Continúo hoy el repaso a los rollos de película fotográfica expuestos durante el mes de septiembre. Fueron bastantes. Sin embargo, en octubre no va a ser así. Bueno,... en realidad sí. Lo que sucede es que van a estar asociados a viajes, y no al desarrollo habitual de mi afición fotográfica en mi entorno habitual. Conforme me vayan llegando del laboratorio os iré presentando también los rollos viajeros.
Hoy vamos a una cuestión. Periódicamente utilizo mis cámaras de medio formato, que no es lo mismo que formato medio. El formato medio son los rollos de película y cámaras que nos proporcionan unos negativos de tamaños que superan ampliamente el popular 24 x 36 mm sobre película de 35 mm biperforada. Antaño hubo una diversidad de tipos de película y formatos en el formato medio, pero hoy en día ha quedado reducida a los formatos más populares que se obtienen sobre el tipo 120, película de 60 mm de ancho. Según la cámara obtenemos negativos de 6 x 4,5 cm, 6 x 6 cm, 6 x 7 cm, 6 x 9 cm, 6 x 12 cm e incluso 6 x 17 cm, aunque la superficie de estos últimos iguala los del gran formato de 9 x 12 cm.
El medio formato son las cámaras que sobre película de 35 mm biperforada ofrece negativos que aproximadamente tienen unas dimensiones de 17 x 24 mm, vamos a decir que son la mitad que los habituales, y que por lo tanto podemos obtener el doble de fotogramas en un rollo de película que lo que es habitual sobre este tipo de rollos de película. Esa es la ventaja. El inconveniente es que, cuanto más pequeño es el fotograma, menos capacidad de ampliación y menos detalle recoge la película sensible. Lo cual puede ser un inconveniente importante para algunos... o una oportunidad creativa para otros.
Yo tengo en uso dos cámaras Olympus de medio formato. La prestigiosa Olympus Pen F, cámara réflex con visor de porro, de objetivos intercambiables, que es estupenda, bonita, una delicia de uso... y que vamos, está muy bien. Con un objetivo estándar de 38 mm f/1,8. Y la sencilla compacta Olympus Pen EE3, pequeñita, de objetivo fijo rodeado de un fotómetro de selenio, foco fijo a la hiperfocal, más o menos, porque la apertura es variable, ya que funciona con un automatismo en el que según los niveles de luz combina aperturas entre el f/3,5 y el f/22 con dos velocidades de obturación, 1/200 y 1/40 segundo. Y todo ello, sin necesidad de pilas.
La cosa es que casi siempre las uso con película negativa en blanco y negro. Porque el color, cuando lo mandas revelar y digitalizar, te suelen digitalizar los negativos por pares, como si fuera un negativo de 24 x 36 mm, no te digitalizan individualmente los negativos de 17 x 24 mm. Pero esto va cambiando, y en Carmencita Film Lab descubrí ya el año pasado que te los digitalizan individualmente. Y que puedes obtener ficheros de 20 megapixeles a partir de estos negativos en lugar de los 8 o 9 megapixeles máximo de antes. Por supuesto, eso no implica que puedas obtener toda la información y capacidad de ampliación de un negativo más grande. Pero aprovecha mejor la información que contienen estos pequeños negativos.
En septiembre, expuse un rollo de Kodak Portra 400 en la Olympus Pen EE3. Y en general, estoy contento con los resultados,... salvo que los negativos quedaron un tanto subexpuestos. Supongo que la antigüedad del fotómetro de selenio lo hace menos fiable. Y como ajusté el fotómetro a un índice de exposición igual a la sensibilidad nominal de la película para obtener colores más saturados aun a costa de un mayor grano... pues quedaron subexpuestos. Las próxima vez ajustaré a IE 200 y quedarán bien. No obstante, me gustan las fotos que he obtenido. Que no tienen nada de especial. Simplemente, el resultado de pasear por la ciudad.
Aunque en este momento no es así, mi mes de agosto está resultando un caos de mucho cuidado, no es extraño que, además de los rollos de blanco y negro que voy exponiendo de forma casi semanal, en el infrarrojo en las últimas semanas, lleve encima alguna cámara con película en color.
Durante el mes de junio de este extraño 2020, llevé la Canon EOS 650 calzada con el objetivo EF 40/2,8 STM. Este objetivo es ideal para llevar a cuestas, por su pequeño tamaño, pero combinado con una muy buena calidad de imagen. Quizá su principal defecto ha sido siempre el viñeteo a su máxima apertura. Pero se nota menos cuando fotografiamos sobre película tradicional que sobre un captor digital. Cosas de la física en las que ahora no me voy a extender. La película elegida fue la baratita de la gama de Kodak, la ColorPlus 200. Que da unos resultados bastante honestos, si he de decir la verdad. Aunque en elementos como la granularidad ande un poco a la zaga con respecto a otras emulsiones más nobles o innovadoras.
Durante el mes de julio, opté por poner un rollo, también de Kodak ColorPlus 200 en la pequeña Olympus Pen EE3. Dos cosas me sorprenden siempre de esta pequeña cámara que tan barata me costó en un mercadillo dominical. Por un lado, la nitidez de su objetivo, D-Zuiko 28/3,5, que tiene una sencilla fórmula de cuatro elementos en tres grupos. Vamos, una copia de la fórmula Tessar de Carl Zeiss, que tanto se popularizó en cámaras económicas pero competentes durante buena parte del siglo XX. Es equivalente también, aproximadamente, en su ángulo de visión al 40 mm que he comentado antes.
Y por otro lado, que el fotómetro de selenio, que después de medio siglo sigue ofreciendo mediciones fiables. Aunque quizá sería conveniente que me acostumbrarse a usarlo con una sobreexposición de un paso. Es decir, ajustándolo a IE 100 para una película de ISO 200. El principal inconveniente de la cámara es que no tiene mecanismo de enfoque, confiando en la profundidad de campo y un enfoque fijo a la hiperfocal. Pero hay algo a tener en cuenta. Con su mecanismo de exposición automática acoplada al fotómetro de selenio, si la luz disminuye, la apertura puede ser amplia, y no funciono como hiperfocal, por lo que es probable que el fondo y un primer plano muy próximo queden desenfocados. Pero con luz abundante, cerrando a f/8 o f/11, sin problemas. Se agradecería un posición de enfoque a infinito, de todos modos.
Los dos rollos los envié a revelar a Carmencita Film Lab al mismo tiempo, solicitando un escaneado XL, que da unos 19 megapíxeles por fotograma. Lo cual está bien. Más que suficiente en la mayor parte de los casos. Pero me he llevado una agradable sorpresa. La Pen EE3 produce negativos de la mitad de tamaño, aproximadamente, que los habituales con película de 35 mm. Unos 17 x 24 mm frente a los habituales 36 x 24 mm. Hasta ahora, lo que hacían en los laboratorio era escanear estos negativos con las máscaras de 36 x 24 mm, digitalizándolos de dos en dos, unos 9 megapíxeles por fotograma de medio formato. Pero en esta ocasión me he encontrado archivos individuales de 19 megapíxeles igualmente. Estupendo. Sólo he encontrado un problema, no muy importante. La proporción de los negativos es 2:3 (como si fueran 16 x 24 mm) en lugar del 5:7 (los 17 x 24 mm reales). No obstante, como el encuadre con la cámara es muy aproximativo, no es algo que tenga mucha trascendencia, y compensa.
Y lo que más me ha chocado de las fotos... pues que este año, con una primavera más lluviosa, más húmeda que de costumbre, y un verano con temperaturas moderadas, dejando aparte algún día de calor más intenso, Zaragoza, especialmente las riberas de los cursos de agua, el Ebro, el Gállego, el Huerva o el Canal Imperial de Aragón, está más verde. Los árboles y arbustos de los sotos naturales o artificiales de estas corrientes de agua están más frondosos. Y están bonitos. No todo lo que pasa en este maldito 2020 tenía que ser malo. ¿Verdad?
Hace unos días, el mundo de la fotografía, de las cámaras y otros aparatos fotográficos más bien, se despertaba conmocionado por el anuncio de que la empresa japonesa Olympus vendía su división de imagen y fotografía. Para quien no conoce más allá, creerá que es la desaparición de Olympus. Pero lo cierto es que la división de fotografía de esta empresa es una pequeña parte del conjunto de la misma. Que hace años que no consigue sacar de los números rojos, frente a la prosperidad del resto de las divisiones empresariales, y que además se vio salpicada hace unos años por ciertos escándalos. Pero tal ha sido la historia y la fama de los cámaras y ópticas fotográficas de la empresa que, incluso los artículos de Wikipedia sobre la misma hablan sobre todo de esto, aunque sea una porción muy minoritaria de su negocio. En cualquier caso, saltaron alarmas porque para muchos "más o menos entendidos" supone el principio del fin de esta marca en el mundo de la fotografía. Y a partir de ahora tendremos que distinguir entre Olympus como empresa y Olympus como marca.
La cuestión es que Olympus, en el mundo de la fotografía, es una marca con prestigio. Nunca ha estado entre los líderes del mercado, pero hay cierto acuerdo casi unánime sobre el hecho de que ha sido una marca innovadora y un fabricante de calidad. Hoy ilustro esta entrada con fotografías realizadas con un Olympus Pen EE3, cámara compacta muy sencilla, de su gama de cámaras de medio formato. Es decir, que producía negativos de 17 x 24 mm sobre película biperforada de 35 mm de ancho en lugar de los más habituales de 36 x 24 mm. El doble de fotos con la misma cantidad de película. Además de esta pequeña Pen EE3, también os he hablado en alguna ocasión de la bella réflex Olympus Pen F, con objetivos intercambiables.
Esta gama de cámaras tuvo una trascendencia mayor de lo que imaginamos. Aunque en Europa y otros países de los llamados occidentales tuvieron un éxito moderado, en su mercado doméstico, Japón, y otros mercados asiáticos se vendieron como churros. Y no es infrecuente ver jóvenes japoneses, sobre todo chicas, que posan con ellas en sus cuentas de instagrama, todavía en uso. Son sencillas, eficaces, bonitas,... la cámara del teléfono móvil para los selfis y fotos de redes sociales y las Olympus Pen para las fotos más personales, más, por decirlo de alguna forma, artísticas. Consideremos que un fotógrafo de prestigio como Daido Moriyama ha publicado a lo largo de su vida un par de libros con fotografías realizadas con compactas de la serie Pen. El más conocido, Okinawa (enlace a un vídeo en Youtube sobre el libro). En concreto, una Olympus Pen W, con objetivo no intercambiables E.Zuiko 25/2,8. La W venía de wide, por ser una focal gran angular, equivalente a un 35 mm en las cámaras con formato más convencional de 36 x 24 mm.
En sus buenos tiempos, Olympus nos daba detalles sobre lo que teníamos entre las manos. El objetivo de la Pen W es un E.Zuiko... siendo E la quinta letra del alfabeto latino, lo que nos informaba de que esa óptica tenía cinco lentes. La Olympus Pen original, la Pen S o las Pen EE, incluida mi Pen EE3, tenían un D.Zuiko... cuatro lentes, una óptica tipo tessar. La más prestigiosa Olympus Pen D portaba un F.Zuiko... seis lentes en un esquema tipo planar que permitía aperturas máximas más luminosas. El objetivo intercambiable de mi Olympus Pen F también es un F.Zuiko. Cuanto más avanzada la letra dentro del abecedario, mayor luminosidad y mayor calidad óptica. Pero todos ellos tenían una calidad aceptable para los usos que se le daban. Podríamos entrar y no acabar de hablar de las maravillas de la mecánica de aquellas cámaras. Y cuando ya decidió centrarse para competir mejor en el formato completo, de 36 x 24 mm, las maravillas de la gama profesional de la serie OM como las OM1, OM2, OM3, OM4, OM3Ti y OM4Ti.
Sin embargo, como ya he dicho, nunca estuvo entre los líderes. Quien consiguió pisarle el liderazgo de la fotografía profesional de reportaje ultraportable a Leica, no fue Olympus sino Nikon con su serie F. Cuando la electrónica y el enfoque automático avanzó, se quedó totalmente atrás, en un posición totalmente minoritaria con sus cámaras, buenísimas, pero de enfoque manual. Fue cuando llegó el liderazgo de Canon. Y con la llegada de la fotografía digital hizo una apuesta muy fuerte por los formatos de sensor de tamaño contenido, el Cuatro tercios, en su forma original o Micro cuatro tercios, que permitía el diseño de objetivos de muy buena calidad con un tamaño, y un precio por lo tanto, relativamente contenidos. Mucho más herederas del espíritu de la Leica original de Oskar Barnack que la propia Leica. Pero en un mundo polarizado entre la simpleza de la cámara del teléfono móvil, de calidad sólo pasable pero con resultados inmediatos, y las modas impuestas por los partidarios de los sensores más grandes, que tienen sus ventajas, pero también sus inconvenientes en tamaño y precio, no ha encontrado tampoco su sitio.
De momento la marca y los productos no desaparecen. Olympus es considerada una marca de prestigio por la sociedad y el gobierno japonés. Y según parece, uno de los principales objetivos de esta venta/compra sería mantener la marca a salvo de desaprensivos que luego hace bazofia bajo una marca de prestigio, como ha pasado recientemente con Yashica. Sobre si eso supone el final de la producción tal y como la conocemos para dar paso a otra cosa o no,... sigo sin encontrar mi bola de cristal. De momento, siguen anunciando el lanzamiento de novedades, en forma de nuevos objetivos para el sistema, que es compatible fundamentalmente con lo que hace Panasonic. Y poco más. Soy usuario micro cuatro tercios en los viajes, y sigo pensando que es un compromiso casi ideal para este uso. Y que el 95 % de los usuarios aficionados pueden desarrollar su afición con un equipo de estas características sin necesidad de enredarse en los mastodontes, sobre todo por el tamaño de los buenos objetivos, de los llamados formatos completos. Ya veremos, que dijo un ciego a otro ciego.
No es doy más la tabarra. Simplemente decir que las fotografías se han realizado con un rollo de Ilford HP5 Plus 400. Que la cámara, que tiene cincuenta años, expone los negativos con una consistencia envidiable por muchas otros aparatos de esa antigüedad. Que la calidad del objetivo supera a los zarrios caros y malos que venden los "lomógrafos" y otros similares. Y que revelé el rollo en Kodak HC-110 en dilución B (1+31), durante 5 minutos a 20 ºC. Para luego digitalizar los negativos con la Panasonic Lumix G9 y un objetivo macro en alta resolución,... con 70 megapíxeles por negativo. Mucho más de lo necesario. Pero así de matones son estos sistemas de formatos pequeños.