A unos treinta kilómetros de MALMÖ se encuentra la península de FALSTERBO, donde se encuentran dos poblaciones adyacentes aunque diferenciadas, SKANÖR y FALSTERBO, que gozan de un alto nivel de vida, porque con su clima privilegiado, menos frío que el resto de la península escandinava y atemperado por el mar BÁLTICO, es un lugar de recreo para los suecos, de retiro para los jubilados con posibles, y donde pueden verse hermosas mansiones de todos los estilos, que evidentemente no han costado cuatro perras.
En esta península a la que se llega con el autobús de la línea 100 desde la estación central de MALMÖ en algo menos de una hora, va haciendo muchas paradas, encontramos unas hermosas playas y algunos lugares en la costa que están preservados como reserva natural por sus características botánicas y faunísticas.
Y allí nos dirigimos. En primer lugar, para airearnos dando un paseo por la playa, una playa de arena blanca muy fina. Azotada por el viento casi constantemente, en esta ocasión un viento templado y agradable, que forma dunas que son atrapadas por la vegetación y algunos bosques de coníferas que crecen sin problemas en este terreno arenoso.
Se ve una playa bastante concurrida, aunque no masificada. Y en un día relativamente cálido, dada la latitud, como ese domingo no faltaba gente. Nosotros estuvimos paseando un rato. Ahora por las dunas, ahora por la orilla del mar, ahora nos internamos por los bosques que las flanquean, en las encontramos docenas de casetas de madera para los bañistas, sin usar. Daba un poco de yuyo, así, un poco fantasmales. Pero el mal rollo se pasa pronto en cuanto sales a la orilla del BÁLTICO a respirar el aire que viene con el olor a sal del mar.
Después, caminando entre las mansiones, nos encaminamos hasta la punta más extrema de la península, donde, tras atravesar un campo de golf concurrido por señores y señoras con coches carísimos, llegamos ante un faro y hasta la zona de la reserva natural de FALSTERBO. Ninguna restricción para caminar y atravesar el campo de golf. Sólo algunas indicaciones para prevenir que te den un pelotazo. Te van avisando de dónde puede venir la pelota en cada tramo, y de cuál es el grito ante el cual te tienes que agachar y cubrirte la cabeza si lo escuchas. Tuvo su emoción.
Una vez atravesado el campo de golf, ya estas en la reserva natural. Al norte, se puede ver en el horizonte los pilares y los tensores del puente del ÖRESUND. Y al pies de las pequeñas dunas, los humedales y los bancos de arena que constituyen el conjunto hasta que se llega a mar abierto. A falta de indicaciones claras, no nos metimos entre las marismas. Pero sí observamos algunas aves acuáticas y algunas flores y frutos curiosos.
Cansados por la caminata, comimos unos bocadillos que nos hicimos con el pan y las viandas que compramos en uno de los supermercados de FALSTERBO antes de coger el autobús de MALMÖ, donde llegamos ya con luz del ocaso, es decir, tarde. Una cerveza, un pis y a la cama.
Creo que me apetecía conocer este lugar desde el día en que vi cierta película. Se trataba de MÁS ALLÁ DE LAS NUBES (AL DI LÀ DELLE NUVOLE), dirigida mano a mano entre ANTONIONI y WIM WENDERS, una película no demasiado apreciada por la crítica y prácticamente desconocida por el público pero que a mí me llamó la atención. Estaba formada por cuatro episodios distintos que sucedían en Ferrara, París, Aix-en-Provence y, el segundo de ellos, en PORTOFINO, bella población rodeada de un entorno natural envidiable en la RIVIERA LIGURE DI LEVANTE.
En ella, una enigmática mujer interpretada por la guapísima, aunque floja actriz, SOPHIE MARCEAU tenía un encuentro entre los selectos comercios de moda y joyas que flanquean el puerto de Portofino con el director de cine interpretado por JOHN MALKOVICH.
Se puede llegar de varias formas a esta población. Nosotros elegimos ir en tren desde Génova hasta SANTA MARGHERITA LIGURE, donde comimos y nos dimos un paseo. Localidad costera para veraneantes, coqueta y animada en un domingo de pascua con buen tiempo, como este en el que la visitamos.
Desde aquí hasta Portofino se puede ir de varias formas. En barco, en autobús interurbano y, como elegimos nosotros, dando un paseo para bajar la excelente comida a base de pescado que nos habíamos metido entre pecho y espalda. Eso sí, no es un paseo para corazones débiles. Aunque con bellos paisajes entre los montes y los bosques de la península a nuestra derecha y el mar a nuestra izquierda, hay que caminar por el lateral de una estrecha carretera muy transitada, donde muchas veces no hay ni acera, ni arcén, ni nada. Bonita, y emocionante.
Finalmente llegamos a la población de destino, donde una abundante afluencia de visitantes, turistas o simplemente domingueros, hay muchos nacionales italianos, se pasea entre las pintorescas calles, comiendo helados y admirando los carísimos escaparates de joyas y moda de los que hablaba antes. También se puede contemplar algún lujoso yate, lo que nos recordó que recientemente pudimos ver otra película, EL LOBO DE WALL STREET (THE WOLF OF WALL STREET), en la que también aparecía esta población con un lujoso yate.
Como la tarde se fue nublando, y llevábamos todo el día caminando de una forma u otra, el regreso a Santa Margherita Ligure para coger el tren a Génova lo hicimos en barco, que es el método probablemente más rápido, aunque más caro para hacer el trayecto.