Tras el "estreno" de la Leica M6 que ha llegado a mis manos con el Summicron 35/2 ASPH, el fin de semana pasado decidí darle un segundo repaso, pero con un objetivo distinto. Mi primera cámara Leica fue la Leica CL. Una pequeña cámara de objetivos intercambiables, compatibles con la montura Leica M, que estaba pensada como cámara más económica y para aficionados que no se pudieran permitir el coste de las Leica M. Fue desarrollada en combinación con Minolta, que sacó sus propias versiones tanto de la cámara con de los objetivos que específicamente fueron diseñados para ella. Las versiones de Minolta tienen un prestigio tan alto o superior a las versiones de Leica, e incluso sacaron al mercado un segundo cuerpo de cámara inspirado en el primero. Este pequeño sistema tuvo más vida con Minolta que con Leica.
Con la Leica CL se pueden usar todos los objetivos con montura M, salvo algún gran angular cuyos elementos traseros se introducen en exceso en el cuerpo de la cámara y pueden interferir mecánicamente con el brazo móvil que porta la célula de medición de la luz de la cámara. Por que la Leica CL, junto con la Leica M5, contemporánea suya, fueron las primeras Leica telemétrica que incorporaron un fotómetro en el cuerpo de la cámara. El caso es que con aquella cámara salieron al mercado dos objetivos específicos, el Summicron-C 40/2 y el Elmar-C 90/4. Muy compactos, especialmente el 40 mm y de una calidad óptica más que honorable. Tengo los dos. Y es una pareja que me ha condicionado mucho después de probarla, puesto que muchas veces he ido por el mundo con una cámara y una pareja de objetivos de focales similares.
Algo que he leído en múltiples ocasiones es que aunque la bayoneta de estos dos objetivos Leitz-C, por agruparlos bajo una denominación y la de los demás objetivos con montura M son todas mecánicamente compatibles con las monturas de todas estas cámaras, la geometría de los mismos tiene alguna diferencia, y podría producir alguna imprecisión en el enfoque cuando se usan los Leitz-C en las cámaras de la serie Leica M. Pero eso es algo que puede ser verdad, o pudo ser una estrategia de la marca, un aviso que introdujo para que los usuarios de las Leica M no se tirasen a comprar unos objetivos de buena calidad óptica y más baratos, en lugar de comprar otros objetivos de más precio. Así que cuando ha llegado a mis manos una Leica M, siempre los he probado. Especialmente el Elmar-C 90 mm, porque su mayor longitud focal hace que el enfoque sea algo más difícil.
No he querido probar también el Summicron-C 40 mm por dos motivos. El primero, porque su corta focal hace que los errores de precisión en el enfoque se noten menos, al ofrecer habitualmente más profundidad de campo. Cierto es que su apertura máxima es mayor, f/2 frente a f/4. Ciertamente, si se usa una calculadora de profundidad de campo, y se enfoca un objeto digamos a 3 m, la profundidad de campo del 90 mm a f/4 es menor que la del 40 mm a f/2. Aunque la diferencia no sea mucha. El segundo motivo es que todas las Leica M tiene marco para encuadrar una focal de 90 mm, pero sólo la Leica CL tiene marco para encuadrar una focal de 40 mm. Cuando montas el Summicron-C 40 mm en una Leica M... aparece el marco correspondiente a los 50 mm... y tienes que adivinar cuanto más va a aparecer en la foto final. Se puede hacer... pero es un rollo. Una pena, porque como focal de uso general, los 40 mm me gustan más que los 35 y los 50 mm.
Hasta ahora, nunca he tenido problemas para enfocar con precisión el Elmar-C 90 mm, que he probado con una Leica M2, para película tradicional, y con una Leica M-E, digital. Por lo que tiendo a pensar que los avisos de imprecisiones en el enfoque no son más que una estrategia para meter miedo a los compradores de objetivos de la marca en aquella época, en los años 70, y hacer que los usuarios de Leica M no compraran este objetivo más barato. Pero he decidido comprobarlos también con la Leica M6, porque nunca se sabe y, uno que es de ciencias, siempre que puedo confirmo experimental u observacionalmente mis hipótesis. Le puse a la cámara un rollo de Ilford HP5 Plus 400 de 24 exposiciones, y le monté el Elmar-C 90 mm. Y salí a la calle el domingo por la mañana para hacer unas cuantas fotos.
Aunque no había sol radiante, la luz natural era relativamente alta, con un sol suavizado por una nubosidad ligera o simplemente esta nubosidad ligera. Y con ISO 400, la mayor parte del tiempo tuve que usar diafragmas de f/8 o f/11. En el momento en que el objeto de interés estaba lo suficientemente alejado, la profundidad de campo es lo suficientemente elevada para eliminar el efecto de cualquier imprecisión. Aun así, tuve oportunidad de usar en varias ocasiones las aperturas de f/4 y f/5,6 a distancias cortas. Y no he encontrado ningún enfoque incorrecto en ninguno de los fotogramas.
La película la revelé, como de costumbre, en Kodak HC-110, dilución B (1+31), durante 5 minutos a 20 ºC, con diez inversiones tranquilas al principio del revelado, y cinco inversiones tranquilas al principio de cada uno de los restantes minutos. Es un método de revelado que tengo completamente controlado y funciona bien con esta película. La medición de la luz la hice con el fotómetro de la cámara, a un índice de exposición de 320, y la densidad de todos los fotogramas es correcta, salvo los dos primeros en los que había olvidado cambiar el ajuste del fotómetro y se expusieron a IE 50. Aun así, se puede extraer sin muchos problemas la información de los mismos. Las bondades de la HP5 Plus a la hora de aguantar los eventuales errores de exposición.
En fin, como resumen, que como ya suponía, el Elmar-C 90 mm se puede usar perfectamente con la Leica M6. No sé si algún día usaré el Summicron-C 40 mm. Pero salvo la imprecisión del encuadre por falta de la referencia adecuada en el visor, tampoco preveo mayores problemas.
Tercero y último de los rollos de película en color que expuse durante el mes de diciembre de 2020. En esta ocasión durante los últimos días del año, en los días de fiesta que me cogí entre el día de Navidad y el día de Nochevieja. Como me encontraba relajado y sin historias, en lugar de privilegiar, como de costumbre, un equipo competente pero que no me molestase por su peso y volumen en mis idas y venidas por la ciudad, opté por colocarle objetivos de focal variable y ver que tal. Pero lo cierto es que cada vez me convencen menos este tipo de objetivos. Me explicaré.
En un primer día, para airearme tras el día de Navidad, di un paseo amplio por el Parque Lineal del río Ebro en Zaragoza, en un día soleado, un poco ventoso. A la Canon EOS 650 le cargué un rollo de Kodak Pro Image 100, le acoplé el EF 24-105/4L IS USM, y aún introduje en la mochila también el EF 200/2,8L USM II. Mi artillería pesada de objetivos Canon con aro rojo. Aunque algunos los consideraran ya un poco "antiguos". Para mí, perfectamente válidos incluso con cámara digital de formato completo. Al menos, con los 26 megapíxeles de mi Canon EOS RP. No tengo experiencia con los más de 40 de otras cámaras.
El viento de aquel día hizo que enseguida me olvidase de usar el 200 mm a mano alzada. Y trípode no cogí; al fin y al cabo era un paseo. Aun lo intenté con algunas tomas junto al río Ebro... pero sin mucho convencimiento. Por lo tanto, me limité al zoom 24-105 mm. Que es un excelente objetivo en líneas generales, mucho mejor de lo que es considerado por algunos,... supongo que un poquito esnobs en el tema de las ópticas. Pero tampoco me encontré muy a gusto. Hace ya tiempo que considero que los objetivos de focal variable tienen para mí dos situaciones en las que son convenientes. En fotografía de naturaleza, porque permiten ajustar el encuadre cuando tienes una movilidad limitada por el terreno, y quieres controlar antes de la toma lo que entra y lo que no en la composición. Con el equipo micro cuatro tercios, cuando llueve y hace mal tiempo, la combinación de la Lumix G9 y el Olympus 12-40/2,8 se puede usar sin miedo a que nada se estropee por el agua. Pero es una combinación apreciablemente más ligera y manejable que una cámara canon EOS con el 24-105 mm, que también tiene cierta resistencia a las inclemencias del tiempo. Fuera de estas situaciones, me siento mucho más feliz con un objetivo de focal fija.
Un par de días más tarde, volvía a salir con la cámara por la ciudad, pero en esta ocasión con ganas de experimentar. Tengo un objetivo que compré cuando usaba las Canon EOS de sensor APS-C, el Tokina 12-24/4, que me permitía tener un amplio abanico de focales grandes angulares. No iba mal. Habrá otras soluciones más prestigiosas y especialmente con mejor rendimiento en las esquinas a grandes aperturas, pero a diafragmas medios, f/8 por ejemplo, los resultados eran buenos, con colores agradables y buen contraste general. El caso es que, aunque está pensado para el sensor APS-C, por encima de los 18 mm de focal y hasta los 24 mm, cubre el formato completo de 24 x 36 mm. Como el fotograma tradicional de película de 35 mm. Y decidí probar a ver que tal.
Cuando uno ve el fotograma escaneado a una resolución de unos 18-19 megapíxeles, que es como me llegó desde Carmencita Film Lab, no hace falta ser un genio para darse cuenta que, aunque a partir de esos 18 mm de focal cubra la totalidad del fotograma, el rendimiento en las esquinas es regular con aperturas muy abiertas y justito en las apertura medias. Con película tradicional, dada la naturaleza del medio, el viñeteado siempre es menos marcado que en digital, y se nota. Pero no necesariamente de forma negativa. En ocasiones contribuye a centrar la visión en el motivo principal.
En realidad, como ya sabía, no soy persona que disfrute del uso de objetivos de focal variable, especialmente si son pesadas y voluminosas, salvo en las circunstancias que he indicado anteriormente. Soy de los que opina, o al menos es válido para mí mismo, que la focal fija obliga a concentrarte más en la composición y en caminar un poquito en torno al sujeto a fotografiar para encontrar el encuadre adecuado. Y que una limitación en los medios físicos, suele obligar a una mayor creatividad y a una mayor libertad del intelecto. Lo cual, en fotografía, puede ser una buena cosa. Lo que sí es bueno saber es que dispongo de un recurso, que quizá use poco, pero que si quiero usar una focal muy amplia, aunque sea sacrificando un poquito de calidad, lo puedo hacer y obtener una fotografía que todavía puede ser significativa.
Los objetivos Takumar, fabricados por Asahi Kogaku (Asahi Optical) para sus cámaras Pentax con montura de rosca M42 y otros sistemas, son de los más apreciados en la actualidad de los objetivos antiguos. O clásicos, como algunos dicen. Los motivos son diversos. Primero, porque hay muchos, es fácil encontrarlos. Segundo, porque tienen buena calidad de construcción y en su concepción óptica para la época en la que fueron fabricados. De hecho, no pocos de los objetivos Pentax para montura K fueron los mismos pero adaptados a los tiempos modernos. Tercero, porque la montura M42 es muy fácil de adaptar a otras monturas, pudiéndose usar sobre una diversidad de sistemas con algunas limitaciones, menos importantes de lo que nos puede parecer.
Especialmente es fácil adaptarlas sobre las cámaras Canon EOS. Tanto a la montura EF de las réflex, como a la nueva montura RF de las cámaras sin espejo. Usándolas en modo prioridad al diafragma, permiten medir la luz sin problemas y los resultados son... pues depende. Sobre película tradicional, igual de buenos que cuando se concibieron. Sobre sensores digitales,... no nos engañemos, los diseños que precisan estos, especialmente si la cuenta de píxeles es muy elevada, son muy exigentes. Pero diafragmados a aperturas medias, entre f/5,6 y f/11, se defienden bastante bien.
En su momento, hace ya sus años, me hice con el Takumar SMC 35 mm f/2. Porque me apetecía tener un 35 mm razonablemente luminoso, adaptable a las Canon EOS, ya que en aquel momento el EF 35/2 estaba muy obsoleto, y los 35 mm más luminosos eran muy voluminosos y muy caros. Este objetivo está muy bien construido, es muy agradable de enfocar, y tiene un tamaño razonablemente compacto para la luminosidad que da. Pero volvemos a lo de antes. Sobre película tradicional, los resultados son los adecuados al medio, pero sobre sensores digitales, con diafragmas muy abiertos tiene un contraste y una nitidez en las esquinas y en los bordes mejorables. Pero a f/8, enfocando a la hiperfocal, bien identificada en su escala de distancia de enfoques, se convierte en un objetivo de reportaje competente y rápido de utilizar.
El gran inconveniente que pueden presentar estos objetivos es consecuencia de la presencia de torio radiactivo en la composición de alguna de sus lentes para mejorar la transmisión de la luz en las mismas. Cuando salieron al mercado los Takumares más "legendarios" fue el momento en el que Asahi Kogaku, alias Pentax, decidió ir a por Carl Zeiss. Los japoneses hacen estas cosas. Se fijan en el líder en un sector industrial, y empiezan a hacerle sombra sacando al mercado productos similares que poco a poco se van acercando en calidad y prestaciones a los del líder, pero con un precio más asequible. Entonces, por cada uno de los planares, tessares, distagones y otros que tenía Carl Zeiss en el mercado, se buscaron objetivos Takumar que compitiesen mano a mano con ellos. Con fórmulas ópticas muy similares, el principal área de mejora de los japoneses fue mejorar los revestimientos antirreflejos de las lentes, para mejorar el contraste y la transmisión de la luz. Me acuerdo lo que me dijo quien me vendió mi primera Pentax en 1989... "el 50/2 de la Pentax parece menos luminoso que los 50/1,7 o 50/1,8 de otras marcas, pero deja pasar tanta luz como ellos". Y eso se señalaba con las siglas S.M.C. o SMC de los Takumar primero, y de los Pentax-K, Pentax-M o Pentax-A posteriores. Super Multi Coated; Super Multi Revestido. Pero también utilizaron el recurso de usar elementos raros en los vidrios ópticos para mejorar esa transmisión.
Pero los elementos radiactivos decaen y emiten una diversidad de radiaciones; que no necesariamente son dañinas para la salud. Depende del tipo y la intensidad. El torio, que tiene un periodo de semidesintegración enoooorme, en el ámbito de los miles de millones de años, emitiendo partículas alfa (núcleos de helio), tiene como consecuencia un peligro bajo, porque la cantidad de radiactividad en un momento dado es muy pequeña. Así que, olvidándonos del peligro para la salud, el auténtico inconveniente es que las lentes del objetivo adoptan un tinte amarillento que introduce una dominante de color en la fotografía, y reduce la transmisión de la luz, en los casos extremos hasta un paso. Así que, teniendo en cuenta el fin de introducir el torio en los vidrios ópticos, con el tiempo hemos hecho un pan como unas tortas.
Las dominantes son fáciles de corregir. En ocasiones, como por ejemplo fotografiando en sombras abiertas, frías, nos vienen bien para la foto. Si la toma es digital no es difícil devolver a la imagen sus colores naturales, y cuando se trata de negativos en color, casi siempre un operador habilidoso te devuelve una imagen positiva bien corregida. Con las diapositivas es otro cantar... claro. Durante el mes de diciembre pasado, del fatídico 2020, rescaté el Takumar SMC 35/2 de la estantería y lo usé tanto con la EOS RP como con la EOS 650. Las fotos de hoy están realizadas con esta y película Kodak ColorPlus 200. Como veréis, no hay especiales dominantes raras con respecto a otras película u otros objetivo.
Me gusta usar este objetivo, aunque no da la calidad, hay 50 años de distancia en el diseño, que el Tamron 35 mm f/1,8 que tengo para montura Canon EF. Pero es mucho más compacto y ligero. Así que todo depende de lo que quiera hacer. Si preciso las aperturas muy abiertas... el Tamron. Si voy en modo reportaje, con diafragmas de f/8 o f/11, el Takumar me vale y voy más cómodo. Me hablan de una serie de formas caseras de eliminar el tono amarillento del objetivo usando lámparas que emiten una cierta cantidad de radiación ultravioleta. Ya veré si algún día me pongo a ello... o no me merece la pena por lo fácil que es corregir las dominantes. Sí... tengo alguna cámara para objetivos con rosca M42. Alguna Praktica. Pero de verdad que es mucho más cómodo usarlos con la EOS 650 con el adaptador. Infinitamente más cómodo.
Cuando en mis vacaciones de septiembre, aquel lejano mes en el que aún se podía salir por el mundo aunque fuera de forma muy limitada, en un banco de una parada de autobús de Aveiro me dejé olvidada y perdí mi cámara de fotos digital, lo sentí bastante. En primer lugar, por las fotos realizadas que ya no puedo recuperar. En segundo lugar, por el objetivo. Ahora voy con eso. Y en tercer lugar, sólo en tercer lugar, por la cámara.
Siempre he sido más de objetivos que de cámaras. Alguna cámara la he comprado exclusivamente para poder utilizar los objetivos que ya tengo y que me apetece usar. Como por ejemplo, algunas Pentax réflex digitales. Ya no creo que vuelva a suceder. Con la pequeña Canon EOS RP y el adaptador correspondiente puedo usar igualmente objetivos de muy diversos tipos. Pero de todas las ópticas que tenía hasta ese mes de septiembre, una de las más queridas es el Panasconic Leica DG Summilux 15/1,7 ASPH, que compré en 2014 en Tokio. En Map Camera, una tienda de aparatos fotográficos, nuevos y de ocasión, que ocupa varios pisos, algunos de ellas dedicados en exclusiva a algunas marcas, y que se encuentra en 中央道り (Chūo Dori, la calle central), en Shinjuku.
Para cualquier fotógrafo que use habitualmente un sistema micro cuatro tercios, especialmente con cámaras Panasonic, aunque funciona igualmente bien con las Olympus, es un objetivo casi obligatorio. Pequeño, cómodo de usar, nítido,... ofrece una imagen nítida y limpia, que muchas veces precisa muy poquitos retoques. Y por un precio muy razonable. Es uno de los ejemplos de lo conveniente que puede ser este sistema. Como tengo, de los primeros que compré, un 14/2,5 y un 20/1,8 de Panasonic; el uno me da el ángulo de visión amplio, el otro la luminosidad, me planteé si podía pasar sin él. Pero realmente, si por algo lo compré en Tokio... En aquellos momentos ya tenía estos objetivos; más de la mitad del viaje lo fotografíe con ellos. Los dos van muy bien. Pero no tan bien como el 15 mm que fabrica Panasonic con diseño de Leica.
Tras las escapada a Andalucía, tras algún que otro uso de la Panasonic Lumix G100 como cámara pequeña de paseo o de llevar discretamente, ya me convencí de que echaba mucho de menos al pequeño 15 mm. Así que llegado el mes de diciembre, me lo he vuelto a regalar, y lo empecé a utilizar con la llegada del año nuevo, de este 2021 que todavía no sabemos si mejorará lo del 2020 o si será más de lo mismo.
Durante estos primeros días del año lo he usado exclusivamente con la pequeña Lumix G100. Forman una pareja pequeña, discreta y competente. El domingo pasado, con luz abundante, lo paseé por el centro de la ciudad. Y hoy ha salido ha retratar la notable nevada que ha caído sobre Zaragoza. Todo bien, como ya sabía que sucedería. Como digo, si te van los equipo ligeros, compactos, pero sin renunciar a la flexibilidad de las cámaras de sistema, y optar por una Panasonic o una micro cuatro tercios en general, es prácticamente una necesidad.
Por alguna razón, los objetivos con montura M42 son muy populares en la actualidad. Tienen varias virtudes. Bueno... dos principalmente. En la actualidad son muy baratos. Y en su momento, cuando salieron al mercado, hubo unos cuantos de ellos que tenían una calidad bastante respetable. Sobre la calidad de las ópticas fabricadas en la antigua Alemania oriental o en la Unión Soviética, habría mucho sobre lo que discutir. Pero las realizadas por Asahi Optical, popularmente conocida como Pentax, los Takumares, sí que estuvieron muy bien. Al fin y al cabo, el fin de Asahi era el de alcanzar a menor precio la calidad de las ópticas Zeiss.
Actualmente, hay mucha gente que jura por ellos a la hora de adaptarlos a las modernas cámaras digitales... pero mi experiencia... no es muy allá. En cualquier caso, hay una óptica, un Takumar, de la que muchos claman su excelencia, el 35 mm f/2, que está en mi poder y que no había probado todavía con la Canon EOS RP. Mi experiencia con la EOS 5D Mark II era muy fría. Aunque diafragmando a f/8, prácticamente no hay óptica mala. Y mi Tamron 35/1,8, mucho más moderno, es realmente muy superior. Pero es taaaaaan grandote comparado con el Takumar...
Bueno, estos días he estado probando en serio el Takumar con la pequeña EOS RP. Ayer sábado lo cargué encima mientras hacía las compras semanales. Las primeras fotos que presento son de esa mañana. Una mañana de niebla cerrada, en la que utilicé de forma sistemática una combinación de diafragma f/8 y velocidad de obturación 1/60 s. Todas a blanco y negro, por el color no aportaba absolutamente nada. Hay poco que decir. Ni que valorar... Algunas de las fotos las tomé por puro humor, ya que son paisajes urbanos muy populares de la ciudad en la que vivo, Zaragoza, y en los que por la niebla, no se ven los referentes más populares y turísticos de la ciudad.
Hoy domingo, la niebla de ayer por la mañana, y la lluvia de por la noche, han desaparecido a las 11 horas. Y ha quedado una mañana luminosa y agradable. Lo primero que destaca en las fotografías callejeras es una cuestión muy propia de algunos Takumares. Llevan alguna lente radioactiva, muy levemente radioactiva, nada de qué preocuparse de cara a la salud, pero que con el tiempo provoca un tinte amarillento en las lentes. Dicen que con luz ultravioleta se puede corregir, pero no sé exactamente el procedimiento.
Lo cierto es que ese tono cálido conviene a escenas callejeras tomadas en la sombra, ya que compensa el reflejo del cielo azul y los tonos fríos de las sombras a cielo abierto. Los tonos que adoptan las imágenes son algo cálidos, muy agradables. Sin embargo, en las escenas soleadas, la tonalidad es excesiva y conviene corregir la temperatura de color del fichero raw. No es difícil, y una vez corregida, los tonos de color quedan bien. Como podéis comprobar, he usado grandes aperturas, para desenfocar los fondos, y eso provoca un viñeteo bastante apreciable en las fotos. Que puede quedar bien. Corregirlo o no corregirlo puede depender de las preferencias estéticas del fotógrafo.
Pero había que someter al conjunto de la EOS RP y al Takumar 35/2 a una prueba más exigente. Y como esta semana, tras un tiempo de reformas, ha abierto al público la sección de arqueología romana del Museo de Zaragoza, allí nos hemos ido. He utilizado un modo de la EOS RP, el FV, que me parece muy cómodo para estos interiores. Tú fijas dos parámetros de la exposición, controlas un tercero, y dejas un cuarto en automático. Yo he fijado la velocidad de obturación, 1/40 s para evitar las fotos trepidadas, y el diafragma, f/2,8 para limitar la profundidad de campo pero no tanto como la apertura máxima, mejorando de paso la calidad de la imagen, controlo la compensación de la exposición, y la cámara escoge la sensibilidad ISO. Pero puedes utilizar otras combinaciones de parametros fijos, ajustables y automáticos.
Resumiendo. A f/2,8 y siendo cuidadoso con el enfoque, las fotos son aceptables. Por debajo claramente en calidad respecto al Tamron 35/1,8, pero aceptables. Aunque conviene no someterlas a grandes ampliaciones. Si alguna he tomado a f/2,... eso ya no es tan aceptable. Las fotos en el patio del museo, a f/8, bastante estupendas. Y como estaba a la sombra, con la tonalidad cálida que impone la radioactiva lente... con unos tonos estupendos. Y esto es lo que hay.