Viajar a una lugar como la cataratas del Niágara es un momento importante en un viaje. Un espectáculo de naturaleza pero que al mismo tiempo tiene un fuerte componente de icono de la cultura popular pone presión al aficionado a la fotografía que no sabe ir a ninguna parte sin su(s) cámara(s). Sientes la obligación de que todo tiene que ir bien. La expectativa a tu alrededor es de fotos necesariamente estupendas. Incluso si eso no es necesariamente así de forma inmediata. Hay muchas cosas que pueden ir mal.
Yo no me puedo quejar, y el día nos ofreció oportunidades diversas. Incluso tuvimos un magnífico arco iris por la tarde. Por supuesto, mis cámaras principales durante el viaje son mi equipo micro cuatro tercios, y mi compacta Leica D-Lux (typ 109). Cámaras digitales que van muy bien, pero que tienen alguna limitación como ahora comentaremos.
Visitar un lugar como las cataratas del Niágara implica una serie de ritos. Uno de ellos, poner una capa impermeable de color chillón y montar en un barco que te lleva a una corta distancia bajo las cataratas. Otro de ellos, especialmente si estas en el lado canadiense, recorrer las galerías tras y bajo la catarata de la herradura, y sentir caer casi sobre ti el agua. El tercero, el sentir el agua que te llega mientras paseas, dependiendo de los vientos dominantes.
La siguiente reflexión es que los equipos fotográficos electrónicos digitales no se llevan especialmente bien con el agua. El número de elementos de los que se componen que se pueden ver afectados por la corrosión son numerosos. Y menos mal que estamos hablando de agua dulce y no salada, que si no la cosa es peor. Algunos equipos están tropicalizados, lo que los hace resistentes a las salpicaduras de agua y a la intromisión de la arena y el polvo. La Olympus OM-D E-M5 es una cámara de estas. Pero necesitas que TODO el equipo esté tropicalizado. En el momento en el que los objetivos, o el flash, o el componente que sea no cumple con las especificaciones necesarias, estás poniendo tu equipo en riesgo.
Existen carcasas impermeables que permiten la fotografía submarina, pero cuestan su dinero, y si no es tu actividad habitual, resultan un gasto ruinoso. Además de incrementar sistemáticamente el peso de tu equipaje. Y uno ha optado por equipos de este tipo para ir ligero. Asi qué, ¿cuál puede ser la solución? ¿Cómo llevar una cámara impermeable sin caer en la bancarrota ni cargar con más tarros de la cuenta? Pues tirar de las tecnologías más tradicionales.
A principios de los años 90 se comenzaron a comercializar por los distintos fabricantes de película las cámaras de un solo uso. Cámaras de plástico, con un objetivo sencillo también moldeado en plástico, con o sin flash, recubiertas por cartulina de vistosos colores que les dan un aspecto informal, y que llevan un carrete de al menos 400 ISO, negativo en color (Ilford ha comercializado o comercializa también algún modelo en blanco y negro), con o sin flash, con una combinación de apertura y velocidad de obturación que las hace adecuadas para la fotografía a la luz del día, con sol o un nublado no excesivamente ominoso. Con el flash, también puedes tirar en interiores, aunque yo recomiendo reservarlas para exteriores usando el flash como luz de relleno. Dada la latitud de exposición y la calidad de las películas modernas, cualquier error de exposición quedaba fácilmente absorbido.
No tardaron en salir cámaras de este tipo, de un sólo uso, con carcasas de plástico impermeables, idóneas para llevárselas a la playa, a un parque acuático, a la nieve, o a cualquier circunstancia en que el agua o la arena fuesen una amenaza. Con película de 800 ISO, pueden utilizarse incluso en modestas inmersiones hasta 5 o 6 metros de profundidad. Pues bien, una de estas cámaras impermeables, una Fujifilm QuickSnap Waterproof que compramos en Kingston, nos llevamos para nuestra visita a las cataratas del Niágara.
La compramos como digo durante el viaje, el día anterior a la visita al Niágara, por lo que no ocupó espacio en los desplazamientos. Disparamos las 27 exposiciones del carrete en las horas que estuvimos en Niagara Falls. Al terminar el carrete, desmontamos la cámara, extrajimos el carrete, tiramos los restos del aparato en un contenedor de reciclaje de plásticos, y el carrete lo pusimos a buen recaudo en el equipaje. Un carrete no ocupa tan apenas lugar. Están muy bien pensadas. Cuando te las venden, la película está toda fuera de la carcasa del carrete, y conforme vas haciendo fotos y avanzando la película, esta se va introduciendo en la misma, quedando protegida. En caso de accidente y rotura, las fotografías realizadas no se velan.
Con 800 ISO, las imágenes presentan un grano evidente, más notorio en situaciones de luz escasa, pero que en general no molesta. El objetivo es un sencillo menisco de moldeado en plástico, tal vez un doblete acromático, ahora no lo recuerdo. En cualquier caso, con una apertura de f/10, la calidad óptica tiene ciertas limitaciones, pero es honesta. Y está preenfocada a la distancia hiperfocal. Tiene una distancia focal de 32 mm, que está bien como todo terreno, y una velocidad de obturación de 1/125 segundos que debería evitar el riesgo de trepidación. En condiciones soleadas, la película Fujifilm Superia X-Tra 800 que carga se sobreexpone, lo que lleva a un grano menos aparente y unas imágenes más saturadas. Lo cual no es malo. Bajo el agua, en la sombra o en días nublados, la reserva de sensibilidad viene de maravilla para poder seguir haciendo fotos de calidad razonable.
Salvo la primera de todas, las fotografías de este artículo están tomadas con una cámara de este tipo, que envié a revelar a mi laboratorio habitual de confianza Carmencita Film Lab, a quienes informé en el formulario de solicitud de trabajo de las circunstancias de la toma. Especialmente para garantizar un escaneado respetando las circunstancias de luz y tono. Han hecho un excelente trabajo.
Yo tenía miedo de una cosa. El carrete, de alta sensibilidad, ha atravesado tres controles de seguridad; en el aeropuerto de Toronto, en el de Montreal y en el de París. Quizá por la radiación electromagnética de alta energía podría aparecer algún velo en los fotogramas. Pero no ha sido así.
Creo que el múltiple objetivo está conseguido, entre las cámara digitales y la desechable QuickSnap Waterproof; conservar un recuerdo adecuado del viaje, tener unas fotografías presentables con dignidad ante cualquiera y, uno fundamental, divertirse como un loco haciendo fotos. Con una solución de baja tecnología, pero eficaz si sabes lo que tienes entre manos. Si conoces sus puntos fuertes y sus limitaciones.
No voy a insistir demasiado en que el material no importa, que lo que importa es el fotógrafo. En este caso, el material importa. Lo que hay que tener claro es que el adecuado no tiene por que ser ni el más claro ni el tecnológicamente más avanzado.
Esta semana hay una serie de recomendaciones de naturaleza muy diversa; difícil de agrupar en áreas o intereses fotográficos comunes. En cualquier caso, con un poquito de orden, intentaré exponerlas sin caer en lo farragoso. Acompañaré los comentarios con las fotografías de naturaleza muerta que realizamos en 1993 en los cursos de la Galería Spectrum. Que en la distancia me parecen curiosos e interesante el enfoque de aquellas clases, distintas a la orientación que podemos ver hoy en día en este tipo de cuestiones.
Vamos primero con los clásicos. Y hay que lamentar un fallecimiento, el del fotógrafo neoyorquino Harold Feinstein (1931 -2015). Nos lo contaron en diversos sitios por internet, aunque yo he retenido el artículo que le dedicaron en L'Oeil de la Photographie. No es la primera vez que aparece por aquí, ya que a mitad de noviembre del año pasado ya le dediqué un breve comentario en las recomendaciones semanales de aquel momento.
Otro clásico es Brassaï, seudónimo del fotógrafo húngaro establecido en París Gyula Halász. Especializado durante un tiempo en documentar la vida nocturna del París de los años 30 del siglo XX. En American Suburb X (ASX) nos recuerdan, supongo que a propósito de los recientes avances en Estados Unidos en materia de derechos de los colectivos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, que en esas noches parisinas también se acercó al mundo de estos colectivos, en una época en la que ni siquiera se imaginaba uno que pudieran reclamar estos derechos, por moderna que fuera la capital francesa.
El último de los clásicos de esta semana va a ser una fotógrafa, también de principios de siglo XX, hoy en día un poquito olvidad, y que también representó el ansia de libertad, de romper con las costumbres y la moralidad rancia de la época. Su carrera como fotógrafo fue corta y quizá por ello no recibe todo el reconocimiento que debería. Se trata de la alemana Germaine Krull, y la reivindican en L'Oeil de la Photographie. Alemana, pero fue una auténtica ciudadana del mundo, ya que vivió a lo largo de su vida en al menos cuatro de los cinco continentes tradicionales.
Otra fotógrafa que ya fue comentada en estas páginas a propósito de un libro suyo que incorporé a mi bilblioteca es la japonesa Miyako Ishiuchi. Si una de las series más famosas de Ishiuchi que aparece en ese libro son las fotografías de los restos (vestidos, gafas, libros,...) de las personas que perecieron en Hiroshima por la bomba, en esta ocasión Rafael Roa nos trae de la fotógrafa un ejercicio similar pero centrándose en los objetos que pertenecieron a la artista mejicana Frida Kahlo. El difícil ejercicio de realizar un semblanza de una persona a través de los objetos que dejó tras de sí.
Vayámonos por un momento a América del Sur. En primer lugar con una recomendación de Cada día un fotógrafo/Fotógrafos en la red. Se trata de un fotógrafo brasileño que yo no conocía, André Cypriano, que combina la fotografía documental con la fotografía artística y de moda. Aunque a mí la que me ha atraído es la primera, que goza a su vez de cualidades estéticas innegables, difuminando una vez más los límites entre géneros fotográficos. Incluso cuando hace fotografía de moda, usa un blanco y negro que lo enlaza directamente con su estilo documental.
En Quesabesde nos llevan incluso más al sur, dedicándole un artículo a la serie Abandoned Patagonia del argentino Patricio Michelin. "Armado" de su Hasselblad XPan y película tradicional en blanco y negro, recorre las inmensidades patagónicas buscando todo tipo de objetos, artefactos, maquinarias, instalaciones, abandonadas en los desolados paisajes de esta parte del mundo.
Me aparece en mi panel de Tumblr un artículo de Mossfull con fotografías de Elise Kirk, en las que la fotógrafa hecha un vistazo a su entorno de origen, a esos lugares del medio oeste americano en los que creció y que puede considerar su hogar. Es un ejercicio frecuente entre los fotógrafos norteamericanos, pero por algún motivo las fotografías de Kirk me han llamado la atención más que las de otros.
Alguna otra vez creo que he dicho que plataformas como 500px me producen sensaciones contrapuestas. Por una lado recogen la producción de fotógrafos y aficionados a la fotografía de todo el mundo con cualidades técnicas y estéticas indudables, pero por otro lado tengo la sensación de que uniformizan en exceso las propuestas fotográficas de muchos fotógrafos cuya obra se parece como dos gotas de agua a las de otros fotógrafos que comparte esta plataforma. Pero de vez en cuando hay porfolios que me llaman la atención. Y en el blog oficial de 500px apareció esta semana uno de ellos. Se trata de las espontáneas fotografías en los transportes públicos del chino Zhan Jia Wu (嘉武 张). Sentido de la oportunidad, excelente composición, excelente gestión de los colores,... Lo único es que tiene tantísimas fotografías en su perfil que llega a resultar repetitivo.
Con la llegada del mes de julio nos ha llegado también el número 76 de Fraction Magazine. Y viene muy interesante porque los cuatro porfolios me han parecido dignos de mención:
El kitsch de los ambientes temáticos en tiendas, restaurantes, parques de atracciones, etcétera, tal y como lo ve en Stages of Persuasion el fotógrafo Justin Nolan.
Y tras el color de los anteriores, vamos al blanco y negro nostálgico en la serie Pinetta, de nuevo una vuelta a los orígenes, a las raíces, por parte de un fotógrafo norteamericano, en esta ocasión Rob Walters.
Y durante el mes de junio apareció el número 17 de Fraction Magazine Japan, la versión del anterior que recoge la obra de fotógrafos de lejano oriente. También bastante interesantes los porfolios de esta edición como por ejemplo:
La serie Issan de Eriko Koga, buscando la mística en torno a las montañas de Koyasan. Revisando su sitio web, me ha gustado mucho su serie de retratos Nepali.
La serie Sumo de Motoki, interesante serie en blanco y negro en clave baja sobre este tradicional deporte japonés.
La serie Le declic de Hideo Tobita (navegar dentro del epígrafe Artists para llegar a la obra de Tobita), fotografías instantáneas de lugares comunes.
Y con estas ya os dejo hasta la semana que viene. Aunque entre semana espero subir alguna cosa, ahora que estoy terminando mi diario de viaje a Canadá. Probablemente relacionado con el viaje.
Tres semanas llevaba sin acercarme a actualizar estas páginas y mis recomendaciones semanales por culpa de las vacaciones. Como las vacaciones han sido vacaciones, y he dejado de lado el 90 % de mis ocupaciones habituales, no creáis que eso me ha dado la oportunidad de recrearme en lo que pasaba en el mundo de la fotografía en internet. Pues no. Así que no tengo muchísimas recomendaciones para esta semana. Alguna cosa que ha surgido espontáneamente en estos días, fundamentalmente en los dos o tres que han pasado desde que he vuelto de Canadá y alguna cosa más. Mucho dentro de lo anecdótico. Pero no están mal. En cuanto a las fotos de hoy,... en estos días están de moda las banderas arco iris. Para bien. Pero a mí no me gustan las banderas, aunque sí los arco iris,... rainbows,... arcs-en-ciel,... arcobalenos,...
Me ha llamado profundamente la atención la serie inHUMAN que nos presenta en LensCulture, y que es obra de Paweł Bogumił, que se acerca a nuestros parientes animales más próximos, los grandes simios, para encontrar en retratos magníficamente realizados lo que unos separa y, sobre todo, lo que nos une a ellos. Más de lo que muchos quieren reconocer.
En Cada día un fotógrafo/Fotógrafos en la red nos han traído en los últimos días la obra de un par de fotógrafos españoles interesantes a los que podríamos acercarnos. Por un lado, el trabajo del cacereño Genín Andrada, que destaca ante todo por su excelente tratamiento de la luz y el color para una fotografía fundamentalmente documental. Por otro lado, la obra de un aragonés nacido en Zaragoza, que aúna su trabajo como escultor y como fotógrafo. Se trata de Mario Ayguavives, y en su obra también me han interesado sus intervenciones intencionadas sobre el paisaje y sobre la arquitectura, realizando operaciones de "limpieza" que ponen de manifiesto el poco respeto que el urbanismo descontrolado tiene sobre el paisaje.
En la colección de porfolios de los lectores que este fin de semana han sacado en L'Oeil de la Photographie ha habido dos que también han despertado mi interés. El titulado Kolodozero, de Alexey Myakishev, de carácter documental, nos habla del papel del religioso ortodoxo en una población rusa donde hay mucho de absurdo y de equivocado. Difícil sociedad, la rusa. Con un caracter más conceptual tenemos el titulado Food Mood. La ucraniana Lidia Kozhevnikova nos lleva a jugar con la importancia y los valores de la comida no sólo como elementos nutritivos, sino como elementos sociales alrededor de los cuales se desarrolla una gran cantidad de actividad humana en todos los ámbitos.
La mayor parte de las propuestas fotográficas que nos llegan desde el "movimiento" lomográfico me parecen conceptualmente vacías y estéticamente chirriantes. Es el tradicional "mucho ruido y pocas nueces", "much ado about nothing"... Pero existen notables y agradables excepciones. Por ejemplo, las relaciones que establece en las caóticas ciudades y la mujer, tal y como nos las muestra Tadahiko Hisatomi. Aunque no sé muy bien porque se "apropian" de este trabajo los lomográficos... Que yo sepa la Pentax 67 y la Nikon F100 con las que trabaja Hisatomi están en las antípodas de las cámaras de plástico, malas e impredicibles que tanto gustan a esta gente. Eso sí, sigue aferrado a la película tradicional.
Tampoco me parece improvisado, ni sus imágenes tomadas al azar, el trabajo Prypyat mon Amour de la fotógrafa Alina Rudya. Viviendo ahora en Berlín, la joven fotógrafa nación en Prypyat, Ukrania, ciudad que hubo de abandonar como el resto de los resisdentes por el desastre de la cercana central nuclear de Chernobyl. Es interesante ver el contraste entre los autorretratos actuales en la ciudad fantasma, y las fotografías de sí misma cuando apenas era un bebé y todavía vivía en la ciudad. Interesante reflexión personal.
Recibieron mucho bombo hace unos años las aventuras tibetanas de Heinrich Harrer, tal y como fueron narradas en el cine, siendo encarnado el escalador y deportista alemán por un famoso y cotizado actor de Hollywood. Pero en DSRL Magazine han considerado que tenían que poner un par de cosas en orden. En el ámbito fotográfico, que los dos mil negativos de Harrer en su experiencia tibetana son un documento de primer orden para conocer la realidad del lugar en aquellos años 40. Pero por otro lado, considera que sus vinculaciones con el nacionalsocialismo fueron mucho más intensas de lo que se ha transmitido recientemente, y por lo tanto su consideración casi de "héroe", así como fue confusa relación con el actual Dalai Lama, muy joven en aquel momento. Interesante.
Hemos asistido en los últimos años al interés sobre el descubrimiento de nuevos fotógrafos, totalmente desconocidos como tales mientras vivieron, como Vivian Maier, y que una vez muertos y encontrado su trabajo son llevados a los altares del santoral fotográfico. Pero hay otra tendencia de la que nos hablan en Lenscratch, y que también he observado en mis visitas recientes a algunos museos, especialmente de arte contemporáneo. El redescubrimiento de fotografías antiguas, muchas de ellas de autor anónimo, totalmente desconocidas, tomadas como instantáneas en las vacaciones, en la vida cotidiana, en la vida familiar, en las fiestas, y que tienen un interés innegable tanto desde el punto de vista de sus cualidades documentales como las estética. No puedo negar que la fotografía a la que os llevará este enlace, y que encabeza el artículo, me parece maravillosa.
Por último, vuelvo a las páginas de DSLR Magazine, pero con un artículo más técnico. Y es que allí nos hablan de una fenomenal cámara digital de gran formato. Con un formato de sensor de 9 x 11 pulgadas (22,86 x 27,94 cm), y sólo 12 megapixeles, tiene unos fotositios de tremendo tamaño que le permiten manejarse con una sensibilidad de base de 2100 ISO. Que no viene mal si se considera que con este tamaño de imagen no es infrecuente manejarse para profundidades de campo razonables con diafragmas de f/45 o f/90. La resolución espacial, como vemos es muy modesta, por lo que se considera más adecuada para retrato que para paisaje o arquitectura. Pero qué calidad estética la de estos retratos. Y la posibilidad de utilizar todo tipo de viejos objetivos desde el siglo XIX. La cámara es una LargeSense LS911. Calculan vender 4 o 5 al año. No tengo ni idea de lo que podrá costar, pero no será barata precisamente. Dicen que puede que saquen una más modesta de sensor 4 x 5 pulgadas (10,16 x 12,7 cm) y sólo 6 megapixeles. Podéis pasaros por el sitio de LargeSense o por su blog para enteraros de más. Lo que me gustaría trastear con un cacharro de estos.
Hoy tenemos unas recomendaciones semanales muy variadas. Con muchas de ellas procedentes de las entradas rápidas que van apareciendo en Tumblr, y que a través de una fotografía te inducen a querer saber más del fotógrafo que la realizó. Pero en seguida damos repaso a todo ello. De momento, decir que las fotografías que acompañan a la entrada se remontan a 1996, y proceden de un carrete de Fujifilm Neopan 1600 que hice en la estación de Francia de Barcelona mientras esperaba la salida del tren al atardecer, con mi desaborida Minox 35ML, cámara que me dio muchas alegrías, algún quebradero de cabeza por su irregular avance de la película, y que finalmente me "abandonó" en un tren en el que habíamos viajado juntos entre Lieja y Lovaina. Yo me bajé del tren,... ella,... se salió del bolsillo donde viajaba, y decidió quedarse a bordo. Nunca más supe de ella.
Siempre me gusta empezar por fotógrafos reconcidos o clásicos. Y Marc Peter Drolet nos trae algunos esta semana. Por ejemplo, esta fotografía tomada en Shady Grove, Albama, nos lleva a repasar la obra de Gordon Parks, un fotógrafo muy concienciado socialmente, muy activo en la lucha contra la segregación racial en los Estados Unidos, e involucrado con los movimientos proderechos civiles, que tan importante fueron hace cincuenta años.
La imagen de la cantante Joni Mitchell nadando en un piscina, tomada por Norman Seeff, nos lleva a los años setenta del siglo XX, una época convulsa, de liberaciones personales y sexuales, que acabó un poquito como el rosario de la aurora. Seeff fue testigo con sus cámaras de la agitada vida cultural y musical de la época.
También La beauté de Pandore nos hace algunas propuestas interesantes. Un grupo de adolescentes sentadas en un banco al borde de una carretera, riendo, nos inducen a conocer el mundo de Claude Nori, un fotógrafo muy mediterráneo que fijo su vista en la juventud, bella juventud, de Francia e Italia, pero también en ocasiones España y Portugal.
Y también nos propone un brevísimo porfolio con alguna de las imágenes más representativas del elegante Rodney Smith, fotógrafo a caballo entre la fotografía de moda y los toques de surrealismo.
Y si Nori se fijaba en la adolescencia y juventud europea de hace unas décadas, un joven recostada sobra una toalla nos lleva a la mirada de Ben Pier, fotógrafo que se fija en los mismos grupos de edad pero más actuales y en la costa oeste de los EE.UU. Quizá merezca la pena seguir su blog en Tumblr.
En Siéntate y observa... nos hablan de un joven que emprendió una curiosa aventura. Mike Brodi, cuando tenía 17 años, se subió a un tren de mercancías como polizón para escapar del aburrimiento. Y empezó hacer fotografías. Primero con su Polaroid, The Polaroid Kidd le llamaban, antes de que dejarán de fabricar la película, luego con otras cámaras. Y documentó la realidad de esos jóvenes que viajaban por todo el país subidos en trenes. Tiene fotografías muy potentes. Ya no hace fotos, trabaja de mecánico. Pero sus fotos permanecen.
En el blog de Romke Hoogwaerts me apareció la recomendación al trabajo de Debi Cornwall. Durante una visita a la base naval de la bahía de Guantánamo, descubrió que había una tienda de regalos en la que vendía recuerdos. Dadas las connotaciones del lugar, en el kitsch y el terror...
En los últimos años Josef Koudelka nos ha ido mostrando un trabajo, muy interesante, basado en fotografías panorámicas en blanco y negro de las ruinas clásicas de Grecia y Roma. Había asumido que se trataba de fotografía sobre película tradicional. Y así es en parte. Pero nos hemos enterado esta semana por diversas fuentes, entre ellas Quesabesde, que Leica le preparó una unidad especial de la Leica S2 con un sensor panorámico y en blanco y negro... Yo quiero una...
Si ayer mismo terminaba la serie de artículos sobre el Taller de retrato organizador por Fotógraf@s en Zaragoza, también me dedicaba al mismo tiempo a la tarea, un poco aburrida aunque al final interesante, de recuperar viejos negativos y diapositivas, digitalizarlos, y poner esas fototografías de nuevo en circulación. Y entre los negativos que ayer iba digitalizando mientras escribía sobre el taller de retrato, se encontraban los negativos de mis cursos en la Galería Spectrum, de los que hice dos. El Curso Básico 1 entre noviembre de 1992 y febrero de 1993 y el Curso Básico 2 entre noviembre de 1993 y febrero de 1994.
En aquellos momentos, no existía a nivel de productos de consumo las cámaras digitales. Se oía hablar de cámaras que registraban electrónicamente la imagen, grabándolas en discos de diversos tipos, y con distintas tecnologías. Por ejemplo, Canon y Sony hablaban de las cámaras de "still video", que generaban una señal más similar a la del vídeo analógico que al vídeo o la fotografía digital. Así que los fotógrafos, profesionales o aficionados, tirábamos de cámaras para película tradicional. Los que nos iniciábamos en el arte y la técnica fotográfica, solíamos adquirir las llamadas cámaras escuela. Cámaras baratas, de tamaño contenido, usualmente vendidas con un 50 mm a una apertura máxima rondando el f/1,7 a f/2, con los mandos básicos para hacer fotografías, y generalmente de enfoque manual. A finales de los ochenta y principios de los noventa, ya era frecuente que en lugar del 50 mm vinieran con un objetivo de focal variable del tipo 35-70 mm, 28-70 mm, 28-80 mm o similiar. Yo compré en 1989 una Pentax P30N con un SMC-A 50/2. Típica cámara de aprendiz. No existen este tipo de cámaras hoy en día. Las cámaras de gama baja están más pensadas para ser utilizadas habitualmente con modos automáticos que utilizando de forma manual los parámetros de enfoque y exposición de la fotografía. Con esta combinación de cámara y objetivo realicé la mayor parte de las prácticas del Curso Básico 1 de la Galería Spectrum. Para el Básico 2, ya contaba con una Canon EOS 100 (no una EOS 100D, que ni siquiera la imaginábamos).
Realizamos tres prácticas de retrato. Pondré aquí algunos ejemplos de las mismas. Me gustaría nombrar a quienes aparecen retratados, fueran alumnos del curso o modelos traídos por Spectrum para las clases, pero no los recuerdo, ni los tengo anotados por ninguna parte. Tampoco les he podido pedir permiso. Voy a asumir que entenderán que el artículo lo escribo como experiencia, de buena fe, y sin interés económico o egoísta de ningún tipo. Pero si alguno lo ve y no quiere estar,... pues que me lo diga.
La primera práctica la realizamos entre nosotros, y nos sirvió para familiarizarnos un poco con la iluminación, que fundamentalmente eran fuentes de luz continua de tungsteno. Como trabajábamos con película negativa en blanco y negro, daba igual el equilibrio del color. Y como la luz continua es menos potente que los flashes, más barata a cambio, usábamos película negativa de 400 ISO, Ilford HP5 Plus. Veamos primero algunas de las que hice en la sesión con los compañeros de curso. Algunos de los cuales eran verdaderamente estilosos. Yo era de los torpes a la hora de posar...
Vistas hoy en día, de forma retrospectiva, me parece que no estaban nada mal. Eramos novatos, muy novatos, manejándonos con las luces,... pero éramos gente joven, mayormente entre los 18 y los 30 años, y una vez que cogimos confianza fuimos adquiriendo desparpajo. Nati Gascón, la profesora, nos animaba mucho a imaginar, a no sujetarnos a los estándares o a los cánones. Aunque eso cuesta.
La segunda sesión fue con un modelo masculino, cuya principal dificultad era fotografiar las gafas. Fue la sesión más técnica, menos imaginativa. Quizá la más "sosa"...
Y la tercera sesión fue con modelo femenina. Una chica muy dinámica, muy imaginativa, que motivó mucho al grupo de alumnos, que además nos habíamos ido sacudiendo las inhibiciones. Esto permtió que variáramos más el tipo de tomas... Que pasásemos con facilidad de planos generales a planos de detalle, de la clave alta a la clave baja... por algún motivo preferíamos esta última,... y que nos divirtiéramos mucho. Muy bien.
En aquellos momentos, la capacidad de retoque estaba mucho más limitada que hoy en día. No es que no hiciéramos nuestros pinitos en las reservas y los quemados bajo la luz de la ampliadora en el momento de la copia, pero ni nos planteábamos las capacidades de intervención sobre la imagen y el físico de los modelos que se dan hoy en día con Photoshop y similares. Intentábamos que en la cámara, en el carrete, la fotografía quedase lo mejor expuesta posible, con una composición buena que recortábamos algo al ampliar, y las manipulaciones en el laboratorio tenían más que ver con el control del tono y el contraste que con otra cosa. Se hacía de otra forma.
Por otra parte, da la sensación de que hoy en día la formación se dirige más hacia las técnicas de fotografía comercial. El retrato social, de moda, de producto sobre figura humana,... pero en aquel momento, el estímulo era imaginar, conceptualizar,... aunque técnicamente la iluminación y la toma no fueran tan perfectas. Lo digo, no tanto por mi experiencia reciente, que ha sido muy satisfactoria a pesar de las limitaciones de un grupo de 20 personas interactuando, sino por el conjunto de los resultados que veo cuando me asomo a Facebook donde mucha gente pone sus trabajos. No es ni mejor, ni peor. Distinto.
En el Curso Básico 2 dimos un paso más allá en el retrato, realizando un par de prácticas de desnudo. De esas sólo pondré un ejemplo. Evidentemente sin que se pueda identificar a la modelo, que desconozco por completo si aceptaría salir o no de forma reconocible casi 22 años más tarde... Ahí si que nos sentimos cohibidos... pero aun así también fuimos capaces de sacar alguna foto curiosa.