Este domingo de primavera, que ha amanecido un poco gris después de llovido unas cuantas horas desde ayer por la tarde, a ratos a buen nivel, me he encontrado también con una lluvia de recomendaciones guardadas en mi Pocket. Bien es cierto que hace dos semanas que no traigo esta sección por la escapada de la Semana Santa a Roma; pero precisamente, esos días, tampoco tuve ocasión de recoger muchas recomendaciones. En fin. Haré un selección.
Como complemento, fotos. Y a pesar de lo gris que estaba la mañana de ayer, salí con mi nueva Panasonic Lumix G9 al Parque Grande de Zaragoza. Sobretodo usé mi Pentax SMC-A 100/4 Macro con el adaptador correspondiente. Ayer iba a haber una serie de actos culturales en el parque por parte de la pequeña colonia japonesa en la ciudad, en el todavía incipiente jardín japonés, donde hace unos pocos años plantaron unos cerezos ornamentales, ahora en flor. Todavía son muy jóvenes y están un poco raquíticos. Por el riesgo de lluvia, los trasladaron al sábado que viene... y no podré ir porque tengo un taller de fotografía aérea. Adiós a las fotos de kimonos, katanas y demás. En fin, al menos me encontré, además de los cerezos ornamentales, que en las rosaledas del parque empiezan a brotar ya las rosas.
En Casual Photophile nos proponen hacer un repaso a la comicidad, al humor que destilan no pocas de las fotografías de un clásico de la fotografía francesa y mundial. Nos referimos a Robert Doisneau. Incluso cuando se toman en momentos trágicos, como puede ser durante una guerra. En cualquier caso, siempre es un buen momento para recordar a un clásico como Doisneau (pronunciese "duanó").
Durante unos años fotografié abundantemente temas ferroviarios, incluso dedicando tiempo y esfuerzo a "perseguir" trenes históricos. Siempre me ha llamado poderosamente la estética ferroviaria, incluso si hoy en día, la preocupación de las compañías por la uniformidad de su imagen hace de de los trenes motivos monótonos y aburridos, aunque modernos y funcionales. En On This Date in Photography nos dan un paseo fotoferroviario de la mano del suizo René Groebli (en alemán sólo, lo siento), un excelente fotógrafo helvético.
En How to See Without a Camera nos muestran una serie de fotografías realizadas en distintas partes de Europa por al lisboeta Paulo Nozolino, durante los años 90 del siglo XX. Blanco y negro denso contrastado, crepuscular, para una Europa mucho más quebrada y atribulada de lo que hubiésemos deseado, y que todavía no ha acabado de apañarse, si hemos de creer lo que los medios nos cuentan. Y no son especialmente sinceros en estas cosas... así que... Este año pasado vimos algunas interesantes fotografías suyas en PHotoEspaña.
Y si Nozolino nos paseó por Europa en los 90, Thomas Hoepker nos paseó por el Nueva York de los años 70 y principios de los 80. Una época en la que la urbe neoyorquina tenía un ambiente muy distinto al actual, más duro, estéticamente nos parece peculiar, muy colorida. Los años previos a la epidemia de sida y otros cambios profundos culturales. Lo hemos visto en Photographs on the Brain. Pero Hoepker es mucho más que Nueva York. Sus fotografías de los restos del Japón tradicional en la misma década de los 70 me encantan.
En el canal de Youtube de Eīhwaz nos muestran con cierta frecuencia interesantes porfolios. Y en esta ocasión hemos podido conocer el trabajo de Tobias Regell, fotógrafo sueco que igual destaca con modelos profesionales que retratos de desconocidos en la calle, que melancólicos paisajes en blanco y negro. Os dejo el vídeo puesto aquí.
La francesa Bettina Rheims es una constante en la fotografía europea desde hace unas cuantas décadas. Su trabajo no suele dejar indiferente. A muchos gusta; los sectores más conservadores de la sociedad muestran disgusto. Su atrevida defensa de lo femenino, y su cuestionamiento de los valores religiosos causan esa respuesta. En AnOther entrevistan a Rheims, y es interesante saber lo que tiene que decir.
El japonés Shin Noguchi es otro de los fotógrafos con talento para captar el humor, lo paradójico, en ocasiones lo absurdo, en las calle de Tokio y Kamakura. Situaciones absurdas, pero que no dejan de reflejar las contradicciones de una sociedad y la profunda irracionalidad del ser humano. Pero sin acritud. Con simpatía. Han repasado su obra en Lenscratch.
China es un país inabarcable, al que miramos con ojos llenos de prejuicios. Las "chicas" de la fotógrafa china Luo Yang pretenden romper con estos prejuicios y con los estereotipos, mostrándonos una realidad social de las jóvenes del gigante asiático en las que podemos percibir cómo hay sectores de ellas que cuestionan los valores y los roles tradicionales en términos de apariencia y actitud. Lo hemos visto en Photography of China.
Y traemos alguna de las recomendaciones que aparecen en la cuenta de Instagram de Fotografiska. En este caso del sueco Hans Strand (instagram) que reflexiona sobre el concepto de paisaje hecho por el hombre. Más allá del concepto de paisaje alterado por el hombre que los americanos de la New Topographics propusieron en los años setenta del siglo XX. Fotografías aéreas, para lo que puede ser un adelanto de los paisajes predominantes en el futuro. No pocas de ellas realizadas en España.
Seguimos con paisajistas. En esta ocasión con el norteamericano Aaron Packard, que trabaja sus paisajes de las Black Hills de Dakota del Sur con la técnica del colodión húmero con cámara de gran formato. Lo cual dota a sus placas de cierta intemporalidad, mezclada con la sensación del paso y la decadencia del tiempo. Composiciones sencillas, sin artificios, con la capa añadida de las azarosas irregularidades del primitivo proceso fotoquímico. Lo hemos visto en Lenscratch.
En Full Frame, grupo de Facebook dedicado a la difusión de la fotografía como forma artística y cultural, tomo conocimiento de un fotógrafo nacido y ubicado en Zaragoza, Javier Marín Villaroya (mejor en Fotgrafic, ya que su página principal está dedicada a la arquitectura, su profesión). Técnicas mixtas de fotografía y pintura, que derivan la imagen hacia un cierto grado de expresionismo abstracto, al mismo tiempo que, según sus palabras, descontextualiza los elementos figurativos procedentes de las fotografías que son reconocibles en las obras.
Qué puede haber más clásico que un retrato en blanco y negro en formato cuadrado, probablemente procedente de una cámara de formato medio para película tradicional. Las fotografías de Marta James nos recuerda inevitablemente a algunos de los retratos de García-Alix, con quien nos dicen en Albedo Media trabajó durante cinco años. Pero también nos retrotrae a otros clásicos retratistas del siglo XX. Retratos limpios, aunque en ocasiones oscuros, que se centran en la persona, ignorando el entorno. A mí me gustan.
Hace unos años saltó a las noticias la historia de la cenicienta filipina de la fotografía, Xyza Cruz Bacani (instagram). Trabajando en Hong Kong como niñera de una familia adinerada, se compró una cámara réflex digital y comenzó a documentar a su aire las condiciones de los inmigrantes en la populosa ciudad china. Y de empleada doméstica saltó a la fama fotográfica por su trabajo, convirtiéndose en una fotógrafa a tiempo completo especializada en fotografía documental. Nos la han recordado en Cada día un fotógrafo/Fotógrafos en la red.
Finalmente, unas declaraciones polémicas del ínclito Martin Parr, que fueron recogidas hace unos días por los animados chicos de Photolari. El retratista de la decadente sociedad occidental actual, aunque con humor y simpatía, ataca con dureza a la fotografía documental de guerra y humanitaria, que califica de hipócrita. Curioso para quien ha sido presidente de Magnum Photos, muchos de cuyos fotógrafos se dedican a este tipo de fotografía. Cree que hay un cierto grado de esnobismo en el periodismo gráfico activista, y que estas fotografías hacen poco por mejorar la situación de esas poblaciones. Situación que se suele ver agravada por el consumismo y el daño al medio ambiente que esa sociedad de clases medias más bien cutres que él retrata practica. Tiene su punto de reflexión la cosa. Habrá que pensar un poco dónde está el punto de equilibrio.
Esta semana voy a dejar en reserva para el domingo que viene los enlaces que tengo guardados con recomendaciones fotográficas de todo tipo, y pasaré a contaros la visita que hicimos ayer 22 de julio de 2017 a algunas de las más destacadas exposiciones del festival PHotoEspaña 2017, que marca el 20º de este festival fotográfico en el calendario de actividades culturales principales en nuestro país.
Organizado el viaje desde la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza (AFZ), el grupito que nos reunimos para hacer el viaje no fue numeroso, seis personas, pero sí interesante e interesados por la fotografía. Como no ando con mucho tiempo, iré rápido. Además, algunas de las cosas que vimos ya las he ido comentando en semanas anteriores. A al menos las he mencionado.
Tras un pequeño madrugón para coger el AVE de las siete de la mañana a Madrid, cercanías a la puerta del Sol, y poco después de las nueve de la mañana tomando el café/chocolate/té en la calle de San Bernardo mientras hacíamos tiempo a que abrieran las exposiciones a las diez.
Pinchazo en la Real Academia de San Fernando, en la calle de Alcalá, que ya había clausurado su exposición, pero de inmediato nos plantamos en el Espacio Fundación Telefónica, calle Fuencarral casi esquina con la Gran Vía, para ver la exposición que conmemora los 100 años de Leica. El aniversario ya pasó hace un tiempo, pero la exposición sigue recorriendo el mundo y ha llegado a nuestro país. Aunque esperaba ver un montaje a mayor grandeza de la legendaria marca, la verdad es que los responsables de la misma se han contenido a la hora del bombo y platillo, y nos ofrecen un recorrido por la historia de la fotografía en el siglo XX, con sus principales momentos y géneros, que tiene mucho de didáctico. Aparte de que está llena de obras maestras, algunas conocidas y otras no tanto. Fotógrafos con mucho nombre y otros con menos, pero que pocos desmerecen la excelencia colgada de las paredes de la sala de exposiciones. Nos gustó bastante.
Un poco más hacia abajo en dirección a Cibeles, paramos en la sala de exposiciones de Loewe, también en Gran Vía, donde empezamos a notar la mano de Alberto García-Alix, invitado por la organización a marcar las directrices principales del programa oficial de este año. Y así, en la pequeña pero apañada sala de exposiciones de la conocida marca de moda recorremos la obra del norteamericano Minor White, un fotógrafo muy elegante, cultivador de una estética muy cuidada, que es capaz de encontrar en los lugares u objetos más anodinos, a los que dota de significados diversos. Siempre digo que es un fotógrafo del que tengo que conocer más, porque cuando veo obra suya me gusta realmente, pero no he visto la suficiente.
Llegados ya al Círculo de Bellas Artes, en la calle Alcalá, una de las sedes principales del festival, encontramos abierta dos de las tres exposiciones programadas. La tercera está cerrada por un "problema técnico".
"Loaded Shine" de Paulo Nozolino es la primera que visitamos. El portugués presenta una serie de 20 fotografías en gran tamaño a partir de negativos de 35 mm, en la que un juego de luces sutiles, de origen artificial las más de las veces, del flash de su cámara, juega con sombras profundas para representar ideas o conceptos que surgen entre la fuerte estructura de los granos de plata que surgen de la fuerte ampliación de estos negativos. Para verla muy despacio, quizá.
Uno de los platos fuertes del festival es la segunda de las exposiciones que visitamos en el CBA, ese "Corpus" del francés Antoine d'Agata, que recorre tres décadas de su experiencia como persona y fotógrafo, a través del sexo y el consumo de sustancias psicoactivas. Una exposición explícita, dura, a veces repetitiva, que quizá se pueda atragantar a quien la intente digerir de una vez, aunque también valiente y osada. No apta en cualquier caso para personas de mente cerrada. Ya advierten en la entrada que la naturaleza explícita de las fotografías y los vídeos de la exposición pueden "herir la sensibilidad del espectador".
Momentánea visita a la terraza del CBA, donde no reinaba la paz que había experimentado en otras visitas. Unos chiringuitos veraniegos y una música con excesivos decibelios no ayuda a disfrutar del lugar, por lo menos para mí. Así que nos dirigimos a la Casa de América, en la esquina de Cibeles con Recoletos, donde nos llevamos la decepción de que han adelantado el cierre de las exposiciones allí programadas. No obstante, encontramos que su terraza-restaurante es un buen lugar para comer. En el interior se está fresquito y tranquilo. Y además llega el momento del día. Además de nosotros seis y el camarero sólo llegan otras dos personas, otras dos comensales, una de ellas una de las mejores actrices que han circulada por las pantallas grandes y pequeñas y por los escenarios de nuestro país. Se trata de Charo López, con quien sucede uno de los momentos simpáticos del día. Son muchos los papeles inolvidables que nos ofreció en su carrera, pero por algún motivo a mí siempre me viene a la memoria esa tía María de Secretos del corazón, llena de humanidad y de amor.
Se hace duro hacer la digestión con el calor del verano madrileño, menos riguroso de lo que esperábamos afortunadamente, pero nos dirigimos a continuación al Centro Cultural de la Villa, en la plaza de Colón. Tres exposiciones nos esperan.
La más amplia y conocida es el amplio trabajo de Cristina García Rodero sobre Lalibela, lugar donde se congregan comunidades cristianas etíopes desde la edad media, y que ha registrado con su cámara en distintos momentos desde el año 2000 hasta la fecha. García Rodero ha dedicado buena parte de su carrera a documentar las tradiciones vinculadas a las creencias, sean supersticiones, tradiciones populares o religiones diversas, y las relaciones de la gente con la muerte, por lo que este trabajo se enmarca perfectamente en el cuerpo principal del trabajo de la fotógrafa española de la agencia Magnum Photos. Grandes fotos de factura muy cuidada, de composiciones primorosas, con una blanco y negro lujoso, con cuidadas escalas de grises y fina atención a las texturas fuesen de las piedras, de las telas o de la piel de los fieles y monjes.
En una de las salas, el trabajo "Carbono" de Gil Antonio Munuera, abstracciones con técnicas fotográficas sobre material de carbono, que pretenden que reflexionemos sobre nuestras interacciones con la materia y la naturaleza, con la luz y con la oscuridad.
La otra amplia exposición es "Pensar en futuro, nuevos relatos fotográficos", selección de fotografías de diversos autores procedentes de visionados de porfolios relacionados con la capital de Senegal. Obras muy diversas, en general comprometidas socialmente, que a ratos nos atraen y nos gustan más, y otras menos, pero dentro de una buena calidad general.
Tras un paso por la Biblioteca Nacional de España, donde se ponen a disposición del público para su consulta una colección de los últimos trabajos editados en materia de libros de fotografía, nos trasladamos a Cibeles, a Centro Centro, donde encontramos dos exposiciones.
Una es uno de los platos fuertes del festival, el "Café Lehmitz" del sueco Anders Petersen. Una obra ya clásica de documentación de la "parroquia" que frecuentaba el café de este nombre a final de los años sesenta en el barrio de Sankt-Pauli de Hamburgo. Siempre asociado con el entorno de la prostitución y los estratos más marginales de la ciudad hanseática, genera una fauna humana a la que Petersen dota de rostros y de emociones. Realmente, un trabajo notable.
También encontramos el trabajo de la mejicana Teresa Margolles, "Pistas de baile". Es una crítica a la operación de arrasado por la piqueta del centro de Ciudad Juárez, operación por la cual se quiere adecentar la cara de la ciudad, pero sin resolver los problemas de sus gentes. Distintos miembros de la comunidad trans de la ciudad, posan sobre las baldosas que quedan en los solares donde se encontraban las cantinas y las salas de baile de la ciudad.
Finalmente, nos dirigimos a la última escala del día antes de dirigirnos a la estación a coger nuestro tren de regreso a Zaragoza. Es el Jardín Botánico, donde tradicionalmente se muestran un par de exposiciones del festival y se suele instalar la librería o la tienda de recuerdos del mismo.
Por un lado, visitamos la exposición dedicada a Elliott Erwitt y las fotografías de sus dos viajes a Cuba. Las del primero, con mucha más enjundia, en 1964, metiéndose y fotografiando en el entorno próximo de los líderes de la revolución, retratando en diversas ocasiones a Fidel Castro y Ernesto Guevara, en un momento en el que las relaciones entre el país caribeño y EE.UU. ya estaban seriamente deterioradas. Las del segundo, invitado en 2015 por una conocida marca de licores cubana, más anecdótica.
Por otro lado, Peter Fraser analiza la relación del mundo con las matemática, adhiriéndose a la tesis de la naturaleza intrínsecamente matemática del universo. A la que yo no me adhiero. Las matemáticas modelizan el universo desde mi punto de mi vista, pero no necesariamente lo rigen. En cualquier caso, vistosas fotografías en color de gran formato, en el que cabe pararse detenerse a reflexionar sobre los aspectos matemáticos, las más de las veces geométricos, que inspiran al autor.
Queda un tiempo para visitar la tienda y comprar un par de libros de los que hablaré otro día y salir paseando del jardín botánico con tiempo para llegar sin agobios a coger el tren en Puerta de Atocha.
Lo mejor de todo es que es la primera vez en que visito las exposiciones de PHotoEspaña con un grupo de aficionados a la fotografía como yo. Normalmente lo he hecho por mi cuenta o acompañado de alguna de mis amistades en la capital. Que también está muy bien. Pero esta ocasión creo que ha sido más enriquecedora por la capacidad de dialogar y comentar sobre la marcha, por la posibilidad de que la visión de los otros nos hiciera descubrir aspectos de las obras que a lo mejor se nos hubieran escapado. Espero que podamos repetir en años venideros.