La semana pasada, mientras visitábamos con FeZ (Fotógraf@s en Zaragoza) una exposición sobre la Zaragoza de los años 20 impulsada por la Real Sociedad Fotográfica de Zaragoza, me hicieron una interesante propuesta. Unos colegas aficionados a la fotografía, que se mueven tanto por FeZ como por ASAFONA (Asociación Aragonesa de Fotografía de Naturaleza) se proponía desplazarse el domingo a la población de Monreal del Campo en la provincia de Teruel.
En esta población realizan todos los otoños unas jornadas para mantener viva en el recuerdo la cultura alrededor del cultivo del azafrán, antaño importante en la zona, aunque hoy en día reducido al cultivo para uso familiar y poco más, por lo que entendimos de las explicaciones que se nos dio. Las actividades para el domingo incluían la posibilidad de asistir a la recolecta de la flor del azafrán en un campo del ayuntamiento de Monreal, para posteriormente proceder a esbrinar los estigmas o pistilos de la flor, de los que una vez secos por tostado se extraerá el polvillo del azafrán.
Para nosotros el interés era fotográfico. Es la oportunidad de poner en práctica nuestros conocimientos sobre macrofotografía y aprovechar la indudable belleza y posibilidades que ofrecen las bonitas flores moradas del Crocus sativus, que contrastan con el rojo de sus estigmas y con el amarillo de las anteras en los estambres de la flor.
Algunos sacrificios habían de hacerse. El primero, el madrugón. Para estar a las nueve de la mañana en el lugar convenido, el Museo del Azafrán de Monreal del Campo, convenientemente desayunados, teníamos que salir de Zaragoza a las siete de la mañana. O sea, levantarse a las seis. Un domingo. El segundo viene impuesto por las condiciones de crecimiento de la planta, a ras de suelo. Con la tierra húmeda por las lluvias recientes, para conseguir las mejores composiciones y acercamientos a la flor no quedaba más remedio que practicar la técnica del "cuerpo a tierra". Pero todo sea por las fotografías.
Hablemos un poco del equipo que me llevé y de las características técnicas de la toma fotográfica. Aunque me llevé trípode, la posición cuerpo a tierra con los codos clavados en el suelo ofrece bastante estabilidad, y no lo usamos. Es cierto que esta "pereza" en usar el trípode tiene algún inconveniente que comentaré más adelante. El equipo que suelo utilizar para macrofotografía, aunque tengo otras posibilidades es la Pentax KS-1 con el veterano pero muy agradable de usar SMC-A Pentax Macro 100 mm f/4. El objetivo es de enfoque manual, tiene una escala de reproducción de 1:2, y tiene un aro de enfoque suave pero firme que es una gozada. Con el sensor Sony de formato APS-C de la KS-1 de 20 megapixeles se lleva bastante bien, ofreciendo el ángulo de visión equivalente a un 150 mm en 24 x 36, por lo que lo que vemos a su máxima capacidad de ampliación, x 0,5, equivale a lo que veríamos en una cámara de formato completo con una ampliación de x 0,75. No está nada mal para empezar.
Cuando quiero más ampliación, le puedo poner una lente de aproximación que en origen venía como complemento de un objetivo Cosina 100/3,5 Macro para Canon EOS, que tiene el mismo diámetro de filtro que el Pentax 100/4, 49 mm, y que tiene 10/3 dioptrías. Lo que hace que el objetivo llegue a una capacidad de ampliación de x 1. Equivalente a un x 1,5 en el formato completo. Mucho mejor todavía. Claro está, con estos niveles de ampliación, la profundidad de campo es mínima. Incluso si abandonas la plena apertura y cierras a f/8. Más allá no, para evitar los efectos de la difracción y para no usar ISOs demasiado elevados. La luz estuvo bien, pero no extraordinariamente abundante. Sin la precisión del trípode, sujetando la cámara a mano, había que hacer varias tomas de cada composición para intentar garantizara que la nitidez estuviera en el lugar adecuado.
También me llevé otro objetivo que pensé que podría dar mucho juego. Se trata del SMC Pentax Soft 85 mm f/2,2. Este objetivo del que ya os hablé en tiempos tiene una fórmula óptica muy sencilla de dos elementos cementados en un grupo, y sufre de una fuerte aberración esférica, que hace que las imágenes tengán un aspecto difuminado, etéreo, algo onírico. El efecto se puede comprobar con el diafragma que se sitúa detrás del grupo óptico, siendo máximo a plena apertura, f/2,2, y mínimo a su apertura más cerrada que es de f/5,6. Las zonas desenfocadas tienen un aspecto agradable a todas las aperturas a pesar de que su diafragma tiene solo 6 palas, especialmente cuando se enfoca de cerca. Es muy adecuado también para los retratos.
Otra de las ventajas que tiene el 85/2,2 Soft es que tiene una distancia mínima de enfoque muy favorable. Su ampliación máxima es de x 0,223, cuando la mayor parte de los objetivos de retrato de 85 mm se quedan en valores de x 0,11 a x 0,14. Con el factor de recorte del APS-C, es equivalente a un 0,34 (1:3) en formato completo. Y también tiene una rosca de filtro de 49 mm, por lo que si le ponemos la lente de aproximación antes comentada, tenemos una ampliación máxima de x 0,57, equivalente con el factor de recorte a x 0.855. No está nada mal. Entramos en el terreno del macro aunque sea moderadamente.
Una cosa importante. Cuando decimos equivalente lo que decimos es el aspecto que tendría sobre un captor de imagen de 24 x 36 mm con un sistema óptico con ese factor de ampliación. Pero no hay magias, el factor de ampliación real de nuestro sistema no es x 0,855 sino x 0,57. No confundamos los conceptos. Lo mismo vale con la distancia focal. El 100 mm se comporta como un 150 mm en formato completo, pero no es un 150 mm real. Y eso se nota por ejemplo en la distancia mínima de enfoque que es menor que la que tendríamos con un 150 mm real. Hay que acercarse más al sujeto.
Por supuesto, con el 85/2,2 Soft incluímos un elemento de suavidad en el enfoque que utilizamos para jugar a favor de una estética determinada en la fotografía. No buscamos tanto la reprodución exacta precisa y nítida de la flor, sino aprovechar sus características , forma, color, textura, para un efecto estético determinado.
Por último, también llevaba conmigo, entre otros que no usé, un SMC-DA 21 mm f/3,2 Limited, objetivo gran angular moderado que utilicé de dos formas. Con la lente de aproximación, también tiene una rosca de filtro de 49 mm, para fotografías de aproximación pero con el campo más abierto sobre los grupos de flores.
Pero este angular moderado, también sirvió para obtener imágenes globales del entorno que nos rodeaba y que permiten completar el reportaje del día vivido. Paisajes fundamentalmente.
En los alrededores, en los campos por los que pasamos, encontramos además otros elementos fotográficamente interesantes. Otras plantas, flores y frutos. Arboledas en las que se mostraban ya los contrastes de colores con las hojas otoñales. Combinando los objetivos antes mencionados, fui completando el conjunto de fotografías que pueden constituir el reportaje final.
El tramo final de la actividad estuvo centrada en la actividad de esbrinar las flores recogidas. Es decir, separar los brines o brinas de la flor. Brines o brinas es el nombre que se le da a los estigmas rojos de los que se obtendrá el azafrán. Es una actividad que también documentamos fotográficamente. Visitamos la exposición fotográfica correspondiente a un concurso sobre el tema que realizaron el año anterior, y ya cerramos y nos despedimos de Monreal del Campo.
Los modernos sistemas de cámaras sin espejo de objetivo intercambiable, con la corta distancia que existe en su diseño entre la montura del objetivos y la superficie del captor de imagen, son idóneas en principio para aprovechar viejos objetivos de sistemas réflex más o menos antiguos, obsoletos o no, mediante el uso de adaptadores. Se pierden funciones, entre las cuales la más importante es el enfoque automático, pero si la óptica es buena y te cubre un área específica de tu práctica fotográfica con razonable solidez puede merecer la pena.
Entendámonos. Difícilmente son interesantes con grandes angulares, que siempre se pelean con los sensores digitales modernos por el ángulo de incidencia sobre estos de los fotones de luz, o las focales más usuales, en los que los objetivos dedicados, que vienen con las cámaras, o que tienen buen precio hacen de ellos objetivos mucho más cómodos y eficientes de usar. Pero hay otras posibilidades.
Por ejemplo, el terreno del macro, en el que habitualmente desdeñamos el enfoque automático. Desde hace unos años disponía de un adaptador de objetivos con montura de bayoneta Pentax K al sistema Micro Cuatro Tercios. Sin embargo, ahorré en el adaptador, y este presentaba holguras y pronto se le empezaron a caer piezas. Poco útil. Me he hecho con uno nuevo, que sin ser muy caro cuesta más que el anterior, y que efectivamente está mucho mejor hecho, y los objetivos quedan mejor unidos a la cámara. Veamos el conjunto que he utilizado estos días.
Se trata del minúsculo cuerpo de cámara de la Panasonic Lumix GM5 al que con ayuda del adaptador le he añadido un objetivo Pentax SMC-A 100/4 Macro. Este objetivo llega a una razón de reproducción de 1:2; un centímetro en la superficie del sensor es ocupado por dos centímetros en el objeto enfocado. Pero con el factor de recorte del sistema Micro Cuatro Tercios con respecto al de las cámaras de formato 24x36 de origen del objetivo, el cuadro comprendido en la imagen es similar al de una reproducción 1:1 en dicho sistema tradicional. Y los 100 mm de focal equivalen a unos 200 mm... Bueno, esto da igual, porque la distancia mínima de enfoque es la que es y no se modifica, es lo que importa.
Veamos algún ejemplo de cómo quedan las fotos con esta combinación.
Hay algunas consideraciones que conviene hacer. En los últimos tiempos se ha puesto de moda fotografiar a plena abertura. Por aquello del famoso "bokeh", término japonés que yo escuché por primera vez en la revista Photo Technique hace más de 20 años, cuando casi nadie fuera de japón hablaba de él. Sin embargo, y especialmente en el terreno del macro, las grandes aberturas son muy complejas de usar, aun usando un sólido trípode. No sólo es que los animalitos no se esté quietos con facilidad. Es que cualquier ligera brisa te mueve también las flores, las plantas que fotografías, y conseguir que esté enfocado lo que te interesa es complejo. De hecho, varias de las fotografías que presento aquí están realizadas a diafragmas de f/8 o f/11, y a pesar de todo las profundidades de campo son escasas. Por otro lado, esas aberturas ofrecen resultados más cerca del óptico en términos de nitidez, de calidad de imagen general, que las plenas aberturas. A cambio, tendremos que subir en el ajuste de sensibilidad de la cámara, y los índices de exposición de 400 u 800, aun a plena luz del día son de rigor para conseguir velocidades de obturación suficientemente cortas de 1/400 s o menores. Bien sea para fijar el movimiento de los objetos fotografiados, bien sea para evitar la trepidación cuando fotografiamos a mano alzada.
Los resultados finales, con un esfuerzo razonable en Adobe Photoshop Lightroom en la corrección de las dominantes de colores, debidas al entorno y no a la óptica que es bastante neutra, y en los ajustes de nitidez y reducción del ruido si nos hemos visto obligados a subir el índice de exposición por encima de los 400 u 800 ISO en cámaras de sensor Micro Cuatro Tercios, pueden ser bastante satisfactorios.
Los que aquí os presento son el resultado de un relajante paseo, después de una mañana de estrés laboral, por las rosaledas del Parque Grande de Zaragoza. Mucho más efectivo que cualquier otra medida a la hora de descomprimir las tensiones de las mañanas de trabajo. Seguro que hay otros equipos mucho más óptimos y ergonómicos. Pero que no podría acarrear en la pequeña bolsa donde transporto, además de alguna cámara con un objetivo, el lector de libros electrónicos, las gafas para leer, algunos boligrafos, la cartera y una libreta de notas.
Si a alguien le sirve como ideas, inspiración o sugerencia, misión cumplida. A mí, de momento, que he estado ahí, como una hormiguita más, que me quiten lo bailado.
Os contaba hace unos días sobre el curso de macrofotografía que realicé con ASAFONA (Asociación Aragonessa de Fotógrafos de Naturaleza). Una de las cosas buenas que tuvo el curso es que fue fuente de ideas y de posibles recursos. Yo, hasta ahora he realizado macrofotografía de forma circunstancial, por lo que grandes inversiones en objetivos especializados es algo que no he hecho. Desde luego, gastar más de 1500 euros en un EF 180mm 1:3,5 Macro de Canon, que para el profesor parecía la solución idónea, no entra ni de lejos en mis cálculos.
Pero él mismo hizo varias propuestas sobre el uso de teleconvertidores en macrofotografía. Estuve investigando un poco el tema, y decidí que un multiplicador de focal o teleconvertidor de segunda mano podría dar solución a mis usos esporádicos. Tengo un teleobjetivo EF 200mm 1:2,8 USM II, que me costó muy económico de segunda mano. Tampoco quise gastar mucho en su momento porque es un focal que uso poco. El caso es que tiene una calidad bastante apreciable.
Un multiplicador de focal es un dispositivo óptico que permite multiplicar un factor determinado la longitud focal de un objetivo, manteniendo su distancia de enfoque mínima. Un 1,4x sobre un 200/2,8 con una distancia de enfoque mínima de 1,5 metros nos da un el equivalente a un 280/4 con la misma distancia de enfoque mínima. Si la relación de reproducción del objetivo era 0,16, pasa a ser 0,22. 1:5 aproximadamente. Un objeto de 5 cm de tamaño en la realidad se reproduce con un tamaño de 1 cm en la superficie sensible, sea un película tradicional o un sensor digital. No es macrofotografía, pero nos introducimos en el terreno de la fotografía de aproximación. Si usamos un 2x, obtenemos un 400/5,6, con una relación de reproducción de 0,32, es decir aproximadamente 1:3; 3 cm en la realidad se proyectan en 1 cm sobre la superficie sensible. Empezamos a tener unas situaciones interesantes.
En estos momentos, un multiplicador de focal Canon actual puede situarse en los 400 euros de precio. Pero uno de segunda mano de primera generación, que no están mal y son más compatibles con todo tipo de objetivos se puede conseguir por 100 euros. Y un 2x en estas condiciones se me puso a tiro. Además, puesto a intervenir en una asociación de fotógrafos de naturaleza, puede servirme para iniciarme en la fotografía de animales. Ya hemos visto que su principal problema es que disminuye la luminosidad del objetivo de forma proporcional. Y algo se degrada la imagen. Pero si partes de buenos objetivos, la cosa puede ser razonable y llevadera.
Con el 200/2,8 y el teleconvertidor 2x empecé a hacer alguna fotografía desde el balcón de casa. No he tenido todavía ocasión de probarlo calmadamente en el campo.
El caso es que mi intención era tener un sistema para macrofotografía con resultados dignos, con una inversión moderada y polivalente. A los objetivos de los que dispongo, en principio el 200/2,8, y al teleconvertidor, tengo que añadir el juego de tubos de extensión de Kenko, con longitudes de 12, 20 y 36 mm. Se pueden usar juntos con una longitud de hasta 68 mm, pero para evitar desequilibros, prefiero usarlos de uno en uno. Si hago las matemáticas adecuadas en la página de Cambridge in colour, obtengo lo siguiente.
El 200/2,8 con el tubo de 36 mm permite una escala de reproducción de 1:3 a 105 cm de distancia de enfoque mínima. No está mal.
Si ha esta combinación le añades el teleconvertidor 2x, mantienes los 105 cm de distancia, pero con una escala de reproducción de 2:3. Ya estamos sin lugar a duda en territorio macro, con una distancia de enfoque muy cómoda para trabajar en el campo.
Veamos el montaje que probé en casa.
Como vemos, la distancia de trabajo entre la cámara y el objeto sobre la mesa, un pequeño tomate raf, es muy cómoda. Veamos ahora la imagen. En primer lugar despejado el tomate de todo tipo de cosas, y luego con una regla para comprobar la escala de reproducción de forma empírica.
Los resultados en la práctica se acercan bastante a las matemáticas teóricas calculadas anteriormente a partir de las especificaciones técnicas de los distintos componentes. Hice varias pruebas con distintos diafragmas, para jugar un poco con la profundidad de campo que es muy limitada a estas escalas de reproducción. Para apreciar un poco mejor la nitidez del resultado, cogí una de mis viejas cámaras clásicas para comprobar cómo iba. No va mal. La calidad es bastante más que razonable.
Los multiplicadores de focal de Canon no se pueden acoplar a cualquier objetivo. Los elementos delanteros de su fórmula óptica protuyen sobre la montura y necesitan un objetivo con un hueco suficiente para que no rocen con los elementos traseros del mismo. Por ejemplo, no se puede montar con el EF 85 mm 1:1,8 USM ni con el EF 24-105 mm 1:4 IS USM. Pero, ¿qué pasa si ponemos un tubo de extensión entre el 85 mm y el multiplicador de focal 2x? Hagamos las matemáticas.
El 85/1,8 con el tubo de extensión de 36 mm permite una escala de reproducción de alrededor de 1:2 a 37 cm de distancia de enfoque mínima. Una distancia de enfoque mínima menos favorable que en el caso anterior, pero con un mayor efecto sobre la escala de reproducción. Estoy redondeando. Ignorando decimales para una mayor claridad de exposición. En realidad la escala de reproducción es algo mejor todavía.
Con el tubo de extensión de 36 mm instalado, ya tenemos espacio para instalar el multiplicador 2x, que funciona sin problemas. En este caso, obtenemos una escala de reproducción de 1,1:1 para esos 37 cm de distancia de enfoque.
Por encima del tamaño de la vida real. Y con un coste de 100 euros sobre mi capacidad instalada actual, en lugar de gastar los 650 euros del EF 100/2,8 USM o los 900 euros del EF 100/2,8 L IS USM. Ambos llegan a 1:1 con una distancia de enfoque parecida. No pierden luminosidad al enfocar en aproximación, pero su longitud focal sí que se reduce a unos 75 mm efectivos. Seguramente tendrán mejor resolución óptica, pero para un uso esporádico, parece que tenemos un sistema competitivo.
Comprobémoslo en la práctica.
La prueba la hacemos con el objetivo de la Zeiss Ikon Ikonta B, primero despejado de todo obstáculo, después colocando la regla que sale un poquito movida, pero nos hacemos a la idea.
Acabamos, por 100 euros, de dotar de notable versatilidad al equipo previamente disponible, con pérdidas de calidad y de comodidad de trabajo perfectamente asumibles. Recuerdo de nuevo que, partiendo de buenas piezas ópticas de base, la pérdida de calidad existen pero son razonables, y que hay una pérdida de luminosidad, pero que en el caso del 85 mm la máxima apertura es f/1,8 por lo que nunca nos ponemos en situaciones difíciles de manejar. Estamos enfocando de forma manual y con la ayuda de la pantalla trasera.
Por supuesto, todo esto trabajando con la Canon EOS 5D Mark II, cámara con un sensor de 24 x 36 mm. Si esta última combinación la utilizamos con una cámara de sensor tipo APS-C, añadimos el factor de recorte 1,6x. Por ejemplo, con mi veterana Canon EOS 40D. El 1,1:1 de escala de reproducción se mantiene, pero por el recorte simula ser un 1,76:1... a 37 cm de distancia. Veámoslo con algunas chinchetas de colores.
Insisto. No tiene la misma comodidad y pierde algo de calidad con respecto a trabajar con un magnífico EF 180 mm 1:3,5 L USM. Pero es que una inversión en un objetivo de esas características son palabras mayores salvo que le vayas a sacar un rendimiento de alguna forma. La combinación de tubo de extensión más multiplicador 2x, siempre con el multiplicador montado sobre la cámara el tubo de extensión en el objetivo, y el 200/2,8 permite una cómoda distancia de trabajo. Con el 85/1,8 una escala de reproducción alta. El coste del multiplicador entre 100 y 150 euros. Los otros dos objetivos los compré de segunda mano en los últimos 16 años, con costes que en ningún caso superaron los 350 o 300 euros cada uno de ellos, teniendo además otras aplicaciones. Ambos son excelentes retrateros.
No sé todavía cuánto lo voy a utilizar. Pero si no hago macro de ahora en adelante, será porque no quiera, no porque no pueda.
Durante la semana pasada, entre 22 y el 25 de febrero de 2016, de 19:30 a 21:00 de la tarde (algo más se estiraba la sesión todos los días), estuve realizando un taller de macrofotografía con la Asociación Aragonesa de Fotógrafos de Naturaleza (ASAFONA). Hace un par de meses que he empezado a relacionarme y ser miembro de esta asociación, "empujado" casi literalmente por un par de colegas con quienes coincido también en Fotógraf@s en Zaragoza. He de decir que siempre me he sentido atraído por la fotografía de paisaje, aunque le he dedicado más tiempo al paisaje alterado por el ser humano que al paisaje natural propiamente dicho. No tanto por la botánica y los animales, terrenos donde me siento un poco "pez", nunca mejor dicho. Y la macrofotografía hace tiempo que es una disciplina por la que he sentido curiosidad, más por las posibilidades estéticas que por la inquietud científica, eso sí.
He de decir que me costó un poco entrar en la dinámica de la actividad. Cada organización tiene su cultura, sus formas de hacer las cosas, y no conocía todavía los modos de la asociación. Siempre soy introvertido hasta que voy cogiendo confianza. El curso lo impartió José Benito Ruiz, fotógrafo profesional que se dedica a diversas vertientes o géneros de la fotografía, con una gran presencia de la fotografía de naturaleza en su actividad, y que también dedica una generosa parte de su actividad profesional a la docencia y a la escritura de libros sobre fotografía. Me he quedado con una duda... ¿José Benito... es un nombre compuesto, o es nombre y apellido? La gente le llamaba más Benito que otra cosa...
Como digo, me costó entrar en la actividad, especialmente porque el primer día lo dedicó sobre todo a repasar conceptos generales sobre fotografía, desde enfoques plenamente válidos e interesantes, pero distintos a los que he usado yo para formarme como aficionado a la fotografía desde los tiempos de la Spectrum hace 22 o 23 años. Pero en el momento en que entró en material, la macrofotografía con especial hincapié en el medio natural, mi capacidad de meterme en los conceptos se ponían sobre la mesa aumentó muchos enteros. Más cuando dijo, y demostró con imágenes, que su interés personal iba más por los aspectos artísticos o estéticos de la fotografía que por los científicos. Aunque supongo que como profesional estará a lo que demande el cliente.
Me hizo especial ilusión cuando recomendó la obra de Karl Blossfeldt, un fotógrafo alemán a caballo entre el siglo XIX y el siglo XX que acumuló una obra de enorme interés en la fotografía de formas vegetales. Recuerdo que tuve ocasión de visitar una exposición sobre la obra de Blossfeldt en el certamen Huesca Imagen en algún momento de la segunda mitad de los años 90.
Lo cierto es que los materiales con los que vamos a trabajar nosotros no serán los mismos que utilizaba Blossfeldt. Me puedo imaginar al alemán con su cámara de banco de gran formato, encuadrando y enfocando minuciosamente sus muestras vegetales, con un exquisito sentido estético. Nosotros solemos usar las modernas cámaras digitales de objetivos intercambiables. Lo cual es peligroso porque en ocasiones nos hace correr más de la cuenta.
La cámara de las que tengo que mejor calidad puede darme para macrofotografía casi con toda seguridad es la Canon EOS 5D Mark II. Aunque el único objetivo específicamente macro que tengo para este sistema, un viejo Cosina MC 1:3,5 100 mm Macro que alcanza la escala de reproducción 1:2, tuvo un accidente y no funciona bien. Con una lente de aumento complementaria alcanza el 1:1. Tampoco es gran cosa... aunque ofrece unos resultados más que dignos siempre que no se use a plena apertura. Opté por llevarme para las prácticas el Canon EF 1:2,8 200 mm USM II con un juego de tubos de extensión Kenko de 12, 20 y 36 mm.
Tengo también un Pentax SMC-A 1:4 100 mm Macro que funciona con mis cámaras Pentax, también con una escala de reproducción nativa 1:2, al que se le puede acoplar la lente de aumento del Cosina para una escala 1:1. Y un Panasonic Leica DG Macro-Elmarit 1:2,8 45 mm, para cámaras micro cuatro tercios, que alcanza de forma nativa la escala 1:1, pero tiene una distancia mínima de enfoque poco favorable.
En cualquier caso, para este curso decidí pensar en grande y me llevé el equipo Canon EOS que ya he comentado. Porque el último día de curso, repartidos por grupos hicimos algunas prácticas con las socorridas orquídeas que se venden en grandes superficies. También me llevé mi flash chino para la Canon, que vino bien. Y el trípode, claro.
Primero probé con diversas configuraciones del 200 mm con uno o varios tubos de aproximación, y utilizando el flash desde distintas orientaciones, siempre convertido en luz difusa con una plancha de policarbonato alveolar, como método barato de conseguir una luz controlada y suave.
Algunos resultados interesantes se produjeron cuando cambiamos la luz instantánea del flash por la luz continua de una linterna Omersub Moonlight. Aunque no perfectos, los resultados me parecieron más interesantes. Sin el follón de todo el conjunto de personas participantes que iban y venían, pasaban y traspasaban, pensando un poquito, hubiéramos conseguido una composición y un esquema de luz satisfactorio.
Y también cambiando el feo fondo que eran las paredes del salón de actos de la Agrupación Artística Aragonesa, donde se celebraba el curso.
Un curso que apenas llega a las ocho horas de duración da para lo que da. Lo importante es la generación de ideas, y la adquisición de alguna solución a los problemas de la práctica. Lo siguiente es practicar... hasta morir. Y así, tal vez logremos dominar algo de la técnica.
Con una cámara, un objetivo macro y un iPad ¿quién no tiene algo de esto o parecido en su casa?
Uno de los problemas que tiene lo de la fotografía tradicional con película fotográfica es que, a pesar de todo, también queremos enseñar las fotos por internet. O retocarlas en nuestros programas de edición favoritos. Muchos caemos en procesos mistos, físicoquímicos + digitales.
Llevar a digitalizar, o escanear, los negativos a los comercios usuales he comprobado últimamente que es un deporte de riesgo. Te puede pasar cualquier cosa, con los negativos o con los archivos de imagen que te entregan en el CD/DVD. No he probado canales profesionales. Que supongo que serán mucho mejores y fiables, pero mucho más caros.
En los últimos tiempos, tengo más o menos resuelto el tema con un escaner plano de sobremesa Epson Perfection V600 Photo. Da una calidad razonable. Eso sí. Por mucha resolución espacial teórica que pueda dar, me conformo con el límite de los 2400 píxeles por pulgada. Algo menos de 950 píxeles por centímetro. Eso me da unos archivos de algo menos de 4 megapíxeles para la Canon Demi EE17 (medio formato, 24 x 18 mm), algo menos de 8 megapíxeles para la película tradicional (24 x 36 mm), o algo menos de 20 megapíxeles para la Fuji GS645S Professional (formato medio, 54 x 40,5 mm). En el caso de los fotogramas grandes no esta mal, pero con los fotogramas más pequeños va un poco justito. Usable, pero justito.
Y tienen otro problema. Al contrario de los escáneres dedicados de película, que han de ser apreciablemente más caros para ser realmente mejores, y mucho más caros si han de admitir la película de formato medio, no se ajusta el enfoque de la célula que escanea respecto a la distancia a la película, y ahí hay pérdidas de nitidez. No escandalosas, especialmente si la película queda bien plana, pero pueden estar ahí. Especialmente si la estabilidad dimensional de la película es floja y se curva.
Tras leer el artículo “Fotografía de andar por casa” de Manu Muñoz en el blog de Sales de Plata, donde se apañaba con una cámara réflex, una caja de tetrabrik vacía y el teléfono móvil, y tras investigar por ahí otras opciones, este fin de semana de viento fresco lo he dedicado a probar el invento, sin tetrabrik, y sustituyendo el teléfono móvil por un iPad, que me parece más cómodo. Os muestro fotos de la instalación.
Utilizo un portanegativos de los que uso en el escáner plano, un iPad, y pongo un poco de distancia con unas cajitas de diapositivas. Esto es por dos motivos; para que en todo caso los píxeles de la tableta esté desenfocados y sean un luz difusa, y por la comodidad a la hora de colocar la cámara y el objetivo.
Como cámara uso una Olympus OM-D E-M5, con una buena pantalla trasera articulada, y con nivel electrónico para garantizar la horizontalidad del sensor, y que quede perfectamente paralelo respecto a los negativos. A distancia de trabajo macro, cualquier pequeña variación puede provocar una pérdida de nitidez. Como objetivo, un Panasonic Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH OIS. Diafragma a f/8, para aumentar la profundidad de campo ante pequeñas desviaciones de la horizontalidad de cámara o película. A ese diafragma el viñeteo es nulo. Y no hay distorsión apreciable en la imagen. Disparo con temporizador, para evitar trepidaciones, ya que la exposición, a 200 ISO, la más baja posible, es de uno poco segundos.
Aquí vemos el portanegativos, en este caso uno de la “secta” de los lomógrafos”, que es menos aparatoso que el original del escáner, y además permite sacar también hasta las perforaciones de la película. Imprescindible una buena pera de aire que hay que usar a fondo para eliminar por completo el polvo de los negativos. Esta es de Giotto.
Hasta aquí el aparataje, y os podéis hacer una idea de cuál es la forma de proceder. De esta forma obtengo unos archivos de algo más de 16 megapíxeles. Eso sí, sea cual sea el tamaño del negativo de origen. No he probado, pero con los negativos más grandes, podría sacar varios archivos parciales de cada uno, y luego ensamblarlos para una resolución mayor. Ya veré si lo hago. Tampoco siento la necesidad.
Fueron los primeros que probé. No forcé la maquina y con cada uno de ellos utilicé la mitad del archivo. Así que el tamaño aprovechable es de unos 8 megapixeles. Menos que los casi 20 que conseguí con el escáner plano de Epson. Pero mucho más nítidos. Una vez familiarizado con el proceso, sin problema podré usar integralmente los 16,1 megapixeles que ofrece la cámara.
Con una archivo DNG que ocupa menos que los TIFF de 16 bytes del escáner plano, el procesado posterior en Adobe Lightroom para ajustar luminosidad y contraste es pan comido.
Eso sí, donde no hay plata no hay nada que hacer. Y este negativo que está ligeramente subexpuesto, tiene sombras sin textura que no se pueden rescatar. Pero es culpa mía por subexponer en el momento de la toma.
En cualquier otro escenario, una alternativa perfectamente razonable al escáner plano. Salvo por el tamaño de los archivos que es menor. Claro que ya he dicho que podría optar por hacer cuatro tomas parciales de cada negativo y obtener una resolución mayor.
Ahora vamos a pasarnos al otro extremos. Repetiremos el proceso con negativos de la Canon Demi EE17, alguno de los cuales también está visto por aquí digitalizado con el escáner plano de sobremesa.
En esta ocasión, el proceso se ha de realizar con mucho más cuidado, porque para llenar el archivo digital con el fotograma de 24 x 18 mm (es la quinta parte que los anteriores), hay que enfocar a una distancia mucho más corta y con más precisión para evitar pérdidas de nitidez por no estar la película y el sensor perfectamente horizontales y paralelos.
Un negativo que es la quinta parte del tamaño que el anterior, con una cámara de 1966, frente a la cámara y el objetivo Fuji de los años 80, tiene una calidad intrínseca menor. Su capacidad para ser ampliado es mucho menor. Lo cual es algo a tener en cuenta.
A eso hay que sumar que las fotografías del puente de Brooklyn están tomadas con una agradable luz de un 1º de octubre, con buen tiempo, y aquí estamos ante otras tomadas en una tarde lluviosa y poco luminosa de finales de noviembre. Las primeras con diafragmas de trabajo de f/8, óptimos, y estas a f/1,7.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, tengo la sensación que en este caso el resultado final es apreciablemente mejor que con el escáner plano. Y tras recortar un poquito los laterales, tienes unos archivos de entre 8 y 12 megapíxeles frente a los menos de 4 megapíxeles de la técnica anterior.
Sin embargo, tiene un inconveniente. Con el portanegativos doble del escáner Epson, puedes dejar a escanear 24 negativos de una tacada, y mientras hacer otras cosas. Sin embargo, con esta técnica hay que ir dedicando cuidadosa atención a cada uno de ellos. El proceso total no dura mucho más, quizá menos, pero no puedes estar haciendo otras cosas.
Finalmente, el artículo de Manu Muñoz, cuya página web había olvidado enlazar, señala que sólo utiliza su técnica de digitalizado casero con negativos en blanco y negro. Los negativos en color vienen con su máscara naranja, y puede ser complejo corregir y conseguir un buen equilibrio de color.
Yo he osado el proceso con unos negativos de 1990, de una excursión a primeros de noviembre al cañón de Añisclo. Fotografías tomadas con una Pentax P30N y un SMC-A 50/2. Si no recuerdo mal.
Las primeras pruebas me han costado de afinar. Y algunos colores, como los rojos no los he llegado a equilibrar correctamente.
Poco a poco, los resultados han ido mejorando, aunque esta parece un poco pasada de amarillo.
En un momento dado, he ido consiguiendo rescatar, evitando saturaciones excesivas, los colores propios del otoño en los Pirineos. Aunque aquí también me parece notar una dominante cálida excesiva.
Mientras que esta vista de las proas de los Sestrales está un poco fría. Pero bueno, todo es cuestión de ir aprendiendo a valorar correctamente el color, y sacrificar en un momento aquellos colores menos representado en favor de los que dominan la imagen. El escáner Epson de sobremesa hace un mejor trabajo corrigiendo automáticamente.
Evidentemente, una película bien expuesta, de buena calidad, y correctamente digitalizada puede dar unos resultados excelentes. Pero los mejores escáneres de película cuestan un riñón. Veo por ahí algunos Flextight de Hasselblad con precios entre los 15.000 y los 24.000 dólares. Está claro que con mi cacharrito de menos de 300 euros no se puede conseguir lo mismo. Pero combinando este en alguans ocasiones con mi fiel Olympus y el estupendo Panasonic macro firmado por Leica, se pueden llegar a conseguir resultados bastante honorables, que me siguen animando a seguir haciendo fotografías con película. Porque las cámaras de antaño tienen un no sé qué, qué se yo, que no lo tienen las modernas digitales. Es el tacto, es el sonido, es el rito, es la pedagogía que les acompaña,… lo que sea, pero no es lo mismo.