La fotografía como afición y otras artes visuales

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Taller de fotografía estenopeica con Fotógraf@s en Zaragoza

Esta entrada es una adaptación personal de un artículo que escribí para el blog de Fotógraf@s en Zaragoza. Ambos tienen muchas cosas en común, pero también tienen diferencias. Principalmente porque las fotografías de esta versión son exclusivamente mías, mientras que en la anteriormente enlazada había fotografías y referencias a las de todos los participantes en el taller. Ya digo, esta es más personas.

Aquí os cuento como transcurrió el taller que Fotógraf@s en Zaragoza (Flickr; Facebook) organizó el pasado 16 de enero de 2016, en el que un grupo de afortunados afrontamos la aventura de practicar la fotografía en su estados más primitivo y puro; la fotografía estenopeica.

Pero antes de pasar a contaros el taller, vamos a explicar un poquito lo que es la fotografía estenopeica. Una cámara estenopeica es una cámara fotográfica que como cualquier otra es una cámara oscura en una de cuyas paredes interiores situamos una superficie sensible a la luz capaz de registrar una fotografía, mientras que en otra de ellas, en lugar de un objetivo, un sistema de lentes que deja pasar la luz y la dirige a la superficie sensible, lo que tenemos es un orificio muy pequeñito, muy fino. Este orificio sumamente estrecho, el estenopo, permite que la escena que se sitúa ante la cámara aparezca enfocada en toda su profundidad cuando se revela a partir de la superficie sensible. El principal inconveniente que tiene este sistema es que la nitidez de la imagen no va a ser nunca tan elevada como los modernos sistemas ópticos que calzan las cámaras fotográficas desde hace décadas. Pero ya lo dijo Cartier-Bresson, la nitidez es un concepto burgués. Abajo la burguesía, viva la revolución... fotográfica. Por contra, la fotografía estenopeica tiene dos grandísimas ventajas. La primera es que cualquiera puede construirse su propia cámara por muy poco dinero, con objetos reciclados que normalmente irían a la basura. Veamos unos ejemplos.

Sip. Una caja de cartón y un par de latas de distintas formas, en cuyo interior hay una pieza rectangular de papel fotográfico tradicional, sellada contra las fugas de luz con cinta aislante negra, y con un obturador hecho también de cinta aislante colocada sobre el pequeño estenopo por el que pasará la luz en el momento de hacer la fotografía.

La segunda gran ventaja es que las fotografías que conseguimos son una mezcla de conceptos científicos, de sensibilidad artística y de azar, que no pocas veces escuchamos durante el taller denominar como "magia". Aunque hay mucha y buena ciencia detrás de estas fotografías. El arte es algo que tiene que salir de la imaginación y el ingenio de cada uno. El azar... es cuestión de suerte. Conviene poner nombre a las cámaras, sentirlas como algo vivo con quien mantenemos una relación; la "Naranjita", la "Chocolatera" o la "Canela". Es algo que pronto aprendimos de Beatriz Aisa, a quien tuvimos la suerte de conocer hace unos meses en una estupenda mesa redonda en la que tuve el privilegio de participar, y que tiene buena parte de "la culpa" de que el taller fuera un éxito, donde aprendimos y nos divertimos a partes iguales y en proporciones considerables. 

Comenzó la mañana fría. Desplazarse hasta el Centro Joaquín Roncal en el que se celebró el taller a 3 ºC, pero con una sensación térmica de -3 ºC por culpa del cierzo, tan fiel a su cita de mediados y finales de enero en Zaragoza. Pero el buen ambiente humano y las colosales galletas de Caramina nos hicieron entrar en calor en un abrir y cerrar de ojos. 

La mayor parte de la mañana, hasta el mediodía pasado, la dedicamos a construir nuestras cámaras. Todos habíamos llevado al menos una caja o un bote de cartón u hojalata a partir de los cuales improvisaríamos nuestros personales aparatos fotográficos, cada uno según sus preferencias. Preparar el orificio donde colocaríamos la plaquita de aluminio con el estenopo, pintar el interior de la cámara con pintura negra mate para evitar las luces parásitas, lijar las plaquitas de aluminio para hacer más sencillo agujerear el estenopo, disponer el lugar donde colocaríamos el papel sensible a la luz sobre el que realizaríamos la fotografía,... De paso aprender cómo calcular la distancia focal de nuestro sistema, la apertura f/ equivalente de nuestro estenopo, la tiempo de obturación necesario para hacer la fotografía,... conceptos claves que muchas veces dados por hechos... porque vienen en las especificaciones técnicas de nuestras cámaras. En este caso teníamos que aprender a calcular las especificaciones de nuestras cámaras. Más adelante, cada uno habrá de aprender a diseñar su cámara para unas especificaciones dadas. En esta mañana nos iniciamos, pero queda mucho margen al aprendizaje. 

Finalmente, con las cámaras preparadas, sólo quedaba una última operación antes de salir a fotografiar. Cargar las cámaras con papel sensible en el cuarto oscuro. Vamos,... en un baño sin ventanas. Y el papel es ortocromático, no es sensible a la luz roja, por lo que no es necesaria la oscuridad total. Una luz roja ilumina las operaciones y nos permite hacer alguna fotografía a pesar de la precariedad luminosa.

Una vez cargadas las flamantes estenopeicas, teníamos hasta las cinco de la tarde para hacer nuestras fotografías y comer. Para evitar tiempos de exposición muy largos, la mayor parte de ellas se hicieron a pleno sol, con tiempos de exposición entre los 20 y los 32 segundos. Pero algunas a la sombra precisaron tiempos de hasta cuatro minutos y aun quedaron oscuras. Pero os dejo algunos momentos de ese divertido mediodía. 

La última de las imágenes representa mi último intento. La cámara es la caja naranja. Debajo hay otra cámara en forma de tambor de Beatriz, que nos sirve de apoyo y para elevar el punto de vista, y sobre la "Naranjita" una cámara compacta que hace peso para evitar que una posible ráfaga de viento desplace la "Naranjita" durante la toma. Calculamos una tiempo de exposición entre 2 y 4 minutos, pero, como veréis más adelante, aun fue escaso.

Tras la comida, de vuelta a la tarea. Al cuarto oscuro para revelar las fotografías. Lo paradójico es que el cuarto oscuro lo montamos en el cuarto de ordenadores para edición ¡¡¡digital!!! del Centro Joaquín Roncal. A partir de ahí, la emoción de ver aparecer las imágenes en la bandeja de revelado, calcular a "ojímetro" el momento en que la densidad de los negros y las luces es la adecuada, y al baño de paro y luego al fijador. Todo un arte que hay que practicar con frecuencia para controlarlo. Luego se lavan las copias, que quedan como negativos, Las fotografías finales aparecerán más adelante, cuando cada cual haya escaneado sus negativos y los haya invertido en el ordenador. 

En estas dos últimas fotografías, que son la misma,  se ve cómo a partir del negativo en papel que obtenemos, podemos obtener un positivo al digitalizarlo de algún modo. En este caso, simplemente fotografiando con una cámara digital, y posteriormente invirtiendo el resultado, tanto en los tonos, como volteando horizontalmente la fotografía. Al final del taller Beatriz intento obtener un positivo por contacto. Pero las posibilidades de regular adecuadamente la intensidad de la luz y el tiempo de exposición eran malas, y nos quedamos con la idea general de la técnica, sin conseguir una buena copia.

Y una vez narrada la historia del taller, que espero que os haya resultado interesante y os animéis a disfrutar de la experiencia cuando surja, sólo queda disfrutar de los resultados, En nuestro caso, como el original era un negativo, hemos digitalizado de alguna forma la imagen. En mi caso, sobre un escaner plano de sobremesa que hace un trabajo digno desde hace años.

De las tres cámaras que hice, la primera. la "Chocolatera", con una toma de una de las puertas del Pilar, no salió. Supongo que el estenopo se obturaría con el pegamento con el que adherimos la lámina de aluminio que lo contiene, impidiendo el paso de la luz.

Las otras dos sí que salieron.

En esta primera, mi la idea era retratara una de las majas goyescas del monumento a Francisco de Goya en la plaza del Pilar de Zaragoza. Al principio tenía algo de miedo a que dado que sólo estábamos a unos dos metros y medio o tres metros de la figura, pudiera quedar cortada la cabeza. Pero lo cierto es que la longitud focal efectiva de la cámara era menor de lo calculado, el ángulo de toma mayor, y aunque acerté a la hora de centrar verticalmente la figura, quedó amplitud de sobras. La imagen me parece agradable.

La segunda fotografía, con la "Naranjita", arriesgué un poco más ya que situé la cámara a unos dos metros de la escultura del muchacho observando la desaparecido Torre Nueva en la plaza de San Felipe. Antes habéis podido ver la fotografía con el dispositivo montado. También tuve cuidado de que no quedase la cabeza cortada, e intenté ajustar la altura de la cámara con cuidado. Me fue por los pelos, pero quedó bien encuadrado. En lo que llevábamos de mañana, habíamos estado fotografiando con sol, nos habíamos estado manejando con exposiciones de uno 30 segundos. Aquí estábamos a la sombra, lo cual implica al menos tres pasos de exposición de diferencia. Eso nos situaba en 4 minutos de exposición. Aun nos quedamos cortos a pesar de que nos cercioramos de la exposición con un fotómetro de mano. Supongo que, o bien el papel fotográfico tiene un fallo de la reciprocidad que hay que compensar, o mi estenopo era más fino de lo que calculé. Aun así, tras escanear la imagen quedó razable. Eso sí, con alguna luz parásita... cuyo origen no he podido desvelar.

Bueno... espero que os haya parecido interesante. A mi me lo resultó y mucho. Y ahora estoy pensando en cómo diseñar una cámara estenopeica que me satisfaga. Quiero una cámara que me permite colocar papel fotográfico de 20 x 25 cm totalmente plano, no quiero efectos panorámicos ni la curvatura de la proyección cilíndrica, con una visión gran angular, y un estenopo que me de una apertura relativa de aproximadamente f/250... Luego, lo usaría con papel fotográfico del tamaño mencionado que invertiría en el escáner, o buscaría el papel positivo directo de Ilford Harman para copias directas en papel baritado de buena calidad.

Hasta la próxima. Os dejo con una simpática foto de grupo mientras lavábamos las copias negativas obtenidas de las cámaras.

El casco antiguo de Barcelona con película negativa en color de formato medio

Comenté hace un par de semanas mi viaje a Barcelona para asistir a un taller de fotografía con cámaras de gran formato. También os conté que además de la pequeña cámara digital que uso para documentar lo cotidiana, me lleve la Leica M2 que usé con película negativa en blanco y negro, Kodak Tri-X 400, tanto para documentar el taller, como algunas escenas urbanas y paisajes en los desplazamientos al mismo. Pues bien, al día siguiente al taller, domingo, tenía previsto volver a Zaragoza pero por la tarde. Dándome la ocasión de pasear por la ciudad condal. Confiando en que la luz del otoño estuviese agradable. Y aunque llevaba siempre encima la pequeña Panasonic Lumix GM5, también llevé una cámara de medio formato con negativos en color.

Coqueto juego de tuberías que pasaban junto a la habitación del hotel.
A pesar de llevar un parasol, el objetivo de la Fuji no siempre se lleva bien con los fuertes contraluces que pueden producirse en el distrito de Ciudad Vieja de Barcelona.

La cámara que me llevé fue la Fujifilm GS645S Professional, cámara de formato medio para película en rollo tipo 120 o 220 (esta última prácticamente extinguida). En los rollos de tipo 120 ofrece 15 fotogramas de 6 x 4,5 cm (54 x 40,5 mm más bien). Si los hubiera, en los de tipo 220 se podrían obtener el doble, 30 fotogramas. Es una cámara que ya he comentado en estas páginas, que me traje de Nueva York hace dos años en un viaje a esa ciudad americana. Con posterioridad necesité ajustar el telémetro de coincidencia que no iba bien. En la actualidad funciona, aunque no está pensado para una actividad desenfrenada. Si las situaciones lo permiten enfoco por zonas, usando la escala de profundidad de campo de  su objetivo fijo de 60 mm de longitud focal, aproximadamente equivalente a un 38 mm en una cámara para película perforada de 35 mm con negativo de 24 x 36 mm. El negativo tiene una superficie 2,5 veces superior a la de este último formato.

En la calle de la Cucurulla.
Entorno de la catedral.

La película utilizada durante esta mañana fue la Kodak Portra 400, una película auténticamente polivalente, con una gran latitud de exposición, que nos ofrece unos colores muy agradables, no excesivamente saturados, suaves. También tiene un buen control del contraste, por lo que es muy adecuada para la fotografía callejera. Normalmente la uso con un índice de exposición de 200, que ofrece algo más de saturación en los colores. Pero cuando la luz falta se puede usar sin problemas con un índice de exposición equivalente a su sensibilidad nominal de 400 ISO, e incluso con un paso de subexposición, índice de exposición de 800, sin graves pérdidas. Una sobrexposición mayor no conlleva mayor problema, pero si subexponemos más, los negros y los colores se van estropeando... aunque a algunos les gusta el efecto.

Casa del Arcediano en la calle de Santa Lucía.
Calle del Forn de la Fonda.

En las horas que estuve paseando por Barcelona, lo hice sobretodo por el distrito de la Ciudad Vieja, en el Borne y el llamado Barrio Gótico de la capital catalana. He de decir que para mayor comodidad a la hora de exponer, al contrario de lo que es mi costumbre con esta película, no la ajusté a un índice de exposición de 200 sino a su sensibilidad nominal de 400 ISO. En las estrechas callejuelas barcelonesas hay momentos en los que la luz se hace escasa.

Plaza de Santa María.
Plaza del Fossar de les Moreres.

El objetivo Fujinon 60 mm f/4 tiene como veis una velocidad limitada. Esto tiene varios motivos. Por un lado, porque una luminosidad mayor incrementaría bastante su tamaño. Por otro lado, dada la menor profundidad de campo con la que trabajamos en el formato medio, luminosidades mayores obligarían a un telémetro con más base para una precisión suficiente con aperturas mayores. Hay que tener en cuenta que a f/4 este 60 mm ofrece una profundidad de campo equivalente a un f/2 a 38 mm en una cámara para el formato de 24 x 36 mm. El precio que hay que pagar es que cuando la luz escasea nos vemos pronto en dificultades. Quizá para un paseo como el de este domingo, con momentos en los que la luz llega con dificultad a las calles de la Ciudad Vieja de Barcelona, hubiera venido bien la Portra 800.

En cualquier caso, finalmente, salvo algún fotograma subexpuesto, la cosa quedó bien.

La calle del Rosic desde la calle de los Mirallers.
Calle de la Tapinería.

El principal problema que tengo con esta cámara es que si no presta mucha atención el horizonte no me queda horizontal. Y para que queden bien las fotos, salvo que el efecto sea buscado, tengo que enderezar las copias digitalizadas en el ordenador. Por lo demás, apenas están ajustadas las digitalizaciones de los negativos que he recibido de Carmencita Film Lab, donde mando revelar los negativos en color, y donde me suelen hacer un buen trabajo, con interesantes comentarios sobre cómo estaban los negativos. En alguna ocasión, algún pequeño ajuste de contraste o luminosidad. Pero poca cosa.

Y es un gusto la sensación que dejan las fotografías realizadas con un tamaño de negativo semejante. A usar más.

En pleno debate identitario e independentista, muy agobiante a veces y que está haciendo de Barcelona una ciudad menos acogedora, no por ello van a dejar de vender cutres trajes de faralaes a las niñas "guiris"... Al fin y al cabo, la "pela" es la "pela"... Y ya se sabe, "Barcelona es bona si la bolsa sona"... o algo así.

Agfa Billy Jgetar 8.8 — formato medio de 1930 en 6x9 sin (demasiadas) complicaciones

Hace unas semanas, en uno de mis paseos habituales de domingo en los que recorro mercadillos o rastros en mi ciudad, Zaragoza, encontré en el de los anticuarios de la plaza de San Bruno algunos ejemplares de cámaras de formato medio de Agfa, anteriores a la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, apenas me dio tiempo a examinar una, que me pareció interesante, pero que tenía una serie de desperfectos que impedía su puesta en marcha inmediata. Hubo otras que atrajeron mi mirada, pero en ese momento no tenía ni tiempo ni liquidez para un vistazo más detenido.

Este domingo pasado volví, con la intención de comprobar si todavía estaban por allí disponibles. Y encontré el siguiente modelo de cámara, que posteriormente he identificado como una Agfa Billy Jgetar 8.8, fabricada probablemente entre 1928 y 1931. Probablemente en este último año, porque el objetivo viene identificado como Jgestar 8.8 y no como Jgetar 8.8. Jgetar o Jgestar se leerían como Igetar o Igestar.

La marca de la cámara por lo tanto es Agfa, pertenece a su serie de cámaras Billy, de las que sería uno de los primeros sino el primer modelo, y su objetivo sería un Jgetar o Jgestar con apertura máxima f/8.8. También se podría encontrar identificada como Agfa Billy I, aunque este nombre se utilizaría posteriormente para otros modelos. Sería una cámara “popular”, para uso generalizado, sin muchas complicaciones. Usa película de tipo Agfa B2, similar y compatible con la Kodak 120. Produce 8 negativos de 6 x 9 cm en cada carrete. En realidad los negativos son algo más pequeños, estaríamos hablando de 55 x 87 mm aproximadamente, con lo que la relación de aspecto estaría más cerca del 1,6:1 que del 1,5:1.

Veamos el objetivo, que suele ser uno de los aspectos más interesantes de estas cámaras, y que condiciona en gran medida su uso.

Viene identificado como “Anastigmat”, denominación que en la época se solía aplicar a los diseños basados en el triplete de Cooke, con tres lentes. Este tipo de objetivos fueron muy frecuentes en las cámaras económicas pero dignas hasta los años 60. Podían tener unas prestaciones dignas, especialmente en el centro del campo, y corregían aceptablemente buena parte de las aberraciones ópticas más comunes. En los bordes y las esquinas del campo es esperable una apreciable merma del rendimiento, pero que forma parte de la estética de las fotografías de la época.

Como se ve, no se indica la longitud focal del objetivo. Pero todo señala a que esta es de 100–105 mm, equivalente a la diagonal del fotograma. Una focal estándar para este formato, vaya.

La apertura máxima es muy modesta, f/8,8. Esto permitía tres cosas. Por un lado realizar un objetivo compacto, que permitiera plegar sin problemas las cámara para su transporte. Por oro lado, que se minimizasen las mermas de calidad del objetivo. Finalmente, disponer de una profundidad de campo suficiente para el enfoque por estimación, que luego explicaré. Están indicadas también las aberturas de f/12,5 y f/18; probablemente se admiten todos los valores intermedios por el desplazamiento continuo de la palanquita de accionamiento del diafragma.

Una cuestión sobre los valores. La escala a la que estamos habituados hoy en día, f/2,8 — f/4 — f/5,6 — f/8 — f/11 — f/16, se utilizó inicialmente de forma preferente en Estados Unidos, mientras que en Alemania era habitual la serie f/3,5 — f/4,5 — f/6,3 — f/9 — f/12,5 — f/18. En realidad da igual una que otra, todo es cuestión de costumbre. Pero al final se impuso la americana. En esta cámara, de todos modos, tenemos la alemana.

El obturador admite tres velocidades de obturación, 1/25–1/50–1/100, más la posición B. Con estas condiciones de exposición, y teniendo en cuenta la escasa sensibilidad de las películas de la época, la cámara estaba pensada para ser usada al aire libre, con sol o con nublados moderados. Lo de disparar a mano alzada a 1/25 lo veo delicado, aunque supongo que con entrenamiento será posible. En cualquier caso, lleva rosca para fijar a trípode, así como otra para utilizar con un cable disparador, que puede ser recomendable incluso para fotografiar a mano alzada, para evitar trepidaciones.

Enfoca por zonas, admitiendo dos posiciones; “nah” (cerca) para enfocar a sujetos situados a una distancia entre 2 y 5 metros y “fern” (lejos) para los situados entre 5 metros e infinito. Retratos y paisaje, vamos. Es curioso, pero es efectivo y fácil de usar, dados los diafragmas de trabajo que vamos a usar.

Para encuadrar, disponemos de un visor de tipo “réflex”.

Este visor consiste en lo siquiente. Una lente en el frontal recoge la luz de la escena, que es rebotada por un espejo en 45º hacia una lente superior. La cámara se sitúa a nivel de la cintura, y el fotógrafo compone mirando desde arriba. El visor está articulado para permitir la composición en vertical y horizontal. La salida de la lente superior tiene forma de cruz, para los dos formatos. La imagen se ve invertida lateralmente, como en las reflex con visor de capuchón como las Hasselblad o las Rolleiflex.

No es fácil de utilizar en condiciones de poca luz y bajo contraste. Pero esta cámara no está pensada para eso, así que… Otro problema es conseguir que la imagen quede correctamente enderezada. No es fácil, aviso.

La cámara, mediante un fuelle, tiene un objetivo retráctil. En posición de transporte, plejada, queda como una caja rectangular, con una pequeña asa, fácil de transportar en bolso, e incluso en el bolsillo de un abrigo o un gabán. Discreta.

En el frontal, apreciamos la rosca para el trípode, y la placa con la marca “Agfa” se puede levantar para formar una pata que permita colocar de forma estable la cámara sobre una superficie como una mesa o lo que sea, y usar con un disparador de cable la velocidad más lenta o la posición B (ver la primera fotografía del artículo).

En la trasera, vemos la típica ventana roja para comprobar el número de exposiciones. La película se avanza con un dispositivo de giro en un lateral. No hay ningún tope que avise de que hemos terminado de avanzar el fotograma, hay que mirar el número que aparece en la ventana roja. Y nada impide que se produzca una doble exposición si te olvidas de avanzar la película.

Veamos algunos ejemplos de fotografías realizadas con este ejemplar. Película Kodak Tri-X 400 revelada con HC-110 durante 6,5 minutos a 20 ºC. Los negativos no me quedaron muy densos, pero no había subexposición de las sombras. Dada las condiciones de iluminación, bastante decentes, me imagino que fotografiar con las sensibilidades de la época tuvo que ser algo delicado.

En condiciones de luz con poco contraste, la imagen queda muy plana. En este caso, tras escanear el negativo, aumenté el contraste en Adobe Photoshop Lightroom. Como se ve, en la zona más luminosa del cielo, se produce una pérdida de contraste adicional. Hay que tener cuidado, como pasa con muchos objetivos de la época que no estaba revestidos, con las fuentes de luz intensas que ocasionan reflejos internos.

Con una luz suave pero mejor que en la fotografía anterior, pasamos a la posición de enfoque cercano para fotografiar esta escultura en la plaza de España de Zaragoza. Sin mayor problema que la necesidad de aumentar un poquito el contraste, esto es una tónica general, y enderezar la fotografía que había quedado, como casi todas, algo inclinada.

Esta situación de alto contraste, sin embargo, se ve beneficiada por las características del objetivo, sumadas a la latitud de exposición de la película. Estamos hablando de un objetivo de hace 85 años, con un objetivo muy sencillo,… las prestaciones en el centro son honorables, dadas las circunstancias.

Una nueva prueba en la posición de enfoque “cercano”, que nos muestra que la cámara no se defiende nada mal en las distancias cortas. Hay una cosa que conviene señalar. El gran tamaño del negativo, 5,5 veces más grande que el formato llamado hoy en día pedantemente “full format” (qué ridícula esta denominación en comparación con el tamaño de estos negativos), contiene una cantidad de información impresionante. Los escaneos de los negativos están realizados a una resolución modesta, pero la óptima de mi modesto escáner, 1800 píxeles por pulgada. Con esa resolución obtengo un fichero digital de 24 megapíxeles, que no está nada mal. Aunque esto permitiría hacer ampliaciones de 40 * 60 cm, esto no haría más que poner de manifiesto las limitaciones del objetivo. Pero ampliaciones más modestas son posibles, con una calidad razonable. Estas son las grandes ventajas de los formatos más grandes.

Las hojas de estos árboles son una prueba difícil de superar para el Jgestar 8.8 de la cámara. Si bien el centro de la imagen está razonablemente nítido, el entramado fino de las hojas de los árboles o del granulado del suelo, sufre la falta de definición en las esquinas. Y eso que estaba utilizando el diafragma a su posición más cerrada, f/18. Con semejante tamaño de negativo, no hay que preocuparse por la difracción, que llegaría con diafragmas mucho más cerrados si fuesen posibles.

Para terminar, una de las pruebas más difíciles para una cámara como esta es hacer fotos a contraluz y con el sol, aunque sea parcialmente, metido en el encuadre. Lo normal es que estos objetivos antiguos y no revestidos se lleven mal con estas situaciones, haya importantes pérdidas de contraste y luces parásitas. La pérdida de contraste se produce, aunque el archivo digital permite recuperarlo con posterioridad. Conlleva una cierta pérdida de definición como se ve en las hojas de la parte superior, que se suman a la pérdida de definición por estar en el borde del campo. Luces parásitas, no. La chica aparece un poquito borrosa debido a su propio movimiento. Con una velocidad máxima de obturación de 1/100 s es difícil congelar el movimiento.

Y esto es lo que ha dado de sí de momento la experiencia con esta cámara. La seguiré usando. Conociendo sus limitaciones, puede ser muy divertida en algunos momentos, como lo son otras cámara clásicas o antiguas de las que dispongo. Como otras veces digo, no hace falta gastar mucho dinero en aparatos nuevos y malos de plástico, por muy de moda que estén, para disfrutar de la fotografía con película tradicional. Mejor rescatemos las cámaras antiguas que todavía están en uso.

La "Cámara Safari" de Indiana Jones

La fotografía con película tradicional, mal llamada fotografía analógica por muchos, después de un reinado largo largo en el mundo de la fotografía, entró en rápido declive ante el empuje de la fotografía digital. La inmediatez, la conveniencia y la presunta facilidad, al alcance de cualquiera, para procesar, cuando no manipular, los archivos de fotografía digital, así como su aptitud para ser compartidos gracias a internet y las redes sociales, han hecho que la fotografía digital se imponga en el mundo de la fotografía.

Sin embargo, la película tradicional y otros métodos clásicos físicoquímicos de obtención e imágenes fotográficas no ha muerto. Ha encontrado su nicho de practicantes, que se encuentran más entusiasmados que nunca.

Tenemos quizá un grupo minoritario de practicantes, que buscan una fotografía de cierta calidad o unos mecanismos expresivos y plásticos que no encuentran en la fotografía digital. Fotógrafos con cámaras de gran formato, de medio formato, procesos como el colodión húmedo, las platinotipias,... o simplemente aquellos que buscan una expresividad distinta. Los motivos son variados e interesantes.

Algunos seguimos apegados a este tipo de fotografía por el placer de utilizar la cámaras clásicas. A mí me gusta mucho la liturgia en el uso de las cámaras mecánicas, cero circuitos eléctricos o electrónicos, pura relojería, bellos objetos de hace unas décadas, con sus sonidos y sus sensaciones a la hora de realizar la fotografía.

Finalmente, están los que se han sumado de nuevas a la fotografía con película tradicional. Gente muy joven en muchas ocasiones, que no vivieron el mundo de la fotografía cuando la única alternativa era la película tradicional, y que en muchos casos han entrado arrastrados por el impulso de iniciativas empresariales como Lomography, que han creado un estilo y una moda en torno a la fotografía con película tradicional. Muchas veces es más fácil encontrar este tipo de cámaras como complementos de moda o en librerías de postín que en las tiendas de fotografía propiamente dichas. Sobre las iniciativas de Lomography, siempre he tenido sensaciones ambivalentes. Por una lado, no puedo dejar de reconocerles que su impulso está siendo decisivo para que la película tradicional fotográfica se mantenga, e incluso para que empiece a recuperar, muy modestamente eso sí, cuota de mercado. Lo que me parece positivo. Pero por otro lado, no dejo de pensar que los “cacharros” que nos vende Lomography, y los servicios que ofrece complementarios, son de muy escasa calidad y con precios elevados. Como a veces comento en tono de broma, nos venden “tajo bajo” a precio de “lomo” ibérico. Enténdamonos, con “tajo bajo” se pueden hacer muy ricos platos,... pero no al mismo precio que con la charcutería de Guijuelo.

Por ello, cuando tengo ocasión de hablar del tema con otros aficionados a la fotografía, siempre les sugiero que en vez de gastarse los cuartos en los productos de Lomography, busquen en los cajones de sus casas, en las de sus padres o sus abuelos, y rescaten las numerosas cámaras que por allí hay abandonadas, da igual si son buenas o menos buenas, y que se pongan a la tarea. O que busquen en ofertas de segunda mano, ya que muchas de estas cámaras se venden a muy buen precio, y muchas de ellas son de mejor calidad que las Lomography. O visitar los rastros y mercadillos… Ahí hay que tener cuidado, porque no siempre funcionan las cámaras… pero a veces te encuentras alguna cosa más o menos interesante.

Hoy os presento un experimento. Que me ha costado 2 euros por la cámara y 4 euros por el carrete de fotos. El pasado domingo día 25 de octubre de 2015, me encontré por la mañana en el mercadillo de la plaza de San Bruno de Zaragoza, la Cámara Safari de Indiana Jones. Que compré por ese precio… 2 euros. Os pongo un par de fotografías. 

Por la tarde la probé con un carrete de Kodak Tri-X 400 (400TX), que es lo más socorrido y fácil de procesar. Como no tuve tiempo de buscar en internet las posibles especificaciones de la cámara para ajustar su uso, realicé las siguientes asunciones, algunas de las cuales luego he comprobado que no fueron correctas:

La cámara tiene un objetivo de focal fija, que me dio la impresión por lo que mostraba el visor de visión directa de la cámara, tendría una focal de entre 35 y 40 mm. Esta suposición fue correcta.

Tenía tres posiciones para controlar la luz, que yo denominaré “sol”, “nubladillo” y “seriamente nublado incluso lloviendo”. Supuse que la cámara tendría una velocidad de obturación única, alrededor de 1/100 s, y que habría un mecanismo de cambio de la apertura del diafragma que haría que este oscilase entre f/11 y f/5,6 según las posiciones. Sin embargo, observé que en mi ejemplar, la apertura del diafragma no se modificaba. Asumí que estaba estropeado. Aquí cometí algún error que otro en mis suposiciones. Más adelante lo explico.

El visor de visión directa para el encuadre supuse que sería poco preciso, y que tendría un ángulo de visión más estrecho que el objetivo. Si el visor parecía equivaler a un 40 mm, el objetivo estaría más en los 35 mm. Aquí estuve parcialmente equivocado.

El objetivo estará teóricamente enfocado a la hiperfocal. Probablemente más cerca, de modo que los retratos y los grupos de personas queden relativamente bien enfocados, mientras que los paisajes pueden quedar no todo lo nítidos que deberían, especialmente en los objetos más alejado.

Con estas suposiciones, en una tarde nublada, me fui a probarla con la Tri-X dando un paso por el Canal Imperial de Aragón y el Parque Grande de Zaragoza. Luego revelé la Tri-X en una dilución E (1+47) de HC-110 durante 6 minutos a 21 ºC, correspondiente a un índice de exposición de 400, igual que su sensibilidad nominal. Como tiene una notable latitud de exposición, absorbería en estas condiciones los errores de exposición hasta cierto punto.

A continuación algunas muestras de lo conseguido.

A toro pasado, encontré las especificaciones correctas de la cámara, que resultó ser una variante del año 1987 de la WERLISA CLUB COLOR B, una cámara que se comenzó a fabricar en 1976, y que tuvo una serie de variaciones cosméticas, y que se vendió bajo diversas marcas fabricada por CERTEX S.A.

Efectivamente la focal del objetivo está en el intervalo de focales que yo había imaginado, siendo de 38 mm, más cerca del 40 mm que del 35 mm.

Me equivoqué en la combinación de valores de diafragma y velocidad de obturación. El diafragma es fijo, mi cámara no está estropeada, y tiene un valor de f/7,5, un valor muy muy muy próximo al tradicional f/8. Las velocidades de obturación sin embargo son variables, de 1/120 s para la posición “sol”, 1/60 s. para la posición “nublado” y 1/30 s para la posición “muy nublado/flash”. Estos valores son muy conservadores, y producirían una cierta sobrexposición para un negativo de 100 ISO. Recordemos que la regla “soleado - f/16” nos dice que para un valor de sensibilidad de 100 ISO, la exposición correcta en un día soleado, desde dos horas después del alba hasta dos horas antes del ocaso, con el sol a la espalda del fotógrafo sería de f/16 y 1/100 s, o cualquier combinación equivalente. En mis pruebas con película de 400 ISO, los negativos han quedado en general bien expuestos, pero con una situación de luz mucho más escasa, y en el intervalo de tiempo desde una hora y media antes del ocaso hasta el momento del mismo. Por cierto, al principio de la prueba, tenia el "obturador" en posición "muy nublado/flash", y esas fotografías se perciben menos nítidas, probablemente porque a una velocidad de obturación de 1/30 s se estaba produciendo algo de trepidación. Luego, pensando que daba igual, lo puse en posición "sol", la velocidad de obturación aumentó, y las fotos están más nítidas.

Efectivamente el visor es aproximativo. Pero no tiene un angulo de visión muy distinto del objetivo de la cámara. Y el error de paralaje puede ser notable. Casi parece que sea un poco “estrábica” la cámara, y cada “ojo”, el visor y el objetivo, miren hacia distinto lado. Por lo tanto hay errores de composición notable. Especialmente cuando últimamente uno está acostumbrado a encuadrar con precisión en visores electrónicos que cubren exactamente el 100% de la escena. Hay que dar aire, especialmente por la parte de arriba del fotograma para evitar “cortes” de elementos importantes en la fotografía.

La distancia hiperfocal estaría en algún punto entre los 6 - 6,5 metros, pero ya digo que probablemente el punto de enfoque del objetivo está más adelantado, para permitir que sujetos situados a unos dos metros de distancia.

La cámara, de vez en cuando, da la sensación de que avanza mucha más película de la que debería tras hacer la toma. Temía que aparecieran fotogramas en blanco. Pero no ha sido así. Lo que sí que sucede es que la separación entre fotogramas no es uniforme. Incluso han aparecido dos negativos ligeramente solapados entre sí.

Evidentemente, la calidad del modesto objetivo de metacrilato no puede ser muy elevada, pero no se puede considerar inferior a otras cámaras de “juguete” que se hacen hoy, incluidas las Lomography. Es completamente estanca a la luz, no hay filtraciones. Esto, los lomógrafos igual lo consideran un defecto, pero en la fotografía seria se considera comúnmente una virtud. La fiabilidad… es un aparato de plástico… durará lo que dure. Pero esta funciona y vaya usted a saber la vida que le habrán dado desde 1987 hasta la fecha. Casi treinta años.

Ya veis. Por 2 euros tenéis todo lo que os puede ofrecer un “lomo” actual de las más sencillas que puede hace lo mismo o parecido por 60 euros. Por esos 60 euros, en el mercado de segunda mano podéis encontrar cosas muy capaces en cámaras para película tradicional de antaño. Yo, por ejemplo, compre una Zeiss Ikon Ikonta B de formato medio… de 1948…

¿Está claro el mensaje que quiero transmitir?

Y de regalo... una Lumix GM5

A principio de la semana pasada me llegó un mensaje por correo electrónico. De una empresa de transporte que me anunciaba la llegada de un paquete a mi nombre para el miércoles o el jueves de esa misma semana. Decía quién era el remitente, pero no lo que incluí el paquete. Sólo un mensaje del remitente: "Hay más colores además del negro". O así. No venía en castellano.

Cuando llegó el paquete y lo abrí, apareció esto.

Se trata de un cámara fotográfica digital Panasonic Lumix GM5, de objetivos intercambiables para el sistema micro cuatro tercios. No es algo que necesitase, tengo demasiadas cámaras, pero me hizo mucha ilusión por distintos motivos. Obviamente, en parte al menos, el mensaje tenía que ver con el color de la cámara. Habitualmente, salvo mis cámaras clásicas, o simplemente antiguas, compro mis cámaras de cualquier color siempre que sea negro.

La cámara es pequeñita. Realmente pequeñita. Y viene con un objetivo de focal variable, un 12-32/3,5-5,6 estabilizado, cuya gama de focales equivale a un 24-64 mm si lo trasladamos al formato tradicional de 24 x 36 mm. He de reconocer que los fabricantes saben como dotar de aburrimiento a sus objetivos de kit, aunque por lo menos Panasonic ha conseguido un conjunto realmente compacto para el tamaño del captor de imagen. Eso sí, le puedo pone cualquier otro objetivo con montura micro cuatro tercios de los que tengo. Desde ese punto de vista, el regalo no iba mal encaminado. Veamos algunos ejemplos.

Con un objetivo 14 mm 1:2,5 se ve lo pequeñita que es si la comparamos con una reflex APS-C hecha para durar y llenar las manos del fotógrafo.
Aunque más grandote, va muy bien con el 15/1,7 de Panasonic diseñado por Leica. Aquí lo lleva montado, aunque la vista es trasera, para apreciar su clásica disposición de botonería según los parámetros de la marca.
Y realmente queda un poco extravagante con el 12-40 mm 1:2,8 de Olympus, uno de los objetivos orientados al profesional del sistema. Y que es mucho más grande que la propia cámara.

Las primeras fotografía que realicé con la pequeña GM5 fueron las del reportaje del taller de bodegones que publiqué el martes de esta semana. Las del reportaje; los bodegones los fotografíe con la Olympus OM-D E-M5. Pero los objetivos de ambas cámaras son intercambiables.

Cuando la compacta Leica D-Lux 5, que os presenté hace un tiempo ya, empezó a dar señales de senectud y a no funcionar bien y me planteé un reemplazo, una de las opciones que contemplé fue esta cámara. Aunque probablemente en negro. Lo cierto es que al final me decanté por otra compacta de objetivos no intercambiables, la Leica D-Lux (typ 109), de la que ya os he hablado y que he usado en todos mis viajes desde entonces, además de acompañarme en casi todos mis desplazamientos por la ciudad.

He de decir que la D-Lux está también fabricada por Panasonic. De hecho es un clon con modificaciones cosméticas de la Panasonic Lumix LX100. Y tiene componentes en común con esta GM5 que me llegó la semana pasada. Casi con toda seguridad, el sensor de 16 megapixeles que viene con la GM5 es el mismo que el de 12,8 megapixeles la D-Lux. La diferencia en el número de megapixeles efectivo está en el modo en que el cambio de formato del fotograma está previsto en la D-Lux para conservar la misma longitud en la diagonal de la imagen en todos los formatos salvo el 1:1. Y ese es un sensor de imagen que claramente funciona muy bien.

Toma realizada con el Panasonic Leica 15/1,7.

De hecho, las ventajas de la GM5 sobre la D-Lux son el mayor número de megapixeles aprovechables y que los objetivos son intercambiables. Las ventajas de la D-Lux sobre la GM5 son un visor electrónico más grande y claro, sin que sea mal el de la GM5, y que el objetivo de focal variable integrado tiene una gama de focales más amplia que el trasto que viene con la GM5 y es mucho más luminoso y de gama de focales algo más amplia (equivalente a un 24-75 mm 1:1,7-2,8). Realmente, normalmente no necesito más en un 90% de los casos.

Otra gran ventaja de la D-Lux es que el objetivo está permanentemente estabilizado. Y de forma muy eficaz. Sin embargo, el cuerpo de la GM5 no lo está, y la estabilización óptica depende del objetivo que le pongas.

Este objetivo 15/1,7, con su aro de diafragmas en el frontal del barrilete, es de los más agradables con ventaja para utilizar con la GM5.

A pesar de que el objetivo que viene con el kit de la GM5 no me llama la atención, lo cierto es que desde el domingo y durante esta semana lo he llevado puesto y lo cierto es que, salvo por el hecho de que sus aperturas son excesivamente modestas, la calidad de imagen no es mala. Aunque tiene otras carencias. Por ejemplo, es imposible corregir con el enfoque de forma manual. A cambio, está estabilizado ópticamente.

La GM5 se come bien las situaciones relativamente contrastadas de un mediodía dominical, el primero del otoño.

Hasta hace que Panasonic comenzó con esta serie GM, esta es su segunda declinación, cuerpos de cámara tan compactos sólo se veían en cámaras con sensores de imagen mucho más pequeños. Y más si eran de objetivos intercambiables. La calidad de imagen que ofrece es muy superior.

Evidentemente, la ergonomía de un aparato tan pequeño hace muchas concesiones, y seguramente hay muchos aparatos de mayor tamaño más cómodos de manejar. Pero su tamaño la hace extremadamente portable. Tanto como cuerpo de reserva para un sistema micro cuatro tercios más completo, como si es la cámara principal en algún paseo o en un viaje corto.

Otra escena de alto contraste que, con un poco de tratamiento en el procesado del archivo RAW, queda razonablemente bien expuesta.

Una vez analizados sus pros y contras y los compromisos que ha de soportar dado su pequeño tamaño, y que creo que he dejado aclarados, viene el principal inconveniente de la cámara, y que puede hace que no viaje mucho por el mundo y quede relegada a un uso urbano, en mis desplazamientos por la ciudad. Su batería tiene una capacidad  muy escasa. Apreciablemente más escasa que cualquier otra cámara que haya usado hasta el momento. Creo que para ir con ella por el mundo no basta con llevar la batería puesta y otra de reserva. Creo que necesitaría por si acaso una tercera batería, o bien ser muy riguroso y parco en la toma de fotografías, incluso en situaciones que invitan a hacer fotografías. Eso hace que de cara a un transporte, necesite también más de un cargador de batería, lo que hace que empiece a no compensar la reducción del tamaño de la cámara.

Por lo demás, de verdad que es una cámara muy disfrutable.

Bodegón improvisado durante una comida familiar.