Desde mediados de diciembre a esta parte se han incorporado a mi biblioteca unos cuantos libros de fotografía que se me estaban acumulando sin haber registrado en estas páginas su llegada. Así que hoy voy a hacer un repaso a estas novedades, aunque sea de forma sumaria.
Las fotografías acompañantes son del sábado pasado, un día en el que las circunstancias nos llevaron a acercarnos en familia al pueblo de Aragón, 50 kilómetros de Zaragoza, para apoyar a una amiga cuyo padre había fallecido... Como fui con mi hermana y mi sobrino de casi siete años, me encargué la mayor parte del tiempo que estuvimos allí de pasear con el pequeño por el pueblo. Y nos llevamos una camarita digital. Las fotografías que pongo a continuación están tomadas indistintamente por uno de los dos. Algunas están procesadas con más intensidad y otras están prácticamente tal cual salieron de la cámara,... y no están necesariamente más procesadas las del peque que las mías. ¿Cuál es de quién?
This is not a map
Lo comenté hace un tiempo. Me enteré de la existencia de una iniciativa editorial denominada This is not a map. Traducido al castellano, "Esto no es un mapa". Bajo la forma de un desplegable similar a los de los tradicionales mapas de carretera, se nos ofrece un trabajo fotográfico de un determinado fotógrafo, localizado en un determinado lugar, sea una población, una región o un país. Podéis ver la colección completa de los que hay publicados hasta el momento en este catálogo.
Compré dos. Montalivet de Hervé Szydlowski está localizado en una colonia nudista en el sur de Francia, en el departamento de la Gironda, no lejos de Burdeos, que ha atraído la visión de distintos artistas al igual que ha aparecido en alguna película que otra. Yo conocía los retratos realizados en ese lugar por Jock Sturges y Mona Kuhn. Szydlowski hace una aportación más, con su propio punto de vista, ligeramente más cerca del trabajo de Sturges, aunque no sea más que por el blanco y negro y el aprovechamiento de la luz. Aunque son obras claramente distintas.
El segundo, Texas de Rémi Noël, está localizado como podéis imaginar en el gran estado del sur de los Estados Unidos de América, y tiene un cierto sabor a reportaje clásico de carretera, en riguroso blanco y negro, si no fuera porque de vez en cuando nos sorprende con las apariciones en el encuadre de un pequeño Batman y otros personajes en miniatura de plástico.
La iniciativa es curiosa, económica, 16 euros la unidad, obviamente no es de esperar la calidad de impresión de libros de factura más noble, y es un poco de engorroso de hojear porque se despliega a un tamaño de 100 x 150 cm aunque plegaditos no abultan nada en la biblioteca.
The Photography Workshop Series
Ya he comentado en otras ocasiones la adquisición de algunos de los volúmenes de la serie The Photography Workshop Series de la editorial Aperture. Si el volumen de Alex Webb y Rebecca Norris Webb estaba dedicado a la fotografía documental o callejera y a la imagen poética, especialidades de cada uno de ellos, y el de Todd Hido nos sumergía en su intimista forma de abordar el paisaje, la fotografía de interiores y el desnudo, lo dos que me faltaban complementan la visión que a través de estos seminarios en forma de libro nos ofrecen estos magníficos fotógrafos.
Y es que los otros dos volúmenes de la colección se los debemos a dos grandes. Larry Fink trata especialmente los conceptos de composición e improvisación, dos de las características fundamentales de la obra de este fotógrafo, cuya obra pudimos contemplar hace un par de años en una exposición muy interesante en Zaragoza.
El segundo de ellos es especialmente emotivo, porque es casi un libro póstumo. Editado el año pasado, en él Mary Ellen Mark nos habla del retrato y del momento. Tenemos que recordar que Mark falleció el pasado mes de mayo de 2015 a los 75 años, habiendo estado en activo desde la segunda mitad de los años 60 del siglo XX. Muy comprometida con su sociedad, también nos regaló retratos inolvidables del mundo del cine y del espectáculo.
Entre los cuatro, constituyen un curso avanzado de conceptos fotográficos que merece la pena tener en la biblioteca.
Islas
Curioso e interesante el libro de Salva López, Illa (isla en catalán). Es un libro muy intimista, con una encuadernación casi artesanal, muy espartana, en el que los pliegos que constituyen las páginas del libro están sin cortar. De tal modo que a la vista quedan fotografías en blanco y negro de un estancia del fotógrafo en la isla de Lanzarote, tras una ruptura sentimental. Escondidas de la vista quedan las fotografías en color de la convivencia con la mujer que fue su pareja, fotografías en color, muchas de ellas tomadas también en diversas islas, por todo el mundo, en las que vivieron su relación.
A criterio del propietario del libro queda la decisión de liberar o no las páginas ocultas, un hoja afilada y un poco de cuidado situarían al libro en su condición esperada, o de respetar esta ocultación. Quizá entrever de refilón las fotografías oculta. Yo de momento no he cortado los hojas. Pero si que he atisbado entre los pliegues...
IYL - If You Leave Magazine
Desde hace ya un tiempo vengo siguiendo los tumblelog de If You Leave Magazine, tanto la galería principal con el Showcase. A través de la primera va mostrando el trabajo de fotógrafos contemporáneos, de todo el mundo, cuya obra se puede encontrar por internet. En el segundo, trae enlaces a artículos de otros medios relacionados con la fotografía contemporánea, complementando el panorama de la misma, tal y como la entienden sus responsables.
En los dos últimos años han publicado en papel sendos volúmenes, que dan sentido a ese nombre de "magazine", revista, y que en estos momentos venden conjuntamente. Pero lo que es más interesante es que cada volumen, además de la revista con entrevistas y artículos sobre los autores publicados, vienen con un conjunto de láminas con fotografías de los mismos. No son de alta calidad, pero también el precio es muy ajustado, 25 euros. No está mal, para ver qué tendencias reconocen en estos tiempos.
Cumpleaños feliz
Todos los años, a final de enero, llega el momento en que formalmente me cae un año más. Sensación falaz dado el carácter continuo del tiempo que hace que el mismo se acumule en cada instante, y hace tiempo que cuando cumplimos un año más nos encontramos más cerca de esa edad que de la que confesamos oficialmente. Pero las costumbres y tradiciones son como son... y lo que no suelen ser es racionales. Este año me han llegado algunos libros. Comentaré dos, relacionados directamente con la fotografía.
Por un lado, Zaragoza Antigua, recopilación de fotografías de la que es mi ciudad de nacimiento y residencia realizada por Salvador Trallero, en las que vemos como era la ciudad de antaño. Las fotografías proceden de distintos archivos históricos, bibliotecas y hemerotecas, y comprenden fotografías que van desde mediados del siglo XIX hasta los años 60 del siglo XX, quizá haya alguna de los 70... No todas están correctamente identificadas o datadas; supongo que el autor habrá transcrito fielmente lo que conste en los archivos de procedencia. Está bien... es simpático el libro. Trallero tiene su propia editorial, Sariñena Editorial, y es un inquieto preocupado de preservar la memoria de la ciudad y de Aragón, aunque su profesión de origen es pastelero.
El otro libro,... el otro libro,... hay que entrenar pesas para manejarlo con soltura. Porque es un grueso y pesado volumen de la editorial TeNeues denominado Elliott Erwitt's Kolor. Y este es una demostración de que hay gente que realmente sabe lo que me gusta. Si bien Erwitt es conocido sobre todo por su obra documental en blanco y negro, siempre llena de humor, también ha utilizado el color. Y yo soy de los que opina que lo de que la fotografía en blanco y negro es más auténtica y mejor es un prejuicio, que la fotografía en color puede ser bellísima y llena de intención, y que los coloristas precoces del siglo XX me encantan. Así que iré a buscar mi trípode, el de hojear libros enormes, y me pondré a contemplar un rato las fotografías de este magnífico libro.
Son prácticamente las últimas fotografías del año 2015. Alguna más hay después... pero bueno... Tras muchos días de niebla en Zaragoza, esta se levanta y nos deja una mañana de luz suave, muy plástica para salir a fotografiar.
Hay un tema que siempre me ha gustado. El paisaje alterado por el ser humano, especialmente en los espacios suburbanos, esos espacios en los que la ciudad se desvanece progresivamente en una naturaleza muy domesticada. Un gusto que me viene de la observación de algunas de las fotografías del grupo de la New Tophographics nortemericana (búsqueda en Google Imágenes). Lo que algunos han dominado buscar la belleza y las virtudes estéticas de lo banal, o aparentemente banal. Porque no está reñida con la reflexión sobre el impacto del ser humano en el entorno. En el ambiente. Una cuestión que cada vez está más presente en nuestras vidas. En nuestras conversaciones. Anoche, en la cena de Nochevieja, no dejó de salir el tema. Incluso dentro del ambiente festivo en el que se desarrolló la cena.
Tengo ya muchas fotografías de un mismo entorno al cabo de los años. Una de las formas que tengo de darme buenas caminatas cuando el tiempo me lo permite, el meteorológico y el cronológico, es salir de mi casa hacia el camino de Miraflores y de ahí pasar hacia la huerta de las Fuentes y el soto de Cantalobos, en el este de la ciudad de Zaragoza. A veces las fotografías pueden parecer repetitivas, pero cuando las contemplo en el tiempo, también hay una sensación dinámica de cambio.
Una de las cámaras que más me gusta para estos amplios paseo es la Leica M-E. A veces con un 50 mm, cada vez más con el 35 mm. Tengo una evolución personal por la que mis preferencias están evolucionando de la focal más larga a la más corta. En cualquier caso, la combinación del sensor de imagen sin filtro de paso bajo de la Leica, y la nitidez del C-Biogon 35 mm 1:2,8 de Carl Zeiss a cualquier apertura pero especialmente entre 1:4 y 1:11, junto con la ligereza del conjunto hacen de esta combinación un equipo casi ideal para estos paseos.
Y así, sin más, os dejo con un pase de fotografías de estas algunas de mis últimas fotografías de 2015.
“Photowalk” por el casco histórico de Zaragoza con el X Asalto, patrocinado por Fujifilm.
El pasado miércoles 9 de septiembre de 2015 se celebró en Zaragoza un “photowalk”, un paseíco fotográfico nos gusta llamarlo por aquí, en el marco del X Asalto, festival de internacional de arte urbano, y patrocinado por Fujifilm.
La actividad comenzó con la presentación por parte de la organización de la misma, y tuvimos la intervención de dos fotógrafos que usan habitualmente equipos de la marca Fujifilm para comentar las virtudes del sistema X de la marca japonesa.
Por una lado estuvo Albert Muñoz, conocido como @barrut, que nos comentó las virtudes de las cámaras de objetivos intercambiables del sistema como apropiadas para la fotografía documental, por ejemplo en el marco de un viaje.
Después tuvimos a alguién “de casa”, a Marcos Cebrián de Zaragoza Walkers, que nos cantó las virtudes de las compactas de objetivos no intercambiables de la serie X100/X100S/X100T como cámara apropiadas para la fotografía documental de calle. Este es el tipo de cámara que me interesaba a mí en esta historia.
Había bastante afluencia de público de todas las edades y condiciones, lo cual me hizo temer de que no pudiera cumplir el objetivo que me había propuesto con esta actividad.
¿Y cual era este objetivo? Pues probar una de estas cámaras; como ya he comentado, la que me interesaba era la Fujifilm X100T. Esta es una cámara compacta, pero con un sensor de imagen de tamaño más que respetable, del tipo llamado comunmente APS-C, de un tamaño de 23,6 x 15,6 mm. Lleva un objetivo no intercambiable de 23 mm de focal y apertura máxima 1:2, equivalente a un 35 mm en el paso universal. Y el conjunto tiene un tamaño muy contenido y discreto.
La ergonomía es muy clásica, con rueda de diafragmas en el objetivo, selector de velocidades de obturación y compensación de la exposición sobre la cámara en mandos accesibles y fáciles de manejar. La carencia más grande que encuentro es que la sensibilidad hay que seleccionarla a través de los menús en la pantalla trasera. El visor puede ser de visión directa con abundancia de información o electrónico. Prefiero el primero. Hay más “delicatessen” en este ámbito en las que no entré. En el rato que dispuse de ella, puesto que conseguí el préstamo de un ejemplar, me centré al uso tradicional con estas cámaras, que no es muy distinto de las cámaras de película tradicional de hace unas décadas.
A partir de aquí, las fotografías están realizadas todas con la Fujifilm X100T; las anteriores proceden de mi Olumpus OM-D E-M5 con un objetivo Olympus M.Zuiko 45 mm 1:1,8.
Tras unos primeros fotogramas en formato JPEG, cuando me entretuve en encontrar y ajustar algunos parámetros, puedo decir que los archivos RAW de lo que dispones contienen abundancia de información y dan mucho juego para revelar posteriormente en Adobe Photoshop Lightroom. Este programa tiene un perfil dedicado a esta cámara con su objetivo. La imagen que nos propone por defecto es de contraste suave, colores muy moderadamente saturados, por lo que hay mucho margen para ajustarlos a tu gusto.
La cámara es pequeña y, además, silenciosa. Es muy discreta. No asustas a nadie, nadie se mosquea si te ve brujulear con ella en las cercanías. Por lo tanto, es realmente adecuada para fotografía documental.
Si has manejado cámaras de ergonomía clásica, te haces con ella en segundos, tras los cuales empiezas a hacer fotos. Aunque afinar los ajustes de la misma lleva algún ratito más, para encontrar tu configuración cómoda.
Mentalmente, mis comparaciones se iban a la cámara compacta que uso habitualmente, la Leica D-LUX. La ergonomía de la X100T es mejor, el visor directo mejor que el electrónico, aunque el de la D-LUX es muy muy utilizable. Hay una neta ventaja en la Fujifilm en la calidad de la imagen, especialmente a altas sensibilidades, sin que la imagen la Leica/Panasonic sea mala ni mucho menos. La Leica fabricada por Panasonic tiene la ventaja de un objetivo de focal variable equvalente a un 24–70 1:1,7–2,8 en formato universal.
Las fotografías a las pinturas de arte callejero me sirven como referencia para analizar en qué medida se ve afectado por el error de paralaje al usar el visor visión directa. El electrónico no sufre de este problema. La verdad es que el error es mínimo. Ya te dicen en la especificaciones que el marco de referencia cubre el 92% de la imagen real, error que también encontramos en algunas reflex de gamas baja o media. A mí me vale para este tipo de cámaras, porque se ve compensado con otras ventajas de la visión directa.
Como ya digo, es estupenda por su discreción para jugar en las distancias cortas. Su uso es rápido e intuitivo, la gente te ignora, y en cuanto encuentras tu configuración adecuada, vas muy ágil. Con la tarde cayendo, con una luz agradable pero progresivamente más débil, decidí poner la cámara en manual, con un diafragma f/4 y una velocidad de obturación de 1/125, la compensación de exposición entre neutra y +1 según las circunstancias, y dejando que escogiera automáticamente la sensibilidad hasta un IE máximo de 3200. Sin problemas en la calidad de la imagen.
No tengo previsto a corto plazo la compra de una cámara nueva. No hace tanto que compré la Leica D-LUX, que me está haciendo un papel muy bueno en los últimos tiempos, y cuyos usos se superpondrían. Pero en un futuro, dentro de un tiempo, cuando la D-LUX haya dado lo que debe ofrecer, me plantearé seriamente una de estas cámaras. Sólo me hace falta tomar una decisión valiente. La de ir por el mundo con una sola longitud focal. Porque disponer de un tele corto en la misma cámara es la principal razón para haber preferido en su momento la D-LUX.
Por lo demás, es una muy buena cámara, más versátil de lo que parece y muy divertida de usar. Veremos como evoluciona en un futuro en sus descendientes.
El paseíco fotográfico culminó con un sorteo de una compacta de Fujifilm más sencilla,… pero yo tengo muy mala suerte con los sorteos. Nunca me tocan.
A principios de noviembre del año pasado, 2014, dediqué un artículo en estas páginas a una interesante película documental dedicada al fotógrafo brasileño Sebastião Salgado. Película de obligatoria visualización para todo aficionado a la fotografía, y muy recomendable para el público en general. Por aquel entonces compré también el libro del último gran proyecto de Salgado, Génesis, un libro que no puedo recordar los motivos pero no llegué a comentar por aquí. Es un libro de gran formato, rotundo, de 24 x 35 cms, más de 500 páginas, muchas fotografías en blanco y negro con un buen nivel de impresión, superior a la media de la editorial, Taschen.
En el documental se nos explica un poco el origen de este proyecto. Tras una vida dedicada al reportaje en lugares difíciles, con conflictos difíciles, con gentes difíciles, con gentes que sufren, Salgado entró en una crisis personal de la que surgió gracias a que volvió su mirada a la naturaleza, a sus difíciles equilibrios. En primer lugar al lugar que lo vio nacer y crecer, luego a su país, Brasil, y finalmente al planeta que nos alberga a todos. Y a partir de ahí se lanzó a una búsqueda de los lugares primigenios, aquellos en los que la naturaleza está menos afectada por el ser humano, aquellos en los que el ser humano se presenta todavía en sus estadios de desarrollo cultural básico, los cazadores-recolectores, los agricultores incipientes que todavía podemos encontrar en algunos lugares de la Amazonia, África o las selvas de Papúa-Nueva Guinea.
Y así nos ha presentado este legado, este conjunto de imágenes que configuran una fotografía global de las tierras vírgenes del planeta, de lo que queda original de él. Sea los hielos de la Antártida, sean las pluviselvas ecuatoriales, los violentos volcanes del extremo oriental siberiano, o el gran norte americano.
Una parte de esta obra se está presentando en algunas ciudades españolas de la mano de la Obra Social de la Caixa, exponiéndose en los Caixaforums repartidos por la geografía española. En estos momentos, la exposición ha llegado a Zaragoza, donde permanecerá hasta mediados de octubre de este año, 2015. La exposición, como el documental sobre el que he empezado hablando en este artículo, es "obligatoria" para todos los aficionados a la fotografía y altamente recomendable para el público en general. Copias de gran formato, de alta calidad en blanco y negro, que nos muestran una serie de escenarios naturales todavía vivos, todavía en su estado original. Quién sabe por cuanto tiempo, en un planeta en el que los cambios debidos a las alteraciones del clima se está produciendo con una rapidez que está sorprendiendo incluso a los más pesimistas.
Recordar también que uno puede llevarse a casa para siempre estas fotografías y más en forma de libro, un libro que aunque cuesta lo suyo en términos absolutos, casi 50 euros, no es excesivamente caro en términos relativos dada su magnitud y la cuidada calidad con la que se presenta y está impreso, respetando mucho la calidad de las fotografías presentadas. Animaos, que no os arrepentiréis.
Como todos los veranos, se celebra en nuestro país el que probablemente será el certamen más importante de fotografía por su alcance, por su volumen, por su variedad y por la calidad que suelen tener sus exposiciones. Se trata de PhotoEspaña, festival que comenzó en 1998 y que lleva con la actual la friolera ya de 18 ediciones. En un principio estaba fundamentalmente concentrado en Madrid, pero poco a poco, tímidamente al principio, se ha ido descentralizando. En Zaragoza, durante este verano hemos tenido hasta cuatro exposiciones asociadas a este festival.
Lamentablemente, cuando este artículo vea la luz alguna ya habrá terminado.
La primera que se inauguró lo hizo en el Centro de Historias de Zaragoza, es la dedicada a Bonadies+Caula: Cartografías de un territorio compartido, y es un tipo de exposición que a mi me gusta mucho. Las exposiciones en las que dos autores dialogan a través de sus obras. Puede ser que con estilos distintos, o pertenecientes a época distintas, centre su atención en un mismo sujeto o tema. Puede ser que con estilos similares, nos muestren temas o sujetos muy distintos. Puede que sus temas, sus miradas, sus técnicas o sus momentos se complementen y la suma de las partes se potencien y creen una sinergia en el mensaje que nos ofrecen.
En esta ocasión, el diálogo se producen entre fotógrafos con un ámbito, Caracas, pero de generaciones distintas. La más joven, la fotógrafa venezolana Ángela Bonadies, ha realizado un proceso de investigación sobre la obra del más veterano, ya fallecido, el argentino establecido en la capital venezolana, Tito Caula. A partir de ahí, podemos analizar y comparar las visiones, las similitudes, las diferencias e incluso la evolución de la sociedad venezolana a través de las fotografías de ambos autores.
Una semana más tarde se inauguraba también en el centro de historias una retrospectiva sobre Steve Schapiro, que en una primera instancia pudimos visitar en compañía varios FeZ. Estamos ante uno de los fotógrafos documentales norteamericanos más interesantes de la segunda mitad del siglo XX. Se le vincula mucho al mundo del cine, ya que fue el fotógrafo de plató de producciones emblemáticas del cine norteamericano, especialmente en los años 70 y 80, pero también por sus retratos de algunas de las gentes del cine, algunos de los cuales son fácilmente reconocibles por muchos, aunque desconozcan quien es el fotógrafo que los realizó.
Pero todavía más interesante me parece su actividad documental de los movimientos civiles y políticos de su país, especialmente en los años 60, en los que se implicó tanto en el ámbito de los derechos civiles y contra la segregación por el color de la piel, como en seguir a figuras políticas de gran relevancia en aquella intensa época. Desde luego la exposición también es de obligada visita, al igual que la anterior, tanto para los aficionados a la fotografía como para el público en general.
En la Lonja de Zaragoza, establecimiento hostil a los visitantes que acuden con su cámara de fotos, encontramos otra gran retrospectiva, un eslabón más de la cadena de exposiciones dedicadas a los mejores y más significativos fotógrafos documentales españoles de la segunda mitad del siglo XX y que ha venido trayendo en los últimos años. En esta ocasión está dedicada al fotógrafo húngaro afincado en España tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Nicolas Muller.
Muller, en su país de origen, comenzó realizando una fotografía muy comprometida socialmente, en concreto sobre el campesinado más pobre, que le atrajo las antipatías del gobierno filofascista del país y le obligó a exiliarse. Paradójicamente, encontró finalmente estabilidad en España, también con un gobierno de corte fascista en los años 40, pero en el que pudo desarrollar una actividad de fotografía documental, de carácter etnográfico, que no carece de la empatía por las gentes que mostró en sus primeros trabajos. También podemos comprobar como el estilo y la técnica del fotógrafo mantiene una evolución tranquila, pero con diferencias sutiles, que hacen muy disfrutable la exposición por que nos ayuda a comprender el proceso mental del fotógrafo cuando se acerca a sus sujetos con su cámara. Tampoco podemos dejar de destacar la serie de retratos a personajes ilustres, especialmente del mundo de la literatura. Otra que es obligatoria para los aficionados a la fotografía, y más que recomendable para el público general.
Sólo me queda hacer un comentario a una exposición, de la que no tengo imágenes, que ha pasado más desapercibida, pero que no carecía de interés. Lamentablemente, ya ha terminado. Se trata de la que pudimos visitar en la Galería Carolina Rojo, en la calle Gascón de Gotor, en la contemplamos las Veintiséis gasolineras abandonadas de Iñaki Bergera. Esta obra de este fotógrafo vitoriano muy interesado en la fotografía de arquitectura, nos acerca considerablemente a la corriente de fotografía nortemericana denominada como New Topographics, muy preocupada por el concepto de paisaje alterado por el hombre. Fotografías cuidadosamente compuestas, con indudables valores estéticos, que tal vez hayan pasado más desapercibidas para los aficionados a la fotografía. Una pena.