No son pocos los fotógrafos de reportaje documental o callejero que juran por sus grandes angulares cuando se trata de salir al mundo con su cámara fotográfica.
Por lo tanto, tras la prueba del 21/3,5 de Olympus paisajeando en el soto de Cantalobos, al día siguiente, un domingo de suave luz otoñal y no poco viento, lo saqué a pasear por la ciudad. Cierto es que por circunstancias ajenas a los objetivos de estos artículos, con poco convencimiento fotográfico. Pero bueno. Algo se hizo.
Un 21mm es un objetivo que a menos de dos metros de distancia encaja en el fotograma sin problemas una figura humana adulta al completo, así que te la juegas a distancias cortas.
Evidentemente, con 81º de ángulo de toma en horizontal y 59ᴼ en vertical, hay margen suficiente para los paisajes urbanos más ajustados.
Si bien es cierto que en los grandes angulares hay riesgo de aberraciones cromáticas, especialmente en las esquinas y cuando los contrastes son intensos y bruscos, el blanco y negro elimina estos problemas, y se convierte en una opción perfectamente razonable para usar estos objetivos en ambiente urbano y callejero.
La combinación de objetivo de calidad más que razonable y cámara con un sensor de buen tamaño hace que el fotógrafo pueda afrontar las escenas con contrastes importantes, conservando el detalle en todo el fotograma.
Por lo tanto, considero aceptable el rendimiento obtenido, aunque no sea perfecto. No nos podemos olvidar que estamos emparejando un objetivo lanzado al mercado en 1973, aunque todavía no he localizado la fecha exacta de fabricación de mi ejemplar, con una cámara lanzada al mercado en 2008. Pero además estamos ante un objetivo que no nos pesa casi nada en la bolsa y que no nos dará pereza llevar con nosotros, combinándolo por ejemplo con un objetivo estándar. El EF 40/2,8 STM si queremos ir ligeros, o el EF 50/1,4 USM si queremos tener la opción de fotografiar con poca luz o con una reducida profundidad de campo. Cualquiera de estos dos objetivos es más voluminoso que el 21/3,5 de Olympus. Incluso el 40 mm, que es considerado un “pancake”.
Por otro lado, la diferencia de ángulo de vista entre el 21 mm y el 40 mm es suficientemente amplia, y no como cuando se combina esta óptica estándar con un 28 mm. Una diferencia mucho menor que parecía no justificar llevar los dos objetivos. Más marcada si se combina con el 50 mm.
A partir de ahora, raro será que cuando salga a fotografiar con la Canon EOS, este 21 mm no me acompañe en todo momento gracias a su tamaño compacto, y para cualquier situación fotográfica.
Como ya he comentado en algún artículo previo, últimamente me ha entrado el gusanillo por utilizar un gran angular potente de vez en cuando. En estos momentos, como óptica estándar suelo usar un 40 mm (o equivalente según el formato), y los 28 mm (o equivalentes) que tengo me resultan demasiado próximos. Hay diferencia clara entre lo que ve uno y otro, pero no lo suficiente para que marque una diferencia notable en la forma en que tengo que pensarme la foto.
Una vez probado el Tokina ATX Pro 12-24/4, con resultados pasables, pero siendo incómodo por su tamaño para luego poder utilizar sólo una parte reducida de su gama de focales, me decidí a buscar un gran angular fijo, no zoom, compacto y que pudiese ofrecer una calidad optica de buen nivel, aunque sin pedir maravillas. Y después de darle vueltas a la cosa, consideré la posibilidad de coger alguna óptica de enfoque manual de tiempo, con prestigio, aunque hubiese que tirar de adaptador y perder algunas funciones. Consideré dos. El Leica R Super-Angulon 21/4, una óptica concebida en realidad por Schneider-Kreuznach para las réflex de la prestigiosa marca alemana, y el que hoy nos ocupa, por el que me decanté.
Concebido por Olympus para sus reflex OM en los años 70 del siglo XX, su diseño tiene alrededor de 40 años, pero hay cierto acuerdo en que es una óptica de buen nivel. Gracias a su modesta apertura máxima, f/3,5, es un objetivo muy compacto y ligero, y no desentona en exceso con el macizo cuerpo de la EOS 5D Mk. II. Aunque se ve chiquito.
Una de las utilizaciones típicas de los grandes angulares es en paisaje, y me he ido a probarlo al soto de Cantalobos, en la ribera del río Ebro, aguas abajo en las afueras de Zaragoza.
El camino que sale junto al azud del Ebro en Zaragoza en dirección a la Alfranca de Pastriz es por donde me dirigiré al soto para ir probando el objetivo con la luz de las últimas horas de la tarde.
El objetivo se monta en la cámara mediante un adaptador entre la montura OM original del objetivo y la EF de la Canon EOS. El que he adquirido yo es el que vende Leitax, que está pensado para atornillarlo de forma estable sobre la montura del objetivo, de forma que mejora la estabilidad y el acople sobre lo que ofrecen otras monturas provisionales. Como estas monturas pierden toda la información que electrónicamente se transmite entre los objetivos dedicados de la marca, la he cogido con el chip Dendalion incluido, con el fin de obtener al menos la confirmación del enfoque. Con un objetivo de este tipo, esto sólo tiene importancia cuando usas su máxima apertura, f/3,5, o cuando usas una distancia de enfoque muy corta. La mínima de este objetivo es de sólo 20 cm.
Uno de los usos más interesantes que he encontrado cuando probaba el objetivo es en fotografía de aproximación. Con sólo 20 cm de distancia de enfoque mínima, se pueden combinar detalles muy cuidados, con el ambiente general que procura la focal angular, y con el desenfoque, estupendo, debido a la ampliación conseguida en los objetos.
Cuando utilizamos el objetivo a diafragmas medios, el chip no es importante. Pensemos que enfocando la distancia hiperfocal a f/8 es de 186 cms. Enfocando a 2 metros con esta apertura tendremos profundidad de campo entre casi 1 metro e infinito. Y a f/16 prácticamente tenemos profundidad de campo desde 60 cms a infinito. Así que el hecho de perder el enfoque automático no tiene prácticamente ninguna importancia. Usando la escala de profundidad de campo del objetivo, y enfocando por zonas, en realidad la rapidez de operación es superior a la de un objetivo de enfoque automático, que suelen carecer de estas ayudas.
A f/8 y preenfocando a la hiperfocal, uno puede ir tomando escenas del entorno a gran velocidad. Uno ajusta la prioridad de diafragma, y la cámara escoge la velocidad adecuada. En un momento dado lo único que hay que hacer es decidir si conviene algo de sobre o subexposición según la escena.
uesto que el enfoque no es un problema, salvo en horas nocturnas el visor de la EOS 5D Mk. II es suficiente para encuadrar aun con el diafragma cerrado a su posición de disparo. Se oscurece algo claro está, pero no ha resultado ningún problema el encuadrar con precisión.
También he usado la pantalla LCD para enfocar cuando he fotografiado a corta distancia del motivo principal y con el diafragma totalmente abierto. Y la verdad es que ha funcionado sin ningún problema. Aunque en este caso es mejor usar el modo manual (M) que la prioridad a la apertura (Av). Por algún motivo, no he apreciado correctamente las correcciones de exposición en este modo.
Fotografía tomada casi a ras de suelo, enfocando y encuadrando con la pantalla LCD de la cámara en lugar del visor réflex de la misma. La excelente rueda de enfoque, el largo recorrido que tiene, superior a las de las ópticas de enfoque automático, y su tacto, hace que este sistema sea más agradable de usar que con los objetivos de la marca.
Una de las torturas que siempre hay que hacerle a un objetivo cuando se prueba o se empieza a usar es comprobar cómo tolera los contraluces o la inclusión de luces potentes en el encuadre. Para no llevarse sorpresas desagradables al ir a realizar un fotografía importante. Quizá este aspecto ha sido donde el objetivo a mostrado indicios de su ya provecta edad. El sol del atardecer ha causado alguna que otra luz parásita en algunas imágenes, aunque no pérdidas de contraste enormes. He de decir que no dispongo en estos momentos de un parasol adecuado para este objetivo. En varias ocasiones he evitado estos artefactos ópticos simplemente haciendo sombra con la mano sobre el objetivo.
Esta fotografía presentaba algunas luces parásitas de forma hexagonal (número de palas del diafragma), que he podido elemininar fácilmente en Adobe Lightroom.
Aquí, con el sol de frente en el encuadre, y diafragmando a f/16, no hay una pérdida excesiva de contraste, pero se ven las luces parásitas, e incluso una amplia circunferencia luminosa en la parte inferior del fotograma.
En esta toma a diafragma totalmente abierto, f/3,5, aparecían luces parásitas originadas por la luz lateral. Simplemente haciendo sombra con la mano, resuelto el problema. Tengo que hacerme con un parasol adecuado.
En cuanto a la definición y el detalle, en el centro de la imagen sin problema en todas las aberturas de diafragma, y las esquinas con más problemas como es tradicional en los grandes angulares para cámaras digitales de sensor grande. Pero con menor pérdida de definición a los diafragmas medios que con el Tokina que comenté hace poco. Lo que unido a la poca pereza que da transportar un objetivo tan pequeño, hace que me parece que he acertado con la compra. Evidentemente, no tiene la calidad que objetivos que cuestan más de 1000 o 1200 euros,… pero es que me ha costado una quinta parte o menos de lo que cuestan esas maravillas. Coste del adaptador aparte.
Con el diafragma a plena abertura, puesto que hay menos profundidad de campo, la falta de nitidez en las esquinas en realidad tiene menos importancia.
En fin, que tengo la posibilidad de explorar un terreno fotográfico que tenía bastante abandonado. Cuande se dé el caso ya os contaré como va en otras situaciones distintas de la tranquila fotografía de paisaje.
Con poca luz ya, me he ido retirando hacia Zaragoza de nuevo, despidiendome del río Ebro a su paso por el soto de Cantalobos.