El sábado pasado estuve revisando y organizando mis reservas de película fotográfica, que guardo a la fresca. En el frigorífico. Para que aunque caduquen, no "caduquen". O por lo menos no demasiado. Porque me doy muy mala maña para prever qué tipo de película voy a usar cuando. Y tan pronto voy falto de algún tipo de película que me gustaría usar, como que me encuentro película que está a punto de caducar y que no he usado a pesar de que pensaba que sí. En esta ocasión ha sido un problema de embalaje. Y me explicaré.
En la actualidad y desde hace unos años, Ilford envasa sus películas fotográficas en cajitas blancas con letras negras y de color. Las de color sirven para resaltar el tipo de película que es. Y cada color equivale a una sensibilidad. Naranja... ISO 50. Granate... ISO 80 ortocromática. Azul... ISO 100-125. Verde... ISO 400, salvo la cromogénica que tiene las letras rojas. Lila... ISO 3200. Pues mi problema está con el verde. En estos momentos estaba convencido de que todas las Ilford de letras verdes que tenía eran HP5 Plus, y con margen para su caducidad, pero entre ellas había dos Delta 400 que caducan... hace dos años.
Bueno, como las guardo, como ya he dicho, en el frigorífico, a unos 4 ºC de temperatura, de alguna forma se para su proceso de envejecimiento. Más si se trata de películas en blanco y negro; con las películas en color o cromogénicas es más delicado, porque los colorantes se degradan más. Así que con el blanco y negro refrigerado, el principal problema es que con los años van recibiendo el bombardeo de alguna radiación ionizante que acierta en alguno de sus átomos de plata, aunque oficialmente sólo son sensibles a la luz visible, y cuando las revelas ha aumentado la densidad de la base + velo (por el aumento de velo), y disminuye el contraste de la película. Pero dos años no es nada. Así que asumí que se podrían usar sin problemas, y en las mismas condiciones que si estuviesen dentro de fecha. De todos modos, decidí usarlas ya.
Las usé de forma más o menos simultánea en un paseo de sábado por la tarde a primera hora, que es cuándo mejor luz hay en esta época del año. Llevo un tiempo este otoño pasándome a esas horas por un determinado tramo del río Ebro a su paso por Zaragoza, entre el puente de la Almozara y el puente de Santiago, con distintos tipos de película, tanto en blanco y negro como en color, y distintas cámaras con distintos formatos. Para ver los mismos paisajes urbanos con distintos ojos. Así que este sábado pasado, que cuando salí de casa prometía una luz muy interesante, cogí dos cámaras. De formato medio. La Hasselblad 500CM con el Zeiss Planar 80 mm f2,8 CF T* y la Holga 120N. Mismo formato de fotograma, 56 x 56 mm aproximadamente, distinta estética.
Las dos películas las revelé al mismo tiempo, con Kodak HC-110 dilución B. Como de buenas a primeras me salió del grifo una mezcla a 22 ºC, decidí adaptar el tiempo de revelado siguiendo las gráficas al uso, y revelé durante 6 minutos y 8 segundos, como suelo hacer; 10 inversiones tranquilas al principio del primer minuto y 4 inversiones tranquilas al principio de los siguientes minutos de revelado hasta llegar al final. Sólo he digitalizado el rollo procedente de la Hasselblad. Para el formato medio, con toda la información que lleva, me gusta usar el modo de alta resolución de la Panasonic Lumix G9, para extraer toda la posible. Como sigue en el taller y usé la Lumix G100, lo que hice fue dividir cada fotograma en seis partes y unirlas por software, consiguiendo así unos archivos tiff de 16 bits de profundidad de color de entre 55 y 60 megapíxeles. Desde ese punto de vista sin problemas. Como lo que salga de la Holga no tendrá la misma nitidez, no creo que me merezca la pena este procedimiento y lo dejaré en archivos de 16 megapíxeles aproximadamente, cuadrados, que es lo que proporciona la Lumix G100.
En el aspecto técnico, todo sin problemas. Usé el fotómetro incorporado del visor de pentaprisma PM51, con el que ya me he familiarizado, y los doce fotogramas me quedaron correctamente expuestos, uniformemente del primero al último. Y el revelado y digitalizado fueron correctos y sin problemas. El principal problema de las fotos es que han quedado... "sosas". Porque a pesar de lo que prometía la tarde, la luz estaba al contrario de como debía. Las nubes donde el sol, y el cielo despejado en el lado opuesto. Por lo que constantemente tenía que batallar con un sol tapado o muy muy difuminado, con un paisaje de cielos azules sin gracia. Pero bueno... son los gajes del oficio. Por lo menos intenté aprovechar la crecida del Ebro debida a las lluvias de estos días atrás. Y acabé tirando alguna foto apuntando a algún que otro aburrido tópico del lugar.
La fotografía panorámica, es decir, aquella en la que su lado horizontal es considerablemente más largo que el vertical, tiene su encanto. Ya desde que el cine cambió sus proporciones del estándar de la academia (1,375:1) a los panorámicos que se han estabilizado en torno al 2,39:1, aunque los hay muy diverso, o desde que los televisores cambiaron sus proporciones de pantalla del 4:3 al 16:9, y ya se propone el 21:9 (aproximación al real que sería 64:27), la visión de la imagen en amplios panoramas a resultado muy atractiva. En fotografía ha habido varias propuestas para estos formatos.
Es habitual que las cámaras digitales, especialmente los sistemas sin espejo, ofrezcan el formato 16:9, que sería un mínimo. Y que es tan habitual que ya pocos lo consideran un formato panorámico. El formato 2:1 también se ha dado. Especialmente en respaldos para cámaras de gran formato que usaban película de medio formato, para una imagen de aproximadamente 12 x 6 cm. En realidad más bien 11,2 x 5,6 cm o así. Los Lomography ofrecen un zarriete de plástico con este formato. Muy célebres fueron dos panorámicas extremas. Jugando en las grandes ligas, la familia de la Fujifilm GX617, con negativos de casi 6 x 17 cm, con un ratio de 2,83:1 aproximadamente. Y muy popular, hasta el punto de que tiene unos precios de segunda mano absolutamente idos de madre, las Hasselblad X-Pan y sucesoras, fabricada por Fujifilm, que también las fabricaba con su propia marca como Fujifilm TX-1 y TX-2, con un negativo de 24 x 65 mm, y un ratio de imagen 2,7:1.
Sinceramente, a mí estos ratios de imagen cercanos al 3:1 me parecen excesivamente extremos, y siempre me han apetecido más los que oscilan entre el 2:1 y el 2,5:1. Por ejemplo, cuando hago panorámicas con cámaras digitales y luego las llevo a mis libros de fotografía, las suelo ajustar a una proporción 2,38:1, que se ajusta muy bien a las páginas dobles de los libros que encargo en Blurb. En cualquier caso, de vez en cuando me he planteado el disponer de una forma de hacer panoramas sobre película fotográfica, que no sea recortando en exceso la superficie de película disponible. He probado en alguna ocasión con adaptadores de película a 35 mm hechos con impresoras 3D, pero aunque he obtenido cosas curiosas, la falta de imprecisión en el encuadre... y que según con qué formatos no fuese realmente panorámico... pues me dejaban algo insatisfecho.
Recientemente comprobé que alguien en Italia vendía un combo con el adaptador para el carrete, el eje receptor adaptado para la película de 35 mm, y una máscara para el visor que permitía un encuadre preciso, para el sistema Hasselblad V. La imagen resultante ocupa todo el ancho de la película, incluido donde se encuentran las perforaciones, pero con la máscara, sabes lo que ha salido en el espacio entre ellas, con unas dimensiones de 24 x 56 mm, con unas proporciones 2,33:1 que entran dentro de lo que son mis preferidas. Así que lo encargué, y lo recibí recientemente.
Va bien. Aprovechar del todo la longitud de la película de 35 mm implica tomar ciertos riesgos. Primero, no pasar toda la película hasta que se frene en el fotograma 1 del respaldo, porque pierdes mucha longitud de película. Pero hay que imaginarse cuánto hay que pasar para que no empieces a fotografiar en la zona velada del principio del rollo. Segundo, cuando llegas al fotograma 12, ya no te deja disparar más. Si el rollo es de 24 exposiciones, probablemente pierdes poco. Pero si es de 36 exposiciones, pierdes película como para 5 o 6 fotogramas más. Por lo que tienes que llevar una bolsa oscura, estanca a la luz, introducir en ella la cámara, extraer unos milímetros el respaldo, lo que libera el bloqueo al disparo, y volver a cerrar. Y seguir fotografiando exactamente en el mismo punto. Pero claro, hay que asegurarse de que no entra nada de luz... para evitar veladuras.
Lo he probado con un rollo de Ilford FP4 Plus revelado en Kodak HC-110 1+19, 5 minutos y 15 segundos a 21 ºC, y ha quedado bien... quizá un poco sobreexpuesto, porque decidí usar el fotómetro del visor PM 51, que es más cómodo que el visor de capuchón para encuadrar en horizontal. Hay que considerar que por la forma en que corre la película por el respaldo de la Hasselblad, la cámara es cómoda para fotografías verticales. Y bastante incómoda para las horizontales. Recomiendo un trípode, o bien una empuñadura con disparador incorporado, lo que significa gasto. Pero si no os arriesgáis, como me ha pasado a mí, a que algunas tomas están trepidadas o con el horizonte inclinado, por lo que luego se pierde imagen al recortar más para enderezar la imagen. Pero en general queda bien. Y se pueden obtener imágenes interesantes. También en vertical.
Esta semana he recibido los negativos escaneados de las películas negativas en color que utilicé durante el mes de mayo. Bien, en general. Son cuatro rollos diversos, que ya os iré mostrando. Y empiezo por unos... sobre los que tenía mucho miedo. Estas fotos las hice el día anterior a las que hice en el Museo Pablo Gargallo para celebrar el Día Internacional de los Museos. Y básicamente, salvo el material sensible, utilicé el mismo equipo. Y en las del Pablo Gargallo hubo bastantes errores de enfoque... así que las que muestro hoy, que todavía fueron hechas con más exigencia, corría el riesgo de que el desastre fuera absoluto. No ha sido así, ni mucho menos.
De hecho, estoy bastante satisfecho. Me explicaré. Aquel sábado salió nublado. Bastante nublado. Antes de hacer las compras que suelo hacer los sábados, me apetecía caminar un rato y buscar oportunidades para fotografiar flora en las orillas del Canal Imperial de Aragón y en las rosaledas del Parque Grande de Zaragoza. Al fin y al cabo, mayo, mes de las flores, era el momento adecuado para ello. Pero eso sí, había decidido usar la Hasselblad 500CM, probablemente con el Carl Zeiss Planar 80/2,8 CF T* para ello. Como hice al día siguiente en el museo con el rollo de Bergger Pancro 400 expuesto a IE 1600.
Como iba a fotografiar flores, necesitaba acercarme a ellas. La distancia mínima de enfoque del Planar 80 mm no es muy adecuada para este fin. Por lo tanto, me llevé un tubo de extensión de 10 mm, que me permitió acercarme más al sujeto. Pero si sumamos la ampliación del sujeto, el nublado que reinaba en Zaragoza ese día, y que como tenía que hacer luego la compra, no me apetecía cargar con un trípode, opté por usar un rollo de película Lomography Negative Color 800 que tenía por casa. He de decir que, de las películas que comercializar Lomography, es la que más me convence y me gusta. No sé quién se la fabrica. En The Big Film Database se especula con que es una película de Kodak de la serie VR, tal vez fabricada en China. Pero no están seguros.
Así que con ISO 800, aunque estuviese nublado, con una velocidad de obturación siempre de 1/125 segundo o superior, pude moverme con aperturas entre f/5,6 y f/11, que algo de profundidad de campo se gana con respecto al f/2,8. Aunque sea a costa de que se vean los pentagonitos en los puntos luminosos desenfocados, derivados de las cinco palas del diafragma del Planar. Y las fotos han quedado nítidas. Y los colores bastante razonables. Quizá faltase un poco de contraste en la luz en general, pero se compensa con el colorido de las flores. La Lomography Negative Color 800 es una película que me sigue gustando. Y aunque no es barata, con más de ocho euros por carrete, su única alternativa, la Kodak Portra 800 todavía es peor. Y la Kodak Portra 400 con un revelado forzado tampoco está especialmente barata. El problema que tiene la Lomography 800 es que no siempre se encuentra con facilidad; su disponibilidad parece un poco azarosa. Pero está bien.
Cuando probé por primera vez la Canon EOS RP, en los primeros días tras su llegada a casa, me apresuré a montarle, con el adaptador correspondiente, el Leica M Summicron 35/2 ASPH. Probablemente mi mejor objetivo. Pero que no se lleva bien con la toma digital, salvo sobre cuerpos Leica, que identifican el objetivo y aplican determinadas correcciones. El problema es que los objetivos tradicionales para Leica M conducen los rayos de luz hasta el sensor digital con una fuerte inclinación, que afecta a la imagen, creando fuertes viñeteados en las esquinas, desviaciones del color en esquinas y laterales de la imagen y, eventualmente, alguna pérdida de nitidez derivada. Para conseguir una alta calidad de imagen con los captores digitales, conviene que la luz llegue lo más perpendicular posible a la superficie de estos. Con la película tradicional no hay problema. Y ese es el motivo por el que mi Sumicron 35 mm lo haya usado predominantemente sobre mi Leica M2 con resultados estupendos. Porque es una maravilla de objetivo.
Sobre la Canon EOS RP... observé los tradicionales problemas de estos objetivos sobre cualquier otro sensor digital. Quizá válidos para tomas en blanco y negro... pero no adecuados en general. Y ya no le di muchas más vueltas al asunto.
Recién llegado de mi viaje de vacaciones en Oporto, me quedaban todavía tres días de vacaciones, hasta incorporarme de nuevo este jueves pasado, con cambio en mi situación administrativa incluido, a mi puesto de trabajo. Y uno de esos días, una mañana muy agradable, quizá con una luz excesivamente contrastada, decidí volver a montar sobre la EOS RP el adaptador de montura Leica M. Y coger dos objetivos para esta montura muy distintos al anterior. Se me ha olvidado decir. El problema comentado anteriormente, afecta especialmente a los objetivos angulares y grandes angulares. Veamos con los que no lo son.
Otro de los objetivos que siempre me ha asombrado por su nitidez y contraste para la relativa sencillez aparente de su diseño, el Summicron 35 mm no tiene un diseño sencillo, es el Carl Zeiss Planar 50/2 ZM. Es fenomenal. Es un objetivo estándar y por lo tanto, menos propenso a sufrir los problemas mencionados. Así que fue el primer que utilicé.
Resumiendo, aunque a grandes aperturas se aprecia un fuerte viñeteo, que no necesariamente resulta desagradable, y que es relativamente fácil de corregir en el proceso posterior, el objetivo funciona bastante bien. No tiene presenta, aparentemente, desviadios de color desagradable en las esquinas o en los laterales de la imagen. Es nítido. Siendo de enfoque manual, como todos estos, es muy rápido de usar con la ayuda del resaltado de zonas nítidas en el visor de la cámara. Muy rápido. A veces más que usando el enfoque automático con otros objetivo. Y además, se aprecia muy bien la zona de profundidad de campo, cuando usas aperturas más amplias, gracias también al resaltado de zonas nítidas en el visor.
Conclusión,... es un objetivo perfectamente utilizable. Desde mi punto de vista, más nítido que el Canon EF 50/1,4 USM, aunque un paso menos luminoso. Pero contribuye a un equipo ligero y fácil de usar. Una combinación a tener muy en cuenta en el futuro. Una posibilidad incluso como equipo de viaje de buena calidad y tamaño contenido.
El otro objetivo que utilicé fue el teleobjetivo corto que en los años 70 sacó Leica al mercado para acompañar su pequeña Leica CL. No la actual digital del mismo nombre. La que usaba película hace casi 50 años. Es el Leica Elmar-C 90/4. Es un objetivo ligero, bien construido en metal, con una fórmula óptica extremadamente sencilla de 4 lentes en 4 grupos. Así que no es tipo tessar como alguna vez he leído (4 elementos en 3 grupos). Es poco luminoso, pero sobre película siempre me ha dado buen resultado.
Y sobre captor digital... Pues lo mismo que en las Leica digitales. Es suficientemente nítido, tiene un contraste inferior al de objetivos más modernos, aunque es algo que puede mejorarse en el procesado posterior, y tiene una calidad más que aprovechable en cuanto diafragmamos un poco. A f8 va muy bien. A f4 puede presentar un contraste demasiado bajo y un viñeteado muy manifiesto, pero sigue siendo utilizable.
Así como el Planar constituye una alternativa más que razonable para el EF 50 mm, salvo por su apertura máxima, el Elmar-C compite peor con el EF 85/1,8 USM de Canon. Este es una objetivo más moderno y complejo de diseño. Mucho más luminoso. Y cuya única desventaja respecto al Elmar-C es que es bastante más voluminoso. Otro problema es que en esta ocasión el enfoque manual no es tan rápido, la rueda de enfoque es precisa pero más dura de accionamiento que los otros objetivos de Leica o Carl Zeiss mencionados anteriormente, para un enfoque que necesita más precisión por su focal más larga. Además, en un día de luces contrastadas como el día que lo probé, el resaltado en el visor me engañó un par o tres de veces y apareció sobre bordes que no estaban realmente enfocados aunque si presentaban un cierto contraste. Por lo que fallé varias veces en el enfoque correcto. Hay que tomárselo con más calma para enfocar correctamente.
Eso sí, ya he dicho que a f8 el objetivo es muy nítido. Tomé una panorámica desde la ribera del río Ebro con tres fotos a esta apertura, para luego montarla en el procesado digital. Y quedaron perfectamente montadas entre sí, dando como resultado una fotografía final grande, nítida y correctamente alineada, con rapidez en Affinity Photo. Con objetivos regulares, a veces da problemas este ensamblado.
Resumiendo, si los angulares con montura Leica M son difícilmente utilizables sobre la Canon EOS RP salvo quizá en blanco y negro, los objetivos normales y teleobjetivos sí que son utilizables, disponiendo con ellos de un equipo bastante compacto. Aunque con un inconveniente que olvidaba. La distancia mínima de enfoque es poco favorable en estos objetivos. En el 90 mm es de un metro, que es simplemente aceptable para esta focal, aunque se compara mal con otros objetivos de este tipo. En el Planar 50 mm, una distancia mínima de enfoque de 70 cm... cuando lo aceptable es alrededor de 45 mm... habría que ponerle algún tipo de lente de aproximación, de buena calidad, o algún tipo de tubo de extensión en ocasiones donde habitualmente no son necesarios.
Una de las "panaceas" más buscadas en el período de entre guerras en el mundo de la fotografía fue el de los objetivos muy luminosos, que permitiesen hacer fotos en situaciones de luz desfavorables. Cada vez había más reporteros gráficos que llevaban sus compactas cámaras de pequeño formato, lo que hoy en el mundo de la fotografía digital se denomina paradójicamente "full frame", formato completo. E imaginaban ópticas más luminosas, difíciles por su tamaño y peso en los sistemas de formato medio y gran formato, que les dieran más versatilidad. La moda del "bokeh" estaba muy lejos de sus mentes en aquellos momentos... de lo que se trataba es de que entrase más luz en la cámara.
Los objetivos de tipo Tessar, con cuatro elementos en tres grupos, o parecidos, habían supuesto un avance. Pero tenían un límite a sus posibilidades de máxima luminosidad. Antes de la guerra se quedaron en el f/3,5 para una óptica de 5 cm de focal. Luego llegaron a f/2,8 conforme avanzaron los desarrollos en vidrios ópticos y en revestimientos... pero no más. Eso sí, eran razonablemente nítidos, especialmente en el centro desde plena apertura, aunque para mejorar la nitidez en el campo y las esquinas hubiese que diafragmar. Existía un diseño que permitía aperturas más amplias, el Planar de Zeiss, un objetivo simétrico con seis elementos en cuatro grupos, que databa de 1896.
Era más nítido que el Tessar, y más luminoso, como decía. Pero su elevado número de superficies aire-vidrio ocasionaba pérdidas de transmisión importantes y un escaso contraste. Hasta que no se desarrollaron las técnicas de revestimiento, sencillo o múltiple, de las lentes, no se popularizo. Después, este diseño y sus múltiples derivados con más o menos lentes ha sido uno de los más utilizados en fotografía, especiales para las focales estándar, en torno a los 50 mm en formato pequeño de negativo de 24 x 36 mm, pero no sólo en estos. Otros diseños como el Sonnar, con menos superficies aire-vidrio se adelantaron como soluciones para objetivos de gran luminosidad, de aperturas f/2 o mayores.
El nombre Biotar aplicado a un objetivo aparece en 1927 de la mano de Carl Zeiss. Se trata de una modificación del diseño Planar, con una cierta pérdida de la simetría en el diseño. Se realizaron varios modelos, entre ellos, para fotografía, un 58 mm f/2. No 50 mm o 5 cm, lo mismo da que da lo mismo, que era lo habítual como focal estándar, sino 58 mm. Y cuando acabada la guerra, los soviéticos se hacen con los diseños de Carl Zeiss en Jena, que estaba en su zona de ocupación, y se los llevan a su tierra. Años más tarde nacía el Helios 44, con diversas declinaciones, y con focal también de 58 mm y apertura máxima f/2. En la Alemania Oriental, la rama "comunista" de Carl Zeiss Jena surge de nuevo el Biotar 58/2, prácticamente el mismo diseño óptico. En Oberkochen, en la Alemania Occidental, Carl Zeiss sería a partir de entonces fiel a la denominación Planar, y apostaría por la focal de 50 mm. No obstante, ha habido otros objetivos de diversos fabricantes que han superado los 50 mm en su focal estándar, como los 55 mm de los Takumares de Pentax. Y no olvidemos que los 50 mm de Leica solían llevar una indicación sobre la focal real del objetivo, que oscilaba entre los 52 y los 53,5 mm.
Comentaba el domingo que había estado realizando fotografías con uno de estos objetivos soviéticos, copias descaradas de los Biotar de Carl Zeiss, un Helios 44M 58 mm 1:2. Todos los Helios 44 son 58 mm 1:2. La M implica que posee una montura de rosca M42. Se fabricó con otras monturas. Y eventualmente, tras el 44, pueden aparecer otras cifras que indican diferencias ópticas en los objetivos. No les haremos mucho caso. La verdad es que la calidad de estos objetivos depende en parte del azar. Los controles de calidad eran dudosos en las fábricas soviéticas. Si el ejemplar estaba bien fabricado y ajustado, funcionaba muy bien. Si no... puede dar problemas mecánicos, problemas de alineación que afectan a la nitidez, problemas de distancia de la montura al plano de la película que dan problemas de enfoque a infinito,... En fín... la copia que me ha llegado por una pequeña cantidad de dinero parece no tener ninguno de esos problemas. Es relativamente moderna. De principios de los 80... Se comenzaron a fabricar en los 50. Se fabricaron millones y millones. Por ello, están tirados de precio. Y con un adaptador se pueden usar con muchas cámaras modernas. Y también con una cámara tradicional de película con montura de rosca de 42 mm. Claro.
El objetivo está sólidamente fabricado, aparentemente. Metal. Pesadote. Mucha gente parece que lo compra por su "impresionante bokeh"... Bueno... Al ser una focal de casi 60 mm, a su apertura máxima de f/2, la profundidad de campo es algo menor que un 50/1,7 pero algo mayor que un 50/1,4. Si disparas con si apertura máxima a un objeto cercano, obtendrás una profundidad de campo muy justita... así que por eso algunos lo denominan "rey del bokeh" y cosas cursis por el estilo. No... Aunque es muy parecido en focales y apertura máxima, no es similar en fórmula óptica al Primoplan 50/1,9 de Meyer-Optik fabricado en Görlitz, también en la Alemania Oriental. Y tiene muchas menos palas de diafragma. No se consigue el mismo efecto de pompas de jabón.
La tarde en que lo probé, montado con adaptador sobre una Canon EOS 5D Mark II, estaba casi nublado, y no pude hacerle muchas perrerías a contraluz. Por lo que he visto por ahí, aficionados al vídeo con cámaras fotográficas aprovechan su tendencia a generar luces parásitas, destellos y pérdidas de contraste en la fotografía cuando se apunta a una fuente de luz potente para generar un "aspecto artístico" en sus producciones.
Sólo en una de las fotografías que realicé comprobé que se producía una cierta pérdida de contraste en un contraluz... no muy extremo, pero apreciable. Eso sí, otras fotografías realizadas a plena apertura mostraban algunos defectos en la imagen no tan "artísticos"... no sé si se apreciará bien lo raros que quedan los bordes del tronco del árbol en la segunda de las fotos que vienen a continuación.
En el momento en que se utilizan aperturas medias, y especialmente sus óptimas f/8 o f/11, no se aprecian problemas notables y el aspecto de las fotografías es bastante razonable. Ni bueno ni malo sino todo lo contrario. Dado su tamaño grandote y su notable peso, no es tan entretenido de usar como otros pequeños objetivos de focales similares de la antigua Europa del Este.
Tras las dos fotografías tomadas a aperturas medias, podréis comparar el tamaño del Helios 44M 58/2 con el de un SMC Pentax-A 50/2, un diseño de los años 50 de la marca japonesa concebido como objetivo de kit para sus cámaras más económicas, y que tiene un diseño de tipo Planar simplificado, con sólo 5 elementos en 5 grupos. Y que no va nada mal. Mucho más ligero. Además de porque es más pequeño, por que el "made in Japan" tiene más plástico que el "made in USSR" en su factura. Aunque se aprecia una fabricación menos tosca y agradable al tacto en el nipón.
Lo cierto es que tiene algunas ventajas, como su gran aro de enfoque de prácticamente 270º de giro, que incluso a una focal relativamente larga como son esos 58 mm permite usar la escala de profundidades de campo con comodidad. También es cierto que sólo baja en su enfoque mínimo a 55 cm de distancia... el Pentax antes mencionado lo hace a 45 cm. El Tessar de Carl Zeiss Jena del que hablé hace unas semanas, baja a 35 cm... Y utilizado como se utilizaban los objetivos hasta que llegó la locura maniática del "bokeh", a sus aperturas óptimas, da un resultado decente.
Si alguien le interesa... ya sabe a qué atenerse.
Una última prueba que se me ha ocurrido antes de cerrar el artículo. Fotografiar con una fuente luminosa en el encuadre.