Hace ya mes y medio que fuimos a fotografiar los castillejos de la sierra de Armantes, no lejos de Calatayud. Ya os mostré en su momento algunas de las fotografías que realicé con la pequeña Panasonic Lumix GM5, y si os interesa en estos momentos están apareciendo en mi cuenta de Instagram algunas "polaroids" en blanco y negro que realicé en aquel momento.
Pero hubo más en aquella excursión, que en parte se vio gafada por la mala suerte. Ya comenté en su momento que mi teléfono móvil me abandonó en algún lugar del bosque de pinos que hay que atravesar caminando para llegar a los castillejos desde el lugar donde dejamos el coche. Y también tuve un percance con los carretes de película negativa en color que llevé.
Para esta excursión, y siguiendo la tónica que había adoptado durante el verano, me llevé un cámara con un 50 mm. En esta ocasión, la Leica M2 con el Carl Zeiss Planar 50/2 ZM. La M2 es una cámara ligera y muy agradable de manejar. El 50 mm de Zeiss es uno de los mejores objetivos que tengo. Creo que sólo hay otro que lo supera en nitidez, y comparte la misma montura con él. Cuando llegamos al estacionamiento, cargué la cámara con un carrete de Fujicolor C200.
La Fujicolor C200 es una película modesta; la más económica del catálogo de Fujifilm. Como en otras marcas, han optado por la sensibilidad de ISO 200, una sensibilidad un poco en tierra de nadie, para su producto más asequible. Con Kodak pasa lo mismo, el carrete que me regalaron en Seúl para probar la Leica Minilux también era un 200. Son películas que dan resultados aceptables, pero que no brillan por nada en especial. No tiene un grano más fino ni más nitidez que las de ISO 400 más prestigiosas, que son mucho más útiles cuando la luz empieza a fallar y cuando quieres conseguir profundidades de campo extendidas en paisaje. Y tampoco tiene la sutileza y reproducción de las películas de menos sensibilidad. Pero son baratas y no dejan de ofrecer buenos resultados, bien utilizadas. Es decir, no subexponer nunca, ni pasarse con la sobreexposición, para evitar desaturar en exceso los colores. Estas películas procuro exponerlas bien o sobreexponerlas un paso, pero no más.
Dicho lo cual, en combinación con el Planar 50 mm, midiendo con cuidado con un fotómetro externo, la M2 no lleva fotómetro incorporado, he obtenido negativos bien expuestos, con una aceptable gama de valores, sin luces empastadas ni sombras empastadas, y colores razonablemente fieles.
Dicho lo cual, hay que reconocer una cuestión. A la hora en que llegamos, el sol todavía estaba alto, la luz todavía no tenía una calidad muy adecuada, las escenas eran muy contrastadas, y por lo tanto, las fotografías no son las mejores que se puede conseguir en ese entorno. Mi idea era hacer un primer carrete con esa Fujicolor C200, pero llevar preparado otro con mejores características para el final de la tarde.
La película que llevaba preparada era la Fujicolor Superia XTra 400, que ya he venido utilizando con asiduidad durante el verano. Tiene un paso más de sensibilidad. Tiene un grano y una nitidez al menos del mismo nivel que la C200 si no mejores. Ofrece unos colores más saturados, adecuados para fotografía de paisaje. Y por lo tanto, si se sobreexpone un poco, aunque pierda un poco de saturación, se mantiene a buen nivel.
Si a todo lo anterior le sumas que la luz fue mejorando y haciéndose más agradable, y que llevaba encima el trípode y el cable disparados para permitirme seguir haciendo fotos cuando la luz se hiciese más débil, la cosa pintaba bien... pero no.
El problema de las Leica de hace cinco décadas o más es que tienes que tener mucho cuidado al cargar la película. No es su punto fuerte. De hecho son un verdadero grano doloroso en salva sea la parte. Y aunque estaba convencido de que había cargado correctamente el carrete de Superia 400, lo cierto es que no. Y me puse a hacer fotos que no impresionaron superficie sensible alguna. Cero. Nada.
La tarde estaba parcialmente gafada. Lo del teléfono y esto. Otra vez será. Nos tendremos que contentar con lo hecho hasta ese momento. Y eso sí, la cámara muy agradable de usar, salvo por sus problemas para cargar la película, en combinación con una óptica tan nítida como la del Zeiss Planar 50/2, ofrece mejores resultados que cualquiera de las opciones usadas previamente durante este verano para excursiones similares. Pentax MX con SMC-A 50/2, Canon EOS con EF 50/1,4, Nikomat con Auto-S 50/1,4,... todas ellas son buenas soluciones, pero menos nítidas que las que ofrece el Planar. Convencido estoy.
Hace poco más de un mes hacía un repaso a la primera de tres películas KONO! que me habían llegado a casa como un regalo unas semanas antes. Ya conté en ese momento, seguid el enlace con el que comienzo esta entrada, que se trataba de un regalo sorpresa. Y que no tenía ni idea de lo que iba a salir de allí. La primera película que usé, en blanco y negro, me trajo no pocos quebraderos de cabeza para obtener imágenes con cierto interés por su elevado contraste.
Las características generales de la película tal y como vienen descritas en la página web me indican grandes similitudes con la Lomography Redscale, una película que ya he tenido oportunidad de usar en formato medio, pero que no he presentado por problemas en el revelado. Tengo pendiente volver a ello.
En esencia, estas películas son películas negativas en color al uso, pero que se envasan con la emulsión al revés. De esta forma, los rayos de luz se encuentran con las distintas capas sensibles acopladas a los colorantes en orden inverso. Como la capacidad de penetración de las distintas longitudes de onda del espectro de la luz es diferente, la apariencia de la fotografía presenta unos colores desviados con respecto a la escena original. Si se usa la película a la velocidad nominal de la emulsión, con unas fuertes dominantes rojas.
Claro. Los más observadores de vosotros estaréis diciendo, "oye, que las fotografías que nos enseñan no tienen dominantes rojas; tienen unos colores raros pero no están rojizas". Cierto. Como he dicho, tal cosa sucede exponiendo la película a su sensibilidad nominal. Para la película de KONO! nos dan una sensibilidad nominal de ISO 400. Nos dicen en su página web que procede de recortes de película cinematográfica, encarretada individualmente. Supongo que al igual que la película en blanco y negro, procederá de sobras de rollos de película cinematográfica Eastman Kodak. Alguna Vision3 de la que proceden también las Cinestill y alguna otra. Supongo.
Observemos el carrete de película...
Nos dicen que se revela en el proceso C-41, el estándar para los negativos en color. Que tiene 24 exposiciones... La deben encarretar a ojo y son generosos. A mí me han salido 28 fotogramas. Algo así me pasó también con la película en blanco y negro. Y dice... ISO 100-400. Nop. El valor ISO es único. Y por lo que dicen en la página web es 400. Lo que nos quieren decir es que consideran aceptable usar la película a índices de exposición (IE) entre 100 y 400. Siendo este último su sensibilidad nominal. O sea, que podemos sobrexponerla hasta dos pasos. En ese caso, al aumentar la cantidad de luz que llega, las longitudes de onda del azul y el verde, que a la sensibilidad nominal apenas llegaban a los colorantes que las registran, tienen más posibilidades de hacerlo. La dominante roja se reduce o desaparece, aunque los colores siguen alterados sobre lo que sería una película normal y corriente.
Lo cierto es que yo había visto ejemplos de esta película y de la Redscale de Lomography expuestos a su sensibilidad nominal, y tanta dominante rojiza no siempre, o casi nunca me convence. Y si lo hace, me cansa. Por ello quería usarla a un índice de exposición superior. Como los carretes son de reciclaje, tiene oculto el código DX que indica a la cámara con los contactos adecuados la sensibilidad de la película. Utilicé para hacer las fotos la Leica Minilux que me traje de Seúl. Uno de los defectos de la cámara es que la sensibilidad de la película sólo se puede ajustar usando el código DX. Si el carrete no lo posee, la cámara expone para un índice de exposición 100, sea cual sea la sensibilidad ISO de la película. Yo sabía esto, así que sabía que la cámara me iba a sobrexponer dos pasos la película. Sin tener que preocuparme de más.
Ni que decir tiene que la cámara se portó muy bien, y que estoy muy contento de su desempeño, en una cálida tarde de otoño, con un cielo cubierto de nubes, pero que dejaba pasar abundante luz, la cual era difusa y agradable. Aunque en los últimos fotogramas que hice, ya un poco bastante escasa. Pero la cámara aguantó, realizando exposiciones a 1/30 segundo para una focal de 40 mm sin que trepidase.
Y queda una última pregunta que también se harán los más observadores: "¿Qué es esa trama de puntos gordotes que aparece en las fotografías, en unas de forma más notorias que en otras?". Cuando me llegó la película revelada me extrañó, aunque el efecto me gustó. Ya me iba a disponer a comprobar si también es una gracia de KONO! parecida a los numeritos que aparecía azarosamente en la película en blanco y negro. Pero un correo electrónico del técnico que la reveló me lo aclaró. Al introducir la película en la reveladora tal cual, entró con la emulsión invertida como viene en el carrete. Y al ser la cara de la emulsión más delicada, quedó marcada por los rodillos de avance de la película en la reveladora. Un error,... que en esta ocasión me resulta afortunado.
No me enrollaré mucho más. Los resultados de usar esta película me gustan. ¿Repetiré? Mmmmmmm... Es cara... 12 euros por 24 a 30 fotogramas a los que además hay que sumar los costes de envío. Y desde mi punto de vista hay que saber seleccionar el momento en que hay usarla. Con qué luz y con qué motivos. Finalizaré de probar la Redscale de Lomography. Si no recuerdo mal, el paquete de tres rollos en formato 120 me costó unos 15 o 16 euros. La diferencia es notable. Y encima para formato medio. Y yendo caminando a la tienda, lo que es muy sano, y ahorras los gastos de transporte. Si las futuras pruebas siguen bien, sí que usaré estas películas, pero la versión Lomography.
El año pasado por estas fechas hacía un resumen de la jornada de práctica fotográfica en Monreal del Campo con motivo de la recogida de la flor del azafrán. En aquel momento, opté por usar mi modesta pero eficaz cámara digital Pentax K-S1 y el veterano Pentax SMC-A 100/4 Macro, con buenos resultados. Este objetivo ofrece una reproducción máxima a escala 1:2, que llega a 1:1 con la ayuda de una lente de aproximación de 10/3 dioptrías.
Como la experiencia fue muy buena, este año hemos vuelto a repetir. Incluso en más número. Nuestra expedición constó de 10 personas, muy motivadas a hacer fotos y a pasarlo bien. Yo hice algunos cambios en el equipo y en el planteamiento de la jornada fotográfica. Me llevé la Olympus OM-D E-M5 con el Panasonic Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH como equipo principal para macrofotografía. Y la veterana Pentax MX, para película tradicional de 35 mm con doble perforación, con el SMC-M 50/1,7 para reportaje, y el SMC-A 100/4 Macro por si me apetecía probar el macro con soporte fotoquímico. No dispongo todavía de los carretes revelados expuestos con esta última. Así que aquí os traigo los resultados obtenidos con el macro digital.
El año pasado la máxima escala de reproducción que pude conseguir era 1:1, como ya he dicho. Puesto que el Macro-Elmarit de forma nativa llega a esta escala de reproducción, al añadir la lente de aproximación mencionada es posible llegar a una escala de reproducción 1,33:1, superior como vemos. Si además tenemos en cuenta que el formato hace que haya un recorte sobre APS-C de la cámara Pentax, en los 16 megapíxeles de la Olympus todavía encontramos un mayor nivel de detalle sobre los objetos fotografiados, aunque la imagen sean de menor tamaño. La Pentax tiene 20 megapíxeles, pero si recortásemos para tener un encuadre equivalente, perderíamos bastante información.
Además, la pantalla de la Olympus es orientable, lo cual supone una ventaja sobre la fija de la Pentax. De hecho, con esta última, el encuadre lo realicé fundamentalmente por el visor réflex. Sin embargo, con la pantalla de la Olympus tiene suficiente calidad como para permitirme enfocar con precisión, como se puede comprobar en las imágenes. Hice muchos menos disparos que el año pasado para un número de imágenes técnicamente aceptables similar.
Pero toda balanza tiene dos platos; en este caso, el de las ventajas y el de los inconvenientes. Entre los inconvenientes, el principal es que el enfoque manual del Macro-Elmarit, o cuando en enfoque automático corregimos el enfoque manualmente, no es mediante un accionamiento mecánico con topes en la distancia mínima de enfoque o en la máxima. El aro de enfoque sirve para accionar el motor de enfoque y no tiene fin. Con lo que es difícil saber cuándo has llegado a los extremos al enfocar manualmente. En macrofotografía, no me gusta confiar en el enfoque automático. Así que enfoco manualmente la escala de reproducción que prefiero, y luego ajusto el enfoque con pequeños movimientos del equipo hacia adelante o hacia atrás. No he utilizado trípode. Las flores del azafrán nacen a ras de suelo, así que la posición al fotografiar es cuerpo a tierra, dando estabilidad a la cámara con el cuerpo y los dos codos, que hacen de trípode. Los resultados son buenos, especialmente con los sistemas de estabilización de imagen de ambas cámaras, aunque el de 5 ejes de la Olympus es superior. Y se nota. Con un 45 mm que es equivalente a un 90 mm en formato completo, con escalas de reproducción de 1:1 o 1,33:1 he conseguido fotos nítidas disparando a 1/25 segundo. Con el 100 mm de la Pentax esto no es posible. De todas formas, especialmente cuando empezamos a fotografiar con las primeras luces del día, hubo que subir en algún momento la sensibilidad hasta ISO 1600, por lo que ha habido que esmerarse en el procesado, reduciendo el ruido pero sin afectar a los detalles finos.
El problema que ha aparecido con el equipo de este año procede de la utilización de la pantalla posterior como elemento para encuadrar y enfocar. En principio, el enfoque no ha sido problema. Especialmente porque el color rojo intenso de los estigmas del pistilo de la flor hacen fácil su visión en la pantalla y conseguir la nitidez necesaria, incluso sin aumentar en la pantalla la imagen. Pero puede haber detalles interesantes en el cuadro que no se ven. Yo tengo ya un cierto grado de presbicia por lo que pierdo detalles en la visión cercana. Por ejemplo, en la mayor parte de las fotografías no era consciente de las microgotas que cubrían los elementos de la flor. Era consciente de que había algunas gotas de rocío, pero no tenía claro que prácticamente todas las imágenes iban a estar cubiertas por estas gotas. El año pasado no estaban, a pesar de que había llovido por la noche.
Me he sentido especialmente frustrado con la siguiente imagen que presento, en la que había un pequeño insecto, de unos pocos milímetros, en el extremo de los estigmas, que hubiera querido sacar nítido... si lo hubiera visto. No lo vi. Ha sido un hallazgo al revisar las fotografías. Lo que aparece nítido es uno de los estigmas, el que elegí en la pantalla, pero la profundidad de campo con estas escalas de reproducción no es lo suficiente amplia como para incluir al insecto. Una pena.
Cada uno de los equipos utilizados, el año pasado o este, tiene sus ventajas y sus incovenientes. Creo que en la evaluación de los mismos hay un factor importante que ya he mencionado. El número de fotografías técnicamente aceptables es mayor con la cámara Olympus y el Macro-Elmarit que con la Pentax. Otra cosa es la calidad estética, que ahí entran otros factores.
Ahora queda recibir los carretes de Kodak Portra 400 que usé con la Pentax MX. Así que habrá una segunda parte de esta crónica sobre nuestra jornada en Monreal del campo. De momento me despido con una imagen más de las bonitas rosas del azafrán, así como de mi ejemplar de estampa con los pigmentos de la flor que realicé en el taller que se organizó con posterioridad, de lo que os hablaré más ampliamente en su momento.
En mis últimas vacaciones fuera de España, en la República de Corea, no pensé en dedicarme a hacer compras de ningún tipo. Bueno... cuando viajo, salvo algún recuerdo o detalle para mi hermana y mi sobrino, no me suelo dedicar a ir de compras. Salvo libros, en determinados destinos, y, si se tercia, algún chisme fotográfico con el que incrementar significativamente mi colección. Pero sinceramente, en esta ocasión, no llevaba nada pensado ni planificado. Y menos teniendo en cuenta que un incidente con el teléfono móvil una semana antes del viaje me supuso desembolsar una significativa cantidad de dinero en uno nuevo.
Pero el diablo está siempre al acecho. Así que el día 2 de octubre llegué a Seúl, a primeras horas de la tarde. Entre que me acomodé y no en el hotel, cuando salir a dar un paseo de orientación por la ciudad, quedaban ya muy poco ratito de sol y luz. Pero fui a ello, y a unos 400 metros del hotel en dirección a Nandaemun, la Puerta Sur de Seúl, me encontré con una colección de unas diez tiendas de fotografía, todas ellas con unas vitrinas abundantemente surtidas de cámaras de segunda mano y ocasión, algunas de ellas muy "apetitosas". He de reconocer que en principio me resistí a mirar con excesivo detalle o a entrar a preguntar.
Los días siguientes fueron festivos o semifestivos en Corea del Sur por lo que, cuando pasé eventualmente por las cercanías de estos comercios, estaban cerrados y con las persianas metálicas echadas. Es cierto que el día en que me fui de Seúl en dirección a Busan, camino de la estación pasé por delante de ellas,... y estaban abiertas. En concreto, en una de ellas vi una preciosa Fujifilm Klasse W, una cámara compacta de alta gama que sólo se comercializó en Japón, y tal vez en algún otro país vecino como pudo ser Corea del Sur. Pregunté precio... y se salía de todas mis previsiones. Una pena. Así que abandoné Seúl y no le di más vueltas al asunto. Hasta que volví.
El día en comencé el regreso a Zaragoza tenía unas horas disponibles desde el momento en que llegué a la estación de Seúl hasta la hora conveniente para dirigirme al aeropuerto de Incheon. Así que dejé la maleta en una taquilla de equipaje en la estación y me fui a pasear en una tarde excelente. Y volví a pasar por delante de estas tiendas. Y en una de ellas me encontré una bonita Leica Minilux, un modelo de compacta de alta gama que ya hace veinte años que mí era un objeto de deseo fotográfico. Entre a preguntar precios, entré en conversaciones, algunas cuestiones... unas dudas, aclaraciones y...
Con un precio no barato pero muy razonable y dentro de mis posibilidades, compré la compacta de Leica. E incluso empecé a usarla con el carrete de Kodak SuperColor 200 que me regalaron en la tienda. Di que siendo por la tarde, y con lo pronto que oscurece en esos países en los que no adaptan su horario al verano, pocas fotos pude hacer. Pero bueno, ahora os lo voy contando. Primero, las características de la cámara.
Es una cámara compacta para película tradicional de 35 mm, con una objetivo fijo Summarit 40 mm f/2,4, de exposición y enfoque automáticos, flash incorporado y fabricada en materias nobles. Principalmente titanio forrada parcialmente con piel. Sus líneas son austeras, es básicamente un paralelepípedo con las esquinas y los bordes ligeramente redondeados, de tamaño contenido pero más grande que otras similares de la época. Vista de frente es muy elegante y parece más pequeña de lo que realmente es. Pero es ligera y cómoda de usar.
He dicho que la exposición y el enfoque son automáticos, y así es. Pero se pueden controlar manualmente, al menos de forma parcial. La cámara puede funcionar en modo prioridad a la apertura, seleccionando manualmente las aperturas entre f/2,4 y f/16 en pasos completos. Bueno, entre f/2,4 y f/4 hay un 1,5 pasos de exposición. Y también se pueden seleccionar las distancias de enfoque manualmente, entre 0,7 metros e infinito. Más que un enfoque manual es una forma de indicar a la cámara donde tiene que enfocar cuando acciones el motor de enfoque en el momento de accionar el disparador de la cámara.
Tiene tres botones más. El primero, el relojito tradicional, es el temporizador del disparador, el segundo, EV, es un compensador de exposición entre -2 y +2 pasos de exposición, un detalle estupendo, y el tercero, MODE, sirve para seleccionar el modo de activación o desactivación del flash, una de cuyas opciones es la de flash desactivado y exposición B (bulb), para largas exposiciones. Para ello, en un lateral de la cámara hay un conector jack 2,5 mm para un cable disparador dedicado, que como no es muy caro, he encargado por eBay de segunda mano. Como accesorio lleva también una funda de cuero, muy práctica, y opcionalmente una máscara para modo panorámico, que reduce el área del negativo a 12 x 36 mm. No le veo sentido. Es preferible usar todo el área del negativo, y luego reencuadrar como se prefiera. De todos modos, las guías para este modo se encuentran en el visor, por lo que se puede prever a la hora de realizar la fotografía.
Como traje cargada la cámara con el modesto pero eficaz carrete de Kodak SuperColor 200, el día 13 de octubre, después del regreso y plenas fiestas del Pilar de Zaragoza, salí a reportajear un poco.
Las principales virtudes de la cámara saltan a la vista en seguida. Su objetivo es casi mítico. El Summarit 40/2,4 es un objetivo doble gauss de 6 elementos en 4 grupos, un tipo de diseño muy popular durante el siglo XX, cuyos paradigmas tradicionalmente han sido los Planar de Carl Zeiss, ampliamente imitados por todos los fabricantes de objetivos fotográficos. Pero se ha dicho que este Summarit es el mejor 40 mm que se ha diseñado y fabricado. El tiquismiquis Erwin Puts, especialista en ópticas Leica, que ha publicado muchos estudios y libros sobre las ópticas del fabricante alemán, ha dicho que este objetivo a aperturas medias es comparable al Summicron 35 mm asférico, una de las mejores ópticas en este tipo de focales, y también algo mejor que el Summicron 50 mm no asférico. Este objetivo habría alcanzo el máximo de calidad posible para este tipo de diseños ópticos. Hay quien compra la cámara para desmontar el objetivo, y con cierta destreza mecánica adaptarlo para su uso en cámaras de ópticas intercambiables.
Este objetivo es el motivo por el que me apetecía tener esta cámara. De lo mejor de la maestría óptica de Leica pero a un precio muy inferior a lo que habitualmente se estila.
La siguiente gran ventaja de la cámara es la posibilidad de preseleccionar una distancia de enfoque. El enfoque automático de la cámara no va mal, pero no está adaptado a la fotografía de reportaje. Con un único sensor central, está más adaptado al retrato o al uso en situaciones de luz justa y distancias cortas, en las que con tranquilidad enfocar automáticamente, y luego reencuadrar. Con una película de suficiente sensibilidad, si se escoge una combinación de distancia de enfoque y diafragma adecuados, las cosas pueden ser más idóneas para fotografía de reportaje. Digamos que con un diafragma de f/8 y seleccionando una distancia de enfoque de 2,5 metros o 3,5 metros se pueden realizar con facilidad algunas de las fotografías anteriores, confiando en que la profundidad de campo obtenida perdonará las diferencias en la distancia de enfoque. Eso sí, mejor usar como mínimo una sensibilidad de 400 ISO.
Aquí viene un pequeño problema. El punto de corte de la cámara son precisamente los 400 ISO. ¿Qué quiere decir esto? Pues como el diafragma más cerrado es f/16 y la velocidad de obturación máxima es 1/400 segundo, en situaciones de sol radiante el uso de sensibilidad superiores a 400 ISO nos daría fotogramas sobreexpuestos. Con película negativa, especialmente en color, un paso o dos de sobreexposición tampoco es mucho problema. Con diapositiva, sería catastrófico. Pero estas tampoco están de moda últimamente.
Y donde es muy cómoda de usar es en paisaje.
Es cierto que muchos fotógrafos paisajistas preferirían focales más angulares. Pero veamos. Si seleccionamos el punto de enfoque a 5 metros, la posición entre 3,5 y 7 metros, y un diafragma de f/11, tenemos enfocado aproximadamente entre 2,5 metros e infinito. La hiperfocal para negativos de 24 x 36 mm, una focal de 40 mm y f/11 es 4,75 metros. Si seleccionamos el punto de enfoque a 7 metros, nos acercamos a la hiperfocal para f/8, con un intervalo enfocado entre 3,5 metros e infinito. Más fácil imposible.
La cámara nos avisa mediante unos diodos verde y rojo, según cómo se encienden o parpadean, si la velocidad de obturación es suficiente para evitar fotos trepidadas. La cámara es muy conservadora. También da la información del par apertura/velocidad de obturación en la pantallita LCD, y el parpadeo de velocidad lenta empieza por debajo de 1/60 segundo. Pero con una focal de 40 mm no veo problemas para disparar a 1/45. Y a la espera de alguna prueba, y teniendo en cuenta que no tiene un mecanismo de espejo réflex, quizá a 1/30.
También he probado la cámara con un carrete de película negativa en blanco y negro.
El único carrete que tenía disponible era un Fomapan 100 Classic, una sensibilidad que me parece insuficiente para un uso generalista con una cámara de este tipo. Esta película la había usado con buenos resultados en formato medio. Era la primera vez que la usaba en formato pequeño. Expuesta a su sensibilidad nominal, la he revelado siguiendo instrucciones del fabricante en Rodinal 1+37 durante 6,25 minutos a 20 ºC. Se me ha olvidado decir que la cámara ajusta la sensibilidad por codificación DX. Cuando el carrete no tiene esta codificación, se ajusta a ISO 100.
He de decir que no me ha convencido el uso de esta película en formato pequeño. Hay películas de sensibilidad ISO 200 o 400 que me ofrecen una granularidad igual o más discreta. No he estado cómodo con ella. En cualquier caso, las conclusiones que saco son similares a las que he comentado para la película en color. Nada nuevo que aportar.
Habiéndome encontrado una concentración de Seiscientos por las calles de Zaragoza, confirmar que la reactividad de la cámara es un poco justa para la fotografía de acción, y que hay que tener un buen nivel de anticipación. Desgraciadamente, el modo de enfoque "manual" sirve para decirle a la cámara como tiene que accionar el motor de enfoque. Pero no preajusta la óptica a esa distancia de enfoque, lo que acortaría el tiempo de reacción a la hora de hacer la foto.
A parte de las ya mencionadas relacionadas con la fotografía de reportaje y de acción, ¿cuál es la principal pega de la cámara? La cámara está diseñada con Leica, pero fabricada en Japón. Aunque en la actualidad uno de los principales socios de Leica para las cámaras compactas es Panasonic, durante décadas el principal socio nipón de la marca alemana fue Minolta. Y con ella hizo cosas muy interesantes como las cámaras de la serie R o la pequeña Leica CL. También las compactas electrónicas eran una colaboración con Minolta. Y parece que hay un consenso en que la electrónica de la cámara es un poco débil y hay cierto riesgo de avería en el obturador superior al que se supone para una marca del prestigio de Leica. Es el principal miedo que tengo. Una vez que has probado la cámara apetece mucho usarla. La capacidad de intervención sobre la misma, el buen tacto, la calidad de las imágenes, son incentivos para llevarla encima con frecuencia. Pero mejor no llevársela a aventuras que exijan un uso intensivo o en circunstancias extremas. Mejor dedicarla a pasear con tranquilidad, aprovechando entornos calmados y con luz agradable. Quizá algunos paisajes tranquilos en la naturaleza, algo de fotografía de arquitectura. Y con una apertura máxima de f/2,4, algún retrato entre los amigos y familiares.
Esta semana voy a dejar en reserva para el domingo que viene los enlaces que tengo guardados con recomendaciones fotográficas de todo tipo, y pasaré a contaros la visita que hicimos ayer 22 de julio de 2017 a algunas de las más destacadas exposiciones del festival PHotoEspaña 2017, que marca el 20º de este festival fotográfico en el calendario de actividades culturales principales en nuestro país.
Organizado el viaje desde la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza (AFZ), el grupito que nos reunimos para hacer el viaje no fue numeroso, seis personas, pero sí interesante e interesados por la fotografía. Como no ando con mucho tiempo, iré rápido. Además, algunas de las cosas que vimos ya las he ido comentando en semanas anteriores. A al menos las he mencionado.
Tras un pequeño madrugón para coger el AVE de las siete de la mañana a Madrid, cercanías a la puerta del Sol, y poco después de las nueve de la mañana tomando el café/chocolate/té en la calle de San Bernardo mientras hacíamos tiempo a que abrieran las exposiciones a las diez.
Pinchazo en la Real Academia de San Fernando, en la calle de Alcalá, que ya había clausurado su exposición, pero de inmediato nos plantamos en el Espacio Fundación Telefónica, calle Fuencarral casi esquina con la Gran Vía, para ver la exposición que conmemora los 100 años de Leica. El aniversario ya pasó hace un tiempo, pero la exposición sigue recorriendo el mundo y ha llegado a nuestro país. Aunque esperaba ver un montaje a mayor grandeza de la legendaria marca, la verdad es que los responsables de la misma se han contenido a la hora del bombo y platillo, y nos ofrecen un recorrido por la historia de la fotografía en el siglo XX, con sus principales momentos y géneros, que tiene mucho de didáctico. Aparte de que está llena de obras maestras, algunas conocidas y otras no tanto. Fotógrafos con mucho nombre y otros con menos, pero que pocos desmerecen la excelencia colgada de las paredes de la sala de exposiciones. Nos gustó bastante.
Un poco más hacia abajo en dirección a Cibeles, paramos en la sala de exposiciones de Loewe, también en Gran Vía, donde empezamos a notar la mano de Alberto García-Alix, invitado por la organización a marcar las directrices principales del programa oficial de este año. Y así, en la pequeña pero apañada sala de exposiciones de la conocida marca de moda recorremos la obra del norteamericano Minor White, un fotógrafo muy elegante, cultivador de una estética muy cuidada, que es capaz de encontrar en los lugares u objetos más anodinos, a los que dota de significados diversos. Siempre digo que es un fotógrafo del que tengo que conocer más, porque cuando veo obra suya me gusta realmente, pero no he visto la suficiente.
Llegados ya al Círculo de Bellas Artes, en la calle Alcalá, una de las sedes principales del festival, encontramos abierta dos de las tres exposiciones programadas. La tercera está cerrada por un "problema técnico".
"Loaded Shine" de Paulo Nozolino es la primera que visitamos. El portugués presenta una serie de 20 fotografías en gran tamaño a partir de negativos de 35 mm, en la que un juego de luces sutiles, de origen artificial las más de las veces, del flash de su cámara, juega con sombras profundas para representar ideas o conceptos que surgen entre la fuerte estructura de los granos de plata que surgen de la fuerte ampliación de estos negativos. Para verla muy despacio, quizá.
Uno de los platos fuertes del festival es la segunda de las exposiciones que visitamos en el CBA, ese "Corpus" del francés Antoine d'Agata, que recorre tres décadas de su experiencia como persona y fotógrafo, a través del sexo y el consumo de sustancias psicoactivas. Una exposición explícita, dura, a veces repetitiva, que quizá se pueda atragantar a quien la intente digerir de una vez, aunque también valiente y osada. No apta en cualquier caso para personas de mente cerrada. Ya advierten en la entrada que la naturaleza explícita de las fotografías y los vídeos de la exposición pueden "herir la sensibilidad del espectador".
Momentánea visita a la terraza del CBA, donde no reinaba la paz que había experimentado en otras visitas. Unos chiringuitos veraniegos y una música con excesivos decibelios no ayuda a disfrutar del lugar, por lo menos para mí. Así que nos dirigimos a la Casa de América, en la esquina de Cibeles con Recoletos, donde nos llevamos la decepción de que han adelantado el cierre de las exposiciones allí programadas. No obstante, encontramos que su terraza-restaurante es un buen lugar para comer. En el interior se está fresquito y tranquilo. Y además llega el momento del día. Además de nosotros seis y el camarero sólo llegan otras dos personas, otras dos comensales, una de ellas una de las mejores actrices que han circulada por las pantallas grandes y pequeñas y por los escenarios de nuestro país. Se trata de Charo López, con quien sucede uno de los momentos simpáticos del día. Son muchos los papeles inolvidables que nos ofreció en su carrera, pero por algún motivo a mí siempre me viene a la memoria esa tía María de Secretos del corazón, llena de humanidad y de amor.
Se hace duro hacer la digestión con el calor del verano madrileño, menos riguroso de lo que esperábamos afortunadamente, pero nos dirigimos a continuación al Centro Cultural de la Villa, en la plaza de Colón. Tres exposiciones nos esperan.
La más amplia y conocida es el amplio trabajo de Cristina García Rodero sobre Lalibela, lugar donde se congregan comunidades cristianas etíopes desde la edad media, y que ha registrado con su cámara en distintos momentos desde el año 2000 hasta la fecha. García Rodero ha dedicado buena parte de su carrera a documentar las tradiciones vinculadas a las creencias, sean supersticiones, tradiciones populares o religiones diversas, y las relaciones de la gente con la muerte, por lo que este trabajo se enmarca perfectamente en el cuerpo principal del trabajo de la fotógrafa española de la agencia Magnum Photos. Grandes fotos de factura muy cuidada, de composiciones primorosas, con una blanco y negro lujoso, con cuidadas escalas de grises y fina atención a las texturas fuesen de las piedras, de las telas o de la piel de los fieles y monjes.
En una de las salas, el trabajo "Carbono" de Gil Antonio Munuera, abstracciones con técnicas fotográficas sobre material de carbono, que pretenden que reflexionemos sobre nuestras interacciones con la materia y la naturaleza, con la luz y con la oscuridad.
La otra amplia exposición es "Pensar en futuro, nuevos relatos fotográficos", selección de fotografías de diversos autores procedentes de visionados de porfolios relacionados con la capital de Senegal. Obras muy diversas, en general comprometidas socialmente, que a ratos nos atraen y nos gustan más, y otras menos, pero dentro de una buena calidad general.
Tras un paso por la Biblioteca Nacional de España, donde se ponen a disposición del público para su consulta una colección de los últimos trabajos editados en materia de libros de fotografía, nos trasladamos a Cibeles, a Centro Centro, donde encontramos dos exposiciones.
Una es uno de los platos fuertes del festival, el "Café Lehmitz" del sueco Anders Petersen. Una obra ya clásica de documentación de la "parroquia" que frecuentaba el café de este nombre a final de los años sesenta en el barrio de Sankt-Pauli de Hamburgo. Siempre asociado con el entorno de la prostitución y los estratos más marginales de la ciudad hanseática, genera una fauna humana a la que Petersen dota de rostros y de emociones. Realmente, un trabajo notable.
También encontramos el trabajo de la mejicana Teresa Margolles, "Pistas de baile". Es una crítica a la operación de arrasado por la piqueta del centro de Ciudad Juárez, operación por la cual se quiere adecentar la cara de la ciudad, pero sin resolver los problemas de sus gentes. Distintos miembros de la comunidad trans de la ciudad, posan sobre las baldosas que quedan en los solares donde se encontraban las cantinas y las salas de baile de la ciudad.
Finalmente, nos dirigimos a la última escala del día antes de dirigirnos a la estación a coger nuestro tren de regreso a Zaragoza. Es el Jardín Botánico, donde tradicionalmente se muestran un par de exposiciones del festival y se suele instalar la librería o la tienda de recuerdos del mismo.
Por un lado, visitamos la exposición dedicada a Elliott Erwitt y las fotografías de sus dos viajes a Cuba. Las del primero, con mucha más enjundia, en 1964, metiéndose y fotografiando en el entorno próximo de los líderes de la revolución, retratando en diversas ocasiones a Fidel Castro y Ernesto Guevara, en un momento en el que las relaciones entre el país caribeño y EE.UU. ya estaban seriamente deterioradas. Las del segundo, invitado en 2015 por una conocida marca de licores cubana, más anecdótica.
Por otro lado, Peter Fraser analiza la relación del mundo con las matemática, adhiriéndose a la tesis de la naturaleza intrínsecamente matemática del universo. A la que yo no me adhiero. Las matemáticas modelizan el universo desde mi punto de mi vista, pero no necesariamente lo rigen. En cualquier caso, vistosas fotografías en color de gran formato, en el que cabe pararse detenerse a reflexionar sobre los aspectos matemáticos, las más de las veces geométricos, que inspiran al autor.
Queda un tiempo para visitar la tienda y comprar un par de libros de los que hablaré otro día y salir paseando del jardín botánico con tiempo para llegar sin agobios a coger el tren en Puerta de Atocha.
Lo mejor de todo es que es la primera vez en que visito las exposiciones de PHotoEspaña con un grupo de aficionados a la fotografía como yo. Normalmente lo he hecho por mi cuenta o acompañado de alguna de mis amistades en la capital. Que también está muy bien. Pero esta ocasión creo que ha sido más enriquecedora por la capacidad de dialogar y comentar sobre la marcha, por la posibilidad de que la visión de los otros nos hiciera descubrir aspectos de las obras que a lo mejor se nos hubieran escapado. Espero que podamos repetir en años venideros.