Dentro de mi ciclo de fotografía con equipos del antiguo bloque soviético durante la guerra fría, provocado por la #CrappyCommieCameraParty inducida por @ShittyChallenge en Twitter, decidí dar una oportunidad a la fotografía de aproximación. Llamarle macrofotografía, como podremos comprobar, me parece excesivo; así que nos quedaremos con ese término, fotografía de aproximación, realizada en la rosaleda del Parque Grande de Zaragoza, en las últimas oportunidades que quedaban este verano antes de que las flores de la rosaleda y otros parterres queden agostadas por el calor.
Como vemos en la fotografía anterior, la óptica usada para realizar las tomas fue un Industar-50-2, objetivo de fabricación soviética, para las réflex Zenit, con montura de rosca M42. Aunque existen versiones para réflex Zenit con montura de rosca M39, y también para la montura de rosca L39. Estas dos últimas son iguales, pero la distancia de brida de ambos sistemas es distintas, por lo que el enfoque correcto a infinito no es posible al intercambiar objetivos y cuerpos de cámara. Como la montura de rosca M42 fue utilizada por numerosas marcas hasta la progresiva implantación de las monturas de bayoneta, es compatible con todas ellas y, mediante adaptadores, con otras monturas. Yo lo compré tirado de precio con una Zenit E que no funciona, y lo puedo usar con la Praktica MTL5, aunque es más probable que vaya unida mediante un adaptador a un cuerpo Canon EOS. También tengo adaptadores para Pentax K y micro cuatro tercios.
El objetivo es un 50 mm f/3,5 con una fórmula copiada de los Tessar que se fabricaban en Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, su rendimiento no tiene ningún misterio. Si está correctamente fabricado, es un objetivo nítido en el centro, con una mejoría general en todo el campo cuando se diafragma a f/8. El principal problema es que los revestimientos de sus cuatro lentes en tres grupos no son muy buenos, y eventualmente sufre de pérdidas de contraste o artefactos luminosos cuando se usa a contraluz o con la presencia de fuentes de luz potentes en el encuadre. Su apertura es muy modesta. Los objetivos de tipo Tessar no suelen ser más luminosos de f/2,8. Es minúsculo. Y tiene una rosca para filtros de sólo 35,5 mm. El anillo de diafragmas es impreciso y el tope del mismo no coincide con la marca del 3,5.
Hablando de filtros, al poco de caer en mi poder tuve la oportunidad de comprar un juego de filtros de 35,5 mm diseñados específicamente para este objetivo. Seis filtros de los que dos son lentes de aproximación, que son las que nos interesan hoy, dos son filtros amarillos de distinta densidad (1 y 2 diafragmas de pérdida de luz respectivamente), un filtro naranja, que no tengo claro si es para control de contraste o para "calentar" una luz dominante fría, y un filtro gris neutro con un factor de 2 diafragmas de pérdida de luz. La potencia de las lentes de aproximación viene expresada en forma de longitud focal, siendo respectivamente de 720 mm y 240 mm. Como las dioptrías, que es la forma habitual de expresar la potencia de una lente de aproximación, son la inversa de la longitud focal, la de 720 mm tendría una potencia de solo 1,4 dioptrías, mientras que la de 240 mm tendría una mayor potencia de 4,2 dioptrías (aproximadamente todo, redondeando al primer decimal).
Con una distancia mínima de enfoque de sólo 60-65 cm, el Industar-50-2 tiene una magnificación nativa de aproximadamente 0,1x. Muy modesta. La lente de 720 mm, 1,4 dioptrías, nos permitiría llegar a 0,18x, es decir, nos quedamos en lo que es habitual en otros objetivos de 50 mm sin ningún accesorio añadido. Como mucho nos serviría para hacer retratos en primer plano más próximo. Pero la lente de 240 mm, 4,2 dioptrías, nos permitiría llegar al 1:3 de magnificación, por lo que ya podemos hacer algo razonablemente parecido a una fotografía de aproximación. Ambas lentes se puede sumar, 5,6 dioptrías en total, para una magnificación de 0,4x aproximadamente. Con estos datos, me limité a usar la lente de 240 mm, ya que la otra aporta poco, y apilarlas sólo serviría para empeorar la calidad de la imagen.
Como la mayor parte de las fotos las hice en las horas centrales del día, me llevé una sombrilla blanca translúcida con el fin de dotar a las flores de una iluminación suave y uniforme. La película que usé fue un rollo de Kodak Portra 400, que ajuste a un índice de exposición de 200, con el fin de obtener unos colores más sutiles por la sobrexposición. Los laboratorios tienden a subir en exceso la saturación de los escáneres cuando ven flores. En general, estoy contento con el resultado. A pesar de la sombrilla, la cantidad de luz era adecuada para hacer las fotos a f/5,6 o f/8 y tener una velocidad de obturación cómoda para fotografiar a mano alzada, al mismo tiempo que la profundidad de campo mejoraba un poco localmente, aunque el desenfoque de fondos todavía era notable dada la magnificación empleada de 0,33x.
Con todos estos condicionante... he de decir que las fotografías salieron mejor de lo que yo pensaba. La nitidez en el centro del campo y en el motivo principal suele ser suficiente a los diafragmas utilizados, que por la imprecisión del aro de diafragmas probablemente sean más cerrados de lo que indicaba el valor ajustado. Y en las esquinas, como solían estar fuertemente desenfocadas, da igual que no estén nítidas. Una demostración más de que un Tessar, incluso fabricado en Leningrado, es un objetivo que puede dar resultados agradable y muy presentable.
Cuando salía del cine hace unos días, comentaba con mis amistades que al día siguiente tenía que ir a recoger unos paquetes de Amazon. Ya no los dirijo a casa. Nunca estoy cuando los traen y es un rollo. Así que directamente los dirijo a un establecimiento donde son muy amables y que sin estar cerca de casa, tampoco está lejos, y está muy bien comunicado por transporte público. En esta ocasión tenía dos paquetes para coger. Uno pequeñito, una cuerda para mi ukelele, y otro más grandote, dos objetivos estándar para mis dos sistemas de fotografía digital. En ese momento me di cuenta. Tiendo a comprar la mayor parte de mi equipamiento fotográfico en verano. No sé muy bien porqué.
Una amiga me dijo que sería porque en las vacaciones es cuando me doy cuenta que necesito algo. Bien pensado... salvo por un motivo. Cuando no nos amenazan las consecuencias de una pandemia, suelo salir de vacaciones en primavera y en otoño. Así que... Pero lo cierto es que este año sí que he salido en verano. La última semana de julio estuve en Suiza. Tengo que hacer una entrada sobre la parte fotográfica de esas vacaciones. Me llevé como cámara principal la Panasonic Lumix G100, porque tenía la G9 en el servicio de reparación, y como secundaria, con película negativa en blanco y negro, Ilford XP2 Super 400, la pequeñita Minox 35 GT-E. Y ciertamente, la decisión de comprar de este año está influida por ese viaje.
Veamos. La Minox tiene una óptica fija de 35 mm de focal; es lo que hay, si lo quieres lo tomas, y si no, lo dejas. Con la Lumix G100 me llevé una panoplia de objetivo para combinar según lo que fuéramos hacer en cada jornada. Si esta era de visitas fundamentalmente urbanas, tres focales fijas, muy ligeras pero luminosas, el Venus Laowa 7,5 mm f/2, el Panasonic Leica DG Summilux 15 mm f/1,7 ASPH y el Olympus 45 mm f/1,8. Con una mochila discreta, urbanita, puedo ir discretamente paseando por cualquier ciudad. Falta una óptica estándar.
Si la jornada está en la naturaleza, y en Suiza hay muchos alpes, son también tres objetivos, pero uno de focal variable y mas grandote, el 7,5 mm y el 15 mm ya mencionados y el Panasonic Lumix G Vario 35-100 mm f/2,8 OIS ASPH II. Este último es una delicia de utilización. En otras ocasiones me he llevado también como focal estándar el Panasonic Lumix G 20 mm f/1,7. Pero esta focal está muy cerca del Summilux 15 mm, que es mucho mejor ópticamente, aunque el 20 mm esté bastante bien. Así que me lo dejé. Pero la cuestión es que eché de menos una focal estándar. Y empecé a darle vueltas a que necesito un 25 mm, aunque sea económico, pero capaz, para las micro cuatro tercios.
Contemple la posibilidad de llevar al viaje, en lugar del equipo micro cuatro tercios, la Canon EOS RP. En ese caso, hubiera llevado sólo dos objetivos. O el Tamron 35 mm f/1,8, estabilizado, o el Canon EF 50 mm f/1,4, con un diseño ya muy anticuado para usar con digital. Ambos son mucho más grandotes que los objetivos micro cuatro tercios, especialmente el Tamron. Y además, necesitan un adaptador para usar con la cámara, por ser monturas EF, lo que los hace todavía más voluminosos. Como focal variable para las jornadas alpinas hubiera optado por el Canon EF 24-105 mm f/4 L IS USM. También muy luminoso y necesitado del adaptador. Los resultados hubieran sido buenos... pero a pesar de ser sólo dos objetivos, hubiera sido un equipo más voluminoso y pesado que el de cuatro objetivos que me he llevado.
Así que a la vuelta, miré las opciones, y decidí comprar, con buenos precios, los dos "nifty fifty" de ambos sitemas. El Panasonic Lumix G 25 mm f/2,7 para el micro cuatro tercios y el Canon RF 50 mm f/1,8 STM para la Canon. Ambos con precios en torno a los 200 euros o menos. Ambos con una construcción sencilla, pero de razonable buena calidad, y buenas prestaciones en lo que es la óptica. Las fotografías que muestro en esta entrada son de las pruebas que he hecho esta semana cuando los recibí.
Del Lumix 25 mm no voy a hablar mucho. Es muy sencillo de diseño, se usa con facilidad, y tiene un generoso aro de enfoque que se puede usar en cualquier momento para corregir el enfoque automático. Sin nada más que hacer o configurar. Tiene un factor de ampliación de sólo 0,14x, pero con el factor de recorte del sensor, lo que ve este objetivo a su mínima distancia de enfoque es lo mismo que un objetivo de formato completo con un factor de ampliación de 0,28x. Así que, bastante conveniente.
El Canon RF 50 mm f/1,8 STM convierte la EOS RP en una cámara mucho más ligera. Tiene buena calidad óptica. Un factor de ampliación de 0,25x, mucho más favorable que los 50 mm que tenía hasta el momento, ambos nuevos objetivos ven muy parecido a corta distancia. Y tiene un aro polivalente, con un selector de función. En una posición, sirve de aro de enfoque. Pero en la configuración por defecto de la cámara, en posición de enfoque automático, no hace nada. Hay que cambiarlo a la posición de enfoque manual, que ha de hacerse a través del uso de menús. Tengo que configurar algún botón para este cambio. Se puede configurar el aro para que pueda funcionar como cualquier objetivo que permite la corrección del enfoque en posición autofoco. Pero no es nada intuitiva. Ya lo he hecho y funciona bien.
Los de Canon siguen haciendo buenos productos, pero se les va la cabeza a la hora de configurarlos. Las opciones por defecto de este equipo son absurdas. Hay una serie de parámetros que debe ser fácil controlar en cualquier cámara; sensibilidad ISO, velocidad de obturación, apertura del diafragma, compensador de exposición y enfoque. Disparando en RAW, casi todo lo demás lo puedes modificar en postproducción. Y estos controles deben ser fáciles de usar e inmediatos. Porque hacen tan difícil el enfoque manual los de Canon con esta cámara... sencillamente no lo entiendo. Pero una vez configurado todo como debería ser de entrada... va muy bien. Estoy considerando llevármelo a Copenhague dentro de unas pocas semanas, en una escapada de fin de semana largo que vamos a hacer. Ya os contaré.
Hace casi veinte años, cuando compré en Huesca, en la feria de material fotográfico clásico y de ocasión que se organizaba en el marco de Huesca Imagen, en la antigua iglesia desacralizada de las Capuchinas en el Coso Alto, una Leica CL con su Leitz Summicron-C 40 mm f/2. Tanto me gustó el chisme, le saqué bastante partido hasta que me pasé a lo digital, que también me agencié el teleobjetivo corto dedicado para esta cámara, Elmar-C 90 mm f/4. Ambos objetivos Leitz van muy bien con cámaras para película tradicional y no desmerecen con cámaras digitales, aunque en este caso, especialmente con Elmar-C que tiene una fórmula óptica muy sencilla, conviene diafragmar y no usar a su máxima apertura.
Cuando vi que era una cámara que iba a sustituir a mi pesada Canon EOS 100 con sus objetivos zoom para los viajes, constaté que me vendría bien un gran angular. Y en aquellos momentos Cosina estaba lanzando al mercado, bajo marca Voigtländer, una serie de objetivos con monturas de rosca compatible con la Leica 39 mm, que con un adaptador funcionaban igualmente bien con la cámaras con montura Leica M. Fuesen estas Leicas o las Bessa que Cosina lanzaba al mercado bajo la marca Voigtländer, o la Konica Hexar RF, o la Zeiss Ikon ZM, probablemente fabricada también por Cosina, como los objetivos Zeiss ZM con montura Leica M, que eran las cámaras para película tradicional que a principios de los años 2000 había en el mercado. Los Voigtländer, o Voigtlaender si no quieres usar la diéresis, eran los más económicos. Todavía se fabrican hoy, y tenían prestaciones bastante honorables.
Yo compré el Voigtländer Snapshot-Skopar 25/4 MC, un minúsculo gran angular, con una focal muy apropiada para complementar a los anteriores. Sólo le encuentro dos pegas a este pequeño objetivo. Una, que no su mecanismo de enfoque no está acoplado al telémetro de las cámaras, y por lo tanto es necesario enfocar por estimación o por zonas usando su escala de profundidades de campo. Dado que se trata de un gran angular muy amplio, es muy sencillo hacerlo así; sólo hay que recordarlo antes de hacer la foto. La otra es que necesita un visor externo. Que no está mal, aunque es perfectible. Y que introduce un error de paralaje entre el encuadre y la foto relativamente importante. Venía en un estuche muy majo.
Hace unos meses el visor se me cayó y se quebró la lente frontal del mismo. Hace unas semanas busqué en tiendas de segunda mano y en eBay un sustituto, y al final lo encontré en un vendedor de Japón por eBay. Aun con el gasto de la aduana, sale más barato que las ofertas disponibles en Europa. Y si un vendedor japonés dice que el objeto está en buen estado y lo describe, suele ser más honesto que un vendedor europeo, que es demasiado "optimista" sobre el buen estado del objeto que vende. Al menos, esa es mi experiencia. Cuando me llegó, monté el Snapshot-Skopar sobre la Leica M6, con el nuevo visor, y salí a dar un paseo una tarde de sábado que tuvo una luz muy agradable.
Para hacer las fotos usé un rollo de Kodak Portra 400, de los que me caducan en septiembre. Como iba a tener luz de sobra, lo ajusté a IE 200. Como esa misma mañana había terminado de exponer el rollo de Kodak ProImage 100 que usé para probar el anillo de extensión para la Nikomat, recibir al mismo tiempo los resultados de ambos rollos, me ha servido también para comparar el rendimiento de ambas películas, en condiciones de toma similares. No iguales, pero muy similares. Decir que el visor que me ha llegado es esencialmente igual que el que se quebró, menos en un detalle. No dispone de las líneas brillantes para corrección del paralaje. Supongo que es alguna medida para economizar gastos que introdujo Cosina en estos últimos veinte años. Se nota esta falta. Y alguna foto me ha resultado afectada en su composición por el error de paralaje.
En cuanto al rendimiento de ambas películas... dos cuestiones se constatan en seguida. La Kodak ProImage 100 es claramente una película bastante más saturada que la Kodak Portra 400. Más si la Portra 400 se expone a IE 200, o sea, se sobreexpone un paso. Al sobreexponer la película en color, el resultado es menos saturado. Pero también hay que decir que los colores y el aspecto general de la imagen es más natural con la Portra 400. Lo cual no es ni bueno ni malo; es algo que debe conocer el fotógrafo para saber cómo elegir la película más adecuada a los resultados que pretenda. La otra cuestión que queda clara es que la Kodak Portra 400 a IE 200 tiene un grano menos aparente que la Kodak ProImage 100. Si queremos una película saturada con grano más fino, tendremos que optar por la Kodak Ektar 100. Obviamente, la Portra 400 y la Ektar 100 son más caras que la ProImage 100. Globalmente, yo no desdeñaría el uso de la ProImage 100 aunque el grano se vea un poquito más. Probablemente, en la práctica, en copias impresas, apenas se note la diferencia.
En la entrada anterior os contaba la historia de mi nuevo accesorio para la Nikomat FTn, un anillo de extensión PK-3, para montura Nikon F pre AI, que es perfectamente adecuado para convertir el objetivo estándar de la cámara, un Nikkor-S Auto 50/1,4, en un objetivo macro con un factor de ampliación hasta 0,67x. No llega al 1:1, que es lo que los puristas consideran como auténtica macrofotografía, pero le anda cerca.
Pero las primeras fotos que hice con el nuevo accesorio no fueron las fotografías en blanco y negro con película llford FP4 Plus que os presentaba el viernes pasado. Como os contaba ese día, el anillo de extensión llego a mis manos gracias a una afortunada serendipia. Hace unas semanas, un domingo por la mañana en la que aprecié una luz decente para ser principios de verano y horas centrales del día, salí a pasear por el Canal Imperial de Aragón y por los pinares de Venecia en la ciudad de Zaragoza. Y le puse a la Nikomat FTn un rollo de Kodak ProImage 100. No Kodak Portra 400 como os contaba el otro día, recordaba mal, a ver si lo corrijo, sino la más cálida y saturada ProImage 100. Y en ese paseo fue cuando me encontré al amigo Rogelio que me habló de este anillo de extensión, que no le servía para sus cámaras y objetivos Nikon, bastante más modernos. Os pongo algunas fotos de aquel paseo dominical.
Tras hablarlo, Rogelio y yo quedamos el jueves siguiente en el Parque Grande de Zaragoza para probar el funcionamiento del anillo de extensión con mi Nikomat y mi 50 mm pre AI. Aprovechando la agradable luz de la tarde ya avanzada, nos acercamos a la rosaleda del Parque, donde todavía quedaban rosas no marchitas, y aprovechamos para intentar sacar partido, tanto del anillo de extensión, que se ajustaba como un guante al 50 mm y funcionaba como la seda, como a la saturación que proporciona la Kodak ProImage 100.
Como veis en los ejemplos que os pongo en esta entrada, la combinación es bastante conveniente. Los colores y saturación que ofrecen la Kodak ProImage 100, que tiende a favorecer los tonos cálidos, cada vez me gustan más. Bien es cierto que el nivel de grano de la imagen no está a la par de las más modernas películas de sensibilidad media o media-baja. Probablemente una Kodak Portra 400 expuesta a IE 200 ofrecerá un grano menos aparente, según mis experiencias previas. O parecido. Lo que sí os puedo decir es que con las primeras fotos, alguna de las cuales os muestro, olvidé que hay que compensar la exposición al utilizar el anillo de extensión.
La Nikomat usaba pilas de mercurio PX625, de 1,35 V, para alimentar el fotómetro de la cámara que ya no se fabrican por los riesgos ambientales y para la salud de este metal pesado. Las opciones en pilas alcalinas son de 1,5 V, por lo que las mediciones que ofrece el fotómetro no son fiables, y además la curva de descarga de la pila es distinta, y por lo tanto no es fiable. Hay otras opciones para alimentar estas cámaras, pero yo no me complico la vida. Uso un fotómetro de mano, en este caso el Gossen Digisix, y ya está. Pero si estás usando un anillo de extensión de una longitud que es la mitad aproximadamente de la focal del objetivo en milímetros, tienes que ajustar el Digisix a IE 50 en lugar de a la sensibilidad nominal, ISO 100, de la película que estaba usando. O abrir un paso el diafragma o doblar el tiempo de exposición. Como se me olvidó, hay algún fotograma subexpuesto. Y aunque la película ha aguantado y las fotografías tienen buen aspecto, eso también incrementa el grano de la fotografía. Dicho lo cual, he quedado muy contento. Terminé las fotos que me quedaban en los días siguientes, caminando por la calle.
Tengo una Nikomat FTn, que compré por un precio muy económico para la calidad del aparato, con un Nikkor-S Auto 50/1,4 Pre AI, que uso poco. Y no lo uso poco por la cámara, que es una delicia de precisión y suavidad mecánica. Sino porque nunca me he llevado muy bien con el objetivo. No sé explicar muy bien el porqué. Aluno se sorprenderá que diga Nikomat y no Nikkormat, que es como la mayor parte de los aficionadas a la marca Nikon las conocen. Pero es que Nikomat era la denominación para el mercado interior japonés, y es posible que para algún otro país asiático, mientras que Nikkormat era la denominación para el resto del mercado exterior. Así que mi Nikomat FTn fue fabricada para su consumo en el País del Sol Naciente.
Hace unas semanas decidí que había que usarla un poco. No dejar que sus suaves mecanismos se anquilosaran. Y como normalmente he quedado más satisfecho de los resultados con carretes negativos en color que con el blanco y negro con ese objetivo, le puse un rollo de Portra 400, y un domingo de junio, con un luz no muy intensa, salí por la mañana a caminar por el Canal Imperial de Aragón, haciendo alguna foto. Y tuve un feliz encuentro. Feliz porque Rogelio, un compañero de la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ, es una persona a la que aprecio mucho y me alegré de verlo y hablar un poco. Y feliz porque Rogelio, al ver la cámara que llevaba, me preguntó si un tubo de extensión que tenía él, un Nikon PK-3, me podría venir bien. Con sus Nikon y sus Nikkor no era compatible. Comprobamos, y efectivamente este tubo de extensión de 27,5 mm de longitud fue diseñado para los objetivos Nikkor pre AI, como el mío.
Unos días más tarde quedamos y me lo pasó. Para siempre. Cesión gratuita a perpetuidad. Ese mismo día lo empecé a probar con el rollo de Portra 400 en la rosaleda del Parque Grande de Zaragoza. Pero todavía no he recibido el revelado. Mientras, el sábado siguiente, le puse a la cámara un rollo de Ilford FP4 Plus y seguí usándolo en lo suyo, la fotografía de aproximación, casi en la macrofotografía. Y así, ya he podido comprobar que funciona perfectamente. Está como nuevo, prácticamente sin usar, y va como la seda en combinación con la Nikomat FTn y el Nikkor-S Auto 50/1,4. Las fotos que os muestro son de ese sábado. También hay algunas realizadas de paisajes generales, sin el tubo de extensión.
Estudiado un poco el catálogo de objetivos de Nikon de 1971, la concepción del tubo está clara. En aquel momento, Nikon tenía en catálogo un Micro-Nikkor-P Auto 55/3,5, que llegaba a un ampliación 1:2. Es decir, en su distancia mínima de enfoque, dos centímetros en la realidad se reproducían como un centímetro sobre la película. Las matemáticas de la macrofotografía, o microfotografía como prefiere Nikon, son más sencillas de lo que parece. Un objetivo de 55 mm como ese Micro-Nikkor con un tubo de extensión de 27,5 mm, es decir, una extensión igual a la mitad de la distancia focal del objetivo, obtiene una ampliación 1:2 cuando el objetivo está ajustado con el enfoque a infinito, y de 1:1 cuando el objetivo está ajustado a su mínima distancia de enfoque.
Son macroobjetivos de concepción antigua, en la que el enfoque se basaban en el desplazamiento en bloque de todo el grupo óptico del objetivo, aumentando la distancia del mismo al plano de la película. Con ello, conservaban su longitud focal. En la actualidad, los macroobjetivos suelen alcanzar su máxima ampliación por mecanismos de enfoque interno, que tiene algunas ventajas, aunque suelen tener la desventaja de que a su distancia mínima de enfoque su longitud focal real ha disminuido.
El Nikkor-S Auto 50/1,4 no es un objetivo corregido para un rendimiento óptimo a distancias próximas. Pero si le pones el PK-3 con sus 27,5 mm de extensión, con el enfoque a infinito ya consigues un ampliación de 0,55x (1:1.8), algo superior al 1:2 (0,5x). A la distancia mínima de enfoque llega a 0,67X (1:1.5), algo mejor, pero no muy superior. No está diseñado como un Micro-Nikkor a priori. En cualquier caso, de repente este 50 mm f/1,4 se convierte en una opción mucho más interesante para salir a pasear, especialmente en la naturaleza. Lo mismo te vale para un retrato, que para un paisaje, que para un toma macro. Hay que considerar que combinando el tubo de extensión con alguna de las lentes de aproximación que tengo, las combinaciones posibles son mucho más variadas, con ampliaciones que van desde el 0,11x nativo del objetivo, a 0,22x con una lente de 2 dioptrías, a 0,93x (casi el 1:1) con el tubo de extensión y una lente de 3,33 dioptrías que tengo. Para una mejor calidad y para asegurar la zona de enfoque que es muy extrecha, mejor con aperturas de f/8 y f/11, aunque para eso hace falta... luz. Pero eso es otra historia y será contada, o no, en otra ocasión.