En la entrada anterior os contaba la historia de mi nuevo accesorio para la Nikomat FTn, un anillo de extensión PK-3, para montura Nikon F pre AI, que es perfectamente adecuado para convertir el objetivo estándar de la cámara, un Nikkor-S Auto 50/1,4, en un objetivo macro con un factor de ampliación hasta 0,67x. No llega al 1:1, que es lo que los puristas consideran como auténtica macrofotografía, pero le anda cerca.
Pero las primeras fotos que hice con el nuevo accesorio no fueron las fotografías en blanco y negro con película llford FP4 Plus que os presentaba el viernes pasado. Como os contaba ese día, el anillo de extensión llego a mis manos gracias a una afortunada serendipia. Hace unas semanas, un domingo por la mañana en la que aprecié una luz decente para ser principios de verano y horas centrales del día, salí a pasear por el Canal Imperial de Aragón y por los pinares de Venecia en la ciudad de Zaragoza. Y le puse a la Nikomat FTn un rollo de Kodak ProImage 100. No Kodak Portra 400 como os contaba el otro día, recordaba mal, a ver si lo corrijo, sino la más cálida y saturada ProImage 100. Y en ese paseo fue cuando me encontré al amigo Rogelio que me habló de este anillo de extensión, que no le servía para sus cámaras y objetivos Nikon, bastante más modernos. Os pongo algunas fotos de aquel paseo dominical.
Tras hablarlo, Rogelio y yo quedamos el jueves siguiente en el Parque Grande de Zaragoza para probar el funcionamiento del anillo de extensión con mi Nikomat y mi 50 mm pre AI. Aprovechando la agradable luz de la tarde ya avanzada, nos acercamos a la rosaleda del Parque, donde todavía quedaban rosas no marchitas, y aprovechamos para intentar sacar partido, tanto del anillo de extensión, que se ajustaba como un guante al 50 mm y funcionaba como la seda, como a la saturación que proporciona la Kodak ProImage 100.
Como veis en los ejemplos que os pongo en esta entrada, la combinación es bastante conveniente. Los colores y saturación que ofrecen la Kodak ProImage 100, que tiende a favorecer los tonos cálidos, cada vez me gustan más. Bien es cierto que el nivel de grano de la imagen no está a la par de las más modernas películas de sensibilidad media o media-baja. Probablemente una Kodak Portra 400 expuesta a IE 200 ofrecerá un grano menos aparente, según mis experiencias previas. O parecido. Lo que sí os puedo decir es que con las primeras fotos, alguna de las cuales os muestro, olvidé que hay que compensar la exposición al utilizar el anillo de extensión.
La Nikomat usaba pilas de mercurio PX625, de 1,35 V, para alimentar el fotómetro de la cámara que ya no se fabrican por los riesgos ambientales y para la salud de este metal pesado. Las opciones en pilas alcalinas son de 1,5 V, por lo que las mediciones que ofrece el fotómetro no son fiables, y además la curva de descarga de la pila es distinta, y por lo tanto no es fiable. Hay otras opciones para alimentar estas cámaras, pero yo no me complico la vida. Uso un fotómetro de mano, en este caso el Gossen Digisix, y ya está. Pero si estás usando un anillo de extensión de una longitud que es la mitad aproximadamente de la focal del objetivo en milímetros, tienes que ajustar el Digisix a IE 50 en lugar de a la sensibilidad nominal, ISO 100, de la película que estaba usando. O abrir un paso el diafragma o doblar el tiempo de exposición. Como se me olvidó, hay algún fotograma subexpuesto. Y aunque la película ha aguantado y las fotografías tienen buen aspecto, eso también incrementa el grano de la fotografía. Dicho lo cual, he quedado muy contento. Terminé las fotos que me quedaban en los días siguientes, caminando por la calle.
Tengo una Nikomat FTn, que compré por un precio muy económico para la calidad del aparato, con un Nikkor-S Auto 50/1,4 Pre AI, que uso poco. Y no lo uso poco por la cámara, que es una delicia de precisión y suavidad mecánica. Sino porque nunca me he llevado muy bien con el objetivo. No sé explicar muy bien el porqué. Aluno se sorprenderá que diga Nikomat y no Nikkormat, que es como la mayor parte de los aficionadas a la marca Nikon las conocen. Pero es que Nikomat era la denominación para el mercado interior japonés, y es posible que para algún otro país asiático, mientras que Nikkormat era la denominación para el resto del mercado exterior. Así que mi Nikomat FTn fue fabricada para su consumo en el País del Sol Naciente.
Hace unas semanas decidí que había que usarla un poco. No dejar que sus suaves mecanismos se anquilosaran. Y como normalmente he quedado más satisfecho de los resultados con carretes negativos en color que con el blanco y negro con ese objetivo, le puse un rollo de Portra 400, y un domingo de junio, con un luz no muy intensa, salí por la mañana a caminar por el Canal Imperial de Aragón, haciendo alguna foto. Y tuve un feliz encuentro. Feliz porque Rogelio, un compañero de la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ, es una persona a la que aprecio mucho y me alegré de verlo y hablar un poco. Y feliz porque Rogelio, al ver la cámara que llevaba, me preguntó si un tubo de extensión que tenía él, un Nikon PK-3, me podría venir bien. Con sus Nikon y sus Nikkor no era compatible. Comprobamos, y efectivamente este tubo de extensión de 27,5 mm de longitud fue diseñado para los objetivos Nikkor pre AI, como el mío.
Unos días más tarde quedamos y me lo pasó. Para siempre. Cesión gratuita a perpetuidad. Ese mismo día lo empecé a probar con el rollo de Portra 400 en la rosaleda del Parque Grande de Zaragoza. Pero todavía no he recibido el revelado. Mientras, el sábado siguiente, le puse a la cámara un rollo de Ilford FP4 Plus y seguí usándolo en lo suyo, la fotografía de aproximación, casi en la macrofotografía. Y así, ya he podido comprobar que funciona perfectamente. Está como nuevo, prácticamente sin usar, y va como la seda en combinación con la Nikomat FTn y el Nikkor-S Auto 50/1,4. Las fotos que os muestro son de ese sábado. También hay algunas realizadas de paisajes generales, sin el tubo de extensión.
Estudiado un poco el catálogo de objetivos de Nikon de 1971, la concepción del tubo está clara. En aquel momento, Nikon tenía en catálogo un Micro-Nikkor-P Auto 55/3,5, que llegaba a un ampliación 1:2. Es decir, en su distancia mínima de enfoque, dos centímetros en la realidad se reproducían como un centímetro sobre la película. Las matemáticas de la macrofotografía, o microfotografía como prefiere Nikon, son más sencillas de lo que parece. Un objetivo de 55 mm como ese Micro-Nikkor con un tubo de extensión de 27,5 mm, es decir, una extensión igual a la mitad de la distancia focal del objetivo, obtiene una ampliación 1:2 cuando el objetivo está ajustado con el enfoque a infinito, y de 1:1 cuando el objetivo está ajustado a su mínima distancia de enfoque.
Son macroobjetivos de concepción antigua, en la que el enfoque se basaban en el desplazamiento en bloque de todo el grupo óptico del objetivo, aumentando la distancia del mismo al plano de la película. Con ello, conservaban su longitud focal. En la actualidad, los macroobjetivos suelen alcanzar su máxima ampliación por mecanismos de enfoque interno, que tiene algunas ventajas, aunque suelen tener la desventaja de que a su distancia mínima de enfoque su longitud focal real ha disminuido.
El Nikkor-S Auto 50/1,4 no es un objetivo corregido para un rendimiento óptimo a distancias próximas. Pero si le pones el PK-3 con sus 27,5 mm de extensión, con el enfoque a infinito ya consigues un ampliación de 0,55x (1:1.8), algo superior al 1:2 (0,5x). A la distancia mínima de enfoque llega a 0,67X (1:1.5), algo mejor, pero no muy superior. No está diseñado como un Micro-Nikkor a priori. En cualquier caso, de repente este 50 mm f/1,4 se convierte en una opción mucho más interesante para salir a pasear, especialmente en la naturaleza. Lo mismo te vale para un retrato, que para un paisaje, que para un toma macro. Hay que considerar que combinando el tubo de extensión con alguna de las lentes de aproximación que tengo, las combinaciones posibles son mucho más variadas, con ampliaciones que van desde el 0,11x nativo del objetivo, a 0,22x con una lente de 2 dioptrías, a 0,93x (casi el 1:1) con el tubo de extensión y una lente de 3,33 dioptrías que tengo. Para una mejor calidad y para asegurar la zona de enfoque que es muy extrecha, mejor con aperturas de f/8 y f/11, aunque para eso hace falta... luz. Pero eso es otra historia y será contada, o no, en otra ocasión.
El meandro de Ranillas es una zona dentro del municipio de la ciudad de Zaragoza, donde termina la ciudad y empieza eso que llamamos "el campo" que siempre ha estado ahí, pero durante mucho tiempo olvidado de la mayor parte de los habitantes de la ciudad. Es un tramo del río Ebro, aguas arriba del casco urbano de la ciudad, en el que hace dos giros de casi 180 º cada uno de ellos antes de enfilar el paso por la ciudad. Cuando yo era niño era una zona agrícola, con huertas, que poco a poco fue siendo absorbida por los suburbios de Zaragoza. Pero sin mucho orden ni concierto. En un momento dado, seguías encontrando huertas, zonas naturales, especialmente en los sotos, o bosques de galería, que bordean al río Ebro, y aquí o allá alguna incursión del tejido urbano o industrial de la ciudad. Hasta que llegó el proyecto de la Exposición Internacional 2008, que supuso una ordenación de la zona.
En el área que encierra el meandro en la margen izquierda del Ebro se instalaron las infraestructuras de la exposición. Se arregló y se protegieron los sotos de esa orilla y se planificó y ejecutó un amplio parque, el Parque del Agua, como amplia zona verde. Un entorno amplio y muy agradable para realizar actividades al aire libre que le vino bien a la ciudad. En la margen derecha, también se arreglaron las orillas, y se estableció una paseo que sigue la orilla del Ebro hacia el barrio de Monzalbarba. Como consecuencia de esto, en estos momentos el área de deportes del Ayuntamiento de Zaragoza publica un sendero periurbano, la ruta 12 - El meandro de Ranillas, que empieza en una parada de autobús urbano, termina en otra, y recorre el meandro por ambas orillas con un recorrido total de 11,4 kilómetros, con poco desnivel, practicable tanto por caminantes como por corredores y ciclistas. Y esto, más o menos hicimos hace unos sábados. Y yo me llevé una cámara de fotos, claro.
Opté por llevarme la cámara Nikomat FTn. Las Nikomat, o Nikkormat para su venta en occidente, la mía es de origen puramente nipón, eran la gama "baja", para aficionados, de Nikon entre los años 60 y los años 70. Pero lo cierto es que están construidas a prueba de catástrofes apocalípticas. Sólidas, totalmente mecánicas, la batería sólo alimenta el fotómetro algo más pesadas de lo que me gustaría, tienen sin embargo una suavidad en sus engranajes y piezas móviles, que hacen de ellas una delicia su uso. He conocido productos "profesionales" más toscos y menos finos que estas cámaras para "aficionados".
El principal inconveniente que le veo a mi equipo Nikon es el objetivo. Sólo tengo un Nikkor-S Auto 50/1,4, pre-AI,... que nunca me ha convencido mucho. Es muy pesado, y siento que desequilibra un poco el conjunto a la hora de realizar las fotos,... y siempre me ha sorprendido que, dado el prestigio de las ópticas Nikkor, tiene una tendencia a perder contraste en cuanto hay luces intensas por el frente tremenda. Aun cerrando el diafragma, se manifiesta esta tendencia. En las fotos que aquí muestro, he trabajado en el proceso digital para minimizar este problema. En esta tarde de caminata, llevaba en su frontal un filtro amarillo de B+W, que es una buena marca de filtros, con el fin de mejorar el contraste en los cielos ante las pocas nubes que hicieron su aparición o con respecto a otros objetos en el cuadro.
Como se auguraba una tarde soleada, utilicé un carrete de Ilford FP4 Plus 125, expuesto a su sensibilidad nominal. La medición de la luz la realicé con el Sekonic L-408 Multimaster, protegiendo las sombras, ya que hubo situaciones de contraste elevado. Revelé en Kodak HC-110, en dilución C (1+19), durante 5 minutos y 15 segundos a 21 ºC, según la propuesta de Emulsive. Los negativos quedaron con buena densidad, fáciles de digitalizar y con un contraste razonable. Digitalicé con la Panasonic Lumix G9 + Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH, en modo alta resolución, por lo que tras desechar la parte no aprovechable, me quedaron imágenes de entre 58 y 60 megapíxeles a partir del RAW de la cámara. Aptos para ampliaciones considerables.
En el retorno por la margen izquierda del río, nos desviamos de la ruta prevista en el sendero periurbano, por lo que al final, en lugar de los 11,4 kilómetros propuestos nos quedamos en unos 9 kilómetros, ya que decidimos seguir una ruta dentro del Parque del Agua que nos permitiese hacer un poquito de fotografía de estructuras y arquitectura.
En general, estos senderos o rutas periurbanos del ayuntamiento de Zaragoza están muy bien. Fomentan tanto el ejercicio físico como la utilización del transporte urbano. La tarde estuvo excesivamente luminosa, con pocas nubes en el cielo, y un viento molesto durante todo el trayecto. Y sólo al final de la tarde la luz adquirió una calidad interesante desde el punto de vista fotográfico. Pero estuvo bien. Recomendable para las gentes de Zaragoza.
Tercera excursión de sábado por la tarde, en mi función de este verano de ser un buen anfitrión para unos huéspedes de otro país. Y en esta ocasión nos pusimos en plan fans de Game of Thrones (Juego de tronos) y nos acercamos al castillo de Zafra, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, pero a escasos kilómetros de la de Aragón, yendo por Monreal del Campo en dirección a Molina de Aragón.
El castillo se haya sobre un promontorio rocoso en la llamada sierra de Caldereros, un lugar que me pareció de gran belleza paisajística, tanto en la rocosa sierra como en las dehesas que se extienden a ambos lados de la misma. Un lugar que merece la pena seguir explorando fotográficamente.
Al igual que en las excursiones similares de sábado por la tarde que hemos realizado desde finales de julio hasta la fecha, he usado, como elementos en común, la película negativa en color Fujifilm Superia XTra 400 y un objetivo de 50 mm. Si en el castillo de Loarre fue con una cámara Pentax y en las saladas de Sástago con una Canon EOS, en esta ocasión me llevé la Nikomat FTn con el Nikkor-S Auto 50/1,4.
La cámara, más allá de las peculiaridades ergonómicas de cada una, no es un elemento excesivamente determinante del resultado final, las ópticas sí lo son. Bueno,... creo que la Nikomat sí que presenta alguna característica que puede alterar el resultado. Me explico.
En general, fotografiando con película tradicional, mi técnica fotográfica es tal que soy fiel a la vieja regla de que la velocidad de obturación segura cuando se fotografía a mano alzada con una cámara réflex de 35 mm es el inverso de la focal usada en milímetros. Para evitar pérdidas de nitidez por pequeños movimientos en el momento de realizar la toma. Estoy suponiendo equipos de cierta antigüedad que no disponen sistemas de estabilización óptica incorporados, ni en el objetivo ni en la cámara. Así, utilizando un 50 mm, la velocidad de obturación segura para mí es de 1/50 segundo. En las cámaras mecánicas, uso la más próxima disponible, 1/60 segundo. Con cámaras telemétricas, las Leica principalmente, bajo a la mitad de velocidad, 1/30 segundo. Con réflex digitales, sin estabilizador óptico, al doble de velocidad, 1/125 segundo. Y me suele ir bien. Pero por algún motivo, con la Nikomat... no. Desde ahora en adelante tengo que tener en cuenta que con esta cámara, mejor que no baje de 1/125 segundo usando el único objetivo que tengo para ella, el 50 mm.
Este objetivo también viene penalizado por el hecho de que es un diseño de 1959 o 1960, creo yo. Aunque he calculado que mi ejemplar puede estar fabricado entre 1967 y 1969. Siendo un objetivo con una apertura máxima de f/1,4 y con las técnicas de fabricación y de revestimiento de las ópticas de la época, aunque bastante nítido, tiende a las pérdidas de contraste. Las copias digitalizadas que presento aquí están procesadas un poquito más que las de las excursiones anteriores con el fin de mejorar el contraste final de la imagen.
Así pues, no seamos absurdamente fanáticos de las marcas. Nikon han realizado excelentes ópticas a lo largo de su historia, pero no podemos pretender que el paso del tiempo no se note, y este 50 mm es inferior en varios aspectos al modesto SMC-A 50/2 de Pentax y al moderno EF 50/1,4 USM de Canon. Aunque es superior a ambos en robustez estructural. Cuando publique unos resultados en blanco y negro en el espectro infrarrojo que estoy trabajando ahora, realizaré algunas observaciones sobre el mencionado 50/1,4 de Canon, ahora un poquito despreciado por su rendimiento en cámaras digitales, pero que me parece a mí que es bastante respetable.
Otro problema con el que nos enfrentamos esa tarde de sábado fue que los accesos al castillo no están demasiado bien señalizados. Como ninguno habíamos estado allí previamente, dimos varias vueltas por las carreteras y caminos del lugar hasta que atinamos con uno que nos llevó hasta el bello paraje. Eso hizo que desde que llegamos hasta que se puso el sol, dispusiéramos de menos tiempo del que hubiésemos deseado. Y por lo tanto, que para realizar las 37 fotografías que obtuve del carrete de película fuese un poco apresurado. Y eso puede afectar, y afecta, negativamente a la calidad final de las películas. Algunos encuadres del paisaje circundante no me quedaron tan "finos" como yo pensaba.
El castillo queda muy bien porque es muy vistoso. Pero el paisaje es una disciplina más compleja de lo que solemos pensar. Hay que pensar bien el encuadre y la composición, y la disposición de elementos en los mismos. Y si vas con prisa, mal. Salvé la papeleta, pero menos satisfecho que en otras ocasiones.
Las fotografías estaban bien expuestas. El laboratorio que las reveló me hizo algunos comentarios al respecto y me dijo que no había tenido problemas para trabajar con ellas, incluso en alguno de los fuertes contrastes de algunos fotogramas, incluidos los contraluces. Pero el contraste un poco escaso de algunas de las fotografías, y que como ya he dicho atribuyo a la veteranía de la óptica, ha hecho que las haya trabajado un poco más de lo habitual en estos casos digitalmente. Y una consecuencia negativa habitual de esto es que el grano de la película se ha hecho más aparente.
No nos olvidemos que estamos hablando de una película de 400 ISO. Que es cierto que las modernas películas de esta sensibilidad tienen un grano muy contenido y, por lo tanto, son auténticas todoterrenos. Pero cuando las meneas mucho, acaban poniendo de manifiesto su sensibilidad.
No estoy descontento, pero me apetece volver en otras condiciones. Probablemente con unas ópticas más modernas, con un trípode y con película de sensibilidad más contenida. Probablemente con algún carrete de Kodak Ektar 100, que da resultados más saturados además. Quizá en formato medio. Ya os lo contaré si sucede. O cuando suceda.
Os contaba hace unos días cómo había llegado a mi colección la primera Nikon, una Nikomat FTn con un Nikkor-S Auto 1:1,4 50 mm, y cómo habían resultado las fotos de los primeros carretes que expuse con ella, tanto en color como en blanco y negro. Pero también comentaba que esta cámara estaba pensada para que el fotómetro fuese alimentado por las viejas pilas de mercurio PX625, hoy en día prohibidas por la toxicidad ambiental de este metal.
Pues bien, tenía encargadas unas cuantas pilas de zinc-aire MRB625 de la marca WeinCell que son compatibles con estas cámaras. Existen otras pilas, alcalinas, que se pueden utilizar. Pero el voltaje no es correcto, ni el ritmo de entrega de energía y de descarga, por lo que hacen que el fotómetro se vuelva impreciso. Con estas pilas de WeinCell, las cosas mejoran un montón. Y además me vienen bien para otras cámaras, como la Leica CL o la Praktica MTL5, y alguna más, que también las usan.
Pero claro. Tenía la curiosidad de saber si el fotómetro es fiable. Había leído que en su momento sí... pero ¿después de 50 años?
Así que cargué un carrete de Fomapan 100 Classic, que luego he revelado en Rodinal 1:50 durante 8 minutos a 20 ºC, y me fui a someter a tortura al fotómetro. Todo tipo de situaciones, de alto y de bajo contraste, con contraluces, con paredes blancas, con follaje verde oscuro,... Todo aquellos que puede confundir al fotómetro,... y al fotógrafo. Al fin y al cabo, un fotómetro es una ayuda, pero hay una decisión final del fotógrafo, que tiene que aprender a identificar las trampas de la luz. Desde este punto de vista, creo que este fotómetro ha pasado la prueba con nota alta. Es preciso. Si sabes lo que haces y lo que mide, consigues la medición correcta. Sólo tres o cuatro fotogramas aparecen un poco más densos de lo que deberían, lo cual no supone mucho problema, pero el resto están bien expuestos. No hay sombras perdidas, no hay luces empastadas.
De lo que estoy menos contento es del objetivo. Este Nikkor 50/1,4, el más veterano de los de montura para Nikon réflex, es muy pesado, y hace que el conjunto de la cámara y el objetivo resulte cabezón y desequilibrado hacia adelante. Acostumbrado en este tipo de cámaras a los discretos objetivos de las Pentax, y no digamos de las Leicas, no me resulta cómodo. Y mira que el cuerpo de la cámara también pesa lo suyo. Y pensaba que tendría un mejor rendimiento fuera de la zona de confort que puede suponer los diafragmas f/8 y f/11. Quizá también el f/5,6. He decir que llevaba un filtro amarillo nº 8, B+W (022), que es de buena calidad, y siempre el parasol, que es propio de la marca y el objetivo, no uno de terceras marcas.
Vamos, que porque lo conseguí a un precio más económico que lo que se ve habitualmente, que si no pensaría que quizá me hubiera valido más pillar un f/2 o f/1,8, aunque fuera más tardío, siempre que tuviera las orejitas de conejo para calibrar el fotómetro. Hubiera sido más ligero, y probablemente con unos resultados equivalentes o mejores. Tengo la impresión.
Pero bueno, en líneas generales, fue divertido hacer las fotos, a pesar del calorazo que lleva haciendo en los últimos días en las tardes de Zaragoza.