Mis primeros pasos en el mundo de la fotografía digital fueron de la mano de algún que otro escáner de diapositivas y negativos. Que daban una calidad regular. O a lo peor es que yo no sabía sacarles el partido adecuado. En cualquier caso, tras estos, fueron las cámaras compactas digitales las primeras con las que yo aprendí a manejarme en esta nueva forma de hacer fotografías. Más sobre esto en otra ocasión. En lo que se refería a las réflex digitales... mirábamos ese mundo con atención y sorpresa. La vida media de un modelo apenas llegaba al año y medio, eran carísimos y eran sustituidas por otras cámaras que suponían un salto cualitativo y cuantitativo tremendo.
Veamos lo que pasaba. Después de varias pruebas con distintos captores y modelos, en octubre de 2000, salía al mercado la CANON EOS D30, una cámara con un cuerpo de bastante buena calidad, con un captor de imagen de poco más de 3 megapíxeles (MP), de tamaño APS-C. Sí sólo 3 MP. Y costaba prácticamente 3.000 euros. Y sólo año y medio, sacaba al mercado una EOS D60, que duplicaba la resolución espacial, 6 MP, por un precio similar, y también con un cuerpo de alto nivel. Invertir ese dinero en algo así, sabiendo que podía quedar demodé en un abrir y cerrar de ojos. Así que muchos nos dedicamos a observar y esperar. Eso sí, hablaban maravillas de aquel aparato... incluso algunos lo comparaban al formato medio de película... en serio...
El caso es que a finales de 2005 se me ofreció la oportunidad de adquirir un cuerpo EOS D60, por la décima parte de su valor de compra. Estaba en muy buen estado exterior, aunque se me advirtió que se habían disparado bastantes fotos con él. Es decir, su obturador podía tener las horas contadas. Era un riesgo, que corrí. El aparato.
Voy a ser muy claro. Aunque con esa modesta resolución espacial, aunque no pasaba de forma efectiva de los 800 ISO, aunque ya empezaba a mostrar signos de obsolescencia, es uno de los aparatos con los que más he disfrutado haciendo fotografías. En serio. Me acompañó a varios viajes, e hice fotos que con un cuidados procesado, a partir del archivo raw, se convirtieron en dignas ampliaciones de 60 x 40 cm. Y todo era felicidad, hasta que la cámara entregó su alma, es decir el obturador, un día de principios de julio de 2007 en HELSINKI. Teniendo en cuenta lo que me había costado y las fotos que hice con ella, es una de las compras digitales más eficientes que he hecho.
Os dejo algunas muestras de fotografías hechas con ella.
La pérdida de la EOS D60, una cámara con la que había hecho tan buena amistad, me dejó algo contrariado. Pero todavía en aquel momento, en el verano de 2007, no me parecía que el entorno de las réflex digitales hubiera alcanzado su madurez, y que la dinámica de renovaciones frecuentes y avances importantes iba a continuar. Gastar una cantidad importante de dinero seguía sin parecerme una estrategia correcta, así que volví a recurrir al mercado de segunda mano, y me hice por un precio similar a la anterior con una EOS 10D, que básicamente era una segunda versión de la D60 con algunas mejoras, pero simplemente una evolución.
La cámara funcionaba igual de bien o mejor que la EOS D60, si bien es cierto que ahora sí que presentaba una mayor diferencia con algunas cámaras de la gama que habían aparecido con posterioridad, con mayor resolución espacial y otras mejoras. Pero tras analizar un poco mis necesidades y mi forma de procesar las fotografías, había tomado una decisión. Una cámara comprada nueva, pensada como inversión a un plazo amplio, tendría que tener un mínimo de 10 MP, y eso no existía todavía. Y pensaba que aún tendría margen para disfrutar de la "económica" 10D antes de que se presentara la oportunidad de esa hipotética compra de una cámara nuevecita.
Así que fui utilizándola con frecuencia, aunque nunca llegué a usarla en ningún viaje o proyecto importante como veréis a continuación.
Sin embargo, en algún momento compré "una cámara de más". No sé si es que tendría que haber esperado un tiempo hasta que saliera la cámara ideal, o si unos meses cuando salió al mercado la cámara de 10 MP, la EOS 40D tendría que haber esperado. Haber amortizado algo más la compra de la anterior y cuando fuera, haber comprado lo que fuese que estuviese en el mercado... un mercado que iba a evolucionar mucho más de lo que yo pensaba. Y es que, en aquellos tiempos, procuraba mantenerme informado, pero era muy difícil saber qué compra era la más adecuada y cuando. Las réflex digitales todavía me intimidaban por la evolución tecnológica. Lo cual quiere decir que no aprendí nada de la D60. Siendo una cámara totalmente desfasada cuando la compré, la disfruté mucho. Luego eso quiere decir que era tontería preocuparse por estar actualizado. No obstante, en la primavera de 2008, compré por primera vez nueva y no de segunda mano una cámara réflex digital, la Canon EOS 40D.
Una cuestión estaba clara en aquel momento, y lo sigue estando hoy en día. A partir de cierto instante, y comparado con el mundo de la fotografía con película tradicional, la calidad y la versatilidad de la fotografía digital era notable. Y se podía decir que ya no había cámara mala. Y ciertamente, la 40D no lo era. También me acompañó a varios viajes y en otros proyectos. Pero algunas cosas estaban cambiando. En mí. Y dos de ellas sellaron el destino de esta cámara bastante más que decente para su época, y que incluso hoy en día es capaz de ofrecer buenos resultados.
La primera fue que me empezaba a cansar de acarrear tanto peso en mis viajes. Las cámaras réflex digitales son más masivas y voluminosas que sus equivalentes de película tradicional para un formato dado. No hay cámaras de formato 24x36 mm del tamaño de la PENTAX MX de la que ya os he hablado. Ni por casualidad. Y si llevas mucho peso y talabartes, acabas cansado y haces menos fotos y peores. Lo he comprobado.
La segunda es que me cansé de utilizar sistemáticamente objetivos de focal variable, los populares zoom. Poco a poco he ido comprobando que me salen mejores fotografías con un objetivo de focal fija simplemente, estrujándome el coco para sacarle partido, que los zooms más versátiles.
Ya habréis podido comprobar en mi artículo dedicado a mi equipo de viaje que ya no voy por el mundo con un equipo basado en las CANON EOS como hasta hace unos años. Una escapada a PORTUGAL en el 2009, fue la última vez que lo hice. Pero hay otros factores que han influido en mi forma de utilizar este sistema. Eso lo explicaré en una última entrega de esta serie sobre CANON y sus sistema EOS. De momento os dejo con fotografías tomadas con la 40D por esos mundos.
Las fotografías que acompañan las recomendaciones de esta semana son de una serie que hice ayer por la tarde por casualidad. Un encuentro no planificado con un motivo paisajístico. Son las TRINCHERAS DE LOS PETRUSOS, trincheras de la guerra civil española próximas a VILLAMAYOR, en ZARAGOZA.
La idea de esta semana era que las recomendaciones fueran de naturaleza ligera. Como corresponde a las fechas. Temas no especialmente sesudos. Pero luego me ha quedado una mezcla de serio y desenfadado, de clásico y contemporáneo o novedoso. Un poco también por azar.
Desde luego, si ya he hablado durante la semana en mi CUADERNO DE RUTA del fallecimiento de ROBIN WILLIAMS y LAUREN BACALL, no podía dejar de tener su reflejo fotográfico. Los actores y las actrices de cine son mil veces fotografiados, así que no es fácil seleccionar que traer. Por el lado de LAUREN BACALL he decidido traer algunas de las fotografías que le tomó en 1957 uno de los llamados fotógrafos de las estrellas, YOUSUF KARSH. En aquellos momentos, con aproximadamente 33 años, era una belleza más madura que cuando era una jovencita en sus primeras películas. Pero una belleza sin lugar a dudas.
En lo que se refiere a ROBIN WILLIAMS, quizá lo más llamativo ha sido la historia de unas fotografías tomados por el fotógrafo DANIEL SORINE en 1974 a unos mimos que montaban su número en CENTRAL PARK en NUEVA YORK. Y mira tú por donde, uno de ellos era un joven WILLIAMS, peleando en aquel momento por hacerse un hueco en el mundo del espectáculo.
He conocido esta semana el trabajo de un fotógrafo que se dedica tanto al retrato como a la arquitectura, concebida esta también como una forma de hacer retratos. Se trata de ROLAND FISCHER, que nos presenta unas propuestas muy interesantes, bien sea por la simplicidad de sus retratos en la piscina que de alguna forma despojan a sus modelos de buena parte del artificio que acompaña al ser humano, o por los patrones o formas geométricas que reconoce y nos ofrece en sus obras sobre arquitectura.
También he tenido la ocasión de conocer los retratos del fotógrafo ALEX CRETEY SYSTERMANS tal y como se nos presentan en el primer número de la revista en línea SELEKTOR MAGAZINE. A partir de ahí he podido conocer algo más de la obra de este fotógrafo francés contemporáneo que opta también por la naturalidad y por la observación del entorno tal cual es.
La adolescencia es un tema que ha apasionado desde hace tiempo a muchos fotógrafos. A veces en sus aspectos más difíciles, más oscuros e incluso patéticos, pero otras veces nos presentan un mundo relativamente idealizado de una época en la que la persona todavía está sin alterar por la realidad. Esta visión es quizá la que nos propone la fotógrafa BIANKA SCHUMANN, con especial atención al concepto de la amistad en esas edades. Sobre cual de las dos visiones, la oscura o la idealizada es la más ajustada a la realidad,... que cada cual escoja. Quizá un mezcla de ambas.
La iniciativa THE ONES WE LOVE nos presenta esta semana, entre otros, a ALBA YRUELA. Como no es frecuente encontrar fotógrafos y fotógrafas de este país por ahí, aunque últimamente han aparecido unos cuantos, le he dedicado un ratito a su página web, y sugiero que hagáis lo mismo.
Dice la leyenda, o más bien una novela convertida a la fama gracias a una película de FRANK CAPRA, que en algún lugar del TIBET existe un lugar paradisíaco donde el tiempo no transcurre. Probablemente el fotógrafo lituano ALNIS STAKLE decidió poner un poco de humor en su obra cuando tituló su serie sobre los desarrollos urbanísticos en CHINA con el nombre de ese paraíso terrenal, SHANGRI-LA. En cualquier caso, estamos ante unos estupendos paisajes urbanos nocturnos llenos de calidad técnica, pero también de contenido que invita a la reflexión sobre la poca importancia del ser humano hoy en día en los paraísos del dinero y el desarrollismo. Visitad su página. Realmente me parece un muy buen paisajista y documentalista.
Otro "paraíso perdido", en esta ocasión en la extinta UNIÓN SOVIÉTICA, lo podemos encontrar en esta serie recopilada de algunos sitios oficiales sobre PRÍPIAT, la ciudad próxima a la central nuclear de CHERNÓBIL, que nos muestran una ciudad activa, casi agradable si conseguimos obviar los feos bloques de viviendas de hormigón, muchas veces de carácter propagandístico. Un mundo que se derrumbó completamente con el accidente nuclear.
Un tono más desenfadado tiene la serie THE SELF PROMENADE, de los fotógrafos LUISA DÖRR y NAVIN KALA. Una avenida a orillas del puerto de HONG KONG, donde son frecuentes los turistas de la CHINA continental haciéndose fotografías con los rascacielos de la ciudad de fondo, muchos de ellas las selfies que tan famosas se han hecho. Pero tiene un indudable interés sociológico.
Por último, voy a incluir un nuevo sitio para seguimiento y para obtener recomendaciones que os pueda traer a estas páginas. Se llama A PHOTO EDITOR, y creo que puede ser interesante.
Las recomendaciones de hoy proceden de las páginas de:
Ayer os hablaba de forma extensa sobre la CANON EOS 100 y el equipo de objetivos y complementos que utilicé de forma prioritaria entre marzo de 1993 cuando la compré y el mes de julio de 2004, cuando la llevé de viaje por última vez. A Foix, Toulouse y los departamentos pirenaicos de la región francesa de Midi-Pyrénées.
Esta tarde, reorganizando algunas cosas en casa, me ha aparecido una cajita con diapositivas que puedo datar de septiembre de 1999. A finales de agosto de ese año había estado de vacaciones también en Francia. En la Cerdaña, en los castillo cátaros, subiendo por Carcasona y Albí hasta las gargantas del río Tarn. Un viaje que tengo que rescatar y digitalizar. Tras este viaje, me fui a pasar unos días con mi hermana, que vivía entonces en Peñíscola. Desde allí hicimos una excursión al MUSEO DEL FERROCARRIL DE VILLANUEVA Y LA GELTRÚ y a SITGES. Creía que estas diapositivas sí que las tenía localizadas y digitalizadas en su totalidad. Al menos las que merecía la pena. Pero he encontrado esta cajita con algunas más de aquella excursión y otras del viaje de vuelta en tren a Zaragoza. Y un simpático recuerdo. Una fotografía de los participantes en el cursillo de tenis de aquel mes de septiembre en el CENTRO DEPORTIVO MUNICIPAL DE LA GRANJA.
Como ya conté en su momento, mi primera cámara réflex, mi primer acercamiento serio a la fotografía fue a través de una cámara PENTAX. Si leéis aquel artículo, nunca abandoné aquel sistema del todo, pero en 1993 dejó de ser mi cámara principal. La PENTAX P30N era una entrada de sistema que, aunque simpática, me producía ciertas frustraciones que ahora no voy a detallar. Era el momento de cambiar de cámara principal. La primera elección era, claro está, una PENTAX más moderna, de enfoque automático, y con posibilidades de expansión. Había un modelo que cumplía estas características, la PENTAX Z-1, que entraba en mi presupuesto, y que no estaba mal. Pero en aquel momento ya se percibía que la marca estaba en retroceso. No tenía el aura de marca desenfadada y atrevida de tiempo atrás que le había ganado sus adeptos. Era el momento en que se percibía claramente que estábamos entrando el duopolio entre CANON y NIKON. Sí, había otras opciones, pero estas eran las que garantizaban un sistema más amplio, con mayores posibilidades de crecimiento y más estables a medio y largo plazo. El tiempo ha demostrado que era así. Algunas marcas de entonces permanecen, pero los sistemas que ofrecía en aquellos momentos dejaron de ser compatibles con los que ofrecen hoy en día. Y particularmente, aunque NIKON había sido tradicionalmente la niña mimada de los profesionales y los expertos, la marca claramente innovadora y que poco a poco le comería el terreno a la anterior era CANON. No pasarían muchos años para que, por ejemplo, los teleobjetivos blancos de la serie L dominaran el paisaje de los fotorreporteros, especialmente en los deportes, en naturaleza y en otros campos.
En estas estábamos cuando efectivamente en la comparación entre lo que ofrecían CANON y NIKON en la gama de precios en la que yo me había fijado, en la primavera de 1993, la CANON EOS 100, que podéis ver a continuación con un objetivo EF 50/1,8 de primera generación, fuera la elegida para acompañarme durante una década en todo tipo de aventuras.
En aquellos momentos, CANON tenía una gama muy coherente. Más que la del resto de las cámaras. Tras unos años en los que con la novedad de la montura EF (electrofocus) había revolucionado su catálogo, con no poca polémica por la sensación de abandono que tuvieron los poseedores de cámaras y objetivos con montura FD, y en los que fue ensayando con diversas cámaras que ofrecían novedades y soluciones diversas, pero no una gama coherente. Esta llegó. La EOS 1 como profesional, la EOS 10 como "semipro" o para el aficionado avanzado, la EOS 100 para el aficionado entusiasta, y la EOS 1000 para la entrada económica en la gama. Respaldadas por un parque de objetivos envidiables, en gamas económicas, intermedias con motorización ultrasónica y silenciosa, y de alto nivel, la serie L, con vidrios especiales con tierras raras.
Eso sí, todas ellas tenían un aire de familia innegable. Si aprendías a manejar una, enseguida aprendías con las otras, aunque los modelos más avanzados tenían numerosas opciones de configuración e innovaciones diversas. La de la EOS 100 era que prometían el funcionamiento más discreto y silencioso del momento para una cámara electrónica.
A continuación vemos una vista de la parte trasera y superior de la cámara, que no resultarán ajenas a quienes posean cámaras EOS incluso de las modernas series digitales, ya que el esquema general de su ergonomía se asentó entonces. Hoy en dia, CANON es un marca más bien conservadora, frente a los atrevimientos de hace 20 a 25 años.
Las cámara en aquel momento ya se vendían con un objetivo zoom en kit. El que venía con la cámara era un modelo que nos estaba mal, un EF 28-80/3,5-5,6 USM, que curiosamente en evoluciones posteriores perdió calidad y capacidades. En aquel momento se asentaba en la gama intermedia de objetivos EF, mientras que los modelos posteriores quedaban relegados a la gama económica.
No lo conservo. Lo complementé con un telezoom EF 70-210/3,5-4,5, un objetivo que no estaba nada mal, también de la gama intermedia, que ya no existe, y que era entre dos tercios y medio punto más luminoso que sus sucesores de gamas de focal similares. Aquella pareja de objetivo me acompañó a varios viajes, hasta que cmbié el 28-80 por el EF 28-135/3,5-5,6 USM IS. El primer objetivo de CANON en llevar un sistema de estabilización óptica incorporado. Como la distancia entre la focal de 135 y la de 210 no es muy extrema, en la práctica en mis viajes este objetivo supuso que el telezoom se quedar en casa también casi siempre.
A continuación, la cámara con la pareja de objetivos de focal variable. En aquellos momentos, yo seguía por completo la corriente general de usar este tipo de objetivos.
También muy pronto complementé los objetivos zoom con una pieza obligatoria en el equipamiento de un aficionado con equipo de CANON; el "nifty fify". El EF 50/1,8 es un objetivo con una construcción de gama económica, pero con una óptica de excelente calidad. Por lo tanto, su precio razonable hace de él una pieza que conviene tener, salvo que vayas a por los 50 de gama intermedia o de la serie L. Yo tuve dos de la segunda versión del 50/1,8, pero ambos perecieron de forma similar. Un golpe frontal producía la rotura de los anclajes del grupo óptico, irreparable a un precio razonable. Así que acabé buscando uno de la primera versión, con ventana con distancias de enfoque, montura de metal en lugar de plástico y mejores acabados. Ópticamente igual. Todavía lo tengo y va bien. Como veis, ha sido una tónica en la marca el recortar costes en sus productos, por lo que en muchas ocasiones las primeras versiones de sus productos son más deseables que las posteriores.
Me hice también con un Sigma 28/1,8, el único objetivo de esta marca que he tenido que me ha merecido la pena, aunque no es compatible con los modelos digitales. Estos objetivos acompañaban en los viajes a los zoom para los momentos de escasa luminosidad, o eran utilizados en proyectos concretos fuera de los viajes.
Como mi capacidad económica era limitada, me hice también con un Cosina 100/3,5 MC Macro, un objetivo macro de construcción muy barata, de concepción muy tradicional, que alcanzaba una escala de reproducción 1:2 por sí mismo, y 1:1 con una lente de aproximación complementaria. Era muy barato, pero sus resultados eran razonables, lo que le daba una relación calidad precio muy razonable. También lo conservo todavía.
A continuación vemos la cámara con su trío de focales fijas adquiridas en los años 90.
Como digo, esta cámara era adecuada para constituir un sistema, y había más accesorios, que todavía me son útiles. No falta el flash, un SPEEDLITE 420EX, suficiente para las contadas ocasiones en que tiro de este complemento. Y tampoco unos tubos de extensión de KENKO, que se podían acoplar tanto al objetivo macro como al 50 mm, por lo que este objetivo con estos tubos en el bolsillo era el objetivo de elección para paseos por la naturaleza, si acaso acompañado también del 28/1,8 para paisajes. Los zoom para los viajes.
Poner ejemplo de fotografías tomadas con esta cámara... pues es difícil escoger, porque tengo cientos o miles de diapositivas y negativos tomados con ella. Escogeré algunas de algunos viajes de los que hice en los últimos tiempos algún libro de fotografías de viaje, y con alguno de los últimos carretes que expuse con ella no hace mucho. Espero que os gusten.
Nos encontramos ante la última película filmada por lo tanto por ERIK POPPE, antiguo fotógrafo de prensa noruego reconvertido en cineasta, y que sitúa como protagonista a una reportera gráfica. Motivo más que suficiente para que la película despierte mi interés y me lleve a las salas de cine y a incluirla en mi colección de películas con la fotografía como tema. Ilustro este artículo con fotografías de las trincheras de Alcubierre, correspondientes a la guerra civil española, donde desarrolló parte de su trabajo ROBERT CAPA. Con un equipo bastante menos aparatoso que el de la protagonista de la película.
La película nos habla como digo de una reportera gráfica, Rebecca (JULIETTE BINOCHE), una de las más importantes del panorama de la actualidad según la ficción, que a través de sus contactos ha conseguido llegar hasta el lugar donde se prepara un mujer integrista como bomba humana para realizar un atentado en Kabul. La acompaña en su recorrido hacia su destino durante un tiempo hasta que decide bajarse del coche, momento en que hace algo que llama la atención de la policía, y desencadena la detonación de la bomba humana, que la alcanza y queda mal herida. Durante el periodo de recuperación en su casa de Irlanda, comprueba que los riesgos de su profesión están afectando a su familia, especialmente a su marido, Marcus (NIKOLAJ COSTER-WALDAU), y a su hija mayor, Steph (LAURYN CANNY), una introspectiva pero inteligente adolescente de quince años. Un viaje con esta a África provocará la crisis en el entorno familiar, y la necesidad de replantearse toda su vida.
No entraré aquí a discutir las virtudes o defectos cinematográficos del filme; mi opinión la podéis encontrar en mi CUADERNO DE RUTA. Pero sí los aspectos fotográficos del mismo.
Evidentemente, siempre es interesante conocer las condiciones y la ética asociada a un trabajo arriesgado como es el de fotógrafo en zonas de conflicto. Película ambiciosa en cuanto a los temas que trata. La necesidad de que haya fotógrafos en zonas de conflicto; la necesidad de la libertad para realizar su trabajo; la censura abierta o solapada; la ética del fotógrafo en cuanto a mero espectador o potencial actor de lo que está sucediendo; el delicado equilibrio de la mujer que trabaja, poniendo además en riesgo su vida, y su compromiso hacia su familia; … Hemos de suponer que Poppe tendrá bien pensados los temas, ya que él mismo desarrolló este trabajo. También que, por ese motivo, las escenas de la fotógrafa en situación de conflicto debemos considerarlas realistas, o al menos, de una forma razonable.
Para los más tecnófilo, da la sensación de que podría haber cierto grado de PUBLICIDAD POR EMPLAZAMIENTO DE PRODUCTO por parte de CANON. El material que vemos utilizar a Rebecca es todo de esta marca. Dos cuerpos de cámara, uno de la serie 1D, probablemente una EOS 1D X, el cuerpo profesional más actual de la marca orientado a esta profesión, que data de 2012. Lo solemos ver montado con un zoom de la serie L, probablemente un EF 24-70/2,8L II USM, modelo también del año 2012. La otra cámara es probablemente un EOS 5D Mark III, otra cámara que lleva en el mercado desde el mismo año, en esta ocasión frecuentemente calzada con un EF 70-200/2,8L II USM, modelo que salió al mercado en 2010. Estas me parecen las opciones más lógicas dado el aspecto de los aparatos y la fecha de realización del filme. No obstante, podrían en algún caso ser algún modelo anterior. No he dispuesto de ninguna imagen con suficiente resolución para confirmarlos. En algún momento aparece también con alguna focal fija muy luminosa, pero no he llegado a averiguar si se trata del 50/1,2 o del 85/1,2, ambos de la serie L, y de aspecto externo muy similar.
No sólo es eso, sino que en el viaje a África, Rebecca da a su hija Steph una compacta que por su aspecto y fecha diría que es una Canon Powershot G12, compacta alta de gama, con la que la adolescente toma también algunas secuencias de vídeo para su posterior trabajo escolar. Como vemos, mucho de CANON, pero no por ello menos plausible. Es conocido que son muchos los fotógrafos de este tipo que usan este tipo de material para su trabajo.