Mi experiencia con el LomoLAB: servicio de revelado de Lomography.es
Uno de los problemas más importantes a la hora de dedicar parte de tu afición a la fotografía a la tradicional tecnología de película fotográfica de toda la vida es que hoy en día es difícil encontrar establecimientos comerciales que te ofrezcan un servicio razonable de revelado y digitalización de los negativos. Yo, ya me he llevado unas cuantas sorpresas desagradables en mi ciudad, incluso en comercios que tradicionalmente han gozado de prestigio entre los aficionados más serios a la fotografía. Otro cantar son los canales profesionales… especialmente en lo que se refiere al precio.
Hace aproximadamente un mes, supe de la existencia de un servicio de revelado por correo que se ofrece a través de las páginas de Lomography. No es que la historia de los “lomógrafos” no me convence mucho. Siempre me han dado la impresión que con sus camaritas de plástico venden mortadela de la vulgar a precio de jamón ibérico. Pero decidí probar. La única duda que me quedaba de todo el proceso era la resolución a la que digitalizaban los negativos. Pero en el “microsite” dedicado al tema sólo indican que “todos los negativos son escaneados a buenas resoluciones”.
Voy allá con mi experiencia. Tenía preparados cinco carretes el día 8 de diciembre de 2013, domingo. Uno de Kodak Portra 400 con fotografía nocturna o de interiores con poca luz realizados con la Leica M2, dos de Kodak Portra 400 de medio formato expuestos con la Fuji GS645S Wide 60, uno de Fujichrome Velvia 100 también expuesto con la Fuji para solicitar procesado cruzado, y uno de película negativa Fujicolor que encontré por casa y que no tenía ni cuando ni cómo había sido expuesto. El proceso fue como sigue:
El domingo 8 de diciembre de 2013 por la tarde hice el pedido de las etiquetas para el revelado a través de la página web correspondiente.
El viernes 13 de diciembre me llegaron las etiquetas y el sobre prefranqueado para remitir los negativos.
Los negativos los eché al correo el lunes 16 de diciembre.
El lunes 23 de diciembre recibí un correo con los enlaces a las fotografías digitalizadas. Primer mosqueo. De los cinco carretes, sólo había fotografías de tres. Y la resolución me pareció muy escasa. 1818 x 1228 pixeles para los negativos de 36 x 24 mm de la Leica M2, y 1818 x 1318 pixeles para los negativos de 54 x 41 mm de la Fuji GS645S. 2,4 megapixeles en el mejor de los casos, que en realidad es el peor dado el tamaño del negativo. En ese momento me reservé la opinión. Quedaba la última fase.
El jueves 2 de enero de 2014 he recibido por correo, muy bien empaquetado y muy bien presentado lo siquiente: los negativos de cuatro de los carretes revelados, cortados en tiras y correctamente guardados en sus fundas; los negativos, sin exponer, del Fujicolor de origen desconocido enrolladito; cuatro hojas con los “contactos” de cada carrete expuesto, con un tamaño de miniatura impresa bastante razonable, especialmente para los de formato medio; un CD con los negativos digitalizados. Desgraciadamente, a la misma resolución que los que habían subido a internet.
En resumen, por 11 euros por carrete el conjunto me parece relativamente correcto. Las casi cuatro semanas hasta que llegan los negativos y el CD se compensan con los diez días desde que mandas los carretes y están disponibles para su descarga. La presentación del producto recibido en casa es buena. La resolución de escaneado no me parece buena en absoluto. Y mucho menos para negativos extraidos de un carrete de formato medio. Creo que un nivel razonable hubiese sido de 4 a 6 megapixeles por lo menos para los negativos de 35 mm, y de 10 a 15 megapixeles para los de medio formato. ¿Qué menos en los tiempos que corren? Por lo menos para poder copiar a DIN A4 sin problemas los más pequeños y a DIN A3 los más grandes. Estamos hablando de un nivel de aficionado, por el cual estaría dispuesto a pagar algo más. Si el nivel fuera de profesional, deberían de dar para más.
Es una pena este detalle. Porque por lo demás, los negativos están bien digitalizados. Con tonos un poquito más cálidos de la cuenta, pero agradables, y sin rastro de polvo o arañazos. Es decir, en su conjunto es un producto bastante razonable, salvo por la resolución de la digitalización.
Los archivos están sin retocar, exactamente tal cual los he recibido del laboratorio.
La sensación de profundidad y tridimensionalidad que se obtiene con la cámara de formato medio es superior a la del formato “pequeño”.
Con la película Kodak Portra 400, se sale adelante incluso en situaciones con luz escasa, a pesar de que el 60 mm de la Fuji sólo abre a f/4.
En este cartel de la calle San Pablo de Zaragoza había muy poca luz, pero ha salido una foto con colores muy brillantes.
Uno de los carretes, que no quedó perfectamente ajustado y enrollado al sacarlo de la cámara, presenta algunos ligeros velados en los bordes.
La pélicula Velvia 100 en procesado cruzado saca unos tonos muy rojizos, por eso es mejor usar motivos donde la luz es más fría, para que el efecto no sea excesivo.
La pélicula Velvia 100 en procesado cruzado saca unos tonos muy rojizos, por eso es mejor usar motivos donde la luz es más fría, para que el efecto no sea excesivo.
No hace mucho, un par de semanas o poco más, transponía a estas páginas una forma de digitalizar negativos usando una cámara fotográfica armada con un objetivo macro y usando una tableta, un iPad en este caso, como fuente de luz.
Básicamente, se colocan los negativos en un dispositivo que los sostenga, por ejemplo el portanegativos de un escáner plano en mi caso, y se colocan a cierta distancia de la tableta, en la que se ejecuta una aplicación cuyo único objetivo es dejar la pantalla totalmente en blanco, suministrando un luz uniforme que incide en toda la superficie del negativo. Lo de colocarlo a cierta distancia del negativo es para evitar que se aprecien los píxeles individuales de la pantalla. Dado que estamos fotografiando a escalas de reproducción grandes, en torno a 1:2 (un centímetro lineal en el sensor recoge la información de dos centímetros lineales del negativo), la profundidad de campo está muy reducida, y los puntos de luz de cada píxel se confunden con los de alrededor y se produce una luz uniforme, como decía.
Por supuesto, será necesario un buen trípode, porque a una apertura de trabajo adecuada para evitar viñeteos y asegurar que cualquier combado del negativo no se aprecie y todo él quede enfocado, el tiempo de obturación oscilará entre 1 y 4 segundos. En mi caso es así, trabajando a f/4 o f/5,6 con una cámara micro cuatro tercios.
Cuando lo probé originalmente lo hice con negativos como conté. Y lo que obtienes es un archivo en formato raw en negativo. Por lo tanto es necesario invertirlo en un programa de tratamiento de imágenes. Con los negativos en blanco y negro no es problema, pero sí lo es con los negativos en color, por la máscara naranja que llevan que hace que sea difícil corregir adecuadamente el color.
Curiosamente, no se me ocurrió en ese momento probarlo con diapositivas. Situación en la que directamente obtienes la imagen correcta. Así que he montado el dispositivo para este medio; diapositivas montadas en sus marquitos.
Como el portadiapositivas del escáner no tiene ningún medio de sujeción de los marquitos, he adherido al mismo por debajo una cartulina blanca en la que he recortado un ventana para que pase la luz hacia la transparencia. En general, todo el proceso resulta incluso más sencillo que con los negativos.
En la primera prueba, no forcé mucho la aproximación, y me conformé con resoluciones bajas, de entorno a los 8 o 10 megapíxeles aprovechables. Pero en esta ocasión he afinado más. Como el formato del sensor de la cámara es 4:3 y el de la diapositiva 3:2, he tenido que aceptar compromisos y lo he hecho de tal forma que pueda llegar a obtener un archivo de 15 megapixeles en formato 7:5. Que no está nada mal. Si hay que enderezar horizontes y esas cosas, se puede perder algo. Pero sigo conservando como mínimo, en el peor de los casos, 12,5 megapíxeles.
Lo he probado con una diapositivas tomadas en Peñíscola y Alcocéber en 1998.
No recuerdo la marca de la diapositiva. Para averiguarlo tendría que desmontar algún marquito, cosa que no quiero hacer por el riesgo de dañar la película. Pero por aquella época solía usar habitualmente Fujichrome Provia 100.
Uno de los problemas a la hora de digitalizar diapositivas por cualquier medio, es que la imagen proyectada de un positivo está más contrastada que la de un negativo. Bien sea el velo de base de la película negativa en blanco y negro, bien sea la máscara naranja de la película negativa en color, producen que el contraste entre las zonas más transparentes y las más opacas de los negativos sea menor que el que hay en las diapositivas. Por ello, muchos escáneres de película de precios modestos, con rangos dinámicos moderados, tienen problemas para obtener todo el detalle tanto de las luces como de las sombras con las diapositivas. Con la cámara también es más problemático, pero el amplio rango dinámico de los modernos sensores hace que se pueda salir airoso del trance. Además, el archivo raw se puede ajustar con posterioridad en el programa de tratamiento de imágenes.
Seguramente no da la misma calidad que los mejores y carísimos escáneres profesionales. Hay que tener mucho cuidado y una técnica depurada enfocando perfectamente la imagen del negativo para evitar pérdidas de nitidez, así como cuidar evitar trepidaciones que también degraden la calidad por ligeras que sean. Ya he dicho que el trípode es obligatorio. Así como un disparador a distancia, o usar el temporizador, mejor a 12 segundos que a 2 segundos para que se absorba cualquier vibración al pulsar el disparador de la cámara. Nunca usar el diafragma máximo del objetivo para garantizar la mejor calidad. Si se usa una cámara réflex y tiene elevación del espejo previa, utilizadla. Y siempre recordad que nunca podréis obtener una imagen de buena calidad si la diapositiva de origen tiene defectos en la toma o se ha degradado por algún motivo.
Espero que os resulte útil para quienes sean aficionados a la fotografía de antaño y quieran digitalizar su archivo de diapositivas tradicionales.
Con una cámara, un objetivo macro y un iPad ¿quién no tiene algo de esto o parecido en su casa?
Uno de los problemas que tiene lo de la fotografía tradicional con película fotográfica es que, a pesar de todo, también queremos enseñar las fotos por internet. O retocarlas en nuestros programas de edición favoritos. Muchos caemos en procesos mistos, físicoquímicos + digitales.
Llevar a digitalizar, o escanear, los negativos a los comercios usuales he comprobado últimamente que es un deporte de riesgo. Te puede pasar cualquier cosa, con los negativos o con los archivos de imagen que te entregan en el CD/DVD. No he probado canales profesionales. Que supongo que serán mucho mejores y fiables, pero mucho más caros.
En los últimos tiempos, tengo más o menos resuelto el tema con un escaner plano de sobremesa Epson Perfection V600 Photo. Da una calidad razonable. Eso sí. Por mucha resolución espacial teórica que pueda dar, me conformo con el límite de los 2400 píxeles por pulgada. Algo menos de 950 píxeles por centímetro. Eso me da unos archivos de algo menos de 4 megapíxeles para la Canon Demi EE17 (medio formato, 24 x 18 mm), algo menos de 8 megapíxeles para la película tradicional (24 x 36 mm), o algo menos de 20 megapíxeles para la Fuji GS645S Professional (formato medio, 54 x 40,5 mm). En el caso de los fotogramas grandes no esta mal, pero con los fotogramas más pequeños va un poco justito. Usable, pero justito.
Y tienen otro problema. Al contrario de los escáneres dedicados de película, que han de ser apreciablemente más caros para ser realmente mejores, y mucho más caros si han de admitir la película de formato medio, no se ajusta el enfoque de la célula que escanea respecto a la distancia a la película, y ahí hay pérdidas de nitidez. No escandalosas, especialmente si la película queda bien plana, pero pueden estar ahí. Especialmente si la estabilidad dimensional de la película es floja y se curva.
Tras leer el artículo “Fotografía de andar por casa” de Manu Muñoz en el blog de Sales de Plata, donde se apañaba con una cámara réflex, una caja de tetrabrik vacía y el teléfono móvil, y tras investigar por ahí otras opciones, este fin de semana de viento fresco lo he dedicado a probar el invento, sin tetrabrik, y sustituyendo el teléfono móvil por un iPad, que me parece más cómodo. Os muestro fotos de la instalación.
Utilizo un portanegativos de los que uso en el escáner plano, un iPad, y pongo un poco de distancia con unas cajitas de diapositivas. Esto es por dos motivos; para que en todo caso los píxeles de la tableta esté desenfocados y sean un luz difusa, y por la comodidad a la hora de colocar la cámara y el objetivo.
Como cámara uso una Olympus OM-D E-M5, con una buena pantalla trasera articulada, y con nivel electrónico para garantizar la horizontalidad del sensor, y que quede perfectamente paralelo respecto a los negativos. A distancia de trabajo macro, cualquier pequeña variación puede provocar una pérdida de nitidez. Como objetivo, un Panasonic Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH OIS. Diafragma a f/8, para aumentar la profundidad de campo ante pequeñas desviaciones de la horizontalidad de cámara o película. A ese diafragma el viñeteo es nulo. Y no hay distorsión apreciable en la imagen. Disparo con temporizador, para evitar trepidaciones, ya que la exposición, a 200 ISO, la más baja posible, es de uno poco segundos.
Aquí vemos el portanegativos, en este caso uno de la “secta” de los lomógrafos”, que es menos aparatoso que el original del escáner, y además permite sacar también hasta las perforaciones de la película. Imprescindible una buena pera de aire que hay que usar a fondo para eliminar por completo el polvo de los negativos. Esta es de Giotto.
Hasta aquí el aparataje, y os podéis hacer una idea de cuál es la forma de proceder. De esta forma obtengo unos archivos de algo más de 16 megapíxeles. Eso sí, sea cual sea el tamaño del negativo de origen. No he probado, pero con los negativos más grandes, podría sacar varios archivos parciales de cada uno, y luego ensamblarlos para una resolución mayor. Ya veré si lo hago. Tampoco siento la necesidad.
Fueron los primeros que probé. No forcé la maquina y con cada uno de ellos utilicé la mitad del archivo. Así que el tamaño aprovechable es de unos 8 megapixeles. Menos que los casi 20 que conseguí con el escáner plano de Epson. Pero mucho más nítidos. Una vez familiarizado con el proceso, sin problema podré usar integralmente los 16,1 megapixeles que ofrece la cámara.
Con una archivo DNG que ocupa menos que los TIFF de 16 bytes del escáner plano, el procesado posterior en Adobe Lightroom para ajustar luminosidad y contraste es pan comido.
Eso sí, donde no hay plata no hay nada que hacer. Y este negativo que está ligeramente subexpuesto, tiene sombras sin textura que no se pueden rescatar. Pero es culpa mía por subexponer en el momento de la toma.
En cualquier otro escenario, una alternativa perfectamente razonable al escáner plano. Salvo por el tamaño de los archivos que es menor. Claro que ya he dicho que podría optar por hacer cuatro tomas parciales de cada negativo y obtener una resolución mayor.
Ahora vamos a pasarnos al otro extremos. Repetiremos el proceso con negativos de la Canon Demi EE17, alguno de los cuales también está visto por aquí digitalizado con el escáner plano de sobremesa.
En esta ocasión, el proceso se ha de realizar con mucho más cuidado, porque para llenar el archivo digital con el fotograma de 24 x 18 mm (es la quinta parte que los anteriores), hay que enfocar a una distancia mucho más corta y con más precisión para evitar pérdidas de nitidez por no estar la película y el sensor perfectamente horizontales y paralelos.
Un negativo que es la quinta parte del tamaño que el anterior, con una cámara de 1966, frente a la cámara y el objetivo Fuji de los años 80, tiene una calidad intrínseca menor. Su capacidad para ser ampliado es mucho menor. Lo cual es algo a tener en cuenta.
A eso hay que sumar que las fotografías del puente de Brooklyn están tomadas con una agradable luz de un 1º de octubre, con buen tiempo, y aquí estamos ante otras tomadas en una tarde lluviosa y poco luminosa de finales de noviembre. Las primeras con diafragmas de trabajo de f/8, óptimos, y estas a f/1,7.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, tengo la sensación que en este caso el resultado final es apreciablemente mejor que con el escáner plano. Y tras recortar un poquito los laterales, tienes unos archivos de entre 8 y 12 megapíxeles frente a los menos de 4 megapíxeles de la técnica anterior.
Sin embargo, tiene un inconveniente. Con el portanegativos doble del escáner Epson, puedes dejar a escanear 24 negativos de una tacada, y mientras hacer otras cosas. Sin embargo, con esta técnica hay que ir dedicando cuidadosa atención a cada uno de ellos. El proceso total no dura mucho más, quizá menos, pero no puedes estar haciendo otras cosas.
Finalmente, el artículo de Manu Muñoz, cuya página web había olvidado enlazar, señala que sólo utiliza su técnica de digitalizado casero con negativos en blanco y negro. Los negativos en color vienen con su máscara naranja, y puede ser complejo corregir y conseguir un buen equilibrio de color.
Yo he osado el proceso con unos negativos de 1990, de una excursión a primeros de noviembre al cañón de Añisclo. Fotografías tomadas con una Pentax P30N y un SMC-A 50/2. Si no recuerdo mal.
Las primeras pruebas me han costado de afinar. Y algunos colores, como los rojos no los he llegado a equilibrar correctamente.
Poco a poco, los resultados han ido mejorando, aunque esta parece un poco pasada de amarillo.
En un momento dado, he ido consiguiendo rescatar, evitando saturaciones excesivas, los colores propios del otoño en los Pirineos. Aunque aquí también me parece notar una dominante cálida excesiva.
Mientras que esta vista de las proas de los Sestrales está un poco fría. Pero bueno, todo es cuestión de ir aprendiendo a valorar correctamente el color, y sacrificar en un momento aquellos colores menos representado en favor de los que dominan la imagen. El escáner Epson de sobremesa hace un mejor trabajo corrigiendo automáticamente.
Evidentemente, una película bien expuesta, de buena calidad, y correctamente digitalizada puede dar unos resultados excelentes. Pero los mejores escáneres de película cuestan un riñón. Veo por ahí algunos Flextight de Hasselblad con precios entre los 15.000 y los 24.000 dólares. Está claro que con mi cacharrito de menos de 300 euros no se puede conseguir lo mismo. Pero combinando este en alguans ocasiones con mi fiel Olympus y el estupendo Panasonic macro firmado por Leica, se pueden llegar a conseguir resultados bastante honorables, que me siguen animando a seguir haciendo fotografías con película. Porque las cámaras de antaño tienen un no sé qué, qué se yo, que no lo tienen las modernas digitales. Es el tacto, es el sonido, es el rito, es la pedagogía que les acompaña,… lo que sea, pero no es lo mismo.