Hace unos días Netflix, la plataforma de televisión bajo demanda, nos sorprendió con una novedad de las que no son muy anunciadas ni cacareadas pero que a mi me interesó de inmediato. No se trata de la penúltima serie de ficción televisiva de campanillas, ni nada de eso. Se trata de una pequeña serie de seis episodios en los que aprenderemos el punto de vista de fotógrafos profesionales a la hora de trabajar la fotografía de viajes y naturaleza.
Tales by Light, "La luz de las historias" en castellano, es una producción conjunta de National Geographic Australia y Canon Australia. Con estos responsables podemos imaginar el tipo de imágenes que vamos a ver. Y también podemos adivinar los equipos que van a lucir los fotógrafos que las van a recoger y que nos lo van a contar. En cada uno de los seis episodios de alrededor de 23 minutos de duración, un fotógrafo profesional, utilizando equipos fotográficos Canon, y no precisamente los más sencillitos, nos va a llevar por diversos rincones del mundo mostrándonos las motivaciones que le llevan a trabajar como fotógrafos de viaje o naturaleza y contándonos cómo afrontan sus trabajos. Los veremos planificar y realizar algunas obras fotográficas interesantes.
Por supuesto, unos gustan más que otros. Pero están muy bien escogidos. Son simpáticos, la realización está hecha con mucho dinamismo, y los 23 minutos del documental se te hacen cortos. Os presentaré a las cinco fotógrafos. Uno de ellos repite, siendo el anfitrión en dos episodios.
El orden en que aparecen en Netflix no es el mismo en el que se presentan en IMDb, pero desconozco cómo fueron apareciendo cuando por primera vez se presentaron al público. Yo los comentaré como los he visto.
El primer capítulo "Submerged (Bajo el agua)", fue presentado por el fotógrafo australiano Darren Jew, especializado en fotografía marina y submarina. Los escenarios que nos presentó fueron unas impresionantes fotografías de los cortejos de las ballenas jorobadas en el pacífico, en las cercanías del archipiélago de Tonga, ascendió a uno de los volcanes activos en las proximidades de Rabaul (Nueva Guinea),... os dejo un vídeo de un aficionado que captó una de sus frecuentes erupciones, es un riesgo subir a este volcán imprevisible...
... y allí mismo, en la bahía donde se encuentra Rabaul, se sumergió para fotografiar un antiguo biplano japonés derribado durante la Segunda Guerra Mundial, y que se ha convertido en un hogar para corales y otros seres vivos submarinos.
El segundo episodio fue "Himalaya (El Himalaya)", cuyo anfitrión fue el fotógrafo Richard I'Anson, también australiano, con el que viajamos por los monasterios budistas en Nepal y Bután, intentamos localizar, sin éxito, al leopardo de las nieves en los Himalayas de Ladakh en India, buscamos, con más éxito, fotografiar tigres salvajes en el Parque Nacional Bandhavgarh, y nos sumergimos literalmente en los colores del Festival del Holi, también en la India. Este fotógrafo es tremendamente simpático y entusiasta, y es especialmente divertido verle inmerso en la lluvia de colorantes en polvo o líquidos en el Holi. Disfruta como un niño, o lo parece.
El tercer episodio "Adrenaline (Adrenalina)" acompaña a la única fotógrafa femenina del quinteto, Krystle Wright, que confiesa no tener domicilio fijo, ya que constantemente se mueve por todo el globo buscando motivos para fotografiar. Especialmente, en el ámbito de los deportes que denominamos de riesgo y aventura. Esto hará que la acompañemos a fotografiar, bajo el agua y sin oxígeno, a resistentes buceadores en las lagunas de las islas del archipiélago de Vanuatu, le acompañaremos a visitar a equilibristas que cruzan la cuerda floja que atraviesa cañones de 600 metros de altura en el estado de Colorado (EE. UU.), o volaremos con ella en paramotor (parapente con motor) sobre el Gran Desierto del Lago Salado de Utah, también los EE. UU. Por supuesto, también es una fotógrafa australiana, aunque pase la mayor parte del tiempo lejos de la isla continente.
El cuarto episodio, "Wild (Naturaleza salvaje)", va a estar centrado en la fauna salvaje, y el anfitrión va a ser el fotógrafo Art Wolfe. En esta ocasión, no se trata de un fotógrafo australiano, sino norteamericano. De Seattle. Pero nos llevarán por distintas partes del mundo. Empezará por Alaska, donde acompañará en sus jornadas de pesca a los osos "grizzlies", variedad de gran tamaño de los osos pardos, en los ríos de este estado norteamericano durante el desove de los salmones. Luego saltará a África, donde después de acompañar a los ñus en sus migraciones en Masái Mara (Kenia), se dirigirá a las selvas de Uganda para fotografiar a los gorilas de montaña. Que le darán algún que otro susto.
El quinto episodio, "Panorama", probablemente sea mi favorito. Quizá no sea tan espectacular como algunos de los otros, pero tiene una gran belleza paisajística. Y además, de la mano de Peter Eastway, fotógrafo paisajista también australiano, vamos a seguir la ruta de la expedición de Shackleton a la Antártida, que tras naufragar y pasar una dura odisea, consiguieron ser rescatados sin ninguna víctima moral. Y también supone un homenaje al fotógrafo de aquella expedición, Frank Hurley, cuyas excelentes fotografías, tanto en la belleza de las mismas, como en el dominio que tenía de la técnica de la época, han permitido que llegue hasta nosotros impresionantes testimonios gráficos de aquella aventura que, probablemente, han permitido que haya adquirido fama y haya perdurado en el recuerdo. Por cierto, Hurley también era australiano, aunque fuese en una expedición británica.
Finalmente, el sexto episodio, "Tribes (Tribus)", vuelve a ser presentado por Art Wolfe... como hemos dicho el único no australiano del quinteto. En esta ocasión se centra en inmortalizar a algunas de las últimas tribus con culturas originales primitivas que quedan sobre la faz de la Tierra, culturas que probablemente tienen sus días contados. Primero nos lleva a las selvas de Papúa Nueva Guinea donde pasa un tiempo con los Asaro, hombres de barro, y con los Huli, y sus diálogos con los antepasados. Después, le acompañaremos a Etiopía, donde pasará un tiempo con la tribu de los Surma.
Serie de documentales que podemos considerar como muy recomendable, e imprescindible para los aficionados a la fotografía. Eso sí... no nos equivoquemos. Que son fotógrafos que trabajan para National Geographic. Que aunque de vez en cuando tengan un tono de sensibilidad social y ambiental, son de los que están para mostrar el lado amable del mundo. Y retocan digitalmente; algunos, mucho. No nos sorprendamos como cuando nos enteramos que Steve McCurry retocaba más de lo esperado sus fotografías.
Os contaba hace unos días sobre el curso de macrofotografía que realicé con ASAFONA (Asociación Aragonessa de Fotógrafos de Naturaleza). Una de las cosas buenas que tuvo el curso es que fue fuente de ideas y de posibles recursos. Yo, hasta ahora he realizado macrofotografía de forma circunstancial, por lo que grandes inversiones en objetivos especializados es algo que no he hecho. Desde luego, gastar más de 1500 euros en un EF 180mm 1:3,5 Macro de Canon, que para el profesor parecía la solución idónea, no entra ni de lejos en mis cálculos.
Pero él mismo hizo varias propuestas sobre el uso de teleconvertidores en macrofotografía. Estuve investigando un poco el tema, y decidí que un multiplicador de focal o teleconvertidor de segunda mano podría dar solución a mis usos esporádicos. Tengo un teleobjetivo EF 200mm 1:2,8 USM II, que me costó muy económico de segunda mano. Tampoco quise gastar mucho en su momento porque es un focal que uso poco. El caso es que tiene una calidad bastante apreciable.
Un multiplicador de focal es un dispositivo óptico que permite multiplicar un factor determinado la longitud focal de un objetivo, manteniendo su distancia de enfoque mínima. Un 1,4x sobre un 200/2,8 con una distancia de enfoque mínima de 1,5 metros nos da un el equivalente a un 280/4 con la misma distancia de enfoque mínima. Si la relación de reproducción del objetivo era 0,16, pasa a ser 0,22. 1:5 aproximadamente. Un objeto de 5 cm de tamaño en la realidad se reproduce con un tamaño de 1 cm en la superficie sensible, sea un película tradicional o un sensor digital. No es macrofotografía, pero nos introducimos en el terreno de la fotografía de aproximación. Si usamos un 2x, obtenemos un 400/5,6, con una relación de reproducción de 0,32, es decir aproximadamente 1:3; 3 cm en la realidad se proyectan en 1 cm sobre la superficie sensible. Empezamos a tener unas situaciones interesantes.
En estos momentos, un multiplicador de focal Canon actual puede situarse en los 400 euros de precio. Pero uno de segunda mano de primera generación, que no están mal y son más compatibles con todo tipo de objetivos se puede conseguir por 100 euros. Y un 2x en estas condiciones se me puso a tiro. Además, puesto a intervenir en una asociación de fotógrafos de naturaleza, puede servirme para iniciarme en la fotografía de animales. Ya hemos visto que su principal problema es que disminuye la luminosidad del objetivo de forma proporcional. Y algo se degrada la imagen. Pero si partes de buenos objetivos, la cosa puede ser razonable y llevadera.
Con el 200/2,8 y el teleconvertidor 2x empecé a hacer alguna fotografía desde el balcón de casa. No he tenido todavía ocasión de probarlo calmadamente en el campo.
El caso es que mi intención era tener un sistema para macrofotografía con resultados dignos, con una inversión moderada y polivalente. A los objetivos de los que dispongo, en principio el 200/2,8, y al teleconvertidor, tengo que añadir el juego de tubos de extensión de Kenko, con longitudes de 12, 20 y 36 mm. Se pueden usar juntos con una longitud de hasta 68 mm, pero para evitar desequilibros, prefiero usarlos de uno en uno. Si hago las matemáticas adecuadas en la página de Cambridge in colour, obtengo lo siguiente.
El 200/2,8 con el tubo de 36 mm permite una escala de reproducción de 1:3 a 105 cm de distancia de enfoque mínima. No está mal.
Si ha esta combinación le añades el teleconvertidor 2x, mantienes los 105 cm de distancia, pero con una escala de reproducción de 2:3. Ya estamos sin lugar a duda en territorio macro, con una distancia de enfoque muy cómoda para trabajar en el campo.
Veamos el montaje que probé en casa.
Como vemos, la distancia de trabajo entre la cámara y el objeto sobre la mesa, un pequeño tomate raf, es muy cómoda. Veamos ahora la imagen. En primer lugar despejado el tomate de todo tipo de cosas, y luego con una regla para comprobar la escala de reproducción de forma empírica.
Los resultados en la práctica se acercan bastante a las matemáticas teóricas calculadas anteriormente a partir de las especificaciones técnicas de los distintos componentes. Hice varias pruebas con distintos diafragmas, para jugar un poco con la profundidad de campo que es muy limitada a estas escalas de reproducción. Para apreciar un poco mejor la nitidez del resultado, cogí una de mis viejas cámaras clásicas para comprobar cómo iba. No va mal. La calidad es bastante más que razonable.
Los multiplicadores de focal de Canon no se pueden acoplar a cualquier objetivo. Los elementos delanteros de su fórmula óptica protuyen sobre la montura y necesitan un objetivo con un hueco suficiente para que no rocen con los elementos traseros del mismo. Por ejemplo, no se puede montar con el EF 85 mm 1:1,8 USM ni con el EF 24-105 mm 1:4 IS USM. Pero, ¿qué pasa si ponemos un tubo de extensión entre el 85 mm y el multiplicador de focal 2x? Hagamos las matemáticas.
El 85/1,8 con el tubo de extensión de 36 mm permite una escala de reproducción de alrededor de 1:2 a 37 cm de distancia de enfoque mínima. Una distancia de enfoque mínima menos favorable que en el caso anterior, pero con un mayor efecto sobre la escala de reproducción. Estoy redondeando. Ignorando decimales para una mayor claridad de exposición. En realidad la escala de reproducción es algo mejor todavía.
Con el tubo de extensión de 36 mm instalado, ya tenemos espacio para instalar el multiplicador 2x, que funciona sin problemas. En este caso, obtenemos una escala de reproducción de 1,1:1 para esos 37 cm de distancia de enfoque.
Por encima del tamaño de la vida real. Y con un coste de 100 euros sobre mi capacidad instalada actual, en lugar de gastar los 650 euros del EF 100/2,8 USM o los 900 euros del EF 100/2,8 L IS USM. Ambos llegan a 1:1 con una distancia de enfoque parecida. No pierden luminosidad al enfocar en aproximación, pero su longitud focal sí que se reduce a unos 75 mm efectivos. Seguramente tendrán mejor resolución óptica, pero para un uso esporádico, parece que tenemos un sistema competitivo.
Comprobémoslo en la práctica.
La prueba la hacemos con el objetivo de la Zeiss Ikon Ikonta B, primero despejado de todo obstáculo, después colocando la regla que sale un poquito movida, pero nos hacemos a la idea.
Acabamos, por 100 euros, de dotar de notable versatilidad al equipo previamente disponible, con pérdidas de calidad y de comodidad de trabajo perfectamente asumibles. Recuerdo de nuevo que, partiendo de buenas piezas ópticas de base, la pérdida de calidad existen pero son razonables, y que hay una pérdida de luminosidad, pero que en el caso del 85 mm la máxima apertura es f/1,8 por lo que nunca nos ponemos en situaciones difíciles de manejar. Estamos enfocando de forma manual y con la ayuda de la pantalla trasera.
Por supuesto, todo esto trabajando con la Canon EOS 5D Mark II, cámara con un sensor de 24 x 36 mm. Si esta última combinación la utilizamos con una cámara de sensor tipo APS-C, añadimos el factor de recorte 1,6x. Por ejemplo, con mi veterana Canon EOS 40D. El 1,1:1 de escala de reproducción se mantiene, pero por el recorte simula ser un 1,76:1... a 37 cm de distancia. Veámoslo con algunas chinchetas de colores.
Insisto. No tiene la misma comodidad y pierde algo de calidad con respecto a trabajar con un magnífico EF 180 mm 1:3,5 L USM. Pero es que una inversión en un objetivo de esas características son palabras mayores salvo que le vayas a sacar un rendimiento de alguna forma. La combinación de tubo de extensión más multiplicador 2x, siempre con el multiplicador montado sobre la cámara el tubo de extensión en el objetivo, y el 200/2,8 permite una cómoda distancia de trabajo. Con el 85/1,8 una escala de reproducción alta. El coste del multiplicador entre 100 y 150 euros. Los otros dos objetivos los compré de segunda mano en los últimos 16 años, con costes que en ningún caso superaron los 350 o 300 euros cada uno de ellos, teniendo además otras aplicaciones. Ambos son excelentes retrateros.
No sé todavía cuánto lo voy a utilizar. Pero si no hago macro de ahora en adelante, será porque no quiera, no porque no pueda.
Tradicionalmente me he considerado aficionado a fotografiar con luz ambiente. Con la luz natural en exteriores, o con la luz artificial disponible en interiores o en las ciudades de noche. Era mi preferencia, decía. Aunque desde hace unos años me venía picando la curiosidad las cosas que hacen algunos fotógrafos con uno o dos flashes. Para acabar de enredarla, hace un par de meses leí una afirmación de estas que te pican: "Aquellos que alaban la naturaleza de la luz ambiente frente a la luz de los flashes, y se niegan a usarlos, es que no saben utilizarlos". Algo de eso hay. Aparte del puntito de vagancia a la hora de acarrear un trasto (o varios) más en la bolsa.
Después ha venido otra inquietud. La de iniciarme con interés en la naturaleza muerta o bodegón. Y darte cuenta que no puedes depender siempre de tener una ventana estratégicamente situada. Que a veces hay que complementar con otra fuente de luz, o directamente crear tú la iluminación que te interesa. Nos decía Alfred Stieglitz que la principal fuente de aprendizaje del fotógrafo es observar. Y de la observación se deduce fácilmente que muchos de las más interesantes o bellas naturalezas muertas fotográficas resultan de un control muy cuidadoso de la luz.
Ya comenté hace unas semanas que estaba probando un flash para Olympus que definitivamente voy a adquirir, el FL-600R. Tiene un tamaño relativamente compacto, que tiene la ventaja de que no da tanta pereza acarrearlo, y el inconveniente de que no puede ser tan potente como los buques insignias de otras marcas. Admite una multiplicidad de modos: TTL (medición through the lens, a través del objetivo), A(utomático), M(anual), A SL(ave, esclavo), M SL y RC (remote control, control remoto). Todo tipo de formas de compensar la exposición, y se puede controlar cómodamente desde la cámara compatible en modo RC; incluso si se maneja en exposición manual, en mi caso la Olympus OM-D E-M5. Lo cual te evita toquitear en los botones y en la pantalla trasera del aparato, que no está mal, pero es mejorable. Cabezal totalmente orientable, y una luz LED continua que en un momento dado puede venir bien como luz de modelado. Permite mediante un modo estroboscópico sincronizar a todas las velocidades de obturación, a costa de perder potencia. Pero viene bien para usar como flash de relleno, ya que se puede usar con los objetivos con el diafragma bastante abierto. Para poderlo usar como esclavo sin cables, hay que disponer del pequeño flash que viene como accesorio con la cámara y que hay que instalar en la zapata de accesorios.
Tengo también un flash para Canon EOS, un Speedlite 420EX. Algo más potente que el anterior, no mucho, y también más grande, pero con un grave inconveniente. Sólo se puede usar en modo TTL, montado sobre la cámara o como esclavo, eso sí. También tiene modo estroboscópico para sincronizar a todas las velocidades de obturación, y también se puede controlar desde la cámara aunque no con todas las posibilidades que admiten los modelos más modernos. Para usarlo como esclavo sin cables, ya que la EOS 5D Mk II no tiene flash incorporado, hay que tener un flash compatible instalado sobre la zapata de accesorios. En mi caso, el pequeño Speedlite 90EX que me vendieron de segunda mano hace unos meses.
En ambos sistemas, se puede configurar para que el pequeño flash accesorio dispare el principal, pero sin que su luz intervenga en la exposición de la escena. Así que son dos sistemas muy similares, aunque el de Olympus es muchísimo más versátil por la variedad de modos de la que dispone.
De los tiempos de la cámara Pentax, tengo un flash Metz, un poquito menos potente que los anteriores, y que sólo admite los modos M y A. Ya veremos si con el tiempo lo puedo integrar en el ajo o no. Tengo una célula accesoria para que pueda ser disparado a distancia, por el destello de otro flash. Pero es mucho más simple que los anteriores.
Recientemente he adquirido un kit para iluminación que consta de un trípode para el flash, con un cabezal que permite poner el flash y un paraguas difusor o reflector, y un paraguas blanco difusor. También un conjunto de reflectores de luz 5 en 1 (blanco, translúcido, dorado, negro y plateado). Según la página de Strobist (también en español), muy respetada por quienes se inician en estos menesteres, este es el equipo mínimo para iniciarse. También se me ha recomendado que en lugar de paraguas utilice una ventana difusora, y por la mínima experiencia de este fin de semana empiezo a entender algunos porqués, pero el coste del kit con el paraguas incluido frente a los elementos comprados por separado, sin paraguas era un euro más caro. Aparte el coste de la ventana. Iremos aprendiendo con esto y luego ya iremos ampliando.
Puestos ya con todo este material, y con un juego de baterías AA de Ni-Mh cargadas, este fin de semana me he puesto a familiarizarme con el material. Nada de crear "arte" todavía. Eso no es posible si no estás perfectamente cómodo con la técnica. Es difícil tener la cabeza en dos sitios a la vez, se diga lo que se diga. Empecé el sábado con el material Canon. Como el Cosina AF 100/3,5 MC Macro intentó suicidarse y sufrió ciertos daños, decidí usar el Canon EF 70-210/3,5-4,5 USM junto con el juego de tubos de extensión de Kenko, en caso de que necesitase una distancia de enfoque más favorable. Como en los diafragmas a usar, entre f/8 y f/16, este objetivo va bastante bien, no necesitaba nada más sofisticado. Veamos la instalación.
En las recomendaciones semanales de ayer, ya se podían ver algunos ejemplos de las fotos realizadas. Todas ellas a base de bodegones muy sencillos con frutas frescas, de lo que tenía en la nevera. De paso que hacía fotos, merendaba.
Lo cierto es que no me costó casi nada familiarizarme con el funcionamiento del sistema, y el sistema E-TTL de Canon disparado a distancia funcionó de forma muy consistente. Como no tengo flashímetro, hice un par de tomas de prueba, determiné la corrección que tenía que introducir en el flash, y a funcionar. Como veremos en la siguiente prueba, el uso del reflector dorado, dotaba a las imágenes de un tono algo más cálido, que me resultaba agradable. Aunque en las frutas resultaba más natural.
Ya el domingo por la tarde, decidí a poner en serio a leerme el manual de instrucciones del FL-600R de Olympus. Porque por muy intuitivo que me pareciera el aparato en las semanas anteriores, había algunas cosas que no me estaban quedando bien. Tras comprobar todas las posibilidades, acabé probando el aparato en modo TTL y en modo manual. La instalación, más sencilla que el día anterior. El modelo otra de mis cámaras antiguas. De fondo, el partido de rugby del Seis Naciones entre Irlanda e Inglaterra, en el que la Pérfida Albión mordió el polvo.
Nuevamente, ambos modos mostraron su consistencia. Teniendo en cuenta que el fondo, y la mayor parte del fotograma, está dominada por el gris neutro de una carta Kodak, al medir la intensidad del tono y su descomposición en los tres colores primarios en Lightroom, pude medir la consistencia de la exposición.
Decir que en la parte central de la fotografía, si los valores medios teóricos tenían que ser R (rojo) 50% G (verde) 50% B (azul) 50%, lo obtenido fue aproximadamente R 46,9% G 46,4% B 46,0%. O sea casi en la diana. La exposición casi perfecta, aunque probablemente la fotografía se beneficiaría de una corrección de +1, para luego resituar los valores en Lightroom. Es decir, se podía "derechear" el histograma. Había margen para ello. Aunque no la muestro aquí, con el flash en manual, con un diafragma f/16 e ISO 200, la óptima para la OM-D E-M5, con 1/16 de potencia obtuve esa exposición que luego me podría dar el mejor resultado tras revelar el archivo RAW.
Terminé jugando con un pequeño pero eficaz difusor Walimex que compré para usar de forma portátil, sujetándolo en este caso con la mano desde el lateral, y reflejándolo contra el reflector. También con buen resultado.
En fin. Como ya he dicho, un par de tardes para familiarizarme con el material, para que poco a poco sea más instintivo su uso. Con el tiempo, espero que vengan los resultados.
Llevo cuatro días con gripe. Y cuando ayer domingo por la mañana parecía que lo peor estaba pasado, por la tarde me subió la fiebre de nuevo, que no ha cedido de forma continuada hasta esta mañana en algún momento entre las 8:30 y las 10:00. No sé cuando, no estaba yo con la cabeza muy en mi sitio. Así que tengo todas las papeletas para que esta entrada de hoy me salga irracional. O incongruente. Cosa que a nadie debe sorprender, porque el ser humano es esencialmente irracional incluso sin gripe.
Un ejemplo a propósito de esta enfermedad. Conocemos como prevenirla, con vacunas. Pero muchas de las personas que disponen de la vacuna por motivos laborales ¡¡¡GRATIS!!! no se la ponen, pese a que carece de efectos adversos de consideración. Es cierto que no siempre es todo lo eficaz que debería, pero eso se debe a que siempre es una apuesta al virus más frecuente en la temporada de turno. Y a veces la apuesta falla. Esta temporada ha fallado, y he cogido la gripe.
Sabemos como tratar a los pacientes. Sabemos que deben guardar una higiene estricta para evitar la transmisión. Sabemos que durante el periodo en que son contagiantes deberían quedarse en casa para evitar el contagio a otras personas. O deberían alejarse de sus familiares más débiles... por el mismo motivo. Pues nada. Se atiborran de antipiréticos y analgésicos, y a trabajar, que dicen los políticos y los empresarios, esas bellísimas personas sin tacha moral alguna, que los españoles somos muy vagos y le echamos mucho cuento. El virus carece de inteligencia... pero se aprovecha de la ausencia de la misma que también demuestra el ser humano que no veas.
Así que me estoy quedando en casa durante estos días para evitar que los trillones de particulas virales que me están dando por saco, y que me dejan hecho unos zorros cada vez que se dan un paseo por mi torrente sanguíneo, y elevan mi temperatura corporal por encima de los recomendados 37 ºC. Y dándole vueltas a la irracionalidad de la especie humana.
En 1993 compré una cámara Canon de enfoque automático, la EOS 100, para película de formato 135. Lo que ahora los modernos llaman full format, aunque es sabido que hay cámaras con sensores de imagen más grande. Desde entonces he tenido cámaras de esta marca y sistema, y poseo un simpático parque de objetivos para las mismas que abarca desde los 21 mm a los 210 mm de focal. Pues bien, Canon ha dado la sorpresa, no tal que llevaba semanas comentándose, y ha sacado al mercado un par de modelos hermanos, con un sensor de este tamaño y 50 megapíxeles de resolución espacial.
Lo que yo me he preguntado hace tiempo es ¿por qué han tardado tanto? Basta con hacer unas cuentas.
Las Canon EOS de formato APS-C suelen tener 18 megapíxeles. Si extrapolamos esa densidad de píxeles al llamado full format, se puede obtener sin problemas 46 megapíxeles.
Las Nikon para aficionados, también de formato APS-C, suelen llevar un sensor de 24 megapíxeles también muy popular en otras marcas, ya que lo fabrica Sony y lo vende como churros. Volvemos a extrapolar, y sin problemas los 54 megapíxles.
Mi Olympus OM-D E-M5 de 16 megapíxeles lleva un sensor de un tamaño tal, que con tal densidad de píxeles se podría ir al full format por encima de los 61 megapíxeles.
Las cuentas las he hecho con las dimensiones aproximadas que he encontrado por internet de los sensores. Puede haber algunas variaciones en los resultado precisos, pero creo que cogéis la idea.
Entonces,... si existe la tecnología para haberlo hecho hace varios años ¿por qué no? La culpa es de los objetivos. Ya he leído varios artículos en que se confiesa, incluso por fieles nikonistas, que la mayor parte de los aficionados que usan esas cámara de 24 megapíxeles usan ópticas que aprovechan como si la cámara tuviese sólo 9 ó 10. Probablemente con las Canon pasa algo parecido, pero al ser un 25% más modesto sus sensores de imagen en la cuenta de megapíxeles no parece tan grave.
Los que disfrutamos en nuestros viajes de las pequeñas micro cuatro tercios tenemos más suerte. Aunque nuestros objetivos no son perfectos, de esos 16 megapíxeles teóricos aprovechamos una buena parte, porque están construidos y diseñados ad hoc. Y por su tamaño compacto, por la escasa cantidad de vidrio necesario, y por no necesitar motores tan especiales para mover la inercia del mismo, se pueden vender a precios razonables.
Porque aquí viene la irracionalidad. La mayor parte de los usuarios de cámaras réflex que conozco están usando objetivos pensados para los tiempos en los que las cámaras tenían o se esperaban que tuvieran entre 6 y 10 megapíxeles. O son diseños procedentes de los tiempos de la película tradicional, donde los principios a aplicar no eran los mismos. Pero sigo conociendo buenas gentes que apenas gastan en ópticas, y se siguen comprando cámara más grandes, más prestigiosas, con muchos megapíxeles, para luego racanear en las ópticas que los acompañan. Y son buenas gentes. Pero muy humanas. No demasiado racionales. Y ahí están los vendedores de cámaras, fríos, carentes de sensibilidad, sin una inteligencia especial, pero con la esperanza de mejorar sus balances, vendiendo más megapíxeles. Y los compraremos.
Por cierto que también ha salido al mercado la Olympus OM-D E-M5 Mk II. Pero no promete más megapíxeles. Bueno sí... pero de otra forma... qué se yo... ¿Os habéis fijado como me mira?
Para compensar tanto megapíxel, muchos de ellos sin sentido, os dejo en la entrada algunas fotografías de las 24 primeras horas que pasé en mi vida en Londres. El otro día lo hacía con París ¿no? Fue el mismo viaje. En 1989, con una Pentax P30N un Pentax SMC-A 50/2 y un 28/2,8 que me dejaron, y cuya marca no recuerdo. Seguro que ninguno de los dos resuelve los 50 megapíxeles... Y a quien le importa...
Comentaba en un artículo previo las características técnicas de la Canon Demi EE17, cámara de “medio formato”, para negativos de 24 x 18 mm sobre película perforada de 35 mm, y hoy toca comentar un poco la experiencia de su uso. Porque las cámaras de fotografías están hechas para ser usadas. Si no, son aparatos un poco tristes.
Lo que es cierto es que tuve la mala suerte de que el primer día que disponía para probarla fue el primer día de otoño realmente desapacible, con lluvia y frío. Y qué largos se hacen entonces los 77 fotogramas que me han cabido en un carrete de Ilford Delta 100 Professional.
Lluvia todo el día, poco contraste en el ambiente que ha habido que subir en el posprocesado, y una película, la Ilford Delta 100 Professional, que revelada en Rodinal 1+25, ha mostrado ser un opción bastante más que razonable para esta cámara, gracias a su grano contenido.
La cámara usaba pilas de mercurio de 1,3 V del tipo 625 que por motivos de seguridad y salud pública están prohibidas y no se fabrican. Me vino, por lo tanto, sin pila. No importa, la cámara funciona de forma mecánica con selección manual del diafragma y la velocidad de obturación. La medición de la luz… pues con un fotómetro de mano que Gossen Digisix que tengo, pero que también se había quedado sin batería, o por estimación usando la regla del f/16 — sol radiante, etc…
Y así fui tirando hasta que encontré donde comprar una sustituta actual de las baterías de mercurio de antaño.
La utilización de la cámara en manual, y estimando la luz no supone mayor problema si estás mínimamente familiarizado con esta técnica. Con luz de nublado con lluvia pero suficiente, se pueden usar diafragmas medios, que permiten una profundidad de campo razonable, ya que hay que enfocar por estimación.
Una vez con pila nueva, y para hacer menos compleja la utilización de la cámara en un día de lluvia y viento, con mucha humedad, gotas que caen por todos los lados, la estuve usando en modo “AUTO” con prioridad a la velocidad de obturación, y confiando en el fotómetro de la cámara.
No tengo motivo de queja. La cámara expone correctamente. Y si crees que por el tipo de escena hay riesgo de subexposición, no hay más que usar el compensador de exposición que permite abrir el diafragma uno o dos pasos más para una velocidad de obturación dada.
Con poca luz hay riesgo de subexposición siempre. Y más todavía si estás fotografiando un grafitti en una pared blanca. Aquí es donde el compensador de exposición cumple su objetivo perfectamente.
En las pocas horas de la tarde en la que hay luz natural, escasa además por las nubes y la lluvia, me arriesgo a fotografiar con una velocidad de obturación de sólo 1/30 s. Por debajo de lo recomendado. Pero al no llevar espejo como las reflex, y con una buena técnica de sujeción de la cámara, las fotografías salen razonablemente nítidas.
Enfoque por estimación a la señal de la puerta, 1/30 s de obturación porque la luz es ya escasa, el diafragma queda seleccionado automáticamente en algún punto entre f/1,7 y f/2,8. La foto sale con razonable nitidez.
Quizá no sea una cámara de grandes prestaciones, porque tiene sus limitaciones. Pero es una cámara que cumple, y que con un negativo en blanco y negro moderno, a pesar de su reducido tamaño de fotograma, es perfectamente usable. Lo que es más, es mucho más sencilla y agradable de usar de lo que esperaba.
Entre las limitaciones de la cámara es que no responde muy rápida al disparo, y por lo tanto la acción se nos va. La señora del paraguas se ha desplazado del centro del fotograma al lado izquierdo en lo que he tardado en preparar la fotografía. Tal vez con un poquito de entrenamiento mejore un poco la cosa. Pero no parece una cámara preparada para la fotografía de acción.