolución de algo más de 19 megapíxeles, permitiendo una ampliación de 54 x 36 cm, aproximadamente, según lo exigentes que seas. Algo menos de la mitad, si sólo quieres uno de los fotogramas del par. No está nada mal para una cámara con un negativo de este tamaño. Podría haber solicitado un nivel mayor de resolución, prácticamente el doble, pero dadas las características de la cámara, decidí que no merecía la pena el gasto. Y creo que hice bien.
Durante unos diez años, desde 1990 o 1991 cuando la compré, hasta el año 2001 cuando la perdí, hubo una cámara a la que tuve mucho cariño, que usé bastante y que me acompañó en muchos viajes. Se trataba de la Minox 35 ML, una pequeña cámara compacta, de enfoque manual por estimación, exposición por prioridad a la apertura, del tamaño de una cajetilla de cigarrillos, muy bolsillera, y que tenía como una de sus principales cualidades un objetivo Color-Minotar 35 mm f/2,8, un objetivo de fórmula sencilla, tipo Tessar, cuatro lentes en tres grupos, que daba una calidad mucho mayor de lo que uno podía pensar. Cuando iba de viaje en aquella década, llevaba una cámara réflex, Canon EOS 100, con película diapositiva en color. Y la pequeña Minox con película negativa en blanco y negro. Lo pasé muy bien con ella.
Pero como he dicho al principio, la perdí. En unas vacaciones en Bélgica, en un caluroso, muy caluroso para aquellas latitudes, día de verano, en un tren que nos llevaba desde Lieja a Lovaina, la llevaba en el bolsillo de los pantalones bermudas, y se salió. Se quedó en el tren. Nunca me llamaron de la oficina de objetos perdidos de Bruselas Central donde la reclamé para devolvérmela. Supongo que quien la encontró, se la quedó. Cuando volví de vacaciones, unas semanas más tarde, en un viaje en el día a Barcelona, vi en una tienda de la calle Pelayo una Minox GT-E, entre... y me la compré.
He de decir que, siendo muy similares, no son iguales. El objetivo de la GT-E es un MC Minoxar 35 mm f/2,8. Teóricamente mejor por dos motivos. La distancia de enfoque mínima del Color-Minotar era de 90 cm frente a los 70 cm del MC Minoxar. Esta diferencia es relativa, porque con una cámara que tienes que enfocar por estimación, y a una distancia tan cercana, en la que el error de paralaje del visor es grande, pocas veces se usa en fotografía de aproximación. El segundo motivo es que las lentes del MC Minoxar tiene revestimiento multiple [MC = multi coated], frente al revestimiento sencillo del Color-Minotar. Esto le dotaría de mayor contraste por una mayor resistencia a los reflejos externos e internos. Pero no nos olvidemos que es una fórmula óptica tipo Tessar, en la que las superficies vidrio-aire son muy pocas, por lo que ese dato es menos importante que en otros objetivos con más lentes en su fórmula óptica.
La Minox 35 ML tenía una gran ventaja sobre la Minox GT-E. Como he dicho, la exposición se hace mediante un automatismo de prioridad a la apertura. Tú eliges el valor del diafragma, y la cámara te propone una velocidad de obturación que aparece indicada en el visor. Ambas cámaras tiene un interruptor x2, que disminuye un paso la velocidad de obturación, duplicando la cantidad de luz que llega a la película. He oído en algunos sitios que estaba ahí para compensar la pérdida de luz de un hipotético filtro amarillo o de densidad neutra. Tonterías. El objetivo está diseñado para que si le pones un filtro también cubre la célula del fotómetro, por lo que no es necesaria esa compensación. Además, como he tenido los manuales, sé perfectamente que el fabricante llamaba a este interruptor "el control de contraluces" o algo así. Es decir, estaba pensado para evitar que en caso de contraluz, el sujeto principal quedase negro y silueteado. Pero en cualquier caso, se puede usar en cualquier situación que precise una compensación de la exposición de un paso extra, como en lugares con nieve, en la playa o con superficies claras. No existe ninguno al contrario, para quitar luz. Pero si se usa película negativa, no suele tener importancia una sobreexposición de un paso.
Otra cosa es que quieras medir con precisión. Por ejemplo, si usas película diapositiva, cosa que yo hice alguna que otra vez. Con la Minox GT-E la única forma de compensar es modificando el valor ISO del exposímetro. Si usas una película de ISO 100 y quieres subexponer un paso, lo pones a ISO 200. Si lo quieres sobeexponer un paso, lo pones a ISO 50. Ya está. Pero tienes el problema de que si te olvidas de volver a la posición normal,... yerras la exposición en varios fotogramas, hasta que te das cuenta.
La Minox 35 ML tenía algo mucho mejor. Como en otras cámaras con automatismos que se hicieron después y hasta ahora, si pulsas hasta la mitad de su recorrido el disparador de la cámara y luego reencuadras manteniendo esta pulsación parcial, puedes retener la exposición adecuada midiendo un área con unos valores de luminosidad apropiados. La Minox GT-E carece de esta funcionalidad,... y cuando la compré, lo odié. Y puesto que por aquel entonces ya tenía desde hacía unos años la Olympus mju-II, que compré para llevármela a esquiar por su resistencia a las salpicaduras, la empecé a usar con preferencia a la Minox en muchas circunstancias. Y en 2003 llegó mi primera compacta digital... La GT-E pasó a reposar en un cajón.
En los últimos años he querido volver a ponerla en marcha. Pero cometí un error que lo evitó. Pensé que por las dimensiones de la compartimento para las pilas, en lugar de usar las dos pilas de litio de 3V cada una que se supone que deben usar, difíciles de encontrar en estos momentos en los comercios, le puse combinaciones de cuatro pilas LR44, muy fáciles de encontrar, de 1,5V cada una. Las dos combinaciones dan los 6V requeridos. Y según mi apreciación, el tamaño final era el mismo. Pero la cosa no funcionaba bien. Y con frecuencia dejaba de funcionar con las pilas todavía frescas. Nunca he sabido exactamente si el problema es que las pilas alcalinas entregan la potencia de forma distinta a las de litio y eso genera problemas, o si es que las cuatro pilas LR44 son ligeramente más cortas que las dos Varta CR 1/3N, y perdían el contacto de vez en cuando, dejando de alimentar la cámara. Finalmente, harto de hacer el vago con la cuestión, hace un par de meses comprobé que en Amazon tenían las pilas adecuadas, las encargué... y la cámara funciona sin problemas. Ya sabéis, cuando todo falle, y si no queda más remedio, leed y seguid las instrucciones.
El bautismo de fuego de la recuperación de la Minox GT-E fue la FP4Party de febrero de 2019. Le puse la Ilford FP4 Plus y salí a hacer fotos. Las que veis en este artículo en blanco y negro corresponden a ese carrete. Lo cierto es que disfruté mucho. Recordé que, a pesar de ese inconveniente con la medición de la luz que he indicado, es una cámara muy divertida. Espontánea, pero usándola con talento. Discreta, muy discreta. Y rápida de usar, una vez que asimilas su carácter, que exige ser muy previsor y preparar la cámara de antemano. Usando película negativa, el interruptor x2 suele ser suficiente para evitar subexposiciones. El carrete lo revelé al mismo tiempo que los rollos que hice con la Hasselblad... y me llevé la desagradable sorpresa de que estaban muy densos, a pesar de haber sido expuestos a un índice de exposición de 200, con la prolongación debida en el tiempo de revelado. El revelado fue con Kodak HC-110 en dilución C (1+19), durante 7 minutos a 21 ºC. Lo inmediato fue pensar que algo iba mal en la cámara.
Para comprobarlo, la cargué con un carrete de Kodak Gold 200, al que corresponden las imágenes en color que veis en esta entrada. Y la mandé a revelar a Carmencita Film Lab, avisándoles del posible problema, para que me hicieran un comentario de valoración de la densidad de los negativos. No me han llegado de vuelta todavía, pero sí el comentario de valoración que me dice... que están muy correctamente expuestos. Así que la metedura de pata fue de otro tipo. Volveré a hacer algún otro carrete de prueba antes de darla por totalmente apta para el servicio. Cosa que espero que suceda, porque tengo intención de llevármela a París en Semana Santa. Probablemente con unos carretes de Ilford XP2 Super 400, que son mis ideales para viajar. Ya os contaré.
Comentaba recientemente nuestro paseo por Albarracín en el que, además de una cámara digital, saqué a pasear la Canon EOS 650 con un carrete de Fujicolor Superia Xtra 400. Pero llevaba algo más en el bolsillo. Decidí rescatar de la estantería unos días antes de esta excursión, la plasticosa Lomography ActionSampler, una de esas cámaras "de juguete", para un uso informal, pero que pueden tener su gracia y su expresividad.
Recordemos las características de esta cámara.
Con una colorida decoración, es una cámara de plástico, absolutamente elemental. Apertura fija, velocidad de obturación única, y cuatro lentes que dividen en el tradicional negativo de 36 x 24 mm en cuatro cuadros con una superficie similar a la de los modernos sensores micro cuatro tercios, que se van exponiendo por turno, ya que el obturador no se abre simultáneamente para los cuatro. Como consecuencia, si sumas el error de paralaje de cada una de las cuatro lentes a la posibilidad de que algún elemento de la imagen esté en movimiento, los cuatro cuadros no son exactamente iguales. La denominación de la cámara, ActionSampler, resalta su intención de que sea usada en situaciones dinámica, con sujetos en movimiento, para mayor efecto.
Lo cierto es que en esta ocasión la he usado en situaciones más bien estáticas, donde me interesaba más la repetitividad del motivo, ligeramente distinto, o con una afectación distinta de las aberraciones propias de los meniscos de plástico que constituyen las lentes de esta cámara. La película usada ha sido un carrete de Rollei Superpan 200, que compré hace tiempo por la posibilidad de usarlo como película infrarroja, pero que tenía abandonado al decidir que iba a limitar la fotografía infrarroja al formato medio.
Tradicionalmente, no he sido muy aficionado del material sensible ISO 200. Cuando hay demasiada luz, me parece excesiva, especialmente si quieres usar diafragmas muy abiertos. Cuando empieza a escasear, se me queda corta. Sin embargo, es un índice de exposición muy frecuente en estos días. Hay muchos sensores digitales cuya sensibilidad base, por lo tanto la que ofrece mejor calidad, es ISO 200. Las películas en color económicas, aunque no necesariamente malas, también están en esa sensibilidad. Y recientemente he ido comprobando, con determinadas películas en blanco y negro de ISO 100-125, que un forzado de un paso no les sienta mal. Pero como habitualmente esas películas las uso con un filtro amarillo o naranja... a efectos prácticos es como usar un índice de exposición de 50 a 125, según el filtro.
Pero en esta ocasión, con experiencias previas con la Superpan 200, sin poder modificar el diafragma o la velocidad de obturación, sabía que una cierta sobreexposición y algo de subexposición no me iba a impedir obtener fotografías razonables.
El revelado lo he realizado con Kodak HC-110, dilución B (1+31), durante 6 minutos a 20 ºC. Es la recomendación que nos dan en The Massive Dev Chart, para un índice de exposición de 200. Se han digitalizado los negativos con la Panasonic Lumix G9 y el objetivo Panasonic Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH. No he ajustado mucho el cuadro al sensor. La calidad de imagen que ofrecen las lentes de plástico de la cámara es muy limitada, por lo que al final no merece la pena tener archivos de mucho más allá de 6 o 7 megapíxeles, para ampliaciones de tamaño DIN A-4 o DIN A-3 con un amplio margen blanco. Ya se observará en la limitada calidad que da una visualización web, que la nitidez no es la principal virtud de las fotografías que ofrecen estas cámaras "de juguete".
Lo que sí podemos decir que los negativos tienen una variedad de aspectos, desde los muy tenues, claramente subexpuestos, hasta los más densos, claramente sobreexpuestos. Pero en ninguno me he encontrado sombras bloqueadas o luces empastadas.
¿Los resultados? Pues lo que ya suponía, y he venido ya indicando más arriba. Cuanta mayor variación exista entre los cuatro cuadros de la fotografía, más sentido expresivo tiene esta. En esta ocasión, los resultados no son para tirar cohetes. Imágenes muy estáticas, y muchas de ellas con el objeto principal situado a una distancia apreciablemente larga. Eso minimiza la variabilidad entre los cuatro cuadros; por lo tanto, las fotografías pueden resultar algo monótonos. Fotografiando sobre objetos cercanos, como retratos, el error de paralelismo ofrece variaciones que pueden ser interesantes. Y si el sujeto se está moviendo, el retardo del obturador entre los cuatro cuadros, también.
Sólo algunas fotografías realizadas a contraluz o en motivos próximos, generan efectos propios de la variabilidad entre la cuatro lentes que pueden generar un cierta expresión diferenciadora.
Pero bueno. Es cuestión de seguir usando de vez en cuando la cámara en un futuro hasta ir encontrando los sujetos en los que tiene más razón de ser el uso de una cámara "de juguete" como esta que, eso sí, llamó la atención de varios de los pocos turistas con los que nos cruzamos y que nos permitió entablar alguna conversación e incluso comer acompañados de desconocidos, que enriquecieron el diálogo durante la comida. Bien está.
El día 30 de enero es un día en el que en los últimos años cojo fiesta y, con unos amigos, salimos de excursión a pasar el día. En los últimos años, apuntábamos al norte, íbamos parando a visitar lugares interesantes, tomábamos algún café o comíamos, y al llegar a la frontera francesa, nos volvíamos. Con el mal pronóstico de este año para los Pirineos, optamos por el camino contrario. Nos dirigimos hacia el ser, hacia Albarracín y los Montes Universales, y al llegar a Castilla, nos volvimos.
Dos cámaras me llevé, una digital y otra para película tradicional. Ambas Canon del sistema EOS, la EOS 5D Mark II, que compré nueva en 2010, y la EOS 650 que compré en 2017 en el 30º aniversario del sistema EOS, fue el primer modelo del mismo, por 25 euros. Los objetivos que valen para una valen igualmente para la otra. Así que les puse a cada una un objetivo de focal corta; el EF 40/2,8 STM a la EOS 650 y el Tamron SP 35/1,8 Di VC USD a la EOS 5D Mark II. Y añadí a la mochila el EF 70-210/3,5-4,5 USM. Utilicé los tres objetivo indistintamente con las dos cámaras a lo largo del día. Con la EOS 650 usé un carrete de Fujicolor Superia X-tra 400, una película todo uso, que da un excelente resultado.
Me centraré en comentar un poco el teleobjetivo de focal variable. Con una cómoda y adecuada gama de focales entre los 70 y los 210 mm, y unas apertura máximas más luminosas de lo que hoy en día se ve en los teleobjetivos de gama baja, este objetivo alcanzó cierta reputación en los años 90 del siglo XX. En aquella época se consideraba que era bastante nítido, teniendo en cuenta que no era de la serie L, y no recurría a vídrios especiales de baja dispersión ni lentes de fluorita como los teleobjetivo más prestigiosos de la menciona serie del aro rojo. Es cierto que a plena apertura, se suele observar un fuerte viñeteo, una notable pérdida de luminosidad en las esquinas, muy apreciable. Que en digital es solucionable en el procesado posterior de la imagen. Pero lo cierto es que muy pronto me acostumbré a usarlo con aperturas medias, f/8 sobre todo, apertura a la que el viñeteo no se aprecia y la nitidez es bastante buena. Lo único que necesitas es la luz adecuada o un buen trípode. En nuestra excursión a Albarracín no faltó la luz, lo que unido a la sensibilidad nominal de la película de ISO 400, permitía esa apertura sin problemas, con velocidades de obturación entre 1/250 y 1/1000 segundo según las condiciones de luz al sol o a la sombra.
Con estas precauciones, no hay problemas para obtener fotografías de razonable buen calidad sobre la Superia 400 en la EOS 650, que son las que ilustran esta entrada. Quizá el principal problema que surgió a lo largo del día fue que en algún contraluz se produjo alguna pérdida de contraste, aun usando el parasol reglamentario.
Este objetivo tuvo un gemelo, el EF 100-300/4,5-5,6 USM, en el que las focales más largas provocaban que con las mismas dimensiones, el objetivo fuera menos luminoso. Ambos formaban parte de una gama media que Canon tenía en aquel momento, entre los objetivos más sencillos y los más caros de la serie L. Y que permitía obtener buenos resultados sin arruinarse. Aunque tampoco estaban tirados de dinero cuando los comprabas nuevos. Cuando se popularizó el mundo de la fotografía digital, estos objetivos estaban ya fuera de producción o esta era marginal, aunque en el Canon Camera Museum nos informan de que se comenzaron a fabricar en 1990, pero no se informa del momento exacto en que dejaron de fabricarse o venderse.
No eran perfectos, pero eran convenientes. Y mi experiencia de haberlo usado con las EOS D60, EOS 10D, EOS 40D y EOS 5D Mark II, me confirma el hecho de que su uso a aperturas medias, f/8 o f/11 es perfectamente válido. Por ejemplo, van bien para construir un panorama sobre un trípode, situación en la que probablemente usaremos aperturas de entorno a f/11. Y utilizados a aperturas máximas, se percibe un descenso del rendimiento en las esquinas, pero que, si estas están desenfocadas por la limitada profundidad de campo, tiene poca importancia de cara a algún retrato o fotografía de aproximación. El viñeteo se puede corregir digitalmente. Así que, no lo uso mucho, pero cuando lo hago, lo hago satisfecho. Si los veis de segunda mano a buen precio, en visto en eBay ejemplares entre los 39 y los 65 euros, no les hagáis ascos si vais justos de monetario.