Segunda entrada consecutiva con cámara digital como protagonista. Hacía tiempo que no pasaba esto en estas páginas. Pero si hace unos días os hablaba de mi recién llegada Lumix GX9, las fotos de hoy proceden de la ya bien probada y fiable Lumix G9. Cámaras ambas con muchos elementos en común a nivel de su electrónica, pero con dos enfoques distintos. Ayer precisaba de la solidez de la G9.
Es sabido por muchos aficionados a la fotografía que estos días ha habido un motivo interesante en el cielo nocturno. Ya lo comentaba a propósito del artículos sobre la GX9. Hace pocas semanas, el cometa C/2020 F3 NEOWISE se hizo visible en el firmamento. En los primeros días, al amanecer. Hoy en día también al atardecer. Y si viajas suficientemente al norte de Europa, u otros continentes, se puede ver toda la noche, rozando el horizonte. Creo. Este fin de semana tenía intención de volver a intentar fotografiarlo, pero alejándome de la ciudad. Y justamente ha coincidido con la recomendación de no salir de la ciudad. Por culpa de cierto coronavirus. Me contuve el viernes por la noche y el sábado por la noche. Pero después de valorar la situación, y dado que me he cogido un día de fiesta este lunes, decidí que era seguro y no insolidario desplazarme en solitario a la presa de Tormos en el embalse de la Sotonera. No es el mejor lugar para fotografía astronómica, pero tiene posibilidades, y es accesible en tres cuartos de hora desde Zaragoza. Y hay poca gente por allí un domingo a partir de las ocho de la tarde. Poca, poca, poca. Quienes hayan pasado por allí el fin de semana, ya estaban de vuelta o preparándose para volver a sus domicilios principales. La distancia social quedó totalmente a salvo.
Me llevé una variedad de ópticas y complementos. A saber. La cámara, Lumix G9, como ya he dicho. Varios objetivos con montura micro cuatro tercios; el Laowa 7,5/2, el Olympus 12-40/2,8 y el Lumix G Vario 35-100/2,8. Recientemente, compre un pequeño adaptador para poder usar ópticas Canon EF, a plena apertura, no tiene contactos electrónicos, con las cámaras micro cuatro tercios. Así que lo cogí, con el Canon EF 200/2,8L y el multiplicador de focal x2. Mi trípode Manfrotto de la serie 190 de fibra de carbono, y mis filtros Lee. Una linterna frontal, que tiene luz roja, ideal para ver el equipo por la noche sin deslumbrarme a mi mismo en la observación del cielo, y potente con luz blanca para caminar de regreso al coche.
Comencé la tarde esperando la puesta de sol, en la que usé tanto el 12-40, como el 35-100, como el 200 + x2 con el adaptador. Hay que pensar que ese 200/2,8 con el multiplicador de focal hace el equivalente en campo de visión de un 800 mm en formato completo. No es fácil de manejar. Y menos de enfocar. Por que no hay profundidad de campo que valga a f/5,6. Pero bueno. Alguna foto hice. No usaré mucho esta combinación. Es poco práctica; aunque el adaptador es barato y bien está disponer de él. Debí haber llevado también para este rato un repelente de insectos. No eran mosquitos. Parecía mosca negra, aunque de momento no tengo ninguna lesión por picadura dolorosa.
Tras la puesta de sol, con el 12-40 me dediqué a componer algunos paisajes con el castillete de las compuertas de la presa que dan lugar a la salida de aguas para el canal de Monegros, al que alimenta el embalse de la Sotonera, desde Tormos en el término municipal de Alcalá de Gurrea. Ensayé tanto el color como el blanco y negro, y usé los filtros de densidad neutra para aumentar los tiempos de exposición. Aunque las aguas estaban demasiado tranquilas para que el efecto fuera muy llamativo. Pero observando bien se ve el remolino que forman las aguas para entrar en las compuertas de salida alrededor del castillete. Cuando llegué, unos pescadores de caña imprudentes estaban pescando allí con una barca. Como les dijo un paisano que pasaba por ahí, si se hubieran caído al agua podrían haber sido succionados y muerto ahogados. Pero oye... que somos españoles y hacemos como nos pasa por allí.
Conforme avanzó el crepúsculo empecé a buscar el cometa C/2020 F3 NEOWISE. Olvidé mis prismáticos. Así que la estrategia de búsqueda fue hace fotos en gran angular con tiempos relativamente prolongados. Aparece antes en las fotos que a la vista. En su máxima luminosidad aparente, el cometa se sitúo en una magnitud 1,8, pero ayer había bajado a 3,3. Cada paso entero de aumento de magnitud es una caída en la luminosidad de 2,5 veces aproximadamente, si no recuerdo mal. Finalmente apareció. Justo encima del castillete de las compuertas, desde mi perspectiva, y debajo de la Osa Mayor. A partir de ahí todo fue hacer pruebas con distintas focales y tiempos de exposición. Lo más difícil, enfocar correctamente. Y jugar con una farola que a ratos se encendía e iluminaba el castillete, que podía estar bien, aunque podía introducir alguna luz frontal en el encuadre... que está mal. Pero a ratos se apagaba. De forma anárquica.
Tras esta actividad, giré la cámara 180 º, le calcé el supergranangular y apunté a la Vía Láctea. Es una zona que no está amenazada por la enorme contaminación lumínica de las ciudades como Zaragoza o Huesca, pero hay muchos puntos de luz diseminados en pequeños pueblos, granjas y otros caseríos. Así que no era una situación ideal, pero hice lo que pude. Con la medianoche, cansado, y sabiendo que hasta la una de la madrugada no estaría en la cama como pronto, entre unas cosas y otras fue la una y media, me volví a casa. Menos mal que llevaba la linterna frontal.
Como todos los años cuando se acerca el ecuador del mes de agosto, se anuncia por todos los medios la conocida lluvia de estrellas fugaces, oficialmente las Perseidas, por estos lares muy conocidas como "lágrimas de San Lorenzo". Estos meteoros son los restos que deja a su paso el cometa Swift-Tuttle y aparecen todos los años en las noches de la canícula veraniega, radiando desde la constelación de Perseo, de ahí su nombre formal, y suelen tener su máximo de actividad entre el 10 y el 14 de agosto. Siendo el 10 de agosto la conmemoración católica de Lorenzo, un mártir de la Roma del siglo III, que fue asado en una parrilla, se supone que alguna lágrima debió derramar, aunque no sabemos si por el dolor o por el humo en los ojos, que según las tradiciones de esta confesión religiosa, los mártires son gente bravía.
Este sábado 12 de agosto, día para el que estaba anunciado el máximo de actividad de los meteoros, andaba yo a media tarde con cierto desconcierto porque mis planes para ese sábado habían cambiado abruptamente un par de horas antes cuando me llegó un aviso... "hemos quedado a las siete en el estacionamiento de un centro comercial para ir a ver las Perseidas"... Con ciertas prisas, eché a la bolsa un par de cámaras micro cuatro tercios con unas cuantas baterías, confiando que algunas tuvieran energía, y un par de objetivos angulares, que me parecieron los más adecuados para la ocasión. También cogí mi mejor trípode y el cable disparador de una de las cámaras. Y con esto salí pitando, porque ya llegaba tarde.
El destino fue el castillo de Sora en Castejón de Valdejasa, a unos 60 kilómetro de Zaragoza, en sentido hacia las Cinco Villas. Utilicé la cámara menos adaptada a la fotografía nocturna, la pequeña Panasonic Lumix GM5 con un G 14/2,5 ASPH, para documentar el lugar mientras tuvimos luz diurna, con el fin de reservar las baterías de la otra cámara, más capaz para la noche.
Después de un reconocimiento previo, durante el cual realicé las fotos que podéis ver, nos aprestamos para ver y fotografiar la puesta de sol. Después, tras la foto de grupo de rigor, comenzamos a buscar buenos emplazamientos para la sesión de fotografía nocturna, cada uno según sus intereses, conocimiento, experiencia e intuición, intentando no molestarnos mucho los unos a los otros. El ambiente en estas excursiones suele ser siempre excelente, muy cordial.
La ventana de observación que teníamos era desde la 22:00 horas, la puesta de sol fue a las 21:07, pero queda la luz residual crepuscular residual, hasta poco antes de la salida de la luna, casi en cuarto menguante, a las 23:52. Aunque la motivación de la excursión eran las Perseidas, la presencia sobre nuestras cabezas de la Vía Láctea, hizo que dedicáramos algunos esfuerzos a conseguir alguna bonita foto de este espectáculo astronómico que suele estar sobre nuestras cabezas, pero que en la ciudad no sabemos o podemos disfrutar. Aquí ya utilicé la Olympus OM-D E-M5 con el Leica DG Summilux 15/1,7 ASPH, un objetivo que por su focal y ángulo de visión no permite vistas amplias tan espectaculares como otras focales más cortas, pero que da una buena calidad de imagen y tiene una apertura máxima muy favorable para evitar sensibilidades muy altas.
Para ayudar a interpretar las fotografías anteriores, decir que era los tonos anaranjados de las fotografías corresponden a la importante contaminación lumínica producida por la ciudad de Zaragoza y por la actividad de los pueblos y el corredor viario de la Ribera Alta del Ebro, al sur de nuestra posición.
Aunque en las anteriores fotografías se puede ver una diversidad de estelas en el cielo, todas ellas corresponden bien a satélites artificiales o aviones. Hay mucho tráfico de aviones comerciales en el entorno del lugar donde nos encontrábamos.
La última de las anteriores fotografías es la que apunta más directamente al sur y hacia donde se encuentra el centro galáctico, en la constelación de Sagitario.
Una vez realizadas esas fotografías, llegó el turno de intentar recoger alguna Perseida en las fotografías. Mientras hacíamos las anteriores fotografías, ya habíamos visto caer algunas.
Con el fin de intentar maximizar las probabilidades de captar alguna, apunté mi cámara aproximadamente en un campo de visión que abarcase desde la Estrella Polar hasta el nordeste, con el fin de que la constelación de Perseo, el radiante de los meteoritos, y la Galaxia de Andrómeda apareciesen en el campo. Esta última no era distinguible a simple vista, pero confiaba que con las exposiciones prolongadas se pudiese ver. Es la galaxia más cercana a nuestra Vía Láctea, si descontamos las dos satélites, las Nubes de Magallanes, que no se ven desde el hemisferio norte.
En esta foto última foto anterior, que es un recorte de una vista más amplia sobre los muros del castillo, podéis apreciar la presencia de la Galaxia de Andrómeda.
A partir de aquí, la estrategia consistió en colocar la cámara fija apuntando a la región del cielo mencionada e ir haciendo fotografías seguidas desde el mismo punto con la confianza de que en alguna o algunas de ellas aparecería alguna estrella fugaz. Como el accionamiento del disparador no exige excesiva atención, mientras podría dedicarme a observar el conjunto de la bóveda celeste para disfrutar del espectáculo de los meteoritos cayendo, aunque no pasasen por el sector de la misma que yo había seleccionado. Vimos unos cuantos, y algunos muy espectaculares.
Al revisar las fotos en casa... casi a las primeras de cambio pensé que tenía uno meteorito en el bote... justamente apuntando a la Galaxia de Andrómeda.
Las exposiciones tuvieron una duración de entre 30 segundos a 200 ISO al principio a 15 segundos a 400 ISO más tarde. Quizá esta segunda disposición fuera más adecuada, porque a 30 segundos, con la focal que estuve usando, las estrellas ya no tienen un aspecto puntual sino como pequeños segmentos por su movimiento aparente por la bóveda celeste.
Entre exposición y exposición había un periodo refractario de igual duración que la exposición por la aplicación de la reducción de ruido de la cámara. Aunque una lata, porque en ese tiempo se pierde la posibilidad de registrar la caída de un meteorito, también sirve después para descartar que un trazo sea de un satélite o de un meteorito. El de la fotografía anterior resultó ser un satélite, porque en la realizada 30 segundos más tarde, en la que sí aparece el trazo de un meteorito sobre la Galaxia de Andrómeda, se ve el mismo trazo satelital desplazado unos grados hacia el norte.
O mi estrategia no fue del todo adecuada, o tuve mala fortuna, y las fugaces cayeron por otras zonas del cielo o en los periodos refractarios que he comentado. Además de la fotografía anterior, sólo hay otra donde creo que alguno de los trazos corresponden a estrellas fugaces, aunque relativamente tenues.
Son las que están a la derecha de la siguiente imagen, por debajo del trazo intermitente de un reactor comercial.
Todavía me considero muy inexperto en las cuestiones de fotografía astronómica. Aunque creo que mis conocimientos generales de fotografía me han permitido avanzar mucho en un par de noches dedicadas a este tipo de fotografía este año, lo cierto es que hay elementos en los que no piensas y que te hacen perder oportunidades o disminuyen la calidad de las imágenes. Es importante practicar la técnica y adquirir experiencia para conocer bien cómo reaccionan tus herramientas a las condiciones de trabajo que les impornes, así como para evitar las trampas que la noche impone al fotógrafo y en las que siendo novato caes como un melón. Por ejemplo, hay unas cuantas fotografías, que habiendo tenido que cambiar la batería, quedaron desenfocadas por haber alterado inconscientemente el punto de enfoque del objetivo. Más tarde me di cuenta y lo corregí.
Tengo pendiente de coger las series de fotografías realizadas y aplicarles un programa de combinación de las mismas para obtener algo similar a una circumpolar. Pero me tengo que estudiar el funcionamiento del programa y cual es la mejor forma de aplicarlo. Ya os contaré.
En cualquier caso fue una noche interesante y divertida. Así que me despido con la salida de la Luna, que anunció el momento de recoger los bártulos y volver a Zaragoza y a casa, a dormir.
Primero, un poco de historia personal. Yo soy un chico de ciencias. Muy de ciencias. El pensamiento y el método científico, sus dosis de sano escepticismo y su necesidad de un proceso ordenado de creatividad y razonamiento, siempre se han adaptado bien a mi forma de ser. Me orientaron en mis elecciones académicas y profesionales, me ayudan a una toma de decisiones rápida y sensata y me resuelven un porcentaje alto de situaciones cotidianas. No desdeño, sin embargo, muy al contrario, las ideas y las formas de trabajar que surgen de las humanidades, de las letras o de las artes. Frente a quienes tienden a contraponer, yo las veo como disciplinas complementarias. Pero voy a ser muy duro. A lo largo de mi vida, me he encontrado con muchos más dogmáticos e intransigentes entre las personas del mundo de las letras y las humanidades que desprecian las ciencias, que en el caso contrario. El escepticismo inherente al pensamiento científico es una vacuna eficaz contra los dogmas y las intolerancias.
Como consecuencia, todo tema relacionado con las ciencias siempre me ha interesado. Y uno de los que más, es inevitable si te planteas la clásica pregunta del ¿qué hago yo aquí?, es mirar al universo e intentar descubrir que es y como funciona. Y para mirar al universo, sólo tenemos que hacer algo. En una noche sin luna, lejos de las ciudades, mirar hacia arriba. Al cielo. Y eso es algo que empecé a hacer muy joven. Tengo un razonable conocimiento del paisaje del cielo nocturno en el hemisferio boreal. A ver cuando encuentro la ocasión para ir a disfrutar del austral.
Curiosamente, a pesar de la afición por la afición que me surge en un momento dado en los años 80 del siglo XX, me costó tiempo asociar ambos centros de interés. Y nunca los he conseguido acomodar juntos; han discurrido de modo paralelo. Con algunos jalones por el camino... por ejemplo, la visita del cometa Hale-Bopp.
El cielo del hemisferio boreal en la primavera de 1997 fue un espectáculo impresionante, con aquel gran competa, el Hale-Bopp, que nos visita cada 2537 años. Con sus dos colas visibles, una azulada, apuntando al sol, otra amarilla, más curvada, y una tercera no visible a simple vista, es uno de los cometas más llamativos de los que se tiene constancia, si no el que más. Tras observarlo en varias ocasiones, me armé de mi Pentax MX, el SMC-M 50/1,7 y un carrete de Fujicolor 1600 y me fui a fotografiarlo en las cercanías de Castejón de Valdejasa. Hoy hubiera elegido un equipo muy distintos y hubiera obtenido mejores resultados, pero el que no sabe... hace lo que puede. Además, el núcleo del cometa estaba muy cercano en apariencia a la constelación de Casiopea, y eso lo hacía más bonito. ¿No lo veis claro? Os lo remarco.
Esto despertó en mi las ganas de hacer fotografía astronómica. Aunque mis conceptos no estaban muy centrados. Lo reconozco. Durante un tiempo acudí con la Agrupación Astronómica Aragonesa a observar en sus salidas nocturnas a Monegrillo. No hice fotos. Me recomendaron que antes de ponerme a acoplar la cámara de una forma u otra a un telescopio, me tenia que acostumbrar a observar con estos instrumentos, y a moverme ágilmente por el cielo. Cuando ya me estaba animando, mi madre cayo enferma y dejé de acudir. A lo que falleció me madre, en 2003, yo estaba con la cabeza en otras cosas. Y la fotografía empezaba a avanzar por caminos muy distintos. De ese año es también mi primera cámara digital.
El caso es que durante más de diez años volvieron a ser dos centros de interés que caminaron por caminos distintos no convergentes.
Hace unos días, José Miguel Aznar (Masjota), un amigo y excelente aficionado a la fotografía, especialmente de naturaleza, propuso en el grupo Fotógrafos en Zaragoza una salida nocturna para la noche del sábado 27 al domingo 28 de mayo. El objetivo era, aprovechando la luna nueva, ligeramente creciente, que iba a aparecer muy tarde en el cielo, ya de madrugada, hacer fotografías de la Vía Láctea.
Vayamos con la primera que hice que me servirá para comentar las circunstancias de la noche.
Tomada poco después de la medianoche en algún lugar de Los Monegros elegido por el elegante pitón rocoso que permitía tener un buen primer plano en el paisaje nocturno, nos muestra que tuvimos un problema de presencia de nubes durante toda la noche. Que además reflejaban la luz de los núcleos de población y hacía que tuviéramos más contaminación lumínica de la esperada.
En cuanto al equipo digital, también me llevé una cámara para película tradicional de la que hablaré después, opté por uno ligero. Que fuese adecuado al trípode de viaje, porque el más grande iba a estar ocupado con la otra cámara. La Olympus OM-D E-M5 era la opción más razonable. Estuve pensando en llevar o el zoom Olympus 12-40/2,8 que me daba más ángulo de visión a 12 mm (equivalente a un 24 mm en formato de 24 x 36 mm) o el PanaLeica 15/1,7, más cerrado (equivalente a un 30 mm en formato de 24 x 36 mm), pero un paso y un tercio más luminoso que el anterior. Al final opté por este. Ambos son buenas ópticas. Pero los 30 segundos que di en esa primera exposición fueron excesivos, y las estrellas no eran puntuales. Pasé a usar durante el resto de la noche una exposición de 15 segundos con el objetivo a f/1,7. Una de las ventajas del micro cuatro tercios es que la profundidad de campo es mayor, y es más fácil conseguir el conjunto enfocado. El inconveniente, más con mi ya veterana cámara, que va a cumplir 5 años, es que el ruido electrónico es más aparente que con otros sistemas de captores de imagen más grandes.
En mi segunda exposición,...
Las cosas mejoraron. Las estrellas aparecían genuinamente puntuales, elegí una porción del cielo que me parecía más limpia de nubes, y la vía láctea estaba ahí presente. Manteniendo cierto interés el suelo del paisaje, gracias a las siluetas de los montes y a las luces de la civilización en la distancia.
Además, me aparecieron dos estelas, que en estos momentos no me siento capacitado para decir si son satélites artificiales o si por ventura alguna de ellas pudo ser un meteorito entrando en la atmósfera terrestre. ¿Quizá la más débil?
A partir de ahí, todo fue ir haciendo pruebas toda la noche.
Poco a poco, con una reflexión razonada de hacia donde apuntar, pero manteniendo los ajustes de enfoque y exposición, fui consiguiendo imágenes de la Vía Láctea en la que esta se veía más claramente. Es cierto que poco a poco comprendí hasta que punto un angular más amplio es interesante para conseguir una visión más espectacular de la misma. Pero ahí estaba. Se diferencian claramente las nubes terrestres, de tono amarillento por la contaminación lumínica de las poblaciones, de las acumulaciones de gases y polvo que se acumulan cuando miramos hacia la regiones centrales de nuestra galaxia, de tonos más azulados.
Por supuesto, es clave para conseguir estas imágenes el procesado posterior, que yo he realizado en Adobe Photoshop Lightroom. Hay que jugar con cuidado y habilidad con los controles de exposición, contraste, claridad y la herramienta "neblina (dehaze)" para ir resaltando la galaxia en la que vivimos sobre el fondo del cielo. Mi versión de Lightroom, que no es la de suscripción, no tiene la herramienta "neblina (dehaze)". Pero conseguí hace tiempo unos preajustes que la replican muy bien. También se puede conseguir con combinaciones de las herramientas "contraste" y "claridad", de los que tengo que tirar en caso de ajustes zonales, que no afecten a todo el conjunto de la imagen. Pero en cualquier caso, este es un ámbito en el que tengo mucho margen de aprendizaje todavía. Y también en el de corregir el color, tema que en cualquier género de fotografía siempre me genera muchos dolores de cabeza.
Esta última imagen tomada con el 15 mm podría haber estado muy bien si no fuera por la impertinente nube que me tapa lo más interesante de la galaxia. Una pena.
Como curiosidad, también llevaba encima mi ojo de pez/tapa de cuerpo de cámara de 9 mm de focal y f/8 de apertura fija. Hice un par de fotos con él, aumentando la exposición a 30 segundos y la sensibilidad a 3200 ISO en lugar de 1600 ISO, para compensar la mucha menor luminosidad. Pero no lo neguemos. Aunque me ha funcionado en algunas ocasiones en modo reportaje, el objetivo es una calamidad óptica y causa unos destrozos en la delicada imagen del cielo nocturno que no te quiero ni contar. Estos es lo más razonable que he conseguido a partir de esta óptica.
Pero como os he contado, hubo otra cámara en juego. Una para película tradicional. Me llevé la Hasselblad 503CX con el Distagon 50/4, un gran angular equivalente a un 28 mm por decir algo en el formato de 24 x 36 mm, y algún rollo de Fujifilm Neopan 100 Acros. Esta película me pareció especialmente adecuada para mis fines por los siguientes motivos. Ofrece unos negros profundos, es de grano muy fino, y se ve muy poco afectada por los fallos en la ley de la reprocidad. Hasta 2 minutos de exposición no se ve afectada, y a partir de ahí sólo hay que corregir el equivalente a un paso de exposición.
El objetivo era obtener paisajes nocturnos de largas exposiciones, con las estelas de las estrellas girando sobre nuestras cabezas. En realidad somos nosotros los que damos vueltas, bajo un cielo relativamente estático, pero estamos hablando de movimientos aparentes. De entrada intenté una circumpolar, apuntando a la Estrella Polar, en la Osa Menor. Tiempo de exposición, 30 minutos. Apertura, f/4. Enfoque, a la hiperfocal, usando la escala de la que dispone el objetivo a tal fin.
Revelada en Kodak HC-110 durante 7 minutos a 20 ºC en una dilución E (1:48), después de digitalizar el negativo he ajustado el contraste un poco. Dejando aparte que al encuadrar a oscuras el horizonte me ha salido más alto de lo que me apetecía, para ser mi primera circumpolar, con un tiempo modesto de exposición, no está mal. Hay una misteriosa línea negra que va de arriba a abajo en el negativo y que desconozco a qué se debe. Sólo aparece en los dos negativos que expuse esa noche.
El siguiente lo hice apuntando aproximadamente al ecuador celeste. En dirección opuesta a la anterior. Idénticos parámetros salvo un tiempo de exposición de 20 minutos en lugar de media hora. Aquí he eliminado esa línea negra con el pincel corrector en Affinity Photo, que es el programa de tratamiento de imagen donde he realizado el procesado posterior a la digitalización. El ecuador estaba un poco más alto de lo que yo pensaba y las estrellas que aparecen son ya del hemisferio austral celeste por lo que la curvatura es inversa a las de la circumpolar.
En líneas generales, teniendo en cuenta que es mi primera noche en serio con este tipo de fotografía, me encuentro bastante satisfecho. Obviamente, me queda mucho margen de aprendizaje. Pero no está mal.
Terminaré con flores. El carrete de Fuji Acros admitía doce exposiciones y sólo hice dos en esa noche. Por lo que el resto lo disparé a mis orquídeas en casa. Os dejo con una de las fotos.