Segundo rollo de Rollei Ortho 25 Plus de los que me dieron en diciembre por no usar, caducado hace casi dos años. No voy a entrar mucho en las características de la película. Me remitiré a la reciente entrada que publiqué sobre uno de ellos. Y tampoco dedicaré mucho a su procesado, porque fue el mismo que el de esa entrada, al mismo tiempo, en el mismo tambor de revelado, con SPUR Acurol-N durante 11 minutos con la dilución 1+70 a 20 ºC, y con un ritmo de agitación muy suave. Con prelavado para atemperar la emulsión a la temperatura de revelado, y usando agua desionizada, siguiendo la recomendación del fabricante. Negativos ligeramente sobreexpuestos, pero menos que los que hice con la Olympus Trip 35, en general muy fáciles de procesar en un proceso mixto químico-digital.
En lo que me voy a centrar en esta entrada es en las ópticas utilizadas. Como he señalado en el título de la entrada, la cámara que usé es la Canon EOS 650. Os recuerdo que la compré en 2017 por una cantidad ridícula de dinero, dado que está como nueva. Y que es perfectamente compatible con los más modernos objetivos Canon EF. Puede presentar algún problema de compatibilidad con objetivos de otras marcas para esta montura, como me pasa con el Tamron 35 mm f1,8, que tengo que utilizar en enfoque manual. Pero los objetivos que usé son otros muy distintos. De la época en que reinaba la película tradicional, a finales de los años 80 del siglo XX y en el principio y mediados de los años 90.
Mi primera Canon EOS fue la EOS 100, que tengo en perfecto estado de funcionamiento, que no uso mucho porque aunque es algo más ligera que la Canon EOS 650, 580 gramos de la primera frente a 660 gramos de la segunda, esta última es algo más pequeña y agradable de manejar, a pesar de que algunas de las opciones en los mandos de la EOS 100 son más modernas y adecuadas. Es un peculiar equilibrio de prestaciones y condiciones de uso. Hay que tenerlas en la mano para explicarlo mejor. Particularmente va bien con el mucho más moderno y pequeño Canon EF 40 mm f2,8 STM. Pero el caso es que la EOS 100, cuando la compré, venía con un EF 28-80 mm f3,5-5,6 USM que estaba bien, aunque con el tiempo sustituí por el estabilizado y más versátil, aunque no mejor ópticamente y más voluminoso, EF 28-135 f3,5-5,6 IS USM. Como era un objetivo muy poco luminoso, lo complemente con un EF 50 mm f1,8 II, objetivo plasticoso y barato, que tuvo mucho éxito, y con un Sigma Super-Wide 28 mm f1,8, que decía que estaba muy bien y era más barato que el similar de Canon.
En este rollo, primero usé durante una mañana de sol inclemente (por lo contrastado de la luz), aunque fría, con el 28 mm. Es un objetivo sólido, grandote, que venía con su parasol, y que cumplía con su misión de darme un angular luminoso cuando viajaba en los años 90, para interiores. No lo usaba mucho, pero siempre estuve conforme con él. Hoy en día, aprecio que tiene un enfoque lento y ruidoso. Los dos objetivos de hoy tienen motores de enfoque antiguos, ruidosos, con los que no se puede corregir el enfoque manualmente sin conmutar el mando del enfoque a manual. Y cuando analizo los fotogramas, teniendo en cuenta que la mayor parte de las fotos las hice a f8 o f11, aprecio una pérdida de definición acusada en el lado derecho del fotograma, probablemente por un descentramiento. Como no es compatible con las réflex digitales de Canon desde la Canon EOS 10D, a mitad de los años 2000 compré de segunda mano el Canon EF 28 mm f1,8 USM, que va mucho mejor.
Otro día, en el que madrugué para ir a comprar a un centro comercial al que me cuesta una hora ir caminando por la ribera del Canal Imperial de Aragón, con una luz más suave por la ligera bruma, y por estar el sol todavía relativamente bajo en el horizonte, le puse a la cámara el 50 mm. No es ese EF 50 mm f1,8 II que he mencionado. Ese, y otro similar, fallecieron en su momento por un problema de construcción notable. El bloque óptico de esos objetivos de plástico se unía al barril principal del objetivo, a su sistema de enfoque realmente, ya que este se hace moviendo hacia adelante y hacia atrás el bloque óptico como un todo, mediante tres puntos de sujeción de plástico. Si el objetivo recibía un golpe en el marco de plástico del elemento frontal, aunque no fuese muy fuerte, corrías el riesgo de que se fracturasen estos puntos de sujeción, y el objetivo quedaba arruinado. Me pasó con dos. Y cuando me estaba pensando en 1994 cómo sustituía al segundo objetivo roto, en una visita en Barcelona a Casanova Foto, me encontré con la primera versión de ese famoso 50 mm.
Esta primera versión, que se vendía como objetivo de serie con la EOS 650, por lo que es un conjunto histórico, el primero que se puso a la venta del sistema Canon EOS, tiene la misma fórmula óptica que el nifty fifty de plástico que tan mal resultado me dio. Pero estaba mucho más sólidamente construido, tiene la montura metálica, y una ventanilla en la que aparece la distancia de enfoque a la que estás trabajando. Mucho mejor en líneas generales, pero más cara de fabricar. Y ese lo tengo desde entonces. Y aunque ha sufrido alguna caída o golpe importante, sigue funcionando como el primer día y sin que parezca afectada su calidad óptica, que siempre ha sido reputado como muy buena, aunque sin llegar a la excelencia de otros 50 mm más prestigiosos para el sistema. Es un diseño óptico clásico, tipo Planar, con 6 elementos en 5 grupos, que tiene una prestaciones razonables a sus aperturas más abiertas, y muy buenas en cuanto diafragmas un par o tres de pasos. Como tantos objetivos clásicos de los años 70, 80 y 90 del siglo XX. Sigue funcionando muy bien, aunque me gusta más la focal de 40 mm como estándar, que la de 50 mm. Pero es más luminoso, claro. Y muy ligero, con solo 190 gramos de peso. Por supuesto, el sistema de enfoque automático antiguo, tiene inconvenientes notables respecto a los motores USM o STM.
En estos momentos, es difícil que me anime a seguir usando el viejo Sigma 28 mm. Ese descentramiento claro, con pérdida de nitidez en un lado de la imagen, no anima a usarlo, especialmente disponiendo de una focal similar Canon EF con motor USM, que sólo tiene ventajas sobre este Sigma. En cuanto al 50 mm,... pues de vez en cuando es divertido usar una combinación que podemos considerar clásica. La que se puso a la venta en 1987 cuando se estrenó el sistema Canon EOS. Tengo el Canon EF 50 mm f1,4 USM que tiene mejores prestaciones a igual apertura, con la ventaja de que abre a f1,4... aunque sin que sus prestaciones sean brillantes, y con la ventaja del motor USM. Pero es más grandote. Para la Canon EOS RP tengo el dedicado Canon RF 50 mm f1,8 STM, y ahí no hay dudas. Más pequeño, sin necesidad de adaptador de montura y más nítido y moderno. Y siempre considerando que, si no necesito la luminosidad de estos objetivos, en realidad prefiero usar la focal de 40 mm.
Hace tiempo, años, que este objetivo de Sigma me había entrado por el ojo. Sin embargo, en el listado de pros y contras, que pasaré a comentar, no había un hecho decisivo que inclinase la balanza de la decisión hacia el platillo de la compra. Al final ha sucedido. Y comentaré el porqué, al mismo tiempo que comento las características de esta óptica, que creo bastante interesante.
Siempre he considerado que mis mejores fotos, especialmente cuando viajo, han salido de ópticas fijas, no de objetivos de focal variable, los populares zoom, y que básicamente sólo necesito dos o tres de ellas para reflejar documentalmente y de forma adecuada cualquier proyecto viajero. Si voy con dos, un angular moderado, o incluso un estándar corto, 40 mm en el cuadro completo, 20 mm en el micro cuatro tercios, y un teleobjetivo corto son suficientes. Fue la dupla de objetivos que se presentó con la Leica CL de los años 70, el Summicron-C 40 mm f2 y el Elmar-C 90 mm f4, y que va muy bien. También coincide con los dos primeros objetivos fijos que Panasonic sacó al mercado cuando se sumó al sistema micro cuatro tercios, el Lumix G 20 mm f1,7 ASPH y el Leica DG Macro-Elmarit 45 mm f2,8 ASPH OIS. Luego ya, si da para un tercer objetivo, mejor un angular más amplio (24-28 mm en el formato de cuadro completo), aunque no extremo, y un estándar un poco más cerrado (50 mm en el formato de cuadro completo).
Aunque los teleobjetivos cortos más frecuentes rondan los 85-90 mm en el formato de cuadro completo, 40-45 mm en el micro cuatro tercios, tengo experiencia dentro de Pentax en el uso de focales algo más larga. En las cámaras para película, he usado el SMC-A 100 mm f4 Macro, y en las digitales APS-C, el SMC-DA 70 mm f2,4 Limited. Este último me gusta mucho, y tiene una focal equivalente en el formato de cuadro completo de 105 mm. Y para los que gustan de una gran separación del sujeto principal respecto de los fondos, con el desenfoque de estos, os aseguro que la apertura máxima de f2,4 es más que suficiente. Si además lo acompañas de un lente de aproximación, ligera y de buena calidad, ya tienes además un objetivo adecuado para la fotografía de aproximación. Lo que le fallaba al trío de Pentax es que las focales de 21 mm (31,5 mm en equivalente con el marco completo) y 40 mm (60 mm en equivalente con el marco completo) eran un poco largas, especialmente el estándar, y poco luminosas.
El Sigma 56 mm f1,4 DC DN Contemporary encajaría en esa posibilidad de un teleobjetivo moderado, pero algo más largo, en el caso de la versión para micro cuatro tercios. Porque esta óptica es un diseño para cámaras APS-C, donde es el equivalente de un 85 mm en el marco completo, pero que también se vende con montura micro cuatro tercios, donde la equivalencia de ángulo de visión se sitúa en los 112 mm. Quizá un poquito más largo de lo conveniente, situándose en las estribaciones de los llamados teleobjetivos medios, más que cortos. Como consecuencia de su gran apertura máxima, que es un atractivo indudable de esta óptica, y de que es capaz de cubrir la superficie de un sensor APS-C, es más grandota de lo que es habitual en un objetivo micro cuatro tercios, no se equilibra bien, aunque es perfectamente utilizable, con una cámara ligera como la Panasonic Lumix G100, por hablar de las cámaras que uso actualmente, pero le va muy bien a la sólida y bien plantada Panasonic Lumix G9.
En el lado de la balanza contrario a la compra estaba un hecho muy subjetivo. A lo largo de mi historia fotográfica, tengo muy malas experiencias con objetivos Sigma. Mis primeros objetivos de focal variable, para Pentax K, eran malísimos. Ni siquiera ofrecía un exposición consistente a lo largo de su intervalo de focales. Y el objetivo más decente que he usado de la marca, un Sigma 28 mm f1,8 para montura Canon EF de los años 90, que es decente, no brillante, pero decente, no es compatible con las nuevas EOS desde la Canon EOS 10D, que salió al mercado en marzo de 2003. Así que ha quedado reservado a su uso con cámaras EOS para película tradicional. Lo uso poquísimo. Cierto es que en la última década, la marca japonesa, Sigma, ha adquirido un prestigio notable a la hora de fabricar objetivos de muy buena calidad óptica, calidad constructiva suficiente y precio ajustado. Pero las malas experiencias pesan.
El 56 mm de la gama Contemporary, forma un triada interesante con un 16 mm f1,4 y con un 30 mm f1,4, siempre y cuando se usen con una cámara APS-C. Forma la triada de angular, estándar y teleobjetivo corto que he comentado y que me gusta bastante, especialmente para moverse en el entorno urbano y con cierta discreción. Pero en micro cuatro tercios, el 16 mm y el 30 mm son demasiado largos. Especialmente este último. Les pasa un poco lo que comentaba con los objetivos Limited de Pentax, aunque con la ventaja de su mayor luminosidad. Para ser perfectos sólo les falta ser resistentes a las inclemencias del tiempo, salpicaduras y polvo especialmente, y estar estabilizados.
Finalmente, un objetivo que rondaba desde que lo sigo en el mercado entre los 425 y los 575 euros, según momentos, monturas y circunstancias del mercado, apareció en oferta recientemente por sólo 325 euros,... y eso hizo que la balanza finalmente se decantara del lado de la compra. Un objetivo pensado, en mi sistema, para ser usado con la Panasonic Lumix G9, en retratos, o como complemento a un angular moderado o estándar corto en fotografía urbana. Haría compañía al Leica DG Summilux 15 f1,7 ASPH y al Lumix G 25 mm f1,7 ASPH. Para la Lumix G100, una cámara más ligera, reservaría el Lumix G 14 mm f2,4 ASPH, el Lumix G 20 mm f1,7 y el Olympus M.Zuiko Digital 45 mm f1.8. Una combinación mucho más ligera, pero más limitada en algunas cuestiones. En fotografía de naturaleza, o cuando las condiciones atmosféricas son malas, la Lumix G9 con el Olympus M.Zuiko Digital 12-40 mm f2,8 y el Lumix G Vario 35-100 mm f/2,8 ASPH OIS II, son adecuadas por su mayor capacidad de ajuste del encuadre y por ser resistente a tormentas con lluvia, que no impiden que se pueda seguir usando.
Mi intención era probar extensivamente el 56 mm durante mi reciente viaje a Andalucía. Pero el hecho de que mi Lumix G9 siga sin estar arreglada de una avería que lleva desde hace meses, está en su tercera visita al taller, y que el tiempo fuera bastante lluvioso, hizo que lo usase muy poquito, en Jerez, y no mucho, reservando las focales más largas al resistente 35-100 mm. Como antes del viaje estaba más preocupado en saber si la G9 funcionaba o no, en ese momento parecía que sí, las fotos que hice esos días son tomadas sin ton ni son,... y muy sosas. Por eso, aprovecho las realizadas ayer en un paseo de mañana ventosa, en la que entre un ratito en el Museo Pablo Gargallo aprovechando que era primer domingo de mes y entrada libre y gratuita. Con la Lumix G100. Por si no lo había dicho todavía, la calidad óptica a simple vista me parece irreprochable.